EFEMÉRIDES
DE LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
CAPITULO
III: DE LA ANTIGÜEDAD AL
SIGLO XV
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1451 - 1460
1451. Luís Alfonso Cayado y Angriote Estevanes, portugueses que
venían a Canarias con el escribano real de Castilla Juan Iñiguez de Atave
{enviado por Juan II con poderes para varios asuntos) atacaron a las naos con
las mismas armas que Iñiguez llevaba y las depredaron, secundando un mandato de
Alfonso V de portugal {Hist., I, 18; BAE, XCV, 70a-b).
1451. Fernán Valermón, Pedro Álvares {criado de Rui Galván),
Vicente Días y otros vecinos de Lagos, Rui Gonzales {hijo de Juan Gonzales) y
otros vecinos de Madeira y de Lisboa, por mandato del infante don Enrique el
Navegante, van con cinco carabelas a Titoreygatra (Lanzarote) para apoderarse
de ella. No lo consiguen, pero hacen depredaciones en otras islas y llevan
presos a algunos colonos castellanos, en Erbania (Fuerteventura) a Juan Iñiguez
(Hist., I, 18; BAE, XCV, 70b).
1451. Con motivo de la boda de su hermana Leonor con el emperador
Federico III, el rey portugués Alfonso incluyó entre los festejos la presencia
de indígenas canarios: «Después vinieron
unos hombre salvajes, que viven en algún rincón del mundo, en unas islas
lejanas del mar, pero bajo señorío del señor rey de Portugal, diciendo haber
sido enviados por sus jefes a estas bodas, e hicieron a su manera unos bailes
muy particulares y dignos de admiración. Que aquella primera aparición en una
Corte europea del «buen salvaje» roussoniano haya correspondido a indígenas
canarios nada tiene de extraño, pero Portugal estaba más interesado en Guinea,
y en 1454 renunció a su presencia en Titoreygatra (Lanzarote) y a su respaldo a
los gomeros, mientras que Castilla, cuyos negociadores habían sido el propio
duque de Medina Sidonia y el licenciado Juan Alfonso de Burgos, aceptaban el
monopolio lusitano en la navegación hacia Guinea. Alfonso V se apresuró a
obtener una bula pontificia que lo asegurase: es la «Romanus Pontifex», de 8 de
enero de 1455, donde se reconocía el derecho exclusivo de Portugal para navegar
y conquistar al S. del cabo Bojador.
1452. Inés Peraza, una vez fallecidos su padre y su hermano. Casó
con Diego García de Herrera, hijo del mariscal Pedro García de Herrera y
regidor del Cabildo sevillano en 1453. Con Herrera entra en juego un nuevo
linaje en la colonia, esta vez de origen cortesano, lo que supone nuevos
respaldos indirectos del poder regio, y la posibilidad de reactivar la vida de
la ocupación de las islas canarias denominadas de señorío, aunque el matrimonio se ocupó tanto de sus
intereses andaluces como de los isleños, según era tradicional.
1452.
Muere el colono Hernán Peraza “el Viejo”, primer “señor” de la isla de la Gomera.
1452.
Asumieron el señorío de las Canarias los invasores colonizadores, Inés Peraza y
su consorte Diego García de Herrera, se convirtieron en campeones sin rival de
las cabalgadas de saqueo de España en Berbería de Poniente. Herrera, el
esclavista sevillano, dirigió y alentó un sinfín de expediciones o cabalgadas
al continente, de las que siempre
regresó victorioso y enriquecido. No puede sorprendernos que sus constantes
relaciones con África le hiciesen abrigar el propósito de erigir en la costa un
establecimiento fijo, una torre-factoría, que le permitiese el cómodo acceso a
la ruta del oro de las caravanas, al par que la iniciación de estrechos
contactos con las tribus, con vistas a su futura dominación política. (Rumeu de
Armas)
1452. Los colonos Inés Peraza y su consorte Diego
García de Herrera, heredaron y asumieron el señorío de las Canarias, se
convirtieron en campeones sin rival de las cabalgadas a la saca de
esclavos en Berbería de Poniente.
Herrera, el esclavista sevillano,
dirigió y alentó un sinfín de expediciones o cabalgadas al continente, de las que siempre regresó
victorioso y enriquecido con tan vil comercio. No puede sorprendernos que sus
constantes relaciones con África le hiciesen abrigar el propósito de erigir en
la costa un establecimiento fijo, una torre-factoría, que le permitiese el
cómodo acceso a la ruta del oro de las caravanas, al par que la iniciación de
estrechos contactos con las tribus, con vistas a su futura dominación política.
No olvidemos que a gran parte de lo que fue la colonia del Sáhara Español se la
denominaba Río de Oro, un topónimo de lo más explícito. El lugar elegido para
el primer asentamiento en aquellas costas sería el Río de la Mar Pequeña , conocido
desde hacía bastante tiempo por los marineros y pescadores andaluces.
1452.
Del
colono invasor Diego García de Herrera
Fernán
Peraza, el Viejo, murió en el año 1452. Le heredó su hija Inés de las
Casas, quien decidió tomar el apellido de su padre, por lo cual pasó a llamarse
Inés Peraza. Contrajo matrimonio con Diego García de Herrera, octavo
señor de las Canarias. Contaba éste veintiséis años y era hijo de Pedro García de
Herrera, mariscal de Castilla y señor de Ampudia. La boda se celebró en Sevilla,
probablemente en el año 1455. Deseoso de conquistar la isla de Tenerife, Diego
García de Herrera partió hacia el puerto de Añaza (hoy Santa Cruz) con tres
embarcaciones y saltó a tierra con cuatrocientos hombres. Sin embargo, ante
la amenaza de numerosos guanches prestos a atacarle, se detuvo y acampó.
En aquella época la población guanche se estimaba en alrededor de quince
mil almas.
Informado
de que los nueve menceyes se encontraban reunidos cerca de su
campamento, envió a dos parlamentarios, Mateo Alfonso y Lanzarote, conocedores
de la lengua guanche, quienes hicieron saber a los menceyes las intenciones
pacíficas del señor de las islas y vasallo del rey Enrique IV de Castilla.
De igual forma, les transmitieron el deseo de que reconocieran a éste
como soberano. Los menceyes, entre los que estaba presente el de Adeje, celebraron
concejo o tagoror para decidir qué postura tomar. Acordaron aceptar la amistad
de Diego García de Herrera, toda vez que no la creyeron incompatible con el
derecho de conservación de su independencia y dominios y recibieron la bendición
del obispo de Rubicón (Lanzarote), D. Diego López de Illescas, que acompañaba
al foráneo en la expedición.
En
compañía de los recién llegados partieron hacia Agüere, hoy La Laguna.
Se cuenta que,
durante el camino, el invasor se ocupaba en enarcar el
terreno con piedras y ramas que cortaba de los árboles que encontraban
a su paso y los colocaba a modo de mojones. Aunque tal acción provocó
la risa de los guanches, la realidad es que se trataba de una trampa de los españoles.
Ignorantes aquéllos del significado de tal actitud, un tal Fernando de
Párraga dio fe de la toma de posesión del territorio señalado. Lo hizo en un
pergamino fechado el 21 de julio del año 1464 y redactado, en el Puerto del
Bufadera, ante la presencia de Diego García de Herrera y de los nueve men-ceyes.
Una parte de éstos aceptó reconocerle rey de las islas Canarias y le prometieron
obediencia. En estos acuerdos parece que jugó un importante papel Antón
el Guanche, ya que su condición de ermitaño de Candelaria y valido del
mencey de Güímar le permitía disponer de cierta ascendencia sobre el resto
de los menceyes5.
Diego
García de Herrera falleció en Fuerteventura el 22 de junio de 1485 a
la edad de setenta años. Fue sepultado en el convento de San Buenaventura, de
la orden franciscana de aquella localidad. (Pedro de las Casas, 1997: 93
)
1452. El rey Juan II de Castilla, por Real Cédula, de Toledo, a 25
de mayo de 1552, al rey Alfonso V de Portugal, que le envía por Diego González,
de Ciudad Real, oidor de la
Audiencia , y Juan Iñiguez de Atave, escribano de Cámara,
protesta por las intervenciones del infante en las islas (Hist., I, 18; BAE,
XCV, 72a).
1452. El rey
Alfonso V de Portugal responde a Juan II de Castilla “que no puede hacer nada hasta que no oiga al
infante; con lo; cual intenta hacer de juez árbitro entre el infante y Juan II,
lo cual éste no acepta, pues su función en este caso no es juzgar sino
intervenir {Ibid" 72a-b). 1452. Los colonos Inés Peraza y su consorte Diego
García de Herrera, heredaron y asumieron el señorío de las Canarias, se
convirtieron en campeones sin rival de las cabalgadas a la saca de
esclavos en Berbería de Poniente.
Herrera, el esclavista sevillano,
dirigió y alentó un sinfín de expediciones o cabalgadas al continente, de las que siempre regresó
victorioso y enriquecido con tan vil comercio. No puede sorprendernos que sus
constantes relaciones con África le hiciesen abrigar el propósito de erigir en
la costa un establecimiento fijo, una torre-factoría, que le permitiese el
cómodo acceso a la ruta del oro de las caravanas, al par que la iniciación de
estrechos contactos con las tribus, con vistas a su futura dominación política.
No olvidemos que a gran parte de lo que fue la colonia del Sáhara Español se la
denominaba Río de Oro, un topónimo de lo más explícito. El lugar elegido para el
primer asentamiento en aquellas costas sería el Río de la Mar Pequeña , conocido
desde hacía bastante tiempo por los marineros y pescadores andaluces.
1453. El infante don Enrique el Navegante, muerto Fernán Peraza en
1452, pide a Diego García de Berrera (Herrera) que le venda las Islas Canarias;
pero no lo consigue (Hist., I, 18; BAE, XCV, 73a).
1453. El infante don Enrique, mediante su confesor Fray Alfonso
Velho, O.P., suplica a Juan II de Castilla que le sea reconocido el señorío
sobre Lanzarote, que le fue aforado por Maciot. No lo consigue (Ibid., I, 18;
BAE, XCV, 73a).
1453. El capitán Palencio, portugués, ataca junto a Cádiz, a unas
carabelas castellanas de mercaderes de Sevilla y Cádiz que volvían de Guinea,
«que es de nuestra conquista» {dice la carta de Juan II), y secuestra una de
ellas a Portugal donde hace presos a los castellanos y, por mandato de Alfonso
V, le cortaron las manos a un genovés que iba en ella (Hist., 1, 18;
BAE, XCV 73b) 9.
1454.
Templos y prelados católicos en
la colonia de Canarias
según el criollo clérigo e historiador José de Viera y Clavijo
Del
convento de Fuerteventura y verdadera época de su
fundación
“De
lo que llevamos referido hasta aquí se puede
conocer claramente cuan grande es el error de aquellos escritores (a quienes había yo
seguido), cuando aseguran que Diego García de Herrera
y doña Inés Peraza fundaron el convento de Fuerteventura, el primero de la
provincia. Es constante que estos
señores de las islas no estuvieron en ellas como tales, hasta por los
años de 1454, en que ganaron el litigio de
Lanzarote, y que la facultad
pontificia de plantificar el convento se había dado al padre fray Juan
de Baeza desde el año de 1414.
Siete
misioneros del convento de Abrojo en Castilla, enviados desde Sanlúcar
de Barrameda, formaron la primera comunidad
de aquella nueva casa, que habían
edificado pobre y pequeña, cargando sobre sus propios hombros los
troncos de palma y de tarahay. Dedicóse a San
Buenaventura, y en breve tiempo llegó a tener 30 moradores, los cuales merecieron la inmortal honra de que San Diego de Alcalá fuese su prelado, aunque lego.
Nosotros
no repetiremos aquí cuanto en el tomo I de nuestra obra hemos
referido de este admirable varón y de su compañero fray Juan de Santorcaz.
Allí pueden ver mis lectores cuáles son los venerables monumentos que se
conservan de sus virtudes y milagros, de su
beneficencia y de su celo por la conversión de aquellos gentiles, especialmente por los de la Gran Canaria , a cuyo
fin navegó a ella ansioso del martirio. Las lecciones del Breviario de Toledo afirman que padeció
allí grandes trabajos y que convirtió
muchos paganos a la fe, con su
ejemplo y predicación; sin embargo, es notorio que el santo se
restituyó a Fuerteventura sin desembarcar
en aquella tierra feroz, a causa de
los vientos contrarios.
Gonzalo Argote de Molina, el padre fray Luis Quirós,
fray José de Sosa y don Pedro Agustín del Castillo nos aseguran que los
mártires de Canaria que padecieron
despeñados en Jinámar habían sido
compañeros de San Diego en Fuerteventura y llevados por Diego de Herrera a aquella isla en una de sus
expediciones. Pero como fray Juan de Abreu
Galindo, que fue franciscano y tan exacto en sus memorias, atribuye aquel honroso acontecimiento a cinco religiosos que a mediados del siglo
XIV estuvieron cautivos en Canaria
con otros mallorquines, no he dudado seguir
en el primer tomo de esta obra aquella opinión, que me pareció más conforme. Como quiera que fuese, es cierto
que así como la provincia de San Francisco de
Canarias reconoce por su patrono titular a San Diego de Alcalá, así también lleva por distintivo en su sello
mayor un peñasco y cinco cabezas en forma de
cruz, entre dos palmas, con alusión a dichos
mártires.
Aunque faltó de
Fuerteventura el virtuoso guardián (muerto ya el padre Santorcaz) para ir en
peregrinación a Roma con motivo del año
santo, celebrado en 1450, no faltó
por eso de aquel convento el buen
olor de santidad. El citado padre Quirós refiere que los Reyes Católicos
se les encomendaban por cartas con el siguiente sobrees-crito: «A mis particulares y devotos padres, los frailes de San Francisco, que residen en la isla
de Fuerteventura», y que la misma reina doña Isabel les enviaba palios, corporales, un terno con capa,
que se guardaba en el convento de Canaria, y un sagrario dorado que paró
en las monjas de Santa Clara de La Laguna.
En
la competencia que el obispo don Juan de Frías y su cabildo de Rubicón tuvieron
con Diego de Herrera sobre los diezmos de orchilla, sangre de
drago y conchas, como también sobre la contribución de quintos y de herbajes,
el convento de Fuerteventura, haciendo causa común con el clero secular y
ponderando sus apostólicos sudores en las
Islas, agenció en Roma cerca de Sixto IV, que había sido franciscano, la
bula que, confirmada por Inocencio VIII, declaraba la obligación de pagar
diezmos de aquellas cosas a la
Igle sia y la exención de
la gabela de quintos a los eclesiásticos.
Consérvase
todavía aquel respetable «conventico, con razonable iglesia y
triste casa», como decía el ilustrísimo Murga, donde sólo moraban seis
religiosos, que después llegaron a diez y seis y actualmente a veinte. El señor
Dávila calificaba de muy devota la capilla o ermita hecha en la cueva en que San
Diego solía orar. También se conserva el
sepulcro del padre Santorcaz, con sus huesos y sus escritos, verdaderamente
sepultados antes de salir a luz. Y no
hay duda que una casa que fue cuna del
instituto y primer taller de santidad
en nuestras Canarias debe ser mirada por sus hijos con la veneración más afectuosa.” (José de Viera y
Clavijo, 1982, T. 2: 333 y ss.)
1454 Septiembre 7. Estando la Corte castellana en Cuéllar, el juez licenciado Pedro González de Caraveo,
oidor de la Real
Audiencia de Sevilla y alcalde de su Casa y Corte., a
instancia del apoderado de Herrera, pronunció sentencia definitiva en rebeldía
del demandado Maciot, que no se atrevió a comparecer, dictó sentencia en la
cual se resolvía el litigio en esta forma: «Fallo que la dicha isla de
Lanzarote, con el señorío e jurisdicción della e con los frutos e rentas e
pechos e derechos, pertenecen e deben pertenecer a la dicha Dña. Inés, así como
a fija legítima, universal heredera del dicho Femad Peraza, e pronuncio e
declaro pertenecerle todo ello, e que debo mandar e mando que le sea dejada e
entregada libré e desembarazadamente, sin embargo nin contrario alguno, con los
frutos e rentas e pechos e derechos que han vencido fasta aquí, desde el día
quel dicho Mosen Maciote fizo la dicha enagenación e traspasamiento de la dicha
isla en el dicho infante D. Enrique, e non guardó ni cumplió las dichas
condiciones, según la forma y tenor del dicho recaudo que fizo e otorgó al
dicho Guillén de las Casas...». No satisfecho Herrera con tan completo triunfo,
quiso que la sentencia fuese ratificada por el rey, que lo era ya Enrique IV,
el cual, hallándose en la villa de Arévalo, expidió cédula con fecha 28 de
aquel mismo mes y año dirigida «al consejo, alcalde, alguacil e regidores,
escuderos, oficiales e hombres buenos de la isla de Lanzarote», encargándoles
guardasen y cumpliesen lo en ella contenido. (Agustín Millares Torres; 1977. t.
II:109)
1454 de Septiembre 28. La
corona de las españas otorga a los
colonos Diego de Herrera y doña Inés Peraza el señorío de Titoreygatra (Lanzarote), en su política de pleno dominio del
Archipiélago como base permanente desde donde penetrar al continente para
saquearlo, extrayendo oro, esclavos y especias. Los habitantes de la isla tanto
los colonos europeos como sus naturales estaban molestos con la tiranía del esclavista
Diego de Herrera y comenzó un motín. Los amotinados hicieron prisionera la
tripulación de una carabela portuguesa dedicada a la trata de esclavos, la cual
una vez liberada por Herrera fue vital en la sofocación de la revuelta.
1455. El Papa Nicolás V, en la bula Romanus pontifex, de
Roma a 8 de enero de 1455, concede a Portugal el derecho a conquistar por la
costa de nuestro continente hacia el sur sólo a partir de los cabos Bojador y
Nam (Marruecos, por tanto, queda fuera) ya defender el monopolio de su imperio
marítimo ya conseguido. Parece que don Enrique ha desistido de adueñarse de las
islas de Titoreygatra (Lanzarote) y Gomera, después de la negativa de Juan II
de Castilla en 1454, aunque la bula no hace alusi6n alguna a las Canarias.
1455. El rey Alfonso V de Portugal pide al nuevo rey Enrique IV de
Castilla para Martinho Gonzalves de Taide, conde Tauguía .(Atauguía) y Pedro de
Meneses, conde de Vila Real, el derecho de conquista de Tamarant (Gran
Canaria), chinech (Tenerife) y Benahuare (La Palma ), a cambio de la renuncia de Portugal a las
islas Gomera y Esero (Hierro), atacadas e invadidas en 1553.
1455. El rey
Enrique IV de Castilla concede, al parecer, a los condes nombrados el derecho
pedido; pero no llega a formalizarse por oposición de las Cortes de Castilla,
de mayo de 1455, sancionada el 4 de junio.
1455 Marzo 22. El aventurero Cadamoste no dejo su personal visión
de las Islas Canarias en los siguientes términos: «Era joven -nos dice
Cadamosto- y en estado de resistir las fatigas de un largo viaje, deseaba,
pues, ver el mundo y observar lo que ninguno de mis compatriotas se hallaba en
disposición de hacer. Esa fue la razón que me impulsó a aceptar el mando del
buque que el Infante me ofrecía y en el que iba de piloto Vicente Díaz. Salimos
de Lagos el 22 y soplándonos vientos del norte llegamos el 25 a Porto Santo y el 28 a La Madera. Desde allí
seguimos nuestro derrotero en demanda de las islas de Canaria, que son en
número de siete y de las cuales cuatro se hallan en poder de los cristianos, a
saber: Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro, y las tres restantes,
Canaria, Tenerife y Palma están todavía en poder de los infieles.
«El señor de las cuatro islas
conquistadas se llama Herrera y es gentilhombre, vecino de
Sevilla y súbdito del rey de
España. Los cristianos que viven bajo su gobierno se alimentan de cebada, carne
y leche que tienen en abundancia, sobre todo de cabras.
«Estas islas poseen árboles frutales y no producen otra
cosa; pero se ven asnos salvajes en gran número, especialmente en la isla del
Hierro. Hállanse separadas entre sí por cuarenta o cincuenta millas de mar y su
posición es correlativa de este a oeste. Se recoge en ellas gran cantidad de
hierba llamada orchilla, con la cual se tiñen las telas, exportándose a Sevilla
desde cuyo punto la llevan a Levante. Producen también mucha abundancia de
pieles de cabra de excelente calidad, sebo y queso exquisitos.
«La población de las islas
conquistadas se compone en su mayor parte de indígenas, no
enténdiendose entre ellos por la
diversidad de sus dialectos.
«En el país no existe ninguna
población fortificada, pero hay aldeas y reductos en la cima de sus más altas
montañas y en desfiladeros de difícil tránsito. Todos los ejércitos del mundo
serían insuficientes para desalojar de estos sitios a los isleños.
«Las tres islas que están
habitadas por infieles son mayores y más pobladas, especialmente dos: Gran
Canaria, que contiene cerca de 9.000 almas, y Tenerife, la más importante de
las tres, que cuenta de catorce a quince mil. Respecto a La Palma , es, al parecer, una
hermosa isla pero de escasos moradores.
«En general, los acantilados de la costa y la aspereza del
terreno ha retardado la conquista de esta parte del Archipiélago.
«Haré mención primero de
Tenerife, que, como he dicho, es la más poblada de estas islas y la más elevada
del mundo, pues se descubre desde muy lejos en alta mar cuando está el tiempo
despejado, habiéndome asegurado algunos marinos que puede verse a la distancia
de 60 a
70 leguas españolas, que equivalen a 200 millas de Italia.
Del centro de esta isla se eleva
hasta las nubes una montaña en punta de diamante que arde sin cesar, y los
cristianos que han estado como prisioneros en Tenerife afirman que esta montaña
tiene quince leguas portuguesas desde su base hasta la cima, es decir, sesenta
millas de las nuestras. La isla está gobernada por nueve señores llamados
duques, los cuales no son elegidos por derecho de sucesión o de herencia sino
por el de la fuerza, siendo esta la razón de hallarse siempre en guerra
matándose como bestias. Sus armas son piedras y una especie de venablo o lanza
de una madera tan dura como el hierro, cuya punta está armada de un cuerno
agudo o endurecido al fuego. Hállanse desnudos del todo, excepto algunos que
llevan pieles de cabra por delante y por detrás.
Untanse el cuerpo con grasa de
macho cabrío, mezclada con el jugo de ciertas hierbas, para resguardarse del
frío a pesar de ser poco riguroso en estos climas meridionales.
No construyen casas y viven en
cuevas; su alimento es la cebada, carne y leche de cabras que tienen en
abundancia. Comen también frutas y especialmente higos, recolectando sus granos
en marzo y abril. Son idólatras y adoran al sol, la luna, las estrellas y
varios y diferentes objetos. Toman tantas cuantas mujeres quieren y no tocan a
sus esposas vírgenes sino después que han pasado una noche con su señor, lo que
consideran muy honroso para ellos.
«Los habitantes de las cuatro
islas sometidas, según me han referido, hacen con frecuencia y favorecidos por
la noche excursiones a las islas libres para apoderarse de los naturales y
enviarlos a España como esclavos. En estas correrías han quedado prisioneros
algunos cristianos y los infieles, en vez de matarlos, se han contentado para
probarles su desprecio con dedicarlos a los más viles oficios, o sea, a
degollar, desollar y descuartizar el ganado.
«Existe entre estos bárbaros la
costumbre de que, al advenimiento de sus reyes, se sacri-
fica uno de sus súbditos en su
honor. Entonces se reúne el pueblo en un profundo valle y, después de ciertas
ceremonias y conjuros mágicos, el que se ha ofrecido en holocausto se arroja
desde lo alto de una empinada roca, y se asegura que el príncipe recompensa
siempre este acto de abnegación premiando a los parientes de la víctima.
«Los hijos de Gran Canaria son
astutos y vivos, saltan por encima de grandes precipicios con la mayor agilidad
y arrojan una piedra con tan segura puntería que jamás dejan de dar en el
blanco. Es tan grande la fuerza de sus brazos que rompen con los puños un
escudo en mil pedazos.
«He visto en la Madera un canario
convertido que apostaba con quien quisiera a que colocándose a ocho o diez pies
de distancia tres hombres, llevando cada uno doce naranjas y él con igual
numero, recogía en sus manos, sin tocarle, las naranjas de sus adversarios
mientras con las suyas daría siempre en el cuerpo de éstos.
Se dice que nadie aceptó la
apuesta porque había seguridad de perderla. «Tanto los hombres como las mujeres
tienen la costumbre de pintarse con el jugo de hierbas, prefiriendo los colores
verde, rojo y amarillo. He visitado dos de estas islas, llamadas Gomera y
Hierro, habitadas por cristianos y me he acercado a la de La Palma , pero sin desembarcar
en ella». ((Agustín Millares Torres; 1977. t. II:109-11)
1455 Agosto 24. Arriba a la isla Titoreygatra (Lanzarote) Adrían de
Bethencourt, apoderado de Herrera y su mujer envían por estos a la isla para
preparar la llegada de estos nuevos colonos, quien, provisto de la Real Cédula
confirmatoria de la
Sentencia y de otras cédulas importantes, se presentó en
Lanzarote en esas fecha acompañado del escribano Juan Ruiz y, convocando y
reuniendo en la iglesia de Santa María a la hora de nona del domingo 24 de
agosto de 1455 a
la nobleza y pueblo, les presentó sus despachos, entre los cuales se hallaba su
nombramiento de gobernador de las Islas de Canaria por los muy altos y
poderosos señores don Diego de Herrera y doña Inés Peraza, exhibiendo
seguidamente el fallo judicial dictado a favor de los mismos y los privilegios
y franquicias que concedían sus nuevos súbditos. Después de su lectura, el
alcalde mayor y secuestrario, Alonso de Cabrera, hizo entrega a Béthencourt de
las casas señoriales, prestando con sus oficiales, empleados y personas
principales de la isla juramento de fidelidad a sus señores, para lo cual se
trasladó por segunda vez ala iglesia y dejó su vara de justicia en manos del
gobernador. Al siguiente día, acompañado éste del alcalde y alguacil que había
nombrado y eran Pedro de Aday y Juan Calderón, recorrió con ellos los pueblos
de Tayga, Tao, Tyuhuya, Eque, Guiafuso, Tigalae y Rubicón, recibiendo de todos
sumisas manifestaciones de adhesión.
Concluyóse esta visita el jueves 28 de agosto en la playa y
puerto de Rubicón, en cuya torre entró y salió como signo de la posesión que de
ella
tomaba.
Aunque en las diligencias que de
estos diversos actos se extendieron no aparece resistencia ni protesta alguna,
se sabe que el secuestrario Juan Iñíguez de Atabe pretendió oponerse al
allanamiento hecho por su apoderado Alonso de Cabrera, pues consta que en 16 de
septiembre del mismo año el rey expidió Real Cédula, dirigida al mismo
secuestrario, ordenándole que dejase libre la isla a Diego de Herrera y le
entregase las rentas que se hallaban en depósito, con excepción de las que
pertenecieran al Estado. En la dicha Cédula se disponía, además, que para
cobrar las costas a que había sido condenado Maciot, se le embargaran los
bienes muebles y raíces que poseyera en el Archipiélago y, a falta de ellos, se
apoderasen de su persona si pudiese ser habida. (Agustín Millares Torres; 1977.
t. II:109-10)
1455
agosto 25.
De esta fecha data una de las primeras
referencias de la localidad de Tao, en Titoreygatra (Lanzarote). Tao es nombre
maxo y dicen que significa Fortaleza. Esta situado muy cerca de las corrientes
de arena del jable, de la mareta de Tao y del Lomo de San Andrés.
1456.
El infante don Enrique el Navegante intenta enviar a las
islas que dice estar todavía sin evangelizar Tamarant, Chinech y Benahuare
(Gran Canaria, Tenerife y La
Palma ) a Fray Estevao de Loulé, O.F.M., de la secta católica
de los franciscanos (su capellán, quien ya había estado tres años en Gomera y
Ecero (Hierro) , para el cual suplica al Papa Calixto III (elegido el 8 de
abril de 1455) la dignidad de capellán de honor del Papa y la dispensa para
acceder a un beneficio «ut ad illas [insulas] se tranferat praedicetque
illis verbum Dei ut et illis sit etiam in salutem».
1459.
Roberto es impuesto obispo de
Rubicón por el Papa Pío II, por muerte de don Juan Cid; pero no llega a entrar
en su obispado.
1459.
Las pretensiones portuguesas le
obligaron a defender el señorío. Ese mismo año el Capitán luso Diego de Silva
atacó Titoreygatra (Lanzarote) y tamaránt (Gran Canaria), donde fue derrotado,
sin embargo, el conde logró saldar ese
episodio con el casamiento de Silva con su hija María de Ayala. Según la
historiografía, el mandato de Diego de Herrera se caracterizó por su tiranía
con los hombres del señorío. La
Corona , castellano-aragonesa nfinalmente, decidió pasar a la
conquista de las restantes islas, comprando los derechos que los Herrera-Peraza
tenían sobre ellas. El título de Conde de la Gomera es confirmado, según Real Decreto de 18 de
julio de 1670, en favor de Guillén Peraza de Ayala y Rojas, por la Reina Gobernadora Mariana de Austria. El 2 de octubre de 1985
se expidió carta de sucesión en favor de
María Cotoner y Martos, hermana del Marqués de Adeje.
1459
diciembre 18.
Templos y prelados católicos en la colonia de Canarias
según el criollo
clérigo e historiador José de Viera y Clavijo.
Fundaciones
de algunas órdenes religiosas en las Canarias
“El
establecimiento de las órdenes religiosas en las
Canarias, sus fundaciones, progresos, trabajos,
autoridad y concepto público en todas ellas, es a la verdad un campo
fértil para las noticias de nuestra
historia eclesiástica, como que estas mismas religiones son las que han tenido
más influjo en la doctrina, en la
disciplina, en el culto, en las
letras, en las ideas y en los puntos morales y espirituales de la
diócesis. Pero sucede que en casi
cuatrocientos años de existencia gloriosa y de asiento fijo en nuestras islas, todavía carecemos de algunas crónicas o anales que nos instruyan de
sus cosas más esenciales y curiosas.
Emprendo este trabajo en su obsequio,
tal vez sin todas aquellas luces que pudieran darme los archivos de las respectivas provincias, hasta ahora cerrados, creyendo que quizá mis equivocaciones e inexactitudes serán ocasión de que sus cronistas publiquen con más puntualidad los hechos.
Facultad
pontificia concedida a nuestros reyes para
estas fundaciones
Uno
de los más principales debe ser la facultad que los
Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel obtuvieron del
papa Inocencio VIII, en
el año segundo de su pontificado, para ellos y sus
sucesores, de poder fundar en todo el reino de Granada e
islas de Canaria cuantos conventos y monasterios
de órdenes religiosas de ambos sexos juzgasen oportunos, dotándolos de
rentas competentes y disponiendo de ellos a su propia satisfacción. Esta bula, que solicitó en Roma don Iñigo López de Mendoza, conde de Tendilla, embajador
de aquellos monarcas, fue dada en San Pedro a 23 de agosto de 1486, cuatro meses antes que se expidiese la otra bula
de patronato que en el libro
antecedente dejamos referida.
De
la venida de los franciscanos a nuestras islas,
sus servicios, misiones y primeros vicarios
En el orden de
escribir sobre cada una de estas provincias,
seguiré la antigüedad con que entraron en nuestras islas y, por esta
cuenta debo tratar en primer lugar de las fundaciones de los religiosos de menores observantes de San Francisco.
Ellos
fueron, como dijimos en otro lugar, de los primeros sacerdotes que sabemos
penetraron en las Canarias, año de 1291, con los aventureros genoveses;
y también fueron ellos los primeros misioneros y mártires que,
enviados por el Príncipe de la Fortuna a fines del siglo XIV, rubricaron la
fe con su sangre en la
Gran Canaria. El primer obispo de
las islas de la Fortuna ,
don fray Bernardo, era probablemente de la misma orden. El célebre fray Pedro
Bontier, capellán de Juan de Béthencourt, era
también franciscano del convento de San Jov'm de Marne en Francia, y
nos consta que llevó consigo de Sevilla a Lanzarote algunos compañeros de su instituto, que se alojaron pobremente
en el despoblado de Famara, fabricando un
corto oratorio. Esta colonia de frailes había sido enviada a aquella
misión por fray Juan Bardolino, ministro
general de España, que seguía las
partes del antipapa Benedicto XIII, dándoles por
superior a fray Juan de Baeza, a quien el mismo
pontífice concedió facultad de fundar con limosnas un
convento en Fuerteventura; empresa que en 1414 recomendó al obispo
de Rubicón don fray Alonso de Barrameda y al arzobispo de Sevilla.
Trabajaron
mucho aquellos padres en la conversión de los isleños; y luego
que don Pedro de Luna fue depuesto en el concilio de Constanza, acudió fray
Juan de Baeza a Marti no V
para que lo conservase en el empleo. Consiguiólo en
1422, y aun obtuvo nuevo breve al año siguiente, por el
cual se le confirmaban y ampliaban todos los privilegios que
le había concedido Benedicto. Entretanto era obispo de
Rubicón don fray Mendo de Viedma, que también era
franciscano, como lo había sido don fray Alonso de Barrameda y don fray
Alberto de las Casas.
Mostró fray Juan de Baeza todo su celo en aquel famoso
recurso que, unido con el obispo don fray Fernando Cálvelos,
hizo a Roma, año 1434, en favor de la libertad de los canarios,
a cuyo
efecto despachó a fray Alonso de Idubar, religioso
lego, natural de las mismas islas, quien obtuvo de Eugenio IV un breve prohibiendo bajo de graves
penas la esclavitud. Premió el Sumo Pontífice en aquel
mismo año los méritos del vicario de las Canarias fray Juan de Baeza, haciéndolo obispo libaniense por sus bulas de 14 de septiembre, que refiere el padre Wadingo en sus Ana/es; y
en consecuencia de dicha promoción, fue nombrado vicario de nuestras
misiones el padre fray Francisco de Moya,
con facultad de poder elegir un
sustituto.
Éralo
en 1441 el padre fray Juan de Logroño, a quien
el mismo papa Eugenio concedió el que pudiese
edificar en cualquier puerto del reino de Castilla, en España, algún
convento donde los religiosos que fuesen y
volviesen de las misiones de Canarias
se alojasen. Este convento fue el de Sanlúcar de Barrameda.
Como los padres
destinados para dichas misiones tenían
privilegio apostólico en virtud del cual no dependían de los superiores de España, y se echaba de ver con el discurso del tiempo que sus progresos eran cortos, queriendo el papa Pío II poner
remedio en ello, cometió aquel cuidado al vicario
general cismontano; pero esta providencia ocasionó
grandes disturbios en nuestras islas. Porque habiendo nombrado aquel prelado
por vicario provincial de ellas a fray Pedro de Marchena,
se desentendieron los frailes de Canarias de esta
elección y eligieron ellos por su parte a fray
Fernando de Salamanca, con lo que se suscitó entre
ambos vicarios una terrible competencia. Esta
competencia fue un cisma. Marchena alegaba el nombramiento del
superior legítimo; Salamanca, las letras apostólicas de Martino V, por las
cuales toda la acción de elegir vicario provincial
debía residir en los misioneros, con tal que el provincial de Castilla
confirmase al electo. Durante estos debates murió fray Fernando de Salamanca; pero los misioneros perpetuaron la disensión, eligiendo por su vicario a fray Juan de Logroño, que ya lo había sido en otro tiempo. Cuando el papa lo supo, depuso a los dos vicarios
competidores por su breve de 18 de
diciembre de 1459mandando que los religiosos residentes en las Canarias
procediesen a segunda elección. Estos
eligieron a fray Rodrigo de Utrera, de que nacieron mayores embarazos; porque fray Rodrigo había profesado entre los minoritas conventualesy, no habiéndose incorporado legítimamente a los observantes, no podía ser contado en el número de los individuos del orden destinados a la con versión de los naturales isleños ni, por consiguiente, estaba apto para la prelacia. Crecieron tanto estas religiosas desavenencias, que el
obispode Rubicón don Diego de
Illescas tuvo por necesario suplicar
al Sumo Pontífice viniese en anularaquellas
elecciones. El papa lo declaró así en
1459 dando al mismo tiempo comisión a fray
Alonso de Bolaños, para que procediese a otramás canónica.
Alonso de Bolaños, para que procediese a otramás canónica.
El
padre fray Lucas Wadingo, que refiere en sus Anales franciscanos todos
estos sucesos, no nos dice cuál fue el
vicario verdadero que entonces se eligió; pero se puede creer que sería
el padre fray Juan de San Lúcar, supuesto
que tenía este importante encargo en
1470, cuando fue provisto en el obispado
de Rubicón, como dijimos.
El padre
Bolaños pasó desde Canarias a la misión de Guinea, esto es,
de África, con cuatro religiosos, obligado de la bula
que le dirigió Pío II en
1462, por lo cual le concedía los mismos privilegios que estaban concedidos al
vicario y misioneros de nuestras islas. Sixto IV le nombró su
nuncio apostólico en aquellas partes, año de 1472.”
(José de Viera y Clavijo, 1982, T. 2: 333 y ss.)
1460. Diego López
de Illescas es impuesto obispo de Rubicón por el Papa Pío II.
1460. El monarca castellano Enrique IV cedió los supuestos derechos
de conquista en Chinet (Tenerife), Tamaránt (Gran Canaria) y (La
Palma ) a los condes de Atouguia y Vila-Real, Martín de Ataide
y Pedro Meneses de Castro, aunque bajo dependencia castellana.
1460.
Primeros intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago
Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo.
“De don Diego de Illeseas,
noveno obispo
En su lugar fue nombrado don Diego López de Illescas,
que nuestros escritores aseguran era clérigo
secular, deán de Rubicón y hermano del doctor Illescas, consejero de los
Reyes Católicos, pero que Lucas Wadingo supone religioso de San Francisco.
Nuestras sinodales dicen que el papa Nicolao V le dio las
bulas; pero es evidente que no se las dio sino el papa Pío II, en el año segundo
de su pontificado, que es el de 1460. Lo que tiene
más verdad es la reflexión que hace el ilustrísimo Murga, cuando escribe
«que a la sazón tenía tan poca sustancia el
obispado, que los obispos más iban a
él con deseo de ensanchar la fe
católica, que con ánimos de acrecentamientos». Pero debemos confesar que ningún obispo rubi-cense trabajó tanto como el señor Illescas para que
Dios diese adelantamientos espirituales y temporales a su mitra.
Nosotros le hemos visto como un héroe eclesiástico y
militar (en su siglo los había de esta clase) al lado de Diego García de
Herrera y a la cabeza de las huestes
cristianas, ya en la Gran
Canaria , donde, acompañado de su provisor el bachiller
Antón López, fue testigo de la posesión que las armas españolas creyeron
tomar de aquella isla y de la cortesana sumisión de los guanartemes, año de 1461; ya en la de Tenerife, dos años después, cuando se representó otra escena igual
a presencia de los menceyes y se tremoló el pendón
por los Reyes Católicos.
La torre de
Gando en Canaria fue el oratorio y primera iglesia que don Diego
de Illescas consagró para los cristianos del presidio; y la
segunda, la capilla de la otra fortaleza que el mismo Herrera había
construido en Telde al tiempo de sus correrías,
en la cual celebró misa nuestro obispo, según el testimonio que alegamos en otra parte. Del mismo modo, cuando se
tomó la referida posesión de Tenerife, sabemos que este ilustre prelado llevó consigo cierto número de religiosos franciscos, entre ellos un tal padre Macedo, que quedó
cautivo entre los guanches, y que con estos frailes
catequizó y bautizó a muchos; desde el cual
tiempo, mirando los españoles la cueva de Nuestra Señora de Candelaria como un templo católico, publicaban por todas partes que en Tenerife
había ya una iglesia cristiana y un rebaño de fieles.”
(José de Viera y Clavijo, 1987. T. 2: 230 y ss.)
1460. La primera fortificación que se construyó en la isla de Chinech
(Tenerife) por los invasores europeos
fue la que levantó Sancho de Herrera (1460-1464), que muy pronto demolieron los
guanches.
1460. Fue nombrado obispo de la secta católica en la incipiente
Cede de Rubicón en la isla Titoreygatra (Lanzarote) Diego López de Illescas, cuya acción
misionera al tiempo que depredadora está documentada en Tamaránt (Gran Canaria)
en el, lugar de Telde y, con menos seguridad, en Chinet (Tenerife) en el
eremitario y Casa de contratación de Igueste (Candelaria), con apoyo de Fr.
Alfonso de Bolaños, fraile de La
Rábida , y otros franciscanos, de modo que comenzó a haber
conversos, o esperanzas de que tal cosa ocurriera y, en 1462, la bula «Pastor bonus)), dada por Pío II, al
tiempo que concedía indulgencias a quienes cooperaran con la misión e
impidieran actos de esclavización de guanches, o dieran limosna para “redimir”
cautivos, garantizaba «Los pactos o confederaciones que los obispos concertasen
con los naturales todavía sin convertir.
Estos bandos o reinos, llamados
de paces, disfrutarían también de plena libertad, bajo pena de excomunión para
los que atentasen contra la misma)) (A. Rumeu de Armas). Disposiciones que como
todas las emanadas de la sede católica o de la monarquía castellana se
convertían en papel mojado en manos de los depredadores tanto eclesiásticos
como mercenarios civiles.
1460 marzo 15.
Primeros intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago
Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo.
“De don Juan Cid, séptimo
obispo
Su
sucesor don Juan Cid, racionero de la metropolitana
de Sevilla. Nuestras sinodales afirman que se había perdido la
memoria de su apellido, que después de consagrado no pasó a las Canarias y que
Eugenio IV lo trasladó a otro obispado de la Península. Todo lo
contrario nos consta. Por la pesquisa
de Cabitos sabemos que el apellido de
este prelado era Cid; que se embarcó en
Sevilla, para pasar a nuestras islas, a bordo de una de las dos
carabelas que conducían a Juan Iñiguez de Atabe, secuestrario de Lanzarote;
que, aunque las saquearon en el viaje dos armadores portugueses, pudieron aportar por último a Rubicón, y que, habiendo acontecido todo esto en el año de 1450, no podía Eugenio IV haberlo
trasladado a otra mitra, supuesto que este papa era muerto
desde el de 1447.
En efecto, el obispo
don Juan Cid no fue trasladado; pasó a su
diócesis, trabajó en ella con celo episcopal
y envió su procuración a Roma para hacer
la correspondiente visita Ad Sacra Limina en 15 de marzo de aquel mismo año de 1450, como se lee en carta del camarlengo del papa Nicolao V, que se halla en el archivo de
la cámara pontificia.
Parece que su pontificado fue de 10 años, pues en
el de 1459 ya se hace memoria de la muerte de este
Juan, obispo rubicense, en las bulas del papa Pío II, quien le dio
luego sucesor.” (José de Viera y Clavijo, 1987. T. 2: 230 y ss.)
1460 agosto 11.
Primeros intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago
Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo.
“De don Roberto, octavo obispo
Este
fue don Roberto, provisto por bulas de aquel sumo
pontífice, expedidas en Mantua a 7 de noviembre de 1459, el
año segundo de su pontificado. Ignoramos su apellido, porque en aquel
tiempo no lo usaban los obispos, ni se les daba en la curia romana; y no
sabemos sus calidades, porque nuestros
historiadores no tuvieron noticia de
la elección de don Roberto. Sin embargo,
se puede inferir que era de Sevilla, pues confirió sus poderes a don Juan de Saavedra, racionero de aquella metropolitana, que estaba en Roma,
para que a nombre suyo ofreciese a la cámara
apostólica el servicio pecunario en que la iglesia de Rubicón estaba tasada. No
parecerá ocioso poner aquí traducido
este curioso documento.
El día 11 del mes de agosto de 1460, el venerable varón don Juan
de Saavedra, racionero de la iglesia
hispalense, como principal y privada persona y en lugar y nombre del reverendo padre don Roberto, electo obispo Rubicense, ofreció a la cámara apostólica y al colegio etc., su común
servicio, en razón de la provisión hecha por autoridad apostólica en la persona del mismo don Roberto,
de la misma iglesia Rubicense, por bula del santísimo
padre Pío, dada en Mantua, año de 1459, a 7 de noviembre, año segundo de su pontificado, de 33 florines y un tercio de oro de la cámara,
en que parece está tasada dicha iglesia, con
los cinco minutos servicios de costumbre, etc. Mateo Hemeri, notario de la cámara.
Al margen se lee la
nota siguiente: No pagó por esta vez sino la
balista, porque es recién venida a la fe (la diócesis), bien que para lo
venidero se le señala aquí la tasa de 33
florines y un tercio.
Aunque el
sacro colegio y la cámara apostólica tuvieron esta
particular condescendencia con el nuevo obispo de Rubicón, es cierto que no pasó a su iglesia y que acaso se verificaría en él lo que
afirmaron de su antecesor nuestras
sinodales, esto es, que el papa le
promovió a otra mitra.” (José de Viera y Clavijo, 1987. T. 2: 230
y ss.)
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