UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1521-1530
CAPITULO VI-XXX
Eduardo Pedro García Rodríguez
1528 Septiembre 19.
La isla de Tenerife, que venía
disfrutando de una manera tácita de un régimen fiscal análogo al de Canaria,
obtuvo para afianzar su derecho la Real cédula de 19 de septiembre de 1528, por
la que declarando el Emperador exenta a la isla de las contribuciones
corrientes en España, reducía los impuestos, al igual que en Gran Canaria, al 6
por 100 del valor de las mercancías exportadas o importadas, beneficiando de
paso a los comerciantes extranjeros con la exención de alcabalas. Este
privilegio fue
ratificado también más adelante.
1529. El invasor aventurero Francisco de Montejo, pasa por la colonia de Canarias tras
capitular en la metrópoli la conquista de Yucatán.
1529. Los alemanes, que han llegado aun acuerdo con el emperador
español Carlos V en 1528 para el dominio y explotación de Venezuela, fondean en
Lanzarote y Gomera. El jefe de la
expedición, Nicolás Fedeffilan, vive en Lanzarote una curiosa y peligrosa
aventura con moros que habían pasado a la isla a apacentar sus cabras y
camellos.
1529. Pedro de Lugo fletó la "armada, que agora yrá a Berbería", formada en el puerto de Añazu n Chinech (Santa Cruz, Tenerife). Francisco de Sirpa participó, siendo capturado. A 20 de noviembre de 1530, su mujer Agueda Gómez, vecina de Eguerew (La Laguna), entregó a Luís de Aday 32 tostones de plata de Chinech (Tenerife), equivalentes a 4.032 maravedís de Canarias, ocho varas de paño de florete negro, cinco tocas de lienzo de presilla, una de lienzo casero y ovillo de hilo "prieto", con peso de tres onzas, para llevarlo en "este presente viaje, que agora hago a la dicha Berbería, para lo dar por rescate del dicho Francisco de Sirpa, cautivo en la dicha Berbería". Capitán de la armada Alonso Luís de Lugo, fue testigo de la imprudencia de Aday. Habiéndose "desmandado de la bandera", le capturó Hamete Çigal, padre del moro Hubala, cazado por los castellanos en Angla de Caballos. A cambio de Aday, Çigal exigió la persona del hijo y la mitad de la presa, conseguida en la jornada. Blasina de Perdomo, analfabeta y mujer de Aday, ayudada por su cuñado, Diego de Aday, negoció con Alonso Luís.
Negó el botín pero cedió a Hubala, con condición de que le
sería devuelto o pagado su precio, caso de no ser recuperado Aday, por estar
muerto o haber sido llevado a Fez, como esclavo del Xarife. Recibido a 12 de
enero de 1532, fue restituido el 5 de septiembre de 1534, por haber quedado Luís
de Aday en tierra de moros, no sabemos si vivo o muerto.
1529.
Viera y Clavijo: Expediciones canarias a Berbería
Parece
que por este mismo tiempo se había unido a la corona de Castilla el célebre
castillo de Guáder o de Santa Cruz de Mar Pequeña, en Berbería (plaza que había
construido y defendido con tanta reputación Diego de Herrera), supuesto que el
nuevo gobernador de la Gran Canaria, Alonso Fajardo, de la casa de los
marqueses de los Vélez, le reedificó y defendió valerosamente del sitio que le
puso una partida de tropas del rey de Fez, hasta precisarlas a retirarse. Desde
entonces perciben los corregidores de la isla de Canaria 50.000 maravedís de
sueldo, en calidad de alcaides de aquella fortificación, sin embargo de haberla
tomado y demolido los moros en 1524. Estos infieles no podían dejar de obrar
así. Fundábase su extrema irritación contra nuestras islas en el derecho
natural de la propia defensa, viéndose casi todos los días invadidos de sus
activos habitantes, con indecibles pérdidas. Como la claridad de la historia
exige que los sucesos relativos se reúnan en un solo punto de vista y se traten
sin el menor desorden, no dejará de parecer conforme a esta máxima que, antes
de divertir la pluma en otros asuntos inconexos, hallemos aquí todo lo
conveniente a los negocios de las islas Canarias sobre las costas del
continente, fronterizas e inmediatas a ellas.
Correrías de los colonos
europeos de las Canarias en continente
Cuando el joven Juba (aquel sabio rey de Mauritania, a quien el emperador Augusto reintegró en la monarquía de su padre) se ocupaba en descubrir las islas Afortunadas por medio de sus exploradores, no sabía que en los siglos futuros habían de salir de ellas los mayores enemigos de las miserables naciones establecidas de la parte de acá del monte Atlante; entre las cuales quizá es la más antigua de los Morrowlebin, que, extendiéndose hasta el Senegal, conserva un lenguaje muy semejante al de nuestros primitivos canarios. Ya hemos visto que los derechos de la corona de Castilla sobre estas costas de la Berbería occidental, como sucesora de don Rodrigo, el último rey de los godos, habían sido sostenidos por los primeros conquistadores de las islas; y que las hostilidades que Juan de Béthencourt y Diego de Herrera cometieron en ellas, se reputaron por otros tantos actos de posesión. El castillo que este último construyó en el puerto de Guáder o Santa Cruz de Mar pequeña no sólo fue un presidio o dique que puso freno a los bárbaros que amenazaban continuamente a las islas, sino también un abrigo para las armas cristianas, a cuya sombra se ejecutaron aquellas frecuentes correrías en el país, que produjeron a los invasores considerables partidas de camellos, caballos, vacas, ovejas y cautivos. No podían los moros dejarse insultar impunemente. Desde el tiempo de Béthencourt el Grande se tuvo aviso en Fuerteventura de que el rey de Fez, celoso de los progresos de aquel conquistador y de su incursión en el Río de Oro, disponía un armamento para echarse sobre estas islas, bien que este terrible nublado se disipó. El famoso sitio que el Xarife Aoiaba puso al castillo de Mar Pequeña, con diez mil hombres de infantería y dos mil caballos, también se levantó a la vista del pronto socorro que le llevaron Diego de Herrera y Pedro Fernández de Saavedra. Sin embargo de esta felicidad, ¿no era designio temerario irritar cada día más a un enemigo poderoso? El carácter de nuestros predecesores era un carácter raro, y el espíritu de su siglo, un espíritu de intrepidez. La familia de Herrera no se ejercitó por más de una centuria en otra cosa que en hacer entradas en Berbería y en cautivar moros salvajes, de que se inundaron las islas de Fuerteventura y Lanzarote. Hemos visto que en una sola ocasión hicieron en el pueblo de Adovar, cerca de Tagaost, más de ciento cincuenta y ocho prisioneros ¡Qué memorables irrupciones no ejecutó Sancho de Herrera el Viejo en estas regiones africanas! Los ciervos que se conservan en los bosques de La Gomera son todavía monumentos de su valor. Pero el que más se distinguió en este género de empresas militares fue Fernán Darias de Saavedra, señor de Fuerteventura, hijo de Pedro Fernández de Saavedra y nieto de Diego de Herrera. Este caballero armó diferentes embarcaciones a su costa y cautivó y esclavisó por diversas veces en aquellos países considerable número de infieles de ambos sexos. Ejemplo fue éste que se hizo como título hereditario en su familia, pues su hijo Gonzalo de Saavedra, con licencia especial de Felipe II, y sus nietos don Fernando y don Gonzalo de Saavedra ejecutaron muchas entradas en Berbería, de cuyos naturales, convertidos a nuestra santa fe, y de su posteridad se formaron en aquellas islas dos compañías de milicias, con el nombre de compañías de los berberiscos. Estas no podían menos que engrosarse por puntos, supuesto que las reclutas que llegaban eran numerosas. Mientras los señores de Fuerteventura, por una parte, y por otra el primer marqués de Lanzarote, don Agustín de Herrera, hijo de Pedro Fernández de Saavedra, el mozo (caballero de singular valor, que en una de las correrías que hizo en Berbería por orden del emperador Carlos V murió a manos de los moros, después de haber saqueado Tafetán, donde tomó muchos cautivos), mientras estos señores, digo, pasaban su tiempo en estas heroicas invasiones, salió de la isla de Tenerife otra nueva planta de armadores, que hicieron señalados progresos sobre los africanos. En el siglo octavo y noveno (dice un célebre autor) eran los bárbaros los que hacían incursiones sobre los pueblos civilizados; en el XV y el XVI fueron los pueblos civilizados los que hicieron incursiones sobre los bárbaros. Luego que el adelantado don Alonso Fernández de Lugo tuvo conquistada aquella isla, como se verá en el libro siguiente, recibió orden de los Reyes Católicos para navegar con su armamento a las costas de África, en desempeño de su título de capitán general desde el cabo de Guer al de Bojador, a fin de construir un presidio en aquellas partes.
Influía
también en esta expedición la duda que se había suscitado entre el rey don
Manuel de Portugal y la corona de Castilla acerca de los límites de los
territorios situados entre los referidos cabos y el de Naute, a la que dio
motivo cierta bula que el papa Alejandro VI expidió en 13 de febrero de 1494,
por la que se concedía al reino de Castilla las conquistas del África, en
fuerza de las representaciones que hizo en Roma el cardenal don Bernardino de
Carvajal, reproduciendo lo antiguos derechos de Don Pelayo. Ambas cortes
determinaron enviar personas inteligentes para el efecto de aquella
demarcación; y los Reyes Católicos nombraron a Antonio de Torres, gobernador de
Canaria, con quien se unió en Tenerife el comisionado de Portugal. Habiendo
surgido el adelantado en el puerto de Nul, hacia la parte de Mar Pequeña,
veinte leguas de Tagaost, desembarcó una especie de torre o castillejo portátil
de madera, capaz de contener gente y artillería, y le defendió con una
trinchera y un foso. Los habitantes de Tagaost juntaron cuatrocientas lanzas y
ochenta caballos, con cuyas fuerzas tuvieron bloqueados a los nuestros quince
días, en los que se trabaron algunas sangrientas escaramuzas, muriendo, con
sentimiento general, don Fernando de Lugo, hijo mayor del adelantado; Pedro
Benítez, regidor de Tenerife, y Francisco de Lugo, sus sobrinos. Tuvo la misma
funesta suerte una hija de Jerónimo Valdez, doncella hermosa que, por no
apartarse de un hermano, le había seguido a Berbería. En estos reencuentros
perdió Alonso de Lugo la vajilla o recámara del Cid Hernán Peraza (como entonces
decían) que su viuda doña Beatriz de Bobadilla le había regalado con más altos
designios; pero, a pesar de estas ventajas, no pudieron los moros derrotar
enteramente a aquel jefe, que volvió a Tenerife con las reliquias de su armada.
La memoria de tan infructuosa
expedición no fue bastante para que los nuevos pobladores de nuestras islas
perdiesen el gusto a semejantes incursiones.
Subyugados los bárbaros indígenas
o del país, era forzoso satisfacer la pasión de tener la espada en la mano y
conquistar. En 1519 se asociaron el segundo adelantado, don Pedro de Lugo,
Bartolomé, Pedro y Juan Benítez de Lugo y Andrés Xuárez Gallinato, e hicieron
cierta liga para habilitar contra los moros un considerable armamento que debía
partir de Tenerife en febrero del mismo año. El licenciado Cristóbal de
Valcárcel obtuvo, en 6 de julio de 1528, licencia del emperador Carlos V para
continuar en sus entradas y corsos contra los moros, sin que contribuyese con
el quinto de las cavalgadas o despojos al real erario. También es constante que
Lope de Mesa, el primero, pasó diferentes veces a Berbería en calidad de
capitán comandante de cierta armada que había preparado a sus expensas,
haciendo gran presa de infieles; que su hijo Diego de Mesa prosiguió en el
mismo sistema, sirviendo de coronel en un navío que montaba el tercer
adelantado don Alonso Luís Fernández de Lugo, y que, en 1541, Francisco Benítez
y Juan Benítez Pereira, hermanos, armaron a su costa una carabela para navegar
a Berbería, en conserva de la principal armada.
Finalmente
se halla cierta información, hecha por el capitán Luís Perdomo, en 1567, por la
que se demuestra que sirvió algunas veces de jefe en las expediciones de
Tenerife sobre las costas fronterizas del África, en donde obró notables
proezas, reduciendo muchos esclavos berberiscos. (Viera y Clavijo en: Mgar.net)
Iniciativas
de conquista del cardenal Cisneros (1499-1509):
Los
peligros de rebelión entre los descontentos habitantes de Granada, ayudados y
fomentados por sus correligionarios africanos, dieron inevitablemente un nuevo
impulso al proyecto, largamente acariciado, de continuar la cruzada castellana
al otro lado del estrecho, en tierra africana. Esto había de ser una secuela
natural de la conquista de Granada y los tiempos parecían especialmente
propicios para ello. El sistema estatal norteafricano se hallaba, a finales del
siglo XV, en un estado muy avanzado de disolución. Existían divisiones entre
Argel, Marruecos y Túnez, entre los habitantes de las montañas y los del llano,
entre los autóctonos y los nuevos inmigrantes procedentes de Andalucía. El
Norte de Africa era un país difícil para las campañas, aunque sus habitantes no
estaban familiarizados con las nuevas técnicas militares de los castellanos, y
sus disensiones internas ofrecían a los españoles posibilidades tan tentadoras
como las luchas de facciones en el reino nazarí de Granada. Alejandro VI dio,
en 1494, su bendición papal a la cruzada africana, y lo que es más importante,
autorizó, a fin de subvenir a ella, la continuación del tributo conocido con el
nombre de cruzada. Pero la cruzada al otro lado del estrecho se vio
retrasada durante una azarosa década. Las tropas de las españas estuvieron
enzarzadas, durante la mayor parte de esta época, en una difícil lucha en
Italia, y Fernando no estaba en disposición de volver su atención hacia ningún
otro lugar.
Cambiante
sucesión de pueblos dominadores (ss. XI al XVII):
Distintos
pueblos se van alternando en el dominio de Marruecos, que en el caso de los
almorávides y de los almohades incluye territorios de Argel. En el siglo XI,
los sanhaya, de rito malaquita, desean imponer sus creencias. Los almorávides
emprenden la conquista hacia el Magreb, donde su primer soberano, Yusuf ibn
Tasfin (1061-1106), funda Marrakech en 1062, antes de extender su dominio hasta
Argel, hacia la península Ibérica y, hacia el Níger, con la ocupación de la
ciudad de Ghana en 1076-1077. El Imperio almorávide se hunde a partir del
reinado de Tasfin ibn Alí (1143-1147), bajo los embates de españoles y
almohades. Formando, como los abdalwadíes una confederación de bereberes
zanata, los mariníes (benimerines) acaban con el dominio almohade en el Magreb
occidental y se apoderan de Meknes (1244), Fez (1248) y Marrakech (1269).
Fracasan múltiples expediciones a España. Al este, la lucha contra los
abdalwadíes cristaliza alrededor de Tremecén, de 1299 a 1389. Enfrentados con
sus diversos adversarios de la península Ibérica, los mariníes son eliminados
por los wattasíes (1465). Fundada por ibn Tumart, la comunidad de los almohades
nace en el sur de Marruecos. Se rebela en 1145 y toma Tremecén, Fez (1146) y
Marrakech (1147). El Marruecos atlántico, el Rif y al-Andalus (hasta el
Guadalquivir) son ocupados a partir de 1147. El conjunto del Magreb es
conquistado en entre 1151 y 1160. Quebrantado por la victoria cristiana de Las
Navas de Tolosa (1212), el poderío almohade se hunde bajo los embates de los
bereberes zanata entre 1244 y 1269. Tutores de los mariníes (1420-1465), los
wattasíes se adueñan definitivamente del poder en 1471, pero no pueden impedir
que portugueses y españoles se establezcan en la costa marroquí. Son expulsados
del poder (1553) por los sadíes. Estos últimos, fundadores del imperio jerife,
organizan exitosas expediciones hacia el continente negro, pero deben ceder el
poder a otra dinastía jerife, la de los alauitas del Tafilete, fundada por
Mulay al-Rasid (1660-1672), unificador de Marruecos tras la expulsión de los
europeos.
Desembarcos de escasa entidad
(s. XVI):
Aparte
de la toma del puerto de Melilla por el duque de Medina-Sidonia, en 1497, el
nuevo frente con el Islam fue abandonado y sólo con la primera rebelión de las
Alpujarras, en 1499, los castellanos advirtieron realmente la amenaza
norteafricana. La revuelta provocó un gran resurgir del entusiasmo religioso
popular y suscitó nuevas peticiones de una cruzada contra el Islam, apoyada con
ardor por Cisneros y por la reina. Sin embargo, cuando Isabel murió en 1504,
nada se había hecho aún y fue Cisneros el encargado de hacer cumplir su última
voluntad, que sus sucesores no cesen en la empresa de la conquista de Africa
y de pugnar la Fe contra los infieles. El fervor de Cisneros iba a
arrollar, una vez más, todos los obstáculos. En otoño de 1505 se organizó una
expedición en Málaga que zarpó hacia el norte de África. Se consiguió ocupar
Mazalquivir, base esencial para atacar Orán, pero la atención de Cisneros se
veía entonces distarída por asuntos internos y sólo en 1509 un nuevo y más
poderoso ejército fue enviado a África y se ocupó Orán. Pero los comienzos, en
1509-1510, de la ocupación de la costa norteafricana sólo sirvieron para
acentuar las divergencias entre Fernando y Cisneros y para revelar la
existencia de dos políticas africanas irreconciliables. Cisneros, imbuido del
espíritu de cruzada, había proyectado, según parece, penetrar hasta los límites
del Sahara y establecer en el norte de África un imperio hispano-mauritano.
Fernando, en cambio, veía en África un teatro de operaciones mucho menos
importante que el tradicional enclave aragonés en Italia y se mostraba
partidario de una política de ocupación limitada del litoral africano que
bastase para proteger a España contra un ataque de los moros. Cisneros rompió
con su soberano en 1509 y se retiró a la universidad de Alcalá. Durante todo el
resto del reinado prevaleció la política de Fernando: los españoles se
contentaron con ocupar y guarnecer una serie de puntos claves, mientras dejaban
el interior en poder de los moros. España había de pagar muy caro, en los años
sucesivos, esta política de ocupación limitada. La relativa inactividad de los
españoles y su vacilante poder en una reducida franja costera permitieron a los
corsarios berberiscos establecer bases a lo largo del litoral. En 1529 los
Barbarroja, dos piratas hermanos procedentes de Oriente, recuperaron el Peñón
de Argel, punto clave para la conquista de dicha ciudad. A partir de este
momento quedaban establecidos, bajo la protección turca, los cimientos de un
estado argelino, que proporcionaba la base ideal para los ataques de piratería contra
las rutas mediterráneas vitales para España. (Elliot, en Mgar.net)
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