Francisco
García-Talavera Casañas
La industria azucarera se constituyó en el principal motor
económico de Canarias después de la injusta y cruenta conquista del Archipiélago.
Con tal motivo, los ingenios productores del “oro blanco” proliferaron en las
islas, fundamentalmente en las de realengo (Gran Canaria, Tenerife y La Palma)
y trajeron consigo un numeroso contingente de especialistas (maestros y
oficiales azucareros, cañavereros, almocrebes, desburgadores, etc.). De ellos,
una buena parte procedían de Madeira, donde se cultivaba la caña de azúcar y se
exportaba a Europa desde hacía décadas. Curiosamente, entre esos inmigrantes
vinieron algunos guanches retornados, con nombres y apellidos portugueses, que
habían sido llevados allí como esclavos– y que volvieron a integrarse en su
país de origen, mezclándose de nuevo con su pueblo, en una sociedad que ya
había cambiado. También del continente vinieron judíos portugueses, huyendo de
la persecución a que fueron sometidos.
En realidad, gran parte –quizás la mayoría– de los colonos
(agricultores, artesanos, especialistas azucareros…) que emigraron a Canarias
en las primeras décadas post-conquista, fueron portugueses. De ahí el centenar
y medio de apellidos lusos enraizados en nuestro archipiélago, los numerosos
topónimos localizados a lo largo y ancho de la geografía insular y el sinfín de
palabras portuguesas que aún perviven en el habla común de los canarios.
Para elaborar el listado de apellidos que relacionamos a
continuación, acudimos a dos fuentes principales: El programa del Instituto
Nacional de Estadística español (INE), Distribución territorial de apellidos
(Padrón del 1-1-’08); y el libro de Manuel de Sousa (2002): “As origens dos
Apelidos das Familias Portuguesas”, editado en Portugal. De igual manera fueron
consultados los trabajos publicados sobre esta temática (genealogía,
onomástica, antroponimia, etc.) de autores como Nicolás Díaz Dorta, Carlos
Platero y Melchor Zárate, entre otros. Asimismo, investigamos las referencias
de publicaciones y documentos históricos de Gabriel Betancor, Eduardo Aznar,
Manuela Marrero, Roberto González Zalacaín, Leopoldo de la Rosa, José Pérez
Vidal, Manuel Betancort, Alejandro Cioranescu y un largo etcétera.
La relación (por orden alfabético) de los 100 apellidos de origen
portugués, o galaicoportugueses más comunes, enraizados en la población
canaria, y castellanizados muchos de ellos, es la siguiente: Abrante, Abreu,
Acevedo, Acosta, Acuña, Afonso, Aguiar, Amaral, Arbelo (también Albelo y
Arvelo), Araña, Arrocha y Arocha, Avero, Bacallado, Báez, Barreto, Bello,
Borges, Brito, Camacho, Carballo, Castañeda, Castro, Cejas, Chávez (Chaves),
Coello, Concepción, Correa, Corujo, Curbelo, Dávila, Delgado, Déniz, Dévora
(Évora), Dorta, Estévez, Fagundo, Fajardo, Falcón, Falero, Fariña, Farías,
Farrais, Felipe, Feo, Ferrera, Figueroa, Fleitas, Fontes, Fraga, Fragoso,
Fumero, Galván, Govea, Goya (de Goia), Guedes, Henrriquez, Jorge, Leal, Lemes,
Lemus, Lima, Luis, Machado, Marante, Marrero, Mascareño, Matos, Mederos, Melo,
Méndez, Mendoza, Meneses, Mesa, Mora, Morera, Núñez, Oliva, Olivera, Pacheco,
Padrón, Pais, Perdigón, Perera, Perestelo, Pestano y Pestana, Pinto, Portugués,
Ramallo, Ramos, Rancel, Ravelo, Rivero, Silva, Silvera, Sosa, Tabares, Tavío,
Tejera, Viera y Yanes. A todos esos habría que añadir los Alvares, Cabreira,
Dias, Domingues, Fernandes, Gomes, Gonçalves, Hernandes, Lopes, Martins, Peres
o Pires, Rodrigues, Soares… que fueron sencillamente castellanizados al
cambiarles la s final por la zeta castellana. Además, apellidos como Dorta (De
Horta) y Yanes (Eanes), aunque de claro origen portugués, son genuinamente
canarios.
Conviene aclarar que varios de esos apellidos tienen su origen
remoto en la España medieval (Galicia y Asturias fundamentalmente), e incluso
en Italia, pero luego alguna de sus ramas pasó a Portugal y de esta manera,
cuando llegaron a Canarias sus portadores ya eran portugueses, pues como tales
figuran en los documentos consultados (Datas, Protocolos notariales, Registros
sacramentales, etc). También debemos decir que, sin duda, una gran parte de los
numerosos guanches que sobrevivieron a la conquista fueron bautizados con esos
mismos apellidos portugueses y castellanos que, a su vez, transmitieron a la
población actual. Todos ellos son más abundantes en Canarias que en el resto
del Estado español.
Como datos estadísticos destacables, cabe señalar que 550.000
canarios autóctonos –o sea, uno de cada tres– son portadores de alguno de estos
100 apellidos portugueses. Los más abundantes son: Ramos (35.700), Marrero
(28.500), Delgado (28.000), Acosta (20.000), Rivero (18.500), Méndez (18.000),
Sosa (17.750), Afonso (17.000), Luis (16.500) y Padrón (15.250), que suman un
total de 215.000.
Otro dato sorprendente es que tan sólo los portadores de los tres
apellidos más frecuentes en la población canaria autóctona actual (un millón y
medio de personas): Rodríguez (183.000), González (177.000) y Hernández
(160.000), suman 520.000, que también representan a más de la tercera parte de
la población canaria nacida en las islas. Por lo tanto, la estadística nos está
indicando que al menos la mitad de los apellidos de los canarios proceden de
Portugal. Igualmente nos sorprendemos al observar que hoy en día hay más
personas apellidadas Hernández en la provincia de Santa Cruz de Tenerife
(98.500) que en Madrid (98.000) y, por supuesto, que en el resto de provincias
del Estado español, y si a esto le añadimos que es precisamente este apellido
el que aparece con más frecuencia –junto con González y Rodríguez– en los
documentos donde figuran guanches bautizados, nos da mucho que pensar. Y es que
estamos en lo de siempre. A poco que escarbes en la nebulosa de nuestra
Historia, te encuentras con la manipulación, la tergiversación interesada y el
ocultamiento de la verdad. En fin, para nuestra fortuna los tiempos están
cambiando –y no sólo los metereológicos– pues estamos viviendo en una época en
la que la libertad de expresión y los avances de la ciencia, la tecnología y,
sobre todo, de la comunicación y la información, van a permitir que veamos la
luz al final del túnel.
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