jueves, 23 de julio de 2015

ARCHIVO PERSONAL DE EDUARDO PEDRO GARCÍA RODRÍGUEZ-LXXXVI



PETROGLIFOS DE TINDAYA

Vista parcial de la zona en donde se encuentran los petroglifos

Decir que nuestros restos prehispánicos en todas las islas se encuentran generalmente en un abandono y estado de conservación que rayan el límite de lo posible no es decir nada nuevo.

Por desgracia, a las destrucciones y pérdidas habidas a lo largo del tiempo, a cada momento se suman otras nuevas, en una cadena que parece no tener fin salvo cuando ya no quede nada de nuestro pasado.

Tanto es así, que el abandono ha hecho que en unas islas tan pequeñas y densamente pobladas como las Canarias todavía sigan apareciendo huellas de la cultura aborigen.
Así, en el número 109 de "Aguayro" nos encontramos con la agradable sorpresa de un trabajo en el cual se nos relataba la existencia de unos petroglifos prehispánicos en la isla de Fuerteventura. La primera referencia de los mismos aparece hoy disputada entre el autor de dicho artículo D. Pedro Garreño Fuentes y C. Vera, pero lo que realmente debe importarnos es su existencia.

Con este descubrimiento queda confirmada la existencia de grabados rupestres en la isla majorera, quedando sin yacimientos de este tipo las islas de Gomera y Tenerife.

Ya en el siglo pasado Sabin Berthelot en su Antiquités Canariennes nos hablaba de la existencia de grabados, posiblemente líbicos según estudios de J. Alvarez Delgado, encontrados en la Península de Jandía y en el Barranco de la Torre, cerca de Puerto Cabras. Pero actualmente no sabemos nada cierto de ellos puesto que han desaparecido, quedando solamente descripciones de los mismos.

Los actuales petroglifos majoreros se hallan en la Montaña de Tindaya, enorme pitón traquítico que se destaca en el paisaje y que aún en el presente es motivo de recuerdo para los habitantes del lugar. Tan es así que existe una leyenda que relata cómo un día vino esta montaña del Sur de la isla y pretendía pasar al Norte. Le cerraban el paso la Montaña Quemada y la Muda. La que sería Montaña de Tindaya le pidió paso a la Quemada y ésta le dijo que se lo diera la Muda. La de Tindaya le replicó que cómo iba a hablarle a una montaña que era muda y no podría contestarle. La Quemada quedó indiferente. Entonces la de Tindaya la amenazó con darle un empujón y despedazarla si no le dejaba paso. Y los resultados los tenemos hoy bien claros: la Muda sigue en su sitio calladita, la de Tindaya pasó al Norte y la Quemada quedó desplazada y repartida en pedacitos.

Sirva esta leyenda como nota a considerar en el sentido de que esta montaña desde siempre ha llamado la atención de los habitantes del lugar.    
                     
En cuanto a los petroglifos, se encuentran en los bordes de la montaña y orientados al Sur, podemos decir que existe un fácil "camino" de acceso a los mismos, ya que para llegar a la zona donde se hallan podemos seguir una senda flanqueada por intrusiones basálticas. En medio de este "camino", y cerca de la base de la montaña, hallamos un hueco triangular excavado en la roca que indudablemente retendrá agua cuando llueve, del que no sabríamos decir si es natural o artificial.
Refiriéndonos en concreto a los grabados, lo primero que tenemos que constatar es que no sabemos realmente cuantos existen. P. Carreño en el artículo citado no nos da número exacto y en cuanto al trabajo de M. Hernández Pérez y D. Martín Socas en la Revista de Historia Canaria N.° 172 nos hablan de 17 paneles, pero la observación del lugar nos da unos cuantos más no clasificados por estos autores.

M. Hernández Pérez y D. Domingo  Martín Socas nos hablan de tres tipos fcindamentales:

—  Figuras   geométricas   reticula-das, que encuentran similitud con otras del Julán (Hierro) y D. Pedro (La Palma).
—  Figuras de pie humano, únicas en las islas.
    Figuras de tendencia rectangular y ovoide que pueden derivar de las del tipo anterior.

La observación de las mismas nos deja constancia de que "el falo entre los grupos de plantas o pies humanos, ocupando un lugar preferente... Dos ovoides unidos en la parte superior y en líneas perpendiculares a los mismos semejando cabellos... Dos pies humanos enlazados por un círculo... Un efequén y un círculo que se asemeja al disco solar...", de los que nos hablan P. Carreño no existen o hay que hacer un gran esfuerzo imaginativo para verlos.

En cuanto a las técnicas de realización esté autor nos dice que sólo se ha utilizado la percusión, aunque nos parece más acertada la apuntada por los otros dos autores que nos hablan de incisión y percusión, dándole incluso indistintamente: percusión para marcar las líneas base y luego incisión.

Por lo que a paralelismos se refiere nos encontramos en el Archipiélago sólo para los del primer tipo descrito y para los tres grupos los hay de .similares características en el continente africano.

Se nos hace por tanto necesario fijarnos en el vecino continente para darnos una idea más cabal de lo que representan en sí y de su antigüedad.

En cuanto a su significado queda abierto al amplio campo de la especulación y nos parece más sensato no dar interpretaciones de los mismos. La datación de ellos viene condicionada al conocimiento de la llegada de los primeros pobladores a las islas.

Como se puede observar, el único dato cierto que podemos obtener es la clasificación y descripción de los grabados, cosa que como hemos apuntado creemos que está por realizar de una manera completa.

En cuanto a los demás aspectos: cronología, autores, significado,... ocurre como en el resto de los grabados isleños: son hipótesis de trabajos que se acercan más o menos a la realidad.

Es sabido que en Fuerteventura existen todavía bastante yacimientos por investigar y que quizá su desconocimiento haya servido para preservarlos de la destrucción. Tindaya es un hallazgo reciente y único en el Archipiélago. Muchos de los grabados existentes se encuentran en piedras de mediano tamaño que sería conveniente trasladar a un museo insular en la propia isla antes de que el paso del tiempo siga destruyéndolos o caigan bajo la mano del propio hombre.

Nada mejor que el acervo propio de cada isla permanezca en ella y sirva de museo vivo, aula de cultura para todas las generaciones, no simple materia de estudio para eruditos en la Historia. De ellos parte la labor de investigar y de poner al servicio del pueblo lo que forma parte de su pasado y que no debe permanecer por más tiempo olvidado.

En cuanto a la Montaña de Tindaya, lo más lógico sería declararla Monumento Histórico, pero es conocido por todos que tales declaraciones no vienen sirviendo de gran cosa para preservar de la destrucción cualquier tipo de obra de interés histórico, artístico o paisajístico y que incluso las obras hechas para preservarlos adolecen de una falta de estética y efectividad.


Otro aspecto de los grabados de Tindaya
Rubén Naranjo Rodríguez, en: Revista Aguayro
Año XII nº 137, octubre de 1981.
(Archivo Personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)



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