PETROGLIFOS DE TINDAYA
Vista parcial de la zona en donde
se encuentran los petroglifos
Decir que nuestros restos
prehispánicos en todas las islas se encuentran generalmente en un abandono y
estado de conservación que rayan el límite de lo posible no es decir nada
nuevo.
Por desgracia, a las
destrucciones y pérdidas habidas a lo largo del tiempo, a cada momento se suman
otras nuevas, en una cadena que parece no tener fin salvo cuando ya no quede nada
de nuestro pasado.
Tanto es así, que el abandono ha
hecho que en unas islas tan pequeñas y densamente pobladas como las Canarias
todavía sigan apareciendo huellas de la cultura aborigen.
Así, en el número 109 de
"Aguayro" nos encontramos con la agradable sorpresa de un trabajo en
el cual se nos relataba la existencia de unos petroglifos prehispánicos en la
isla de Fuerteventura. La primera referencia de los mismos aparece hoy
disputada entre el autor de dicho artículo D. Pedro Garreño Fuentes y C. Vera,
pero lo que realmente debe importarnos es su existencia.
Con este descubrimiento queda
confirmada la existencia de grabados rupestres en la isla majorera, quedando
sin yacimientos de este tipo las islas de Gomera y Tenerife.
Ya en el siglo pasado Sabin
Berthelot en su Antiquités Canariennes nos hablaba de la existencia de
grabados, posiblemente líbicos según estudios de J. Alvarez Delgado,
encontrados en la Península
de Jandía y en el Barranco de la
Torre , cerca de Puerto Cabras. Pero actualmente no sabemos
nada cierto de ellos puesto que han desaparecido, quedando solamente
descripciones de los mismos.
Los actuales petroglifos
majoreros se hallan en la
Montaña de Tindaya, enorme pitón traquítico que se destaca en
el paisaje y que aún en el presente es motivo de recuerdo para los habitantes
del lugar. Tan es así que existe una leyenda que relata cómo un día vino esta
montaña del Sur de la isla y pretendía pasar al Norte. Le cerraban el paso la Montaña Quemada y la Muda. La que sería
Montaña de Tindaya le pidió paso a la Quemada y ésta le dijo que se lo diera la Muda. La de Tindaya le
replicó que cómo iba a hablarle a una montaña que era muda y no podría
contestarle. La Quemada
quedó indiferente. Entonces la de Tindaya la amenazó con darle un empujón y despedazarla
si no le dejaba paso. Y los resultados los tenemos hoy bien claros: la Muda sigue en su sitio
calladita, la de Tindaya pasó al Norte y la Quemada quedó desplazada y repartida en
pedacitos.
Sirva esta leyenda como nota a considerar en el sentido de
que esta montaña desde siempre ha llamado la atención de los habitantes del
lugar.
En cuanto a los petroglifos, se encuentran en los bordes de
la montaña y orientados al Sur, podemos decir que existe un fácil
"camino" de acceso a los mismos, ya que para llegar a la zona donde
se hallan podemos seguir una senda flanqueada por intrusiones basálticas. En
medio de este "camino", y cerca de la base de la montaña, hallamos un
hueco triangular excavado en la roca que indudablemente retendrá agua cuando
llueve, del que no sabríamos decir si es natural o artificial.
Refiriéndonos en concreto a los grabados, lo primero que
tenemos que constatar es que no sabemos realmente cuantos existen. P. Carreño
en el artículo citado no nos da número exacto y en cuanto al trabajo de M.
Hernández Pérez y D. Martín Socas en la Revista de Historia Canaria N.° 172 nos hablan de
17 paneles, pero la observación del lugar nos da unos cuantos más no
clasificados por estos autores.
M. Hernández Pérez y D. Domingo Martín Socas nos hablan de tres tipos
fcindamentales:
— Figuras geométricas
reticula-das, que encuentran similitud con otras del Julán (Hierro) y D.
Pedro (La Palma ).
— Figuras de pie
humano, únicas en las islas.
— Figuras
de tendencia rectangular y ovoide que pueden derivar de las del tipo anterior.
La observación de las mismas nos
deja constancia de que "el falo entre los grupos de plantas o pies
humanos, ocupando un lugar preferente... Dos ovoides unidos en la parte
superior y en líneas perpendiculares a los mismos semejando cabellos... Dos
pies humanos enlazados por un círculo... Un efequén y un círculo que se asemeja
al disco solar...", de los que nos hablan P. Carreño no existen o hay que
hacer un gran esfuerzo imaginativo para verlos.
En cuanto a las técnicas de
realización esté autor nos dice que sólo se ha utilizado la percusión, aunque
nos parece más acertada la apuntada por los otros dos autores que nos hablan de
incisión y percusión, dándole incluso indistintamente: percusión para marcar
las líneas base y luego incisión.
Por lo que a paralelismos se refiere nos encontramos en el
Archipiélago sólo para los del primer tipo descrito y para los tres grupos los
hay de .similares características en el continente africano.
Se nos hace por tanto necesario fijarnos en el vecino
continente para darnos una idea más cabal de lo que representan en sí y de su
antigüedad.
En cuanto a su significado queda
abierto al amplio campo de la especulación y nos parece más sensato no dar
interpretaciones de los mismos. La datación de ellos viene condicionada al
conocimiento de la llegada de los primeros pobladores a las islas.
Como se puede observar, el único
dato cierto que podemos obtener es la clasificación y descripción de los
grabados, cosa que como hemos apuntado creemos que está por realizar de una
manera completa.
En cuanto a los demás aspectos:
cronología, autores, significado,... ocurre como en el resto de los grabados
isleños: son hipótesis de trabajos que se acercan más o menos a la realidad.
Es sabido que en Fuerteventura
existen todavía bastante yacimientos por investigar y que quizá su
desconocimiento haya servido para preservarlos de la destrucción. Tindaya es un
hallazgo reciente y único en el Archipiélago. Muchos de los grabados existentes
se encuentran en piedras de mediano tamaño que sería conveniente trasladar a un
museo insular en la propia isla antes de que el paso del tiempo siga
destruyéndolos o caigan bajo la mano del propio hombre.
Nada mejor que el acervo propio
de cada isla permanezca en ella y sirva de museo vivo, aula de cultura para
todas las generaciones, no simple materia de estudio para eruditos en la Historia. De ellos
parte la labor de investigar y de poner al servicio del pueblo lo que forma
parte de su pasado y que no debe permanecer por más tiempo olvidado.
En cuanto a la Montaña de Tindaya, lo más
lógico sería declararla Monumento Histórico, pero es conocido por todos que
tales declaraciones no vienen sirviendo de gran cosa para preservar de la
destrucción cualquier tipo de obra de interés histórico, artístico o
paisajístico y que incluso las obras hechas para preservarlos adolecen de una
falta de estética y efectividad.
Otro aspecto de los grabados de Tindaya
Rubén Naranjo Rodríguez, en: Revista Aguayro
Año XII nº 137, octubre de 1981.
(Archivo Personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)
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