UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL
1501-1600
DECADA 1501-1510
CAPITULO III-II
Eduardo
Pedro García Rodríguez
1504. La metrópoli decide implantar en la colonia de Canarias el
infernal Tribunal de la “Santa Inquisición” criminal instrumento creado por la
secta católica para aterrorizar a los pueblos sometidos a sus inhumanos métodos
catequisadores. Fue su primer Inquisidor, Bartolomé López Tribaldos, nombrado
en esas fechas, a partir del cual desfiló durante el tiempo que estuvo vigente
este denigrante Tribunal, toda una serie de asesinos torturadores los cuales
enumeramos a continuación: 1520.- Inquisidores, D. Martín Jiménez; Ordinario D.
Alonso Vivas.1527.-Inquisidores: D Luís de Padilla; Ordinario, D. Gil de
Fuentes; Fiscal Juan de Fullana; Secretario, Alonso de San
Juan.1576.-Inquisidores: Dr. Brabo de Zayas, y Licenciado Ortiz de Fúnez;
Fiscal, Licenciado José de Armas;
Alguacil Mayor, Constantino Cairaco; D. Pedro Salvago, Arcediano de
Fuerteventura, Contador; y Alonso Redondo, Portero. 1581.-Inquisidores:
Licenciados; Diego Ososrio de Seijas y Juan Lorenzo; fiscal, José de Armas;
Alguacil Mayor, Hernan Peraza de Ayala; Contador, D. Pedro Salvago, Arcediano
de Fuerteventura; Alonso Valdez, Secretario y Notario Juan Martínez de la Vega. 1589.-Inquisidores: el
Sr. Licenciado D. Francisco Magdaleno; Fiscal, Licenciado José de Armas;
Alguacil Mayor, D. Diego Sarmiento; José Díaz, Alcaide; Alonso Redondo, nuncio;
Juan Rico, Portero; y Juan Martínez de la Vega , Notario. 1594.-Inquisidor: Dr. D. Claudio
de la Cueva ,
que vino para visitador de esta Inquisición; Fiscal, Licenciado José de Armas;
D. Diego Sarmiento, Alguacil Mayor; Francisco Ibañez, Secretario; D Pedro
Salvago, Arcediano de Canaria, Contador; Alonso de San Juan, Secretario de
Secretos; Alonso Redondo, Alcaide; José Díaz. Nuncio; y Juan Rico, Portero.
1598.-Inquisidor:.Licenciado Pedro de Cornino; Fiscal, Licenciado José do
Armas; Alguacil Mayor D. Diego Sarmiento; Contador, D. Pedro Salvago, Arcediano
de Canaria; Receptor, Alonso de Zurita; Alonso de San Juan, Notario; Alonso
Redondo, Alcaide; Juan Rico, Portero; y Juan Martínez de la Vega , Notario.
1603.-Inquisidores, Licenciado D. Pedro de Camino, y Dr. D. Pedro Hurtado de
Gavi- ria; Alguacil Mayor, D. Diego Sarmiento; Juan Martínez de la Vega , Notario; Alonso
Redondo, Portero. 1611.-Inquisidor, Licenciado D. Pedro Hurtado de Gaviria;
Fiscal, D. Juan Franco de Monroy; Receptor, Lorenzo de Zurita; Nuncio Pablo de
Quintana; Secretarios, Gaspar Álvarez de Miranda, y el Licenciado Portilla.
1613.-Inquisidores, D. Juan Francisco de Monroy y Licenciado Gonzalo Messia
Lobo; Fiscal, Licenciado Gabriel Martínez; Alguacil Mayor, D. Pedro Sarmientos
Recepto Lorenzo de Zurita; Contador Cristóbal Cachupin; Alcaide, Bartolomé
Martínez; Nuncio, Pablo de Quintana; Notario, Bernardino de Zerpa; y
Secretarios, Gaspar Alvarez de Miranda y el Licenciado Portilla. 1626
-Inquisidores, D. Alonso Rincón, y Licenciado Francisco de Santalis; Fiscal,
Licenciado, D. G¡lbri~1 Martínez; Bernardino de Zerpa, Notario; Cristóbal
Cachupin, Contador; Francisco de Salazar, Alcaide; Pablo de Quintana, Nuncio;
Bartolomé Juan Portero. 1629.-Inquisidores, Dr. D. Juan Escobar del Cerro;
Visitador, Licenciado D. Alonso del Rincón y D. Gabriel Martínez Pastor;
Licenciado D. Francisco Manso Dávila, Fiscal; Hernando del Castillo Olivares,
Alguacil Mayor; Licenciado D. Pedro de la Portilla y Gaspar Alvarez de Miranda,
Secretarios; Bernardino de Zerpa, Notario, D. Cristóbal Cachupin Contador; Francisco
Salazar, Alcaide; Pablo de Quintana, Nuncio; y Bartolomé Xuarez, portero.
1633.-Inquisidores, D, Francisco Manso de Ávila. y D.Francisco Valero de
Molina; Fiscal, Licenciado D. Francisco Mesia de Frías y Salazar; Alguacil
Mayor, D. Diego Sarmiento de Ayala y Rojas; Secretarios, Lorenzo de Aguilera y
Gaspar Álvarez de Miranda. 1643.-Inquisidores, Licenciado D. Francisco Manso de
Ávila, Licenciado D. Francisco Mesia de Frías y Salazar, y Dr. D. Diego Vázquez
Botello, Fiscal, el Licenciado Rodrigo de Zúñiga y Sotomayor; Receptor, José.
Espínola Canino; Secretario, Lorenzo de Aguilera; Contador, Miguel de Collado y
Samartin; Portero, Pedro Vázquez
Guerrero. 1649.-Inquisidores: Licenciado D. Francisco Mesia de Frías y
Salazar, y Licenciado D. Diego Vázquez Romero; Licenciado D. Rodrigo de Zañiga,
Fiscal; Receptor, José Espínola. Cunino, y Secretario Lorenzo de Aguilera.
1652.-Inquisidores, Licenciados D. Francisco Mesia de Frias y Salazar, y D.
José Badurán de Osinalde; Fiscal, Licenciado D. Gerónimo de Angulo y Figueroa;
Notario, D. José Espínola Canino; Portero, Bartolomé Xuarez; Secretario, Miguel
de Collado Samartin. 1669.-lnquisidores: Licenciado D. Francisco Mesia de Frías
y Salazar, y Dr. D. Fran- cisco Porteros de la Vega ; Fiscal, D. Pedro de Nieva y Cuenca;
Contador, Licenciado D. Juan de Cabrejas; Miguel de Collado Samartin, que hace
de Alguacil Mayor; D. Luís de Ascanio, Receptor; Licenciado D. Bartolomé
Estacio, Notario; Simón Rivero, Alcaide; y Licenciado D. Miguel Xuarez de
Miranda, Secretario. 1673.-Inquisidores, Doctores D. Francisco Porteros de la Vega , y D. Pedro de Nieva y
Cuenca, Fiscal, Licenciado D. Jacinto Venegas y Figueroa; Alguacil Mayor, D.
Miguel de Collado Samartin; Secretario, D. Manuel de Cevallos; Contador, D.
Juan Cabrejas; D. Bartolomé Estacio, Notario de Secuestros; Simón Rivero,
Alcaide; y Juan Naranjo, Nuncio. 1676.-lnquisidores, Doctores, D. Pedro de
Nieva y Cuenca y D. Jacinto Venegas y Figueroa; Fiscal, Dr. Miguel de Medrano;
Secretario, D. Manuel de Cevallos; Contador, D. Juan de Cabrejas; Simón Rivero
y Juan Naranjo, Alcaide y Nuncio. 1685.-Inquisidores: Licenciados, D. Jacinto
Venegas y Figueroa y D. Francisco Álvarez de Lugo; Fiscal Dr. D. Alfonso
Rosado; Notario de Secuestros, D. Simón Jorge Perera; Alcaide de las Cárceles
secretas Simón Rivero; D. Juan Naranjo, Nuncio; D. Francisco Pineda, Portero;
D. Diego de Madrigal y Valdés, Secretario. 1689.-Inquisidores: Licenciado D.
Francisco Álvarez de Lugo y Dr. D. Andrés Romero Suárez Calderín; Fiscal, D.
Pedro de Soto; Alguacil Mayor, D. Pedro de Alvarado y Orellana; Receptor, D.
Luís de Ascanio; Alcaide, Simón Rivero; Nuncio, D. Juan Naranjo; Portero, D.
Francisco de Pilleda; Secretarios, D. Diego de Madrigal y D. Diego Francisco de
Carbajal. 1705.- Inquisidores: Dr. D. Bartolomé Benítez de Lugo y Licenciado D.
Juan Corbacho; Alguacil Mayor, D Pedro de Alvarado y Orellana; Secretarios, D.
Diego Francisco de Carbajal y D. Juan del Saz; Receptor y Alcaide, Simón
Rivero; D. Simón Jorge Perera, Notario de Secuestros; D. Pedro Tomás Ritmos,
Contador; D. Bartolomé Lesur de la
Torre : Nuncio; y D. Pedro Hernández Lozano, Portero.
1713.-Inquisidores: Licenciado D. Juan Corbacho, y Licenciado D. Baltazár
Manuel Villarejo y Ramírez; Fiscal, D. Bernardo Miguel de Quiros; Alguacil Mayor,
D. Pedro de Alvarado y Orellana; Receptor, D. Jacinto Falcón y Valdez; Notario
de Secuestros, D. Simón Jorge Perera; Nuncio. D Bartolomé Lesur de la Torre ; Portero. D. Pedro
Hernández Lozano; Secretarios. D. Diego Francisco Carbajal y D. Juan del Saz. 1715.-Inquisidor:
D. Diego Fermín de Bulanza; y Fiscal D. Juan García de la Yedra ; Alguacil Mayor, D.
Pedro de Alvarado y Orellana; Receptor, D. Jacinto Falcón y Valdez; Notario de
Secuestros, D. Simón Jorge Perera; Nuncio, D. Bartolomé Lesur de la Torre ; Secretarios, D. Diego Francisco de
Carbaja1 y D. Juan del Saz. 1721.-Inquisidores: Licenciado D. Juan Eusebia de
Campomanes Omaña, y Licenciado D. Manuel Guemez de Orcacitas; Fiscal, D. Diego
Francisco de Carvajal; Alguacil Mayor. D. Pedro Alvarado Orellana; Receptor, D.
Jacinto Falcón y Valdez; Notario de Secuestros, D. Simón Jorge Perera;
Contador, D. Pedro Tomás Ramos Bravo y Wandames; Nuncio, D. Bartolomé Lesur de la Torre ; Portero, D. Diego
Naranjo; Secretario, D. Juan del Saz.
1729.-Inquisidores: Licenciado D. Manuel Guemez de Orcacitas y
Licenciado D. Juan Bautista Rodríguez de Burnaga; Alguacil Mayor, D. Pedro de
Alvarado y Orellama, D. Juan del Saz y D. Francisco Antonio Texera,
Secretarios; D. Domingo Ramos Bravo, Contador; D. Francisco Naranjo, Alcaide de
las Cárceles secretas; D. Bartolomé Lesur de la Torre , Receptor y Nuncio.
1734.-Inquisidores: Dr. D. Juan Baltazar de Lozaysa y Chaves, Licenciado D.
Pedro Ramírez Villalón, y Licenciado D. Gabriel Morgado y Chaves; Alguacil
Mayor, D. Pedro Alvarado y Orellana; D. Domingo Ramos Bravo, Contador; D. Juan
de Abudia, Receptor: D. Francisco Monzón, Nuncio; D. Juan de la Cueva , Portero; D. Juan del
Saz y D. Melchor de Castroviejo, Secretarios. 1740.-Licenciado D. Felipe Muñoz,
y D. Francisco Solano Sta. Cotoma, Inquisidores; D. Juan del Saz, que hace de
Alguacil Mayor; D. Juan Naranjo, Receptor; D. Domingo Ramos Bravo, Contador; D.
Francisco Monzón, Nuncio; D. Fernando Pérez y D. Melchor de Castroviejo,
Secretarios. 1745.-Inquisidores, Licenciado D. José de Otero y Coris, y D.
Francisco Solano y Santa Coloma; D. Juan del Suz Alguacil Mayor interino; D.
Gabriel Vazquez de Arce, Fiscal; D. Domingo Ramos Bravo, Contador; D. Juan
Naranjo, Receptor; D. Francisco Monzón, Nuncio; D. Fernando. Pérez, Secretario.
1755.-Inquisidores, Dr. D. Juan Guerrero y Berrio, y Dr. D. Bernardo Loygorri y
Virto; Alguacil Mayor, D. Baltazar de Llerena, Contador, D. Domingo Ramos
Bravo; Receptor, D. Juan Naranjo de Quintana; Nuncio, D. Dionisio Treviño;
Secretario, D. Fernando Pérez. 1758.-Inquisidores, Dr. D. Bernardo Loygorri y
Virto, y Licenciado D. José Domingo Martínez de Hermosa; Alguacil Mayor, D.
Baltazar de Llarena; Contador, D. Manuel del Río y Loreto; Nuncio, D. Dionisio
Treviño y Frías; Portero, D. Antonio Suárez Naranjo; Receptor D. Juan Naranjo;
Secretario, D. Fernando Pérez. 1764.-Inquisidores, D. Juan Martínez Nubla, y
Licenciado D. Agustín Cevallos y la
Riva , Alguacil Mayor, D. Baltazar Llarena; Contador, D.
Manuel del Río y Loreto, Depositario, D. José Gabriel Russell; Alcaide, D.
Antonio Suárez Naranjo; Nuncio, D. Dionisio Treviño y Frías; Secretario, D.
Fernando Peláez. 1770.-Inquisidor: Licenciado D. Agustín Ceba llos y la Riva ; Fiscal, Licenciado D.
Alfonso Molina y Santaella; Alguacil Mayor
D. Baltazar de Llarena; Contador, D. Manuel del Río y Loreto; Nuncio, D.
Dionisio Treviño de Frías; Depositario, D. José Gabríel Russell; Secretarios,
D. Fernando Pérez y D. Manuel de Retolaza. 1773.-Inquisidor, Licenciado D,
Alfonso de Molina y Santaella; Fiscal, D. Bruno de Haro y Salazar; Alguacil
Mayor, D. Baltasar de Llarena;
Depositario, D. José Gabriel Rusel; Secretarios, D. Fernando Pérez y D. Manuel
de Retolaza. 1775.-Inquisidor, Licenciado D. Alonso de Molina y Santaella; y D.
Bruno Antonio de Haro y Salazar; Fiscal, D. Gregorio Faustino de Bolaños;
Alguacil Mayor, D. Baltasar de Llarena; Nuncio, D. Dionisio Treviño; Alcaide,
D. Antonio Suárez; Portero, D. Juan Rodríguez de las Llagas; Secretario, D.
Manuel de Retolaza. 1778.-Inquisidores; D. Gregorio Faustino de Bolaños, y Dr.
D. Fernando García de la Prada ;
Alguacil Mayor, D. Baltazar de Llarena;
Nuncio, D Dionisio Treviño; Secretario de Secuestros, D. Antonio Agustín de
Padilla; Alcaide, D. Juan Rodríguez de las Llagas; Secretario, D. Manuel de
Retolaza. 1780.-Inquisidores, Dr. D. Fernando García de la Prada , y Licenciado D.
Antonio de Mota; Secretarios, D. Dionisio Treviño, y D. Manuel de Retolaza;
Alcaide, D. Tomás Suárez Navarro; Portero, D. Juan Rodríguez de las Llegas.
1784.-Inquisidores, Licenciado D. Antonio Maria de Galarza y D. Cándido Toribio
de Alarilla; Secretario de Secuestros, D. Juan Rodríguez de la Vega ; D. Tomás Suárez
Navarro, Portero; Secretario de Secreto, D. Manuel de Retolaza.
1788.-Inquisidores, Licenciado D. Cándido Toribio de Alarilla, y Doctor D.
Francisco Javier Sains de Escalera; Secretarios D. Manuel de Retolaza y D.
Dionisio Treviño y Frias; Secretario de Secuestros, D. Juan Rodríguez de la Vega ; Alcaide, D. Juan
Navarro. -.Inquisidores, Licenciado D. Cándido Toribio de Alorilla, y Doctor D.
José Francisco Borbujo y Rivas; Secretarios, D. Dionicio Treviño y D. Manuel de
Retoloza; Receptor, D. Domingo Galdos; Alcaide, D. Juan Navarro. 1803.-Inquisidores, Dr. D. José Francisco
Borbujo y Rivas, y D. Antonio Fernando Echanove; Receptor, D. Domingo Galdos;
Secretario de Secretos, D. Pedro de Retolaza; Alcaide, D. Juan Navarro;
Secretario, Fray Luís Vázquez de Figueroa.
1819.- Inquisidor, Dr. D. Ramón Gregório Gómez; Secretario; D. José de
Acosta.
De los quemados, reconciliados y
penitenciados por la inquisición española en Canarias desde su instalación
hasta su extinción, fueron: Quemados en persona. 11. Quemados en estatua 107.
Reconciliados. 498. Penitenciados. 1647. Totales 2263. (Agustín Millares; 1981)
1504. […] Otro documento, también de grande interés, debemos a la
vigilancia del mismo Tribunal (de la Inquisición ). En su afán por averiguar el origen
y descendencia de todas las familias de las monarquías autóctonas Canarias,
ordenaba en 1504 al Licenciado Bartolomé López de Tribaldos, único Inquisidor
entonces de las Canarias, la formación de un padrón general referente a estas
islas que comprendiese, con la debida separación, los españoles, indígenas y
moriscos y los esclavos de Guinea y Berbería. El padrón se levantó y fue
dirigido a Sevilla, sin dejar desgraciadamente copia alguna en el archivo de
Las Palmas.
Generalmente se ha creído que la
raza primitiva isleña desapareció poco después de la conquista, diezmada por
las privaciones, los trabajos de una forzada servidumbre y la deportación,.llegando
tal vez sus escasos restos a fundirse con las últimas capas sociales de la
población advenediza que vino a repoblar su suelo, perdiéndose de este modo el
tipo característico de su origen.
Este error, en que han incurrido
escritores eminentes nacionales y extranjeros por no haberse detenido a
examinar con atención los datos que abundantemente proporcionan los archivos
públicos y privados del Archipiélago, está hoy plenamente reconocido y se
comprueba suficientemente a la luz de la investigación histórica, siendo
numerosos y fehacientes los datos y noticias sobre los cuales puede
establecerse la autenticidad de nuestra afirmación.
Desde luego, un observador atento
e ilustrado distinguirá en la raza que hoy puebla las
Canarias el tipo español, más o
menos mezclado con la sangre árabe-ibérica, y el indígena, adulterado con
frecuencia como aquél con la sangre de las diversas razas bereber, judía y
negra que, sucesivamente, han venido a cruzarse con ella sobre el suelo isleño.
Mas a pesar de esta adulteración que ha ido siempre en progresión creciente, el
tipo primitivo, siguiendo la ley de la herencia, descuella siempre como
originario, apa- reciendo de generación en generación los rasgos típicos de su
fisonomía, el color de su piel, el de sus ojos y el matiz especial de su
cabello.
Muchos son los documentos que, a
raíz de la conquista, vienen a demostrar la fusión de las dos razas, vencida y
vencedora, sus alianzas, su influencia en la colonización del país y las
ramificaciones que entre el pueblo y la nobleza se establecieron como producto
de esa misma unión.
Los libros de datas o
repartimientos conservan en sus páginas auténticos comprobantes
de estos procedimientos, y hasta
en las primeras crónicas hallamos también numerosas indicaciones que nos
autorizan a creer que, la nobleza indígena, no fue del todo relegada al olvido
por aquellos a quienes se encargó la división del suelo. En efecto, desde la
remota rendición de Lanzarote podemos observar que, el desgraciado rey
Guadarfia, solicitó de Juan de Bethencourt la concesión del lugar donde había
de fijar su residencia, con algunas tierras de labor necesarias al sustento de
su familia. El barón normando, haciendo justicia a tan modesta pretensión, donó
al despojado rey el castillo de Zonzamas con la condición de no poder nunca
fortificarlo, añadiendo trescientos acres de tierra y bosque sujetos al
impuesto del quinto que había señalado como contribución general a todos los
nuevos propietarios, con reserva sólo de la orchilla.
Guadarfia quedó muy satisfecho
con esta dádiva, añaden los capellanes de Bethencourt, porque nunca creyó
obtener tanto ni tan bueno.
Los dos reyes de Fuerteventura
recibieron a su instancia casas y hogar y un lote de 400 acres de terreno, con
lo que ambos quedaron también al parecer indemnizados.
La historia no nos ha transmitido
el reparto que se hiciera a los jefes subalternos de esas islas, únicas
entonces conquistadas, pero debemos suponer que recibieron algunas tierras
donde apacentar sus ganados y depositar sus semillas, porque siendo escaso el
número de colonos europeos y considerando como hecho indubitado la tranquilidad
que sucedió a la conquista, es casi evidente que no fue vulnerado el derecho de
propiedad de que disfrutaban los isleños, pues de lo contrario se hubieran
suscitado sublevaciones, quejas y conflictos cuyo recuerdo hubiera llegado de
algún modo hasta nosotros.
Después de la rendición de Gran
Canaria, el rey D. Fernando Guanarteme obtuvo el tér-
mino de Guayedra, laderas áridas
y desoladas que se extienden más allá de Agaete, y cuando llegó el momento de
la rendición de Tenerife, los reyes de aquella isla recibieron de Alonso de
Lugo numerosas datas de que también participó el rey de Canaria y los guerreros
que le acompañaban, prestando relevantes servicios a aquel
general.
La costumbre establecida de
recibir los indígenas en el bautismo el nombre de sus padri-
nos y protectores y la de
castellanizar, traduciéndolos, los sobrenombres con que se distinguían entre
los suyos; dio lugar posteriormente a que fuese de una dificultad casi
insuperable la investigación de sus filiaciones y la correlación exacta de sus
complicadas y numerosas alianzas. Sin embargo, el estudio más detenido de esas
mismas antigüedades ha principiado a ilustrar esta parte tan oscura de la
historia isleña, porque conocidos algunos de aquellos enlaces ha sido menos
difícil deducir la veracidad de otros y asentar sobre bases más sólidas la
afirmación antes enunciada de que, la raza autóctona, constituyó el fondo de la
población del Archipiélago después de conquistado, sin que hubiese desaparecido
total ni parcialmente como antes había llegado a supo-nerse.
Ejemplos nos ofrece, desde los
albores de la conquista, el primer y despótico señor de las islas menores,
Maciot de Bethencourt, cuando se unió legítimamente con Teguise, hija de
Guadarfia, demostrando con este enlace a normandos y españoles el aprecio que
le merecía la raza subyugada. Otro pariente suyo, que llevaba el nombre de
Maciot Perdomo de Betancor -hijo de Arriete Perdomo y de Margarita de
Bethencourt, naturales de Normandía-, hallándose en Lanzarote y siguiendo tan
notable ejemplo, obtuvo por esposa a la infanta canaria Thenesoya Vidina, que
se llamó Luisa en el bautismo católico, célebre por su rapto en los Bañaderos y
de cuyo enlace pretenden descender muchas hidalgas familias del Archipiélago.
En Gran Canaria casó la hija de
Guayasen el Bueno, de quien fue tutor el Guánarteme D. Fernando, con Bernando
de Guzmán uno de los conquistadores, hijo de Alonso Pérez de Guzmán-, natural
de Toledo, señor de Batres y Alenvillet, habiendo trocado en el bautismo
católico su nombre de Arminda por el de Catalina; y la hija legítima del
Guanarteme, la infanta Guayarmina, que llevó luego el nombre de Margarita, casó
con Miguel de Trexo Carvajal, hijo de Alonso Pérez Carvajal, señor de Grimaldo
y la Corchuela
y de Elvira Fernández Trexo.
Otra isleña de Gran Canaria, hija
hermosísima del guaire Utindana o Autindara -her-
mano éste de Thenesoya--, que
recibió en el bautismo católico el nombre de doña Catalina Fernández
Guanarteme, casó con el capitán Francisco de Cabrejas, que obtuvo como
conquistador extensos repartimientos de tierras y aguas en Gáldar y de cuyo
enlace hay numerosa descendencia.
Sancho de Berrera, llamado «el
viejo», hijo de Diego de Berrera y de doña Inés Perazá:
señor que fue de las islas de
Lanzarote y Fuerteventura, había casado por el mismo tiempo en primeras nupcias
con doña Violante de Sosa, hija del señor de la villa de Fernán Núñez, de quien
no tuvo sucesión, heredando su estado y señorío una hija natural que hubo en
doña catalina de Fía, hija de Guillén de Fía, nieto éste del rey de Lanzarote,
Luís Guarfia. Esta niña, que tal vez legitimó -según las costumbres de aquellos
tiempos y aún cuando hubiera nacido viviendo su legítima esposa-, se llamó doña
Constanza Sarmiento, que casó con su primo Pedro Femández de Saavedra, tronco
de los marqueses de Lanzarote y de los señores de Fuerteventura. Enlazados
luego con la primera nobleza de España, son hoy sus últimos representantes los
marqueses de Bélgica y los condes de Santa Coloma.
Al rendirse la isla de Tenerife,
el rey Bencomo de Taoro dejaba también dos hijas. Dácil, cantada por Viana en
su poema heroico, eligió el nombre de Mencia y casó con Gaspar Hemández
(Adxoña), rey que había sido de Abona, y María, que era el nombre de la
segunda, se enlazó con Juan Doramas, hijo del célebre guerrero de este nombre.
La princesa Dácil, o sea doña Mencia, hubo de su citado matrimonio una hija
llamada Catalina que fue la casada con el capitán de caballos Hernán García del
Castillo, dando lugar con este enlace a la ficción poética de Viana.
Después de la rendición de los
reyezuelos de Tenerife, cada uno tomó un nombre especial, habiéndonos
conservado la historia algunos de estos nombres. El rey Bencomo se llamó
Cristóbal; el de Anaga, Pedro de los Santos; el de Güímar, Juan de Candelaria;
el de Tacoronte, Fernando; el de Abona, Gaspar Hernández; el de Icod, Blas
Martín; el de Tegueste, Antonio; el de Daute, Gonzalo; el de Adeje, Diego. Este
último casó con una señora de la familia del Adelantado, llamada doña Catalina
de Lugo, de cuyo consorcio hubo varios hijos. Entre éstos se cita a doña María
de Adexe y Lugo, que se unió con el príncipe guanche Pedro de Adexe y, en
segundas nupcias, con el isleño Andrés de Llerena.
El ilustre guerrero Maninidra
–hermano del guanarteme D. Fernando, conocido des-
pués de su bautismo católico con
el nombre de Pedro, que tanto cooperó a la conquista de Tenerife donde obtuvo
un buen repartimiento, dejó a su muerte, ocurrida en las vecinas playas del
continente, dos hijos llamados Pedro e Inés. Pedro casó con María de León,
natural de Canaria, e Inés con Miguel González, de la misma procedencia, siendo
de notar que de este último enlace nació Agustín Delgado, héroe famoso en
América a quien tantas veces cantó Castellanos en sus «Elegías de varones
ilustres de Indias» y Herrera en sus «Décadas».
Ibone de Armas, hijo del rey de
armas Juan Negrín, indígena de La
Gomera , representó también un brillante papel en las guerras
de la conquista, obteniendo como otros canarios mercedes de hidalguía y
repartimiento de tierras con
escudo de armas.
Guillén. Castellano, casado con
María Perdomo, intérprete de Lugo en la conquista de Tenerife y conquistador de
Gran Canaria y La Palma ,
era también isleño y fue progenitor por la línea materna del maestre de campo
Gonzalo de Jaraquemada, que obtuvo el título de Regidor de La Laguna en 20 de octubre de
1497.
Entre los guerreros naturales de la Gran Canaria que
acompañaron a Alonso de Lugo a
Tenerife, son de notar los cuatro
hermanos Pedro García, Juan Prieto (Moreno), Alonso Pérez y Rodrigo Alvarez,
inscritos en los libros de datas de aquella isla con cuantiosos donativos
inmuebles que revelan la importancia de sus servicios. Pedro García era llamado
el Comendador, y estaba casado con otra isleña de Canaria, Isabel García,
ennoblecidos ambos y su numerosa descendencia con diplomas de hidalguía y
brillantes escudos de armas.
También entre los apellidos
españoles adoptados por los bautizados isleños, encontramos los de Mena, León,
Vera, Lugo, Alcubilla, Cabrera, Beltrán, Magdaleno, Ramos, Camacho, Armas y
otros mil que sería prolijo enumerar. Algunos, sin embargo, eran traducción de
sus sobrenombres, como las casas de Dara o Tara –dialecto de la Gran Canaria- o la Sierra de Bentagaire,
eligiendo otros el de la localidad donde habían
nacido o el título de nobleza o
apodo que llevaban antes, como Guanarteme, Bencomo, Doramas, Tahodio, Tegueste,
Daute, Maninidra y Bendidagua.
Es pues indudable, que los
naturales de estas islas, cuyo valor, rango y condiciones personales les hizo
distinguir del resto de la raza conquistada, después de haber sido poderosos
auxiliares de los conquistadores formaron parte de la población isleña,
obteniendo valiosas extensiones de terreno, empleos honoríficos y cartas de
hidalguía, tan codiciadas en el siglo XVI por el fuero, distinción y respeto
que producía a los agraciados.
Hubo, no obstante, muchos
indígenas que, desconociendo el valor de la propiedad inmueble o dedicados
desde su infancia a apacentar sus ganados -empleo que para ellos nada tenía de
innoble, cayeron luego en el descrédito y se confundieron con las últimas capas
sociales por haber ignorado los elementos de que se componía la nueva sociedad
en que ingresaban.
Esta alternativa de buena y mala
fortuna produjo múltiples alianzas que levantaron o hi-
cieron descénder a los
representantes de la raza canaria, según la extensión e importancia de las
datas que les habían caído en suerte.
Todavía un siglo después de la rendición de Tenerife, el P.
Fr. Alonso de Espinosa decía hablando de los guanches: «Los naturales desta
Isla, no exceptuando a los de las otras pues todos creo tuvieron un principio y
origen, fueron gentiles hallólos el Evangelio desembarazados y produjo varones
aprobadísimos y de gran celo de tanto religión y cristiandad, varones de
ingenios delicadísimos y caudalosos, así en las humanas como
en las divinas letras esmerados, varones que no sólo con la
toga, no sólo con el bonete, más también con la espada han mostrado su valor y
la virtud de sus antepasados.
A pesar de la autorizada opinión de Espinosa, creemos que
los canarios convertidos no disfrutaban en general de los beneficios y
garantías de la raza conquistadora. Es tristemente cierto que, en las pruebas
de nobleza exigidas para ingresar en los colegios mayores, era necesario
acreditar no ser descendiente de canario, morisco ni judío, cuya disposición
debió influir poderosamente en las poblaciones isleñas para ocultar su verdadera
filiación, excepción hecha de esas familias antes citadas y otras que
pudiéramos recordar, descendientes de los guanartemes y menceyes, las cuales
habían sido desde luego ennoblecidas, ocupando ya por sus alianzas una posición
excepcional.
No era, sin embargo, empresa
fácil sorprender la vigilancia de los ministros del Santo Oficio ni alterar las
ocultas fuentes donde aquellos recogían tan importantes noticias, ya esta
incansable persecución debemos hoy los datos más auténticos sobre la
existencia, alianzas y filiaciones de la raza convertida.
El registro donde se daba asiento
a los que aquel tribunal marcaba con su sello de reprobación, salvado
milagrosamente de las injurias del tiempo, nos suministra un nuevo y curioso
«Nobiliario» cruzado de numerosas líneas «canarias», producto de la unión de
ambas razas y extraño a todas las relaciones oficiales de los libros
genea-lógicos, nobiliario que hace desviar con frecuencia y enturbia el sereno
río de noble sangre que corre por las venas de algunas familias del Archipiélago,
que debieron considerar esto como más honroso para ellas.( Agustín Millares
Torres; 1977 t. I:186-91)
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