Agradezco esta
importante biografía de este galeno demasiado altruista orotavense que está en
el recuerdo de muchísimos villeros y además la Villa de La Orotava lo ha dejado en el olvido (calles,
plazas, obeliscos, ni nada), sabiendo que fue un doctor que apostó su sabiduría
sanitaria y su trabajo en horario infinito por los orotavenses menos pudientes,
a sus hijos y en especial a Rafael de Zárate Méndez y su hermano
Alonso Zarate Méndez que lo han coordinado magistralmente.
Nació en La Orotava el 21 de abril de 1924. Segundo hijo (de
un total de siete) de D. Alonso de Zárate y Méndez, juez comarcal del distrito
de La Orotava,
y Dña. Gracia Gómez-Landero y Koch. Comenzó sus primeras letras con las
Hermanas de la Caridad
en el colegio sito en la calle del Agua, a pocos metros de su domicilio
familiar, para continuar en el colegio de San Isidro de los Hermanos de las
Escuelas Cristianas de La Salle
en esta Villa hasta 1939. Año en que se traslada interno al colegio del Corazón
de María (Los Claretianos) en Las Palmas de Gran Canaria, hasta el año 42.
Posteriormente, se presenta al examen de reválida en la Universidad de La Laguna que supera y le
permite acceder a sus estudios universitarios. Durante esos años, ya se
inclinaba por estudiar medicina y apostaba por conocer más sobre esta
disciplina y así poder ayudar a los demás. Para sus estudios de medicina se
embarca hacia el territorio peninsular y comienza en la Universidad de
Sevilla, pero en dicha ciudad encuentra muchas distracciones que lo alejaban
del ritmo de estudio deseado, trasladándose a la Facultad de Medicina de
Cádiz por decisión propia y para conseguir su meta adecuadamente. Durante esos
años de estudiante universitario, cuenta con la supervisión y apoyo de los
catedráticos en ginecología Dr. Enrique Muñoz y Dr. Antonio Dueñas Barrios,
quienes le guían entusiásticamente con sus estudios y formación. En esta
ciudad, que la lleva en su corazón, finaliza los estudios de medicina y cirugía
con la calificación de sobresaliente en el año 1949. Una vez finaliza su
carrera y con el título flamante de doctor en medicina, se enrola como médico
en un barco perteneciente a una empresa italiana que realizaba la travesía
entre Europa y América, recalando en Canarias, desde donde zarpa. En territorio
americano incluso navega a lo largo del río Mississippi quedando impresionado
por su inmenso delta, su vegetación de manglares e impresionante fauna. Todo
ello acompañado de distintas experiencias como viajero y sobretodo como médico
de a bordo, atendiendo a las necesidades de la tripulación. Durante ese
periplo, y en tierras mexicanas recibe una oferta laboral para instalarse en
dicho país, pero que no acepta. Tras esta experiencia marinera, allá por el año
1951, regresa a su querida Orotava para ejercer como médico general, comenzando
a trabajar bajo la supervisión del médico forense D. Miguel Rodríguez Vivas,
quien incluso le permite usar su consulta. También se traslada semanalmente a
Santa Cruz, a la clínica Zerolo, para ayudar y aprender en las operaciones que
realizaba el Dr. Tomás Zerolo Fuentes, así como visitas regulares al antiguo
Hospital General sito en la actual ubicación del Museo de la Naturaleza y el Hombre
en esta capital, para realizar diferentes intervenciones y tareas. Alcanzando
pronto la experiencia adecuada para abrir su propia consulta en la calle del
Agua de esta Villa, ya por entonces denominada, curiosamente, c./ Tomás Zerolo.
Más adelante inicia su trabajo también en la Seguridad Social
desde su propia consulta, hasta abrirse el ambulatorio orotavense, obteniendo
una plaza de medicina interna y radiología que ejerce, hasta sus últimos días,
durante casi 30 años. También fue médico de la Mutua Tinerfeña
durante muchos años, atendiendo a muchos trabajadores. Durante este tiempo,
contrae matrimonio el 24 de abril de 1958, a la edad de 34 años, con Dña. María
del Carmen Méndez y de Ponte, y establecen su domicilio en la calle del Agua,
donde tenía su consulta. Los comienzos de su práctica médica abarcan todos los
rincones de La Orotava,
teniendo que usar todo tipo de formas de transporte, en ocasiones a lomos de
burros, mulas o caballos, para acceder a los domicilios de los menos
favorecidos, allá por esas laderas y montañas de la Villa. Comparte su
tiempo de profesión con otros conocidos e ilustres médicos del Valle, tal como
su gran amigo y colega D. Buenaventura Machado Melián (1922-2011), con el que
comparte múltiples experiencias profesionales y familiares y con quien
disfruta, muchos sábados, de almuerzos en común. Gestándose entre ellos una
estrecha amistad, al igual que entre sus señoras. Además, también tiene una
gran relación profesional y familiar con D. Enrique Sáenz Tapia (1923) y su
esposa, reconocido ginecólogo que asiste junto con sus matronas en el parto de
muchos orotavenses, incluidos también los doce hijos de su matrimonio. Así como
con el Dr. Emilio Luque Moreno (1913-1967) con quien practica múltiples operaciones
en la clínica de Ignacio Zárate, sita en la calle del Agua en frente de la
iglesia de Santo Domingo, y también discuten casos y diagnósticos de sus
pacientes comunes con regularidad. Desde siempre entiende la medicina como su
actividad profesional y sobre todo para ofrecer el bien y el servicio a los
demás, olvidándose de la petición de cobro por sus honorarios, buscando todo
tipo de razones para no cobrar, sobre todo a los más necesitados. Como
anécdota, comentar que en su consulta de la calle del Agua, y estando ésta bien
abarrotada de pacientes, al finalizar la jornada y subir a su domicilio, su
Sra. le preguntaba que cómo había ido el día, y sobre todo en lo relacionado
con el cobro de servicios, preocupada por poder satisfacer las demandas de su larga
prole, y él siempre contestaba que era mayor la satisfacción de curar al
enfermo, que el cobro a los que no podían permitírselo, y que lo principal era
tener su conciencia tranquila. En su consulta siempre contó con la ayuda de su
enfermera, y otro miembro de la familia, Mª Luz Hernández, hermana del difunto
padre Antonio María, el de los pedacitos de cielo para conseguir fondos para
sus centros de mayores. Magnífica persona y enfermera, quien a su vez ayudaba
también a cuidar y educar a los doce hijos, que jugueteábamos ruidosamente por
la consulta, a veces inconscientemente como niños, molestando a los pacientes
que esperaban ser atendidos. Continuando con algunas otras anécdotas de su
profesión, recuerdo como se indignaba cuando algún paciente, nada más entrar en
la consulta, le decía: “vengo a que me dé la baja”. Él le contestaba
seriamente, “seré yo quien tome esa decisión, y tendré que evaluarlo y ver si
realmente su dolencia la requiere”. Se entiende pues, que en sus 30 años de
ejercicio de la profesión, la mayoría de ellos en el mencionado ambulatorio, en
solo una ocasión tomara una baja médica tras unas fuertes varices que le
impedían ejercer su trabajo. También mencionaba cómo todos los lunes la demanda
de pacientes en su consulta del ambulatorio se incrementaba sobremanera, no
dando avío, y a veces surgía la duda de si realmente estaban enfermos o no
querían trabajar esa semana y, con algo de picaresca, buscaban alguna razón
para conseguir una excusa médica. En ocasiones, contaba cómo algunos de sus
pacientes se acercaban a su consulta a pedir le recetara algo para un familiar
o hijo, detallando a su manera la dolencia o catarro que sufría este familiar.
Y él les contestaba: “Sra. incluso estudiando al paciente y evaluando su rostro
y expresiones nos equivocamos, cómo me pide que le recete a distancia”.
Continua así su desarrollo profesional y a lo largo de los años, ya con los
avances e innovación que podrían afrontarse, instala en su consulta un aparato
de rayos X, de características novedosas para entonces, y sobre todo para esta
zona de la isla, equipo altamente demandado en el Norte y que le ayudaría a un
mejor diagnóstico y tratamiento de los enfermos. Así como un innovador aparato
de ultrasonidos, muy solicitado para resolver distintas dolencias, incluso el
Dr. Buenaventura Machado le remitía a muchos integrantes de la plantilla del
equipo de fútbol de la
U.D. Orotava, por sus vínculos con esta institución
deportiva, y por la efectividad de la técnica. Por todos estos detalles, se
gana el respeto de muchos y el ser reconocido como un médico de todos. También
comparte otras actividades ajenas a la medicina, como su interés y trabajos en
explotaciones agrícolas de las fincas de su familia; además, su participación
en política como edil de la corporación de La Orotava en los primeros
años de la etapa democrática, pero que renuncia por falta de tiempo.
Tristemente, a comienzos de 1981 empieza a desarrollar una enfermedad, que
seguro conocía por su sintomatología como experto galeno, que le lleva inicialmente
a adelgazar de forma paulatina pero con el tiempo notoria, y que sigue con
sigilo y la comparte con pocos. No obstante, siempre manteniendo su optimismo y
ganas de luchar. Ya notábamos su pérdida de apetito, incluso ante los sabrosos
platos que le preparaba nuestra madre en sus cariñosos intentos por despertar
su apetito. Su estado de salud se deteriora poco a poco, y es ingresado en la
clínica Rambla, en Santa Cruz de Tenerife, asistido allí por su colega y amigo
el Dr. Tomás Zerolo Davidson, pero poco pueden hacer frente a su avanzado
cáncer de colon, y tras su ingreso que se prolonga por unos 30 días, fallece el
31 de julio de 1982, a la temprana edad de 58 años, en pleno esplendor de su
profesión y desarrollo de familia, dejando a su esposa viuda y a cargo de sus
doce hijos, los mayores sobre los 20 años y los menores de tan solo 10-11 años.
Pérdida que marca fuertemente el desarrollo de sus descendientes. Todos nos
preguntábamos, y seguramente muchos de sus pacientes, cómo se hubiera desarrollado
más aún su profesión, si no le hubiera tocado en su puerta la llamada de la
muerte, y como mejor habría podido ayudar a sus pacientes necesitados.
Recientemente (2014), y a escasas semanas de cumplirse el 32 aniversario de su
muerte, su querida esposa y madre nuestra, fallece a la edad de 85 años,
reuniéndose por fin con su amado esposo en el reino de los cielos, como tanto
anhelaba durante su larga ausencia. (Bruno Juan Álvarez Abreu)
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