”Reunían
todos los rebaños en un valle profundo, teniendo cuidado de separar los hijos
de sus madres, para que hiciesen resonar los aires con sus balidos. Entonces
empezaba un concierto de gritos lastimeros, que repetían los ecos del valle, y
este pueblo pastor que fundaba toda su esperanza en la fertilidad de los pastos,
creía que la intercesión de las inocentes víctimas del hambre era un medio
eficaz para implorar los beneficios del cielo y condolerse de sus males”.
María
G´mez Díaz. Marzo de 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario