MARÍA LUISA FUENTES MELIAN, EN EL RECUERDO
Aniversario de su fallecimiento. A María Luisa Fuentes Melián, la conocí
al final de la década de los años sesenta del siglo XX cuando era jugador de
baloncesto en mi juventud del CB. AA. AA. Salesiano de la Villa de La Orotava (actual CB. San
Isidro), su hermano Isidro con su señora Ana Rosa acababan de afincarse como
médico con despacho en la calle Calvario de La Orotava , después de estar
ejerciendo la medicina y viviendo en Madrid algunos años donde nacieron sus
hijos mayores.
Estaba en unos de los entrenamiento en la desaparecida Cancha de la plaza
de Franchi Alfaro, cuando veo a esta gigante de mujer bajar por las escalera de
la plaza en busca de su hermano menor José Luis Fuentes Melián, conocido en el
mundo del baloncesto por “EL CHIQUITO”, que era
compañero mío en el equipo y en ese momento realizábamos los labores técnicos
que nuestro entrenador nos imponía.
Pregunté quién era esa señora tan alta, enseguida me imaginé que era
hermana de los amigos y hermanos Isidro, Evaristo y José Luis Fuentes Melián,
puesto que tenía un perfil muy parecido con ellos.
María Luisa a partir de entonces hizo una importante amistad con un
servidor, me contaba que había jugado al Baloncesto Femenino en el desaparecido
Campo Tenis de La Torrita ,
que le gustaba muchísimos el deporte de la canasta y recordaba aquella bonita y
acérrima temporada de baloncesto masculino en La Orotava que comenzó en
enero del año 1955 y acabo en junio del mismo año, donde se disputó un
campeonato de segunda categoría oficial del norte de Tenerife, en la que
participaron ocho conjuntos, cinco eran de la Orotava , el CB.
Independiente, CB. Huracán, CB. Acción Católica, CB. Liceo Taoro y CB.
Calvario. Dos equipos del Puerto de la
Cruz ; CB. Santa María, CB. Academia Mercantil. Un solo equipo
de Icod de los Vinos el CB. San Fernando. Quedó campeón con un solo partido
perdido en la histórica cancha de la calle Hércules de Icod de los Vinos el CB.
Independiente de La Orotava
que dirigía el recordado Pepe Dorta y jugaba su hermano Isidro Fuentes.
Por aquel tiempo, el CB. Real Club Náutico de Tenerife jugaba en la
primera división del baloncesto español. María Luisa siempre me invitaba a ver
los partidos en la Cancha
de la Avenida Anaga ,
me acompañaba su hermano José Luis, los domingos al medio día, donde reinaba un
ambiente baloncestístico de grande valía. En los regresos a la Villa , siempre que perdía el
encuentro el Real Club Náutico, venía conduciendo su BMW color blanco como los copos de Nieve,
encolerizada dando golpe con sus enormes manos al volante del vehículo por la
carretera vieja del norte, las autopistas desde la baranda hasta La Orotava aún no
estaban en activo, repitiendo y repitiendo en alta voz los fallos
cometidos por los jugadores nautas y los arbitrajes que hacían presencia en la
cancha santacrucera.
Reproduzco las notas que el amigo y convecino Juan del Castillo y León,
le dedicó a su prima María Luisa Fuentes Melián, por atribución de su
fallecimiento: “...El lector pensará que me estoy refiriendo a la
célebre infanta María Luisa de Borbón, duquesa de Montpensier, que regaló a
Sevilla, a la que adoraba, una parte importante de los jardines de su palacio
de San Telmo: 400.000 metros cuadrados. De ahí el nombre del mundialmente
conocido parque hispalense. Otros, amiguetes míos pensarán, malévolamente, que
voy a escribir de una archivera que padecí, en mi época de Cultura. Se creía
la virreina de la biblioteca. Por eso, yo bauticé a la dependencia con el nombre
de Parque de María Luisa.
No, amigos. Mi María Luisa, de la que escribo temblorosamente casi, más
con el sentimiento que con la cabeza, es una prima mía que nos dejó a las
puertas del otoño, justo el día del Cristo de La Laguna. Guapa ,
simpática, sociable, siempre con una palabra amable para quien se tropezara;
que rubricaba con una sonrisa trasparente. Una de las estampas más reconfortantes
del paisaje urbano de La
Orotava , en mi niñez, era aquella chica tan espectacular, del
brazo de Eutimia Rodríguez-la Timita de mi generación, la Mima de las niñas - bajando
por Los Tostones, con enormes tacones, dando serios tropezones. Alta de todo:
de estatura, de miras, de sensibilidad, de virtud. En suma, respondía por el
nombre de María Luisa Fuentes Melián (La Orotava , 1933-La Laguna, 2009).
Pertenecía a una familia de la antigua aristocracia local. Los Fuentes
venían de Vilaflor; y los González de la Isla Baja , emparentados con los cimeros Bethencourt
y Castro (dato facilitado, como tantos del artículo, por otro primo, el
historiador Antonio Luque). Estirpes que han dado al país nombres importantes:
Bernardino González (+ 1874), uno de mis popes, a quien la memoria popular
recuerda todavía con este dicho: "don Bernardino, barbas de macho, por
cuatro cuarto, ató a un muchacho"; Cayetano Fuentes, primer ingeniero de
Caminos, Cánales y Puertos de la
Villa y autor del 'plano del Valle de Orotava'; Fernando
Fuentes Acosta, secretario del Ayuntamiento, factótun de la visita a la Villa , en 1864, de don
Enrique de Borbón, lo que recogió en una memoria. Su nombre se perpetúa en una
recoleta plaza de la Villa
de Arriba, donde hoy se ubica el pintoresco busto de Rómulo Bethencourt con su
enorme cachimba de quita y pon; Saturio Fuentes
González, patriarca de una saga de boticarios que continúa con el mismo
nombre su oficina de farmacia funciona desde 1879 - , y consejero del primer
Cabildo, en 1913; su abuelo materno, el acaudalado Pedro Melián Hernández (La Habana , 1879-La Orotava,
1962) que compró a Gabriel Pimienta y Ríos, en 1908, la Casa Azul , la casona más
emblemática del entorno; y en fin, su padre, Isidro Fuentes Perdigón (La Orotava , 1899-1962), juez
de Adeje e Icod de los Vinos, dejando en ambos sitios una estela de
caballerosidad, como me comentaba, recientemente, mi amigo el doctor Pedro de
las Casas. Y con sabrosa anécdota.
La tertulia nocturna del Casino de los Caballeros necesitaba, a diario,
tocar la luz del patio central para que se encendiera. Sólo alcanzaban a la
bombilla los hermanos Fuentes: Isidro y Pedro. Una vez al llegar el Vizconde
pregunta al tío Isidro: ¿Te toca encender? y el interpelado contesta: Hoy le
corresponde al notario. Éste era elegante pero canijo por lo que recrimina al
papá de María Luisa: Isidro, ¿Le he ofendido yo a usted alguna vez?
María Luisa estudió en el Colegio de la Milagrosa. Luego
la pusieron interna en La
Asunción donde duró tres días. Moraba a La Orotava y a sus
inseparables amigas: las primas María del Carmen y Conchita, Paquita, Loreto,
Lolita, Vilita... Sus atractivos eran un imán para los pretendientes. Recuerdo
a dos. Guillermo Olózaga que luego se casó con la hija del general Mezzián.
Esa es otra historia. Y el pintor granadino Carlos Jiménez Herrera. Vino por
un mes y se quedó un año.
Arrastrada por la tía, la guapetona de la familia se fue a Madrid de
secretaria de Pedro de la
Barreda , en la
Clínica de la Concepción. En la Villa y Corte conoció al que
fue su marido, José Luis Díez Taladriz (La Magdalena , León, 1931). Un vocacional estudiante
de arquitectura y antiguo alumno de los jesuitas, en Areneros, lo que imprime
carácter. Se casaron, en 1962, por todo lo alto. Es decir, en el Parador de Las
Cañadas. Tuvieron tres hijas - Mavi, María Josefa y Victoria - ayer brillantes
estudiantes y hoy competentes farmacéuticas, siguiendo la tradición familiar
por ambas ramas.
Después de estar de aquí para allá, por fin y despacito Taladriz levantó
su casa en los llanos de la
Paz. Tiene algo de construcción romana de columnas de
hórreo, rodeada de escaleras de caracol. La nota autóctona es la cubierta:
simula un sombrero de paja del traje típico de La Orotava.
Dos botones de muestra del señorío de María Luisa. Mis tíos, los Barreda
lucían en su casa madrileña un soberbio óleo sobre lienzo, de la alfombra orotavense
de los Monteverde, datado en 1951, obra del pintor gaditano Ángel Romero
Mateos (Cádiz-1875-Santa Cruz de Tenerife, 1965), discípulo de Sorolla. Los dueños
siempre me decían que el cuadro seria para mí: Juan Antonio, la pintura debe
estar en Canarias y tú eres pintiparado el adecuado para conservarla. Al morir
los tíos, se lo dije a los familiares más cercanos y se limitaban a fruncir el
ceño. Hasta que un día, en la piscina del "Tigaiga", le saco el tema
a María Luisa. Me comenta que se acordaba perfectamente de la promesa: la
repetían los dos siempre que ibas a comer allí. A los pocos días, el cuadro
estaba en mi casa. Tras ser restaurado por Silvano Acosta, hoy enriquece mi
modesta pinacoteca. Por supuesto, lo colgué en el corredor.
El otro detalle es cercano. La última salida de mi prima fue a mi casa a
la última Romería. Apenas podía caminar, veía con dificultad, en fin la muerte
ya había hecho presa en su corazón. Pero fue tan prudente al saber que yo, este
año, con la que está cayendo, quería pocos invitados, que no me dijo que la
trajo su hija Fefa para que se quedara, sino que la dejó recogiéndola al
anochecer. Eso es prudencia, discreción, clase. Contrapunto de lo que me
ocurrió con un ex ahijado - el ex está de moda: ex novio, ex pareja, ex
compañera sentimental- que allanó -en sentido penal-la casa con una comparsa
de rondones... En fin, el niñato treintón presume de tener muchas campanillas;
yo no le conozco otras que las de la perrita de la abuela...
Volviendo a María Luisa, tuve esporádicos contactos con ella en los
últimos días. Una tarde del julio marinero del Puerto de la Cruz que bajé a La Paz a acompañar a María Rosa
Alonso - vive el siglo casi en una residencia vecina - me acerqué a su casa. Le
llevé unas frutas pues la diabetes que padecía le impedía comer dulces. Y el 25
de agosto, festividad de San Luis, rey de Francia, como todos los años, la
felicité. Estaba ya yo malo y la llamé haciendo de tripas corazón. En suma, la
añoro desde que se fue profundamente. Ejercía también de fan literaria mía,
pendiente siempre del corredor. Y muchas Noches hablábamos largamente por
teléfono. De lo divino y de lo humano. Ella me contaba desde los ficus
trenzados que le habían regalado sus yernos, los Martínez, hasta de los
chismorreos de sus nuevas amigas portuenses: la eternamente joven y guapa
Julita Ríos, Lola la de "Tobogán", como ella la bautizó -: apasionada
de la fe Bahai. El punto final de la charla, casi siempre, era una maldad mía.
Como ésta: "¿Qué tal tu cuñado Ángel? ¿Te amenaza con venir?
A los amigos, los escoge uno, a la familia no, es el adagio como
dicen en Cuba - isla a la que, familiarmente, tan vinculada estaba -, María
Luisa Fuentes no era mi prima, ni mi confidente. Era mi hermana.
Acaso, por eso, me siento, ahora, desarropado, inseguro, solo...”
(Bruno Juan Álvarez Abreu)
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