lunes, 16 de marzo de 2015

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA




UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS


PERIODO COLONIAL 1501-1600

DECADA 1501-1510

CAPITULO III-II


Eduardo Pedro García Rodríguez

1504. La metrópoli decide implantar en la colonia de Canarias el infernal Tribunal de la “Santa Inquisición” criminal instrumento creado por la secta católica para aterrorizar a los pueblos sometidos a sus inhumanos métodos catequisadores. Fue su primer Inquisidor, Bartolomé López Tribaldos, nombrado en esas fechas, a partir del cual desfiló durante el tiempo que estuvo vigente este denigrante Tribunal, toda una serie de asesinos torturadores los cuales enumeramos a continuación: 1520.- Inquisidores, D. Martín Jiménez; Ordinario D. Alonso Vivas.1527.-Inquisidores: D Luís de Padilla; Ordinario, D. Gil de Fuentes; Fiscal Juan de Fullana; Secretario, Alonso de San Juan.1576.-Inquisidores: Dr. Brabo de Zayas, y Licenciado Ortiz de Fúnez; Fiscal,  Licenciado José de Armas; Alguacil Mayor, Constantino Cairaco; D. Pedro Salvago, Arcediano de Fuerteventura, Contador; y Alonso Redondo, Portero. 1581.-Inquisidores: Licenciados; Diego Ososrio de Seijas y Juan Lorenzo; fiscal, José de Armas; Alguacil Mayor, Hernan Peraza de Ayala; Contador, D. Pedro Salvago, Arcediano de Fuerteventura; Alonso Valdez, Secretario y Notario Juan Martínez de la Vega. 1589.-Inquisidores: el Sr. Licenciado D. Francisco Magdaleno; Fiscal, Licenciado José de Armas; Alguacil Mayor, D. Diego Sarmiento; José Díaz, Alcaide; Alonso Redondo, nuncio; Juan Rico, Portero; y Juan Martínez de la Vega, Notario. 1594.-Inquisidor: Dr. D. Claudio de la Cueva, que vino para visitador de esta Inquisición; Fiscal, Licenciado José de Armas; D. Diego Sarmiento, Alguacil Mayor; Francisco Ibañez, Secretario; D Pedro Salvago, Arcediano de Canaria, Contador; Alonso de San Juan, Secretario de Secretos; Alonso Redondo, Alcaide; José Díaz. Nuncio; y Juan Rico, Portero. 1598.-Inquisidor:.Licenciado Pedro de Cornino; Fiscal, Licenciado José do Armas; Alguacil Mayor D. Diego Sarmiento; Contador, D. Pedro Salvago, Arcediano de Canaria; Receptor, Alonso de Zurita; Alonso de San Juan, Notario; Alonso Redondo, Alcaide; Juan Rico, Portero; y Juan Martínez de la Vega, Notario. 1603.-Inquisidores, Licenciado D. Pedro de Camino, y Dr. D. Pedro Hurtado de Gavi- ria; Alguacil Mayor, D. Diego Sarmiento; Juan Martínez de la Vega, Notario; Alonso Redondo, Portero. 1611.-Inquisidor, Licenciado D. Pedro Hurtado de Gaviria; Fiscal, D. Juan Franco de Monroy; Receptor, Lorenzo de Zurita; Nuncio Pablo de Quintana; Secretarios, Gaspar Álvarez de Miranda, y el Licenciado Portilla. 1613.-Inquisidores, D. Juan Francisco de Monroy y Licenciado Gonzalo Messia Lobo; Fiscal, Licenciado Gabriel Martínez; Alguacil Mayor, D. Pedro Sarmientos Recepto Lorenzo de Zurita; Contador Cristóbal Cachupin; Alcaide, Bartolomé Martínez; Nuncio, Pablo de Quintana; Notario, Bernardino de Zerpa; y Secretarios, Gaspar Alvarez de Miranda y el Licenciado Portilla. 1626 -Inquisidores, D. Alonso Rincón, y Licenciado Francisco de Santalis; Fiscal, Licenciado, D. G¡lbri~1 Martínez; Bernardino de Zerpa, Notario; Cristóbal Cachupin, Contador; Francisco de Salazar, Alcaide; Pablo de Quintana, Nuncio; Bartolomé Juan Portero. 1629.-Inquisidores, Dr. D. Juan Escobar del Cerro; Visitador, Licenciado D. Alonso del Rincón y D. Gabriel Martínez Pastor; Licenciado D. Francisco Manso Dávila, Fiscal; Hernando del Castillo Olivares, Alguacil Mayor; Licenciado D. Pedro de la Portilla y Gaspar Alvarez de Miranda, Secretarios; Bernardino de Zerpa, Notario, D. Cristóbal Cachupin Contador; Francisco Salazar, Alcaide; Pablo de Quintana, Nuncio; y Bartolomé Xuarez, portero. 1633.-Inquisidores, D, Francisco Manso de Ávila. y D.Francisco Valero de Molina; Fiscal, Licenciado D. Francisco Mesia de Frías y Salazar; Alguacil Mayor, D. Diego Sarmiento de Ayala y Rojas; Secretarios, Lorenzo de Aguilera y Gaspar Álvarez de Miranda. 1643.-Inquisidores, Licenciado D. Francisco Manso de Ávila, Licenciado D. Francisco Mesia de Frías y Salazar, y Dr. D. Diego Vázquez Botello, Fiscal, el Licenciado Rodrigo de Zúñiga y Sotomayor; Receptor, José. Espínola Canino; Secretario, Lorenzo de Aguilera; Contador, Miguel de Collado y Samartin; Portero, Pedro Vázquez  Guerrero. 1649.-Inquisidores: Licenciado D. Francisco Mesia de Frías y Salazar, y Licenciado D. Diego Vázquez Romero; Licenciado D. Rodrigo de Zañiga, Fiscal; Receptor, José Espínola. Cunino, y Secretario Lorenzo de Aguilera. 1652.-Inquisidores, Licenciados D. Francisco Mesia de Frias y Salazar, y D. José Badurán de Osinalde; Fiscal, Licenciado D. Gerónimo de Angulo y Figueroa; Notario, D. José Espínola Canino; Portero, Bartolomé Xuarez; Secretario, Miguel de Collado Samartin. 1669.-lnquisidores: Licenciado D. Francisco Mesia de Frías y Salazar, y Dr. D. Fran- cisco Porteros de la Vega; Fiscal, D. Pedro de Nieva y Cuenca; Contador, Licenciado D. Juan de Cabrejas; Miguel de Collado Samartin, que hace de Alguacil Mayor; D. Luís de Ascanio, Receptor; Licenciado D. Bartolomé Estacio, Notario; Simón Rivero, Alcaide; y Licenciado D. Miguel Xuarez de Miranda, Secretario. 1673.-Inquisidores, Doctores D. Francisco Porteros de la Vega, y D. Pedro de Nieva y Cuenca, Fiscal, Licenciado D. Jacinto Venegas y Figueroa; Alguacil Mayor, D. Miguel de Collado Samartin; Secretario, D. Manuel de Cevallos; Contador, D. Juan Cabrejas; D. Bartolomé Estacio, Notario de Secuestros; Simón Rivero, Alcaide; y Juan Naranjo, Nuncio. 1676.-lnquisidores, Doctores, D. Pedro de Nieva y Cuenca y D. Jacinto Venegas y Figueroa; Fiscal, Dr. Miguel de Medrano; Secretario, D. Manuel de Cevallos; Contador, D. Juan de Cabrejas; Simón Rivero y Juan Naranjo, Alcaide y Nuncio. 1685.-Inquisidores: Licenciados, D. Jacinto Venegas y Figueroa y D. Francisco Álvarez de Lugo; Fiscal Dr. D. Alfonso Rosado; Notario de Secuestros, D. Simón Jorge Perera; Alcaide de las Cárceles secretas Simón Rivero; D. Juan Naranjo, Nuncio; D. Francisco Pineda, Portero; D. Diego de Madrigal y Valdés, Secretario. 1689.-Inquisidores: Licenciado D. Francisco Álvarez de Lugo y Dr. D. Andrés Romero Suárez Calderín; Fiscal, D. Pedro de Soto; Alguacil Mayor, D. Pedro de Alvarado y Orellana; Receptor, D. Luís de Ascanio; Alcaide, Simón Rivero; Nuncio, D. Juan Naranjo; Portero, D. Francisco de Pilleda; Secretarios, D. Diego de Madrigal y D. Diego Francisco de Carbajal. 1705.- Inquisidores: Dr. D. Bartolomé Benítez de Lugo y Licenciado D. Juan Corbacho; Alguacil Mayor, D Pedro de Alvarado y Orellana; Secretarios, D. Diego Francisco de Carbajal y D. Juan del Saz; Receptor y Alcaide, Simón Rivero; D. Simón Jorge Perera, Notario de Secuestros; D. Pedro Tomás Ritmos, Contador; D. Bartolomé Lesur de la Torre: Nuncio; y D. Pedro Hernández Lozano, Portero. 1713.-Inquisidores: Licenciado D. Juan Corbacho, y Licenciado D. Baltazár Manuel Villarejo y Ramírez; Fiscal, D. Bernardo Miguel de Quiros; Alguacil Mayor, D. Pedro de Alvarado y Orellana; Receptor, D. Jacinto Falcón y Valdez; Notario de Secuestros, D. Simón Jorge Perera; Nuncio. D Bartolomé Lesur de la Torre; Portero. D. Pedro Hernández Lozano; Secretarios. D. Diego Francisco Carbajal y D. Juan del Saz. 1715.-Inquisidor: D. Diego Fermín de Bulanza; y Fiscal D. Juan García de la Yedra; Alguacil Mayor, D. Pedro de Alvarado y Orellana; Receptor, D. Jacinto Falcón y Valdez; Notario de Secuestros, D. Simón Jorge Perera; Nuncio, D. Bartolomé  Lesur de la Torre; Secretarios, D. Diego Francisco de Carbaja1 y D. Juan del Saz. 1721.-Inquisidores: Licenciado D. Juan Eusebia de Campomanes Omaña, y Licenciado D. Manuel Guemez de Orcacitas; Fiscal, D. Diego Francisco de Carvajal; Alguacil Mayor. D. Pedro Alvarado Orellana; Receptor, D. Jacinto Falcón y Valdez; Notario de Secuestros, D. Simón Jorge Perera; Contador, D. Pedro Tomás Ramos Bravo y Wandames; Nuncio, D. Bartolomé Lesur de la Torre; Portero, D. Diego Naranjo; Secretario, D. Juan del Saz.  1729.-Inquisidores: Licenciado D. Manuel Guemez de Orcacitas y Licenciado D. Juan Bautista Rodríguez de Burnaga; Alguacil Mayor, D. Pedro de Alvarado y Orellama, D. Juan del Saz y D. Francisco Antonio Texera, Secretarios; D. Domingo Ramos Bravo, Contador; D. Francisco Naranjo, Alcaide de las Cárceles secretas; D. Bartolomé Lesur de la Torre, Receptor y Nuncio. 1734.-Inquisidores: Dr. D. Juan Baltazar de Lozaysa y Chaves, Licenciado D. Pedro Ramírez Villalón, y Licenciado D. Gabriel Morgado y Chaves; Alguacil Mayor, D. Pedro Alvarado y Orellana; D. Domingo Ramos Bravo, Contador; D. Juan de Abudia, Receptor: D. Francisco Monzón, Nuncio; D. Juan de la Cueva, Portero; D. Juan del Saz y D. Melchor de Castroviejo, Secretarios. 1740.-Licenciado D. Felipe Muñoz, y D. Francisco Solano Sta. Cotoma, Inquisidores; D. Juan del Saz, que hace de Alguacil Mayor; D. Juan Naranjo, Receptor; D. Domingo Ramos Bravo, Contador; D. Francisco Monzón, Nuncio; D. Fernando Pérez y D. Melchor de Castroviejo, Secretarios. 1745.-Inquisidores, Licenciado D. José de Otero y Coris, y D. Francisco Solano y Santa Coloma; D. Juan del Suz Alguacil Mayor interino; D. Gabriel Vazquez de Arce, Fiscal; D. Domingo Ramos Bravo, Contador; D. Juan Naranjo, Receptor; D. Francisco Monzón, Nuncio; D. Fernando. Pérez, Secretario. 1755.-Inquisidores, Dr. D. Juan Guerrero y Berrio, y Dr. D. Bernardo Loygorri y Virto; Alguacil Mayor, D. Baltazar de Llerena, Contador, D. Domingo Ramos Bravo; Receptor, D. Juan Naranjo de Quintana; Nuncio, D. Dionisio Treviño; Secretario, D. Fernando Pérez. 1758.-Inquisidores, Dr. D. Bernardo Loygorri y Virto, y Licenciado D. José Domingo Martínez de Hermosa; Alguacil Mayor, D. Baltazar de Llarena; Contador, D. Manuel del Río y Loreto; Nuncio, D. Dionisio Treviño y Frías; Portero, D. Antonio Suárez Naranjo; Receptor D. Juan Naranjo; Secretario, D. Fernando Pérez. 1764.-Inquisidores, D. Juan Martínez Nubla, y Licenciado D. Agustín Cevallos y la Riva, Alguacil Mayor, D. Baltazar Llarena; Contador, D. Manuel del Río y Loreto, Depositario, D. José Gabriel Russell; Alcaide, D. Antonio Suárez Naranjo; Nuncio, D. Dionisio Treviño y Frías; Secretario, D. Fernando Peláez. 1770.-Inquisidor: Licenciado D. Agustín Ceba llos y la Riva; Fiscal, Licenciado D. Alfonso Molina y Santaella; Alguacil Mayor  D. Baltazar de Llarena; Contador, D. Manuel del Río y Loreto; Nuncio, D. Dionisio Treviño de Frías; Depositario, D. José Gabríel Russell; Secretarios, D. Fernando Pérez y D. Manuel de Retolaza. 1773.-Inquisidor, Licenciado D, Alfonso de Molina y Santaella; Fiscal, D. Bruno de Haro y Salazar; Alguacil Mayor, D. Baltasar  de Llarena; Depositario, D. José Gabriel Rusel; Secretarios, D. Fernando Pérez y D. Manuel de Retolaza. 1775.-Inquisidor, Licenciado D. Alonso de Molina y Santaella; y D. Bruno Antonio de Haro y Salazar; Fiscal, D. Gregorio Faustino de Bolaños; Alguacil Mayor, D. Baltasar de Llarena; Nuncio, D. Dionisio Treviño; Alcaide, D. Antonio Suárez; Portero, D. Juan Rodríguez de las Llagas; Secretario, D. Manuel de Retolaza. 1778.-Inquisidores; D. Gregorio Faustino de Bolaños, y Dr. D. Fernando García de la Prada; Alguacil Mayor, D. Baltazar de  Llarena; Nuncio, D Dionisio Treviño; Secretario de Secuestros, D. Antonio Agustín de Padilla; Alcaide, D. Juan Rodríguez de las Llagas; Secretario, D. Manuel de Retolaza. 1780.-Inquisidores, Dr. D. Fernando García de la Prada, y Licenciado D. Antonio de Mota; Secretarios, D. Dionisio Treviño, y D. Manuel de Retolaza; Alcaide, D. Tomás Suárez Navarro; Portero, D. Juan Rodríguez de las Llegas. 1784.-Inquisidores, Licenciado D. Antonio Maria de Galarza y D. Cándido Toribio de Alarilla; Secretario de Secuestros, D. Juan Rodríguez de la Vega; D. Tomás Suárez Navarro, Portero; Secretario de Secreto, D. Manuel de Retolaza. 1788.-Inquisidores, Licenciado D. Cándido Toribio de Alarilla, y Doctor D. Francisco Javier Sains de Escalera; Secretarios D. Manuel de Retolaza y D. Dionisio Treviño y Frias; Secretario de Secuestros, D. Juan Rodríguez de la Vega; Alcaide, D. Juan Navarro. -.Inquisidores, Licenciado D. Cándido Toribio de Alorilla, y Doctor D. José Francisco Borbujo y Rivas; Secretarios, D. Dionicio Treviño y D. Manuel de Retoloza; Receptor, D. Domingo Galdos; Alcaide, D. Juan Navarro.  1803.-Inquisidores, Dr. D. José Francisco Borbujo y Rivas, y D. Antonio Fernando Echanove; Receptor, D. Domingo Galdos; Secretario de Secretos, D. Pedro de Retolaza; Alcaide, D. Juan Navarro; Secretario, Fray Luís Vázquez de Figueroa.  1819.- Inquisidor, Dr. D. Ramón Gregório Gómez; Secretario; D. José de Acosta.

De los quemados, reconciliados y penitenciados por la inquisición española en Canarias desde su instalación hasta su extinción, fueron: Quemados en persona. 11. Quemados en estatua 107. Reconciliados. 498. Penitenciados. 1647. Totales 2263. (Agustín Millares; 1981)

1504. […] Otro documento, también de grande interés, debemos a la vigilancia del mismo Tribunal (de la Inquisición). En su afán por averiguar el origen y descendencia de todas las familias de las monarquías autóctonas Canarias, ordenaba en 1504 al Licenciado Bartolomé López de Tribaldos, único Inquisidor entonces de las Canarias, la formación de un padrón general referente a estas islas que comprendiese, con la debida separación, los españoles, indígenas y moriscos y los esclavos de Guinea y Berbería. El padrón se levantó y fue dirigido a Sevilla, sin dejar desgraciadamente copia alguna en el archivo de Las Palmas.

Generalmente se ha creído que la raza primitiva isleña desapareció poco después de la conquista, diezmada por las privaciones, los trabajos de una forzada servidumbre y la deportación,.llegando tal vez sus escasos restos a fundirse con las últimas capas sociales de la población advenediza que vino a repoblar su suelo, perdiéndose de este modo el tipo característico de su origen.

Este error, en que han incurrido escritores eminentes nacionales y extranjeros por no haberse detenido a examinar con atención los datos que abundantemente proporcionan los archivos públicos y privados del Archipiélago, está hoy plenamente reconocido y se comprueba suficientemente a la luz de la investigación histórica, siendo numerosos y fehacientes los datos y noticias sobre los cuales puede establecerse la autenticidad de nuestra afirmación.

Desde luego, un observador atento e ilustrado distinguirá en la raza que hoy puebla las
Canarias el tipo español, más o menos mezclado con la sangre árabe-ibérica, y el indígena, adulterado con frecuencia como aquél con la sangre de las diversas razas bereber, judía y negra que, sucesivamente, han venido a cruzarse con ella sobre el suelo isleño. Mas a pesar de esta adulteración que ha ido siempre en progresión creciente, el tipo primitivo, siguiendo la ley de la herencia, descuella siempre como originario, apa- reciendo de generación en generación los rasgos típicos de su fisonomía, el color de su piel, el de sus ojos y el matiz especial de su cabello.

Muchos son los documentos que, a raíz de la conquista, vienen a demostrar la fusión de las dos razas, vencida y vencedora, sus alianzas, su influencia en la colonización del país y las ramificaciones que entre el pueblo y la nobleza se establecieron como producto de esa misma unión.

Los libros de datas o repartimientos conservan en sus páginas auténticos comprobantes
de estos procedimientos, y hasta en las primeras crónicas hallamos también numerosas indicaciones que nos autorizan a creer que, la nobleza indígena, no fue del todo relegada al olvido por aquellos a quienes se encargó la división del suelo. En efecto, desde la remota rendición de Lanzarote podemos observar que, el desgraciado rey Guadarfia, solicitó de Juan de Bethencourt la concesión del lugar donde había de fijar su residencia, con algunas tierras de labor necesarias al sustento de su familia. El barón normando, haciendo justicia a tan modesta pretensión, donó al despojado rey el castillo de Zonzamas con la condición de no poder nunca fortificarlo, añadiendo trescientos acres de tierra y bosque sujetos al impuesto del quinto que había señalado como contribución general a todos los nuevos propietarios, con reserva sólo de la orchilla.

Guadarfia quedó muy satisfecho con esta dádiva, añaden los capellanes de Bethencourt, porque nunca creyó obtener tanto ni tan bueno.

Los dos reyes de Fuerteventura recibieron a su instancia casas y hogar y un lote de 400 acres de terreno, con lo que ambos quedaron también al parecer indemnizados.

La historia no nos ha transmitido el reparto que se hiciera a los jefes subalternos de esas islas, únicas entonces conquistadas, pero debemos suponer que recibieron algunas tierras donde apacentar sus ganados y depositar sus semillas, porque siendo escaso el número de colonos europeos y considerando como hecho indubitado la tranquilidad que sucedió a la conquista, es casi evidente que no fue vulnerado el derecho de propiedad de que disfrutaban los isleños, pues de lo contrario se hubieran suscitado sublevaciones, quejas y conflictos cuyo recuerdo hubiera llegado de algún modo hasta nosotros.

Después de la rendición de Gran Canaria, el rey D. Fernando Guanarteme obtuvo el tér-
mino de Guayedra, laderas áridas y desoladas que se extienden más allá de Agaete, y cuando llegó el momento de la rendición de Tenerife, los reyes de aquella isla recibieron de Alonso de Lugo numerosas datas de que también participó el rey de Canaria y los guerreros que le acompañaban, prestando relevantes servicios a aquel
general.

La costumbre establecida de recibir los indígenas en el bautismo el nombre de sus padri-
nos y protectores y la de castellanizar, traduciéndolos, los sobrenombres con que se distinguían entre los suyos; dio lugar posteriormente a que fuese de una dificultad casi insuperable la investigación de sus filiaciones y la correlación exacta de sus complicadas y numerosas alianzas. Sin embargo, el estudio más detenido de esas mismas antigüedades ha principiado a ilustrar esta parte tan oscura de la historia isleña, porque conocidos algunos de aquellos enlaces ha sido menos difícil deducir la veracidad de otros y asentar sobre bases más sólidas la afirmación antes enunciada de que, la raza autóctona, constituyó el fondo de la población del Archipiélago después de conquistado, sin que hubiese desaparecido total ni parcialmente como antes había llegado a supo-nerse.

Ejemplos nos ofrece, desde los albores de la conquista, el primer y despótico señor de las islas menores, Maciot de Bethencourt, cuando se unió legítimamente con Teguise, hija de Guadarfia, demostrando con este enlace a normandos y españoles el aprecio que le merecía la raza subyugada. Otro pariente suyo, que llevaba el nombre de Maciot Perdomo de Betancor -hijo de Arriete Perdomo y de Margarita de Bethencourt, naturales de Normandía-, hallándose en Lanzarote y siguiendo tan notable ejemplo, obtuvo por esposa a la infanta canaria Thenesoya Vidina, que se llamó Luisa en el bautismo católico, célebre por su rapto en los Bañaderos y de cuyo enlace pretenden descender muchas hidalgas familias del Archipiélago.

En Gran Canaria casó la hija de Guayasen el Bueno, de quien fue tutor el Guánarteme D. Fernando, con Bernando de Guzmán uno de los conquistadores, hijo de Alonso Pérez de Guzmán-, natural de Toledo, señor de Batres y Alenvillet, habiendo trocado en el bautismo católico su nombre de Arminda por el de Catalina; y la hija legítima del Guanarteme, la infanta Guayarmina, que llevó luego el nombre de Margarita, casó con Miguel de Trexo Carvajal, hijo de Alonso Pérez Carvajal, señor de Grimaldo y la Corchuela y de Elvira Fernández Trexo.

Otra isleña de Gran Canaria, hija hermosísima del guaire Utindana o Autindara -her-
mano éste de Thenesoya--, que recibió en el bautismo católico el nombre de doña Catalina Fernández Guanarteme, casó con el capitán Francisco de Cabrejas, que obtuvo como conquistador extensos repartimientos de tierras y aguas en Gáldar y de cuyo enlace hay numerosa descendencia.

Sancho de Berrera, llamado «el viejo», hijo de Diego de Berrera y de doña Inés Perazá:
señor que fue de las islas de Lanzarote y Fuerteventura, había casado por el mismo tiempo en primeras nupcias con doña Violante de Sosa, hija del señor de la villa de Fernán Núñez, de quien no tuvo sucesión, heredando su estado y señorío una hija natural que hubo en doña catalina de Fía, hija de Guillén de Fía, nieto éste del rey de Lanzarote, Luís Guarfia. Esta niña, que tal vez legitimó -según las costumbres de aquellos tiempos y aún cuando hubiera nacido viviendo su legítima esposa-, se llamó doña Constanza Sarmiento, que casó con su primo Pedro Femández de Saavedra, tronco de los marqueses de Lanzarote y de los señores de Fuerteventura. Enlazados luego con la primera nobleza de España, son hoy sus últimos representantes los marqueses de Bélgica y los condes de Santa Coloma.

Al rendirse la isla de Tenerife, el rey Bencomo de Taoro dejaba también dos hijas. Dácil, cantada por Viana en su poema heroico, eligió el nombre de Mencia y casó con Gaspar Hemández (Adxoña), rey que había sido de Abona, y María, que era el nombre de la segunda, se enlazó con Juan Doramas, hijo del célebre guerrero de este nombre. La princesa Dácil, o sea doña Mencia, hubo de su citado matrimonio una hija llamada Catalina que fue la casada con el capitán de caballos Hernán García del Castillo, dando lugar con este enlace a la ficción poética de Viana.

Después de la rendición de los reyezuelos de Tenerife, cada uno tomó un nombre especial, habiéndonos conservado la historia algunos de estos nombres. El rey Bencomo se llamó Cristóbal; el de Anaga, Pedro de los Santos; el de Güímar, Juan de Candelaria; el de Tacoronte, Fernando; el de Abona, Gaspar Hernández; el de Icod, Blas Martín; el de Tegueste, Antonio; el de Daute, Gonzalo; el de Adeje, Diego. Este último casó con una señora de la familia del Adelantado, llamada doña Catalina de Lugo, de cuyo consorcio hubo varios hijos. Entre éstos se cita a doña María de Adexe y Lugo, que se unió con el príncipe guanche Pedro de Adexe y, en segundas nupcias, con el isleño Andrés de Llerena.

El ilustre guerrero Maninidra –hermano del guanarteme D. Fernando, conocido des-
pués de su bautismo católico con el nombre de Pedro, que tanto cooperó a la conquista de Tenerife donde obtuvo un buen repartimiento, dejó a su muerte, ocurrida en las vecinas playas del continente, dos hijos llamados Pedro e Inés. Pedro casó con María de León, natural de Canaria, e Inés con Miguel González, de la misma procedencia, siendo de notar que de este último enlace nació Agustín Delgado, héroe famoso en América a quien tantas veces cantó Castellanos en sus «Elegías de varones ilustres de Indias» y Herrera en sus «Décadas».

Ibone de Armas, hijo del rey de armas Juan Negrín, indígena de La Gomera, representó también un brillante papel en las guerras de la conquista, obteniendo como otros canarios mercedes de hidalguía y repartimiento de tierras con
escudo de armas.

Guillén. Castellano, casado con María Perdomo, intérprete de Lugo en la conquista de Tenerife y conquistador de Gran Canaria y La Palma, era también isleño y fue progenitor por la línea materna del maestre de campo Gonzalo de Jaraquemada, que obtuvo el título de Regidor de La Laguna en 20 de octubre de 1497.

Entre los guerreros naturales de la Gran Canaria que acompañaron a Alonso de Lugo a
Tenerife, son de notar los cuatro hermanos Pedro García, Juan Prieto (Moreno), Alonso Pérez y Rodrigo Alvarez, inscritos en los libros de datas de aquella isla con cuantiosos donativos inmuebles que revelan la importancia de sus servicios. Pedro García era llamado el Comendador, y estaba casado con otra isleña de Canaria, Isabel García, ennoblecidos ambos y su numerosa descendencia con diplomas de hidalguía y brillantes escudos de armas.

También entre los apellidos españoles adoptados por los bautizados isleños, encontramos los de Mena, León, Vera, Lugo, Alcubilla, Cabrera, Beltrán, Magdaleno, Ramos, Camacho, Armas y otros mil que sería prolijo enumerar. Algunos, sin embargo, eran traducción de sus sobrenombres, como las casas de Dara o Tara –dialecto de la Gran Canaria- o la Sierra de Bentagaire, eligiendo otros el de la localidad donde habían
nacido o el título de nobleza o apodo que llevaban antes, como Guanarteme, Bencomo, Doramas, Tahodio, Tegueste, Daute, Maninidra y Bendidagua.

Es pues indudable, que los naturales de estas islas, cuyo valor, rango y condiciones personales les hizo distinguir del resto de la raza conquistada, después de haber sido poderosos auxiliares de los conquistadores formaron parte de la población isleña, obteniendo valiosas extensiones de terreno, empleos honoríficos y cartas de hidalguía, tan codiciadas en el siglo XVI por el fuero, distinción y respeto que producía a los agraciados.

Hubo, no obstante, muchos indígenas que, desconociendo el valor de la propiedad inmueble o dedicados desde su infancia a apacentar sus ganados -empleo que para ellos nada tenía de innoble, cayeron luego en el descrédito y se confundieron con las últimas capas sociales por haber ignorado los elementos de que se componía la nueva sociedad en que ingresaban.

Esta alternativa de buena y mala fortuna produjo múltiples alianzas que levantaron o hi-
cieron descénder a los representantes de la raza canaria, según la extensión e importancia de las datas que les habían caído en suerte.

Todavía un siglo después de la rendición de Tenerife, el P. Fr. Alonso de Espinosa decía hablando de los guanches: «Los naturales desta Isla, no exceptuando a los de las otras pues todos creo tuvieron un principio y origen, fueron gentiles hallólos el Evangelio desembarazados y produjo varones aprobadísimos y de gran celo de tanto religión y cristiandad, varones de ingenios delicadísimos y caudalosos, así en las humanas como
en las divinas letras esmerados, varones que no sólo con la toga, no sólo con el bonete, más también con la espada han mostrado su valor y la virtud de sus antepasados.

A pesar de la autorizada opinión de Espinosa, creemos que los canarios convertidos no disfrutaban en general de los beneficios y garantías de la raza conquistadora. Es tristemente cierto que, en las pruebas de nobleza exigidas para ingresar en los colegios mayores, era necesario acreditar no ser descendiente de canario, morisco ni judío, cuya disposición debió influir poderosamente en las poblaciones isleñas para ocultar su verdadera filiación, excepción hecha de esas familias antes citadas y otras que pudiéramos recordar, descendientes de los guanartemes y menceyes, las cuales habían sido desde luego ennoblecidas, ocupando ya por sus alianzas una posición excepcional.

La Inquisición contribuyó también por su parte a producir aquel triste resultado, pues se apresuró a inscribir en sus secretos registros a los conversos canarios, mirándolos con suspicaz desconfianza. El temor de aparecer en esas odiosas listas y sufrir las amargas decepciones que eran su inevitable consecuencia, contribuyó lastimosamente a la ocultación de los apellidos «notados», a la suplantación de padres y abuelos ya la invención de árboles genealógicos tan fantásticos como ridículos.

No era, sin embargo, empresa fácil sorprender la vigilancia de los ministros del Santo Oficio ni alterar las ocultas fuentes donde aquellos recogían tan importantes noticias, ya esta incansable persecución debemos hoy los datos más auténticos sobre la existencia, alianzas y filiaciones de la raza convertida.

El registro donde se daba asiento a los que aquel tribunal marcaba con su sello de reprobación, salvado milagrosamente de las injurias del tiempo, nos suministra un nuevo y curioso «Nobiliario» cruzado de numerosas líneas «canarias», producto de la unión de ambas razas y extraño a todas las relaciones oficiales de los libros genea-lógicos, nobiliario que hace desviar con frecuencia y enturbia el sereno río de noble sangre que corre por las venas de algunas familias del Archipiélago, que debieron considerar esto como más honroso para ellas.( Agustín Millares Torres; 1977 t. I:186-91)


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