lunes, 16 de marzo de 2015

LOS ALZADOS DE LA PALMA DURANTE LA GUERRA CIVIL



Salvador González Vázquez

Introducción


En 1948, tras una travesía azarosa de treinta y tres días, el viejo pesquero Emilio alcanzó al puerto de Güiria, en Venezuela, con cincuenta y un canarios a bordo. Los emigrantes, clandestina mente, habían partido desde Tenerife con la esperanza de sustituir la miseria que se había enquistado en el Archipiélago por un porvenir mejor en América.

La búsqueda de libertad, también, les animó a afrontar la aventura arriesgada de cruzar el océano Atlántico de lado a lado. No en vano, muchos de los viajeros militaron en organizaciones de izquierdas durante la II República y, posteriormente, padecieron la represión ejecutada por el régimen del general Francisco Franco, en los años de la Guerra Civil y de la Postguerra.

De hecho, cuando arribaron a Venezuela, los recién llegados manifestaron a los periodistas locales que “el motivo de su salida de España” había sido escapar del “terror franquista”. Los isleños mencionaron a unos impresionados reporteros los nombres de seis compañeros de la isla de La Palma que, hacía “largo tiempo”, habían sido “asesinados por el gobierno del dictador Franco”: Ismael Hernández, José Miguel Pérez, M. Zamora (en realidad, Agustín Zamora), Graciano Batista y Víctor Terraza (en realidad, Víctor Ferraz)1.

Este trabajo pretende indagar qué ocurrió a las personas recordadas por los emigrantes canarios y a otras más que perecieron de forma violenta en la isla de La Palma durante la contienda española.

Los archivos militares, los fondos penitenciarios, los testimonios orales y las memorias personales de quienes vivieron estos acontecimientos conforman el armazón de fuentes que em- plearemos para establecer la secuencia de los hechos e intentar explicar sus causas.

La palabra “alzado” aparecerá a menudo en las páginas del libro. Con este término, nos referiremos a los defensores de la República que se refugiaron en los montes tras desembarcar en La Palma tropas sublevadas contra el Gobierno.

En el pasado, ya se había empleado este vocablo para designar fenómenos de huida, desacato o resistencia respecto a los poderes establecidos. Cinco siglos antes, se llamó “alzados” a los aborígenes que se escondieron en el interior de la Isla, al consumarse la conquista castellana. Más recientemente, en la Guerra de Independencia de Cuba (1895-1898), se conoció de este modo a los isleños que marcharon a las selvas y a los montes para sumarse a los guerrilleros independentistas que combatían al Ejército español.

Durante la Guerra Civil, el bando nacional impuso este nombre a los izquierdistas que se ocultaron en el interior abrupto de La Palma. La procedencia del término conlleva que encierre las acepciones de prófugo y de rebelde. Ninguno de los dos sentidos se ajustan con rigor a la naturaleza de lo ocurrido, pero la expresión caló entre los coetáneos de ambos bandos y esta circunstancia obliga a los investigadores a asumirla. No obstante, las comillas enmarcarán el uso del vocablo “alzado” en este texto para indicar que incluye una proyección histórica que difiere del significado asignado por las fuerzas perseguidoras.

1. Los antecedentes

1.1. La II República en La Palma (14 de abril de 1931-25 de julio de 1936)2

Al proclamarse la II República, en La Palma, coexistían tres fuerzas políticas y sociales. En primer lugar, encontramos la Conjunción Democrático, Social, Conservadora, dirigida por el gran propietario José Miguel Sotomayor. Sus seguidores provenían del Partido Conservador, hegemónico durante la etapa de la Restauración (1875-1923). En segundo lugar, actuaba el consorcio formado por liberales y republicanos, aglutinado en torno a la figura del abogado Alonso Pérez Díaz. Este colectivo, conocido como “alonsista”, se encuadraría, en pocas semanas, en el Partido Republicano Palmero. En tercer lugar, hallamos el incipiente movimiento obrero de tendencia marxista. Sus componentes acababan de fundar la Federación de Trabajadores (1930) y la Agrupación Socialista (1931). Su principal referente era el maestro José Miguel Pérez y Pérez.

La democracia inició su andadura en la Isla apoyada en un consenso que iba de la adhesión del conjunto progresista (liberales, republicanos y socialistas) a la avenencia del colectivo conservador. Esta conformidad se cimentaba en las ilusiones que el régimen recién instaurado despertaba en una parte considerable de la población, esperanzada en que la República remediara los problemas del país y, por extensión, despejara el futuro de los palmeros.

1.1.1. La evolución del conjunto conservador de la sociedad palmera

El Partido Conservador representó los intereses del caciquismo dominante en La Palma hasta 1923, año en que el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado para hacerse con las riendas de la Nación, que conllevó la postergación de las orga- nizaciones políticas prexistentes. Los dirigentes conservadores resolvieron esta contrariedad integrándose en la nueva fuente de poder: la Unión Patriótica, el partido único de la Dictadura. Siete años más tarde, la marcha del dictador al exilio abrió un periodo de transición que los círculos caciquiles de la Isla afrontaron desmarcándose del régimen militar y fundando la Conjunción Democrático, Social, Conservadora.

El manifiesto que la popularmente llamada “Conjunción” difundió, en septiembre de 1930, precisó su posición ante el convulso momento que atravesaba España. Los “conjuncionistas” criticaban a los gobiernos de la Dictadura porque su mala administración había dejado al país sumido en la inestabilidad.

Asimismo, pese a que sus intereses prevalecieron durante la Restauración, reconocían que retornar al desprestigiado sistema de oligarquía y caciquismo no corregiría los problemas que atenazaban al País. A su entender, era hora de instaurar una democracia moderada capaz de ganarse la voluntad de un porcentaje amplio de la población. Su manifiesto proclamaba que acatarían los dictados de la soberanía nacional. En realidad, consideraban “accidentales” las formas de gobierno. Lo esencial era que se garantizasen principios básicos para la sociedad conservadora como la propiedad o la religión.
Poco tiempo después, el triunfo republicano en las elecciones municipales celebradas en abril de 1931 acabó con la monarquía. En medio del desconcierto, los líderes conservadores decidieron disolver la “Conjunción” y dejar paso a la marea popular que traía la democracia3.

Sin embargo, con el transcurso de los meses, un sector creciente del conjunto conservador vio frustradas sus esperanzas de que la democracia trajese orden y estabilidad al país. La élite social procedente de la Restauración valoró negativamente que las reformas impulsadas por los ministros republicanos y socia- listas se hicieran a costa de sus patrimonios y en detrimento de sus principios ideológicos, sin que ello sirviera para enderezar el rumbo nacional.

De entrada, los antiguos caciques comprobaron cómo menguaba su influencia política al perder el control de la Delegación del Gobierno, del Cabildo Insular y de los ayuntamientos, organismos que pasaron a manos de sus competidores del Partido Republicano Palmero. Además, como mayores propietarios multifundistas, se vieron amenazados por una reforma agraria que pudo suponerles expropiaciones, pérdidas de aquellas par celas que llevaban arrendadas más de doce años y aumento de las contribuciones devengadas por sus posesiones. Igualmente, la Iglesia, institución con un importante arraigo entre los palmeros, se sintió acosada por las disposiciones del Gobierno en materia religiosa, hasta el punto de transmitir a sus feligreses que consideraba su pervivencia en peligro. Por añadidura, buena parte de la patronal isleña tampoco asimiló que la legislación impulsada por los ejecutivos progresistas diera a las organizaciones obreras el predominio en el mundo laboral.

El descontento generado por la evolución de la República alentó la movilización de la sociedad de derechas. Los caciques desplazados del mando político y una jerarquía eclesiástica a la defensiva activaron sus clientelas y sus feligresías para unirlas a los patronos disgustados y fundar Acción Popular (1932). El nuevo partido se proponía erigirse en una potente organización de masas, capaz de vencer en las urnas, para, una vez en el poder, desmantelar las reformas republicanas que amenazaban los patrimonios y el modo de vida de las clases conservadoras.

No obstante, un grupo minoritario dentro de este entorno social estimó que crear agrupaciones de derechas válidas para disputar elecciones en un marco democrático no era la respuesta idónea. Bajo su diagnóstico, la democracia siempre dejaría las puertas abiertas a las fuerzas que amenazaban a la Religión, la Patria y la Propiedad, sus valores más preciados. En consecuencia, desde 1933, se decantaron por la alternativa fascista de Falange Española, partidaria de derribar la República.

En las elecciones generales de noviembre de 1933, la reactivación de la sociedad conservadora dio la victoria a la Unión de Derechas palmera, coalición que en La Palma encabezaba Acción Popular.

Durante el Segundo Bienio (1933-1935), la llegada al Gobierno de la alianza formada por el Partido Republicano Radical y la Confederación Española de Derechas Autónomas supuso una reconfiguración de la República favorable a los postulados conservadores. Por un lado, el nuevo ejecutivo emprendió una política represiva más intensa con el propósito de cortar la expansión de las organizaciones obreras. Igual que ocurrió en el resto del Archipiélago, sobre todo, tras la Revolución de Asturias (1934), los sindicatos palmeros fueron clausurados, algunos miembros de sus directivas encarcelados y su prensa censurada. Por otro lado, la patronal pudo desviar los perjuicios de la crisis económica sobre los trabajadores al disminuir los niveles salariales, al aumentar la jornada laboral y al disponer de una mayor libertad de contratación y despido.

Sin embargo, el poder se volvió a escapar de las manos a la Derecha tras la victoria de Frente Popular en las elecciones generales de febrero de 1936. Cinco años después del advenimiento de la II República, el conjunto conservador de la sociedad isleña contemplaba como una perspectiva insoportable la reedición del gobierno progresista que rigió el país entre 1931 y 1933. Máxime, cuando comprobaron que las Izquierdas disponían de los recursos para llevar a cabo su programa: el respaldo gubernativo, un parlamento favorable y unas organizaciones sindicales y políticas mucho más expertas y consolidadas. Las asociaciones adscritas al Frente Popular controlaban las instituciones públicas, la calle y el mundo laboral. Definitivamente, los grupos dirigentes de la sociedad y de la política durante la Restauración parecían perder su preeminencia.

Semanas después de las elecciones, en marzo de 1936, el general Francisco Franco asumió la Comandancia General de Canarias. Su nombramiento situó al Archipiélago en la primera línea de la conspiración que se estaba gestando contra el Gobierno de la República en todo el territorio nacional. El Comandante General de Canarias sondeó entre antiguos caciques y dirigentes de la derecha el respaldo social que una sublevación militar podría congregar en las Islas. En Santa Cruz de La Palma, Los Llanos, San Andrés y Sauces y Breña Alta se concertaron reuniones clandestinas a las que asistieron miembros de los colectivos inquietos por el programa del Frente Popular. A partir de aquel momento, los falangistas intensificaron su actividad por toda la Isla. En junio de 1936, miembros de la Falange y de la Unión de Derechas palmera se citaron en el despacho de uno de sus principales directivos y acordaron confirmar su apoyo al golpe de estado que se preparaba. En los días siguientes, llegaron al cuartel insular varias cajas con cincuentas fusiles, destinadas a armar los civiles escogidos para secundar la sublevación militar. El 11 de julio, Falange realizó su acción más espectacular. La mañana de ese día, todos los ayuntamientos de la Isla amanecieron con la bandera fascista ondeando en sus fachadas.

1.1.2.  La evolución  del  conjunto   progresista entre 1931 y 1936

Por su parte, los republicanos y los sindicalistas marxistas entra- ron en la II República de la mano. Entre ellos existía un consenso basado en el deseo de apuntalar un régimen democrático que traería libertades y derechos a los ciudadanos; que mejoría las condiciones de vida de los trabajadores y, algo fundamental, que impulsaría un gran plan de obras públicas (carreteras, túnel de La Cumbre, desarrollo del puerto capitalino), capaz de modernizar la Isla, a la par que disminuir el desempleo. De esta forma, las esperanzas depositadas en la democracia reformista soldaron al colectivo progresista de la sociedad palmera en un acuerdo que sirvió para asentar la República en el medio insular.

Sin embargo, en pocos meses, la sintonía se rompió. Los sindicalistas palmeros, de mayoritaria tendencia comunista, entendieron que las reformas de la II República no cumplían las expectativas de los trabajadores. En primer lugar, debido a que el plan de obras públicas diseñado para La Palma se interrumpió antes de empezar y las construcciones que se iniciaron no fueron suficientes para sostener la economía insular, de modo que el desempleo creció hasta superar los 5.500 parados. En segundo lugar, por el descontento que produjo entre las organizaciones obreras la no aplicación de la Reforma Agraria en Canarias. En tercer lugar, a causa de los episodios represivos contra asociaciones de trabajadores que se sucedieron por todo el País, y que, en las Islas, culminaron, en 1933, con los sucesos de Hermigua.

Sobre todo, fue el escenario socioeconómico, marcado por el aumento del paro y el cierre de la emigración a América, la razón que llevó a los sindicalistas palmeros a desechar el programa de reformas patrocinado por la República y a decantarse por la opción revolucionaria que encarnaba el comunismo. Para los comunistas isleños, la solución a la difícil situación de los trabajadores en La Palma no la iba a traer una Cuba en recesión, ni la abortada campaña de obras públicas financiada por la República. Serían la abolición de la propiedad privada y el reparto de riqueza, inherentes a una revolución obrera, las medidas que procurarían el remedio a las privaciones del proletariado. Así pues, el movimiento obrero se desmarcó de la II República y se ofreció, a través de su gestión laboral y de su programa expropiador, para proporcionar a las clases populares los medios de vida que antes otorgaba el gran propietario o prometía la emigración. Por eso, a lo largo de estos años, el núcleo más influyente de la élite sindical marxista reiteró su incompatibilidad con una República que tachaba de burguesa.

No obstante, pese a este distanciamiento persistían nexos de unión. De forma que, en vísperas de las elecciones generales de febrero de 1936, el acuerdo entre republicanos de izquierda y marxistas se recompuso en torno al programa reformista del Frente Popular4. El triunfo de las candidaturas de izquierda en España, unido al importante aumento de los sufragios en la Isla con victorias en la Capital, así como en los municipios de Tazacorte, Breña Baja y Garafía otorgaron a las organizaciones adscritas al Frente Popular el control de los organismos insulares de gobierno.

Al estallar la Guerra Civil de lops españoles, la oposición al golpe de estado rea- firmó el consenso entre las fuerzas obreras y las republicanas. Esta unidad contuvo la sublevación y permitió mantener a La Palma gubernamental hasta que, una semana después, desembarcaron los refuerzos militares que inclinaron la balanza del lado de la insurrección.

ÍNDICE

Introducción ................................................................................... 7


1. Los antecedentes .......................................................................... 9
1.1. La  II República en La Palma
(14 Abril de 1931 - 25 Julio de 1936) ............................................. 9
1.1.1. La  evolución del conjunto conservador
de la sociedad palmera .................................................................. 10
1.1.2. La  evolución del conjunto progresista
entre 1931 y 1936 ......................................................................... 14
1.2. La Semana Roja ..................................................................... 19
1.2.1. Sobre el nombre .................................................................. 20
1.2.2. Los acontecimientos ........................................................... 21


2. Las razones de los alzados ........................................................ 27
2.1. Evitar la represión .................................................................. 28
2.2. Recuperar La República ........................................................ 30
2.3. A la guerra no voy .................................................................. 34


3. La Retirada ............................................................................... 37
3.1. Hacia el sur ............................................................................ 37
3.2. Hacia el norte ......................................................................... 43


4. Las redes de apoyo a los huídos
(agosto 1936 - mayo 1937) ........................................................... 53


5. La persecución .......................................................................... 59
5.1. Las fuerzas perseguidoras ...................................................... 59
5.1.1. Falange Española y Acción Ciudadana .............................. 59
5.1.2. La Guardia Civil ................................................................. 65
5.2. El terreno socio-político de la persecución ............................ 68
5.3. Las tácticas de la persecución ................................................ 76

6. Agosto en los montes ................................................................ 83

7. La represión .............................................................................. 89

8. Septiembre de 1936: llega Dolla ............................................... 95

9. Octubre: las vísperas de las desapariciones ............................. 103

10. El Terror (noviembre 1936 - febrero 1937) .......................... 113
10.1. La ruptura del pacto ........................................................... 113
10.2. La visita de Dolla .............................................................. 118
10.3. Los alzados desaparecen .................................................... 131

11. Febrero de 1937: llega Zagala .............................................. 185

12. Los últimos ........................................................................... 205

13. La retaguardia controlada ..................................................... 213

14. Los “alzados” durante la postguerra:
topos, evadidos, resistentes y emigrantes ................................... 221

15. Conclusiones: la represión en La Palma ............................... 229
15.1. El tren en la conspiración .................................................. 229
15.2. A por la Semana Roja ........................................................ 231
15.3. A por los “alzados” ............................................................ 233

Anexo: “Alzados” y proveedores ejecutados
durante la Guerra Civil en la Isla de La Palma ........................... 235


Fuentes y Bibliografía ................................................................ 281


Bibliografía ................................................................................. 285
El 25 de julio de 1936, ocho días después de empezada la Guerra Civil, el cañonero Canalejas arribaba al puerto de Santa Cruz de La Palma, transportando unidades militares y voluntarios falangistas procedentes de Gran Canaria. El desembarco de los sublevados provocó que cientos de partidarios del gobierno republicano se refugiaran en los montes a la espera de que las autoridades redujeran la rebelión. Se les llamó “alza- dos” y algunos de ellos se mantuvieron ocultos en el interior de la Isla has- ta 1946. Sobre ellos cayó la vertiente más dura de la represión ejecutada por el bando franquista. Ésta es su Historia.

Notas:
1 DÍAZ SICILIA, Javier: Al suroeste la libertad. Emigración clandestina de canarios a Venezuela, (1948-1951), ediciones Ynoldo Díaz, [s.l.], 2003, p. 33. Según la investigación realizada por Néstor Rodríguez Martín sobre la emigración clandestina a Venezuela, un tercio de los emigrantes que partieron del Archipiélago en los llamados “barcos fantasmas”   procedían de La Palma. Sobre todo en una primera fase, la mayor parte de ellos tuvieron razones políticas para emprender el viaje a América (RODRÍGUEZ MARTÍN, Néstor: La emigración clandestina a de Santa Cruz de Tenerife a Venezuela en los años cuarenta y cincuenta, Aula de Cultura de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife,
1988, pp. 143-145).
2 Para estudiar la II República en la isla de La Palma, véase: CABRERA ACOSTA, Miguel Ángel: La II República en las Canarias Occidentales, Centro de la Cultura Popular Canaria, Tenerife, 1991 y Las elecciones a Cortes durante la II República en las Canarias Occidentales, Editorial Benchomo, Tenerife, 1990; FERRAZ LORENZO, Manuel: La Palma. Sociedad, Educación y Cultura (1931-1939), Centro de la Cultura Popular Canaria, Tenerife, 1997; MEDEROS, Alfredo: La Conspiración contra la II República en La Palma. La represión franquista en Las Breñas y Fuencaliente, Centro de la Cultura Popular Canaria, Tenerife, 2007 y República y Represión franquista en La Palma, Centro de la Cultura Popular Canaria, Tenerife, 2005; VELÁZQUEZ RAMOS, Cirilo: Alonso Pérez Díaz: un liberal para la II República, Ayuntamiento de Mazo, Madrid, 1993; GONZÁLEZ VÁZQUEZ, Salvador: José Miguel Pérez (1896- 1936), Servicio de publicaciones del Parlamento de Canarias, Tenerife, 2005. También, “La Derecha palmera durante la II República: la fundación de Acción Nacional en la Isla de La Palma”, I Encuentro de Geografía, Historia y Arte de Santa Cruz de La Palma, Patronato del V Centenario de la Fundación de La Palma, Santa Cruz de La Palma, 1993 y “El movimiento obrero en la isla de La palma (1900-1975)”, Revista de Historia Canaria, Universidad de La Laguna, 2004.

3 Así, el 16 de abril, el Diario de Avisos publicaba la siguiente nota de la coalición conservadora:

La Conjunción acepta y acata sin vacilación de ningún género la nueva forma republicana y siente una viva satisfacción con que el cambio de régimen se haya operado de la forma legal y pacífica emanada del derecho, como cumple a los pueblos cultos y sensatos (Diario de Avisos, La Palma, 16 de abril de 1931).
4 En La Palma, con frecuencia, la prensa obrera designa el Frente Popular como Bloque de Izquierdas o Bloque Popular de Izquierdas. Nosotros utilizaremos todas esas denominaciones.



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