Parece que por este mismo tiempo se había unido a
la corona de Castilla el célebre castillo de Guáder o de Santa Cruz de Mar
Pequeña, en Berbería (plaza que había construido y defendido con tanta reputación
Diego de Herrera), supuesto que el nuevo gobernador de la Gran Canaria , Alonso
Fajardo, de la casa de los marqueses de los Vélez, le reedificó y defendió
valerosamente del sitio que le puso una partida de tropas del rey de Fez, hasta
precisarlas a retirarse. Desde entonces perciben los corregidores de la isla de
Canaria 50.000 maravedís de sueldo, en calidad de alcaides de aquella
fortificación, sin embargo de haberla tomado y demolido los moros en 1524.
Estos infieles no podían dejar de obrar así. Fundábase su extrema irritación
contra nuestras islas en el derecho natural de la propia defensa, viéndose casi
todos los días invadidos de sus activos habitantes, con indecibles pérdidas.
Como la claridad de la historia exige que los sucesos relativos se reúnan en un
solo punto de vista y se traten sin el menor desorden, no dejará de parecer
conforme a esta máxima que, antes de divertir la pluma en otros asuntos
inconexos, hallemos aquí todo lo conveniente a los negocios de las islas
Canarias sobre las costas del continente, fronterizas e inmediatas a ellas.
Correrías de los colonos
europeos de las Canarias en continente
Cuando el joven Juba (aquel sabio rey de Mauritania, a quien el emperador Augusto reintegró en la monarquía de su padre) se ocupaba en descubrir las islas Afortunadas por medio de sus exploradores, no sabía que en los siglos futuros habían de salir de ellas los mayores enemigos de las miserables naciones establecidas de la parte de acá del monte Atlante; entre las cuales quizá es la más antigua de los Morrowlebin, que, extendiéndose hasta el Senegal, conserva un lenguaje muy semejante al de nuestros primitivos canarios. Ya hemos visto que los derechos de la corona de Castilla sobre estas costas de
Influía también en esta expedición la duda que se
había suscitado entre el rey don Manuel de Portugal y la corona de Castilla
acerca de los límites de los territorios situados entre los referidos cabos y
el de Naute, a la que dio motivo cierta bula que el papa Alejandro VI expidió
en 13 de febrero de 1494, por la que se concedía al reino de Castilla las
conquistas del África, en fuerza de las representaciones que hizo en Roma el
cardenal don Bernardino de Carvajal, reproduciendo lo antiguos derechos de Don
Pelayo. Ambas cortes determinaron enviar personas inteligentes para el efecto
de aquella demarcación; y los Reyes Católicos nombraron a Antonio de Torres,
gobernador de Canaria, con quien se unió en Tenerife el comisionado de
Portugal. Habiendo surgido el adelantado en el puerto de Nul, hacia la parte de
Mar Pequeña, veinte leguas de Tagaost, desembarcó una especie de torre o
castillejo portátil de madera, capaz de contener gente y artillería, y le
defendió con una trinchera y un foso. Los habitantes de Tagaost juntaron
cuatrocientas lanzas y ochenta caballos, con cuyas fuerzas tuvieron bloqueados
a los nuestros quince días, en los que se trabaron algunas sangrientas
escaramuzas, muriendo, con sentimiento general, don Fernando de Lugo, hijo
mayor del adelantado; Pedro Benítez, regidor de Tenerife, y Francisco de Lugo,
sus sobrinos. Tuvo la misma funesta suerte una hija de Jerónimo Valdez,
doncella hermosa que, por no apartarse de un hermano, le había seguido a
Berbería. En estos reencuentros perdió Alonso de Lugo la vajilla o recámara del
Cid Hernán Peraza (como entonces decían) que su viuda doña Beatriz de Bobadilla
le había regalado con más altos designios; pero, a pesar de estas ventajas, no
pudieron los moros derrotar enteramente a aquel jefe, que volvió a Tenerife con
las reliquias de su armada.
La memoria de tan infructuosa
expedición no fue bastante para que los nuevos pobladores de nuestras islas
perdiesen el gusto a semejantes incursiones.
Subyugados los bárbaros indígenas
o del país, era forzoso satisfacer la pasión de tener la espada en la mano y
conquistar. En 1519 se asociaron el segundo adelantado, don Pedro de Lugo,
Bartolomé, Pedro y Juan Benítez de Lugo y Andrés Xuárez Gallinato, e hicieron
cierta liga para habilitar contra los moros un considerable armamento que debía
partir de Tenerife en febrero del mismo año. El licenciado Cristóbal de
Valcárcel obtuvo, en 6 de julio de 1528, licencia del emperador Carlos V para
continuar en sus entradas y corsos contra los moros, sin que contribuyese con
el quinto de las cavalgadas o despojos al real erario. También es constante que
Lope de Mesa, el primero, pasó diferentes veces a Berbería en calidad de
capitán comandante de cierta armada que había preparado a sus expensas,
haciendo gran presa de infieles; que su hijo Diego de Mesa prosiguió en el
mismo sistema, sirviendo de coronel en un navío que montaba el tercer
adelantado don Alonso Luís Fernández de Lugo, y que, en 1541, Francisco Benítez
y Juan Benítez Pereira, hermanos, armaron a su costa una carabela para navegar
a Berbería, en conserva de la principal armada.
Finalmente se halla cierta información, hecha por el capitán Luís Perdomo,
en 1567, por la que se demuestra que sirvió algunas veces de jefe en las
expediciones de Tenerife sobre las costas fronterizas del África, en donde obró
notables proezas, reduciendo muchos esclavos berberiscos. (Viera y Clavijo en: Mgar.net)
Iniciativas de conquista del cardenal Cisneros
(1499-1509):
Los peligros de rebelión entre los descontentos
habitantes de Granada, ayudados y fomentados por sus correligionarios
africanos, dieron inevitablemente un nuevo impulso al proyecto, largamente
acariciado, de continuar la cruzada castellana al otro lado del estrecho, en
tierra africana. Esto había de ser una secuela natural de la conquista de
Granada y los tiempos parecían especialmente propicios para ello. El sistema
estatal norteafricano se hallaba, a finales del siglo XV, en un estado muy
avanzado de disolución. Existían divisiones entre Argel, Marruecos y Túnez,
entre los habitantes de las montañas y los del llano, entre los autóctonos y
los nuevos inmigrantes procedentes de Andalucía. El Norte de Africa era un país
difícil para las campañas, aunque sus habitantes no estaban familiarizados con
las nuevas técnicas militares de los castellanos, y sus disensiones internas
ofrecían a los españoles posibilidades tan tentadoras como las luchas de
facciones en el reino nazarí de Granada. Alejandro VI dio, en 1494, su
bendición papal a la cruzada africana, y lo que es más importante, autorizó, a
fin de subvenir a ella, la continuación del tributo conocido con el nombre de cruzada.
Pero la cruzada al otro lado del estrecho se vio retrasada durante una azarosa
década. Las tropas de las españas estuvieron enzarzadas, durante la mayor parte
de esta época, en una difícil lucha en Italia, y Fernando no estaba en
disposición de volver su atención hacia ningún otro lugar.
Cambiante sucesión de pueblos dominadores (ss.
XI al XVII):
Distintos pueblos se van alternando en el dominio de Marruecos, que en el caso de los almorávides y de los almohades incluye territorios de Argel. En el siglo XI, los sanhaya, de rito malaquita, desean imponer sus creencias. Los almorávides emprenden la conquista hacia el Magreb, donde su primer soberano, Yusuf ibn Tasfin (1061-1106), funda Marrakech en 1062, antes de extender su dominio hasta Argel, hacia la península Ibérica y, hacia el Níger, con la ocupación de la ciudad de Ghana en 1076-1077. El Imperio almorávide se hunde a partir del reinado de Tasfin ibn Alí (1143-1147), bajo los embates de españoles y almohades. Formando, como los abdalwadíes una confederación de bereberes zanata, los mariníes (benimerines) acaban con el dominio almohade en el Magreb occidental y se apoderan de Meknes (1244), Fez (1248) y Marrakech (1269). Fracasan múltiples expediciones a España. Al este, la lucha contra los abdalwadíes cristaliza alrededor de Tremecén, de 1299 a 1389. Enfrentados con sus diversos adversarios de la península Ibérica, los mariníes son eliminados por los wattasíes (1465). Fundada por ibn Tumart, la comunidad de los almohades nace en el sur de Marruecos. Se rebela en 1145 y toma Tremecén, Fez (1146) y Marrakech (1147). El Marruecos atlántico, el Rif y al-Andalus (hasta el Guadalquivir) son ocupados a partir de 1147. El conjunto del Magreb es conquistado en entre 1151 y 1160. Quebrantado por la victoria cristiana de Las Navas de Tolosa (1212), el poderío almohade se hunde bajo los embates de los bereberes zanata entre 1244 y 1269. Tutores de los mariníes (1420-1465), los wattasíes se adueñan definitivamente del poder en 1471, pero no pueden impedir que portugueses y españoles se establezcan en la costa marroquí. Son expulsados del poder (1553) por los sadíes. Estos últimos, fundadores del imperio jerife, organizan exitosas expediciones hacia el continente negro, pero deben ceder el poder a otra dinastía jerife, la de los alauitas del Tafilete, fundada por Mulay al-Rasid (1660-1672), unificador de Marruecos tras la expulsión de los europeos.
Desembarcos de escasa entidad (s. XVI):
Aparte de la toma del puerto de Melilla por el
duque de Medina-Sidonia, en 1497, el nuevo frente con el Islam fue abandonado y
sólo con la primera rebelión de las Alpujarras, en 1499, los castellanos
advirtieron realmente la amenaza norteafricana. La revuelta provocó un gran
resurgir del entusiasmo religioso popular y suscitó nuevas peticiones de una
cruzada contra el Islam, apoyada con ardor por Cisneros y por la reina. Sin
embargo, cuando Isabel murió en 1504, nada se había hecho aún y fue Cisneros el
encargado de hacer cumplir su última voluntad, que sus sucesores no cesen en
la empresa de la conquista de Africa y de pugnar la Fe contra los infieles. El
fervor de Cisneros iba a arrollar, una vez más, todos los obstáculos. En otoño
de 1505 se organizó una expedición en Málaga que zarpó hacia el norte de África.
Se consiguió ocupar Mazalquivir, base esencial para atacar Orán, pero la
atención de Cisneros se veía entonces distarída por asuntos internos y sólo en
1509 un nuevo y más poderoso ejército fue enviado a África y se ocupó Orán.
Pero los comienzos, en 1509-1510, de la ocupación de la costa norteafricana
sólo sirvieron para acentuar las divergencias entre Fernando y Cisneros y para
revelar la existencia de dos políticas africanas irreconciliables. Cisneros,
imbuido del espíritu de cruzada, había proyectado, según parece, penetrar hasta
los límites del Sahara y establecer en el norte de África un imperio
hispano-mauritano. Fernando, en cambio, veía en África un teatro de operaciones
mucho menos importante que el tradicional enclave aragonés en Italia y se
mostraba partidario de una política de ocupación limitada del litoral africano
que bastase para proteger a España contra un ataque de los moros. Cisneros
rompió con su soberano en 1509 y se retiró a la universidad de Alcalá. Durante
todo el resto del reinado prevaleció la política de Fernando: los españoles se
contentaron con ocupar y guarnecer una serie de puntos claves, mientras dejaban
el interior en poder de los moros. España había de pagar muy caro, en los años
sucesivos, esta política de ocupación limitada. La relativa inactividad de los
españoles y su vacilante poder en una reducida franja costera permitieron a los
corsarios berberiscos establecer bases a lo largo del litoral. En 1529 los
Barbarroja, dos piratas hermanos procedentes de Oriente, recuperaron el Peñón
de Argel, punto clave para la conquista de dicha ciudad. A partir de este
momento quedaban establecidos, bajo la protección turca, los cimientos de un
estado argelino, que proporcionaba la base ideal para los ataques de piratería
contra las rutas mediterráneas vitales para España. (Elliot, en Mgar.net)
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