RETAZOS
DE CULTURA GUANCHE
Según
el Dr. Juan Bethencourt Alfonso, en: Historia del Pueblo Guanche
Recopilado por Eduardo P.
García Rodríguez
Politeísmo guanche y causas de hallarse oscurecido
este hecho histórico. Dogmas de la
inmortalidad del alma, de la resurrección y del pecado
original. Teogonia: del premio y castigo.
Sabeísmo y sacrificios. Idolatría y prácticas religiosas: procesiones, rezos, ayunos y rogativas.
Aruspicismo. Clase sacerdotal y
monasterios.
Declarar deístas puros a
los guanches como pretenden algunos autores es una candida superchería histórica, como lo es
también la de aquellos que los despojan casi
de toda fe.
Para colocarse en estos
extremos hay
que cerrar los ojos a la evidencia. Los testimonios escritos y las tradiciones; los
ídolos y píreos encontrados; la nomenclatura de los lugares recordando las aplicaciones que tuvieron en la
liturgia, en lo hierático de una teogonia
complicada y de pomposo culto, como los de «Cuevas Santas» y de la «Iglesia», los de «Conventos», el «Infierno», muchos
del «Bautisterio», Guadameñes o adivinos, de Samarines, «Drago Santo», sin contar la estatuaria de sus
diosas Chaxiraxi, Abona, Tajo, etc., (i) patentizan no ya que fueron creyentes supersticiosos, sino que contaban
con una religión positiva politeísta a la manera de un conglomerado de sabeísmo, idolatría,
paganismo, aruspicismo y de sacrificios cruentos. ¡No parece sino que los
distintos pueblos de la tierra aportaron sus ideas religiosas al acervo común
del alma guanche!
Y sin embargo de estos elementos de juicio, dicen los
cronistas que sólo creían en un Ser Supremo
apellidándolo con diversos nombres según sus atributos, como aparece en
el siguiente cuadro; en el que agrupamos
bajo llaves aquellas denominaciones que opinamos se refieren a una misma voz
alterada:
Acaman “Causa de causas” Viana
“El
Sol”
Marin de Cuba
Achaman: “Sustentador de cielo y
tierra” Alonso de Espinosa
Acoron: “Sin fin” Viiana
Achoron: “Sustentador de Cielo
y tierra” Alonso de Espinosa
Achuhurahan: “El grande” Alonso de Espinosa
Acuhujarajan: “Dios grande” Viana
Achuhuyahan: “El Grande” Alonso de
Espinosa
Acucanac; “Autor de los
criado” Viana
Achahucanac: “El Sublime” Alonso de Espinosa
Achuhucanac: “El Sublime” Abreu Galindo
Achguaxera: “El que todo lo sustenta” Alonso de Espinosa
Aguayaxiraxi: “El conservador del
mundo” Viera y Clavijo
Achuguayu: “El ser supremo” (
es la voz conservada en el vulgo)
Guayaxerax: “Dios” Alonso de
Espinosa
Guayaxiraxi: “El que tiene el
mundo” Abreu Galindo
Iguayahiraji: “Gobernador del mundo y las
cosas sublimes”. Compuesto de: Guaya, “Espiritu” y hiraji “cielo”. Marin de Cubas
Atguaychafanataman: ·El que tiene el cielo” Abreu Galindo
Guaxiraxi: “El que
habita el universo” Abreu Galindo
Hucanech: “El todo
poderoso” Viana
Jucancha: “Dios
universal” Marin y
Cubas
Menceito: “Sin
principio” Viana
Mas aún admitiendo que estas diferentes desinencias
se refieran al Supremo Hacedor ¡que es
muy dudoso!, tan elevada concepción sólo
podía ser patrimonio de unas cuantas inteligencias privilegiadas. Entre los guanches, como en toda raza primitiva, el
nivel intelectual de la muchedumbre no se
hallaba a la altura de semejantes ideas abstractas, ni se remontaban más allá del mundo sensible,
personificando las divinidades mayores y menores de su Olimpo en los grandes
fenómenos de la naturaleza, como en el
sol, la luna, las estrellas, el cielo, el mar, etc., o bien en las manifestaciones y fuerzas de la
vida universal dando origen a
creaciones fantásticas o ya en objetos, ídolos o estatuas materializando en ellas el sentimiento innato de la
fe.
Suponer otra cosa es colocarse fuera de la realidad.
Pero éste no fue obstáculo para que el
espíritu piadoso de los conquistadores, viera en el fervoroso culto que rendían
con todas las apariencias del paganismo clásico a algunas de sus estatuas,
singularmente a la diosa Cha-xiraxi, no a la divinidad gentílica sino a la
imagen de María Santísima transportada
por los ángeles entre infieles por inescrutables designios de
la Providencia ;
máxime sosteniendo un niño en los brazos por lo que también era llamada, según fray Alonso de Espinosa y fray Abreu Galindo, laAchmayex guayaxerac achoron o
Atmayceguayaxiraxi: «la madre del sustentador de cielo y tierra».
Tal creencia dio ocasión al extraordinario y feliz
acontecimiento de que los españoles en medio
del delirante entusiasmo de los guanches, condujeran la efigie con la mayor veneración a los altares
católicos, fundiéndose en dicho símbolo
no ya el alma de los dos pueblos sino los ritos de ambas religiones, como aún perduran. Dejando a un
lado las cuestiones de fe, este fenómeno se
ha dado en la propia Roma. Muchas de las
divinidades del Olimpo de Júpiter, los templos y sus ritos pasaron
insensiblemente del paganismo a la Iglesia Católica : como el templo de Vesta, la diosa del Fuego, fue consagrado a la Virgen del Sol; el de la Salud , a San Vital; el
Panteón, a Sta. María de la
Minerva ; el de los gemelos Remo y Rómulo, a los santos gemelos Cosme y Damián,
etc.
Pero a lo que parece, el
venturoso suceso secuestró la libertad de juicio crítico a la mayoría de los cronistas, y unos tal
vez por temor piadoso a contaminarlo y otros por un
sentimiento de patriotismo mal entendido, es el hecho que casi todos como si
se hubieran tácitamente convenido en no
ahondar la materia, pasan por alto sobre lo conocido, sobre las
tradiciones y testimonios que saltan a la vista
y hasta llegan a la inconsecuencia con sus propias noticias para declarar que los aborígenes eran deístas puros y
la diosa Chaxiraxi una imagen católica; ocultando tras esta conclusión el mundo
religioso del pueblo guanche, cosa que no puede aceptarse en las investigaciones
históricas.
Claro es que no todos han
sostenido este criterio y que después de cuatro siglos de discusiones entre los
que defendían el abolengo católico de la
estatua y los que la reputaban de origen pagano, la reciente interpretación de las inscripciones que ostenta,
como dijimos en el Tomo I, dan
la razón a los últimos l. Recordemos que el honorable sa-.cerdote evangélico Mr. Campbell dice a este
propósito:
«Las inscripciones de la imagen de
la Virgen de
Candelaria son tan etruscas como si
hubiera venido de un cementerio tos-cano...».
Que, «la imagen es la diosa Menera
y su hijo, que con muy pocas probabilidades es Minerva 2, una diosa
virgen o una diosa madre... Y
que no hay razón para suponer la imagen forastera del Archipiélago, sino que más bien existen fundamentos para
mirarla como una sobreviviente de
las ofertas votivas mortuorias, hechas
por los habitantes íberos de las islas en remotos tiempos... Juzgando por la
forma de los caracteres y la simplicidad del lenguaje, la imagen y sus
inscripciones debían ser de mucha antigüedad, quizás de un siglo antes de la era cristiana...».
La concluyente demostración de Mr. Campbell, unida a
los comprobados hechos históricos de que
el Archipiélago fue habitado por íberos y dominado por el
imperio romano en época precristiana, no sólo
pone fuera de duda el origen pagano de la imagen de la Virgen de Candelaria, sino que autoriza a rechazar de plano
la opinión de fray Alonso de Espinosa de que apareció un siglo antes de la
conquista, (2) es decir, más o menos cuando Jean de Bethencourt
comenzaba la de las islas menores o de
señorío, siendo así que su existencia entre los guanches contaba por lo bajo 15
ó 16 siglos o séase mucho antes de la invasión de los bárbaros.
Pero hay más. Como para los que tenemos arraigada la
fe cristiana es indiferente que el emblema sea o no de procedencia pagana, hablando
con los mayores respetos debemos observar: que ni los guanches tenían idea de lo que era el cristianismo, como
lo declara el mismo fray Alonso de
Espinosa al repetirnos la contestación del rey Bencomo a
las proposiciones de paz del general Alonso de Lugo, ni los españoles, ni el propio Sancho de Herrera que durante seis años mandó el presidio de Añaza, tuvieron conocimiento
de semejante imagen; y si algo
supieron fue en el sentido de que era una de las tantas diosas gentílicas a que rendían adoración. En el
extracto que ofrecemos en una nota
del capítulo II del Tomo I,
de la información testifical sobre el
derecho de la isla de Lanzarote y conquista de las Canarias, hecha en 1477 por Esteban Pérez de Cabitos por
mandato de los Reyes Católicos, en
la que Diego García de Herrera tenía un supremo interés en justificar ante la Corona sus gastos y
constantes esfuerzos en la reducción y adelantamiento de la fe de Cristo en la
isla, no hubieran callado extremo de tal importancia los numerosos testigos
que presentó. Como verá el lector, hasta
un presbítero que figura entre ellos, no dice una palabra sobre tan culminante particular y en cambio
declara otros muy secundarios. Por cierto que allí aparece un fray Macedo, no
haciendo catecúmenos como dice
solapadamente el arcediano historiador
Viera y Clavijo, aunque tal vez la intención fuera esa, sino procurando los
medios de zafarse de aquella ratonera.
Estas mixtificaciones, que a la par desnaturalizan
la verdad sin favorecer ningún fin piadoso,
hay que borrarlas de la historia y darles su exacta significación. Preciso es reconocer a la luz del día,
sin haber por ello mengua en las
creencias católicas, que la efigie representativa de la Virgen de Candelaria,
consuelo en las amarguras de la vida y luminosa esperanza en las recompensas de la eternidad,
perteneció a la estatuaria pagana guanche
figurando en sus altares como la diosa Cha-xiraxi. Este criterio debe hacerse extensivo a otras
esfinges, como a las primitivas de las
vírgenes de Abona, de Tajo, etc., pues como dice Marín y Cubas, entre los
guanches «aunque escondidas y maltratadas se hallaron imágenes de santos»; que unas ingresaron en el
santoral romano y otras no. El clero
católico, con gran sentido práctico, fue por este sistema extirpando las arraigadas supersticiones de los
indígenas, así como transformando algunos de sus oratorios en templos
cristianos o sustituyendo sus ídolos por imágenes de santos. Eran las clases
inferiores tan pertinaces en sus creencias, que un siglo después de la conquista se congregaban para celebrar ocultamente sus
rituales ceremonias conforme a su primitiva
liturgia, con procesiones, cantos y velas encendidas por las playas de Candelaria, de Abona y otros
puntos, como lo atestigua el mismo fray
Alonso de Espinosa, aunque reputándolos
como sucesos sobrenaturales como verdaderos milagros con intervención
de los angeles. Marín y Cubas fue mejor investigador al afirmar: «... hacían procesión y encendían luces a la Virgen , paseando la playa onde fue hallada. F esto hicieron en
secreto aún hasta el tiempo de la
conquista».
¿Creían los guanches en la inmortalidad del alma? Los
cronistas siguiendo a fray Alonso de Espinosa se pronuncian por la negativa. Sin embargo, Marín y Cubas dice:
«En Tenerife unos afirmaban
que no había en los cuerpos alma racional o que en muriendo el
cuerpo todo se acababa; otros confesaban haber un Dios universal que llamaban Jucancha».
Pero volviendo a fray Alonso de Espinosa, que ha
servido de faro a los autores, hay que
reconocer que sus noticias son incongruentes, revelándonos por sus mismas contradicciones de que no
estudió detenidamente el asunto o no
expuso cuanto supo de los guanches.
« Ellos fueron gentiles, observa,
sin ley alguna, ritos ni ceremonias,
ni dioses como otras naciones. Y aunque conocían haber Dios, al cual nombraban por diversos nombres... no
tenían ritos algunos, ni ceremonias, ni
palabras con que lo venerasen,...ni conocían inmortalidad de las almas, ni
pena, ni gloría que se les debiese.
Con todo esto conocían haber infierno, y tenían para sí que
estaba en el pico de Teyda, y así llamaban al infierno Echeyde3, al demonio Guayota».
En sana crítica los
conceptos de infierno y demonio guardan estrecha dependencia con las ideas de inmortalidad y de
castigo, así como la existencia de un
lugar de mortificaciones presupone otro de premios. Estas creencias son complementarias. Por otra
parte, el hecho de momificar sus cadáveres
como los egipcios y peruanos, (3) nos da un testimonio concluyeme de que los guanches consideraban la
muerte como una suspensión temporal de
la existencia, puesto que perseguían
el fin de que las almas volvieran a animar sus respectivos cuerpos el día de
la resurrección.
«Estas creencias implican la fe en otra vida»,
asegura una autoridad tan
competente en la materia como Herbert Spencer.
Además, las tradiciones son categóricas en sentido
afirmativo, ajustándose a numerosos hechos o marcados indicios como iremos viendo.
Creían los guanches en la dualidad de la persona
humana compuesta de dos xaxos, que
a la muerte, uno de ellos quedaba en la tierra en espera del otro que se separaba; pero el punto culminante
de esta concepción consistía en que ambos xaxos
afectaban la misma forma y el que se
marchaba seguía teniendo iguales sensaciones de hambre y sed e idénticas necesidades, apetitos y pasiones que
en su vida terrestre. De modo que la muerte
era un desdoblamiento temporal en que los elementos gemelares ni rompían sus relaciones de
solidaridad, ni dejaban de comunicarse, pues al principio el xaxo ausente
vagaba por los contornos de la
necrópolis y más tarde la visitaba para vigilar la conservación de su otra mitad; por lo que la familia del
finado colocaba alimentos en la puerta
del panteón para que comiera en sus viajes 4. También concurría a los banquetes funerarios de la
familia, gustaba de los placeres de
la mesa, oía las conversaciones y se vengaba de sus enemigos.
Sustentaban que el xaxo en su origen era una
emanación del dios Magec o Sol que encarnaba en las criaturas, con diferente
destino después de la muerte según la conducta observada en la vida terrena.
Los buenos y valerosos moraban en el
Lugar de las Delicias todo el tiempo que tardara en incorporarse al xaxo momificado, pero
los cobardes y perversos iban a parar a las profundidades de Chineche5
o del infierno.
Pero lo más extraño es que admitían el dogma del
pecado original y la doctrina de que las lustraciones o abluciones
purificaban a las criaturas, por lo que
tenían la institución del bautismo al igual que los egipcios y otros pueblos de
la antigüedad.
Dice a este respecto Gómez Escudero:
«A los recién nacidos echaban agua
y lavaban las cabecitas a modo de bautismo, y éstas eran mujeres buenas y
vírgenes, que eran las Marimaguadas, y decían que tenían parentesco como
nuestros padrinos. No daban razón
de esta ceremonia, y era en Canaria y Tenerife,
mas no supimos de otras islas aunque los usos eran comunes».
Marín y Cubas, observa:
«Cuando nacía la criatura lavaban
con agua todo el cuerpo, mujeres a
niñas y hombres a niños; y quedaban en nuevo parentesco con los padres».
Según nuestros informes eran los sacerdotes los que
administraban el bautismo a los
recién nacidos varones y las marimaguadas o sacerdotisas a las hembras, siendo respectivamente a la vez
padrinos; adquiriendo entre los
padres, padrinos y ahijados tan estrecho grado de parentesco espiritual que los inhabilitaba para el
matrimonio. Para llevar a cabo el acto del
bautismo, cada reino contaba con cierto número de charcos o fuentes exclusivamente destinadas al
efecto y defendidas del acceso de
animales6. Concurría a la ceremonia numerosa comitiva
de hombres o mujeres según el sexo del recién nacido que uno conducía a la espalda metido en un fole, cayao
o zurrón a guisa de mochila, con la
cabecita fuera. Después de algunas fórmulas y del lavatorio, retornaba la
comitiva lanzando ajijides, cantando y tocando instrumentos.
Respecto a la teogonia guanche únicamente son
conocidas unas cuantas líneas generales,
reveladoras de esa eterna dualidad con que la naturaleza se manifiesta a las
sociedades primitivas. Todos los seres vivientes, particularmente la especie
humana y las más importantes de los
animales domésticos, recorren el camino de la existencia bajo la protección de sus respectivas divinidades, que a la
vez militan sometidas a dos
grandes potestades que se disputan la gobernación del mando y el incondicional vasallaje del hombre.
Achuguayo, personificación del
Bien, lucha por los sanos principios de la moral, mientras Guayóla, símbolo del Mal, subvierte lo santo y
noble; pero con las circunstancias de
que todos estos dioses tienen nuestras necesidades: comen, beben y sienten.
Reina Achuguayo en los cielos impulsando hacia el
bien los destinos del mundo con la cooperación de diferentes deidades más o
menos poderosas, como el sol, la luna, las estrellas, el mar, el agua, las
nubes, el arco iris y el «fuego hijo de Magec»', de las diosas Chaxiraxi, Tajo,
Abona y de los penates Chayuga,
Saguañic y otros, sin contar varios elementos benéficos. En
ocasiones muestra su enojo al hombre por medio
del relámpago, el rayo, los truenos o desoyendo la gracia que solicita; pero como dijimos también le reserva el
«Lugar de las Delicias», situado no
se sabe donde, como premio a la virtud y al valor durante su vida terrestre. En cambio, frente a esta
potestad levántase Guayóla imprimiendo a los destinos un camino
contrario. Soberano absoluto de Chinechi o el infierno en las entrañas de la
tierra, con la que comunica a través del
Teide, préstanle su concurso de perdición varias divinidades y poderes infernales que le rodean a manera de corte: Guañajé, la deidad protectora del ganado
cabrío; Canajá, la del ovejuno; Jucancha, del perro, así como los agentes
maléficos personificados en algunos
elementos y fenómenos, como el viento, los remolinos (reunión de xaxos desesperados),
volcanes, terremotos y temblores de
tierra. Van a parar a Chinechi los perversos y cobardes a sufrir eternamente hambre, sed, dolores, angustias, yendo
y viniendo sin cesar cargados de
azufre por un antro desde el fondo del Teide a determinados lugares de
la isla7, para ser lanzados a la tierra de vez en cuando a encarnar en un semejante con el fin de
atormentarlo.
Si a esta abrumadora carga de
poderes opuestos, se agrega que vivían un mundo imaginario
poblado de fenómenos y seres extraños, como
eran los encantamientos, los maxios o fantasmas, miedos, xaxos de ultratumba y las apariciones de Guayóla en
múltiples transformaciones como
Proteo, porque según Marín y Cubas «a menudo se les presentaba el demonio en forma de perro grande
lanudo y en otras varias apariencias»,
podemos darnos cuenta del cúmulo de creencias y de prácticas supersticiosas a que estaban entregados.
El culto del sabeísmo o de la
astrolatría entre los guanches era universal8,
figurando el sol o Magec como el más poderoso y benéfico de los dioses, cuyo emblema en la tierra era «el
fuego nacido de su seno», tenido
por sagrado9. Autor de la vida del hombre, tributábanle los epítetos
más cariñosos llamándole «padre», siendo para los moribundos un consuelo supremo exhalar el último suspiro
con los ojos fijos en el divino astro.
Todas las mañanas y antes de la amanecida los cancos o sacerdotes
del Sol adornados con guirnaldas de hojas de vi-ñático, dirigíanse en comunidad
tocando chácaras, flautas y tambores a
determinados lugares 10, para impetrar del dios su presencia en la
tierra y saludarle con himnos y danzas.
Cuando aparecía sobre el horizonte,
desde el rey al último vasallo postrábanse de rodillas con las manos en alto para venerarlo, otros saltaban,
bailaban, silbaban o lanzaban gritos de entusiasmo.
En ciertos días solemnes o con
motivo de calamidades, congregábanse para implorarle piedad en las altas
montañas, como en ¡moque, Jama o la
Santidad del reino de Adeje, Cerrogordo en La Guancha de Icod, o en las
mas elevadas cumbres, en Cuajara, Bexo, el Sombrerito, donde los sacerdotes en
medio de ceremonias le ofrendaban sustancias alimenticias y le hacían aspersiones de leche y miel o chacerquen;
otras reuníanse en el fondo de los
barrancos para recibir hincados de rodillas
los rayos que les enviaba desde el zenit, o bien por las noches le dedicaban luminarias coronando los montes con
centenares de simbólicas hogueras.
Pero no siempre lograban desenojar a la divinidad y
entonces extremaban las plegarias, las romerías, multiplicando las ofrendas y
sacrificando en su holocausto leche,
miel, dátiles, cebada, etc. o bien corderos y cabritos arrojados vivos a los
píreos u para que gustara de la sustancia de las víctimas arrastrada en las espirales del
humo; mientras unas veces los
sacerdotes y otras las sacerdotisas, adornadas de guirnaldas, danzaban en derredor al compás de los
instrumentos, oscurecidos por
el clamoreo de la muchedumbre. En cada función variaba el número de víctimas,
porque iban sacrificando hasta que la columnade humo se elevara en derechura al cielo, que era la señal
de estar Magec satisfecho o calmado su
enojo.
Cuanto al culto rendido a los demás astros sólo se
dice que la Diosa Luna «como madre de los tiempos» era la encargada de
regularlos; siendo sus faces, así
como la marcha de la estrella vaquera, motivos de observaciones para guadameñes y samarines, que
además de astrólogos barruntaban los cambios meteorológicos o sea las cabañuelas
con aplicación a la agricultura y al pastoreo. Arreglado a las revoluciones sinódicas de la diosa Luna dividían el año
en doce partes, que apellidaban
primera luna, segunda luna, etc. como ya dijimos, empezando por la de Agosto
según Marín y Cubas.
Sin
embargo que los plenilunios de la diosa los celebraban danzando en los guairas, en algunos casos le
atribuían cierta influencia maléfica
como veremos oportunamente.
* * *
Pero
los guanches además de sabeístas eran idólatras, limitando la significación de esta palabra a la adoración de
los objetos terrestres, tal cual los presenta la naturaleza como
árboles, montañas, fuentes, monolitos o
bien artificiales moldeados por el hombre o ídolos propiamente dichos; siendo ambas formas meras
gradaciones de un mismo proceso del
alma creyente, pero que de ordinario coexisten con la última, como elementos
complementarios, el templo o lugar de adoración y el sacerdote o intermediario
entre el adorador y la cosa adorada.
De esta doble forma de culto tenemos ejemplos en
Tenerife. Respecto a la primera, recuérdase aún el famoso «Drago Santo» I2
en el valle de Chacacharte, al que los fieles rendían verdadera veneración y cuyo crédito estaba cimentado en las maravillosas
curas de las postemas con los preparados de su sangre y en los éxitos
alcanzados en la expulsión de xaxos arrimados,
cuando bajo su divina sombra eran los enfermos sometidos a tratamiento; y cuanto a la segunda
forma, son tales las circunstancias
diferenciales que ofrecían sus ídolos, que a nuestro juicio representan dos cotizaciones históricas
distintas.
En efecto, sin esfuerzo se impone la clasificación
de la estatuaria religiosa guanche en dos géneros bien caracterizados, no ya
desde el punto de vista escultural o artístico sino por su
procedencia y valor ponderal en materia de
fe. Hállase constituido el uno por anáglifos de barro de indiscutible
manufactura indígena, representando siempre al sexo masculino o séase al hombre, y el otro por figuras de
bulto talladas en madera con el sello del paganismo clásico,
sin excepción del sexo femenino y de origen
exótico, de no admitir o sospechar en el Archipiélago con Mr. Campbell una civilización precristiana. Añádese a
estos particulares, según la tradición, que los ídolos de culto general «eran
todos hembras», diosas, y los de culto local, varones.
Aunque es legendario tenían también petroglifos o
fetiches de piedra, como los hubo en las
islas del Hierro y de Canaria, concretándonos a
los anáglifos consistían «en tabletas de barro cocido de un jeme a una cuarta de largas, una mano de anchas y
como de un dedo de gruesas,
presentando en una de sus caras el relieve de una grosera figura humana siempre de varón». En esta
descripción están contestes todos
los que han visto los referidos anáglifos en los distintos lugares de la isla y que son conocidos por el vulgo con
el nombre de «Santitos de los guanches»
l3.
Eran venerados en sus respectivos templos o cuevas
santuarias, en cuyo fondo los colocaban
sobre una majano metidos en groseras hornacinas o nichos de piedra tosca, adornando el altar con
flores y ramaje. La tradición conserva
los nombres de algunos: Chayuga o séase el santito del templo de Chinguaro, que ocupó cierto tiempo la
diosa Chaxiraxi según fray Alonso de
Espinosa, que enramaban con laurel y retama florida; Saguañic, idolillo del oratorio de Igueste
de Candelaria, y Sagate, de otro de Arafo, ambos ataviados con
hojas de haya y de palmera.
Ofrecían estas cuevas templos14
un atrio más o menos grande dispuesto en semicírculo,
formado por una pared de piedra seca de un metro
de alta con un portillo a cada extremo. Metidos los fieles en este medio corral, añade la tradición, saltaban,
bailaban y gritaban derramando como ofrendas al santito gánigos de
leche y de manteca. Otras veces los sacerdotes llevando en conchas sal marina,
sometida durante ciertas noches a la
influencia de la diosa Luna, a medida que la iban arrojando a puñados a una
hoguera encendida en mitad del atrio, en medio del chisporroteo de la sal
invocaban la divinidad, tomaban extrañas
actitudes y prorrumpían en terribles imprecaciones llenando de pavor
supersticioso a los asistentes.
Estas escenas terroríficas anejas a las prácticas de
la hechicería, el carácter propiciatorio local de los santitos y la
semejanza que éstos guardaban con el guatimac
usado por una clase sacerdotal, sugiere la idea de que los tales idolillos tenían su origen en la apoteosis de sus
hombres célebres después de muertos, como reyes, héroes o famososhechiceros, para colocarse los tagoros bajo
la protección de sus xaxos a
título de manes tutelares. Aparte de que esto suele acontecer en los pueblos primitivos, nos explica la costumbre de
los soberanos de jurar por sus
antepasados más prestigiosos, como Bencomo por Tinerfe el Grande, que si no
figuraba en los altares probablemente iba camino de ello.
Ahora bien, cuando se considera la tosca fabricación
de los referidos santitos, su limitada
área de acción como fuente de fe, su conocido origen de abolengo humano, la rusticidad de su liturgia y
lo comparamos con las obras de arte de las
diosas, su veneración universal, sus maravillosas apariciones sobrenaturales y la pompa de sus
ritos de paganismo clásico, aunque
ambos cultos en el fondo caen de lleno en la idolatría, sus elementos constitutivos ofrecen tales
diferencias que los reputamos de
distinta progenie, es decir, manifestaciones de dos religiones
entremezcladas en el curso de los tiempos al fundirse varias razas.
Dentro de la teogonia guanchinesca y limitándonos a
la diosa Chaxiraxi, pues lo que de ella
decimos con ligeras variantes es aplicable a las demás diosas, como las de
Abona, Tajo y otras, entre las que figuraba una muy venerada en Masca, su
aparición en remotos siglos por las
playas de Chimisay del reino de Güímar fue acompañada de portentosos milagros, según tradición recogida por
fray Alonso de Espinosa l5. Rendíanle culto en su santuario
de Achbinico, más tarde «Cueva de San Blas»
en la playa de Candelaria.
Es
tradicional que en dicho templo la tenían colocada sobre un majano entapizado con hermosas pieles de ganado
cabrío y tanto este altar como las paredes del oratorio adornadas con ramaje de
palmera, follado, viñático, ramos de
siempreviva de risco, flores silvestres y alfombrado el pavimento con
incienso, tomillo y otras plantas aromáticas; aprovechando los resaltes de las paredes de la gruta para pegar velitas de cera encendidas. Con frecuencia los
sacerdotes celebraban funciones
religiosas con numerosa asistencia de fieles, que hacían ofrendas de leche, manteca, frutos, bailaban,
cantaban himnos y silbaban en medio de un ceremonial del que ya no hay
memoria.
Ciertas noches y días congregábanse para hacer
solemnes procesiones conduciendo la deidad precedida de la danza sagrada,
ejecutada por los sacerdotes cancos en la forma en que aún la bailan en
la festividad de la Virgen de Candelaria, de
Abona, del Socorro, etc., marchando a
lo largo de la playa al sonido de las chácaras, flautas y tambores,
entre dos hileras a manera de cofradías con velitas de cera encendidas y a la luz de hachones de orijama y de
leñablanca; yendo detrás las marimaguadas, o sacerdotisas de Arafo en
comunidad, entonando de vez en cuando melodiosos cantos. Así recorrían la
playa y retornaban al santuario, en medio
de silbidos y ajijides, estruendosos de la muchedumbre, (4).
Cuéntase que en las grandes
festividades de la diosa, como el 15 de Agosto, por la noche iluminaban con
centenares de hogueras los montes
circundantes del Valle y que acudían los ranchos de romeros llevando en los guapiletes,
hojas de viñático, cantando, tocando y lanzando ajijies, como aún
se acostumbra.
Ignórase si los guanches empleaban alguna fórmula o
plegaria pública para invocar la protección de sus deidades,
aunque los indicios parecen confirmarlo,
pues aparte como dijimos de que las sacerdotisas entonaban himnos
melodiosos en las procesiones, de los que nos
da un testimonio irrecusable el mismo fray Alonso de Espinosa, primer panegirista de la Virgen de Candelaria, es de
suponer usaran de breves oraciones o
rezos puesto que tenían rosarios sin cruz, que recuerdan el tsbir de los moros
fronterizos, y de ordinario llevaban colgados
al cuello16.
Entre sus prácticas piadosas para conmover la
misericordia de los dioses,
cuéntase los ayunos públicos colectivos no ya de las personas sino de los animales domésticos, unas veces
confundidos y otros separados. Por
esto dice fray Alonso de Espinosa, aunque a medias como todo lo que escribió:
«Mas cuando los temporales no
acudían y por falta de agua no había yerba
para los ganados, juntaban las ovejas en ciertos lugares que para esto estaban
dedicados, que llamaban «El Bailadero de las ovejas»,y
hincando una vara o lanza en el suelo apartaban
las crías de las ovejas, y hacían estar las madres alrededor de la lanza dando
balidos; y con esta ceremonia entendían
los naturales que Dios se aplacaba y oía el balido de las ovejas y les proveía de temporales».
Esta práctica era lógica dentro de los principios
teogónicos de los guanches. Como la vida
tanto del hombre como de los animales dependía de la protección que les
dispensaban sus divinidades respectivas y sabían por otra parte que las necesidades orgánicas
les eran comunes, al traducir las calamidades como una
manifestación de enojo de los dioses, todos
estaban interesados en aplacarlos con súplicas ysacrificios, los hombres a sus deidades y los animales a las suyas. Por
esto sometían a la abstinencia no sólo al ganado lanar, como dice fray Alonso de Espinosa, sino también al cabrío,
cerdos y probablemente a los perros.
En resolución, era el concierto de los seres vivientes en una acción común
suplicatoria a todas las divinidades.
Pero como éstas estaban dotadas de
los mismos cinco sentidos que el
hombre, los ruegos eran tanto más eficaces cuanto más clamorosos por oirse
mejor, y de aquí el separar las crías de las madres o el morderles las orejas
para que los balidos fueran más intensos, mientras la gente lanzaban gritos
desaforados y silbidos portentosos. Por igual razón organizaban rogativas a las
montañas más elevadas, como a Cuajara,
Chasogo, etc., para estar más próximos a los poderes celestes. Sin embargo, en
otras ocasiones dirijíanse en peregrinación a orillas del mar como a Las
Galletas, Cabezo de los Cristianos, Caleta de Adeje u otro lugar que ofreciera
bajas más o menos cercanas a la ribera, sobre las que encendían hogueras sagradas; junto a las
cuales se destacaban solitarios los guadameñes,
con las manos al cielo, a la vez que en la playa la muchedumbre sacudían con ramas las aguas
en medio de silbidos y de una
estruendosa gritería. ¡Tal vez fuera una ceremonia simbólica, por estar en el secreto de los cambios
íntimos entre las deidades el mar, las
nubes y las lluvias!
Estas rogativas o romerías las celebraban con
frecuencia y era costumbre tan arraigada que después de la conquista
costó no poco trabajo al clero católico
para concluir con ellas17.
* * *
Pero el alma guanche hallábase
hundida no sólo en las referidas supersticiones sino en las del aruspicismo;
bajo cuyo epígrafe comprendemos los augurios, la magia,
nigromancia y demás artes de la teurgia o
del ocultismo, que con tanto éxito cultivaron los conocidos indistintamente por los nombres de guañameñes,
samarines, hechiceros, adivinos,
profetas o agoreros.
La influencia social de estos hombres era tan
poderosa como vasta su ciencia. Ignóranse
a la verdad los principios y la mayor parte de los procedimientos que empleaban
en sus artes misteriosas, pero se sabe
que hacían agüeros interpretando las direcciones del humo en hogueras
preparadas al efecto, por la forma y combinación de las nubes y por las estrellas errantes; deducían auspicios
por el vuelo y canto de las aves 18,
y evocaban no ya el espíritu de los difuntos sino el de los vivos, obligándolos a comparecer mediante ceremonias
y frases mágicas; que es lo que
significa, por otra parte, las siguientes frases de Marín y Cubas refiriéndose
a dichos hechiceros: «Otros ponían el cuerpo tendido boca abajo hablando algunas palabras dentro
de un hoyo y así llamaban al ausente
aunque fuese de muy larga distancia». Pues a pesar de estas facultades extraordinarias, del
carácter sacerdotal y de sus
curaciones de ojeados y otras muchas enfermedades, pues eran famosos médicos, todo quedaba oscurecido ante
el poder sobrenatural de que daban muestras expulsando xaxos arrimados.
Para
apreciar la importancia de tan singular virtud, recordemos que Guayóla a los condenados los lanzaba a
encarnar en las personas para
atormentarlas, eligiendo de ordinario a las mejores y más sensibles al bien. Señalada la víctima y estando
despierta o dormida, aprovechaba el
xaxo como puerta de entrada «alguna herida o rozadura de la piel o bien se introducía por uno de los dedos
gordos (pulgar) de los pies y en los
casos menos favorables se le echaba encima envolviéndola y pegándosele como la
lapa a laja». Desde ese momento la persona
invadida sufre, grita, se agita, se enfurece, entra en convulsiones,
enloquece. Estos desgraciados así como los extraños, oían a veces las voces del
xaxo que tenían dentro.
Tal es el cuadro sintomático de los invadidos por xaxo
arrimado, del que sólo pueden verse libre sometiéndose al tratamiento
específico del conjuro, llevado a cabo por los que nacen con dicha potestad.
Para esta operación contaban los reinos con lugares reputadísimos, como el
«Drago Santo», y la « Cueva de Sámara» en la cumbre de los caseríos de Arguayo y Chío de Guía, en Adeje; la célebre
«Cueva de Sámara» en el de Icod, y en las aún
hoy conocidas por «Cuevas del Hospital de Chacorche», Igueste de Candelaria, del reino de Güímar, etc.
A los referidos lugares conducían por la noche a los
xaxados. Allí, después de
un complicado ceremonial entre ruidos extraños, fórmulas terroríficas,
imprecaciones y conjuros, iban arrojando a una hoguera sal, resina, y otras sustancias, para concluir por aventar los tizones
en un abismo pronunciando terribles
anatemas. El resultado dependía del grado
de malignidad del xaxo arrimado y del coeficiente del poder expulsivo del hechicero; como también solían
ocurrir situaciones alarmantes,
cuando expulsado el xaxo la fuerza de proyección del conjurador no
alcanzaba a reintegrarlo a Chinechi a través del Teide y quedaba suelto entre
los vivientes; «viéndolo vagar por las cuevas de los muertos echando chispas, bramando y pidiendo a
gritos que lo lleven a Sámara o al pico de Teide» 19. Era
creencia general de que se arrimaba
el xaxo de toda persona muerta por accidente, como derriscado o ahogado;
¡ tal vez porque no dejaba en la tierra su duplo o sosias!
La complicada teogonia de los guanches, sus diversas
creencias con un culto externo tan variado, exigía
necesariamente un nutrido cuerpo sacerdotal y así acontecía en efecto. Sin
embargo del silencio de los cronistas, que
apenas hablan por incidencia de los guañameñes, adivinos o agoreros, y algunos como fray Abreu
Galindo ocupándose de la Virgen de Candelaria en
época de infieles, declara que éstos le nombraron para su limpieza y culto santeros y santeras, son demasiadas
categóricas las tradiciones, demasiados los indicios y testimonios, para no
juzgar de intencional el silencio de los autores. Sábese que tenían por
lo menos tres órdenes de religiosos o sacerdotes conocidos por samarines, cancos y babilones, que se
educaban en especies de colegios o seminarios y hasta hay quien sospecha si
algunos vivían en comunidad; como también tenían monasterios de marimaguadas
o sacerdotisas, que aparte de intervenir en los actos religiosos, servían de centro de cultura a las jóvenes de la nobleza.
La orden de los samarines2Ü, que
como ya dijimos eran también conocidos por
agoreros, adivinos, hechiceros y profetas así como por guañameñes por llevar éste último nombre el sumo pontífice o el summus aruspex, vestían completamente de negro con
el guatimac o idolillo de barro colgado al
cuello. El hábito talar del Gran Sacerdote o Guañameñe consistía en un tamarco
sin ceñir y largo hasta media pierna, con guaicas que llegaban a la
mitad de antebrazo, güírmas, xercos y
guapilete en forma de píleo con
barboquejo y un distintivo cuya
particularidad se ha perdido. Ignórase si usaba el lituo de los augures, pero sí el guatimac. Después del
soberano era el personaje de mayor importancia y tal vez el de más influencia,
por lo que recaía siempre el cargo en
individuos de la familia real.
Los cancos o sacerdotes del sol vestían de blanco,
con adornos y guirnaldas que variaban en
armonía con la liturgia o de los actos oficiales. Ellos eran los encargados de
alimentar el fuego sagrado y los que
en las solemnidades civiles y religiosas bailaban las danzas sagradas, como diremos en su lugar.
Y por último los sacerdotes babilones, de papel poco
conocido en
sus ceremonias y ritos, pero que
nos inclinamos a que eran los principales en los que hemos llamado paganismo
clásico o séase en el culto rendido a las diosas Chaxiraxi, Abona, etc. Usaban
como los anteriores hábito talar suelto «pero de color encarnado y guapilete
semejante a la mitra de obispo». Su recuerdo sobrevive entre los fieles de
Icod, Fasnia y otros pueblos de la isla,
donde el vulgo al salir el cura a oficiar la misa reza invariablemente la siguiente oración:
«Bien venido seas
babilón colorado
a decir la misa
a este pueblo honrado»21
Así como no existía el celibato entre los
sacerdotes, hallábase establecido
para las sacerdotisas, también llamadas marimaguadas, tamonantes, las recogidas, las vírgenes, las doncellas y las damas. Vivían en comunidad en monasterios o conventos22;
tomaban parte activa en los
oficios y ceremonias religiosas tocando y cantando con gran afinación y armonía; servían sus casas de colegios a
las jóvenes de la nobleza y a veces salían en
comunidad con las educandas llevando todas el
cabello tendido y guirnaldas de flores. No se sabe otra cosa. (Juan
Bethencourt Alfonso, Historia del Pueblo Guanche. Tomo II)
* * *
notas
1 El erudito Beneficiado D.
José Rodríguez Moure, del que solicitamos su opi
nión, nos manifiesta que Mr. Campbell está en abierta oposición con lo que arrojan los
estudios iconográficos, por ser la imagen desaparecida en el aluvión de la noche del 7
de noviembre de 1.826, un ejemplar indubitable de la estatuaria cristiana, cuando más
tarde de los siglos XII y XIII; fundándose en consideraciones del arte pagano de Grecia
y Roma, que no exhibían sus diosas con formas tan veladas, ni revelaba la indumenta
ria el ambiente de honestidad, etc.
nión, nos manifiesta que Mr. Campbell está en abierta oposición con lo que arrojan los
estudios iconográficos, por ser la imagen desaparecida en el aluvión de la noche del 7
de noviembre de 1.826, un ejemplar indubitable de la estatuaria cristiana, cuando más
tarde de los siglos XII y XIII; fundándose en consideraciones del arte pagano de Grecia
y Roma, que no exhibían sus diosas con formas tan veladas, ni revelaba la indumenta
ria el ambiente de honestidad, etc.
2 Entre éstos se encontraba el
naturalista tinerfeño Bello y Espinosa, que declara
en su obrita el «Jardín Canario» de que era la diosa Minerva que sirvió de mascarón
en la proa de algún buque; opinión antigua de un fraile dominico, fundada en que la
imagen ofrecía en la espalda señales de una abrazadera.
en su obrita el «Jardín Canario» de que era la diosa Minerva que sirvió de mascarón
en la proa de algún buque; opinión antigua de un fraile dominico, fundada en que la
imagen ofrecía en la espalda señales de una abrazadera.
(Considerando
el interés de los datos históricos y etnográficos de las notas n.°: 3,5, 6,7,11,12,13,14, 20) que aparecían tachadas
en el original del Tomo II, hemos decidido incorporarlas en esta edición.)
3 No llamaban así al infierno. Echeyde o Cheyde o Chéyda, lleva
aún este
nombre una montañita al pie del Teide, mirando al N., al poniente de otra denominada
Chisere. El infierno lo apellidaban chimichi, apelativo que llevó la isla equivalente a
«Isla del Infierno», o séase «Isla de Chimeche».
nombre una montañita al pie del Teide, mirando al N., al poniente de otra denominada
Chisere. El infierno lo apellidaban chimichi, apelativo que llevó la isla equivalente a
«Isla del Infierno», o séase «Isla de Chimeche».
4 Tan arraigada era esta
creencia, que en los primeros tiempos iban con frecuen
cia a dejar la comida en la puerta de la cueva y más tarde ciertos días del año; costum
bre que sobrevivió en la conservada en los pueblos del Sur hasta principios del siglo
pasado, como aún pueden atestiguarlo entre otros ancianos Dña. Jerónima Frías, de
Arona. Nos referimos a que el día de finados colocaban sobre los sepulcros familiares
de las iglesias, más aún no había cementerios, tantas libras de pan y botellas de vino
como individuos de la familia estuvieran sepultados; y en las fosas comunes, también
cada familia depositaba igual ofrenda en relación con el número de sus muertos, (5).
cia a dejar la comida en la puerta de la cueva y más tarde ciertos días del año; costum
bre que sobrevivió en la conservada en los pueblos del Sur hasta principios del siglo
pasado, como aún pueden atestiguarlo entre otros ancianos Dña. Jerónima Frías, de
Arona. Nos referimos a que el día de finados colocaban sobre los sepulcros familiares
de las iglesias, más aún no había cementerios, tantas libras de pan y botellas de vino
como individuos de la familia estuvieran sepultados; y en las fosas comunes, también
cada familia depositaba igual ofrenda en relación con el número de sus muertos, (5).
Marín y Cubas al hablar de
las ideas religiosas de los indígenas de la isla de Canaria, escribe «... a el
alma tenían por inmortal, hija de Magec, que padece afanes, congojas, angustias, sed y hambre, y llévanles de
comer a las sepulturas los maridos a las mujeres y ellas a ellos...».
Y añade refiriéndose a los
de Tenerife o guanches: «... hacían largas romerías a visitar
los huesos de sus sepulcros, en todo semejante a los canarios... Hacíanles ofrendas de comidas del modo que hemos dicho».
Los bimbapes o aborígenes
del Hierro, además de consagrar a sus divinidades en holocausto, corderos y cabritos en pireos especiales; tenían
otros para celebrar a su alrededor
banquetes funerarios, a los que acudían a participar del festín los espíritus
de los individuos de la familia
muertos. Al hablar de las exequias veremos que algo parecido sucedía en
Tenerife.
3 Aún en algunos pueblos del Sur, como Arico, Arona,
etc., cuando muere una persona de
mala reputación se oyen estas frases: «Éste va a Chineche»; «¡Anda a lo más
hondo de Chineche!».
6 Algunas de estas fuentes o charcos nos recuerdan por
sus actuales nombres el
uso a que fueron destinados: el Charco del Bautisterio en el barranco de Chinguaro,
antes Barranco Santo, en Giiímar; Charco del Bautisterio a orillas del mar enLa
Guancha ; Lavatorio de los guanches o Fuentita de
Cerrogordo, sobre el caserío de La
Guancha , y Charco del Bautisterio, en el barranco del
Boxo, en Arico. Por cierto que
en este charco se encontraron en el año 40 (1840) del siglo pasado, cinco tallas de
barro conteniendo otros tantos esqueletos de niños, como me lo refirieron los mismos
descubridores; y no falta quien asegure que bautizaban metiendo a la criatura en una
talla y hundiéndola en el agua.
uso a que fueron destinados: el Charco del Bautisterio en el barranco de Chinguaro,
antes Barranco Santo, en Giiímar; Charco del Bautisterio a orillas del mar en
Guancha
Guancha
en este charco se encontraron en el año 40 (1840) del siglo pasado, cinco tallas de
barro conteniendo otros tantos esqueletos de niños, como me lo refirieron los mismos
descubridores; y no falta quien asegure que bautizaban metiendo a la criatura en una
talla y hundiéndola en el agua.
También es tradicional que
bautizaban en la Fuente
de Jénica o de Los Juncos, en El
Rosario; en la Fuente
de Jénica, en Granadilla, y otros puntos; afirmando varios que todas las
fuentes apellidadas de Jénica estaban reservadas al bautismo.
7 Cada reino tenía estos subterráneos imaginarios de
llamas, por lo que existen
varios lugares en Tenerife, donde la teología figuraba remataba el extremo opuesto de
los antros que aún llevan los nombres del infierno: El Infiernillo o Barranquillo del
Infierno, en la cumbre de Taganana; Barranco y Salto del Infierno, en el Borgoñón,
Tegueste; Hoyo del Infierno, debajo del Clavel, en El Sauzal; Salto del Infierno, en los
Riscos de Las Canales, cumbre deLa
Victoria ; Cueva y Salto del Infierno, en Barran
co Hondo; Barranco del Infierno, entreLa Victoria y Santa Úrsula;
Barranco del In
fierno, más tarde de Llarena, enLa Orotava ; Barranco y Salto
del Infierno, en el Fue-
varios lugares en Tenerife, donde la teología figuraba remataba el extremo opuesto de
los antros que aún llevan los nombres del infierno: El Infiernillo o Barranquillo del
Infierno, en la cumbre de Taganana; Barranco y Salto del Infierno, en el Borgoñón,
Tegueste; Hoyo del Infierno, debajo del Clavel, en El Sauzal; Salto del Infierno, en los
Riscos de Las Canales, cumbre de
co Hondo; Barranco del Infierno, entre
fierno, más tarde de Llarena, en
to de La
Cruz ; Barranco del Infierno, entre Barranco de Ruiz y de La Furnia , entre Realejo Bajo y San Juan de La Rambla ; El infierno o
Purgatorio, en Los Toscales de Guaja,
Igueste de Candelaria; y el Barranco del Infierno en Adeje. Es tradicional que en
el reino de Abona se extendía desde el Teide a la montaña de Roja, a orillas
del mar. Barranco del Infierno o de Mazas
(¿Masca?), Teño.
¡Tal vez
esta boca externa del mito la fundamentarían eligiendo lugares que ofrecieran recientes fenómenos de vulcanismo!
8 Según
Viera y Clavijo, en la bula de Urbano v del 2 de Setiembre de 1369 a
los obispos de Barcelona y Tortosa, para que autorizaran a unos misioneros hacer cate
cúmenos en el Archipiélago, declara hallarse enterado de que tanto en la isla de Canaria
como en las demás «había gente de uno y otro sexo, que no teniendo más ley ni secta
que la adoración del Sol y dela Luna , sería muy fácil de
convertir a la ley de Cristo».
los obispos de Barcelona y Tortosa, para que autorizaran a unos misioneros hacer cate
cúmenos en el Archipiélago, declara hallarse enterado de que tanto en la isla de Canaria
como en las demás «había gente de uno y otro sexo, que no teniendo más ley ni secta
que la adoración del Sol y de
Cadamosto hablando de
Tenerife dice, «... que no contaba menos de nueve especies de idolatría, pues unos adoraban al Sol, otros
a la Luna , otros
a las estrellas, etc.».
Ocupándose Marín y Cubas de
los naturales de la isla de Canaria, observa: «... que hacían muchas lumbres y hogueras y parece que
adoraban al fuego, al sol, y algunas estrellas». Y al
establecer un parangón con las costumbres de otros pueblos, añade que los canarios como los persas «su adoración principal era
el Sol», (Cap. xxm).
Ya dijimos en el Tomo I que
el nombre genérico de magos que damos a los campesinos, es porque rendían culto a Magec.
9 Era sagrado el fuego que procedía de Magec, como el rayo,
relámpago, el ob
tenido por frotamiento de dos maderos, el doméstico y en una palabra el que no tuvie
ra su origen en Chinechi o infierno. Y hoy como antes, sigue siendo sagrado. No hay
campesino que se atreva a injuriarlo, ni escupirlo. Aunque hacen hogueras en San
Juan, San Pedro y otros días del año, para muchos la fecha y el santo es el pretexto,
como en las famosas hogueras de Chirche y Aripe de Guía, porque en el fondo van de
dicadas a Magec.
tenido por frotamiento de dos maderos, el doméstico y en una palabra el que no tuvie
ra su origen en Chinechi o infierno. Y hoy como antes, sigue siendo sagrado. No hay
campesino que se atreva a injuriarlo, ni escupirlo. Aunque hacen hogueras en San
Juan, San Pedro y otros días del año, para muchos la fecha y el santo es el pretexto,
como en las famosas hogueras de Chirche y Aripe de Guía, porque en el fondo van de
dicadas a Magec.
10 En todos los reinos tenían señalados estos
diferentes lugares para las diferentes
épocas del año, que nos hace pensar si estarían en relación con los cambios del
Sol.
En el reino de Güímar, uno
de los puntos era la montaña de Archaco, y para el clero de Arafo unas veces el Roque de Chiguergue, otras al
de Jóquina, ya al de Iserse o a montaña de «Arguama o Montaña Santa» en
Igueste.
En el reino de Abona, hacia
Fasnia; a la «Montaña Santa» o de Fasnia, ya a la «Montaña de la
Gloria » en Icor, o al «Llano Santo» al E. de Chajaña de
Arico; y por las partes de Granadilla, a
la «Montaña Santa».
Por el reino de Adeje, al «Roque de Jama», etc.
Aún en los pueblos del Sur se oyen las frases,
aunque ya en sentido irónico: «¡Vete a
buscar el Sol!»; «Éste es de los que van a buscar el Sol»; y todavía es bastante conocida la broma que gastan con los de Arafo
llamándolos «cancos» y diciéndoles que
vayan a buscar el sol.
'' En ciertos sitios tenían emplazados estos píreos,
como tres que descubrimos en 1875 en
Franchoja, sobre el caserío de Adeje, uno de ellos intacto. Es o era de piedra
seca en forma de cono truncado, de un metro de altura por otro de diámetro en
la superficie libre, con un hoyo o brasero en el centro de 1/2 metro de hondo.
Encerraba ceniza, brasas, fragmentos de leña y de huesos calcinados al parecer
de cabrito, cubierto el todo con una gruesa piedra.
En otro de los píreos, medio
derruido como el tercero, hallamos dos tahonas de obsidiana mezcladas con las cenizas y trozos de
hueso calcinados, que también nos pareció de cabrito, así como caída una laja que reputamos
sirvió de piedra ara y de tapadera. Estas
particularidades, no encontradas en el anterior, parece confirmar la tradición
de que unas veces degollaban las víctimas antes de quemarlas y otras las arrojaban a la pira, vivas con las patas atadas «para que
los balidos fueran oídos por la divinidad».
La montaña de Cerrogordo,
sobre el caserío de La Guancha ,
era igualmente lugar elegido para estos sacrificios. Por el
Poniente y al pie de dicha montaña tenían los
guanches un oratorio, que aún es conocido por la Iglesia de los guanches,
de donde es legendario salían como en procesión hacia la cima para sacrificar
las víctimas en el sitio que denominan
el Chamurraco, por chamusquina; como también es legendario que en el gran
monolito de los altos de Fasnia, conocido por la «Piedra de Imoque», sacrificaban reses a los dioses.
Estos sacrificios eran generales en todo el
Archipiélago.
Ocupándose Marín y Cubas del Almogaren de Humiaga de
la isla de Canaria dice: « ... aún allí hay tres braseros donde quemaban de
todo fruto, menos carne, y por el humo si
iba derecho o ladeado hacían su agüero sobre un paredón a modo de altar de grandes piedras y enlosado lo alto del
monte».
Y refiriéndose a las islas
de Lanzarote y Fuerteventura, observa: «Son rudísimos pertinaces
en su secta. Tienen templos, donde hacen sacrificios con humo de cosas que queman, como no sea carne sino cebada,
dátiles...
En los sacrificios ofrecían
leche, manteca, menos carne. Estas fiestas o sacrificios llamaban efequenes.
De todos los frutos a modo
de limosnas recogen cierta porción, mas no en forma de diezmos; quemaban cebada
en el sacrificio y por el humo derecho o ladeado juzgaban la forma de mal o bien».
Aparte de este efequen llamaban,
no a los sacrificios sino al templo u oratorio y del visible interés de Marín y Cubas en puntualizar que
quemaban de todo menos carne,
creemos sufrió un error o no investigó bastante, según nuestros informes. Además,
sería una excepción inexplicable dentro del Archipiélago.
En 1874 descubrimos en la Fortaleza , en Chipudes
de la isla de La Gomera ,
los referidos píreos, como más tarde publicamos en la Revista de Canarias.
Contenían asimismo cenizas, brasas y numerosos huesos calcinados de cabritos y
corderos.
Por lo que hace a la isla de
El Hierro existen los píreos a docenas por el Júlan, la Dehesa , etc., conocidos en
el país por los significativos nombres de altares, altaritos, hornitos, o goros de las víctimas,
conteniendo cenizas, brasas y huesos calcinados de corderos y cabritos; siendo en la isla tradición universal
de que en dichos altares sacrificaban los bimbapes
en holocausto de sus divinidades corderos y cabritos. En la isla de La
Palma no hemos hecho investigaciones personales, (sobre
píreos) pero presumimos no sea tampoco una excepción.
Atendiendo a la edad
probable de las víctimas por el estudio de los huesos, a las épocas de
desarrollo del yerbaje y de cubrición de los ganados, calculamos que la mayoría
de estos sacrificios los celebraban entre Diciembre y Marzo.
12 Este célebre árbol hallábase situado donde llaman la Fuente , en el Valle de San Lorenzo de Arona; valle que ha sido también
conocido por el Ahijadero y de Cha-cacharte.
Su misma fama hizo que
sirviera a veces de término de referencia en el reparto de tierras, como en las
donadas a Pedro Cornado y Juan de Junquera, de unos trozos «de tierra de sequero que son en el reino de Adeje
al Ahijadero en Arana al drago santo...» (Datas.
Libro 5.» y 3.°, por. testimonio).
Esta forma de culto idolátrico era general en el
Archipiélago.
Escudero, Cedeño y otros
autores dicen que los indígenas de la isla de Canaria adoraban y juraban por
los riscos de Tirma y de Umiaga, añadiendo además Marín y Cubas que adoraban
cuevas, bosques, etc.
Los bimbapes de la isla del
Hierro, aparte de su veneración por el célebre Garoe o «Árbol Santo»,
adoraban dos peñascos en Bentáyca, aún conocidos por los Cantillos', uno el Eraoranhan, ídolo del sexo masculino,
y el otro, Moreyba, el ídolo de las mujeres.
Los naturales de la isla de
la Palma
adoraban un elevado monolito, situado en La Caldera , que apellidaban Idafe, al que sacrificaban las
asaduras de las reses.
13 Uno que hemos examinado del farmacéutico del Puerto
de la Cruz Dn.
Ramón Gómez, encontrado en 1885 en una
cueva del barranco de Erques de Fasnia, (6) envuelto en pieles como todos los
hallados, es un poco más pequeño, pero aunque es de la familia se trata de un guatimac
o séase como dice el vulgo, «del muñeco de barro» que a guisa de pectoral llevaban colgado al cuello los
sacerdotes guañameñes y samarines.
No hace quince años que un
pastor de Arona, iconoclasta como todos nuestros paisanos, destruyó un ídolo que descubrió en el Roque de
Igara; y la descripción que nos hizo
coincide con la referida. Esto mismo nos lo han confirmado muchos que los han
tenido en sus manos o hallados, como el venerable anciano cura de San Pedro Daute, Dn. Juan Alonso; Dn. Pedro Carlos Ledesma,
de Güímar; Dña. Estebana García, de
Igueste de Candelaria; Dn. José González y Dn. Agustín Trujillo, de Arona, como pueden atestiguarlos los tres últimos que aún
viven; y que citamos porque todos ellos
son de abolengo guanche por ambas líneas y muy versados en las tradiciones de la raza.
Por otra parte, abrigamos la convicción de que todas
las islas eran idólatras en el sentido
restrictivo que damos a la palabra y por lo tanto que tenían ídolos, pero que no se hizo este estudio a su debido tiempo.
Varias personas dignas de fe de la isla
del Hierro, nos aseguran haberlos encontrado de piedra, cerca de la Iglesia de los bimbapes, una cueva en Valverde, así como de
la de Afotasa o de la Pólvora ,
que también fue templo de los indígenas. Aún lleva el nombre de Iglesia
de Minguama una cueva en San Sebastián de La Gomera , templo de los
indígenas donde adoraban un ídolo.
Por lo que respecta a la isla de
Canaria los testimonios son antiguos y modernos.
Bocaccio, refiriéndose al
viaje que hizo a dicha isla en 1.341 Angiolino del Tegghia, dice:
«Encontré
igualmente un oratorio o templo, en el cual no había absolutamente ninguna pintura ni adorno, tan sólo una estatua de
piedra, representando la imagen de un
hombre con una bola en la mano y desnudo, con un delantal de hojas de palma, que cubría las partes naturales según la costumbre
de los habitantes; la que quitaren de allí; y habiéndola embarcado, la
transportaron a Lisboa.
Andrés Bernáldez (El cura de
Los Palacios), en su Historia de los Reyes Católicos, refiere:
«En la Gran Canaria tenían
una casa de oración llamada Toriña, e tenían allí una imagen de palo, tan
luenga como media lanza, entallada, con todos sus niervos, de mujer desnuda con
sus miembros defuera y delante de ella una cabra de un madero entallada, con su figura de hembra que quería
concebir, y tras de ella un cabrón entallado de otro madero, puesto como que
quería sabir a engendrar sobre la cabra. Allí derramaban leche y manteca parece
que en ofrenda o diezmo o primicias e olía aquello allí mal a leche o manteca».
El historiador Dn. Gregorio
Chil envió a la Exposición
de París un idolillo también encontrado en dicha isla de
Canaria, «representando un cuerpo que descansa sobre las alas, teniendo otras dos por brazos, y cabeza humana» a otro
idolillo, que remitió a la indicada Exposición Mr. Verneau. ¡Es decir, en el
Archipiélago no han faltado los
ejemplares de ídolos, sólo que asusta la palabra!
14 Las cuevas santuarios de la isla dedicadas a estas
divinidades tutelares y a las
diosas eran numerosas, varias de las cuales por sus actuales nombres nos recuerdan la
aplicación que le dieron los guanches:la Cueva Santa próxima a la Hoya del Drago
entre el mar y la cumbre de San Andrés, yla Cueva Santa del Valle
Vega, en la parte
alta del Valle de Tahodio, ambas en Sta. Cruz;la Cueva
del Santo, en Valle de Guerra;
la Cueva Santa junto al barranco de Sieteojos en El Realejo; la Iglesia de los
guanches, en Chuagrí, encima del poblado deLa Guancha ;
la Cueva de Los
Santos en
Bujamé (Vid. obrita de Díaz Dorta) y el Oratorio del Rey, en Masca, ambas en Bueña-
vista;la Cueva Santa en
Barqueto cumbre de Chirche entre Guía y Valle Santiago; la
Cueva de La
Virgen , una en barranco de Tejina, otra en el de Tedera y una
tercera en
el barranco del Infierno, todas en Adeje;la Cueva de la Iglesia , en el Roque de Jama,
en el Valle de San Lorenzo de Arona;la Iglesia de los guanches en
el Picacho y
Cueva deLa Virgen en el barranco de
este nombre, hacia las cumbres de Arico; la
«Cueva deLa Virgen », una en Pinogordo y
otra en Arapo, ambas en Fasnia; la Cueva
dela Iglesia ,
en el pico Añeja o de tió Marcial, cumbre de Güímar; la Iglesia de los
guanches o Cueva del templo, en Ajeja de Igueste, al pie de montaña de Arguama (que
según tradición enlucían con ceniza y agua y los ídolos o santitos eran de barro), yla
Cueva Santa , más tarde de San Blas, ambas en Candelaria.
diosas eran numerosas, varias de las cuales por sus actuales nombres nos recuerdan la
aplicación que le dieron los guanches:
entre el mar y la cumbre de San Andrés, y
alta del Valle de Tahodio, ambas en Sta. Cruz;
guanches, en Chuagrí, encima del poblado de
Bujamé (Vid. obrita de Díaz Dorta) y el Oratorio del Rey, en Masca, ambas en Bueña-
vista;
Cueva
el barranco del Infierno, todas en Adeje;
en el Valle de San Lorenzo de Arona;
Cueva de
«Cueva de
de
guanches o Cueva del templo, en Ajeja de Igueste, al pie de montaña de Arguama (que
según tradición enlucían con ceniza y agua y los ídolos o santitos eran de barro), y
Cueva Santa
Asimismo es legendario que sirvieron de templo:
15 Dice este
fraile dominico, cuya Religión (Orden) se hizo cargo de la imagen
algunos lustros después de la conquista:
algunos lustros después de la conquista:
«Yendo dos naturales por
aquellas costas repastando el ganado, habiendo de pasar por aquella playa, llegando el ganado que por la playa
iba derramado a la boca del
barranco, se espantó, y no queriendo pasar se remolinaba.
El uno de los dos pastores
creyendo que su ganado se espantaba porque sentía gente y pensando que fuesen
algunos naturales que le querían robar y saltear su ganado
como lo tenían por costumbre de hurtarse unos a otros, para certificarse pasó adelante
y mirando hacia aquella parte del barranco vido la Santa Imagen que
estaba en pie sobre una peña; y como persona que de semejantes visiones estaba
deshusada, no sin pavor se le puso a considerar y parecióle (porque tenía un
niño en brazos) ser mujer, aunque extrañó el traje y el color».
«Y porque entre ellos era
costumbre que si topaban alguna mujer a solas y en lugar solitario no la hablaban porque incurrían en pena de
muerte, le hizo señas para que se apartase, porque su ganado que remolinaba
tuviese lugar de pasar. Pero como la
Imagen no hiciese movimiento alguno, ni respondiese palabra,
amohinóse el pastor y acudió a
sus acostumbradas armas, que eran piedras, y asiendo de una levantó el brazo, fuese para amenazarla o para tirarle con
ella, y así como levantó el brazo yendo a
desembrazar para hacer un tiro, se le quedó yerto y extendido sin poderlo rodear.
El otro compañero habiendo visto lo que pasaba y no quedando escarmentado, cobrando atrevimiento de que no había mudamiento ni
voz y de que aunque hablaba al bulto o
Imagen no respondía, quiso hacer una experiencia, aunque a costa suya, y ver si era cosa viva; y llegando cerca con más miedo
que vergüenza tomó una tahona, que es una piedra prieta y lisa como azabache, que herida
una con otra se hacen rajas y quedan
con filo como navajas con que sangran y sajan; tomando, pues, esta piedra se llegó a la Santa Imagen para
quererle cortar un dedo de la mano por satisfacer su ignorancia y ver si
sentía, y poniendo el dedo de la
Imagen sobre el suyo y comenzando a cortar en él, hallóse el necio burlado porque
la herida se daba a sí propio en sus
dedos, sin hacer daño a la mano de la Santa Imagen ; y siendo aún porfiado y pertinaz (porque era necio), probó otra vez,
más aíale a cuentas, porque sus dedos estaban corriendo sangre de las heridas
que el propio sin querer se daba y los de la
Santa Imagen quedaron libres y sanos sin señal alguna.
Conocedor del suceso el rey
de Güímar y personado en el lugar en que estaba la Imagen , admirado «de ver
el resplandor que de su rostro y vestidos salían y la majestad que
representaba», dispuso fuera trasportada a su corte en Chinguaro; pero
todos desconfiados por lo acontecido,
«ninguno osó echarle mano ni llegarse a ella para abrazarla recelándose no le aconteciese lo que a los
pastores; y así mandó el rey que pues
ellos habían hecho la primera experiencia acometiesen a hacer la segunda y echasen mano para llevarla. ¡Rodeábalo Dios así para
que la gloria de su madre se manifestase y en opinión y estima el pueblo gentil
se confirmase! Llegan los dos pastores, el uno manco de los dedos de la mano y
el otro del brazo, y en poniendo sus manos y tocando la Santa Reliquia para
haberla de alzar (¡cosa milagrosa!) queda el uno y el otro de sus lesiones sanos y buenos con grande
admiración de los presentes, que con voces y silbos aplaudían el hecho y gratificaban y
agradecían el beneficio recibido».
Ante este prodigio ordenó el
rey no se acercaran a la imagen ningún siervo, para él con los proceres conducirla en hombros. Pero habiendo
andado espacio de un tiro de escopeta,
poco más, con ser la Imagen
liviana y ellos hombres de muchas fuerzas «fue tanto el peso y carga que los
que la llevaban sintieron, que les fue forzoso parar y pedir ayuda y socorro; y
por aquesta razón en este propio lugar, después de que la isla fue de cristianos habiendo sabido este caso,
fundaron una pequeña ermita que llamaron del ¡Socorro!... Pues siendo
socorridos y ayudados, tornaron a proseguir su camino hasta llegar a la morada del rey... donde en un canto
de la morada, sobre unas pieles
de cabras y ovejas (que otras alfombras ni doceles tenían) la pusieron».
A tan fausta novedad acudieron todos los reyes de la
isla y convinieron «... que aquello
debía ser alguna cosa del cielo y como tal fuese reverenciada»... y que se le
diera «aposento por sí, porque con el humo de las teas que encendían en la casa
del rey no se percudiese, ni con la
frecuencia de tratarla se le perdiese el respeto».
Propuso el rey de Güímar al
de Taoro «que partiesen el año y que la mitad del estuviese
aquella mujer en su reino de Taoro y la otra mitad en el suyo de Güímar donde
había aparecido»... pero Betzenuhya declinando tanto honor contestó: «Será más razón que yo y mis vasallos vengamos de
nuestras casas a servirla, que no ella vaya a visitamos a nosotros».
Según fray Alonso de
Espinosa, 40 ó más años estuvo en Chinguaro la imagen rodeada de un ambiente
maravilloso de aires perfumados, iluminaciones nocturnas y músicas angelicales, hasta que un muchacho de 14
años llamado Antón, del que nos ocupamos
en el capítulo II del Tomo I,
logró escaparse del Sr. de Lanzarote, Hernán Peraza, después de siete años de cautiverio y enteró a los
guanches de que aquella era «la madre
del Sustentador del cielo y tierra», y es en «la que los cristianos
tienen puestas sus esperanzas»; trasladándola por su consejo al santuario de
Achbinico en Candelaria, donde fue
conducida por la isla entera con el mayor entusiasmo.
Y añade fray Abreu Galindo:
«Cuentan los guanches naturales de esta isla que nuestra señora obraba grandes y muchos milagros... por lo
cual los naturales y sus reyes de la isla dieron un hombre y una mujer como
santeros que tuviesen cuenta de limpiar
y servir a esta imagen»; lo que equivale a decir que tenían sacerdotes y sacerdotisas
dedicados a un culto.
Afirma fray
Alonso de Espinosa de que en la plaza de Candelaria, como en las demás lugares en que estuvo la imagen, siguieron los
guanches oyendo «muchas veces armonías del
cielo y músicas celestiales y visto muchas lumbres encendidas a modo de procesión»... «Eran las procesiones que los ángeles
hacían así por la playa donde la Santa Imagen estaba como por la del Socorro donde apareció,
muy ordinarias, así de noche como de día, con mucha solemnidad, gran armonía y
música de voces suavísimas; con muchedumbre de compañía que, con velas
encendidas, puestas en orden y concierto
hacían su procesión... y esto era tan ordinario que ya no lo extrañaban los naturales».
¿Y cómo lo habían de
extrañar si eran los mismos guanches los que hacían las procesiones?
Aún las celebraban ocultamente un siglo después de la conquista, en tiempos del propio fray Alonso de Espinosa, no ya
por Candelaria y El Socorro sino por Arona y otros puntos. La diosa Abona, por
ejemplo, fue descubierta por los conquistadores en 1514, es decir, 17 años
después de la conquista, según se deduce del testamento otorgado en 25 de Junio del referido año por Pedro Hernández
de la Vera , vecino de La Laguna , ante el escribano público Alonso de
Llerena, en el que declara:
«... que por cuanto acababa
de llegar de las playas de los Abrigos de Abona, en Daute, a donde fue a velar la imagen de Nuestra Señora que
allí apareció, manda se dé para la obra de la iglesia que allí, se hiciese, un
potro ruano que tiene en sus yeguas y
dos peones» y nada tiene de particular ignoraran la existencia de esta otra diosa, conocida oficialmente después por «Nuestra
Señora de La Luz »,
aunque los fieles siguieran denominándola
de Abona, porque el territorio donde apareció estaba en su mayor parte en poder
de los alzados, como dijimos en el Tomo I, con tal cual núcleo fortificado como
Tijoco, Tamadaya, etc., y era por lo tanto mucho menos frecuente.
Por esto en la formación de
los Beneficios curados de la
Diócesis , según consta en las Constituciones Sinodales del obispo D. Fernando de
Arce, años de 1514 y 1515, mejor dicho
en los 74 mandatos de un manuscrito conservado en el archivo secreto de la catedral de Canaria, que conoció Viera y Clavijo,
refiriéndose a las Bandas de Chas-na dice:
«Otrosí en los términos de
Adeje y Abona, donde ahora no hay población recogida, e los vecinos de los dichos términos están muy
desparramados, porque el noveno de los
diezmos de los dichos términos no bastarían para dar mantenimiento a cura
clérigo; estatuimos e ordenamos que de todos los diezmos de los dichos términos
e de toda la masa de ellos, se saque ante todas cosas diez mil maravedíes de la
moneda de esta Isla e quince hanegas
de trigo, para el mantenimiento de un clérigo cura que diga
Misas y ministre los Stos. Sacramentos a los moradores de los dichos términos de Adeje y Abona...». Debemos advertir que por
dicho tiempo tan extenso territorio pertenecía nominalmente al Beneficio de
Daute, « ... desde la Cuesta
de Cristóbal de Ponte, donde están las Cuevas, adelante... hasta la Marca de Abona», es decir,
desde Daute hasta barranco de Erques en Fasnia.
Nada tiene pues de extraño
que los conquistadores pasaran tanto tiempo sin tener conocimiento de la diosa Abona, como tampoco que los
guanches siguieran a escondidas
rindiéndole culto según su liturgia, como nos da testimonio de ello el mismo
fray Alonso de Espinosa, que declara:
«En la playa que dicen de
Abona, que será de cuatro leguas desta de Candelaria, hacia la montaña Roja, se vían también ordinariamente
estas procesiones, principalmente por
la fiesta de la Asunción
de nuestra señora; y esto es tanta verdad que agora en
estos tiempos personas que las han visto se van a la dicha playa y hallan velas de cera acabadas de apagar, y algunos las
han hallado encendidas y pegadas a los riscos, y me enseñaron el lugar e yo lo
vide. Y así en esta playa como en la de Candelaria se halla por la orilla del
mar gran cantidad de gotas de cera, que de las procesiones que los ángeles
hacen en honra de la
Candelaria gotean; y yo doy fe que las he hallado y visto y
las tengo en mi poder y oído a otras muchos lo propio...
Las candelas o velas que en
esta playa se hallan no son muy blancas, mas el pábilo no se deja entender de que sea, porque ni es estopa ni
algodón, antes en alguna manera parece
de seda blanca torcida...».
Estas procesiones con
iluminarias, música, cantos y demás ceremonias religiosas de que estaban enterados los conquistadores y que
celebraban los guanches no ya con el
mayor sigilo sino negándolo, unido a los panes, velas y gotas de cera con otras
huellas que encontraban por las playas, dada la época de exaltación piadosa
compréndese lo reputaran a milagro, máxime no existiendo en la isla colmenas,
aunque sí abejares salvajes; y
tan inexplicable y sobrenatural les pareció el fenómeno, que levantaron acta testimonial para que constara a todo tiempo, como lo
prueba el siguiente instrumento público:
«In nomine Domini. Amen,
Sepan cuantos este público instrumento de Fe vieren. Como en la
Villa de San Cristóbal que es en la Isla de Tenerife, Domingo,
veinticinco días del mes de Junio, Año
del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y
cuatrocientos y noventa y siete años, en presencia
del muy virtuoso caballero Alonso de
Lugo, Gobernador de las Islas de Tenerife y La Palma , por el Rey y Reina nuestros señores.
En presencia de mi, Fernando Alvarez,
canónigo de la Iglesia
de Canaria, por la autoridad Apostólica público notario y de los testigos que
de yuso serán escritos sus nombres. Pareció
presente el honrado y discreto varón Antonio de Arévalo, continuo criado de los Reyes nuestros Señores, E dijo
que por cuanto en esta dicha Isla se decía de público y era notorio un milagro
que de cada un año acontecía, de aparecer cierta cantidad de cera fecha en
panes de veinte años a esta parte, en un cierto término desta dicha Isla, que
por ende pedía y pidió al dicho señor gobernador mandase tomar testigos dignos de fe para certificación
del dicho milagro... E luego en continente
el dicho Antonio de Arévalo presentó por testigo a Pedro Fernández y a Diego
Fernández e Alonso Sánchez de Morales, naturales de la isla de Fuerteventura, e
vecinos desta isla de Tenerife, e
Gonzalo Méndez, castellano, e Pedro Maninidra e Pedro Mayor naturales de la isla de Gran Canaria, e Pedro Ervás, e Ibone
de Armas vecinos de la dicha isla de
¡a Gran Canaria, que agora están y habitan en ésta de Tenerife.
Los cuales dijeron, e cada
uno de ellos dijo, cómo era verdad que cada año se-yendo esta isla de infieles, que venían a ella los fieles
cristianos que moraban en estas islas
comarcanas, a ésta en navios para saltear, e tomar de los canarios llamados
guanches que aquí vivían. Y que como descendían en aquella parte que se dice
Goymar, que es en esta dicha isla, que fallaban la dicha cera y la llevaban, y
la tenían y tienen en gran reliquia y
veneración. E los dichos Pedro Fernández... dijeron que de cudijo, que a las veces parecía de diez o doce
libras, y otras veces quince y veinte libras.
Y que saben que este
presente año pareció cantidad de veinte libras y más. Y que los dichos Pedro Fernández, y de cuatro años a esta
parte han visto la dicha cera en la
dicha isla... E los dichos Pedro de Ervás e Ibone de Armas dijeron: que hay
veinte años, poco más o menos, que saben
e vieron traer la dicha cera a muchas personas. Y todos dijeron y cada uno de
ellos dijo que a las veces Diego Fernández y Alonso Sánchez
de Morales, y Pedro Maninidra y Pedro Mayor fueron en fallar este presente año, cuatro o cinco días antes de la purificación
de Nuestra Señora La
Virgen María. Y
que han oído decir a muchas personas que las han fallado, que siempre por este tiempo se falla y parece... E que este presente
año fueron más de veinte personas presentes
cuando pareció , que habían ido en busca de esclavos de vecinos que se habían
ausentado, e que así pasa en verdad... E yo el dicho Fernando Alvarez, notario
susodicho, e infraescripto, doy
fe... Y que este presente año al tiempo que se fallo la dicha cera, no había candelas para decir misa, ni para
bendecir el día de la purificación de Nuestra Señora La Virgen María. Por
cuanto en esta isla no hay colmenas para sacar cera, sino la traen de la gran Canaria, por ser esta dicha isla
nuevamente ganada de manos de infieles... E yo el dicho notario, que al
presente sirvo por cura en esta dicha isla
hube y recibí doce libras de la dicha cera; y así otras tantas fice haber al
Mayordomo de la iglesia para celebrar el culto divino, de la cual yo di
cierta cantidad al muy reverendo en Cristo,
padre y señor, Dn. Diego de Muros, obispo destas dichas islas e obispo de
Canarias, que aquí vino a visitar esta dicha isla e iglesia della. El cual
envió de la dicha cera a Santa María de Guadalupe y a otras iglesias del dicho su
obispado para que la tuviesen en reliquia. A lo cual todo lo dicho es, fueron
presentes por testigos los honrados varones
Fernando de Trujillo, lugarteniente de gobernador en esta dicha isla, y Pedro
Metías, y otras muchas personas... Ferd. Alvarí , Apostolicum notarius».
Es verdad de que en la isla
no habían colmenas pero sí millares de abejares salvajes, al extremo de que a
raíz de la conquista fuera un arbitrio municipal, como dijimos en el Tomo I.
También Marín y Cubas dice que «no tuvieron colmenas sino miel silvestre de abejeras enriscadas»; y nos cita un
asalto de Alonso de Lugo en Tenerife, por Icod,
como se refiere en el cap. II del Tomo I, en el que se apoderó de velas de cera, cirios, etc. de fabricación guanche. Además
al tratar de las industrias indígenas veremos
que sabían labrar la cera, aunque de un modo rudimentario.
Y para concluir con este
particular observaremos, que las velitas de cera que aún se distribuyen a los
romeros en la festividad de la
Virgen de Candelaria, son de igual tamaño si bien más
blancas, que las que usaban los guanches en las procesiones y festividades de su diosa Chaxiraxi', y que el pábilo de
las referidas velitas, que según fray Alonso de Espinosa « ... no se deja entender de que sea,
porque ni es estopa ni algodón, antes
en alguna manera parece de seda blanca torcida», es muy sabido que lo confeccionaban
de la película de la planta vulgarmente llamada chajora, como lo hemos ensayado con éxito.
¡Tal vez si en el
instrumento público citado hubieran tomado testigos guanches y no extranjeros, descubren la verdad!
16 Hacían estos rosarios con cuentas de arcilla cocida de forma
de pequeños ci
lindros, de uno a dos y medio centímetros de largos, adornados a veces con rayitas,
otras de forma de diminutos discos y hasta del tamaño de aljófar, enhiladas en cuerdas
de tripas; de las que existen numerosos ejemplares en el Museo Municipal.
lindros, de uno a dos y medio centímetros de largos, adornados a veces con rayitas,
otras de forma de diminutos discos y hasta del tamaño de aljófar, enhiladas en cuerdas
de tripas; de las que existen numerosos ejemplares en el Museo Municipal.
Hay que desechar las
hipótesis de que los tales rosarios fueran un sistema de enumeración, ni una representación gráfica a manera
de escritura como el quipu de los peruanos
o el nepohualtzitzin de los mejicanos ni objetos de adorno, como collares o gargantillas, pulseras, etc., pues los guanches eran
muy celosos en la observancia de sus
leyes suntuarias, y el hecho de usarlos lo mismo nobles que siervos, como lo hemos comprobado en centenares de necrópolis, nos
revela que esa igualdad sólo podían tolerarla estando consagrada por un fin
religioso.
La tradición vulgar llamándolos rosarios porque les
servían para sus rezos, le han dado su
verdadero nombre.
17 El obispo D. Francisco Martínez Cisneros, entre otros
mandatos para el lugar
de Adeje en 1.605, conminaba con multas... y prohibía «las reuniones de varones y
hembras a velar a los moribundos, así como de hacer procesiones (léase rogativas)
fuera del lugar en mucha distancia, de lo cual se siguen... muchas deshonestidades
entre hombres y mujeres quedándose a dormir por los campos o quedándose atrás en
las dichas procesiones en los barrancos y lugares escondidos...».
de Adeje en 1.605, conminaba con multas... y prohibía «las reuniones de varones y
hembras a velar a los moribundos, así como de hacer procesiones (léase rogativas)
fuera del lugar en mucha distancia, de lo cual se siguen... muchas deshonestidades
entre hombres y mujeres quedándose a dormir por los campos o quedándose atrás en
las dichas procesiones en los barrancos y lugares escondidos...».
18 «Los quejidos de la coruja, la tristeza del alcairón y un
murciélago en las
casas, barruntan desgracias».
casas, barruntan desgracias».
El canto del peroluis augura muerte. Por esto en los
pueblos del Sur al oírlo, dicen: «¿A quien
se irá a llevar?». «Cuando el papagayo (ave del país) canta en las cercanías de un enfermo, anuncia muerte; como
también una bandada de cuervos que se pose en las inmediaciones», los perros
aullando, etc.
Si por la noche se ve un tajos
(ave) en puntos próximos a la casa en que haya un cadáver de cuerpo presente, «es señal segura de que
el xaxo va camino de Chineche».
Hemos tratado a uno de
estos visionarios de Chirche, Guía, que él con otros
vieron muchas veces un xaxo «salir echando chispas de una cueva del barranco de
los Ovejeros en dirección a la de Sámara», hasta que el célebre animero tío Roque, de
la Vega de Icod,
logró con un conjuro meterlo por la boca del Teide.
vieron muchas veces un xaxo «salir echando chispas de una cueva del barranco de
los Ovejeros en dirección a la de Sámara», hasta que el célebre animero tío Roque, de
La civilización ha transformado el xaxo arrimado
de los guanches en ánima arrimada y al
hechicero o samarín en animero, con ligeras variantes en los procedimientos;
pero lo que no ha variado, ni siquiera en los nombres, son las Cuevas de Sámara
ni el Infierno.
20 Derívase
este nombre de las cuevas denominadas Sámaras donde parece te
nían algo así como seminarios.
nían algo así como seminarios.
Aún es célebre la Cueva de Sámara, en las
cumbres de los caseríos de Arguayo y Chío, en Guía; y sobre todo la Cueva de Sámara que se
extiende algunos kilómetros, según se cree, desde la Montaña de Las Negras
junto al Teide a 2 ó 3 kilómetros, hasta el puerto de San Marcos en Icod. Se
dice que comunica con dicho subterráneo el convento Agustino de Icod.
Existen varios lugares en la isla que llevan el
apelativo de Samarines porque éstos vivieron
en ellos:
Playa y Cueva de Samarines,
entre Candelaria y El Socorro de Güímar, y Barranco y
Salto del Samarín, cerca de la
Cueva de San Blas, en Candelaria; Salto y Fuente del Samarín en el monte de La Esperanza , El Cosario;
El Samarín, próximo a Chinguaro, Güímar (Doct0.); El Salto del
Samarín, en el Lomo de Valeria, en Fasnia; Casa del Samarín, junto al Morro del Tagoro, casco de Granadilla; y
Salto del Samarín, sobre Los
Frontones también en Granadilla; Cueva del Samar o Samarín, en Aldea de San Miguel; Salto de Samarines, al
naciente de Cruz Cambada, en Chasna; Cueva del Samarín ya más conocida de Los
Machines, en Valle San Lorenzo, Arona; Samarines, frente a Hoya Grande y Cuevas
del Samarín en las Cuevas del Miedo en Tejina, la primera en Adeje y la segunda
en Guía.
21 Hasta fines del primer tercio del siglo pasado, en los
pueblos del Sur eran co
nocidos los curas con el nombre genérico de babilones y particularmente los frailes
mendicantes, de los que se conservan aún refranes alusivos a su costumbre de pedir,
como por ejemplo.
nocidos los curas con el nombre genérico de babilones y particularmente los frailes
mendicantes, de los que se conservan aún refranes alusivos a su costumbre de pedir,
como por ejemplo.
«¡Ahí vienen los babilones, apretar
bien los zurrones!», es decir, llenarlos bien.
22 (Vid. Tomo I, pp. 112, 131, 294).
anotaciones
(1) En este punto
Bethencourt Alfonso, al ser coherente con su teoría del origen ibérico de la población guanche, comete un error
histórico al considerar esculturas guanches las imágenes religiosas de la Virgen de Candelaria, la de
Abona, etc. En cualquier caso fue una opción teórica que él eligió consciente y
plenamente informado; para
confirmar esto basta leer el anexo documental del Tomo I, donde se incorporó la
respuesta dada por D. José Rodríguez Moure ante el informe emitido por Campbell
sobre el origen de la antigua escultura de la Virgen de Candelaria. En la conocida obra del presbítero Rodríguez Moure, podemos encontrar la
traducción que él hace de la información
dada por el Padre Andrade y el Obispo D. Bartolomé García Jiménez acerca de
las inscripciones que bordeaban la túnica de la primera escultura de La Candela ria. (Vid. «Historia de la devoción del pueblo
canario a Ntra. Sra. de Candelaria». Santa Cruz de Tenerife, 1913; pág. 62).
(2) Repetimos lo dicho en la nota anterior y recordamos
que las investigaciones
histórico-artísticas hechas en torno a la primitiva imagen deLa Virgen (morena-negra) de La
Candelaria , demuestran lo erróneo de la afirmación hecha por
Bethencourt Al fonso. La aparición de la Virgen de Candelaria a los guanches en las
playas de Chimisay se vincula a los
primeros momentos de conquista y evangelización de las Cana rias. Para algunos
autores esa aparición de la imagen se pudo haber realizado en torno al
periodo 1390-1392; sin embargo otros autores retrasan la fecha hasta 1400-1450.
histórico-artísticas hechas en torno a la primitiva imagen de
(3)
Pero de lo que no cabe duda es que la citada escultura tenía características góticas yprocedía del continente europeo. Para el profesor Hdez. Perera, esta imagen de LaCandelaria, no la podemos seguir vinculando desde el punto de vista artístico con laimaginería mariana mallorquína del siglo xiv; sin embargo debemos contemplar unposible origen en el sentido de: «... momento decisivo para Castilla fue la llegada delas corrientes flamencas propagadas por Haneuin de Bruselas, Egas Cuentan y JuanAlemán en el primer tercio del siglo xv». (Jesús Hernández Perera. «Precisiones sobrela escultura deLa Candelaria venerada por
los guanches de Tenerife» en Anuario deEstudios Atlánticos. Madrid-Las Palmas:
C.S.I.C.-Casa de Colón, 1975; pág. 62).
Pero de lo que no cabe duda es que la citada escultura tenía características góticas yprocedía del continente europeo. Para el profesor Hdez. Perera, esta imagen de LaCandelaria, no la podemos seguir vinculando desde el punto de vista artístico con laimaginería mariana mallorquína del siglo xiv; sin embargo debemos contemplar unposible origen en el sentido de: «... momento decisivo para Castilla fue la llegada delas corrientes flamencas propagadas por Haneuin de Bruselas, Egas Cuentan y JuanAlemán en el primer tercio del siglo xv». (Jesús Hernández Perera. «Precisiones sobrela escultura de
(4) Ya hemos comentado que el profesor Alcina Franch ha
dedicado muchos
años a desarrollar su tesis trasatlantista, donde se consideran las similitudes culturales existentes entre el ámbito mediterráneo-africano, el archipiélago canario y el mundo americano. Dentro de esas similitudes destacan la presencia del asa-vertedero, la figu rillas femeninas perniabiertas, las pintaderas, los cuencos trípodes; así como la realiza ción de prácticas de momificación.
años a desarrollar su tesis trasatlantista, donde se consideran las similitudes culturales existentes entre el ámbito mediterráneo-africano, el archipiélago canario y el mundo americano. Dentro de esas similitudes destacan la presencia del asa-vertedero, la figu rillas femeninas perniabiertas, las pintaderas, los cuencos trípodes; así como la realiza ción de prácticas de momificación.
(5) En esta descripción, nuestro autor, llevado de su
interés por la cultura guan-
che realiza una transposición en el tiempo, cargando las tintas en la idea idílica de esteritual propiciatorio.
che realiza una transposición en el tiempo, cargando las tintas en la idea idílica de esteritual propiciatorio.
(6) Esta costumbre del día de finados tiene, a nuestro
parecer, más relación con
el sistema de previsión, para la vida en el más allá, utilizado por los creyentes católi
cos a lo largo de todo el Antiguo Régimen en Canarias que con una posible supervivencia guanche.
el sistema de previsión, para la vida en el más allá, utilizado por los creyentes católi
cos a lo largo de todo el Antiguo Régimen en Canarias que con una posible supervivencia guanche.
(7) Este idolillo fue publicado en el Tomo I, de la Historia del Pueblo Guanche.
(8) Fuente.
(
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