Así nos cuenta el insigne Tomás
Arias Marín de Cubas la captura de Tenesoya en las costas de
Bañaderos, en el norte de Gran Canaria:
“Luego que llegaron de España imbio a Canaria
Doña Ignes a ver si por alguna espia se supiesse lo que alla pasaba: volvió la
caravela con tres cautibas, una mosa, las dos ancianas, que en el Charco del
bañadero, en la Costa
del Airaga se estaban bañando; las ancianas cuidaban de la Mosa que era Señora sobrina
del Guadartheme: cautivaron las quatro hombres por tierra a vista de la
lancha que luego los recogía; acudiendo a la defenza quince o mas canarios a
nado, mataron dos a estocadas y a otros retiraron heridos, que siegamente se
metian a hazer presa. Desmaiada la
Mosa , le rociaron con agua salada, y vuelta en si se arrojo a
el agua y fue detenida y atada luego...”
Hemos comentado en anteriores
artículos nuestra convicción de que Marín de Cubas, que escribe su obra Historia
de las siete islas de canaria en el siglo XVII, tuvo que tener en sus manos
la crónica primigenia de Pedro de Argüello. Este texto que hemos leído es un
respaldo indudable a dicha hipótesis. Ningún otro historiador describe estos
hechos antes que él; y lo hace de un modo tan directo y con tal cantidad de
detalles que no puede caber duda acerca del carácter primario del texto, es
decir, que alguien que está viendo lo que ocurre, lo narra posteriormente al
cronista que lo escribe.
Probablemente, como nos dice Lobo
en su obra Las Princesas de Canarias, haya sido la propia Luisa de
Betancor la que contara sus andanzas, una vez establecida en Gáldar. Su vecino
Pedro de Argüello, el cronista de la isla, tenía pues muy cerca de su casa a
privilegiadas informantes, no solamente a Luisa, pues también en torno a la
misma plaza residían Catalina y Margarita Hernández, las hijas de
Tenesor, y hasta la mismísima Catalina de Guzmán, la hija de Egonayga, el
guadarteme bueno que convivió algunos años con Tenesoya hasta su matrimonio con
el castellano Hernando de Guzmán.
Algunos comentarios sobre el
texto de Marín de Cubas:
-La fecha del asalto es motivo de
disensiones entre los historiadores. Voy a echar más fuego a esa hoguera
señalando una fecha de referencia tardía, en torno a 1475, poco tiempo antes
del gran desembarco con el que se inicia la cruenta guerra de conquista.
Como principal argumento para
defender esa datación señalamos que su prima Arminda (Catalina de
Guzmán) recuerda la escena y la da a conocer al cronista, cuando ya es
mayor, según recoge la Ovetense:
“y afirmaba la hija del
guadarteme, que era persona de mucha verdad, que la noche que Luisa de Betancur
se vino de casa de su tío a enbarcar, que se levantó de junto della y abrió la
puerta que es muy pesada, que yo la he visto, y que abriéndola hace mucho (ruido)
y que pasó por los perros que tenían fuera muy bravos y que la puerta no hiso
rruydo ni los perros ladraron, que todo lo tubo por gran milagro…”
-
Tenesso, la hija de Aymedeyacoán, convivía en la
corte de Gáldar, con Arminda y su padre, el viejo Egonayga. Sabemos que Arminda
era por entonces una niña pequeña pues a finales de 1482 aún no había alcanzado
la pubertad. Si hubiera sido púber en esas fechas, habría sido la casada con
Bentejuí en lugar de su prima. Presumimos por estas razones que Arminda
Masequera, como ya adelantamos en el capítulo a ella dedicado, nació en torno a
1470 y que debía tener entre 5 y 7 años de edad (antes no
conservaría recuerdos) cuando tuvo lugar el rapto y la posterior evasión de su
madrastra. Debemos concluir de todo esto que Tenesoya no era una menina o dama
de compañía de la princesa sino la misma Guayarmina de Gáldar a la que Egonayga
habría desposado tras la muerte de Atendiura, su primera esposa real. De nuevo
las crónicas acuden en apoyo de estas ideas con la continuación del relato de
doña Catalina de Guzmán:
-
“ y luego que halló menos y el
Guadarteme lo supo, acudió a la mar y quando llegó halló que estava embarcada y
dio a la vela la vuelta de Lanzarote, de lo cual tomó gran pesar que la amaba
mucho y con este dolor estuvo algunos días del cual enfermó dejando por única
heredera una hija de ocho años que era de su mujer lijitima, la qual y el
govierno de la isla encomendó a un su sobrino, mansebo cuerdo, hijo de su
hermano…”
- Los asaltantes son sin duda los
hombres de Diego de Herrera, el autodenominado rey de las islas, cuya
actividades más rentables, además de la venta de la orchilla, estaban
relacionadas con la venta de esclavos capturados tanto en las costas africanas
como en las islas que quedaban por sojuzgar. La escena recreada por el cronista
nos habla de cuatro hombres agazapados que apresan a unas mujeres que se
bañaban en el charco y que rápidamente son recogidos por una lancha que estaba
al quite. El rapto de Tenesso no fue por tanto una incursión más en busca de
esclavos. Los asaltantes están aleccionados sobre el lugar, la fecha y la
relevancia de la mujer que baja a la marina, como dice Cairasco, para realizar
determinados ritos de purificación. Néstor Álamo en su preciosa obra Tenesoya
Vidina y otros relatos, se recrea en la historia imaginando que el
carabelón que trae a los intrusos debió arribar la noche anterior dejando en la
playa un comando de raptores con instrucciones precisas.
- Los liberados fueron muy
numerosos, como señalan las crónicas, por lo que habría que pensar que, en vez
de bueno, el guadarteme Egonayga debió ser tildado por los suyos de pacato. El
pobre viejo, en dos episodios no alejados en el tiempo, en el ataque de las
mesnadas de Silva a la capital de su reino, y en el rapto y rescate de
Tenesoya, permitió la liberación de centenares de soldados enemigos, muchos de
los cuales habrían de incorporarse más tarde al ejército real
castellano contribuyendo decisivamente, por su conocimiento del terreno y de
las costumbres de los canarios, a la victoria final de los invasores. Entre los
liberados en el canje hay que hacer mención, por la relevancia del personaje,
del que será poco después el primer alcalde de la Villa Real de Las
Palmas, Juan de Mayorga (no Francisco, según Cebrián Latasa), quien, no por
casualidad, ejerció de padrino de bautismo y de curador de Arminda, junto a su
esposa Juana Bolaños. Lo fue por petición expresa de los propios faycanes
que condujeron a la reina-niña hasta El Real. La razón de fondo es que Mayorga
pasó un tiempo cautivo en la corte del viejo Egonayga después de que la Torre de Gando, de la que
era su alcaide, fuera atacada por los canarios al mando de Maninidra y derruida
hasta los cimientos.
B.
RECAPITULACIÓN SOBRE LA
SUCESIÓN MATRILINEAL
En el prólogo del novedoso libro Los
Semidanes de Canarias (Ed. Anroart) escrito por mi hermano Roberto
Hernández Bautista tuve la oportunidad de reflexionar en voz alta sobre las
ideas antedichas:
“Me arriesgo a plantear, en este
prólogo, una cuestión que puede resultar polémica porque rompe con esquemas
sesgados de la historiografía a la hora de explicar la sucesión en la dinastía
de los Semidanes. Defiendo la hipótesis, como todos los historiadores
contemporáneos, de que el trono del reino insular se hereda por sucesión
matrilineal, de guayarmina (reina) a princesa mastegena (heredera del trono), o
lo que es lo mismo, de madre a hija de mayor edad en la dinastía real; y en
caso de no tener descendencia femenina, de guayarmina a hermana mayor de la
reina y de esta a su descendencia femenina por orden de primogenitura. Pero
añado la idea fuerte de que los guanartemes o reyes, lo son, solo en tanto que
esposos de la reina; y los faysages o sumos sacerdotes, solo en tanto que tíos
de la reina, hermanos varones de su madre.
El esquema sucesorio se complica,
sin embargo, cuando la isla se fragmenta en dos reinos a mediados del siglo XV.
La partición del territorio insular entre los primos Egonayga y Ventagoye,
guadartemes de Gáldar y Telde respectivamente, derivada del problema sucesorio
que se crea en el linaje de Andamana tras la muerte de Atendiura, genera
disensiones en cuanto al orden dinástico a la hora de establecer las regencias
de ambos reinos, pero solo hasta el momento en que Arminda, la indubitada
heredera del trono insular, una vez restablecida la línea dinástica, alcanzase
la mayoría de edad, convirtiéndose en guayarmina de toda Canaria. Este hecho no
ha sido cuestionado por ninguno de los cronistas e historiadores a la
vista del ruidoso ceremonial de la entrega de la joven el 26 de julio de
1483 a las puertas del Real de Las Palmas, pudiendo por tanto establecerse que
el linaje femenino que otorga el derecho al trono insular emana de Atendiura,
la madre de Arminda y primera esposa de Egonayga quien falleció prematuramente
tras el parto de su única hija.
Las capturas sucesivas de las
mujeres designadas guayarminas regentes de Canaria, a la espera de la mayoría
de edad de Arminda, primero la de Tenesoya (defiendo que Tenesoya es la segunda
esposa de Egonayga gracias a cuyo matrimonio este se mantiene al frente del
guanartemato tras la muerte de Atendiura), y más tarde la de Abenchara, son
hechos que pensamos que no fueron fortuitos sino programados. De ahí que la
siguiente en el orden dinástico, la llamada con toda razón Guayarmina, la hija
mayor de Abenchara, fuese conducida prontamente, junto a la pequeña Arminda,
hacia las cumbres más remotas para ser alejada del asalto de los secuestradores
de reinas pasando a ser la última reina regente de la isla una vez casada
con Bentejuí, el hijo del difunto Ventagao de Telde.
Pensamos que en relación directa
con estos hechos se sitúan los viajes a la Península del guanarteme regente de Telde,
Aymedeyacoán en 1481, y del guanarteme regente de toda la isla, Tenesor Semidán
en 1482, para rendir vasallaje a los Reyes Católicos. En el primer caso, es la
hija de Aymedeyacoán, Tenesoya, capturada en Bañaderos y canjeada por un
centenar largo de prisioneros cristianos, quien poco después abandonaría
la isla por voluntad propia, la que desde su residencia en Lanzarote pudo hacer
servido de enlace para organizar la expedición, encabezada por su padre,
encaminada a denunciar las tácticas de tierra quemada del gobernador; en el
segundo, es la esposa de Tenesor, la reina Abenchara, la que resulta apresada
en Guayedra y embarcada con urgencia hacia la Península , siendo
entonces el espía Juan Mayor, desde la casa fuerte de Agaete, el encargado de
negociar con el guadarteme las condiciones de su entrega y remisión a la
corte castellana.
Todo esto es ciertamente
complicado, pero me aventuro a sostener que los raptos de ambas mujeres fueron
acciones organizadas por las autoridades militares castellanas, con el
consentimiento real, conocedores del papel que estas jugaban como pilares
de la soberanía insular canaria, y habida cuenta de la pérdida de legitimidad
de los guanartemes si desaparecían las figuras reales femeninas que eran
el sustento de su poder. No puede ser verdad que dos reinas regentes,
tratándose de quiénes se trata, fuesen apresadas de manera fortuita. Las
cuadrillas que realizaron dichas capturas tenían que estar avisadas sobre el
día y la hora en que la guayarmina Tenesoya acudía a ciertos bañaderos
para realizar sus ritos de purificación, o sobre las fechas en que estaba
desguarnecido el lugar de Guayedra donde se ocultaba la guayarmina
Abenchara, para, con sus raptos y posterior extorsión a sus esposos,
forzar la división y la guerra civil entre los canarios, como así
ocurrió.
(Faneque Henandez
Bautista y Juan R. García Torres)
No hay comentarios:
Publicar un comentario