jueves, 11 de septiembre de 2014

NATACIÓN Y NAVEGACIÓN

RETAZOS DE CULTURA GUANCHE
Según el Dr. Juan Bethencourt Alfonso, en: Historia del Pueblo Guanche

Recopilado por Eduardo P. García Rodríguez


Natación.— ¡Es asombrosa la credulidad humana! No se com­prende cómo la noticia más absurda lanzada sin meditación por cual­quier cronista es copiada por los demás autores y por el público sin in­vestigar los hechos, sin someterla siquiera a las reglas de la crítica y hasta a las del buen sentido. Aparte de que sería una excepción incom­prensible que los guanches fueran los únicos del Archipiélago que ig­noraran el arte de la natación, ¿cómo se explicaría esta ignorancia cuando le era indispensable para las faenas de la pesca, cuando el mar era una de sus fuentes principales de vida, quizás la primera después de la ganadería? Por lo demás, sin contar que la natación era un arte obligado entre los guanches no sólo por exigirlo la república sino para adquirir todo hombre sus derechos civiles, son numerosas las tradicio­nes que se ocupan de este asunto, atestiguando que eran famosos na­dadores. Sólo faltaba molestarse en recogerlas. Basta a nuestro propó­sito exponer las siguientes: como a unos sesenta metros de la desem­bocadura del barranco de la Síbora, próximo al pueblo de Los Silos se halla la Baja del Barranco; a donde se dirigían a nado los guanches de aquel tagoro a pescar y a coger mariscos. También iban los pescado­res nadando desde tierra firme a la Baja de Acentejo, a la de Adeje, y a los Roques de Anaga; como así mismo salvaban a nado una distancia de uno a uno y medio kilómetros, que puede haber entre la Punta de Guamojete a Las Vueltillas, en las riberas de Barranco Hondo en Can­delaria.

En el puerto de Los Cristianos ganaban la cueva de Roma, arro­jándose por el Tancon, que está separado unos 50 ó 60 metros. En los certámenes anuales de natación celebrados por ministerio de la ley acudían todos los tagoros del achimenceyato de Moreque al puerto de Los Cristianos; y eran proclamados grandes nadadores a los que li­braban a nado, sin tomar tierra y cierta unidad de tiempo, la distancia desde la punta de La Rasca hasta el Charco del Lino faldeando el Risco de Los Cristianos. El tribunal, presidido por el achimencey, se establecía sobre un punto del Risco en que dominaba el recorrido (Arona).
    Argel, que pertenecía al reino de Adeje y Daute. Aún existe por allí una gruta denominada cueva de la guaucha, donde vivió una guancha. Frente a la referida gruta, que está cerca del mar, existe una baja alejada de la orilla 200 ó 300 metros, separada de tierra por un brazo de mar profundo; y es tradición que la guancha se acogía nadan­do en la Baja, siempre que veía gente que le fuera sospechosa. Tenía fama de muy nadadora (Adeje).

—Los pescadores —los que lo eran— iban nadando desde la punta de Guamojete o Guadameña a las Vueltillas, que distaran como 1 1/2 kilómetro, pues no hay paso por tierra.
También iban a la Baja de Acentejo, donde se acogieron los de­rrotados en Centejo; lo mismo que a los Roques de Anaga.
—Eran los guanches grandes nadadores. Asegura la tradición que el rey de Moreque subía ciertos días a los altos de Guasa para saber quién era el más nadador; conceptuándose como gran nadador, al que tirándose por la Punta de la Rasca salía por Los Cristianos a un punto señalado, bordeando todo el Risco.
Navegación:
—Balsas. Para pescar de a bordo, separándose de tierra a veces a bastante distancia, las hacían de ordinario ya de troncos de tabaiba dulce, bien de foles henchidos de aire, o bien combinando ambas cosas; en las que embarcaban dos o tres o más personas según el tamaño.
Manejaban estas balsas con las manos armadas de pequeñas paletas de madera y hasta en ocasiones —según la tradición— utilizaban una velita cuadrada de pieles, entre dos varas paralelas que sostenían verti­cales con las manos los mismos tripulantes, enfachándola al viento.
Cargaban en esta balsa: la pótala con varias brazas de cabo de junco; todos los apatuscos de pescar, como cañas, guelderas, etc., foles con agua y comida; otros vacíos para transportar la pesca; y si era de noche, hachos que sostenía encendido un muchacho. Hasta principios del siglo pasado, en que el monte bajo de las costas y me­dianías no había sido talado en su mayor parte, las tabaibas dulces que se criaban con especialidad junto a los cardones alcanzaban muchas hasta los dos y tres metros de altura y sus troncos un diámetro de medio metro y hasta de una vara. He hablado con personas de todo crédito, que han visto después de mediado el siglo XIX echar en el puerto de Los Cristianos una sola tabaiba seca, de 3 cuartas y 1/2 de diámetro el tronco, sobre la que se encaramaban dos hombres para pescar a viejas, después de fondearla con una pótala (Informante: Vic­torino, el padre de Froilán. Los Cristianos).
Había algunas de doble tamaño, en que los foles iban entreverados con los maderos de tabaiba; y otras más pequeñas. En lo que pu­diera llamarse proa, así como en la popa, llevaba un fole abierto a todo lo largo por su parte superior, que cerraban con lazadas de correa, que hacían de bodega o stay (como en los barcos de pesca) para guardar comida, agua, apatuscos, etc.
—Balsas de madera, (3). No ha llegado a nuestras noticias que emplearan los guanches otra madera para construir sus balsas que la de tabaiba dulce seca.
Consistía en dos o tres emparrillados de troncos de tabaiba sobre­puestos en sentido inverso, asegurados con clavijones o varas de leña blanca y cordeles. Éstas eran de distintos tamaños.
Otras veces consistían en una o dos tabaibas con las ramas entre­lazadas y atadas.
—Formas de las balsas. Para construidas exclusivamente con foles o zurrones, obtenían éstos de la piel de los machos cabríos más agigantados; que mataban degollándolos, y luego completaban la heri­da de la piel circularmente alrededor del cuello, por donde empezaban a desollar al animal hasta sacarlo por ella entero. Después adobaban y preparaban el zurrón, concluyendo por vigorizarlos y hacerlos imper­meables con cierto bálsamo que preparaban con resina blanca de pino, sangre de drago y otras sustancias que no conocemos.
De ordinario, después de soplados y aseguradas las bocas, em­pleaban 869 foles para una balsa. Los disponían paralelamente unién­dolos por medio de fuertes trenzas de correa cruzadas en forma del guarismo 8; por manera que todos los zurrones constituían un sólo cuerpo y quedaban además cubiertos por otra capa formada con las trenzas. Había bolsas de éstas que llevaban el perímetro reforzado por cuatro troncos de tabaiba como si fuera metida en un marco, al que quedaba adherida sólidamente.
—Con un zurrón soplado atado a la cintura se iban a La Gomera y viceversa (Sur de Tenerife).




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