1960
Herbert Wendt. Empezó en Babel:
[...] Las islas Canarias eran conocidas por los fenicios y los cartagineses. Sin embargo, en las fuentes fenicias no se habla de los aborígenes de las islas, si no es para afirmar que los descubridores cometieron toda clase de atrocidades contra los primitivos guanches. Los navegantes cartagineses conocían las más diversas razas humanas: gente del Próximo Oriente, camitas, griegos, celtas, antiguos iberos y gran número de razas negras; y, por consiguiente, no debieron de sorprenderse mucho al encontrar a un pueblo rubio, de ojos azules, habitante de las cavernas y viviendo todavía en
Teorías de los últimos siglos:
En 1845, el francés Sabin Berthelot recogió todos los vocablos que se conservaban todavía de la lengua guanche, estudió la raza de sangre mestiza de guanche de los insulares y expuso la opinión de que había habido allí dos razas distintas de hombres: un primitivo pueblo aborigen que vivía en las cavernas y otro pueblo de cultura más avanzada que más tarde se superpuso a aquél, pero que cayó también en un absoluto primitivismo. Alexander von Humboldt creía que los guanches eran una raza emparentada con los europeos, que "desde tiempos muy remotos habitaba en las islas Canarias". El inglés James Cowles Prichard, uno de los etnólogos más destacados de mediados del siglo XIX, fue más explícito aún. Prichard era además un psiquiatra, que, como comisario de los manicomios londinenses, analizó agudamente las distintas formas de enfermedades mentales, y escribió precisamente en aquella época una Historia natural del hombre, intentando clasificar a la humanidad no sólo desde el punto de vista del color de la piel, sino teniendo en cuenta las múltiples características físicas dentro de los diversos grupos raciales. Y naturalmente había de interesarle un pueblo que a pesar de haber habitado unas islas del norte de Africa, había sido rubio y de ojos azules como los pueblo germánicos y había vivido en las cavernas como los hombres de la época glacial, cuyos escasos restos acaban de ser descubiertos. La hipótesis que formuló Prichard, era, por lo que hoy sabemos, extraordinariamente justa: Prichard estableció un parentesco entre los guanches y los antiguos bnerebres de calificó a estos pueblos de "razas atlánticas". Esta hipótesis fue aceptada unánimemente por todo el mundo científico. En épocas prehistóricas, unos parientes cultos de los berberes se embarcaron y, desde el norte de Africa, pasaron a las islas Canarias; "un pueblo muy dotado -según nos dice Oscar Peschel-, que tuvo, en otro tiempo, formas de vida muy elevadas", pero que en las islas Canarias, debido a su aislamiento, decayó paulatinamente al estado de los pueblos salvajes". Los guanches conservaron algunos restos de la antigua cultura.
En 1845, el francés Sabin Berthelot recogió todos los vocablos que se conservaban todavía de la lengua guanche, estudió la raza de sangre mestiza de guanche de los insulares y expuso la opinión de que había habido allí dos razas distintas de hombres: un primitivo pueblo aborigen que vivía en las cavernas y otro pueblo de cultura más avanzada que más tarde se superpuso a aquél, pero que cayó también en un absoluto primitivismo. Alexander von Humboldt creía que los guanches eran una raza emparentada con los europeos, que "desde tiempos muy remotos habitaba en las islas Canarias". El inglés James Cowles Prichard, uno de los etnólogos más destacados de mediados del siglo XIX, fue más explícito aún. Prichard era además un psiquiatra, que, como comisario de los manicomios londinenses, analizó agudamente las distintas formas de enfermedades mentales, y escribió precisamente en aquella época una Historia natural del hombre, intentando clasificar a la humanidad no sólo desde el punto de vista del color de la piel, sino teniendo en cuenta las múltiples características físicas dentro de los diversos grupos raciales. Y naturalmente había de interesarle un pueblo que a pesar de haber habitado unas islas del norte de Africa, había sido rubio y de ojos azules como los pueblo germánicos y había vivido en las cavernas como los hombres de la época glacial, cuyos escasos restos acaban de ser descubiertos. La hipótesis que formuló Prichard, era, por lo que hoy sabemos, extraordinariamente justa: Prichard estableció un parentesco entre los guanches y los antiguos bnerebres de calificó a estos pueblos de "razas atlánticas". Esta hipótesis fue aceptada unánimemente por todo el mundo científico. En épocas prehistóricas, unos parientes cultos de los berberes se embarcaron y, desde el norte de Africa, pasaron a las islas Canarias; "un pueblo muy dotado -según nos dice Oscar Peschel-, que tuvo, en otro tiempo, formas de vida muy elevadas", pero que en las islas Canarias, debido a su aislamiento, decayó paulatinamente al estado de los pueblos salvajes". Los guanches conservaron algunos restos de la antigua cultura.
Gente del norte de África, también rubios y de ojos azules,
y, por lo tanto, también con los antiguos iberos de la España prehistórica y los
vascos de los Pirineos occidentales
Disparatadas Teorías
sobre el origen germano de los guanches:
Pero Prichard y sus adeptos no dejaron de tener quien les replicara. En el año 1873, Franz von Löer, polígrafo y patriota alemán, visitó las islas Canarias por encargo del rey de Baviera Luis II. Su entusiasmo nacionalista queda atestiguado por su obra más importante, que lleva por título de Des deutschen Volkes Bedeutung in der Weltgeschichte "La importancia del pueblo alemán en la historia universal"), aunque se hizo famoso por otros escritos como Ajuste de cuentas con Francia y Estrangulación de la nacionalidad alemana en Hungría. Este hombre miró a los valientes guanches rubios con ojos muy distintos a como los habían mirado los fríos y rigurosos investigadores Brthelot, Humboldt y Prichard. Löher venía del mundo wagneriano de la corte del rey de Baviera y, naturalmente, no pudo sustraerse a la tentación de establecer comparaciones entre las epopeyas de los guanches y la de los germanos. Así fue como se le ocurrió lanzar la audaz y sensacional teoría de que los aborígenes de las islas Canarias habían sido de origen germano. Según Löer, en tiempo de Cartago vivía en las islas Canarias un pueblo bereber que fue aniquilado en gran parte por los cartagineses. En el año 492 d. J.C., el pueblo gemano de los vándalos inundó los países norteafricanos, conquistó Cartago, infligió varias derrotas a los ejércitos y flotas romanas y, finalmente, entre los años 533 y 534 fue vencido por el general romano oriental Belisario y obligado a la asimilación. Pero una gran parte de estos vándalos, declaró Löer, se escaparon del ejército de Belisario y huyeron hacia el sur de Marruecos, donde se transformaron en "berbres rubios". Y los más valientes se refugiaron en las islas Canarias e impusieron allí su sello a los aborígenes que encontraron. La manera de vivir y de vestir de los guanches, su organización política y legal, son, en opinión de Löer, de origen vándalo, así como su cabello rubio, sus ojos azules, su valor y la lealtad del misterioso pueblo canario. "Hasta la conquista por los españoles -escribió Löer-, los vándalos permanecieron en las islas Canarias completamente aislados; retrocedieron en su nivel de cultura, al perder el uso de los metales, la construcción de embarcaciones y otras cosas por el estilo. Su lengua se anquilosó y su cristianismo se deformó." Löer llegó incluso a explicar el nombre de "guanches" por un transformación de wandches, es decir, "vándalos". Esta teoría está llena de lagunas. En la lengua de los guanches no hay palabras germánicas; en cambio, hay expresiones que recuerdan la lengua de los bereberes. Las construcciones, los sepulcros de momias, los monumentos megalíticos, los cultivos de azadón y los signos de escritura que se han encontrado en las islas Canarias no guardan relación con el centro de Europa, sino con el norte de Africa. Y sobre todo, los restos de edificios, los esqueletos hallados; en antiguas capas de tierra y algunos pasajes en las obras de los autores grecorromanos revelan que, ya mucho antes de la invasión de los bárbaros (probablemente ya en el tercer milenio antes de Jesucristo), había guanches en las islas Canarias. No obstante, la tesis del origen germano de los guanches se continúa discutiendo con tal tenacidad incluso en obras que pasan por ser serias, que puede decirse que se trata de un verdadero fanatismo dogmático. Cuando por razones histórico-cronológicas hubo que descartar a los vándalos, los godos y otros pueblos que formaban parte de la invasión de los bárbaros, el prehistoriador germanista Gustav Kossinna lanzó la hipótesis de una "gran ola de pueblos nórdicos" que, según él, había inundado el norte de Africa en el tercer milenio antes de Jesucristo, y que había sembrado de gente rubia las islas Canarias, hipótesis que fue luego recogida por numerosos racistas a pesar de que no existe el menor indicio de esta invasión prehistórica de gentes nórdicas. Y, sin embargo, la solución del misterio es mucho más sencilla y mucho más interesante y sugestiva qu todas las teorías gemanísticas que se han tejido desde Löer hasta Kossinna. En el año 1925, Ernest A. Hooton, uno de los más eminentes antropólogos de América, publicó un estudio bajo el título The ancient inhabitants of the Canary Islands; al mismo tiempo, dedicaron su atención al problema de los guanches el antropólogo alemán Eugen Fischer y otros varios prehistoriadores y etnólogos. Se examinaron momias conservadas y se midieron sus cráneos. "Se trata -escribe Fischer- de rostros de ángulo facial muy abierto, pómulos prominentes y base de la nariz algo hundida, de tipos de huesos bastos y de gran estatura, que se distinguen perfectamente de las razas mediterráneas." Pero los cráneos de los guanches se distinguen también de los dolicocefálicos germanos. Sólo hubo una raza humana que tuviera la misma estructura de cráneo y de huesos de los primitivos habitantes de Canarias y esta raza el la de Crô-Magnon del último período glacial. En realidad los guanches son descendientes del hombre de Crô-Magnon que, desde el punto de vista antropológico, se conservaron casi intactos hasta la época histórica. Gracias a un minucioso trabajo de reconstrucción, los prehistoriadores han podido precisar cómo fueron a parar a las islas Canarias. La raza Crô-Magnon del tercer período glacial, creadora de las pinturas rupestres y de otras obras de arte de la época neolítica del sur de Europa, se trasladó, en las postrimerías del período glacial, a otros ámbitos: al norte de Europa, a Asia y, por el estrecho de Bering a América; se transformó, creó nuevos pueblos y nuevas razas y se constituyó en fuente de la cual arrancan muchos pueblos blancos y atezados. Hubo, en cambio, otros grupos que fluyeron de España a Africa. Y estos cromañonenses africanos conservaron sus primitivas características y, en el paleolítico superior y luego en el neolítico, crearon una cultura muy particular en tierras africanas, la "cultura capsiense". Muelas y piedras de afilar, hachas transversales, anillos de piedra y cepos sepulcrales, puntas de flecha de piedra, huellas de primitiva agricultura e indicios de vida trashumante nos revelan de qué modo vivían en aquella época los hombres capsienses cromañonenses del norte de Africa. Construían monumentos megalíticos, adoraban divinidades femeninas y desarrollaron una sociedad matriarcal. Hijos legítimos de la cultura capsiense fueron los primitivos saharianos, los antiguos libios, los berberes, los hombres de cabello rubio, ojos azules y rostro casi cuadrado. Los canarios descienden de estos norteafricanos cromañonenses, que llevaron la cultura capsiense a las islas, aunque no le dieron ulterior desarrollo, sino que, a causa de su largo aislamiento, descendieron otra vez al nivel de cultura de los trogloditas, que en otro tiempo habían superado, después de su emigración al terminarse el período glacial europeo. El hecho de que los guanches tengan el cabello rubio y los ojos azules confirma la opinión de los prehistoriadores de que también el hombre de Crô-Magnon del periodo glacial era rubio y tenía los ojos azules. Individuos rubios los hay no sólo entre los europeos y los bereberes, sino también en muchos pueblos asiáticos e incluso entre los polinesios y los indios. Gran parte de los cromañonenses perdieron esta característica en el curso de sus largas migraciones, que dieron lugar a mezclas con otras razas oscuras. En cambio, en la rama nórdica de los indoeuropeos estos rasgos siguieron siendo predominnantes; lo mismo ocurrió entre los guanches incomunicados con el resto del mundo "como si Dios los hubiese olvidado". Si todavía se conservan los aborígenes canarios, la ciencia podría estudiar sobre el terreno el aspecto que tendrían los descendientes de los hombres del período glacial que vivieron el la época del paleolítico superior, observar sus cultos, sus costumbres y las formas de sociedad que desarrollaron. El asesinato racial llevado a cabo contra los guanches sólo tiene un parejo en la historia de la humanidad: la brutal aniquilación de los tasmanos del sur de Australia, pueblo que vivía aún en el grado de cultura del hombre del Neandertal. Y parece una amarga ironía del destino que, al mismo tiempo que Prichard,Humboldt y otros sabios expresaban su profundo sentimiento por la destrucción de los guanches, se cazara todavía a los tasmanos como si fueran animales salvajes y se les deportara a las islas desiertas para que allí murieran de hambre. Todo lo que ha quedado del valiente, misterioso y cien veces discutido pueblo de los guanches, son unos cuantos dibujos descoloridos realizados sobre ardientes rocas, signos misteriosos e indescifrables, unas pocas momias envueltas en piel de cabra y cráneos tipo Crô-Magnon de tosca textura. De vez en vez se descubre todavía un rostro canario, cuadrado y huesudo, que nos mira con los ojos azules bajo una frente coronada de mechones rubios. Y algunos habitantes de las islas Canarias viven hoy como en tiempos remotos, dentro de cavernas y en poblados completamente trogloditas, en forma parecida a como vivían aquellos hombres que el noble normando Bethencourt halló al desembarcar allí.
(Herbert Wendt, Empezó en
Babel, 1960)
- Población
prehispánica de las Islas. Antonio Pérez García:
En los últimos años el desarrollo de la investigación arqueológica ha ido aportando la suficiente información sobre la población prehispánica de las Islas como para ir desbancando a las crónicas o a los mitos como principales fuentes históricas para conocer este período. Abordar la prehistoria de Canarias significa conocer tanto el origen de la población prehispánica como las características de su asentamiento y adaptación al medio natural que conforma el espacio geográfico de las distintas islas. Actualmente consideramos que la población aborigen canaria tuvo su origen entre los pueblos bereberes del Norte de África que se van desplazando hacia el sur movidos por dos tipos de circunstancias: En primer lugar, el progresivo proceso de desertización norteafricano que empuja a los pueblos del sur de la cordillera del Atlas a buscar nuevas tierras de cultivo y pastos para sus ganados.
- En segundo lugar, los restos humanos y de hábitat más antiguos hallados por los arqueólogos en las Islas, se corresponden con un período comprendido entre los siglos I antes de Cristo y I después de Cristo, lo que lleva a los historiadores a pensar en la expansión del «limes» o frontera del Imperio Romano en el Norte de África hacia la cordillera del Atlas sahariano y el rechazo por parte de algunos sectores de la población de la zona a integrarse en dicho Imperio, como causa del desplazamiento de estos pueblos por la costa atlántica norteafricana y su posterior paso a las distintas islas del Archipiélago Canario, pretendiendo encontrar en ellas los medios de vida y sustento que no hallaban en su lugar de origen.
Probablemente, el poblamiento de las Islas se
realizaría en diferentes oleadas migratorias, aportando cada una de ellas
grupos de pobladores que, con un mismo origen, conformarían diferentes estratos
culturales. El bagaje cultural que cada uno de estos grupos de población trae
consigo desde África por un lado, junto a la necesidad de generar medios que
les permitan adaptarse a las características del nuevo espacio geográfico que
presenta cada una de las islas en las que recalan, por otro, van a conformar
distintas formas de vida, de organización social y de aprovechamiento de los
recursos económicos de los que puedan disponer. De esta forma, los
asentamientos aborígenes se producirán, en general, junto a fuentes y
manantiales que les aseguren el abastecimiento constante de agua. Dichos asentamientos
tomarán la forma de poblados constituidos por edificaciones con una primitiva
estructura arquitectónica (por lo general, de planta circular, paredes de
piedra y techo vegetal), aunque también nos encontraremos, sobre todo en
lugares altos y de difícil relieve, con un hábitat en cuevas tanto naturales
como excavadas. La economía practicada por estos pueblos variará de una isla a
otra en función de las posibilidades del medio. Así, la de La Palma y Fuerteventura será
esencialmente ganadera, la de Gran Canaria fundamentalmente agrícola y,
combinando indistintamente la agricultura y el pastoreo, la de Tenerife, La Gomera , El Hierro y
Lanzarote. Es pues una economía muy básica, y dirigida al autoconsumo de cada
grupo humano, desarrollada con unos medios muy rudimentarios y sujeta de forma
constante a las inclemencias climáticas u otros condicionamientos naturales
(sequía, agotamiento y limitaciones del suelo agrícola y de pastos etc.). La
cultura material, por otro lado, será muy rudimentaria, siendo la piedra, el
barro, la piel de los animales o la madera las principales materias primas.
Organización social:
En lo que a organización social se refiere, en
general, nos encontramos con sociedades más o menos complejas, divididas en
estratos o grupos sociales, que se distinguen entre sí por su diferente nivel
de riqueza y grado de apropiación de los medios de producción (fundamentalmente
la tierra y el ganado). Así pues, constatamos la existencia de una nobleza
aborigen tanto en Gran Canaria como en Tenerife, erigida en grupo social
dominante, junto a los sectores mayoritarios de la población compuesta por
grupos económicamente dependientes de los poseedores de los recursos
económicos. En general, parece que existieron,
formas de jerarquización política según estructuras o formas de gobierno
basadas en la monarquía (menceyes en Tenerife, guanartemes en Gran Canaria, o
distintos jefes de tribu en las islas más pequeñas). Dichos monarcas ejercen su
poder sobre una parte de la isla o bien sobre una isla entera. Así, nos
encontraremos un solo jefe de tribu para toda la isla de Lanzarote y lo mismo
en El Hierro; Fuerteventura aparecerá dividida en dos reinos, La Gomera en cuatro, La Palma en doce, Gran Canaria
en dos y Tenerife en nueve demarcaciones territoriales. Junto a estos monarcas
o jefes de tribu estarán los nobles de cada reino, conformando castas
privilegiadas tanto a nivel político como religioso, que suelen asesorar a su
jefe y, a veces, en determinadas circunstancias, participar en la toma de
decisiones de gobierno. En general, la religión de estos pueblos se basaba en
el culto a elementos naturales, principalmente al Sol, que favorecían o
perjudicaban las condiciones de vida. Poder político y religioso van siempre
íntimamente unidos a toda la población (jefes o monarcas incluidos) en
disposición de acatar los designios divinos para obtener el favor permanente de
los dioses y no provocar su ira atrayendo la desgracia (hambre, enfermedades,
etc.) sobre la población. Este va a ser el panorama que se van a encontrar los
exploradores, navegantes y conquistadores europeos que a partir de la Baja Edad Media llegan a
las costas canarias iniciándose un proceso histórico que culminará con la
integración del Archipiélago en el reino de Castilla a finales del siglo XV.
(Antonio Pérez García) (Tomado de: Mgar.net)
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