1774 julio
15.
Una pequeña ermita, hoy con espadaña y tres
campanas, esconde uno de los más bellos relatos de la religiosidad, devoción y
leyendas marianas que guardan con cariño las gentes de Lodero en el municipio palmero
de Villa de Mazo. A mediados del siglo XVIII el fraile Valentín de Morán
solicitó al obispado de Canarias licencia para construir una ermita a costa del
presbítero Tomás de Aquino Fernández Riverol y en terrenos de éste último en
Lodero. El 5 de diciembre de 1759 se concede la autorización y al mismo tiempo
licencia para que fuera bendecida una vez terminada. Las obras comenzaron de
inmediato y se bendice el 15 de abril de 1761.
Viaje a las Indias.
En 1770 Tomás de Aquino Fernández se embarca
desde La Palma
hacia el puerto venezolano de la
Guaira como capellán de la fragata Paloma isleña. Una
vez aquí se encuentra con el paisano Juan Méndez que a su vez tenía previsto
viajar a Veracruz (Méjico) en el barco La Soledad. Enterado
de este viaje le encarga un grupo escultórico de un Cristo desclavado de la Cruz y en brazos de su madre,
al tener conocimiento de que en este puerto se vendían imágenes de estas
características, para que sustituyera a la pintura con la advocación de la Virgen de los Dolores que
se encontraba en la ermita que él había fundado. Tomás de Aquino Fernández le
pide que le envíe la imagen a la
Guaira a lo que respondió Méndez que así lo haría, si ello
era posible y si no fuera así la llevaría directamente a La Palma. En Veracruz no
encontraron la Virgen
que solicitaba el fundador de la ermita de Mazo y directamente se solicitó a la
ciudad de Méjico. Desde esta última ciudad llegó la imagen de los Dolores a
Veracruz sobre una mula dentro de una caja, importando el acarreo unos 4 pesos
y la imagen 360 reales que Juan Méndez cobró en La Palma.
El viaje de regreso
Méndez no regresó por Venezuela y se dispuso a
traerla directamente a la isla. La
Virgen embarcó en Veracruz con escala en Campeche. Se cuenta
de la insistencia y presión ejercidas, por las gentes de este último puerto,
para que la imagen se quedara en la población al estimarse como milagro, favor
e intervención de la Virgen
cuando esta ruta que debió durar unos veinte días, duró sólo cuatro y medio. La
respuesta de Juan Méndez fue contundente y respondió a los lugareños que ni por
mil pesos se desprendía de ella y continuó su viaje hacia el naciente del
océano Atlántico. La caja, conteniendo la imagen continuó su travesía apiñada,
como una mercancía más, en la bodega junto a numerosos fardos, especies y
mercancías. A los pocos días de navegación un fuerte temporal hizo temer por la
vida de los marineros y por la embarcación. La tripulación se encomendaba a
Dios y a su madre bendita. El piloto del barco enterado del lugar donde se encontraba
la imagen y superando las dificultades para llegar hasta ella, por el fuerte
oleaje que hacía zozobrar y poner en peligro al barco, la hizo subir a cubierta
y la colocó en el camarote de popa. Todos imploraban su intercesión con rezos y
la fe cristiana, ante le peligro de muerte, buscaba consuelo en la Virgen y madre. De
inmediato la tempestad, milagrosamente, cesó. El viento, la lluvia y el fuerte
oleaje se aplacaron y comenzó a soplar una suave y fresca brisa del alisio en
dirección al este. La alegría y el júbilo de viajeros y tripulación, al verse
salvados, se derramó en cantos y vivas a María. El capitán fijó rumbo veloz, a
todo trapo, hacia La Palma.
La llegada a La
Palma
El 15 de julio de 1774 llegó
(Tomado de: Mgar.net)
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