1511.
Parece que por este mismo tiempo se había unido a
la corona de Castilla el célebre castillo de Guáder o de Santa Cruz de Mar
Pequeña, en Berbería (plaza que había construido y defendido con tanta reputación
Diego de Herrera), supuesto que el nuevo gobernador de la Gran Canaria , Alonso
Fajardo, de la casa de los marqueses de los Vélez, le reedificó y defendió
valerosamente del sitio que le puso una partida de tropas del rey de Fez, hasta
precisarlas a retirarse. Desde entonces perciben los corregidores de la isla de
Canaria 50.000 maravedís de sueldo, en calidad de alcaides de aquella
fortificación, sin embargo de haberla tomado y demolido los moros en 1524.
Estos infieles no podían dejar de obrar así. Fundábase su extrema irritación
contra nuestras islas en el derecho natural de la propia defensa, viéndose casi
todos los días invadidos de sus activos habitantes, con indecibles pérdidas.
Como la claridad de la historia exige que los sucesos relativos se reúnan en un
solo punto de vista y se traten sin el menor desorden, no dejará de parecer
conforme a esta máxima que, antes de divertir la pluma en otros asuntos
inconexos, hallemos aquí todo lo conveniente a los negocios de las islas
Canarias sobre las costas de África, fronterizas e inmediatas a ellas.
Correrías de los nuevos
habitantes de las Canarias en África:
Cuando el joven Juba (aquel sabio rey de Mauritania, a quien el emperador Augusto reintegró en la monarquía de su padre) se ocupaba en descubrir las islas Afortunadas por medio de sus exploradores, no sabía que en los siglos futuros habían de salir de ellas los mayores enemigos de las miserables naciones establecidas de la parte de acá del monte Atlante; entre las cuales quizá es la más antigua de los Morrowlebin, que, extendiéndose hasta el Senegal, conserva un lenguaje muy semejante al de nuestros primitivos canarios. Ya hemos visto que los derechos de la corona de Castilla sobre estas costas de
Influía también en esta expedición
la duda que se había suscitado entre el rey don Manuel de
Portugal y la corona de Castilla acerca de los límites de los
territorios situados entre los referidos cabos y el de Naute, a la que dio
motivo cierta bula que el papa Alejandro VI expidió en 13 de febrero de 1494,
por la que se concedía al reino de Castilla las conquistas del Africa, en
fuerza de las representaciones que hizo en Roma el cardenal don Bernardino de
Carvajal, reproduciendo lo antiguos derechos de Ambas cortes determinaron
enviar personas inteligentes para el efecto de aquella demarcación; y los Reyes
Católicos nombraron a Antonio de Torres, gobernador de Canaria, con
quien se unió en Tenerife el comisionado de Portugal.
Habiendo surgido el adelantado en el puerto de Nul, hacia la parte de Mar
Pequeña, veinte leguas de Tagaost, desembarcó una especie de torre o castillejo
portátil de madera, capaz de contener gente y artillería, y le defendió con una
trinchera y un foso. Los habitantes de Tagaost juntaron cuatrocientas lanzas y
ochenta caballos, con cuyas fuerzas tuvieron bloqueados a los nuestros quince
días, en los que se trabaron algunas sangrientas escaramuzas, muriendo, con
sentimiento general, don Fernando de Lugo, hijo mayor del adelantado; Pedro
Benítez, regidor de Tenerife, y Francisco de Lugo, sus sobrinos. Tuvo la misma
funesta suerte una hija de Jerónimo Valdez, doncella hermosa que, por no
apartarse de un hermano, le había seguido a Berbería. En estos reencuentros
perdió Alonso de Lugo la vajilla o recámara del Cid Hernán Peraza (como
entonces decían) que su viuda doña Beatriz de Bobadilla le había regalado con
más altos designios; pero, a pesar de estas ventajas, no pudieron los moros
derrotar enteramente a aquel jefe, que volvió a Tenerife con las reliquias de
su armada.
La memoria de tan infructuosa
expedición no fue bastante para que los nuevos pobladores de nuestras islas
perdiesen el gusto a semejantes incursiones. Subyugados los bárbaros indígenas
o del país, era forzoso satisfacer la pasión de tener la espada en la mano y
conquistar. En 1519 se asociaron el segundo adelantado, don Pedro de Lugo,
Bartolomé, Pedro y Juan Benítez de Lugo y Andrés Xuárez Gallinato, e hicieron
cierta liga para habilitar contra los moros un considerable armamento que debía
partir de Tenerife en febrero del mismo año. El licenciado Cristóbal de
Valcárcel obtuvo, en 6 de julio de 1528, licencia del emperador Carlos
V para continuar en sus entradas y corsos
contra los moros, sin que contribuyese con el quinto de las cavalgadas o
despojos al real erario. También es constante que Lope de Mesa, el primero,
pasó diferentes veces a Berbería en calidad de capitán comandante de cierta
armada que había preparado a sus expensas, haciendo gran presa de infieles; que
su hijo Diego de Mesa prosiguió en el mismo sistema, sirviendo de coronel en un
navío que montaba el tercer adelantado don Alonso Luis Fernández de Lugo, y
que, en 1541, Francisco Benítez y Juan Benítez Pereira, Don Pelayo. ivilizados;
en el XV y el XVI fueron los pueblos civilizados los que hicieron hermanos, armaron a su costa una carabela
para navegar a Berbería, en conserva de la principal armada. Finalmente se
halla cierta información, hecha por el capitán Luis Perdomo, en 1567, por la
que se demuestra que sirvió algunas veces de jefe en las expediciones de
Tenerife sobre las costas fronterizas del Africa,
en donde obró notables proezas, reduciendo muchos esclavos berberiscos.
(Viera y Clavijo)
(Viera y Clavijo)
Iniciativas de conquista del
cardenal Cisneros (1499-1509):
Los peligros de rebelión entre los descontentos habitantes de Granada, ayudados y fomentados por sus correligionarios africanos, dieron inevitablemente un nuevo impulso al proyecto, largamente acariciado, de continuar la cruzada castellana al otro lado del estrecho, en tierra africana. Esto había de ser una secuela natural de la conquista de Granada y los tiempos parecían especialmente propicios para ello. El sistema estatal norteafricano se hallaba, a finales del siglo XV, en un estado muy avanzado de disolución. Existían divisiones entre Argel, Marruecos y Túnez, entre los habitantes de las montañas y los del llano, entre los autóctonos y los nuevos inmigrantes procedentes de Andalucía. El Norte de África era un país difícil para las campañas, aunque sus habitantes no estaban familiarizados con las nuevas técnicas militares de los castellanos, y sus disensiones internas ofrecían a los españoles posibilidades tan tentadoras como las luchas de facciones en el reino nazarí de Granada. Alejandro VI dio, en 1494, su bendición papal a la cruzada africana, y lo que es más importante, autorizó, a fin de subvenir a ella, la continuación del tributo conocido con el nombre de cruzada. Pero la cruzada al otro lado del estrecho se vio retrasada durante una azarosa década. Las tropas españolas estuvieron enzarzadas, durante la mayor parte de esta época, en una difícil lucha en Italia, y Fernando no estaba en disposición de volver su atención hacia ningún otro lugar.
Cambiante sucesión de pueblos
dominadores (ss.XI al XVII):
Distintos pueblos se van alternando en el dominio de Marruecos, que en el caso de los almorávides y de los almohades incluye territorios de Argel. En el siglo XI, los sanhaya, de rito malaquita, desean imponer sus creencias. Los almorávides emprenden la conquista hacia el Magreb, donde su primer soberano, Yusuf ibn Tasfin (1061-1106), funda Marrakech en 1062, antes de extender su dominio hasta Argel, hacia la península Ibérica y, hacia el Níger, con la ocupación de la ciudad de Ghana en 1076-1077. El Imperio almorávide se hunde a partir del reinado de Tasfin ibn Alí (1143-1147), bajo los embates de españoles y almohades. Formando, como los abdalwadíes una confederación de bereberes zanata, los mariníes (benimerines) acaban con el dominio almohade en el Magreb occidental y se apoderan de Meknes (1244), Fez (1248) y Marrakech (1269). Fracasan múltiples expediciones a España. Al este, la lucha contra los abdalwadíes cristaliza alrededor de Tremecén, de 1299 a 1389. Enfrentados con sus diversos adversarios de la península Ibérica, los mariníes son eliminados por los wattasíes (1465). Fundada por ibn Tumart, la comunidad de los almohades nace en el sur de Marruecos. Se rebela en 1145 y toma Tremecén, Fez (1146) y Marrakech (1147). El Marruecos atlántico, el Rif y al-Andalus (hasta el Guadalquivir) son ocupados a partir de 1147. El conjunto del Magreb es conquistado en entre 1151 y 1160. Quebrantado por la victoria cristiana de Las Navas de Tolosa (1212), el poderío almohade se hunde bajo los embates de los bereberes zanata entre 1244 y 1269. Tutores de los mariníes (1420-1465), los wattasíes se adueñan definitivamente del poder en 1471, pero no pueden impedir que portugueses y españoles se establezcan en la costa marroquí. Son expulsados del poder (1553) por los sadíes. Estos últimos, fundadores del imperio jerife, organizan exitosas expediciones hacia el continente negro, pero deben ceder el poder a otra dinastía jerife, la de los alauitas del Tafilete, fundada por Mulay al-Rasid (1660-1672), unificador de Marruecos tras la expulsión de los europeos.
Desembarcos de escasa entidad
(s.XVI):
Aparte de la toma del puerto de Melilla por el duque de Medina-Sidonia, en 1497, el nuevo frente con el Islam fue abandonado y sólo con la primera rebelión de las Alpujarras, en 1499, los castellanos advirtieron realmente la amenaza norteafricana. La revuelta provocó un gran resurgir del entusiasmo religioso popular y suscitó nuevas peticiones de una cruzada contra el Islam, apoyada con ardor por Cisneros y por la reina. Sin embargo, cuando Isabel murió en 1504, nada se había hecho aún y fue Cisneros el encargado de hacer cumplir su última voluntad, que sus sucesores no cesen en la empresa de la conquista de África y de pugnar
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