Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO XVIII
LAS NAVEGACIONES PRE COLONIALES
En la década que precedió al
descubrimiento, la practica del corso fue costumbre. Jacome Doméstico, regidor
y "protector" de genoveses en Puerto de Santa María, denunció
atropello sufrido por Nicoloso Despinola, Cosme Lomelín y otros compatriotas.
Autorizado desde 1480, que naturales y residentes en Castilla, navegasen a las
"escalas de mercadores" y demás puertos de Berbería, fueron robados
al regreso, por dos carabelas de Laredo, de Fernando de Hoyo, preboste de
Rentería[1], aplicando la ley antigua, que prohibía tratar con musulmanes.
Igual suerte corrió Pedro Pérez, también del Puerto. Viniendo "por la
mar", le despojó el paleño Diego Ximón, perdiendo carga de esclavos,
procedentes de Marruecos, con suma indeterminada de meticales[2]. Profesional
Charles de Velera de la cacería de infieles, propietario de carabela, dedicada
al corso, en 1489 capturó cárabo con 18 moros, "que pasaban de allende al
reino de Granada.., cavallos e cueros e añir"[3].
A imitación de los mercaderes,
los pescadores alternaban piratería y un contrabando, desagradable a la corona,
que los factores destinados en las "escalas de mercadores",
encargados de negociar rescates de cautivos, debían denunciar, practicado
probablemente, aunque lo negase, por Diego Rodríguez. En 1490, armaba su
carabela en Puerto de Santa María, para "partir a la pesquería, segund que
han por costumbre", cuando se presentó en el muelle Francisco Criado,
"que solía ser vecino de Sevilla", con dos "haldos"
grandes, para que los entregase a su factor en Çafi.
Pagado el flete y embarcados, al
descargar en destino, "un pedaço de asero, de los que en los dichos fardos
iban", rompió la saca, derramándose a vista del público, tres quintales de
metal y 8 de piedra de azufre. Prohibido venderlo a los moros, por ser material
de guerra, Rodríguez recogió los "haldos", regresando a todo trapo,
pues al no tener intención de expatriarse, su futuro dependía, de que se
adelantase al denunciante, Ante el juez denunció a Criado, acusándole porque le
"forzó" a cargarlos, con engaño [4].
No siendo el comportamiento de
las reales personas, modelo de ética, el pueblo, acostumbrado a ser estafado,
por el poder y en la indefensión, estafó a su vez. Frecuente que los armadores
vendiesen en su provecho las mercancías que les confiaban, lo era no respetar
los contratos. En 1488, el mercader burgalés Alfonso de Salamanca, tenía
comprado "montón" de azúcar, en Madeira. Encargado de cargarlo su
hermano, Pedro de Salamanca, que ejercía de factor en Inglaterra, contrató la
nao de Juan Landa, vecino de Lequeitio. Zarpó de Londres con partida de paños,
vía Lisboa, donde debía recoger 2.500 ducados en mercancías, adquiridas por el
factor en Portugal. En ruta, Landa topó con paisano, acordando ambos regresar a
su base. Suspendido el viaje, pero considerando que los paños habían hecho un
camino, hasta la costa vasca, se negó a soltar un fardo, sin cobrar el porte.
Salamanca hubo de ceder. Arrendando flete de urgencia, pagó porte, derechos de
puerto y transbordo, sin esperanza de recuperar las perdidas, pues siendo
inglesa la compañía aseguradora, no cubría la falta de seriedad comercia l[5].
No preocupaba a los Católicos la
picaresca, ni que los pescadores, habituales de los bancos de Canarias, se
deslizasen a las playas de Guinea, armando jábegas en la conquista de Portugal.
Lo consentían, acumulando quejas de Juan II, para justificar desalojo de la
costa de Allende, con vistas el "descubrimiento". Suficiente a 19 de
marzo de 1489, esgrimieron el Tratado de Alcaçobas, recordando a sus vasallos,
la prohibición de "entremeterse" en "la dicha Guinea, tratos,
rescates, minas, tierras o islas dellas", sin autorización de Lisboa.
Tampoco podrían interceptar los barcos, que fuesen o viniese de Tierra de
Negros, con licencia del rey de Portugal. El que tal hiciese, sería castigado
con "quebrantador" de la paz, estando obligados justicias y vecinos,
a retener en puerto al sospechoso de encaminarse[6] a "la Guinea, con sus
minas de oro e qualesquier otras islas e tierras, descubiertas e por descubrir,
falladas e por fallar, yslas de la Madera, Porto Santo e Deserta e todas las
Yslas de las Açores e de las Flores e asy las Yslas de Cabo Verde e todas las
yslas... que se fallaren e encontraren, desde la Ysla de la Canaria abaxo,
contra Guinea". El que se emboscasen en la mar, para capturar a los que
regresaban de la Mina, sería llevado a la corte, quedando su cabeza, a merced
de los monarcas [7].
A principios de 1489, aparece
documentado un exótico don Juan de León, heredero de los reinos de Taugaute en
la Berbería, príncipe de todos los alárabes. Habiendo pedido salvoconducto a
los Católicos, para navegar a Castilla, pues deseaba "fablar con nos
algunas cosas, conplideras a nuestro servicio", fue autorizado a
"venir seguramente a nuestra corte", por donde le pareciese, siendo
advertidos el Almirante Mayor de la Mar, el capitán general de la armada y los
navegantes castellanos, para que de encontrarle, le tratasen con el debido
respeto, incluyendo el documento garantía de que podría salir de Castilla, a su
voluntad [8]. Sedeño, utilizando por fuente la crónica de D. Rodrigo, arzobispo
de Toledo, cuenta que el hijo de Juan I, Fernando de Antequera, el que perdió
la batalla de Aljubarrota, contra Portugal y sería electo rey de Aragón,
reinando Enrique III, mandó embajadores al "Preste Johan de las
Indias", el Soldán de Babilonia, Tamerland y el Gran Turco, "sólo por
ser informado de sus tierras, estados, costumbres y de cosas memorables, que
había en aquellas partes". Es tentador relacionar al príncipe de los
alárabes, con el mítico preste, pero parece más sensato hacerlo con un Juan de
León, vecino de Isabela, que a partir de 1497, tuvo a su cargo hacer cumplir
las ultimas voluntades, de los castellanos muertos en Indias [9].
Sixto IV murió en 1484. Fracasado
el intento hacer elegir a Rodrigo Borgia, subió al solio Inocencio VIII, rico
en oro, reputado de nigromante y hostil a los Católicos. Avispado el cardenal,
apenas flaqueó la salud del Pontífice, preparó el futuro, aconsejando a los
reyes, provocar demanda de Juan II, ante Roma, invadiendo su
"conquista"[10]. Obediente Isabel, a 7 de marzo de 1490, arrendó a
Juan de Benegas y Pedro Cansino, pescadores de Palos[11], las pesquerías de
Angra Caballos y Cabo Alboxador, con "seis leguas abaxo..., ques al través
de la costa de Canaria, fasta la postimera Ysla del Fierro", con derecho a
subarrendar y expulsar al intruso, manu militari, de aguas y playas[12]. Lo
ejercieron, cayendo el rey de Portugal, en la trampa jurídica. Los jueces de un
papa en las últimas, inspirados por el futurible, hicieron abstracción de
pruebas documentales. Pretextando que al ser imprecisa la ubicación del Cabo de
Bojador, por haberse perdido la memoria, para poder solventar el litigio, se
habría de precisar su situación. En el entretanto y por pura equidad, las aguas
comarcanas quedaron vedadas, a portugueses y castellanos.
Recibido el auto, los Católicos
lo utilizaron, para limpiarla: habiendo "debate entre nos y el serenísimo
rey de Portugal.., sobre la dicha pesquería", sería debidamente castigado
el vasallo, que fuese a "pescar cazones", "contra nuestro
mandado e defendimiento", a "la pesquería de pescadas de Cabo de
Bujador e Angola e Sant Bartolomé e de los Cavallos"[13]. Bueno el
pretexto para inventariar a los que frecuentaban la Guinea, con nombres y
apellido, pues conocerlos ayudaría a silenciarlos, Diego Giral Rico haría
"pesquisa y ynquisición", en Palos y otros puertos, averiguando que
"personas e caravelas oviesen ydo" a un Allende, cuya existencia
habrían de olvidar. Inexperto el oficial, viajó a Guinea, para sorprenderles en
rescates y caladeros. Amplia la costa, regresó confuso, confesando que no pudo
"enteramente saber la verdad, si algunas carabelas fueron a la dicha
pesquería o a otra parte". Al ser denunciadas las que iban a los
"rescates", por la naturaleza de la carga, propuso descubrirlas
cuando "sean venidas", por el mes de agosto. Interrogados marineros y
maestres, por mano de verdugo experto, se sabría "por mandado de quién
fueron a pescar, a las dichas pesquerías de Cabo de Bujador e de la Ancla de
los Cavallos e de San Bartolomé", omitiendo Angola, porque al estar lejos
de las costas, que debían quedar limpias de castellanos, repetir el topónimo,
hubiese creado confusión. Firmada la provisión en el real de Granada, a
primeros de agosto de 1491, se ordenó personarse en la corte, en los primeros
30 días, so pena de ser tratados como "quebrantadores de la paz", a
los que fueron o mandaron ir, a las pesquerías de Guinea[14]. Hubiese sido
imposible declarar "islas" desconocidas, las que visito Colón, de no
haber contribuido la Iglesia, a confundir la memoria colectiva. Con ayuda de la
Inquisición y unos juzgados civiles, que no le iban a la zaga, pocos se
atrevieron a contradecir al poder. En el presente, calló el incrédulo o repitió
la mentira, por puro miedo, heredándola el futuro, con carácter de artículo de
fe, por pura ignorancia.
Entre las armas que se aplicaron,
para alejar a mercaderes y pescadores, de las islas de Africa y Guinea, destacó
la del fisco. Exentos de pagar almojarifazgo, por cargar, descargar y
transbordar mercancías, los que frecuentaban puertos menores, en 1490 se
confeccionó arancel real, fijando derechos abultados de "portazgo".
Repartido en 1491 a Vejer, Chiclana y Conil, habrían de abonarlos cuantas
mercancías entrasen en el perímetro de una legua, en torno al caserío. En
atención a la proximidad de los términos, quien pagase en uno de los pueblos,
no lo haría en los otros dos. Moderado el impuesto sobre el azúcar, la
diferencia al alza del gravamen, que pesaba sobre los géneros ultramarinos, con
respecto a los peninsulares, es evidente. En el cajón de sastre de la
"especiería o buhonería o correcería", encontramos
"albornoces", los "almayzares"[15], que esgrimió Bartolomé
Colón por prueba, de que su hermano estuvo en Paria, "azafrán o fustanes o
chamelotes o seda texida o en pelo o de alcaiçería o tocas... filo de oro o de
plata, labrado o por labrar o brocado o oro en rieles o en pasta o aljófares o
piedras preciosas o azogue o bermellón". La carga de cualquiera de estos
géneros o de varios reunidos, pagaba 24 maravedís, que era la tasa más alta. El
pastel o "añir", individualizado, se gravó con 12 maravedís por
carga, como la "goma" y otras tinturas, el algodón y el papel. Entre
las pieles de "salvajina", que pagaba 6 maravedís por carga, aparece
el gato cerval, especie de Indias, según Fernández de Oviedo, tocando a la de
"caracoles", 4 maravedís y "de cada moro o mora o judío o judía
esclavo, 12 maravedís"[16]. En probanzas de pleito contra el duque de
Medina, de mediados del siglo XVI, los vejeriegos lloraban el tiempo en que
zarpaban navíos del río Barbate, rumbo a los lugares de Allende del rey de
Portugal, con cereales, aceite y legumbres, para traer tinturas, especies, oro
y cautivos.
Francos los pescadores, porque
procuraron armada a Sancho IV y Fernando IV, para conquistar Tarifa, sitiar
Algeciras y tomar Gibraltar, al acercase el descubrimiento, les agobiaron los
impuestos. En 1491, los de Jerez amenazaron con dejar la profesión, porque
sumando partidas, el fisco absorbía el 32%, de sus ingresos brutos [17],
coincidiendo su protesta con la de Pedro Portocarrero, "cuya es la
villa" de Moguer. En mancomún con sus vasallos, se quejó de las
"sinrazones", que hacían los almojarifes de Sevilla. Habiendo puesto
barqueta en el puerto, no respetaban el privilegio de labranza y crianza, que
tenían los vecinos, exigiendo cargas desconsideradas por el pescado, a más de
reclamarlas, a los naturales y "otras personas, que allá vienen agora
nuevamente", por las cosechas. Ocultando la intención de liquidar a los
navegantes antiguos, los monarcas ganaron tiempo, nombrando a Rodrigo de
Coalla, juez pesquisidor. Averiguaría el montante de los derechos antiguos,
para equiparar los modernos, cobrando salario, a cuenta de los quejosos [18].
Habiendo concedido Alfonso XII, a
los Guzmanes, el almojarifazgo de Huelva y otros puertos de su estado, sería
hereditario, confirmándolo Enrique IV y la propia Isabel, la resistencia de
ediles salientes, a respetar resultado electoral, que les era desagradable,
permitió a la reina mandar alguacil de casa y corte, que so pretexto de poner
orden en la cuestión municipal, tomase el control de la aduana, en manos de
criados del duque de Medina. Interrogados los pescadores sobre su
funcionamiento, el alguacil confirmó que no pagaban por la carga y descarga, ni
alcabala en la primera venta, por tener privilegio de labranza y crianza. Al
comprar mercaderes y recatones, teniendo lugar la segunda, en el interior o
fuera del reino, la renta era prácticamente inexistente. Considerando la
gratuidad abandono, el funcionario apeló al desperdicio. Adjudicado el
almojarifazgo a la corona, pasó a los hechos el 11 de diciembre de 1491.
Secuestrada la pesca, quien quisiese recuperarla, tendrían que ponerse al
corriente con el fisco. Sacadas cuentas, los pescadores concluyeron que el
beneficio no compensaba el trabajo, suspendiendo su actividad, sin sospechar
que declaraban huelga prematura [19].
En el mismo año, os Católicos
iniciaron su campaña, para clausurar los puertos de señorío, que competían con
los de realengo. Estos tenían la ventaja de ofrecer mercado, a pie de
embarcadero, pero los mercaderes preferían los privados, en especial el de
Sanlúcar, por compensar los portes un servicio de pilotos de barra y
estibadores esmerado, con otros subsidiaron, pactando los señores con gremios y
clientes, almojarifazgo y alcabala, a un tanto alzado anual, que se traducía en
rebajas sustanciosas, incluso en derechos de ancoraje, compensadas por la
afluencia. Elevados los ingresos, ya en el siglo XIV, excitaron a los
almojarifes de la corona, iniciando sus pleitos, en vida del hijo de Guzmán el
Bueno. Alfonso XI dictó la primera sentencia, a favor de los señores de la
villa, el año 1327. Apelada, la confirmó Pedro I. Prohibido a los arrendatarios
del almojarifazgo de Sevilla, registrar los navíos, que entrasen o saliesen del
puerto de Sanlúcar, fue ratificada por los sucesivos monarcas, confirmándola
Isabel a su tiempo. En 1491, estando Enrique de Guzmán en el real de Granada,
el almojarifazgo y rentas de Sanlúcar fueron embargados por real orden,
levantando el embargo Gonzalo de Cordoba, receptor de los reyes, antes de
terminar el año. Recién heredado el hijo, a 4 de junio de 1492, los Católicos
iniciaron nuevo pleito fiscal contra su persona[20] y los concejos de Vejer,
Chiclana, Torre de Guzmán y Sanlúcar, con intención de clausurar los puertos.
Mintiendo con la seguridad de
quien ha de ser creído por decreto, dijeron haber sido recientemente
informados, de que en las radas del Guzmán, se "han fecho y facen cargos e
descargos de mercaderías, que van e vienen por la mar". Acusaron a Juan de
Guzmán de haber introducido el tráfico, "de su propia autoridad, sin tener
justa causa ni título", para cobrar "almojarifazgos e ympusiciones y
otros muchos y diversos derechos.., de que dis que ha venido e recrecido mucho
daño a los mercaderes e tratantes, que en los dichos puertos cargan e descargan
sus mercancías", incurriendo el fiscal en doble contradicción. Por una
parte, entraban y salían por la mar, sin pagar "cosa alguna" a los
almojarifes de Sevilla, "ni a otras personas", porque los vasallos
"de todo ello heran libres, e que así se avia usado" desde hacía
tanto tiempo, "que memoria de onbres no hera en contrario",
sabiéndolo los reyes, "nuestros progenitores", pues eran usos y
costumbres vetustos, que confirmaron repetidamente. Por otra, de resultar
gravoso frecuentar las radas mencionadas, los mercaderes las hubiesen eludido,
acudiendo al realengo, con acceso directo al mercado, sin necesidad de crecer
el costo de las mercancías, con portes suplementarios [21].
Cambiando de argumento, el fiscal
fue al meollo de la cuestión, aludiendo al mucho "daño y menoscabo",
que recibían las rentas reales, "porque dis que si algunos derechos se han
podido e devido o pueden e deven llevar, en los tales dichos puertos o en
alguno dellos", pertenecían a la corona, "e no a otra persona
alguna", por perderse definitivamente, al no ser cobrados por nadie.
Haciendo hablar al pueblo a su conveniencia, los reyes se refirieron a
"leales vasallos" anónimos. Habiendo "suplicado y pedido",
que lo "mandasen proveer y remediar", cedían a su demanda, ordenando
pesquisa. De Sanlúcar, por ser el más importante, se ocupó Alonso de Mármol.
Podría investigar por espacio de 180 días, cobrando a cuenta de la parte
demanda, 300 maravedís al día y cinco reales para el escribano [22]. El
licenciado Balboa, encargado de los puertos menores, los clausuró, sin mas
averiguaciones [23]. Cogido de corto, el duque de Medina expuso el perjuicio,
que se hacía a los vecinos. Pero nunca hubo monarca que antepusiese el bienestar
del súbdito, a su ambición de poder, gloria y riqueza. Temiendo que las cosas
se torciesen, de dar al Guzmán lugar y tiempo, para exhibir papeles, se dictó
sentencia, sin mediar juicio, decretando que el "almojarifazgo del cargo e
descargo de la mar, por los dichos puertos y cada uno de ellos, son y
pertenecen al rey y la reyna y a su corona". Decretado clausurar los de
Vejer, Conil y Chiclana, frase lapidaria liquidó la cuestión: "ponemos
perpetuo silencio al dicho duque y sus herederos y sucesores, para que agora y
para siempre jamás, no se entremeta a coger ni llevar los dichos
almojarifazgos, del cargo e descargo de la mar.., ni perturbe ni moleste a los
almojarifes", facultados para poner guardas, barqueta, "factores y
cogedores, así dentro de los lugares, como en otras partes cualesquiera".
Quienes "cargaren o descargaren en los dichos puertos", pagarían las
tasas, establecidas por "las leyes del cuaderno del almojarifazgo" o
arancel, "asy de su labranza y crianza, como de otras cosas"[24].
Eximido el Guzmán de costas, no
apreció el detalle. Exponiéndose a pagarlas abultadas, recurrió a través del
licenciado Luzero, que calificó la sentencia de atropello, por ser conocido que
el puerto de Vejer , estaba en activo en 1307, cuando Guzmán el Bueno tomó
posesión de la villa. En Conil o Torre de Guzmán, hubo carga y descarga, desde
que se fundó hasta que fue despoblado, al parecer por la peste. Repoblado en
1410, fue "nuevamente abierto", pues a más de tener almadraba,
albergaba armazones de pesquería, siendo público que en Chiclana cargaban y
descargaban navíos, aunque en menor número, sin que en ningún momento, la
corona se hubiese entrometido a prohibirlo. Probando lo dicho, documentos en
mano, el abogado declaró impresentable que el fiscal pretendiese contradecirlo,
esgrimiendo testimonios de "onbres pobres e raezes e de vana opinión, e
criados e guardas de los dichos almojarifes", que además de ser parte, los
más "fablan de oydas", como hombres "de vanas creencias" y "contrarios
los unos a los otros"[25]. En nombre de los concejos y el señor, pidió que
la sentencia fuese anulada, para iniciar nuevo pleito conforme a derecho, ante
jueces imparciales, que respetasen fueros y plazos, dando tiempo a reunir
testimonios, para probar que el "cargo y descargo de las villas e sus ríos
e puertos, pertenecen al dicho duque" y a los vecinos, los cuales eran
"libres de pagar los dichos derechos". Hombres de experiencia el
Guzmán y su letrado, el empleo de la palabra "equidad", debió tener por
fin sonrojar a los oidores del rey. Debieron conseguirlo, pues cambiaron de
argumento: la casa de Guzmán y sus pueblos, había perdido derechos, usos y
costumbres, porque no presentaron sus títulos al Consejo, dentro de los 80 días
que dieron las Cortes, en 1480. Firme la sentencia de "que no se cargue ni
descargue", en los puertos de Conil[26], Chiclana y Vejer, quedó en papel
mojado, manteniéndose el puerto de Barbate activo, hasta finales del siglo
XVII.
Prolongada la guerra de Portugal
en "Africa", en agosto de 1489, el rey de Fez firmó tregua con Juan
II, levantando el sitio de Graciosa. Poco después fue sobre Tánger, truncando
el intento tropas portuguesas, aparcadas en Arcilla. En el curso de la
contienda, creció la oferta de esclavos. Saturado el mercado habitual, los florentinos
lo buscaron en Andalucía. En 1491, metieron en Málaga carabela, con 100 cabezas
de negros, "machos y hembras", alegando "temor de
corsarios". Apenas ancorada, el representante de los almojarifes de
Sevilla, por cierto judío, reclamó 20 "piezas", en concepto de
quinto, interviniendo Juanoto Berardi, para repetir, por enésima vez, que
pertenecía al rey de Portugal, como señor de Guinea. No queriendo enzarzarse
con Lisboa y Florencia, los Católicos le dieron la razón: "nunca en
nuestros reinos se pagó quinto", por lo que "viene de mercadería e no
de cavalgada". Pero al haber pleito pendiente, provocado por los
almojarifes, los negros quedaron depositados, ante el escribano Alonso Mármol,
como garantía del pago de costas [27].
Antes de terminar el año, alguacil
de casa y corte, vecino de Gibraltar, capturó ciertos moros que pasaban de
allende. Vendidos a vecinos de Tarifa, sin atender a las protestas del Capitán
de Ceuta, resultaron ser miembros de "embajada", encabezada por
importante alfaqueque, que estaba aguardando Juan II. Protestó el rey de
Portugal, ordenando los Católicos devolución. Remitido el alfaqueque a la plaza
portuguesa, sus compañeros quedaron retenidos, por sentenciar el corregidor,
que fueron ganados en "buena guerra", al haber resistido con
violencia, a sus raptores. Nueva intervención de Juan II, obligó a liberarlos
[28]. Cesado Pedro de Vera, como gobernador de las Canarias, reintegrado a su
casa de Jerez, donde estaba en enero de 1492[29], Fernández de Lugo pudo
iniciar su guerra. Y Colón su descubrimiento.
[1] SRGS. III.1489.430.
[2] SRGS. XI.1490.42/XII.1490.79. [3] SRGS. V.1490.182.
[4] SRGS. XII.1490.75. [5] SRGS. VII.1488.189. [6] SRGS.
III.1489.346. [7] SRGS. III.1489.333. [8] SRGS. I.1489.175.
[9] P.C. T. I.
[10] O isla de San Miguel.
Partida Palma a la altura del Cabo Bojador, lindaba, por el sur, con Tierra
Alta. Las minas de Acla estaban en su término.
[11] En 1507, el duque de Medina
Sidonia tenía tres naos: la Grande, en la que iba por maestre a Pedro
Fernández; Papelera, llevada por Manuel Cansino, La
Gallega, al cuidado de un esclavo y dos tafustas, de las que
eran maestres Francisco Machín y Francisco Riso, de Gibraltar (ADMS. 931). [12]
SRGS. III.1490.116.
[13] SRGS. VIII.1491.78. Aparece en Espejo de Navegantes y otros
rotarios. A 15º, como Puerto de Caballos.
[14] SRGS. VIII.1491.78.
[15] ADMS 2428. El duque de Medina tenía esclavos negros y
canarios. El que "tejía los almayzares", era canario de las
"islas".
[16] ADMS. 1064. En los siglos XIII y XIV había esclavos
judíos, granadinos, del Norte de Africa y "Berbería" ("Esclavos
y sirvientes en la Edad Media". Autor: Jacques Heers).
[17] SRGS. IV.1491.240.
[18] SRGS. V.1491.99/II.1492.236/SRGS V.1493.95. [19] ADMS.
680. 1386.
[20] Según la crónica, Enrique de Guzmán, segundo duque de
Medina Sidonia, murió en agosto de 1492. Pero la documentación lo da por muerto
a primeros de junio.
[21] Simancas. Depósito Medina Sidonia. 4.6.1492/11.1.1504.
[22] Simancas. Depósito Medina Sidonia. [23] SRGS.
VI.1492.153.
[24] Simancas. Depósito Medina Sidonia. [25] Ibídem.
[26] Simancas. Depósito Medina Sidonia. [27] SRGS.
VI.1491.45.
[28] SRGS. I.1492.164. [29] Ibídem.
IV: El periodo colombino: El Palos del descubrimiento
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