Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO XXVII
EL ÚLTIMO TRATADO
Muley Baudala Abdali, rey de
Tremecén, había perdido Mazalquivir y Orán, a manos de su sobrino Azana.
Confundiéndose probablemente, pues trató al Católico de rey de Granada, le
abrió su reino, enviando a su alcaide Mahamed el Ludi, "persona de linaje
e de virtud, sabio y entendido en todas las cosas de generosidad y nobleza,
fidelísimo y de buen consejo". Desembarcó en Cartagena, con regalo de 130
cautivos cristianos, liberados sin rescate, 22 caballos encubretados de grana y
oro, un juego de ajedrez, pollos recién nacidos, gallinita "morisca india,
pintada pardilla", que "cantaba maravillosamente", león manso
"pequeño", doncella "pequeña, blanca como nieve e muy hermosa,
de sangre real", 60.000 doblas, cadenas, manillas y piedras de oro, amén
de otras menudencias y carta, dando vasallaje en lo público y secreto,
ofreciendo "mi persona y mi tierra"[1]. De resultas Fernando se hizo
con Orán, Trípoli, Bujía y probablemente Mazarquivir, que se dice ganada en
1505. Siguió la conquista de Peñón, "en la mar delante de Vélez", al
oeste de Cazaza[2], avanzadilla de pequeño reino semi independiente,
comprendido en Túnez, que tuvo réplica en Indias, en la ribera oeste del
Maracaibo, llamada Vélez. Controlado por los turcos[3], perteneció al reino de
Fez y a la "conquista" de Portugal.
Ocupado en septiembre de 1508,
por el capitán Pedro Navarro, al tener la isla "en sí buen compás",
hizo "casas e pueblo", dejando "guarnición de gente de tierra e
de mar" a más de batería en el fuerte, que echaba "a perder a Vélez
de la Gomera y a su rey", por caer sus pelotas en el centro del
caserío,[4]. Enterado Manuel I, "ovo mucho sentimiento y alteración"[5],
presentando queja airada. Replicó el Católico que los de Vélez hacían muchas
fustas, capturando pueblos enteros en la costa de Granada, con el riesgo
añadido de que al ser los vecinos "nuevamente convertidos", de
presentarse oportunidad se pasarían al infiel, con tierra incluida. Al ser esta
la causa de que pechase con el costo de la conquista y mantenimiento del Peñón,
que al ser Vélez "reino de por sí", no se podía considerar parte de
Fez, Fernando propuso aprovechar el incidente para delimitar las
"conquistas", por la parte de Meça y Bojador[6].
Encargado de la negociación el
Comendador Ochoa de Isasaga, tesorero de la Infanta [7], reina de Portugal,
aprovechó mala nueva de infieles, para abordar el tema. Estaba Manuel I con la
corte en Evora, entretenido "en fiesta y placer", cuando al regreso
de "la caza de liebres", le dijeron que los de Fez habían cercado
Arzila. Suponiendo agobiado al monarca, apenas salió el mensajero, Isasaga
penetró en la estancia, transmitiendo el recado del Católico. Arrumbando el
disgusto, el portugués exigió devolución del Peñón, "por esta investidura
que tengo de rey", dejando caer que podría negociarlo, caso de recibir
contra oferta la tentadora por enclave, útil para la guarda de Melilla [8].
Atisbando debilidad, el Católico endureció su posición: no soltaría el Peñón,
en tanto no se "remediase el perjuicio" que recibía de Portugal, en
el otro extremo de su conquista[9]. Estando la corte en Beja, el portugués
intuyó la intención. Replicó que Fernando habría de "mandar entregar lo
nuestro", sin mezclar la cuestión del Cabo de Aguer, propio de Portugal,
sin discusión posible. Al ser cierto, Fernando se escudó en el desatino:
estando adscrito al Cabo al almojarifazgo de Sevilla y la Casa de la Contratación,
no podría renunciarlo, sin mediar votación favorable, de los miembros del
Consejo. Semejante escrúpulo, en boca de rey absoluto, debió hacer reír al
destinatario.
Evidente que una decisión
burocrática, no podía cambiar la situación geográfica de Aguer, Manuel I se
cerró en banda: devuelto el Peñón, se podría proceder a fijar las fronteras de
Fez, por aquel "cabo"[10].
De dimes en diretes, las testas
coronadas dieron en propuesta formal, a 24 de noviembre de 1508. Manuel I
ofreció ceder el Peñón de Vélez, "hasta Melilla y Cazaza", si
Fernando renunciaba a "cualquier razón e derecho que Castilla pueda tener,
en qualquier cabo de la costa de Berbería, conviene a saber desde los límites
del reyno de Fez, para toda otra parte que quedó por determinar, fasta el cabo
de Bojador e de Naam, donde comiençan las marcas de Guinea, como está
contratado en el contrato de las paces"[11]. Se quejó el Católico de
fortaleza, construida en el Cabo de Aguer, en perjuicio de su corona[12], sin
duda por Juan de Guzmán, a efectos del vasallaje de 1506. Y las conversaciones
se hicieron tormentosas, transcribiéndolas Isasaga en la noche del jueves, 7 de
diciembre de 1508. Tajante Manuel I, expuso que estando el Peñón en su
conquista, no tenía por qué enredarse en disquisiciones, sobre "si el Cabo
de Aguer era de acá o de allá". Insistió el embajador, haciéndole ver que
el acuerdo le cuadraba, pues podría aprovechar para que Fernando renunciase al
Cabo, acabando con desagradable litigio, en costa lejana. Sabiendo Manuel I,
por experiencia propia, la facilidad con que los reyes violan juramentos,
replicó que si cedía, "se hará otro día otra fortaleza en mi conquista, y
decirme ha después que le entregue primero el Cabo de Aguer, como lo dize agora
por Vélez". Prometió Isasaga, sin creerlo, que jamás caería Fernando en
semejante felonía. Y el rey de Portugal no le hizo caso [13].
Al día siguiente hubo consejo. El
embajador aguardó a la puerta, abordando al monarca a la salida. Traía la
respuesta en los labios: estando Aguer en una de las fronteras de Fez, que
quedaron por delimitar, pero no Vélez, el intento de utilizar el Peñón, como
instrumento de chantaje, carecía de futuro. Iluminado por el Altísimo, Isasaga
encontró argumento sin réplica: caso de meterse a enredar en las fronteras,
"queriendo saberlo cierto, no será tan oculto que no se sepan los límites
de un reino tan grande", pudiendo salir escaldado Portugal, obligado
"por la mesma capitulación", a restituir "las fortalezas, que
tiene hechas fuera del reino de Fez, en lo que pertenece a Castilla". Negó
Manuel I haber incurrido en tal dislate, pero al no estar seguro, cambió de
postura, apuntando el embajador al corazón: de no haber tropezado con sus
consejeros, Fernando le hubiese devuelto el Peñón sin contrapartida. La
contestación fue gélida: "estos capítulos que me dixistéis, más cumplen a
su persona, que no a Castilla". El martes, Manuel I fue directo al grano.
Acusó a Fernando de retener el Peñón "contra justicia", añadiendo que
si "no abía más que hablar en esto", pudiera ser porque Isasaga no
traía "recabdo" escrito, que refrendase sus palabras. De no
aportarlo, habría demanda en los tribunales de Roma, por el atropello del
Peñón, con sentencia enojosa por resultado, por ser usurpación tan evidente,
como si Castilla pretendiese tomarle Olivenza[14].
El secretario Almazán expuso su
opinión: lo de Vélez "no es nada si no trabajo sin ningún interés, pero es
más aparejado para guardar lo de acá y escusar... muchos robos de moros".
Hija al fin, la reina de Portugal informó al padre, de los temores del esposo.
Fiando en su capacidad de persuasión, el Católico citó al colega, en la
frontera de Badajoz[15], viajando con séquito escueto, "que no trahe
grande ni otra gente", atavío ni plata, "si no una poca con que se
fue de camino", quedando el guardarropa en Simancas, pues "ni aun
buen forro de martas no truxo, ni curara S.A. ni otra persona de fazer y sayo
ni una capa ni otra cosa, para las vistas, sino ai con sus vestidos que trahe
de camino y en sendas mulas irá S.A.", como "entre fijo y padre deve
ser", aun siendo llaneza desacostumbrada: "yo le vi artas vezes a Su
Alteza ir a la guerra de los moros, con más atavío que agora en este camino
trahe, que no trahe tapicería". En Cáceres quedó la reina Germana. con el
hijo, que de haber alcanzado la pubertad, hubiese cambiado la historia[16].
Desagradables las conversaciones
para muchos, hubo quien pretendió estorbarlas, corriendo que la reina Juana
murió en Arcos, quedando Fernando sin autoridad. Sin eco el incordio, a 26 de
diciembre se ultimó el primer borrador del acuerdo. Inclinándose a las
exigencias del portugués, el Católico reconoció que "el dicho Vélez de la
Gomera, e los mares adyacentes" pertenecían a Portugal, por "la
capitulación" firmada con "el rey D. Juan, sobre la demarcación y límites
del reino" de Fez. Necesario el Peñón, para mitigar "los grandes
males e daños, que los moros de Africa hacen con sus armadas en la gente de la
tierra.., en la parte de Andalucía, expresamente aquellos que tienen
acogimiento en los puertos de Vélez de la Gomera e de los lugares allí
comarcanos", a cambio de conservarlo renunciaba, en nombre de la reina, su
hija, a las pretensiones de Castilla sobre el Cabo de Aguer. Tras aludir al
acuerdo de Tordesillas, en singular[17], repitió, coreado por sus consejeros,
que "el dicho Vélez de la Gomera e su tierra, con lo demás de la parte de
Levante, fasta donde se acaba el término de Cazaza, son de la conquista del
reyno de Fez". Satisfecho Manuel I, cedió el peñasco con "toda la
costa del dicho lugar de Vélez, fasta los dichos lugares de Melilla e
Caçaça", incluyendo lo que "agora ovieren fecho e se fiziere e con
todos los términos dellos"[18]. A cambio quedaría a su corona, sin
discusión posible, toda la tierra comprendida en el "Cabo de Aguer".
Al prestarse a confusión las dos torres de Santa Cruz, fueron nombradas: la que
hizo en 1496 el gobernador de Gran Canaria, quedaría "a los reyes de
Castilla", a condición que "de la tal torre", sólo se tratase y
navegase por la mar, "de frente della y no a la luenga de la costa, para
un cabo ni para el otro", tanto en dirección del "Cabo de
Boyador", como hacia "Levante". En cuanto a la Santa Cruz de
Inés de Peraza, que no hubiese querido Almazán, aunque se la diesen
"dada", sería para Portugal, marcando el límite de su conquista[19].
Situadas a "barlovento" de Paria, Hierro y Gomera fueron incluidas en
la "conquista" de Manuel I.
Entretanto los canarios
continuaban fletando armadas, para ir de cabalgada a Berbería. En Tenerife se
fletaban en primavera y otoño, participando los Lugo. En abril de 1509,
Fernando compró 10 quintales de bizcocho, en 5.000 maravedís de Canarias, a
pagar a finales de julio, "e antes sy antes viniéremos de la Berbería, en
la armada que agora para allí se haze". El 21 de julio, cansado el padre y
adulto el primogénito, el adelantado de las Canarias, gobernador y justicia
mayor de Tenerife y Sant Miguel de la Palma, Capitán General de la Berbería,
"dende el cabo de Aguer fasta el Cabo de Bojador, por la reina",
convocó a Sebastián Páez, escribano de San Cristóbal[20], para traspasar a
Pedro Hernández de Lugo la Mar Pequeña, "donde el dicho señor Adelantado
tiene su capitanía", con la "conquista que de la dicha Berbería tiene
e de las torres e fortalezas" de Saca, Tagaoz y Nul, sumando las alcaidías
de las que "ficiese e fabricare" o ganase y la posesión de ciudades,
villas, lugares y castillos se le entregasen, conquistare o fundase. Autorizado
a nombrar lugartenientes, buscaría "personas áviles y suficientes",
tanto en lo militar, como en cuestiones de justicia, con obligación de proveer
los cargos, que la corona ordenaba. Al comportar el regalo "peligros y
trabajos", pero sobre todo gastos, Alonso cedió al hijo la mitad de las
tenencias, parias, botín y "quintos de las cavalgadas, que él o sus capitanes
hisieren, en la dicha Ververía", tanto en poblado "como en los
campos, donde los aláraves andan e habitan", con la mitad de la
jurisdicción, advirtiendo que no podría emprender acción bélica, sin licencia
paterna [21].
A 23 de julio, Pedro arrendó la carabela
de Diego López, de Puerto de Santa María, surta en el puerto de Santa Cruz. El
propietario, que navegaba como maestre, se obligó a dar el casco "estanco
de quilla y costado", bien ensebado, con aparejos, marineros y batel
"esquifado", para bajar a tierra, poniendo "grasante
ardiente", sal, leña, fuego y agua, durante el viaje, "según uso de
mareantes". El arrendatario aportaría comida y vino, para pasajeros y
tripulantes. Imposible fijar la duración del viaje, pues dependía de las presas
que se pusiesen a tiro, el flete se ajustó en 15.000 maravedís por mes, a
partir del 20 de julio. "Guardando Dios" el barco "de mar,
vientos y corsarios", sería liquidado 8 días después de entrar en el
"puerto de Santa Cruz, de esta Isla de Santa Cruz", aceptando Lugo
multa de 100 doblas de oro locales, caso retrasarse en el pago. En aquel viaje,
como gobernador asociado, llevó "los moros" de rescate, "que
agora están en esta dicha isla"[22].
A 18 de septiembre de 1509, se
firmó el Tratado de Cintra, quedando zanjada la cuestión de términos, por la
parte "de Boyador y de Ñon, donde comienzan las marcas y límites del
señorío de Guinea". Pendiente la demarcación, desde los tiempos del
Tratado de Alcaçobas, Manuel I, rey de los "Algarves de aquende y alende
mar en Africa, señor de Guinea y de la conquista y navegación y comercio de
Athiopia, Arabia y Persia y de la Yndia", quedó con la "costa de
Berbería.., contra Guinea.., fasta el cabo de Boyador y de Ñom"[23], tanto
por la parte de los "señoríos de Guinea y yslas, como por la ciudad de
Çafi y castillos otros, que en aquella parte tienen"[24] los
"moros". A cambio de adjudicarse un Levante, al que tenía dudoso
derecho, por ser señorío de los Peraza castellanos, Portugal parece haber
consintido en mudar los cabos. Siempre en nombre de Juana, reina de las Islas
de Canaria, Indias y Tierra Firme del Mar Océano, Fernando renunció a las
provincias del Cabo de Aguer, "hasta el dicho Cabo de Boyador y de
Ñon", admitiendo "que en el medio de toda la dicha tierra y comarcas,
no pueda ficar ningún derecho, actión ni razón", a la corona de Castilla.
Generoso el portugués, permitió al suegro invadir el Vélez continental,
"fasta los lugares de Melilla y Cazaza, con tal que hacia la parte de
Ceuta", no pasase más allá del "límite de las dichas seys
leguas" por la costa, "que fincan y quedan con el dicho lugar de
Vélez, hazia la parte
de Ceuta"[25].
Portugueses y castellanos podrían
"yr y venir libremente.., a pescar y saltear y contractar en tierra de
moros, por la dicha costa y surgir, de la manera que fasta aquí lo han
hecho", en ambas conquistas, pagando en las radas y fortalezas de
cristianos, derechos iguales a los que percibiesen los moros, "en los
lugares y fortalezas que ellos agora posehen, en aquella costa". De
construir castillo, "o la tal fortaleza o lugar nuevo se poblase",
las tasas no rebasarían a las impuestas por el Xarife, en el puerto "a el
más cercano y comarcano", pudiendo cargar los vasallos de las dos coronas,
oro, plata, caballos, mantenimientos, armas y pólvora, en Indias y las plazas
comarcas de Allende, completando el acuerdo demanda del Católico, sin relación
con las conquistas, pero sí con Enrique de Guzmán. No soportando la estirpe que
enemigo del rey, encontrase acomodo en el mundo, Manuel I contribuiría a la
seguridad de la monarquía castellana, negando asilo a los que huyesen del
reino, por razones políticas. Manuel I aceptó, absteniéndose de pedir
reciprocidad, prometiendo los firmantes no solicitar relajación del juramento
al Santo Padre, a más de aceptar multa de 100.000 doblas castellanas de la
banda, de ir contra el Tratado, que entraría en vigor pasados 90 días[26].
Ratificado el 14 de noviembre de 1509[27], cerró la serie de acuerdos en torno
a unas "costas de Africa", que fueron las de América.
El 7 de marzo de 1510, Manuel I
se dirigió a su colega. Molesto por las incursiones de Lugo, le recordó que
Tagaoz estaba "na terra da nosa conquista e que nos pertemçer, segumdo
creemos que temdes sabido". Habiendo enviado caballero de su casa, buen
conocedor de los moros, para "con ellos tomar asiento", quiso que el
"gobernador das Canarias" fuese advertido, evitando que arremetiese
contra el factor, su mujer e hijos, dando lugar a incidente, innecesario y
escabroso [28]. El tal debió llamarse Joâo López de Sequeiras. Desembarcado en
Tagaoz, los de Meça le recibieron con satisfacción, celebrado el anuncio de que
50 caballeros portugueses, "estarán en la casa que tenéis en nuestro país,
para asegurarnos respeto y consideración, de quien obtendremos gloria cerca de
nuestras tribus". Reemplazando la real carta "a vuestra alteza junto
a nosotros", atendieron a los poderes que traía Sequeiras, firmados
"por vos", permitiéndole hacer fortaleza. Al oponerse los judíos y
otros "habitantes del país", los de Meça les convencieron recurriendo
"a los jarros de vino", argumento eficaz en todo tiempo y latitud.
Pero los musulmanes de Heksima y los árabes, no se dejaron engañar: la
hostilidad "reinó entre nosotros", padeciendo los amigos de
Sequeiras, "incursiones" "y roban nuestros niños"[29], por
considerarlos traidores.
Ignorando el tratado de Cintra,
los criollos canarios continuaron capturando naturales. En marzo de 1510, el
pequeño de los Lugo compró 70 quintales de bizcocho, en 28.000 maravedís de oro
de Tenerife, con vistas a viaje prolongado, pues el pago se haría en el día de
Santa María de agosto, "so pena del doblo" y bajo curioso juramento:
"me obligo como al diablo, debdo principal". Pedro, que puso el
piloto, arrendó la carabela La Trinidad, en 12.000 maravedís mensuales. Con
cuatro marineros y maestre - propietario, irían "a saltear tierra de
moros", empezando a correr el sueldo, al regreso del barco de Gran
Canaria, donde tenía viaje concertado [30]. En mayo y para la misma armada,
Lugo tomó la Santiago, "que Dios salve e guarde", propia de Diego
López. La daría "bien amarinada e aparejada de avante y atrás", con
lo necesario a "navío, que tal viaje ha de facer".
Fijada la partida el 20 del mismo
mes, del puerto de Santa Cruz, "tiempo haziendo e tiempo no perdiendo",
cargaría caballerías, mercancías, vituallas, "a vos e a las personas que
vos quisiérdes". En "la Berbería e tierra de moros", entraría en
los puertos que ordenase el arrendatario. "Guardando Dios la dicha mi
caravela de mar e viento e tiempo forçado e corsarios enemigos de nuestra santa
fe.., fasta venir a esta isla de Tenerife", cobraría en San Cristóbal,
quince días después de ancorar, en trigo limpio, seco y enjuto, "a dineros
de contado" y al precio corriente, con licencia de exportación adjunta, libre
de averías y derechos[31].
De regreso en julio, Lugo arrendó
la San Blas, "que Dios salve", "fasta que con la buena ventura,
bolvamos de la dicha armada, al dicho Puerto de Santa Cruz", en 12.000
maravedís. En otoño se asoció con Juan Benítez, alguacil mayor de la isla,
Jerónimo de Valdés y el mercader Tomás Justiniano, que representaba a Diego de
Mesa y García Páez, para tomar carabela. Relativa la seriedad del portugués
Jorge Vahez, hubo de firmar que no les quitaría el barco, antes de terminar el viaje,
aunque le ofreciesen más de lo pactado, cobrando cinco días después la arribada
[32]
. Conviene recordar que en 1510
Nicuesa pobló en Veragua, a medias con Juan de la Cosa, muerto en Cartagena, a
manos de indios[33]. La campaña judicial contra Alonso Fernández de Lugo, se
recrudeció al año siguiente. Hundido en la indefensión, las deudas y el miedo
al real disfavor, falleció en torno a 1513. Olvidado, sus herederos hicieron
brillante carrera en unas Indias, que algunos siguieron llamando Canarias.
[1] Bernáldez cap. CCXXIX/CCXXX.
[2] Había dos Cazazas en la misma
costa. La primera "Cassasa", de Túnez y la inmediata a Melilla o
"Casasa". (BDMS. 2926. "Prima parte dello Spechio del
Mare", en el que se
describen todos los puertos, etc., del Mediterráneo. Aut. Francesco María
Levanto. Imp. Gerolamo Marino y Benedetto Celle, en Génova, año
1664).
[3] Habitual la conexión de los
reinos "moros" con América, hubo un Reino de Nueva Granada, en tierra
de panches. Y un Tremecén, que tomaron los turcos. Es probable que una de sus
partes fuese el reino de Vélez. Aparece el oeste de Maracaibo, donde debió
estar Santa Cruz de la Mar Pequeña.
[4] Bernáldez cap. CCXV.
[5] R.A. doc. LXXVII. [6] Ibídem.
[7] Ibídem.
[8] R.A. doc. LXXVIII. [9] R.A.
doc. LXXIX. [10] R.A. doc. LXXX. [11] R.A. doc. LXXXII.
[12] R.A. doc. LXXXII/LXXXIII.
[13] R.A. doc. LXXXIV.
[14] R.A. doc. LXXXIV. Prueba el
carácter hereditario de las fijaciones de la real estirpe hispana, que en el
tratado de paz, firmado en el siglo XVII, tras recuperar Portugal su
independencia, Olivenza quedase en la Extremadura española.
[15] R.A. doc. LXXXV.
[16] R.A. doc. LXXXVII.
[17] R.A. doc. LXXXVII. Se habla
de una capitulación, no de dos. De haberlas firmado diferentes, en un mismo
día, se hubiesen mencionado, para evitar confusiones.
[18] R.A. doc. LXXXVII.
[19] R.A. doc. XCI.
[20] Es de notar la obstinación
de Romeu de Armas, en traducir San Cristóbal por La Laguna, nombre que se dio a
la capital tinerfeña, por haberla en su entorno. En las inmediaciones de La
Laguna actual, no hay huella de tal accidente. Había una Laguna al oeste del
Lago Maracaibo.
[21] R.A. doc. LXXXVIII/LXXXIX.
[22] R.A. doc. XC.
[23] Refiriéndose a la Mina, Juan
Castellanos nos dice: "a lo que hoy llaman Río de Oro", indicando cambio
de posición del topónimo. [24] R.A. doc. XCI.
[25] R.A. doc. XCI.
[26] R.A. doc. LXXXVII. [27] R.A.
doc. XCI.
[28] R.A. doc. XCIV 7.3.1510.
[29] R.A. doc. XCVIII. Fechada a
6 de julio de 1510, se dirigió a Manuel I.
[30] R.A. doc. XCV/XCVI. El fiador
de Lugo llevaba apellido, que sería ilustre en las Américas: Diego de San
Martín
[31] R.A. doc. XCVII.
[32] R.A. doc. XCIX.
[33] P.C. T. III. T. IV.
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