Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO VIII
LA CABALGADA DE PEDRO
DE VERA
Estrepitosamente derrotados los
Católicos en Guinea, se vieron obligados a consentir en el reparto del reino de
Fez, decretado por los pontífices. Firmado el tratado en septiembre de 1479,
quedaron adjudicadas, a su corona, las "islas" de Lanzarote, Palma,
Fuerteventura, Gomera, Fierro, Graciosa, Gran Canaria, Tenerife "e todas
las otras Yslas de Canaria comarcanas, ganadas e por ganar"[1]. Relanzada
la conquista de Gran Canaria en 1480, buscaron fondos comercializando la bula,
obtenida años atrás. Suprimidos los topónimos Guinea y Portugal, quedó
circunscrita a la conversión de los canarios, reaccionando los puristas por la
tremenda: "algunas personas" eclesiásticas, declararon las bulas
"revocadas e suspensas", prohibiendo "la recaudación de los
maravedís", pues se hacía, "a fin de meter las manos en la dicha
limosna e gastarla e desviarla, en otros usos y gastos"[2].
Públicas las
"colusiones", persistentes en la historia del país, Fernando calmó
los ánimos, nombrando tesorero general de la Santa Indulgencia, a Pedro de
Setién, "hombre caudaloso e fiable e de conciencia", que al no
necesitar de lo ajeno, se abstendría de tomarlo. Al Nuncio le convenció saber
que las islas, estaban controladas por el Islam. Reaccionando a la amenaza
religioso - ideológica, declaró la bula de adquisición obligada, "fasta
que las dichas yslas sean tomadas e convertidas e redusidas a la dicha nuestra
santa fe", quedando bautizado, "por fuerza de armas", el último
canario[3]. Iniciada la distribución de indulgencias, no estando la población
para invertir en parcelas de paraíso, fueron muchos los morosos, que pararon
entre rejas, culpables por incumplir la obligación de pagar, que a los ojos de
un rey, justifica la existencia del súbdito.
No estando "acabada" la
conquista, por persistir los canarios en su "rebeldía", los Católicos
buscaron capitán experimentado, encontrando a Pedro de Vera, caballero 24 de
Jerez y disciplinado. Seguidor de Enrique IV y Juana, estando al servicio de
Beltrán de la Cueva y Rodrigo Ponce, cambió de campo con el último, sin un
gesto. Suponen los cronistas que Vera fue seleccionado, al encontrarse en las Canarias
desterrado, por haber matado a Basurto, alcaide de Medina Sidonia. En verdad,
el 4 de febrero de 1480, día en que se extendió el nombramiento, se encontraba
en su casa de Jerez. "Acatando como la conquista" de las "Yslas
de la Grand Canaria e Tenerife nos pertenesce", para que pudiese llevarla
a cabo, sin tropezar con oposición, acumuló los cargos de alcaide de Villa Real
de las Palmas, gobernador, capitán mayor y corregidor de Gran Canaria. Pedro de
la Algaba[4] o quien la tuviese, le entregaría la fortaleza y los justicias sus
varas, siguiendo "ynquisiciones". Descubiertos los culpables de
"los escándalos e ruydos e diferencias", que cristalizaron en
"divisyones", enfrentando a milites, caballeros y escuderos, los enredadores
pararían en la cárcel, siguiendo juicios sumarísimos. Ejecutadas las penas de
destierro y muerte, en orden cabildo y milicia, iniciaría la tarea de
"sojuzgar" a los naturales de la isla, "a nuestra santa fe
católica", "fasta la ganar e vos apoderar"[5], continuando en
"Tenerife y la Palma", también en "poder de ynfieles"[6].
Necesario núcleo de pobladores
castellanos, a más de los que estaban en la isla, la reina dio por supuesto,
"que algunos caballeros e escuderos e marineros e otras personas", de
las que "van" o "fueren" a Gran Canaria, querrían
"bevir e morar en la dicha Ysla e faser su asyento en ella", con
mujer e hijos. Deseando que tuviesen "más gana", les serían
repartidos solares y "heredamientos", dando a cada uno "aquello
que viedes, que según sus merecimientos e estado, aya menester".
Distribuida la tierra, se formaría nuevo cabildo, expropiando las varas
compradas y cesando a los justicias, con excepción de los nombrados por la
corona [7]. Los cargos podrían ser "cadañeros", vitalicios o
hereditarios, designando Vera jurados y candidatos al "regimiento",
para que el pueblo pudiese elegir, sin salirse de madre. Ignorada la identidad
de los alfabetizados, llevó en blanco el título de notario público y escribano
de cámara, "en las islas de Canaria e Tenerife e en los mares e en los
puertos della"[8].
Para proveer a los hombres
embarcados y la gente que estaba en la isla[9], sacaría de Andalucía 450
cahíces de trigo, 220 de cebada[10] y todo el bizcocho que quedase en el
reino[11], reclutando en término de Sevilla, 100 ballesteros de monte "muy
escogydos", que ayudarían a derrotar a los canarios, "más
prestamente". Asentado el salario, serían pagados al término de la guerra,
con cargo al botín[12]. Honrado Juan de Lugo como servidor "principal"
de la corona, porque continuaba financiando "navíos e gentes de caballo e
de pie", Vera le compensaría con "heredamiento tal e de tanta
mejoría", que cantase la generosidad del propietario. Bien no embargable,
"como tierra a los enemigos ganada", conservaría la cualidad, aunque
fuese vendido a tercero[13]. Apartado Pedro de la Algaba del poder, Juan de
Lugo le relegó del negocio de la orchilla, inquietando el cambio a no pocos.
Fernando de Rueda y Martín González de Vitas, vecinos de la "villa de
Gomera", pidieron real seguro, que les ampararse del nuevo gobernador de
Gran Canaria, concedido a 20 de febrero de 1480[14].
Según costumbre, los cronistas
contradicen a la historia documental. Pulgar nos dice que la Canaria Grande,
hubiese sido "difícil de ganar", de no estar enemistados los
príncipes de los dos reinos. Aliado "el uno" de los castellanos, les
ayudó a sojuzgar "toda la isla", "por haber venganza del
otro". Pedro de Vera le recompensó, remitiéndole a Castilla con esposa y
séquito. Recibido en Madrid por los Católicos, "le mandaron proveer de
todas cosas necesarias", deslumbrándole antes de devolverle a la patria,
para que continuase sirviendo [15]. Bernáldez recoge la versión, nominando a
los reyes rivales. Poderoso Telde, se enfrentó a los castellanos. Habiendo dado
Galda vasallaje a la corona, Vera le mandó a la Península, "donde el rey y
la reina le ficieron mucha honra e lo vistieron e fizo con ellos su
amistad". Tras jurar lealtad a los monarcas regresó, para rematar la
conquista [16].
El fondo de verdad, que encierra
esta leyenda, se llamó Michel de Monxica, canario, "pardo" de tez, es
decir, negro. Sin más categoría que la de ciudadano, ofreció sus servicios a
"ciertas persona de los dichos cristianos", que lo agregaron a
cargamento de esclavos, siendo adquirido por un jerezano. Esteban Pérez
Cabitos, que terminada la pesquisa en Lanzarote, ejercía de alcalde mayor en
Gran Canaria, tuvo noticia del suceso, informando a los reyes de la entrega
voluntaria de "un canario, de los ynfieles de la ysla". Y de su destino.
Publicitario el gesto, los Católicos lo aprovecharon. Estando Vera en Jerez,
por carta de 14 de abril de 1480, le encargaron el caso: si "fallades quel
dicho canario vino a los cristianos, que están en la dicha ysla y venido lo
prendieron y vendieron", lo haría secuestrar, obligando al vendedor, a
restituir lo cobrado[17].
Remitido el presunto salvaje a la
corte, se reveló alfabetizado, políglota y honrado, virtud rara en Castilla.
Tratándole de "nuestro criado", los monarcas acumularon
responsabilidades en su persona, por sucesión de albalas, fechadas a 30 de
abril. Sería "cogedor" o recaudador de los quintos "e otros
precios e derechos, a nos pertenecientes en la dicha isla"; administrador
del botín y cuantos dineros se acopiasen, que los castellanos habrían de
entregarle, incluido Pedro de Vera, careciendo de valor las libranzas y
recibos, que no llevasen su firma [18]. Receptor y custodio del "pan o
maravedís, así lo que agora mandamos enviar e llevar, como de lo que de agora
en adelante mandaremos, para proveimiento de la dicha gente e paga del
sueldo", tendría los libros a su cargo, con la distribución de munición de
boca, guerra y pagas[19]. Detectada "alguna desorden", en los
repartimientos que se hicieron en Gran Canaria, pues los que "han
trabajado e han de trabajar en la tomar", quedaron excluidos, en beneficio
de quienes no participaron, "confiando" en la honradez del canario,
al término de la guerra secuestraría los heredamientos, concedidos
indebidamente, para darlos a quien los mereció, quedando la intervención de
Pedro de Vera, en mera presencia[20].
La armada zarpó del pequeño
puerto jerezano de Alventos, en julio de 1480[21]. Apenas en Villa Real, Vera
reanudó la guerra, con los soldados de Juan Rejón[22]. Conquistó "muchos
pueblos" de Gran Canaria, padeciendo grandes "penalidades", pues
los socorros llegaban tarde o nunca[23]. Terminada la conquista a finales de
año, Juan de Lugo, a más de no cobrar, perdió la orchilla, siendo concedido el
monopolio a Gonzalo de Cárdenas, comendador mayor de León, en la isla y las
islas, "que están por conquistar". Género de difícil manipulación,
Cárdenas hubo de acudir al despreciado Juan de Lugo, que para colaborar, exigió
ser reconocido, en real provisión, dirigida a Pedro de Vera, como el único que
podría "comprar y sacar" orchilla de las islas, sin más carga fiscal
que el quinto[24].
Alonso Fernández de Lugo sirvió
en la conquista, pues participó del repartimiento de Gran Canaria [25], pero su
papel distó de ser relevante. No aparece en la documentación, ni al texto de
Pulgar, pero hechos posteriores, aconsejaron a Bernáldez, repartirle papel
estelar. Episodio central de la contienda, la batalla de Ventegay, se cuenta
que los cristianos atacaron a Telde, con ayuda de Galda. Emboscados los
canarios en sus riscos, los honderos causaron 200 bajas en las filas
cristianas, cerrando la jornada vergonzosa retirada [26]. Apurados Vera y Lugo,
negociaron tregua. Ultimada a la puesta del sol, dormían los canarios en sus
alturas, confiando en la palabra de los castellanos, cuando fueron atacados, a
traición y con nocturnidad. Muerto Tedle a manos de Galda, los supervivientes
dieron vasallaje. Bautizados por el obispo Juan Frías[27], algunos por tercera
vez, aparece mencionado, como muerto, un Michel de Muxia, vizcaíno de nación[28],
"que era capitán bajo Pedro de Vera"[29], sin duda el canario Michel
de Monxica, al que convenía desintegrar. La batalla, si la hubo, tuvo lugar,
necesariamente, en diferente lugar o momento, pues en 1483, había terminado la
conquista de Gran Canaria. Necesitando más gente de la que "allá
está", para "acabar de ganar" a los canarios, a "nuestra
santa fe", el 12 de diciembre, Isabel ofreció perdón de culpa y pena, a
los "omicianos" de las Cuatro Villas y la Merindad de Trasmiera, a
cambio de servir a su costa, durante seis meses, contados desde el día en que
se presentasen ante Monxica y Vera, en la conquista de Gran Canaria, "que
está en poder de ynfieles". Siendo el indulto premio suficiente, no
participarían del botín, ni del reparto de heredades[30]. Antes de terminar el
mes, Fernando de Cabrera [31], receptor general "que fue", en las
"Yslas" de Gran de Canaria, rindió cuentas a Michel de Monxica,
"mi receptor que agora es de la dicha Gran Canaria", porque la isla estaba
conquistada [32].
Años después, el canario Juan
Manuel, recordaba a los Católicos, que los naturales de Gran Canaria, nunca
fueron "vencidos", pues dieron vasallaje voluntario, contra la
promesa de que sus personas y bienes, serían respetados, por lo que "no
son ni pueden ser esclavos"[33]. Confirma el supuesto Juana Canaria.
Sometida la isla a "nuestro servicio", quedó en libertad "con
los otros canarios, que nos mandamos que fuesen libres", por haberse
dejado bautizar, sin resistencia. Preparándose "para yr a la Ysla de
Tenerife", cuando Vera invitó a los varones a seguirle, prometiendo que
saldrían aprovechados. Barruntando que terminarían en el mercado de esclavos,
rechazaron la oferta. El gobernador quiso capturarlos, pero "se
absentaron", echándose al monte. Huido el marido de Juana, fue acusada de
recibirle de noche, prestándole ayuda. Condenada a cautiverio, en Andalucía la
compró un jerezano, destinándola a esclava doméstica [34].
Probablemente sin saberlo,
Bernáldez corroboró la declaración de Juana. A punto de salir hacia Tenerife,
no queriendo dejar a su espalda 600 hombres "de pelea", Vera aplicó
el arma del político español, que es el engañó. Asegurando a cuantos le
siguiesen, que "ganarían para vestirse", consiguió embarcarlos por su
pie. Encerrados "debajo de la tilla", para que no se orientasen por
el sol o las estrellas, les llevó a Cádiz y Puerto de Santa María. Puestos en
venta, los barcos regresaron, en busca de las mujeres y los hijos. Subieron a
bordo sin chistar, con decirles que las llevaban, donde estaban sus maridos.
Superada la demanda por la oferta, los invendidos quedaron abandonados en
libertad, por no alimentarlos, permitiendo que se alojasen extramuros de
Sevilla, junto a la puerta de Milhojar. Muertos los más, al no aclimatarse,
otros se desperdigaron por el reino, regresando a Gran Canaria los menos, para
formar núcleo de población castellanizada [35]. Condicionado por la extraña
interpretación de la ética, que impera entre españoles, el cronista celebró la
felonía, declarándola virtud, porque se perpetró por razón de estado, en aras
de la "pacificación" de la isla [36].
Por si lo había olvidado, el
Católico recordó a Vera el deber de continuar la guerra, conquistando Tenerife
y la Palma [37]. En albalá dirigida al provisor de Villafranca, la reina expuso
los planes para 1481: "los concejos de las behetrías de mis regnos",
darían "todos los galeotes e marineros que son obligados a me servir, cada
e quando fisiere o mandase faser armada". Remitido un tercio para
transportar la primera cosecha de "omicianos", los restantes
quedarían en reserva, con destino a la armada "gruesa", que se
proyectaba para abril [38]. Recién terminados los movimientos de Galicia,
contra el Obispo de Santiago, abundaban caballeros inculpados, a causa de la
guerra. El 17 de enero de 1481, Isabel les invitó a servir "por su
persona" y a su costa, "con la gente" y durante el tiempo que
acordasen con el Justicia Mayor, nunca inferior a seis meses: "sepades que
después que yo mandé conquistar la Isla de la Gran Canaria, e por la gracia de
nuestro señor se ganó e los infieles della se convirtieron a nuestra santa fe
católica", Pedro de Vera y "mis gentes e capitanes, que están en la
dicha costa", emprendieron la conquista de "Tenerife y la
Palma", igualmente "en poder de ynfieles". Imposible
"reducir... las dichas islas, sin que aya de yr e vaya más gente",
para que los naturales fuesen "convertidos" o "lançados" de
la tierra, apelaba a los "omicianos"[39], por ser sus vasallos
reacios al servicio en las armas y caro el soldado profesional. Cumplido el
tiempo asentado, certificado de Pedro de Vera y Michel de Monxica, les haría
libres de culpa y de acudir a la guerra, por los días de su vida [40].
Ocho delincuentes gallegos de
alcurnia, fletaron carabela, con intención de ganar el omecillo. Yendo
"por la mar adelante", a vista de Lanzarote, primera isla en la ruta
de Gran Canaria, les sorprendió la tormenta. Obligados a desembarazarse de
armas y despensa, regresaron para reponer existencias. Otra vez a punto de
tocar en destino, el tiempo les devolvió a Sanlúcar del "Marisco".
Inútil la tercera intentona, por haber terminado la contienda, consiguieron el
perdón el 30 de mayo de 1486, en atención a su buena voluntad[41]. Falto de
influencias el omiciano Gonzalo Carrillo, vecino de Pontevedra, fue llamado a
pelear contra los "enemigos de nuestra santa fe", en el sitio de
Málaga. Manifestando la falta de entusiasmo habitual, aportó certificado de
Monxica y Vera, que le declaraba cumplido, habiendo dejado atrás una Gran
Canaria conquistada[42]. Ferrand Coyceyro, vecino de Santiago de Castello, se
libró de ir a la guerra de Granada, porque sirvió 8 meses con Pedro de Vera,
hacía 11 años, "principalmente en las Islas de Tenerife y la Palma",
dejando la Gran Canaria sojuzgada[43]. Encendida la guerra en Palma, en 1481,
no es de extrañar que Alfonso V se alarmase, ordenando a su arquitecto, Diego
Pireis, hacer fortaleza, para defender su demarcación y la Mina, por la parte
de Cabo Bojador. Desembarcó mediado enero de 1482, edificando en eminencia, sobre
sillares antiguos. Grabado en uno año del siglo XIV indeterminado, por ser
ilegibles las dos últimas cifras, es probable que la fortaleza de San Jorge, se
construyese sobre las ruinas, de la Akkara normanda.
Gobernador de las tres islas
mayores [44], Pedro de Vera prolongó la conquista de Tenerife y Palma, para
prolongar la comercialización de esclavos, ganados en "buena guerra".
Pasaron los Católicos por alto la irregularidad, pero la intuyeron las
víctimas. Habiendo descubierto que los castellanos les provocaban, para
justificar la represión, acordaron tomarles la delantera. Cierto día, "los
vecinos e avitantes en las islas de Tenerife e la Palma", pidieron
conversión a "nuestra santa fe católica e estar a mi obediencia, como
súbditos e naturales.., conosciendo el yerro grande en que estaban".
Imposible desoír tan sentida y pública petición, formulada por "islas de
nuestra conquista", el 27 de julio de 1488, Fray Antón Cruzado, maestro de
teología de la orden de San Francisco, fue nombrado cura de sus almas,
presentándose con cortejo de clérigos. Que tanto Pedro de Vera como los Peraza,
madre e hijo, recibiesen orden de respetar a los religiosos, permitiéndoles
bautizar cuanto les viniese en gana, indica unidad del territorio [45].
Pedro de Vera se inmiscuyó en las
islas de señorío, decretando levas en Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y
Fierro. Protestó Inés, en nombre propio y de su marido, siendo
"amonestado" el gobernador [46], pero la cuestión no pasó a mayores,
preocupando a los reyes la tendencia de los vasallos de la Peraza, manifestada
a principios de 1484, de mudarse a "la Ysla de la Gran Canaria".
Libres los castellanos de trasladar su domicilio, dónde y cuándo les viniese en
gana, los reyes aplicaron el "imperio absoluto", nueva modalidad del "propio
motu", para prohibir a los vecinos de las islas menores, que "vos
vades a vivir e morar... a la dicha Ysla de Grand Canaria", bajo amenaza
de secuestro de bienes, quedando prohibido a Pedro de Vera recibirlos, porque
estando las islas "cercanas a los moros, enemigos de la nuestra santa fe
católica", de faltar la población cristiana, serían conquistadas[47]. Es
probable que los desertores acudiesen al realengo, al olor de las gangas, que
siguieron a la conquista. No queriendo los soldados cobrar en esclavos,
temiendo que se los secuestrase el obispo, Vera les pagó en propiedad
inmobiliaria. Deseando regresar a la patria, vendieron por lo que les daban. Al
quedar recluidos en sus islas los vasallos de la Peraza, desaparecieron los
compradores, dirigiéndose los milites a la corona, en busca de solución. La
respuesta, fechada en 1485, es modelo de desfachatez: si "non fallays
quien las compre", se partirían casas y tierras, para que cada cual
pudiese disfrutar de lo suyo [48]. Así nos enteramos de que los canarios
tuvieron casas de material. Y de que fueron expropiados.
Cuando Pedro de Vera inició su
conquista, los castellanos no tenían más población que Villa Real de las
Palmas, fundada por Rejón. Francisco Fernández de Arévalo, nombrado escribano
con carácter vitalicio, el 15 de julio de 1485, ejerció "donde vos en
persona estovieres e presente fuerdes", teniendo escribanía "do quier
que vos vivierdes e morades". Cuando "nos mandamos partyr la dicha
tierra de la dicha ysla", le sería adjudicada la provincia, "donde
asentaredes a vivir y avesindáredes"[49]. En 1490, el notario mayor Luis
Sepúlveda, traspasó jurisdicción, que comprendía Villa Real de las Palmas, la
de Galdar y la ciudad de Telder[50], poblada de antiguo por cristianos, el
vecino Benito de Arévalo, muerto en 1491, "en una armada que fiso para la
Isla de Tenerife, puede aver tres años, pocos más o menos", era
propietario en Telder de fortuna, hecha en la "isla de Gran
Canaria"[51].
[1] SRGS. III.1480.302.
[2] SRGS. XII.1479.33/34. [3] Ibídem
[4] Pedro de la Algaba y Juan Rejón, vivían en 1480. [5] SRGS. II.1480.11.
[6] SRGS.
V.1486.194. [7] SRGS. II.1480.174. [8] SRGS. II.1480 1 y 2. [9] SRGS.
II.1480.154. [10] SRGS. II.1480.155. [11] SRGS. II.1480.154. [12] SRGS.
II.1480.2. [13] SRGS. IV.1480.18. [14] SRGS. II.1480.58. [15] Pulgar cap.
XVIII.
[16] Bernáldez cap. LXVI. [17] SRGS. IV.1480.136. [18] SRGS.
IV.1480.139. [19] SRGS. IV.1480.205. [20] SRGS. IV.1480.183.
[21] Bernáldez cap. XXXV. SRGS. II.1478.88 Meandro del
Guadalquivir, en término de Trebujena. Juan de Guzmán, primer duque de Medina
Sidonia, lo cedió a la ciudad de Jerez, separando la aldea de la jurisdicción
de Sanlúcar, por no tener problemas en Bonanza.
[22] SRGS II.1492.207.
[23] Pulgar cap. XVIII. [24]
SRGS. IV.1480. 135. [25] Pulgar cap. LXXVI. 330.
[26] Bernáldez cap. LXVI. [27]
Bernáldez cap. LXVI.
[28] F.O. T. III pág. 34.
Refiriéndose a las Canarias, el autor dice: "Pedro de Vera, noble
caballero de Jerez de la Frontera e Miguel de Moxica, conquistaron la Gran Canaria en nombre de los Católicos
Reyes... y las otras islas, excepto la Palma y Tenerife". La salvedad
tiene por fin justificar la guerra de Lugo. [29] Bernáldez cap. LXVI.
[30] SRGS. XII.1480.50.
[31] El apellido Cabrera es
constante: Andrés de Cabrera, casado con Beatriz de Bobadilla, colaboró con
Isabel la Católica en 1473. Alcaide de Segovia, le franqueó la entrada en la
ciudad, haciéndola proclamar heredera de Enrique IV. Y a la muerte del rey,
para proclamarla reina de Castilla. Alonso de Cabrera aparece como alcaide de
Diego de Herrera, en la torre de Galdar; Diego de Cabrera, factor de Inés de
Peraza, pasó al servicio de la corona en 1496. Alcalde mayor de Gran Canaria,
salió mal parado de juicio de residencia, en 1499; en 1505 Ginés de Cabrera,
hijo de Juan Fernández, puso el barco de servicio, en la
torre de la Mar Pequeña. Diego Martín de Cabrera, experto en
las costas de Indias, fue a poblar con Nicuesa, en 1510.
[32] SRGS. XII.1480.86. [33] SRGS. IX.1499.494. [34] SRGS.
II.1491.96.
[35] SRGS. 31.5.1486.194 Bernáldez, caps. LXIV. LXVI. [36]
F.O. T. III.
[37] SRGS. II.1480.11. [38] SRGS. XII.1480.85. [39] SRGS.
V.1486.194. [40] SRGS. XII.1480.50. [41] SRGS. V.1486.194. [42] SRGS.
IV.1487.129. [43] SRGS. XI.1493.47. [44] SRGS. XI.1483.219. [45] SRGS. VII.1488.220.
[46] SRGS. XII.1483.227. [47] SRGS. 5.1.1484.6. [48] SRGS. II.1485.14. [49]
SRGS. VII.1485.2. [50] SRGS. XII.1490.20.
[51] SRGS. XI.1494.293. Sus hermanos eran Pedro González,
mercader y María.
No hay comentarios:
Publicar un comentario