Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO IV
LOS NEGROS
Sin perjuicio de que cuanto
existe, sea producto de creación divina, hemos de admitir que hubiese sido
absurdo, a más de arriesgado, planificar la evolución, en base a la
desaparición de la especie inadaptada, con excepción de pareja única, designada
para adaptarse a los cambios de la biosfera y su propia necesidad. Lógico
admitir que fueron muchos los individuos mutantes, es de suponer que las
diferentes formas de vida, se extendieron por el continente primigenio, no
siendo excepción al mamífero, antepasado del hombre, aparecido hace unos 340
millones de años, de reptil carnívoro. Había alcanzado el estado superior,
cuando en los inicios del Cenozoico, la tierra se dividió en continentes,
separados por océanos. Irracional decretar que el mamífero se ausentase del
fragmento, destinado a formar la gran isla americana, antes de que se produjese
la división, no lo es menos colegir fue necesario importar descendientes del
Cro Mañon, encontrado en Australia, para que el hombre surgiese en América.
Que toda forma de vida, para
continuarse, haya de incorporar y desechar determinados caracteres, no
significa que todos los elefantes o todos los delfines del presente, desciendan
de pareja única. Ni es de extrañar que en Montana se encontrase un Purgatorius,
del Cretáceo Superior, antepasado del hombre. Hubiese probado que la evolución
avanzó por sus pasos, en espacios diferentes y tiempos próximos, pero los
fieles de "la verdad revelada", lo declararon originalidad de la
naturaleza, sin continuidad, esgrimiendo el argumento de la ausencia, con
respecto a eslabones posteriores. Ortodoxo el principio judeocristiano, que
hace descender a la especie pensante de primeros padres únicos, no lo es menos
el científico, que pretende Olduvai, origen de todos los hombres. Los Santos
Padres olvidan que el Cain de la Biblia, buscó mujer al Este del Edén. Y los
científicos que la ausencia de prueba material, puede revelar la ignorancia del
sujeto, pero nunca probar inexistencia del objeto.
Excluida la posibilidad de que en
la isla americana se sucediesen las mutaciones, que vinieron a desembocar en el
racional, para introducir al hombre, se apeló a la última glaciación. Congelado
el Mar de Bering, sapiens viajero, con unos 40.000 años de antigüedad, abandonó
un sur acogedor, donde no debía faltar comida, para aventurarse en los hielos,
seguido de diversas especies animales, expuestos todos a morir de frío e inanición,
por el placer de descubrir América. Aprendida la lección por generaciones de
estudiantes, hallazgo de tumba de conchas, con 70.000 años de vetustez y de
cultura de choppers, retrotrajo la penosa aventura, haciendo protagonista a
vulgar erectus, emigrante en la misma glaciación Wurmeriense, pero hace unos
120.000 años[1].
De haber conservado el vocablo
"Africa", el significado que le dieron la vieja geografía y
Maquiavelo, la teoría del antropólogo Gloger hubiese sido celebrada, en lugar
de ridiculizada. Observando que al sur de la India, el norte de Australia, las
islas del Pacífico y la zona tropical americana, se detectaba importante
porcentaje de población negra, concluyó que el hombre, residente en zonas
tórridas, bajas y húmedas, al perder la protección pilosa, en un momento de la
evolución, en que era receptivo a los mensajes del medio, se protegió del sol,
produciendo tasa de melanina, que obscureció su piel. Fijados sus caracteres,
perdió la facultad de mudar el color, conservándolo a través de las
generaciones el negro, en tierra de blancos o el blanco en la de negros.
Publicada la tesis, las ortodoxias religiosas, política y científica, se
echaron al cuello del investigador, esgrimiendo como prueba, que teniendo el
continente americano amplia franja tropical, al no haber consignado la
presencia de negros los conquistadores, era evidente que procedían de la
importación.
Hubo en Egipto esclavos negros,
pero también faraones, lo que no ha de sorprender, pues los hubo autóctonos, al
sur del país. Por Roma pulularon etíopes, libres como Yugurta o sometidos a
servidumbre, condición que compartieron blancos, procedentes de las provincias
conquistadas. Prometieron los cristianos liberarlos, pero alcanzado el poder,
imitaron a sus predecesores, según suelen todas las oposiciones triunfantes. Lo
aconsejaba la ciencia del lucro, que es la económica.
Profesionales de la trata
portugueses y castellanos, era la primera actividad de los residentes en las
Islas Canarias, Madeira y de Cabo Verde. Fueron tantos los importados, que en
1475, "negros y negras, loros e loras libres... o forros", tuvieron
por barrio la collación sevillana de Santa Cruz, probando su origen común, al
compartir usos, costumbres y "mayoral" electo, que los juzgaba y
casaba, organizando sus ceremonias, conforme a la "ley y ordenanzas"
de la comunidad, extendiendo su autoridad a núcleos de las mismas razas,
dispersos por Andalucía. Inadmisible para los Católicos que vasallos de color,
eligiesen cabeza libremente, nombraron para el cargo al negro Juan de
Valladolid, portero de su cámara, "de linaje noble entre los dichos negros
e negras", informado de una tradición[2] que no hubiesen compartido, de no
tener la misma patria. Conviene saber que el color del indio americano, era el
"loro".
Cambiado el colonizador en
conquistador, necesitó mano de obra, que le trabajase campos y las minas. En
los primeros tiempos, se prohibió la introducción de esclavos en Indias,
cualquiera que fuese su color, por suplir reparto de naturales "encomendados",
siendo excepción, omitida por no pocos historiadores, los 4.000 negros de
Guinea, traídos a las islas por Pedrarias, en 1504, con la caña dulce y el
ingenio. Se admiten generalmente 10.000 guineos, importados en 1517 para las
minas, a través de la Casa de la Contratación, por los tres padres Jerónimos,
que fueron gobernadores en Indias. Cuenta Gómara que agotados los pescadores de
perlas de Cumana, les reemplazaron nadadores, capturados en las Lucayas. Se
podía seguir la estela de los barcos de esta trata, por los cadáveres que
dejaban. Fernández de Córdoba descubrió el Yucatán, porque agotado el género en
las islas, fue a cargar en otra parte.
Innecesarios los esclavos, donde
no hubo blanco que los explotase, es contradictorio que en 1650, la población
negra de las Antillas menores, representase del 90% al 95%[3]. Importadoras las
islas mayores, sólo en Cuba aparecen indios, representados por un modesto 6'5%.
Los negros alcanzaban el 30%, en San Juan un 25% y en La Española el 85%[4]. En
el siglo XVI, preocupaba a los conquistadores, afincados en Santo Domingo, la
proporción de tres negros por blanco. De carácter levantisco, en la Navidad de
1522 se alzaron 20 negros, "de la lengua jolofes", en un ingenio de
Diego Colón, uniéndose los esclavos indios. Extendida la revuelta a toda la
isla, sofocada no sin dificultad, los españoles colgaron a los rebeldes que
pudieron atrapar, a título de ejemplo, lamentando que los más hubiesen
escapando a las montañas, uniéndose a los cimarrones. Faltos los colonos de
mano de obra, en 1523 procedieron a importación de "guineos, manicongos,
jalopes, apes y berberías", procedentes, según Benzoni, de la "Guinea
conquistada por el rey de Portugal". El mismo año se registra importante
exportación de esclavos venezolanos, con destino a España y Santo Domingo. En
1545, se calculaban, en isla, 7.000 varones adultos "levantados",
lamentando los castellanos, cambio en los morenos. Al principio de la
conquista, negros "que lo sabían todo de las tribus", ayudaban a sorprender
descuidados a los cimarrones, pero poco después, se negaron a colaborar[5].
El Emperador, cansado de
revueltas, prohibió en 1526, introducir negros "ladinos" en Indias,
entendiendo por tales, los que hubiesen residido un año en la Península,
"porque echaban a perder a los boçales, aconsejándoles inquietud e
inobediencia a sus amos". Prohibida poco después la importación de
esclavos, la escasez de brazos obligó a consentirla en 1532, excluyendo a los
berberiscos "y de los mismos negros, los que se llaman gelofes", de
la isla de Gelofe, por "sobervios y rebolvedores". En 1550, Carlos V
cerró las Indias a los negros del levante americano, "por entender que
algunos dellos eran de costa de moros o que tratavan con ellos, y que en una
tierra nueva donde se plantaba la Santa Fe Católica, no convenía que pasase
gente de esta calidad, aunque fuesen de casta de negros de Guinea".
Escasos los marineros, Felipe II hubo de permitir, en 1572, que las naos
"merchantes" llevasen dos o tres negros de Guinea "e sus hijos
de ellos", a condición de que no quedasen en Indias[6].
Numerosos los negros en Tierra
Firme, entre 1527 y 1554, se sucedieron leyes restrictivas. Costumbre que el
esclavo casado con persona libre, accediese a la libertad, quedó prohibido
ahorrarle, aunque contrajese
matrimonio, con permiso del amo. El negro, como el morisco en la Península, no
podía llevar armas, lucir oro, plata, perlas o manto de seda, teniendo la
obligación suplementaria, de residir en casa de "amo" blanco, no
pudiendo salir de noche, ni tener criado indio, restricciones que no le eximían
de pechar, en las cargas que "en España pagan los hombres llanos"[7].
Tales disposiciones no afectaban a los negros, residentes en
"palenques". En 1548, se fundó el de Bayamo, en Cuba. El de Pécora,
en Panamá, tenía 300 vecinos. A legua y media de Nombre de Dios, estaba el de
Santiago del Príncipe, siendo el negro Felipillo alcalde de palenque, en el
golfo de San Miguel. Negros casi todos los de Venezuela, al no quererlos la
corona, solventó el problema el 2 de abril de 1676, decretando que sólo hubiese
alcalde en Caracas.
Cualitativa la promoción de los
morenos, en el siglo XVIII se renovaron las disposiciones discriminatorias.
Olvidado el mandato, en 1758 se repitió la prohibición de portar armas; en
1768, el matrimonio mixto, con blanco o blanca; en 1771, el acceso a las
universidades y a determinadas profesiones, como la de orfebre, provisión que
coincide con la primera demanda de mano de obra, formulada por un gobernador de
Venezuela. Habiendo quedado la población de color en un 8'11%, a efectos de la
saca, frente al 75'68% de indios, solicitó licencia para cambiar 4.000 mulas al
año, por 1.647 esclavos [8].
Originarios de la tierra, indios
y negros se unían en las revueltas, contra castellanos. En Panamá, los negros
apoyaron al cacique Urraca, que mantuvo en jaque a Pedrarias 9 años, hasta ser
derrotado por Pedro de Ursúa, en 1535; En 1581 se levantó Antonio Mandinga,
caudillo de los cimarrones cubanos, registrándose importante alzamiento en Los
Llanos de Venezuela, al que siguió caza de brujas. Cómplices no pocos
castellanos, fueron acusados, con los aborígenes, de haberse aliado a los
naturales e ingleses de la Guayana. Las revueltas, más o menos virulentas, en
ocasiones secundadas o encabezadas por criollos, se sucedieron hasta la
independencia. Negros e indios sabían de las virtudes de las hierbas, combatir
venenos y utilizarlos, compartiendo costumbres, como la de fumar: "crían
la hierba y toman ahumadas", pues "les quita el cansancio"[9].
Lo consumían en la Española y "en esta isla" de Nicaragua, "al
igual que los esclavos, llevados allí por los españoles, desde
Etiopía"[10]. Los boneteros de Toledo vendían tabaco en la costa de
Berbería, del Sale al Safi, siendo igualmente fumadores, los negros de la
Guinea africana. Frecuente que los europeos, propietarios de factorías en el
siglo XVII, les pagasen en tabaco, probó que el vicio era de importación, que
rechazasen el autóctono, exigiéndolo de Brasil[11].
Los negros, reputados de sabios,
tenían gran predicamento entre los indios. Enterados los conquistadores,
procuraban llevarlos de confianza, para hacerse escuchar. Pizarro se hizo
acompañar de un negro, en su primera visita a Cuzco, llevándolo Pánfilo de
Narváez, para que le permitiesen poblar en San Benito. En 1541, Juan Vadillo se
presentó en Chaclas con 30 negros, para convencer a los naturales, haciéndoles
renunciar a la costumbre de dar vasallaje, procurándose señores por víade
behetría, desagradable a los Católicos, a más de buscarle una buena mina, por
ser conocedores del terreno. Estebanico, negro alárabe, natural de Azamor en
"Africa", acompañó a Cabeza de Vaca y Dorantes[12]. Los apalaches le
recibieron con reverencia. El virrey de Nueva España, aprovechó "la
noticia que tenía el negro" de la tierra, para mandarle a
"descubrir" con un fraile, en 1539. Fueron al reino de Marate o
Cibola, "tierra muy riquísima". Había 7 ciudades "muy populosas
y de muy grandes edificios" de adobe, con dos o tres sobrados, puertas y
ventanas. Gente "de razón" los vecinos, vestían "ropa"
larga con cuello de chamelote, ciñéndose como los moros. Poseían turquesas,
camellos, elefantes, vacas "de las nuestras y montesinas, que cazan en los
montes", ovejas como las del Perú y extraños animales de un sólo cuerno, que
no eran unicornios. Preparaba el virrey expedición de 12 frailes, para
conquistar por la prédica, pero hundió el proyecto pendencia, con el Marqués
del Valle[13].
Circunscrita la esclavitud a los
negros, que negasen vasallaje a la corona de Castilla, al ser portugués el Levante
americano, la cantera castellana se reducía a las costas del Caribe y Tierra
Firme, comprendiendo una Nueva Andalucía, que la corona pretendía ampliar hasta
el Amazonas. Y de ser posible, al Marañón. Superior la demanda a la oferta, en
1543, la cabeza de negro estaba en La Española, sin distinción de sexos, entre
300 y 400 pesos. En "Las Perlas", Pedro de Herrera, gobernador en La
Margarita, invitó a Benzoni a cabalgada, por la parte de Paria. Fueron con dos
bergantines, consiguiendo 250 piezas, las más "mujeres con cría".
Insatisfecho, Herrera pasó a Macarapana, poblado de 40 cabañas, construido para
albergar negreros. Penetrando en el interior, recorrió 700 millas por desiertos
y espesuras. Salió a Cumana, arrastrando con cuerda de 4.000 ánimas. Siendo
gobernador en Castilla del Oro, Fernández de Oviedo mandó carabela Cartagena y
la isla de Codego, para capturar "esclavos e negros". Consiguió
cuadrilla de calidad, para sus minas[14].
Temiendo que la Iglesia, apretada
por la herejía, dejase de hacer la vista gorda, esgrimiendo la bula de 1493,
para prohibir la trata o retirar concesión, cada vez más molesta para las
potencias europeas, Fernández de Oviedo intentó transformar los negros
americanos, que pululaban por Indias, en falsos negros, con el fin de
distinguirlos, de los destinados a la venta. Encontró la solución en al
tatuaje: "la mayor parte desta gente traen las caras negras" y el
cuerpo "de pintura fija, que jamás se les quita ni se les puede quitar,
porque... es sacándose sangre, cortando el cuero con ciertos pedernales o
espinas, punzándose y poniendo cierto polvo o carbón molido allí, de tal forma
que dura tanto cuanto duran sus vidas y hasta que se pudra la pintura con el
cuerpo"[15]. Tan necesarios eran los esclavos, que en 1563, estando prohibida
la entrada a extranjeros en puerto de Indias, Hawkins fue recibido en La
Española, porque traía 300 negros.
En 1580, Pedro Gamboa de
Sarmiento admiró las 20.000 cabezas de negro, concentradas en el depósito de
Santiago de Cabo Verde. Adquirido el archipiélago y Guinea por Felipe II, con
la corona de Portugal, el jesuita P. Sandoval se ufanaba, por haber bautizado
30.000 negros, en el de Cartagena, procedentes Santo Tomé, Cabo Verde y Mina,
entre 1580 y 1587[16]. Dedicado a la cacería, Juan Castellanos lamentaba que
los morenos de Tierra Firme, emigrasen a territorios controlados por el Xarife,
en busca de seguridad. Ojeando rezagados, bajó por "ásperos caminos"
hasta lo que "llaman oy Río de Oro", en los "confines de Guana",
asaltando palenques. Los "feroces" blancos rodeaban las chozas, sin
ser "sentidos". Cerradas las escapatorias, sorprendían a los vecinos,
"divertidos" en sus tareas, matando a los menos, para capturar a los
más. Amarrados por el cuello, formando cuerda, los entregaban y cobraban en el
real depósito. Baltasar Vallerino, autor de rotario, se inició en la trata en
1587. Pasó cinco meses cargando, en los ríos de Guinea. Depositadas las piezas
en Cartagena, con el producto compró dos fragatas, cambiando de escenario:
"caminé por el río Magdalena y Caucas", en busca de negros,
penetrando a peón en el interior, por Mompox y Tulu[17].
En 1587, persiguiendo a Drake
tras su entrada en Cádiz, Alonso Pérez de Guzmán rozó las costas Indias,
constatando el avance de la hecatombe demográfica. Al regreso dirigió memorial
a Felipe II. Achacando el desastre a la "mita" y otras formas de
trabajo forzado, insoportables para el indio, advirtió que de no poner remedio,
el Austria sería rey de "tierra desierta", con el consiguiente
descalabro económico, pues sólo los naturales, sabían cultivar la tierra.
Aconsejó paliarlo, repartiendo 3.000 negros al año, entre los
"mineros" de Nueva España, Perú y el Nuevo Reino. Estando el negro
"más ruin" a 400 pesos oro, a más de crecer el quinto, al aumentar la
producción de metales preciosos, aumentarían los ingresos del fisco, en
concepto de alcabala, sin desembolsar la corona un maravedí, pues "S.M.
tiene indios y canoas en el río", para transportar "estos
negros", desde "la Guinea" al "Reyno"[18], alusión
inequívoca al Magdalena, navegable desde Tierra de Negros, hasta Santa Marta,
junto a Cartagena de Indias. El costo de los portes hubiese anulado el consejo,
de haberse tratado de importación, a través del Atlántico.
Lenta la cabeza del estado, la
idea de introducir negros en Indias, germinó en 1590. Aprovechando viaje a
Sevilla, Ibarra, secretario del rey, negoció secretamente, el "asiento de
los armazones de negros"[19]. Ultimado en 1591, se firmó en 1594 por 20
años, con Pedro Gómez Reynel. Adquirió la exclusiva de introducir esclavos y
cargar, en los depósitos de Santo Tomé, Cabo Verde, Mina y otros puertos de
Guinea, quedando libre la cantera de Angola, al no estar comprendida en las
concesiones pontificias, respetando 900 licencias, que los del Consejo se reservaron,
para repartirlas libremente. Depositados 150.000 ducados como fianza, Reynel
pagaría 100.000 anuales, 30 de licencia y 20 reales de aduanilla, por cabeza de
negro desembarcada en Sevilla, que serían 40 ducados y 30 reales, de entrar por
puerto de Indias. Obligado a servir 3.500 negros al año, estimado un 17'65% de
pérdidas, en la travesía, cargaría 4.240. Repartidos 2.000 entre los puertos,
señalados por el Consejo, los restantes y los que rebasasen el cupo, podría
venderlos donde quisiera, al precio que acordase con el comprador. De no servir
el número de piezas contratado, pagaría licencia, aduanilla y multa de 10
ducados, por cabeza que faltase. El acuerdo entró en vigor el 1º de mayo de
1595[20]. Muerto Reynel en 1600, le sucedió Rodríguez Coutiño, que abandonó en
1609. Subastado el asiento, al no aparecer licitador, por ser mediocre el
negocio, la trata quedó a la iniciativa privada, hasta que la tomó Rodríguez de
Elvas, en 1615.
Probado por la experiencia que
durante el viaje, las perdidas ascendían al 30%, se obligó a embarcar 5.000
negros. Repartidos 3.000 entre Cartagena, Portobelo y Veracruz, los 500
restantes y cuantos pudiese acopiar, sobre la cifra contratada, los vendería
donde quisiese[21]. Encarrilado el tráfico, los asientos se sucedieron hasta
1640, año en que Portugal se independizó, recuperando Brasil y una Guinea que
empezaba a llamarse Guayana, al habérsela repartido holandeses, ingleses y
franceses.
Al no poder prescindir los
colonos, de mano de obra gratuita, los Austria negociaron con asentistas de
fortuna. Nicolás Porcio prometió servir 10.000 toneladas de negro, a 3 cabezas
por tonelada de buque, en 5 años. A su cargo el "sustento, curación y
educación" de las piezas, mientras estuviesen a bordo, cargó en Santo Tomé,
pasando a Cartagena. A la caza de clientes los holandeses, por tener el
depósito de Curaçao atestado y con problemas de abastecimiento, cohecharon al
gobernador de Cartagena, que secuestro los negros, obligando a Porcio a
comprar, a precio de minorista, para completar el pedido. Al término del
contrato, había servido 5.000 toneladas, parando en los tribunales. Al
incumplimiento, sumó haber introducido en España cacao, en proporción superior
a la que correspondía, en relación con los negros importados [22].
En 1655 y 1656, abastecieron los
ingleses, del depósito en Jamaica. Caras las piezas, la corona cedió la
exclusiva al comercio de Sevilla, que no se manifestó entusiasta ni activo.
Domingo Grilla y Ambrosio Lomelin hicieron galeón en América, a satisfacción de
Felipe IV. Les valió contrata para construir 41 barcos en Vizcaya, con destino
a la carrera de Indias y armadas. Firmada en 1662, combinaba la construcción de
buques, con la trata. Los italianos se comprometieron a introducir 24.000
"piezas de Indias, que así se llaman para suponer que tengan la altura de
7 quartas", a razón de 3.500 por año, repartiendo 1.000 a cada virreinato.
El pico de 500 quedó libre de derechos, por estar destinados a los astilleros,
alcanzando la franqueza a 100 cabezas por millar, que rebasase la contrata, no
siendo contabilizados ciegos, tuertos y demás defectuosos. A cambio de la
exclusiva de carga y descarga de negros, los asentistas pagaban al rey 300.000
pesos al año y 100 por "pieza" vendida, con descuento de 51 pesos de
plata, por tonelada de buque construida y derecho a fletar un barco, en año en
que no hubiese flota ni galeones, con oro, plata y frutos "de su
asiento". Entraría por Cádiz o Sanlúcar, pagando los debidos derechos
[23].
Creyendo en un monopolio
periclitado, Felipe IV impuso a los asentistas tripulación de españoles,
autorizando dos o tres extranjeros por navío, como intérpretes, a condición de
que no fuesen portugueses, ingenieros o militares. Autorizados a poner jueces
conservadores y factores en España e Indias, podrían nombrarlos genoveses,
italianos o flamencos, siendo esclarecedor el número y arqueo de los navíos,
que debían tener para el transporte: cinco, con un total de 500 toneladas.
Obligados a cargar 5.000 negros, para cubrir las pérdidas, siendo la cabida de
tres cabezas por tonelada de buque, cargaban 1.500 piezas, lo que representaba
tres viajes al año, de ida y vuelta a los depósitos, imposibles de tener la
cantera, al otro lado del Océano [24].
Hasta la segunda mitad del siglo
XVII, los negros de Congo y Angola, fueron importación rara. Lejana la costa,
complicada la travesía, los tratantes empezaron a frecuentarla, cuando la Guinea americana dio señales de agotamiento.
A finales de siglo florecieron las factorías, del Senegal al Níger. En 1696, se
fundó en España la "Compañía Real de la Guinea", para surtir las
Indias, con negros de Guayana, Brasil o Angola. Al revelarse los oficiales
incapaces de "ir a los rescates", traspasaron el asiento a
portugueses. Ocupado el trono por el primer Borbón, en 1701 lo dio a franceses,
que se obligaron a servir 10.000 toneladas de piezas de Indias por quinquenio,
o 6.000 negros al año. Lejos de cubrir el cupo, en 1706 pidieron autorización,
para cargar en Mina y Cabo Verde, depósitos controlados por Inglaterra y Holanda.
En 1713, habiendo servido 3.475 piezas, renunciaron al asiento. Al no tener
otro remedio, Felipe V permitió que dos o tres barcos holandeses, desembarcasen
negros en Indias, a condición de que dos tercios de la tripulación fuesen
católicos, entrando en los puertos con bandera "arbolada" de España o
Francia[25], por disimular su incompetencia. Siguió asiento con la Compañía
inglesa del Mar del Sur, que ofreció 144.000 negros, repartidos en 30 años.
Descargadas 17.845 piezas en 1727, el contrato permaneció en vigor hasta 1750,
al no haber quien lo pretendiese. Aprovechando el tratado del Buen Retiro, los
ingleses lo renunciaron, consiguiendo indemnización de 100.000 libras.
En 1760, el gaditano Miguel
Uriarte, ignorando la causa de la decadencia del tráfico, firmó como negrero de
la corona. Obligado a desembarcar 15.000 piezas en 10 años, pasados cinco fundó
la "Compañía Gaditana de Negros". Quebró en 1772, siendo reemplazada,
al año siguiente, por sociedad de corta vida y lamentable fin. En 1778, Carlos
III agradeció al rey de Portugal, licencia para abastecerse en su conquista y
la cesión de las provincias africanas de Annobon y Fernando Poo, abundantes en
mano de obra. Liberalizó el monarca el tráfico, pero faltaron voluntarios.
Aparecido el barco de vapor, en Francia y en 1783, dos tratantes de Liverpool
se comprometieron, en 1786, a introducir 6.000 negros, por La Habana y Caracas.
Restablecida la libertad de tráfico en
1789, tres americanos tomaron el
abastecimiento de Indias, en 1793, con negros de Africa.
Se dice que entre 1790 y 1820,
entraron por La Habana unos 369.000 negros. Favorecido el tráfico a través del
Atlántico, por la navegación a vapor, la trata tropezó con el abolicionismo.
Suprimida la esclavitud en Inglaterra, en 1833, los británicos persiguieron a
los barcos de negros, uniéndose los franceses, en 1848, continuando el tráfico
no sin dificultades, hasta que en 1872, se abolió la esclavitud en España. Aun
siendo inexactas las cifras, podemos calcular que en los virreinatos y el Caribe,
desde los inicios de la conquista, en 1492, se introdujeron unos 2.000.000 de
negros. Cifrados en 6.000.000, los que importó Estados Unidos, hasta que en
1865, suprimieron la esclavitud, no es desatinado suponer que los asentamientos
de blancos en América, recibieron en cuatro siglos, unos 10.000.000 de
esclavos, incluidas las 100.000 cabezas de negro, supuestamente importados a
Brasil, en la segunda mitad del siglo XVI.
Al extenderse las plantaciones de
caña dulce, por la costa del Levante americano, faltó mano de obra, acudiendo
los plantadores brasileños a los "bandeirantes", buscadores de oro en
el interior. Transmutados en cazadores de esclavos, a partir de 1591, tuvieron
por cazadero una banda de 200 leguas. Agotada, a partir de 1628, penetraron hasta
las 500. Adelantándose en el tiempo, Pedro I abolió la esclavitud, en 1674,
privando a sus colonos de la cantera autóctona. Sin más remedio, acudieron al
contrabando y a los holandeses, que controlaban los depósitos de Cabo Verde,
Santo Tomé y Mina. Arriesgado el tráfico, se vieron obligados a contratar mano
de obra asalariada, no pudiendo competir su azúcar, con la elaborada por brazos
gratuitos. Al primar lo económico sobre todos los valores, la trata se
restableció en 1701, siendo autorizada importación de 200 negros al año, por
Río Janeiro. Entonces se observó que los negros de Guinea, se aclimataban mejor
que los de Angola, silenciado la vecindad. En 1726, se repartieron 600 negros
importados, a cada minero de diamantes de Serra do Frío, calculando las fuentes
que entre 1756 y 1778, entraron en Brasil unos 25.500 esclavos. Desarrollado el
tráfico con Africa, mediado el siglo XVIII, jesuitas ubicados en la
desembocadura del Amazonas, presentaron la debida protesta. Habiendo prometido
seguridad a los catecúmenos, abandonaban la fe, para emboscarse en el interior,
porque los negreros saltaban en la misión, abasteciéndose de conversos[26].
En 1612, los franceses fundaron
San Luis, en la desembocadura del Marañón, dedicando la iglesia a Nuestra
Señora do Desserto, por tenerlo en las inmediaciones. Instalados los holandeses
en Recife y Olinde, en 1641, se dice que Mauricio de Nasseau, queriendo
reemplazar la mano de obra indígena por negros, conquistó Angola al año
siguiente, a título de cantera, sin reparar en que desde 1600, los Ríos de
Guinea, Sierra Leona, Santo Tomé y Mina, estaban bajo control de Holanda. A la
firma del Tratado de Utrech, en 1713, Brasil incorporó la provincia del Marañón
y parte de Paria, al ser trasladada su frontera al Oyapock. En 1755, los negros
de la costa portuguesa fueron emancipados. Había tantos en Bahía, a principios
del XX, que fue conocida por "Roma de los negros". Hoy representan el
50% de la población de San Luis, siendo mayoría en Manaus y Belén.
De haber sido la importación de
Africa, causa de la negritud americana, el porcentaje de población negra, sería
más alto donde fue más antigua y constante, es decir, en los tres virreinatos.
En 1700, Méjico contaba con el 1'3% de negros. A finales del siglo XVII,
sumadas las poblaciones de Ecuador, Perú y Chile, había un 9'87%, siendo tan
escasos los negros en el Nuevo Reino, que en 1581 el gobernador Gaspar Núñez,
pidió 2.000 para Trinidad de los Muzos y Palma. En 1650 representaban el 8%,
habiendo quedado, en 1789, en un 5'4%, y la población color loro o india, en el
16'5%. Zona minera, contó a sus mitayos: quedaban 8.621. En el mismo año, el
39'50% de la población del sur de Estados Unidos, era morena. En 1814, esta
cifra se elevaba en Florida, al 55'
3%[27].
En los inicios de la conquista,
no faltan referencias a la presencia de razas no indias. El negro Juan
Portugués, contratado por Colón en la Gomera, durante el primer viaje,
distinguió los "puertos e poblaciones, donde ay indios", mencionado
otros testigos, "provincias de indios"[28]. Baltasar Calvo, sastre
que navegó en el cuarto viaje, puntualizó: "yvan a descubrir provincias de
indios", tocando en "Maya... la primera tierra de indios, que está en
la Tierra Firme"[29]. Los remeros de las canoas, que se acercaban a las carabelas,
para rescatar, eran "de color rojos y blancos, más que negros"[30].
Bartolomé de las Casas, rescriptor de los textos colombinos, hace decir a Colón
que estando en Paria, le hablaron de poblados de negros. En 1513 Núñez de
Balboa, cruzando el istmo para descubrir un Pacifico innominado, pero
sobradamente conocido, vio dos esclavos negros en el séquito de un cacique. Le
dijeron que procedían de lugar, situado a dos jornadas, que sólo producía gente
de color. Equivocándose a medias, la historia atribuye la presencia a piratas
etíopes: arrastrados por la tormenta dieron en la costa, afincándose por no
saber regresar[31]. No sorprendió a Vázquez, bajando el Amazonas con Aguirre,
ser recibido en poblado con vino local: entre "españoles y negros e indios
del campo, se lo bebieron en pocos días". En el arte precolombino,
encontramos figuras de rasgos negroides, siendo evidentes en Costa Rica.
Cobriza la población en las
tierras altas del istmo, pero negra en la costa, el distingo generó leyenda,
que revela como en el siglo XVI, nadie imaginaba importar negros de Africa:
sublevado cargamento de esclavos, procedente de Brasil, se hicieron con el
barco, instalándose en la costa, por encontrarla vacía y agradable.
[1] "El arte
precolombino" José Alcina. Ed. Akal 1990.
[2] SRGS. XI.1475.725
"Esclavos y Sirvientes..." de Jacques Heers, ed. Alfons el Magnanim.
Se menciona documento fechado en 1465, en el que Juan de
Valladolid aparece como
"juez de los escravos". No hay alusión a negros ni loros, horros o
libres. [3] Estas cifras han de tomarse como meramente indicativas.
[4] "Historia de las
Américas". vv.aa. Coordinador Luis Navarro García 500 centenario 1991 T.
II. [5] "Historia del Nuevo Mundo". Guirola Benzoni. Milanés.
Publicado en 1565. Ed. V Centenario
[6] "Norte de la
Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671.
"Política Indiana". Solórzano Pereyra. 1703. [7] "Norte de la
Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671.
[8] "Historia de las Américas". VV.AA. Coordinador
Luis Navarro García 500 centenario 1991 T. II. [9] FO 1º parte.
[10] "Historia del Nuevo
Mundo" Guirola Benzoni. Ed. V Centenario.
[11] "Voyages en Guinée et dans les îles Caräibes en Amérique"
Poaul Erdman Isert. Ed. Karthala 1989.
[12] F. O. T IV. Lib. XIV cap.
VII. Con Cabeza de Vaca iba "Estebanico, de color negro, alárabe, natural
deAzamor en Africa".
[13] F.O. T. IV pág. 350. San
Borondón menciona el reino de las Siete Ciudades, atribuyendo su fundación a
otros tantos obispos visigodos, que huyeron de España, cuando penetró el Islam.
Alfonso V concedió a Francisco Telles las islas que "descubriese", a
poniente del Atlántico, con exclusión de las comprendidas en Guinea y la
conquista de Castilla. Declarada la guerra a Portugal por la Católica, en 1475,
Telles fue autorizado a conquistar el reino de las Siete Ciudades y conservarlo
cómo señorío hereditario.
[14] F.O. T. III pág. 266 Cháves
sitúa la isla de Codego a la entrada de la bahía de Cartagena. [15] F. O. T.
III pág. 13. T. IV pág. 318 Lib. XIV, cap. VII
[16] "Historia General de
las Misiones". Barón de Henrion. Barcelona 1863. [17] "Luz de
Navegantes". Baltasar Vallerino de Villalobos.
[18] ADMS. 2400 [19] ADMS. 2402
[20] "Norte de la
Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia, ed. de 1671.
[21] "Norte de la Contratación de las Indias Occidentales". José de
Veitia. Ed. de 1671. [22] ADMS. 5990.
[23] "Norte de la
Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671.
[24] Ibídem.
[25] ADMS. 4039.
[26] "Historia General de las Misiones". Barón de
Henrión. Barcelona 1863.
[27] ADMS. 4418. "Historia de las Américas".
VV.AA. Coordinador Luis Navarro García 500 centenario 1991 T. II.
P.C. T. IV.
[29] P.C. T. III.
[30] Diego Gómez estuvo en Arguim
y Tider en la primera mitad del siglo XV. Capturó de "dichos hombres
rojizos, cerca de 650" "Esclavos y sirviente en laEdad Media"
Jacques Heers.
[31] Según Gómara, Guinea, que
antes se llamó Etiopía, es antípoda de las Molucás.
Las revelaciones de la fauna y la
flora que entre los nombres de Centroamérica figure el de Islas de Indias,
siendo conocidos, en Europa, productos americanos, mucho antes de 1492, no
facilita la tarea de encontrar su lugar de origen, en especial tratándose de
especies como el algodón, que se aclimatan en cualquier parte. Abundante y
vigoroso en Cabo Verde, se le da por patria Egipto o India, sin caer en que de
ser así, alguien debió llevarlo a la Américas. Materia prima de los almayzares
[1] o velos de colores, con que se cubrían la cabeza ciertos musulmanes,
aparecen en el arancel de 1491 y siguientes, como oriundos de Berbería. De ser
producto mediterráneo, no los hubiese esgrimido Bartolomé Colón, como prueba de
que su hermano estuvo en Paria.
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