Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO III
LA CONFUCION DE LOS CONTINENTES
La confusión de los continentes
en 1463, Enrique IV hizo escribir, en albalá de privilegio: "a mí es fecha
relación que agora de poco acá, a la parte de las Yslas de Canaria, se han
descubierto ciertas tierras e pesquerías, que son desde el Cabo de Ajer fasta
la Tierra Alta e el Bogidor". La geografía actual, sitúa el Cabo de Aguer
en Agadir y el de Bojador, al sur de Marruecos. Próxima la costa y pateada de
antiguo, hubiese sido absurdo que el Trastamara, la tratase de descubrimiento
reciente. El enredo se complica, al enumerar las riquezas del predio: parias y
quintos de "moros", rescates de mercancías, arriendo de pastos y lo
que "en los dichos ríos e pesquerías se pescare". Justificada la
presencia de moros e incluso los pastos, no es posible encajar, entre los dos
cabos, las "pesquerías de sus ríos". Hace cinco mil años que por
aquella parte, corren cuando mucho modestos oueds, los más invernales.
Para mayor confusión, encontramos
"dos ríos, llamado el uno la Mar Pequeña, ques al través de Canaria e el
otro, que es en este dicho término"[1]. En nuestra ayuda acude Diego
Martín Barranco, marinero de Colón en el cuarto viaje: habiendo costeado
Jamaica, "fueron a dar a otra isla, en medio de la Mar Pequeña"[2].
Alonso de Guzmán insiste, en 1600: para llegar a la Margarita, se entraba en el
"Mar Pequeño", por la canal que separaba "Fuerteventura" de
la "Berbería", ruta habitual de las flotas[3], añadiendo Fernández de
Oviedo: "quien de Fierro fuese en busca del Marañón, que está en ella..,
fallará la Tierra Firme", navegando 600 leguas a la parte "leste
hueste, con el Mar Pequeño... que llaman en Africa", el cual alcanzaba los
27º[4].
Cruzados los datos, aclarado que
las pesquerías fluviales, mencionadas por Enrique IV, estaban en América, los
ortodoxos del descubrimiento de 1492, se aferran a la teoría, científicamente
insostenible, de desecación del Sahara, súbita y reciente y por supuesto, a los
"moros", término que nada tiene de peyorativo, pues designa al
originario de Mauritania. Establecido que el Islam no rozó América, omiten que
Colón, antes de emprender su cuarto viaje, hizo demanda, que se refleja en reales
instrucciones, de 14 de febrero de 1502: "a lo que dezis que quereys
llevar uno o dos que sepan aravigo, a nos plase dello, con tal que por ello no
os detengáis"[5]. No será la única prueba, de presencia musulmana en
América. Según Fernández de Oviedo, gobernador en Castilla del Oro a principios
del siglo XVI, los naturales llamaban al cacique "queví", que
"en arábigo quiere decir grande"[6], rezando en
"mezquitas"[7]. Los cronistas de Tierra Firme, usan el término "xeque",
en lugar de "cacique"[8], habiendo peleado Juan Castellanos, en
Venezuela, con seguidores de la "secta" de Mahoma, a más de recordar
a una Leonor, morisca, apodada Fundimenta. En 1517, Fernández de Córdoba,
"descubridor" de Yucatán, estuvo a punto de ser despenado por
negrillo, portador de alfanje. De no haber población musulmana en Indias,
Carlos V se hubiese ahorrado la provisión de 1540, prohibiendo hacer cautivos a
los mahometanos naturales, que hubiesen dado vasallaje a las coronas de
Castilla o Portugal, reservando la esclavitud
a los que hiciesen proselitismo,
desobedeciesen o fuesen vasallos del Xarife[9].
Ocupaban los peninsulares ciertos
puertos, el entorno de las minas en explotación y buena parte de los imperios,
por haber heredado una organización centralizada, pero lo más del continente
obedecía a señores, electos en régimen de behetría, sometidos a la autoridad
superior del rey de Fez y Marruecos. No estorba esta realidad, para que se
describan unas Indias, controladas por los reyes de España, como el historiador
supone que lo estaba Castilla, quedando al margen de su autoridad, cuando
mucho, rincones perdidos del interior. Debió creerlo Felipe II, pues en 1579,
necesitado de votos en las cortes de Portugal, para alcanzar el trono, quiso
congraciarse con Diego de Miranda, a quien dio el anciano rey D. Enrique, 40
ducados por armazón, que entrase con pescado de Guinea. Onubenses que
regresaban de faenar, "desde un cabo que se llama Bojador, hasta otro
cabo, que se llama Çenaga"[10], fueron sorprendidos por el impuesto. Dirigiéndose
al rey, le pusieron frente a su realidad. Para calar las redes en aguas de
Guinea, pagaban alformaje al Xarife, pues de omitirlo, eran encarcelados, sin
que pudiesen impedirlo los monarcas peninsulares, por estar la tierra
"poseída y señoreada de los moros, de manera que el rey de Portugal ni su
Magestad, no la poseía ni posee", no teniendo más derecho a las
pesquerías, que a los "molinos de Fez" o al "alcázar de
Marruecos, que es de los moros". Habiendo dispuesto el rey D. Enrique de
lo ajeno, el de España hizo "merced de cosa que ni era ni es de su
magestad". Rebosando sentido común, aconsejaron al monarca más vanidoso de
su tiempo, que suspendiese "el efecto de la dicha merced, para quando S.
M. posea y conquiste y gane aquella costa"[11]. No habiendo indicio de que
Felipe II aspirase al continente, hoy conocido por Africa, es evidente que
hablaban del americano.
En tiempo de Fernández de Oviedo,
los naturales del Darién se alojaban en tiendas, "al modo de los
alárabes"[12]. Cien años más tarde, Francisco Roque, agente de Felipe III
residente en Mazagán, comentaba: "en Berbería no ay más que campo y las
casas son de lienzo, que es menester hazellas y proveer en que ir a hellas,
siempre con la máquina de mantenimiento"[13]. El palacio de Muley Cidam,
rey de Marruecos, era "almahala" de tiendas. De visita en Safi,
murada y con aduana de mampostería, plantó el campamento de la corte en la
población[14]. Corría en Marruecos el metical de oro, mencionado en Sale por
Ibn Battuta, viajero del siglo XIV. En el XVII, valía el de Marruecos, 400
maravedís de Castilla[15] y 420 reís de Portugal. Es probable que se
materializase en los tejuelos de oro, de 15 a 20 quilates, que los de Tierra
Firme utilizaban por moneda. No queriendo perder el quinto, Carlos I ordenó
troquelarlos, ejerciendo el oficio de ensayador, custodio del troquel en Santa
Fe, un negro de Gaspar Núñez.
En los reinos de Meça y Azamor,
conquista de Portugal, bajo obediencia del Xarife, encontramos minoría judía.
Convivían con los musulmanes, ocupando cargos de relieve en la corte. Olvidados
por los testigos de Diego Colón, Pedro Coronel, marinero en el cuarto viaje,
los menciona por ausencia. En Maya o Yucatán, "en lo de la gente no sabe
si eran jodíos, salvo que heran indios"[16]. Un duque de Medina Sidonia,
muerto en 1507, guardaba "libros de ebrayco.., que trajo Francisco Barbero
de Çafi"[17]. Reputados de sabios los vasallos del Xarife, en especial los
de Azamor, otro Guzmán aguardaba, en 1627, encargo que hizo a Francisco Roque:
"lo de los libros de San Mauris no he podido aver a las manos ni podré,
hasta que baya a Marruecos"[18]. A partir del reinado de los Católicos, el
destino preferente del judío era la hoguera, pero anteriormente compartió
cautiverio económico, con el musulmán. En los primeros años del siglo XV,
entraron cargamentos de esclavos judíos, en los puertos de Valencia y
Barcelona[19], apareciendo en arancel compuesto en 1490, que se dio a Vejer en
1491, esclavos moros y moras, judíos y judías. Pagaban 12 maravedís por cabeza,
en concepto de portazgo[20].
Alejandro VI regaló las Indias a
la Católica, interpretando que el Altísimo recompensaba sus servicios,
otorgándole unos pueblos, vírgenes en lo espiritual, para que pudiese
instruirlos en el Evangelio. Ignorando la bula, Bernáldez recoge entrevista de
Colón, con cacique seguidor del Nazareno. Sucedió en el periplo de 1494,
manifestando su extrañeza el aborigen, al observar la interpretación que daban
los castellanos, a las enseñanzas de Cristo. Fernández de Oviedo observó, en su
gobernación, que los naturales usaban palabras castellanas, llamando
"ome" al hombre, sin haberlo aprendido[21]. El P. Sahagún, compañero
de Cortés, apuntó a diferentes contactos. Los aztecas decían: "es un
Merlín", de quien respondía preguntas "dificultosas"[22]. De
haber tenido noticias del mago, el clérigo se hubiese interesado por el rey
Arturo y Lancelote del Lago.
Según los conquistadores, había
mejicanos blancos y americanos barbados. El sacerdote reconocido como superior,
por los nueve caciques de Nicaragua y el caudillo de hueste de seguidores de
Mahoma, con la que tropezó Juan Castellanos, en Venezuela, tenían barba, siendo
evidente el apéndice piloso, en los relieves olmecas de Monte Alban y el friso
de Labityeco [23]. Los naturales de Cernú, puerto de Tierra Firme, además de
tener barba, despedían el "mal olor a monte", de los negros de
Guinea, estando obligados a lavarse con frecuencia [24]. La cruz de Palenque
pudo relacionarse con campo de cruces, que estaba en sus inmediaciones,
interpretado como cementerio de cristianos perdidos.
Pero las de metal, encontradas
entre restos humanos, con ocasión de concienzuda destrucción de un templo,
pudieran responder a la que aparece en el reverso de la moneda fenicia de
Asido, referencia a la Cruz del Sur, sobre media luna creciente Los componentes
de tribu de Canadá, llevaba cruz al cuello. Y fueron llamados porta – cruces
[25].
Eran ajenas a la fe, las que
levantaban los descubridores como padrón, indicando que la
tierra tenía dueño. En Cabunco, lugar
del Paraguay, se encontró la más meridional, caída en el agua. De palo santo,
venerable antigüedad y dos varas de alto, prestó servicio impagable a la
iglesia. En 1525, Fr. Tomás Ortiz, obispo del Darién, privó al indio de alma,
añadiendo que la adquiría tras recibir el bautismo, por no arriesgar un derecho
de "conquista", que dimanaba de la acción de convertir. En desacuerdo
Paulo III, declaró a los indios propietarios de alma, desde su nacimiento, en
1537, amenazando de excomunión a quien lo negase. Admitido el aislamiento de
los indios, el mensaje de la redención, perdió la universalidad, quedando el
dogma en entredicho. La Iglesia hubiese podido salir del apuro, dinamitando la
patraña del descubrimiento. Pero la curia no deseaba contradecir la palabra de
un papa, que declaró el continente tierra incógnita, ni empañar las relaciones
de Roma, con las coronas de España y Portugal. Elucubrando debidamente, los
teólogos encontraron la solución, relacionando la cruz de Cabunco, con el
topónimo Santo Tomé. Tras admitir que "los romanos tenían" la costa
americana, por "costa de Africa", asignaron su evangelización a Santo
Tomás. Desembarcado en Paraguay plantó el símbolo, antes de subir al norte,
abriendo a su paso amplia calzada, por la que Pedro de Ursúa recorrió 200
leguas, resto de las "grandes poblaciones y caminos trillados", que
asolaron los conquistadores. Fundador el apóstol de Santo Tomé, terminó su
periplo en Río de Oro, no faltando peruanos, que afirmaban guardar memoria de
su paso [26].
Condicionados por el paradigma,
los arqueólogos pasan por alto afinidades evidentes. Estatuillas del arcaico
mejicano, evocan formas de Mari y las islas del Egeo; en Chiapas, olvidado el
Corán, hacen la inclinación musulmana. Y era tradición que en el cráter de Nicaragua,
se practicaban sacrificios humanos, a la moda del Taigeto. Fueron costumbre
entre fenicios y cartagineses, cómo entre los aztecas, usando los olmecas
palomas, a la manera romana. Admitido el parentesco del vudú, con la cultura
africana, queda en aportación de esclavos, desechando la posibilidad de
contactos espontáneos, entre las dos "Africas".
Practicaron los egipcios el culto
al sol, elevado por Akhenatón a religión oficial. Extendido por casi todo el
continente americano, incluidas las Canarias, tuvo pirámide en Teotihuacan,
mereciendo una menor la luna. En Tiahuanaco hay puerta del sol y templo en
Cuzco. Venerado en Palenque, la población de Yucatán usaba "ruedas"
de oro y plata, para representar satélite y estrella. En Guatemala y Nicaragua,
hacían procesiones a los templos del sol, con romería adjunta, siendo dios
principal en Tierra Firme, Ecuador y Perú. Orellana descubrió oratorios al sol,
en la rivera del Amazonas, perdidos por ser construcción de madera. Vázquez,
cronista de Aguirre, describe casa de oración junto al gran río: "a la
puerta" había "dos sacrificaderos... En el uno estaba pintado en una
tabla el sol y figura de hombre... en el otro... la luna y una figura de
mujer".
La geografía actual, que fue la
de Eneas Silvio, reparte el mundo en continentes, delimitados por accidentes
geográficos. Separada Europa de Asia, por las montañas del Cáucaso y el río
Tanis, Africa lo estaba por la franja de Gaza o el Nilo. Isla el continente
americano, el planisferio del Beato de Liébana, debiera llamarnos a reflexión.
En su oriente, occidente con respecto al otro hemisferio, vemos porción de
tierra rodeada de agua, que se extiende de polo a polo. "Antípode" de
corte tradicional, instalado en su centro, se ríe de nuestra incompetencia. Los
naturales de las "Yslas de las Indias"[27], describían su hábitat
como isla de costa sin límite, que no se "andaba" en
cuarenta lunas[28]. Para la
geografía clásica, usada por los árabes y buena parte de Europa, hasta el siglo
XVII, los continentes eran segmentos de la esfera, delimitados por
paralelos[29]. Denominados como los actuales, se creó la confusión, sin caer en
que la división por "climas", ofrecía unidades racionales, con
temperatura, vegetación y razas uniformes, sin más distingos que los dimanantes
del relieve.
Omitida la descripción del
hemisferio meridional, por redundante, se concluyó que nuestros pasados se
abstuvieron de rebasar el Ecuador, temiendo un sur tan caluroso, que hiciese
imposible la vida[30]. Cálida la Tierra de Negros o Sudán, terminaba a los 16º
25", siendo el día más largo, en su extremo, de 13 horas y el más breve de
11. La franja de Africa se prolongaba hasta los 24º, límite de los núcleos de
población morena y de un trópico, donde los árboles son de hoja perenne,
produciendo dos cosechas al año, por contar con otros tantos veranos e
inviernos, o temporadas de lluvias torrenciales. Producto la piel morena de
tierras cálidas, bajas y húmedas, rebasó los 30º en los cauces de ciertos ríos
y el desierto. Color loro o cocho la población de las tierras altas y secas,
incluso en el Ecuador, era posible el cultivo de olivos y cereales europeos, no
aclimatables en las calientes. Dominante la raza, ciertas zonas de América se
conocían por "Asia" e Indias, Occidentales con respecto a Europa, en
contraposición con la Oriental.
Abundantes los metales y piedras
preciosas en la zona tórrida, nuestros ancestros concluyeron que el sol los
generaba, quizá con razón, pues su energía puede estar relacionada, con
alteraciones en el número atómico, que cambien la naturaleza de los cuerpos.
Exuberante la selva tropical, en la proximidad de los ríos, su lejanía produce
desiertos, poblados, en América, de acacias y chumberas. Extensos en el País de
los Bereberes, que ocupa el 3º y 4º clima, es tierra de hombres cetrinos,
amarillos en Asia, por razones que me escapan, pero alguna habrá, penetrando
núcleos de pigmentación oscura, como los hombres azules del Sahara, de rasgos
finos o los negros achocolatados. En los 36º se inicia el 5º "clima",
de europeos, loros norteamericanos y asiáticos, oscureciéndose la piel del
nórdico, más allá de los 63º, límite de la tierra habitable, salvo para
esquimales y lapones, debidamente adaptados por su propia genética.
Ishaq ibn al - Hasan al Zayyat,
compuso en el siglo XI, "El Dikr Al - Aqâlîm", breve descripción del
mundo, cuyo meridiano 0, no coincide con el de Ptolomeo. Que pasase por la
"isla de Arn del Mar de la India", cruzada por el Ecuador, limita
nuestras probabilidades de error, a elegir entre Sumatra y Borneo. Todo indica
que vino a coincidir con el designado por los geógrafos de Carlos I y Juan III
de Portugal, reunidos en Elvas en 1524, para delimitar "lo que a cada
reino pertenecía, para hacer sus navegaciones", por la parte de las
Molucas. Al aconsejar las circunstancias, incidir en el principio del
"descubrimiento", para justificar el derecho de ambas coronas a sus
conquistas, la "demarcación" se llevó a sus antípodas. Pasando por
Tierra de Humos, al sudeste del Amazonas, sería frontera "ideal", sin
efectos jurídicos [31].
Los "climas" descritos
en el Dikr, parten del "Mar Occidental", para morir en el Mar
Tenebroso del "oriente extremo"; "lo más lejano de la
China" y el Monte Jacinto de Ifriquiya, final de la Berbería. Original el
cuarto clima, se inicia en Tánger, llegando a la última frontera de Gog y
Magog, país "de la gran muralla", que prolongándose al norte,
alcanzaba el sexto clima. El granadino Ibn Fadland, peregrino a la Meca en el
siglo XIII, conoció en tierra de búlgaros gigante, oriundo de Gog y Magog.
Asombrado ante su fuerza, le tranquilizó el rey. Aquellos seres que
"vivían desnudos", no implicaban peligro, porque "están
separados de nosotros por el mar" [32].
Es la Yarma del Dikr, capital de
al - Habasa. Al sur estaba Gana, residencia del Negus, rey de Etiopía, sede del
mercado mudo del oro. Aportado por negros del interior, en forma de polvo y
pepitas, lo cambiaban por objetos de latón. Al sur Nubia, su oriente mojaba en
el Mar de al - Qulzum. Territorios áridos, poblados de acacias, interrumpían
bosques frondosos, siendo abundantes los leones y otras "bestias terribles
y grandes", no faltando jirafas. Los naturales, ricos en piedras
"minerales" y minas, pululaban desnudos. El Yemen, en Tierra de
Negros, disfrutaba de clima templado, contando con dos meses de lluvias
torrenciales y otras tantas cosechas al año. En la región de San'a, su capital,
no crecían árboles ni había cultivos. Sus habitantes, parecidos a los beduinos,
se alimentaban de pescado, construyendo casas de ladrillo cocido, decoradas y
"doradas". Exportaban vestidos, vasos de cerámica y "piedras
preciosas", procedentes del mar, siendo especialistas en el engarce de
perlas. Los montes de Nayran, cubiertos de árboles y palmerales, albergaban
monos, pesadilla de los cultivadores de viñas y maíz. De las fuentes manaba el
alumbre yemení, que se transforma en piedra.
Los de Uman, puerto murado, con
cuatro puertas de hierro, lucían melena, reservando el uso del bonete a los
nobles. Cultivaban arroz, centeno, trigo, frutos diversos y caña dulce,
contando con industria azucarera. El reino de Saba, rico en oro, estaba en
Etiopía. En Bilquis, la capital, se conservaban dos pilares, que levantó
Salomón, en el curso de su visita. En Bahrayn, ciudad del segundo clima,
bastaba rascar la tierra, para encontrar agua. Rodeaban la villa dunas,
cubiertas de palmeras, granados, cidros, higueras y algodón. Cerrado el camino
de Uman por dunas de arena, se accedía por mar. Los árabes vivían en medio del
tercer clima. De piel negra o morena, se definían como gente "dotada de
inteligencia", parecida a la "de China", a diferencia de los
bereberes, tachados de inhumanos. A los 32º estaba Al-Qayrawan, residencia del
gobernador de Misr e Ifriqiyya. La fundó Mu Awiya, en tierra de marisma y monte
bajo, plagada de serpientes y leones. Abundantes las lluvias y los bosques, los
naturales eran rubios y blancos. El mundo habitable terminaba en el país de al
- Lan, principio de los hielos, que llegaban hasta la unión del "Grande
Océano", con el "Mar Occidental".
Formaban el país de al - Hind,
"vecino" de la China exterior, suma de "islas", ribereñas
de la Mar Grande. Había monte horadado por minas de oro, plata y plomo.
Acuñaban monedas, con la efigie del rey, cazando elefantes con trampas.
Exportadores de metales preciosos, sándalo, clavo, especies, plantas aromáticas
y marfil, China era principal cliente y proveedor de unos naturales, que se
parecían a los turcos, en más alto y moreno. El segundo clima producía
esmeraldas y contaba con una Mîna, sobre el Océano, terminando en al -Sind. En
un cabo cerca de Fatala[33], estaba la ciudad de Hirmat. La construyó Umar Ibn
Hafs, siendo califa Abu Ya far al Mansur, para albergar a los gobernadores. A
medio camino, entre al - Sas y al - Jazar, se encontraba Al-Qandahar, región
del lago Jurasan, origen del Río Grande o Jurasan, que arrastraba las pepitas
de oro más septentrionales. Nacía en el 5º clima, regando Gog y Magog, extremo
oriental del sexto clima. La población era judía, controlando Bulkar, rey de al
- Jazar, 400 castillos a lo largo del río, sobre la frontera de Asrusana. Le
procuraban ejército regular de 10.000 jinetes. En el llano de Banat Asar,
imperaban islámicos ortodoxos, que no admitían presencia de cristianos. Ricos
en cultivos y miel, compraban la madera de al - Jurasan. En al - Sind y al -
Hind, el autor omite longitudes y latitudes, quizá porque al referirse a la
inmensa isla americana, lo consideró innecesario.
En la división por
"climas", buena parte del continente, está ubicado en Africa. Así lo
entendió Maquiavelo, al que no podemos calificar de iletrado. En su
"Príncipe" menciona a Fernando el Católico: conquistada Granada, fue
"contra el Africa"[34], donde no tuvieron pie de tierra las coronas
de Castilla y Aragón, hasta que en 1497, ocuparon el despoblado de Melilla,
acción irrelevante, que pasó desapercibida, siendo notada y notable la aventura
de 1492, en su doble vertiente: la conquista de Palma, emprendida por Alonso
Fernández de Lugo. Y la aventura colombina.
Las Fortunadas y el Seno de las
Hespérides, aparecen en las cartas de Ptolomeo, Dulcet y otras, anteriores al
siglo XV. En el extremo occidental de la Mar Grande, encontramos rosario de
"islas", que pasarían por adorno caprichoso, si no indicasen la
latitud de puertos frecuentados: Thule, la más septentrional, se identifica con
Islandia, pero bien pudiera ser la Tula mejicana. Siguen Man, Till, Antillas y
Brasil. A oriente del Pacífico, corre una línea de polo a polo, imagen
plausible de la costa occidental americana, del Artico al Antártico. Ptolomeo
hace pasar su meridiano 0 por unas Fortunadas, alineadas en dirección norte -
sur, entre los 10º y 12º. Queriendo situarlo exactamente, Luis XIII de Francia
reunió a los sabios de Academia de Ciencias, recién fundada en París. Eligieron
la isla de Hierro, donde lo fijó real decreto, de 24 de abril de 1634.
Suponiendo que la mencionada Hierro es la más occidental de las Canarias, se
dio por sentado que el alejandrino patinó, tanto en lo que se refiere a los
perfiles del archipiélago, como a latitud. Por hacerle acertar, cuando menos en
lo último, algunos prefieren las Islas de Cabo Verde. Nadie mira al Puerto
Hierro, del extremo oriental de Paria, ni a las Antillas de Barlovento,
situadas en las inmediaciones del mismo meridiano, porque "saben" que
nadie pudo adentrarse en la mar, antes de finales del XV, por carecer de
astrolabio[35] y barcos de alto bordo.
Para desmentir lo primero, basta
lectura somera de la crónica de Bernáldez, coetáneo de Colón. Los navegantes de
su tiempo, se orientaban por el color y el olor del mar, el sol y "la
estrella". En el hemisferio sur les guiaba la "Cruz" y en el
norte la Polar. Sin caer en el alcance de la confesión o sobradamente
consciente, el cronista se deja decir que en el segundo viaje de Colón fueron
"marineros, que por la estrella sabían ir y venir hasta España"[36],
ciencia imposible de adquirir, sin intervención del Espíritu Santo, sin más
experiencia que la de una travesía. Por otra parte, no carecían de
instrumentos. Encontrada la aguja imantada por los chinos, hacia el 1090, el
mundo musulmán conoció la brújula en el siglo XIII, siendo inevitable que la
tuviesen los andaluces, aunque razones políticas retrasen su introducción en
Castilla, hasta 1403[37]. Rara probablemente, parecen comunes instrumentos de
fabricación casera, ya conocidos por los aqueos: la "estrella de los
ochos" permitía mantener el rumbo, sirviendo de plantilla al arquitecto y
la "ballestilla", "pesar el sol", encontrando latitud y
longitud. Asombrosa la falta de curiosidad de unos navegantes, que sólo
buscaban la ganancia, los que pasaron seis días con Colón, en la rada de Paria,
reconocen haber marchado, sin averiguar "qué tierra era, si era tierra
firme o isla"[38]. A Sebastián Caboto no le sorprende que los antiguos,
cruzasen el mar. Citando a Solino, cosmógrafo e historiador, coetáneo del
"descubrimiento", recuerda que identificó las "islas de
Indias", con las Hespérides de Ulises, porque estaban "al occidente,
por el mar Océano"[39]. Sospechando que no le faltaba razón, Fernández de
Oviedo retrotrajo los derechos de la corona de Castilla, a la protohistoria.
Habiendo sido Hespero rey de Hispania, su herencia correspondía a la católica.
Repasando la Odisea, comprobamos
que Ulises se adentró en el mar: "cuando abandonamos la isla y ya no se divisaba
tierra alguna, si no sólo cielo y mar...". Sorprendido por la tormenta,
imitó a los navegantes del siglo XVI: amarrada la tripulación a los palos,
"dejeme llevar por el oleaje toda la noche". A la deriva nueve días,
"en la décima noche los dioses me impulsaron hasta la isla de
Ogigia..."[40]. Arriesgada la navegación de cabotaje o entre islas, a
causa de escolleras, bajos y corrientes, que arrastran contra la costa, los que
andaban por tales parajes, ancoraban al anochecer. Extrapolando el dato a la navegación
de altura, Salvador de Madariaga, siguiendo a otros, supone que Colón detenía
sus navíos a la puesta del sol, en pleno Atlántico, anclando no sabemos dónde.
Pero el paradigma tiene la virtud de hacer posible lo irrealizable. E imposible
lo evidente.
Los fenicios tenían embarcaciones
de 400 toneladas, superadas por el junco chino, descrito en el siglo XIV, por
Ibn Battuta. Lento, impulsado por velas fijas de bambú entretejido,
transportaba más de 1.000 personas, cómodamente instaladas en compartimentos
independientes. Los mercaderes embarcaban con familia y criados, añadiendo a la
despensa habitual de reses en vivo, huertos cultivados en cajones de madera,
que exigían reserva proporcional de agua. Acompañaban al barco principal dos o
tres menores, cuyo arqueo era igual a la mitad, del inmediatamente superior. Al
no haber ríos en la otra costa del Pacífico, pero sí radas profundas, era
innecesario reducir el calado de las embarcaciones. Tampoco preocupaba a los
armadores, habituales del Atlántico europeo y el Mediterráneo. En 1430, se
construía nao en el astillero de Valencia, con 817 "botes" o 613
toneladas, siendo comunes las de 130 a 170[41]. En la segunda mitad del XV,
creció la media, hasta las 250 toneladas.
Obligados pasar barras y remontar
ríos, para alcanzar bancos de pesca y rescates, los que frecuentaban Poniente,
querían embarcaciones de 30 a 45 toneladas, que navegasen a remo y a vela, como
la de Ulises: "después de disponer todos los aparejos, nos sentamos y la
conducían el viento y el piloto", hasta que "se hizo una bonanza
apacible... Levantáronse mis compañeros para plegar las velas... sentándose al
remo"[42]. Las galeras sólo iban a las "islas" en verano, para
limpiar de corsarios la canal del Caribe y la Península de Araya, por carecer
de cubierta, aconsejable en viajes prolongados e indispensable en invierno. No
faltó en la nave aquea: "la tempestad de viento quebró el mástil... y
todos los aparejos se desparramaron bodega abajo"[43]. En 1382 entró un
"panfil" en Valencia, con carga típica de Guinea: pimienta, cera,
pieles de vacuno y 46 halcones[44]. De aquella costa se importaba pescado
salado y "cabezas de moros", no tardando los mercaderes en adoptar el
ballenell. Concebido para la pesca de ballenas, como su nombre indica, al convertirse
en mercante gano tamaño. De un palo y enorme vela latina[45], pasó a tener dos.
Cuando adquirió el tercero, alcanzando las 100 toneladas, se transformó en
carabela.
Ulises llevó velas redondas,
porque no se conocía la latina, cuya representación más antigua, aparece en
Iglesia del sur de Palestina, en fresco del siglo IX y en graffiti de la
Alcazaba de Málaga. Los conquistadores observaron, a su llegada, que la tenían
en las Indias. Pasando por el Cabo de la Galera[46], Pizarro topó con embarcación,
similar a la zabra, de casco formado por maderos gruesos, "reatados
fuertemente con sogas de henequén". Tenía alcázar, retrete, timón, velas y
jarcias, llevando por anclas piedras grandes, "como de barbero", a la
manera fenicia. Procedente de comarca situada a cuatro jornadas, los pasajeros,
que viajaban con sus familias, eran mercaderes y se parecían a los
"berberiscos". Los hombres vestían camisa y las mujeres enaguas,
llevando mantas "echadas debajo del brazo, a la manera de moras".
Dormían en camas, con sabanas de algodón, tenían toque para aquilatar oro y
romana, usando por armas macanas y tiraderas u honda. Salaban pescado,
trasquilaban ovejas y adoraban ídolos, recatando oro y perlas, aunque tuviesen
ambas cosas en su tierra. Cargaron con destino al truque, "ropa" de
lana de colores, camisas, ayubas, paños blancos con franjas, cántaros negros y
conchas, "de que hay en Chaquira, que se venden al rey de Portugal, para
el rescate de Guinea". Capturaron los castellanos 5 pasajeros, huyendo los
restantes a nado. En la orilla, les aguardaban los del pueblo [47].
Regulado el tráfico por la
Contratación, las mercancías de Indias se concentraron en puertos cómodos,
haciendo innecesario aventurarse en los ríos. Siendo evidente que a mayor
capacidad de carga, respondía rentabilidad superior por viaje, aumentó el
arqueo de los cascos. Bajo Carlos V, se impusieron los de 100 toneladas, no
tardando en alcanzar las 200. Reinando Felipe II, los encontramos de 800 y
1.000. Planteaban serios problemas a las flotas, por ser lentos, pesados y
entrar con dificultad en las barras de Sanlúcar y San Juan de Ulúa, buenas para
navíos de 600 toneladas abajo. Los pescadores y boneteros de Toledo,
conservaron la libertad de navegar en barco "suelto". Preferían los
primeros la chalupa, de 70 toneladas cuando mucho, usando velas redondas en el
invierno. Los mercaderes, que recorrían los ríos de la "Berbería",
vendiendo bonetes y tabaco, utilizaban la pequeña carabela. Alonso Pérez de
Guzmán, propuso al rey establecer correo regular entre la metrópoli e Indias,
aconsejando la zabreta de 30 toneladas, en verano y 40 en invierno. Segura y
rápida, podría cargar frutos de la tierra, amortizando el costo del viaje, con
la venta en destino [48].
No llevaba un armazón de
pesquería más de 12 hombres, bastando 7 para navegar una carabela, pero los
expertos, consecuentes consigo mismos, multiplicaron la tripulación, para
incidir en el principio del barco de gran tonelaje. Declarado indispensables
para cargar la despensa, que habría de permitir sobrevivir a travesía
prolongada, ignoraron que para ir de Huelva al Amazonas, llevaban una bota de
agua por persona[49]. Tampoco se informaron de la velocidad de un navío. Según
Céspedes, el barco "suelto", que zarpaba cuándo y de dónde le parecía,
conseguía una media de 50 leguas, en "día natural" de 24 horas,
alcanzando las 72, en condiciones favorables[50], que dependían de suma de
factores: la experiencia del capitán o maestre, que elegía el puerto y fecha de
partida, en buena "colla" de tiempo atmosférico[51]; la pericia del
piloto y tripulantes, la arquitectura del casco, su ensebado, la calidad de las
velas, siendo ventajoso llevarlas nuevas y en Castilla de importación, el
arqueo, la proporción tonelaje - carga y la forma de estibarla. Hemos visto que
Alonso de Palencia, fijaba en 20 días la travesía de 1.750 leguas, que separaba
Cádiz de Guinea, concretamente de la costa del Marañón. Pulgar, que sitúa la
Mina de Oro a 1.000 leguas, señala que la flota de 1478, tardó dos meses en
llegar a destino, callando las escalas de Canarias y el Río de los
Esclavos[52]. Para ir a la Habana, se preparaba despensa de dos meses, sin
perjuicio de que en 1587, barco luengo de 25 pipas o 12 toneladas, hiciese el
viaje desde Sanlúcar, en 27 días. Las galeras del Estrecho, que limpiaban las
salinas de Araya, al hacer viaje de ida y vuelta, sin escalas, la llevaban para
el mismo tiempo[53]. El Golfo de Yeguas, que separaba la costa occidental de la
Península de las Canarias, se cruzaba en 8 o 15 días. Más prolongado el regreso,
que según Palencia ocupaba 4 meses, Fernández de Oviedo recordaba, por
excepcional, armada de tres carabelas, que en 1525 pasó de Santo Domingo a
Sanlúcar, en 25 días. Para darnos idea de la movilidad de los barcos en Indias,
nos dice que pasaban "cada día.., por la mar", del Trópico de Cáncer
al de Capricornio[54].
Tiene el apriorismo la virtud de
anular el sentido crítico y por extensión el común. Lo probó el funcionario
francés, Edmond Doutté, a principios del siglo XX. De moda reconstruir la antigüedad,
a partir de los clásicos, aprovechó destino en Marruecos, para reconstruir la
vieja Berbería, de las cartas del XV. Siguiendo a Ibn Idrisi, Khaldoun, El
Bekri, León el Africano, Mármol y otros, inició su periplo en Rabat, que
identificó con Sale. No le sorprendió, a su paso por la Mamora, ver
transformado en mixto de lentiscal y retamar, el bosque de Sualem, poblado de
alcornoques. Informado de la desecación fulgurante de la costa, en época
reciente, le pareció natural que el río de Azamor, en el que morían "todos
los de la Berbería", hubiese quedado en oued vadeable, desembocando en
ría, de 60 metros de anchura. Ignorando la existencia de documentación del
siglo XVII, que menciona sábalos y carabelas de cien toneladas, remontando el
río hasta Mazagán, a 12 leguas de la desembocadura [55], identificó la plaza
portuguesa con El Jaddida, población costera. En Sernou le asaltó la duda. No
le sorprendió que no coincidiesen las distancias, ni la ausencia de huella de
silos, famosos por conservar el grano más de cien años, sin alteraciones, pero
sí que los naturales hubiesen olvidado la palabra "bir", amnesia que
achacó a la ausencia de judíos, descendientes de los constructores.
Encontró un monte y le llamó Jbel
Lakhadar o Montaña Verde, frontera de Dará. Recuperada la confianza, acampó en
su falda, para buscar el lago rodeado de bosques, tan grande como el Bolsena,
que tentó al Xarife, haciéndole olvidar su guerra, para dedicar ocho días a la
caza y la pesca. Tras exploración minuciosa, rastreando su huella geológica, no
pudo explicarse cómo se esfumó. Al coincidir con los textos, la distancia que
separaba Safi de Mogador, recuperó la fe. El Oued Ksob ocupaba el lugar de río
caudaloso, origen de las plantaciones de caña dulce, que se supone cubrieron
las dunas del Cabo Sim. Restos de edificaciones romanas, en islotes próximos y
huesos de ballena en la playa, justificaban las factorías del rey Juba,
industrial de la púrpura y la salazón del pescado.
Que los pueblos ibéricos,
acostumbrados a la hoguera, asumiesen el credo oficial, sin hacerse preguntas,
es razonable, pues el miedo se inscribe en los genes. Pero que la sarta de
infundios, aneja al descubrimiento, fuese asumida de fronteras afuera, no tiene
más justificación que la estupidez humana, sumada a la capacidad de convicción,
que casi desde el principio de la historia, tuvieron los castellanos. La
admirable difusión del mito colombino, en el espacio y el tiempo, merece
análisis profundo de los métodos de conductismo de masas, técnica tan denostada
por los pueblos, como apreciada por los gobernantes, que puso a punto la
siniestra estirpe de los Austria. Privados los coetáneos del milagro, de la
osadía indispensable, para poner en tela de juicio las afirmaciones de un
poder, que tuvo la hoguera por arma de convicción, se impuso la versión. Y las
generaciones que siguieron, hicieron del absurdo verdad.
El hallazgo de impertinente
moneda de Octavio Augusto, en las minas de Acla, gobernación de Castilla del
Oro, se resolvió acusando a dos italianos, que pululaban por la zona, de
haberla introducido, para "desdorar" la gloria de Castilla.
Fallecidos en el tormento, no pudieron ratificar públicamente confesión,
formulada en el potro. Pero el hallazgo coleó de fronteras afuera. Obligado a
recogerlo, el sesudo Solórzano Pereyra, dio Roma por patria a los difuntos,
reiterando su malísima intención, efecto de la envidia, que España inspira al
mundo. Conocido el mal fin que acarreaban los hallazgos del pasado, quien topó
con huella de civilización eurasiática, anterior a la llegada de Colón, huyó
como de la peste. Proyectada la sombra del inquisidor sobre el siglo XX, cabeza
de tanagra, descubierta entre objetos aztecas, tardó 25 años en ser publicada,
corriendo igual suerte torso de Venus y no pocas monedas, de cuños sospechosos.
Pero incluso la mentira más pertinaz, que es la impuesta por un poder,
facultado para sucederse a sí mismo, esta condenada a sucumbir, frente a la
tozudez de la verdad.
[1] ADMS.
4278. [2] P.C. T.IV.
[3] ADMS.
2404.
[4] F.O.
pág 210 Cap. XV lib. 18. El río Marañón es el Pindare.
[5] P. C. T I. La historia oficial salva la contradicción,
extrapolando al primer viaje la presencia de un Luis de Torres, intérprete de
árabe y hebreo, al que nadie recuerda. Al ignorar Colón lo que podría encontrar,
la petición pierde todo significado ("Historia de las Américas" T. I
coordinador Luis Navarro García 500
Centenario 1991).
[6] F. O. T.III. [7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] Norte de la Contratación de las Indias
Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671. Política Indiana. Solórzano
Pereyra. 1703.
[10] O Ciénaga. El topónimo se conserva. Chaves lo sitúa a
10 leguas de Santa Marta. Para León el Africano, Çenaga fue un desierto y un
pueblo del Atlas. [11] ADMS. 682.
[12] F. O. T.III.
[13] ADMS. 2397/2408. [14] ADMS. 2413.
[15] SRGS. III.1480.409/ ADMS. 2421. [16] P. C. T III.
[17] ADMS. 931. [18]
ADMS. 2413.
[19] "Esclavos y sirvientes en las sociedades
mediterráneas durante la Edad Media" Jacques Heers Ed. Alfons el Magnanim
1989 [20] ADMS. 1064.
[21] F. O. T.III.
[22] "Historia General de las cosas de Nueva
España". Fr. Bernardino Sahagún. Cap. XLI. Ed. V Centenario.
[23] "El antiguo Méjico" Hans J. Prem. Ursula
Dyckerhoff Plaza y Janés 1986. F. O. T. II. [24] F.O. T. III.
[25] "Historia General de las Misiones". Barón de
Henrion Barcelona 1863.
[26] "Historia o magia natural o ciencia de filosofía
oculta". P. Hernando Castrillo. Madrid 1692. [27] SRGS. V.1493.48.
[28] Bernáldez, cap. CXXVII. Es probable que se refiriese a
la distancia - tiempo por mar. Una carabela andaba, en 24 horas, lo que una
canoa en 7 jornadas. [29] En el "Dikr Al- Aquâlîm", de Ishâq ibn al -
Hasan al Zayyât, tratado de geografía universal, compuesto en torno al siglo
XI, se delimitan los climas:
Altitud Horas día
Ecuador 0º+ 12 - 12
1º Clima. Principio16º 25"+ 13 - 11
2º Clima" 24º+ 13h 5" - 10h 5"
3º Clima" 30º+ 14 - 10
4º Clima" 36º+ 14h 5" - 9h 5"
5º Clima" 41º+ 15 - 9
6º Clima" 48º 30"+ 16 - 8
7º Clima" 63º+ 20 - 4
Extremo Habitado 70º
[30] La India de Estrabón medía de 20.000 a 30.000 estadios.
Megástenes afirma que a la parte sur, "las Osas se ocultan y las sombras
se disponen en sentido contrario". La India Oriental no rebasa el Ecuador.
[31] "Regimiento de Navegación" Andrés García de
Céspedes, cosmógrafo mayor del rey. Ed. 1606.
[32] "Viaje de Ibn Fadland". Ed. Gallimard
Pleaïde.
[33] Había una Fadala en "Berbería", no lejos de
La Mamora. [34] "El Príncipe". Nicolás Maquiavelo. Cap. XXI.
[35] Su invento se atribuye a dos médicos de Juan II, pero
reinando su sucesor, Manuel I, siendo posterior al "descubrimiento"
("Catálogo real y genealógico de
España" Rodrigo Méndez de Silva, ed. 1656). [36]
Bernáldez CXIX
[37] "Catálogo real y genealógico de España"
Rodrigo Méndez de Silva, ed. 1656. [38] P.C. T. IV pág. 273
[39] P.C. T. VIII
[40] Odisea nº 410, 430, 450.
[41] "Valencia puerto mediterráneo en el siglo
XV". Jaqueline Guiral - Hadziiossif Ed. Alfons el Magnanim. Valencia. 1989
pág. 235.
[42] Odisea nº 150, 170. [43] Odisea nº 410.
[44] "Esclavos y sirvientes en las sociedades mediterráneas
durante la Edad Media". Jacques Heers. Ed. Alfons el
Magnanim. Valencia 1989 pág. 39
[45] "Valencia puerto mediterráneo en el siglo
XV". Jaqueline Guiral - Hadziiossif Ed Alfons el Magnanim. Valencia. 1989
pág. 235 [46] Al nordeste de Trinidad. Mencionado por primera vez en 1436,
aparece en todos los rotarios. Conserva su nombre.
[47] F.O. T V.
[48] "Alonso Pérez de Guzmán, general de la
Invencible", de la autora. [49] ADMS. 682.
[50] Bernáldez CXXXI.
[51] Según los expertos, si soplaba viento favorable en los
cuatro primeros días de la luna nueva, estaba asegurada travesía a la Deseada,
en ocho o diez días, los mismos que se tardaba en cruzar el Golfo de Yeguas.
[52] Pulgar cap. LXII/LXXVI SRGS IV.1478.64 El Río de los
Esclavos estaba oeste del Río Marañón, hoy Bahía de San Marcos. Alonso de
Chaves lo sitúa a dos grados y cuarto, latitud sur. [53] ADMS. 2404.
[54] F. O.
T. III [55] ADMS. 2404.
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