AFRICA VERSUS AMERICA
LA FUERZA DEL PARADIGMA
Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO XXIX
EL PLEITO DE LOS COLONES
Prometieron los Católicos a Colón
y sus descendientes, la diezma de cuanto tocase a su corona, en la tierra que
el Almirante descubriese "por su industria". Y quedó asentado en los
libros de la fundición de Santo Domingo. Alonso Rodríguez de la Calva, que
estuvo "en las perlas", entregó "cantidad" para que le
retirasen el quinto, viendo hacer 9 o 10 partes, la una para Diego Colón[1],
participación que no tardó en serle negada, quedando circunscrita a las rentas
de San Juan, Santo Domingo, Cuba y Jamaica. Disconforme el afectado, la exigió
en toda la Tierra Firme[2], interponiendo inocentemente demanda contra la
corona. Obvio que los jueces sentenciaban al dictado del rey, hubiese tenido el
contencioso corta vida y quizá el contendiente, de no comprender Fernando V y
por extensión el nieto, que los testigos, debidamente aleccionados, a más de no
traer complicaciones, aportarían el material necesario, para construir la
"verdadera historia" del descubridor y su descubrimiento.
Iniciada la causa en 1511,
partiendo del principio de que el término "descubrir", significaba
"hallar lo ignorado", según convenía a las coronas de Castilla y
Portugal, al insinuar Diego que su padre consiguió, para los Católicos, una
tierra a la que tenían dudoso derecho, entró en terreno resbaladizo. Prudente
acudir a los herederos de Martín Alonso Pinzón, se les hizo concebir la
esperanza de adquirir prebendas, si probaban que el padre llegó primero. Así se
consiguió, entre contradicciones, mentiras e indiscreciones, borrar el pasado
precolombino, haciendo de América continente de nueva creación. Considerando lo
innominado inexistente, los oidores no quisieron saber de topónimos, anteriores
al "descubrimiento", ni la causa de la sustitución. Se limitaron a
preguntar si "los nombres los puso Colón". Al responder los testigos
que así era, concluyeron que antes de 1492, no hubo "tierra por aquellas
partes", al menos para los europeos. Sumando las elucubraciones de los
doctos, al testimonio de los indoctos, se construyó sólida barrera psicológico
- ideológica, consiguiendo que generaciones sucesivas aceptasen el absurdo,
como paradigma incontrovertible, situado más allá de análisis y la lógica.
Las licencias para rescatar en
Guinea y la Mina de Oro, extendidas por Rodríguez Lillo, las que otorgaron
Alfonso V de Portugal y Enrique el Navegante, para ir a descubrir, fueron
precedente de las concedidas por Juan de Fonseca. Perdidos los libros y
despachos del Obispo, expurgados los archivos, incluso privados, se borraron
las pruebas, contribuyendo al olvido voluntario, el estar mal visto que alguien
pisase las Indias, antes de hacerlo Colón. Recientes los hechos, ciertos
declarantes se refugian en la pirueta verbal, para soslayar el perjurio, como
Gonzalo Alonso, que alude al padre: hombre "antiguo" e instruido,
"alcanzaba mucho en la vía de Noruega, que es donde agora
estamos"[3], Alonso Texero "nunca oyó que alguien hubiese descubierto
antes" que Colón, corroborándolo Rodrigo Álvarez: no supo "que nadie
descubriese en las partes del mar Océano
tierra ninguna, hasta quel dicho almirante lo
descubrió". Al ser el castellano de naturaleza sumisa a la voz del poder,
los más repitieron lo que quiso escuchar. Frey Rodrigo, que no estuvo en
Indias, "cree que si Colón no hubiese descubierto, nadie sería osado de
descubrir", frase acuñada, quizá por sugerida, pues se repite
machaconamente y hasta se mejora: "es notorio que en nuestro tiempo no
habría pasado ni descubierto estas partes persona alguna, hasta que Colón las
descubrió". Olvidando orgullo y petulancia, cuasi racial, los castellanos
celebran la superioridad de un extranjero: "si
Colon no descubriera, nadie hubiese osado descubrir";
"si el dicho Almirante no descubriera las Indias.., estuvieran fasta oy
por hallar, según que lo estavan antes de ser descubiertas", "sí
Colón no se atreviera a descubrir las islas, otro no se atrevería a hacerlo"[4].
Juan Ferrón da en el ridículo: "si Dios y Colón no
descubrieran lo que han descubierto, ninguno hubiera descubierto. Y cree que
todos iban por las cartas del almirante". Introducido el conocimiento,
como causa eficiente de la hazaña, se explotó el filón: es "notorio que si
Colón no empezase a descubrir tierra de Indias, los otros ni ninguno de los que
después vinieron, no ovieran descubierto cosa alguna, porque no tenían noticias
de esta tierra ni creían que la había"; en "todos los viajes que
hicieron, descubriendo en la Tierra Firme", fueron "por sus
cartas" o llevando "algunas de las personas que ovieron navegado con
el almirante". A tenor de la respuesta, se barajan 28 nombres de pilotos y
marineros, tripulantes del genovés. Repetidos hasta la saciedad los de Roldán y
Ledesma, algunos hacen navegar, en sus navíos, a Diego de Lepe y al hijo mayor
de Martín Alonso, Arias Pérez, que nunca le acompañaron[5]. Miguel del Toro
coincidió con el héroe en Granada y fue contundente: "si Colón no tomara
esta empresa, no había en Castilla quien saliera con ella", pues los demás
descubridores "sabían lo que sabían destas partes", porque se lo
enseñó el Almirante. Rodrigo de Bastidas, expedicionario tardío si no mercader
en Indias, antes de ejercer como ganadero en Santo Domingo, coreó la versión:
lo "que descubrieron fue por la industria del Almirante". Consecuente
privar al montanés de su condición de asociado, al decir que hizo mangas y
capirotes "para haber un piloto, de los que habían venido a estas partes con
el Almirante, que se llamaba Juan de la Cosa y lo llevó consigo para hacer el
viaje". Aún admitiendo la versión oficial, no es posible negar que Vicente
Yáñez y Diego de Lepe, se guiaron "por su industria", pues dieron en
la costa de Recife, a la que se llegaba por muy diferente camino, de los que
siguió Colón.
Se dijo y repitió que el
Almirante "avezaba en las cosas de marear", enseñando a "muchos
pilotos y marineros... y ellos lo aprendieron, en especial Juan de la
Cosa". Según Pedro Tudela, el citado confesaba que si "sabía destas
partes e navegaba en estas Indias, era por industria de Colón y por lo que le
había enseñado". Pedro de Toledo declaró saber por el Almirante, "que
avía mostrado la navegación e otras cosas para ir a descubrir a Tierra Firme",
a Ojeda y La Cosa, quejándose del último porque habiéndole "traído consigo
a estas partes la primera vez e por hombre abil, e él le
avía enseñado el arte del mar e
que andava diciendo que sabía más que él", teniendo "osadía para lo
ir después a descubrir", sin pedirle la venia. Pedro Arroyal vio como
Colón "mostraba al dicho Juan de la Cosa, las cartas de marear que fazía,
e Juan de la Cosa las debuxaba", no a título de cartógrafo, pero sí con
intención de adjudicarse lo ajeno, recordando bronca del Almirante a uno de sus
criados, por haber prestado a La Cosa "ciertos días una carta de marear,
que era la principal quel Almirante tenía, que llamava mapamundi". Diego
Alvarado repitió el cuento: "Colón había reñido con un camarero suyo...
porque le había enseñado cartas de marear a Juan de la Cosa", lo cual no
le
impidió ser generoso con los
mediocres: regaló a Salzedo un mapamundi y una esfera, dando algunas cartas a
Juan Vizcaíno. Se corrió que La Cosa y Pedro Alonso Niño, ambos muertos,
"decían mucho loor del almirante", reconociendo que
"descubrieron escuchando y aprendiendo de Colón", siendo acusado el
segundo de espionaje puro y duro, porque habiendo dictado el descubridor carta
a Bernaldo de Ibarra, comunicando a los Católicos el hallazgo de las perlas,
adjuntó una de marear, con los "puntos y vientos de Paria", que Niño
copió, usándola cuando fue a descubrir las perlas, supuesto imposible pues
navegaron al mismo tiempo, cada uno por su parte. Capaces cuantos navegaban de
marcar rumbos sobre el papel, señalando la altitud y latitud de un punto, en la
mar o en la tierra, Alvarado "vio que cuando descubrieron, los pilotos y
marinos escribían la tierra en pergaminos"[6]. Lo hizo Francisco Terrero,
agráfo y tripulante raso, presentando a un Colón, avaro de su ciencia. Yendo a
Veragua "escribió un libro, donde ponía todas las sierras y ríos que vio
en la provincia y así lo hacían todos los más que allí iban". Los
perdieron antes de bajar a tierra, porque "el almirante se los tomó
después"[7], por evitar que pudiesen regresar, a su riesgo o por cuenta de
cualquier capitalista, en busca del oro.
Técnico Colón en el arte de hacer
instrumentos, "era de los más sabios hombres de mar y del descobrir e que
nunca se falló en el mundo", disciplina novedosa, a la que aluden otros
testigos, calificándole de "hombre muy cierto en la mar, en el arte del
descobrir". Entre sus méritos incluyen el de salvar a La Cosa y Ojeda,
cuando escaparon de Cartagena por pies, porque de no estar
"descubierta" la Española, "todos se perdieran"[8]. Los
corifeos repitían el estribillo: en Sevilla, la Española, Guanasa y donde
quiera, "oyeron decir" que Colón hizo "un gran servicio a los
reyes, pues había descubierto tierra nueva", siendo conocido que Juan II
de Portugal mandó descubrir a poniente, "una o dos veces e no fallavan
tierra", fracaso que hizo reír en Lisboa, suponiendo "que la dicha
empresa de descubrir, que el almirante llevaba, era vana", burla mudada en
despecho, cuando "su ventura y saber le dio la tierra"[9]. Como no podía
ser de otra manera, desafinó metedura de pata, de declarante del común. Tras
decir mansamente que Colón fue "causa para que los otros
fuesen después y hallaran
tierra", al ser repreguntado, confesó: "si llevaban las derrotas de
Colon o no, no lo sabe"([10].
Grave sería el patinazo de Pedro
de Soria. Con 35 años, vecino de San Juan de Maguana, habiendo corrido Tierra
Firme hasta el Cabo de la Vela, si no hasta Retrete, con La Cosa y Ojeda,
respondió llanamente que ignoraba si Paria, Darién, Uraba y Veragua se
sucedían, a lo largo de la misma tierra. Informado por experiencia propia,
sabía que "desde Paria al puerto de Santa Cruz... es toda una costa e una
tierra", porque lo "ha andado" y lo "ha visto" muchas
veces, pero nunca estuvo en Darién, Uraba y Veragua, aunque oyó hablar de las
tales provincias[11]. El puerto de Tenerife se llamó Santa Cruz, siendo
probable que la fortaleza de Santa Cruz de la Mar Pequeña, estuviese por el
Cabo de la Vela. Recogida la imprudente declaración, por oficial rutinario, al
no poder arrancar hoja del infolio, se suspendieron las actuaciones. Renovado
el interrogatorio, aparece una Santa Cruz insular. Preguntados los testigos si
sabían "que el Almirante descubrió las islas, que están más orientales que
la Española, las cuales se llaman Caníbales, así como Santa Cruz e Guadalupe e
Dominica e Once Mil Vírgenes y otras muchas, que están en aquella
cordillera"[12], cinco testigos nombraron Santa Cruz, afirmando Juan del
Castillo, vecino de Cuba, que saltó en ella [13].
A lo largo del proceso, la figura
de Martín Alonso se diluye, en beneficio de Colón. Es natural que partiendo del
principio del "descubrimiento", los testigos pusiesen en tela de
juicio, el hecho de tuviese "noticia" o "conocimiento de estas
partes de Tierra Firme ni del Mar Océano"[14], dudando Juan del Castillo,
que le consideraba "gran hombre en el arte de la mar", de que hubiese
estado en Jamaica o Cuba. Pero es inverosímil que olvidasen su escapada, en el
primer viaje, de la Española de Santo Domingo a la Española de Aheti[15],
arrumbando a mayor abundamiento, el papel que asumió en la preparación de la
travesía, él que la hizo posible, encontrando carabelas y tripulantes, fue
reducido, con sus hermanos, a "personas principales", acogidas por
Colón, que tuvo a bien nombrarles capitanes de sus barcos[16], quedando
reducida la relación de Pinzón con la marinería, a la dimanante del cargo. Se
afirma que el Almirante "metió" a los Pinzones en la empresa, cuando
estaba "armando", poniendo a Martín Alonso "en camino de
ir"[17], como si fuese neófito en arte de navegar. En los años treinta del
siglo XVI, un único superviviente de la travesía, insistió en que "la
armada se hizo por industria de Pinzón"[18], obstinándose el longevo Pedro
Medel, en declaraciones sucesivas, en repetir que "persona alguna hubiese
ido a descubrir las Indias", de no ser por Martín Alonso[19]. Francisco
Pinzón dejó de ser maestre de la Pinta, para ejercer en la Niña [20], olvidando
que Juan Niño, propietario de la carabela, asumió la función.
Inexplicablemente, en 1536 se
siguió preguntando si Pinzón llegó a la Española, antes que Colón. Hernán Pérez
Mateos sabía que el Almirante encontró los rescates de oro, habiendo oído
mencionar a unos Pinzones, como figuras secundarias [21]; Hernán Vázquez,
vecino de Santo Domingo, tuvo noticia de un Pinzón, que fue a Indias en el
primer viaje [22]; Francisco de Bobadilla conocía a Ginés Pinzón, de Palos.
Contaba cómo descubrió Colón [23]. Diego Díaz, residente en Indias, nunca supo
que un tal Martín Alonso, viajase con el Almirante "a estas partes, cuando
se descubrieron", pero estuvo en un río de la isla de Santo Domingo, que
se llamaba de Martín Alonso Pinzón[24]; Gaspar de Balboa estaba enterado de que
hacía 30 años, Cristóbal Colón vino "a descubrir estas partes", con
"ciertos marineros, vecinos de Palos": había "uno que se llamaba
Pinzón"[25]; Luis Hernández "oyó decir que Pinzón fue como marinero
de Colón"[26], declarando Alonso de Valencia, vecino de Santo Domingo,
poblador asalariado en Indias, que "nunca vio ni conoció en la isla.., al
tal Martín Alonso Pinzón", pero escuchó decir que en el primer
descubrimiento, "venía un hombre que se decía Pinzón"[27].
Borrado el paleño de la memoria
colectiva, con impudor propio de reyes, su biografía fue adjudicada a Colón.
Juan de Rojas, que se dijo pasajero en el segundo viaje y poblador a sueldo,
contó que al ser al Almirante conocido "por hombre muy sabio de arte de la
mar y caudaloso, vinieron con él muchas personas de bien e hidalgos". por
reunir estas condiciones fue escuchado, cuando se ofreció a los Católicos, para
descubrir las Indias, mintiendo con descaro el dicente, al declarar que
habiendo asistido al nombramiento, por Colón, de capitanes, pilotos y maestres,
para el primer viaje, no recordaba Pinzones[28]. Tampoco debió tener noticia de
que los paleños, que conocieron a al genovés recién llegado a Palos, lo
describían como individuo tan pobre en dinero, como en prestigio. Sinceramente
desinformado, Bartolomé de Palacios sabía que Colón descubrió "estas
partes", con las dos Españolas, sin haber oído lo contrario, ni el nombre
de Martín Alonso[29]. Olvidada su existencia pero no la "escritura",
que le dio su amigo el cardenal bibliotecario, en la "librería" de
Inocencio VIII, se transmutó en bula, que contenía información sobre el
descubrimiento, otorgada a Colón por pontífice innominado[30]. Luis Hernández
se manifestó inseguro. No sabía si los secretos de las Indias, que el papa hizo
llegar al Almirante, estaban reunidos en escritura o libro, pero afirmó, sin
dudarlo, que nunca oyó mentar a un Martín Alonso Pinzón [31]. Tampoco Gaspar de
Balboa, enterado de que Colón tuvo "noticia de estas partes", por
libro que encontró en la librería del Papa [32].
Los reyes de Castilla se dijeron
señores de la "Mar Océana", no siendo excepción los Católicos. Usaron
el título en ocasiones, desechándolo a partir de 1492, año en que incorporaron
la corona de las Islas de Canaria, conquistadas por Pedro de Vera, estando en
curso la conquista, política y militar, de Alonso Fernández de Lugo. "Descubiertas"
por Colón "todas las islas que fueron halladas, y no se decía haberlas
descubierto persona alguna", pues los demás "descubridores", lo
fueron por "la industria que se dio el almirante, en abrir la
puerta"[33], se llamaron reyes de las Islas de Indias. Intranquilos porque
las tierras "adyacentes" a las Canarias, en especial la Mar Pequeña y
el Cabo de Aguer, no estaban comprendidas en las coronas mencionadas, en 1495
se hicieron legitimar por su aliado Alejandro VI, recibiendo investidura como
reyes de sus "posesiones" en Africa. Comprendía el reino el
"Asia" occidental, más conocida por Indias o Tierra Firme. En 1496,
Isabel hizo intento de hacer valer el título en Santa Cruz, pero las
navegaciones del año siguiente, aconsejaron olvidarlo. Asentado que "nadie
había osado ir a Paria", antes visitarla el Almirante, Pedro Medel dio el
sentido tradicional al término "descubrir", cuando se lo preguntaron.
Inevitable que Cólon estuviese en su costa, por ser Paria "lo primero de la
tierra que dicen Firme.., que los navíos tocan", al no saber "en qué
parte", se confesó incapaz de afirmar o negar que hubiese habido
descubrimiento, siendo la provincia extensa, pues alcanzaba el Marañón,
"que es a oriente"[34]. Con el paso de los testigos y el tiempo,
Tierra Firme creció. Señorío reinado Alfonso V, que partía de Paria, por el
este, tocando con la Tierra Alta de Castilla, por el oeste, el cosmógrafo
Alonso de Santa Cruz, incluyó Margarita y Cubagua[35], agregando Fernando
Beltrán el "río Ynereco que sale a la Isla de Trinidad, que está a
Oriente, para terminar en la provincia de Cumana"[36]. Incluido en su
término el Amazonas, pues se menciona río tan caudaloso, que de una orilla no
se divisaba la opuesta, cuya "Huma" se llamó Mar Dulce, continuó extendiéndose
los confines de Marañón[37], alcanzando Cabo de San Agustín[38], antes de
cambiar el significado del topónimo. Admitido que las dos costas americanas
eran tierra firme, dejó de designar una parte, para definir el continente en su
conjunto.
Que Colón fuese "causa de se
ganar todas las Indias y Tierra Firme", hizo incómodos los cuatro viajes
de 1497, simultáneos al descubrimiento de Paria. Solventado el de Niño por
otros testigos, Pedro de las Casas, vecino de Higuey, se encargo de neutralizar
el de Ojeda: pudo descubrir "porque tomó un marinero, de los que fueron
con Colón a Paria"[39]. Rebajado de categoría el piloto Juan de la Cosa,
que acompañó al Almirante en sus dos primeros viajes y la excursión de 1494,
pero no en el tercero, ciertos autores modernos, al referirse al
"descubrimiento" de Ojeda, recogen sin saberlo el periplo habitual,
de los que viajaron a Indias: pasando por el Cabo de Aguer, que estaba en la
desembocadura del Amazonas, siguió al de Oranje, entrando en el Caribe por la
Boca de la Sierpe, redescubierta en 1446 por portugueses, tras vencer el miedo
a corriente bullanguera, hoy llamada Infierno, para salir por la del Drago,
llamada como el árbol milagroso de Hierro, connotación en la que los eruditos
no reparan.
Conscientes los reyes de Castilla
y Portugal, de que el monopolio del continente, pendía de que fuese realmente
nuevo, se esforzaron por hacer digerible la "verdadera historia" del
invento colombino. Buscando argumentos, esgrimieron el asombro. Razonable que
lo manifestase mayúsculo el castellano, de ser cierto que se vio inmerso de hoz
y coz, en un mundo poblado por razas, vegetación y orografía, cuya existencia
no sospechaba, es notoria y notable la ausencia de emociones, expresadas por
"descubridores". Demasiado orgullosos para admitir que lo insólito
podía sorprenderles, ni aun en el marco de la ficción política, ponen de
relieve las del aborigen. Le suponen asustado por la piel blanca y los
apéndices pilosos de los visitantes, porque huía despavorido a su vista,
regresando apenas se tranquilizaba, movido por irreprimible curiosidad hacia lo
nuevo. Y callan que saltaban a tierra, pendón en ristre y espada en mano,
hirsutos y en actitud que en todo tiempo, inspira pavor al civil desarmado.
Tampoco reparan en contradicción evidente. Lógico que el habitante de costa,
frecuentada por profesionales de la cabalgada o las gentes de Vera y Lugo, se
quitase del medio, apenas aventaba blanco, pues así lo aconsejaba la prudencia
más elemental, se omite que en regiones, no visitadas por los tales, los
aborígenes se acercaban a las carabelas en sus canoas, subiendo a bordo
confiados para ofrecer oro y perlas, como hombres acostumbrados a tratar con
clientes, de gustos similares a los del conquistador. De notar es el detalle de
los seroncillos de palma, que hacían atractivas las perlas de Paria, inferiores
a las de Cubagua. Débil el argumento, tampoco sirvió el interés del nativo por
rarezas, sin valor en Europa, pues el mismo manifestaba el coleccionista
europeo, ante curiosidades de Indias. Obligadas las metrópolis buscar más
serias razones, para probar que Colón "descubrió", se regresó al
concepto.
Concluyendo que el hallazgo de lo
nunca visto por el hombre blanco, carecía de importancia, se acordó que Colón
descubrió, por haber desembarcado en lo que no aparecía "figurado antes,
en ninguna carta de marear", supuesto fácil de probar, tras la limpia de
mapas y cartas de marear, decretada por el Emperador en 1536, con replica
probable, en el Portugal de Juan III. Recurrentes los testimonios que mencionan
cartografía abundante, del tiempo de Colón, es sorprendente que ausencia tan
llamativa, no haya despertado la curiosidad de los especialistas. Establecida
la tesis y contumaz, se abonó el terreno, para que Américo Vespucio diese
nombre a continente, que unos conocían por Africa y otros por Berbería.
Omitiendo que Colón buscó paso al "otro mar", en el curso de cuarto
viaje, mandando batel a remontar el Chagres, silenciado que los naturales eran
conscientes de vivir en una inmensa islas, se atribuyó al Florentino el mérito
de concebir la tierra firme, en su acepción más amplia, como continente
aislado, adjudicándole algunos cartografía, que preconizaba las formas del
conjunto, imposible de no mediar intervención divina. Aun siendo confuso cuanto
se refiere al personaje, hay unanimidad en admitir que no rebasó el
Plata, y darle por muerto en
1512.
Fallecido Fernando V en
Madrigalejo, el 23 de enero de 1516, desembarcado Carlos V en Fuenterrabía, en
septiembre de 1517, al año siguiente se cerró la primera fase de los pleitos
colombinos. Iniciada la segunda, los testigos directos de los hechos
desaparecieron, dando paso a los indirectos, que enredaron la madeja, mientras
avanzaba la cartografía. Se dice que en 1519, tras el viaje de Pineda, la
representación gráfica del Yucatán, dejó de ser isla, para convertirse en
península. Pero Colón lo sabía, pues en su cuarto viaje dio en Catay o Catayo,
llevando la costa a la izquierda, desde Maya. En 1521 Magallanes atravesó el
Estrecho, terminando de perfilar el continente. Se supone que Colón menciona a
Vespucio y Toscanelli, el astrónomo florentino, fallecido en 1482, pero no
alude a su croquis. Bien informado Bernáldez, atribuye al Almirante la
propiedad de la obra de Mandeville, pero la carta más antigua de Indias, se
atribuye a Juan de la Cosa.
Datada en 1500, cartela quizá adicionada, fecha el
"hallazgo" de Consolación o Cabo de San
Agustín, por Vicente Yañez
Pinzón, en 1499. Mayor interés merecen dos naos, ancoradas frente a las
Canarias de Parnaiba y el Río Marañón, que al decir de Fenández de Oviedo,
estaba en Hierro.
En la costa de Guinea, antípoda
de las Molucas según Gómara, que Alonso de Palencia sitúa a 7.000 millas y 20
días de navegación, de los puertos de Cádiz, parecen indicar el principio de
una ruta, en dirección este - oeste, "la vía del Blanco, al uso de los
indios", cómo diría Diego de Lepe. La señala sucesión de pendones de
Castilla, plantados en radas seguras, como el Cabo de Orange. En la Mar Pequeña
los encontramos en el de la Vela, puerto frecuentado, que permitía tomar
cualquier dirección, no faltando al norte de La Española. Una figura disimula
el istmo, quizá indicando que al estar en litigio, eran aguas a no frecuentar
por castellanos, En el mapa portugués de Piri Reis, destacan dos ballestillas.
La una conduce de Europa a las Indias, la otra de América al cabo de Buena
Esperanza, camino de Angola y la India Oriental. Carabelas latinas y naos,
indican los puertos. Las encontramos frente a Pernambuco, el Marañón, que fue
Madeira y en rada del istmo, conocida por Castaki o Cartago, al sur del golfo
de Cartago o de Honduras. Fortaleza a la europea, recuerda la que obra de Diego
Pireis. Nao en la mar indica el principio de las pesquerías de Berbería. Y la
última el camino de regreso, ganando altura.
Las chalupas de pescadores y las
pequeñas carabelas, mixtas de vela y remo, podían elegir caminos alternativos,
pero las rutas de Indias habituales, fueron tres: la que pasaba por el norte
del Mar de los Sargazos, frecuentada por ingleses y pescadores, venía a dar en
la costa de los Bacalaos, llamada "Mediterránea" por Hurtado de
Mendoza; la que pudiéramos llamar central, camino de las flotas. Iban en busca
de las Antillas, entrando la de Nueva España por el norte de las islas o el
paso de Guadalupe, siendo frecuente que la de Tierra Firme atravesase por la
canal, entre Martinica y Santa Lucía. La de Brasil hacía escala al sur del
Caribe, en Mina y después Santiago del Cabo Verde, navegando por mar abierto,
hasta topar con tierra en Pernambuco. La del sur, preferida en el XV, fue la
del Marañón. Daba en costa repartida entra Canarias de Castilla y Madeiras de
portugueses. Subían al Caribe por alta mar, evitando las aguas bajas del
"placel", que se extendían frente a la Guinea de "los Ríos"
y Cabo Verde, entrando en el Caribe por las Bocas de la Sierpe y el Drago. Se
abandonó en el XVI, porque el Xarife tenía 300 leguas de costa, sin contar la
Guinea, no admitiendo intromisión de cristianos, en el reino de Marruecos.
Reducidos los portugueses a frecuentar las plazas, que tuvo en el Amazonas,
tras la adquisición de La Mamora por Felipe III, el puerto más próximo a
España, por aquella parte, estuvo en el Cabo de Orange, Sometido el continente
americano a mudanza constante de topónimos, utilizados simultánea o
alternativamente aborígenes, musulmanes, castellanos, portugueses y europeos,
habiendo desaparecido entre finales del siglo XVI y la segunda década del XVII
los tres ríos "Verde", con otros muchos nombres de una Guinea, que
pasó a llamarse Guayanas, siendo frecuente, aún en nuestros días, que los
cartógrafos omitan o incluyan los secundarios, sin que parezcan obedecer a
regla fija, el pasado se borra, permitiéndonos comprender cómo fue posible la
confusión, que permitió cambiar la "conquista de Africa", a la que se
refiere Maquiavelo, en "descubrimiento de América".
[1] P.C. T. VIII. [2] Ibídem.
[3] P.C. T. IV. [4] P. C. Varios.
[5] Los nombres que más se
repiten, como compañeros de Colón en los primeros viaje, son: Arraez (Pedro),
Arias (Pérez) Barvero (Juan) piloto; Binas (Juan), de la Cosa (Juan), piloto;
García (Alonso), piloto; García Valdín (Andrés), maestre, García (Bartolomé),
García Vedia, Grande (Juan), Jerez (Juan) piloto; Ledesma (Pedro), piloto, Lepe
(Diego), Martín (Bartolomé), Martín Pinzón (Diego), Moguer (Juan), Morales,
Niño (Pedro Alonso), Niño (Juan), Niño (Francisco), Niño (Cristóbal), Ojeda
(Alonso), Pérez (Bartolomé), Quintero (Juan), Roldán (Bartolomé), Ruys
(Alonso), Umbría (Juan).
[6] P.C. T. III. [7] Ibídem.
[8] Ibídem. [9] Ibídem.
[10] P.C. T. IV. [11] P.C T. III.
[12] P.C. T. III. Los testigos
añadieron Marigalante, San Juan "de Boriquen", Anegada, a 19º;
Montserrate, La
Antigua, Santa María, San Martín,
San Jorge, San Cristóbal, la Redonda y Gorda, con "tres islas"
Caníbales.
[13] P.C. T. III. [14] P.C. T.
VIII.
[15] P.C. T. III. [16] P.C. T.
VIII. [17] P.C. T. IV. [18] P.C. T. VIII. [19] Ibídem.
[20] P.C. T. VIII. T IV. [21]
P.C. T. VIII.
[22] Ibídem. [23] Ibídem. [24]
Ibídem. [25] Ibídem. [26] Ibídem. [27] Ibídem.
[28] P.C. T. VIII. [29] Ibídem.
[30] Ibídem. [31] Ibídem. [32]
P.C. T. IV. [33] Ibídem. [34]
P.C. T. IV.
[35] P.C. T. VIII. [36] Ibídem.
[37] Ibídem. [38] P.C. T. III. [39]
Ibídem.
VI. En Tiempo de los Austria: El
rescoldo del viejo régimen
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