miércoles, 4 de noviembre de 2015

AFRICA VERSUS AMERICA LA FUERZA DEL PARADIGMA Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de MedinaSidonia CAPITULO XXIX EL PLEITO DE LOS COLONES Prometieron los Católicos a Colón y sus descendientes, la diezma de cuanto tocase a su corona, en la tierra que el Almirante descubriese "por su industria". Y quedó asentado en los libros de la fundición de Santo Domingo. Alonso Rodríguez de la Calva, que estuvo "en las perlas", entregó "cantidad" para que le retirasen el quinto, viendo hacer 9 o 10 partes, la una para Diego Colón[1], participación que no tardó en serle negada, quedando circunscrita a las rentas de San Juan, Santo Domingo, Cuba y Jamaica. Disconforme el afectado, la exigió en toda la Tierra Firme[2], interponiendo inocentemente demanda contra la corona. Obvio que los jueces sentenciaban al dictado del rey, hubiese tenido el contencioso corta vida y quizá el contendiente, de no comprender Fernando V y por extensión el nieto, que los testigos, debidamente aleccionados, a más de no traer complicaciones, aportarían el material necesario, para construir la "verdadera historia" del descubridor y su descubrimiento. Iniciada la causa en 1511, partiendo del principio de que el término "descubrir", significaba "hallar lo ignorado", según convenía a las coronas de Castilla y Portugal, al insinuar Diego que su padre consiguió, para los Católicos, una tierra a la que tenían dudoso derecho, entró en terreno resbaladizo. Prudente acudir a los herederos de Martín Alonso Pinzón, se les hizo concebir la esperanza de adquirir prebendas, si probaban que el padre llegó primero. Así se consiguió, entre contradicciones, mentiras e indiscreciones, borrar el pasado precolombino, haciendo de América continente de nueva creación. Considerando lo innominado inexistente, los oidores no quisieron saber de topónimos, anteriores al "descubrimiento", ni la causa de la sustitución. Se limitaron a preguntar si "los nombres los puso Colón". Al responder los testigos que así era, concluyeron que antes de 1492, no hubo "tierra por aquellas partes", al menos para los europeos. Sumando las elucubraciones de los doctos, al testimonio de los indoctos, se construyó sólida barrera psicológico - ideológica, consiguiendo que generaciones sucesivas aceptasen el absurdo, como paradigma incontrovertible, situado más allá de análisis y la lógica. Las licencias para rescatar en Guinea y la Mina de Oro, extendidas por Rodríguez Lillo, las que otorgaron Alfonso V de Portugal y Enrique el Navegante, para ir a descubrir, fueron precedente de las concedidas por Juan de Fonseca. Perdidos los libros y despachos del Obispo, expurgados los archivos, incluso privados, se borraron las pruebas, contribuyendo al olvido voluntario, el estar mal visto que alguien pisase las Indias, antes de hacerlo Colón. Recientes los hechos, ciertos declarantes se refugian en la pirueta verbal, para soslayar el perjurio, como Gonzalo Alonso, que alude al padre: hombre "antiguo" e instruido, "alcanzaba mucho en la vía de Noruega, que es donde agora estamos"[3], Alonso Texero "nunca oyó que alguien hubiese descubierto antes" que Colón, corroborándolo Rodrigo Álvarez: no supo "que nadie descubriese en las partes del mar Océano tierra ninguna, hasta quel dicho almirante lo descubrió". Al ser el castellano de naturaleza sumisa a la voz del poder, los más repitieron lo que quiso escuchar. Frey Rodrigo, que no estuvo en Indias, "cree que si Colón no hubiese descubierto, nadie sería osado de descubrir", frase acuñada, quizá por sugerida, pues se repite machaconamente y hasta se mejora: "es notorio que en nuestro tiempo no habría pasado ni descubierto estas partes persona alguna, hasta que Colón las descubrió". Olvidando orgullo y petulancia, cuasi racial, los castellanos celebran la superioridad de un extranjero: "si Colon no descubriera, nadie hubiese osado descubrir"; "si el dicho Almirante no descubriera las Indias.., estuvieran fasta oy por hallar, según que lo estavan antes de ser descubiertas", "sí Colón no se atreviera a descubrir las islas, otro no se atrevería a hacerlo"[4]. Juan Ferrón da en el ridículo: "si Dios y Colón no descubrieran lo que han descubierto, ninguno hubiera descubierto. Y cree que todos iban por las cartas del almirante". Introducido el conocimiento, como causa eficiente de la hazaña, se explotó el filón: es "notorio que si Colón no empezase a descubrir tierra de Indias, los otros ni ninguno de los que después vinieron, no ovieran descubierto cosa alguna, porque no tenían noticias de esta tierra ni creían que la había"; en "todos los viajes que hicieron, descubriendo en la Tierra Firme", fueron "por sus cartas" o llevando "algunas de las personas que ovieron navegado con el almirante". A tenor de la respuesta, se barajan 28 nombres de pilotos y marineros, tripulantes del genovés. Repetidos hasta la saciedad los de Roldán y Ledesma, algunos hacen navegar, en sus navíos, a Diego de Lepe y al hijo mayor de Martín Alonso, Arias Pérez, que nunca le acompañaron[5]. Miguel del Toro coincidió con el héroe en Granada y fue contundente: "si Colón no tomara esta empresa, no había en Castilla quien saliera con ella", pues los demás descubridores "sabían lo que sabían destas partes", porque se lo enseñó el Almirante. Rodrigo de Bastidas, expedicionario tardío si no mercader en Indias, antes de ejercer como ganadero en Santo Domingo, coreó la versión: lo "que descubrieron fue por la industria del Almirante". Consecuente privar al montanés de su condición de asociado, al decir que hizo mangas y capirotes "para haber un piloto, de los que habían venido a estas partes con el Almirante, que se llamaba Juan de la Cosa y lo llevó consigo para hacer el viaje". Aún admitiendo la versión oficial, no es posible negar que Vicente Yáñez y Diego de Lepe, se guiaron "por su industria", pues dieron en la costa de Recife, a la que se llegaba por muy diferente camino, de los que siguió Colón. Se dijo y repitió que el Almirante "avezaba en las cosas de marear", enseñando a "muchos pilotos y marineros... y ellos lo aprendieron, en especial Juan de la Cosa". Según Pedro Tudela, el citado confesaba que si "sabía destas partes e navegaba en estas Indias, era por industria de Colón y por lo que le había enseñado". Pedro de Toledo declaró saber por el Almirante, "que avía mostrado la navegación e otras cosas para ir a descubrir a Tierra Firme", a Ojeda y La Cosa, quejándose del último porque habiéndole "traído consigo a estas partes la primera vez e por hombre abil, e él le avía enseñado el arte del mar e que andava diciendo que sabía más que él", teniendo "osadía para lo ir después a descubrir", sin pedirle la venia. Pedro Arroyal vio como Colón "mostraba al dicho Juan de la Cosa, las cartas de marear que fazía, e Juan de la Cosa las debuxaba", no a título de cartógrafo, pero sí con intención de adjudicarse lo ajeno, recordando bronca del Almirante a uno de sus criados, por haber prestado a La Cosa "ciertos días una carta de marear, que era la principal quel Almirante tenía, que llamava mapamundi". Diego Alvarado repitió el cuento: "Colón había reñido con un camarero suyo... porque le había enseñado cartas de marear a Juan de la Cosa", lo cual no le impidió ser generoso con los mediocres: regaló a Salzedo un mapamundi y una esfera, dando algunas cartas a Juan Vizcaíno. Se corrió que La Cosa y Pedro Alonso Niño, ambos muertos, "decían mucho loor del almirante", reconociendo que "descubrieron escuchando y aprendiendo de Colón", siendo acusado el segundo de espionaje puro y duro, porque habiendo dictado el descubridor carta a Bernaldo de Ibarra, comunicando a los Católicos el hallazgo de las perlas, adjuntó una de marear, con los "puntos y vientos de Paria", que Niño copió, usándola cuando fue a descubrir las perlas, supuesto imposible pues navegaron al mismo tiempo, cada uno por su parte. Capaces cuantos navegaban de marcar rumbos sobre el papel, señalando la altitud y latitud de un punto, en la mar o en la tierra, Alvarado "vio que cuando descubrieron, los pilotos y marinos escribían la tierra en pergaminos"[6]. Lo hizo Francisco Terrero, agráfo y tripulante raso, presentando a un Colón, avaro de su ciencia. Yendo a Veragua "escribió un libro, donde ponía todas las sierras y ríos que vio en la provincia y así lo hacían todos los más que allí iban". Los perdieron antes de bajar a tierra, porque "el almirante se los tomó después"[7], por evitar que pudiesen regresar, a su riesgo o por cuenta de cualquier capitalista, en busca del oro. Técnico Colón en el arte de hacer instrumentos, "era de los más sabios hombres de mar y del descobrir e que nunca se falló en el mundo", disciplina novedosa, a la que aluden otros testigos, calificándole de "hombre muy cierto en la mar, en el arte del descobrir". Entre sus méritos incluyen el de salvar a La Cosa y Ojeda, cuando escaparon de Cartagena por pies, porque de no estar "descubierta" la Española, "todos se perdieran"[8]. Los corifeos repitían el estribillo: en Sevilla, la Española, Guanasa y donde quiera, "oyeron decir" que Colón hizo "un gran servicio a los reyes, pues había descubierto tierra nueva", siendo conocido que Juan II de Portugal mandó descubrir a poniente, "una o dos veces e no fallavan tierra", fracaso que hizo reír en Lisboa, suponiendo "que la dicha empresa de descubrir, que el almirante llevaba, era vana", burla mudada en despecho, cuando "su ventura y saber le dio la tierra"[9]. Como no podía ser de otra manera, desafinó metedura de pata, de declarante del común. Tras decir mansamente que Colón fue "causa para que los otros fuesen después y hallaran tierra", al ser repreguntado, confesó: "si llevaban las derrotas de Colon o no, no lo sabe"([10]. Grave sería el patinazo de Pedro de Soria. Con 35 años, vecino de San Juan de Maguana, habiendo corrido Tierra Firme hasta el Cabo de la Vela, si no hasta Retrete, con La Cosa y Ojeda, respondió llanamente que ignoraba si Paria, Darién, Uraba y Veragua se sucedían, a lo largo de la misma tierra. Informado por experiencia propia, sabía que "desde Paria al puerto de Santa Cruz... es toda una costa e una tierra", porque lo "ha andado" y lo "ha visto" muchas veces, pero nunca estuvo en Darién, Uraba y Veragua, aunque oyó hablar de las tales provincias[11]. El puerto de Tenerife se llamó Santa Cruz, siendo probable que la fortaleza de Santa Cruz de la Mar Pequeña, estuviese por el Cabo de la Vela. Recogida la imprudente declaración, por oficial rutinario, al no poder arrancar hoja del infolio, se suspendieron las actuaciones. Renovado el interrogatorio, aparece una Santa Cruz insular. Preguntados los testigos si sabían "que el Almirante descubrió las islas, que están más orientales que la Española, las cuales se llaman Caníbales, así como Santa Cruz e Guadalupe e Dominica e Once Mil Vírgenes y otras muchas, que están en aquella cordillera"[12], cinco testigos nombraron Santa Cruz, afirmando Juan del Castillo, vecino de Cuba, que saltó en ella [13]. A lo largo del proceso, la figura de Martín Alonso se diluye, en beneficio de Colón. Es natural que partiendo del principio del "descubrimiento", los testigos pusiesen en tela de juicio, el hecho de tuviese "noticia" o "conocimiento de estas partes de Tierra Firme ni del Mar Océano"[14], dudando Juan del Castillo, que le consideraba "gran hombre en el arte de la mar", de que hubiese estado en Jamaica o Cuba. Pero es inverosímil que olvidasen su escapada, en el primer viaje, de la Española de Santo Domingo a la Española de Aheti[15], arrumbando a mayor abundamiento, el papel que asumió en la preparación de la travesía, él que la hizo posible, encontrando carabelas y tripulantes, fue reducido, con sus hermanos, a "personas principales", acogidas por Colón, que tuvo a bien nombrarles capitanes de sus barcos[16], quedando reducida la relación de Pinzón con la marinería, a la dimanante del cargo. Se afirma que el Almirante "metió" a los Pinzones en la empresa, cuando estaba "armando", poniendo a Martín Alonso "en camino de ir"[17], como si fuese neófito en arte de navegar. En los años treinta del siglo XVI, un único superviviente de la travesía, insistió en que "la armada se hizo por industria de Pinzón"[18], obstinándose el longevo Pedro Medel, en declaraciones sucesivas, en repetir que "persona alguna hubiese ido a descubrir las Indias", de no ser por Martín Alonso[19]. Francisco Pinzón dejó de ser maestre de la Pinta, para ejercer en la Niña [20], olvidando que Juan Niño, propietario de la carabela, asumió la función. Inexplicablemente, en 1536 se siguió preguntando si Pinzón llegó a la Española, antes que Colón. Hernán Pérez Mateos sabía que el Almirante encontró los rescates de oro, habiendo oído mencionar a unos Pinzones, como figuras secundarias [21]; Hernán Vázquez, vecino de Santo Domingo, tuvo noticia de un Pinzón, que fue a Indias en el primer viaje [22]; Francisco de Bobadilla conocía a Ginés Pinzón, de Palos. Contaba cómo descubrió Colón [23]. Diego Díaz, residente en Indias, nunca supo que un tal Martín Alonso, viajase con el Almirante "a estas partes, cuando se descubrieron", pero estuvo en un río de la isla de Santo Domingo, que se llamaba de Martín Alonso Pinzón[24]; Gaspar de Balboa estaba enterado de que hacía 30 años, Cristóbal Colón vino "a descubrir estas partes", con "ciertos marineros, vecinos de Palos": había "uno que se llamaba Pinzón"[25]; Luis Hernández "oyó decir que Pinzón fue como marinero de Colón"[26], declarando Alonso de Valencia, vecino de Santo Domingo, poblador asalariado en Indias, que "nunca vio ni conoció en la isla.., al tal Martín Alonso Pinzón", pero escuchó decir que en el primer descubrimiento, "venía un hombre que se decía Pinzón"[27]. Borrado el paleño de la memoria colectiva, con impudor propio de reyes, su biografía fue adjudicada a Colón. Juan de Rojas, que se dijo pasajero en el segundo viaje y poblador a sueldo, contó que al ser al Almirante conocido "por hombre muy sabio de arte de la mar y caudaloso, vinieron con él muchas personas de bien e hidalgos". por reunir estas condiciones fue escuchado, cuando se ofreció a los Católicos, para descubrir las Indias, mintiendo con descaro el dicente, al declarar que habiendo asistido al nombramiento, por Colón, de capitanes, pilotos y maestres, para el primer viaje, no recordaba Pinzones[28]. Tampoco debió tener noticia de que los paleños, que conocieron a al genovés recién llegado a Palos, lo describían como individuo tan pobre en dinero, como en prestigio. Sinceramente desinformado, Bartolomé de Palacios sabía que Colón descubrió "estas partes", con las dos Españolas, sin haber oído lo contrario, ni el nombre de Martín Alonso[29]. Olvidada su existencia pero no la "escritura", que le dio su amigo el cardenal bibliotecario, en la "librería" de Inocencio VIII, se transmutó en bula, que contenía información sobre el descubrimiento, otorgada a Colón por pontífice innominado[30]. Luis Hernández se manifestó inseguro. No sabía si los secretos de las Indias, que el papa hizo llegar al Almirante, estaban reunidos en escritura o libro, pero afirmó, sin dudarlo, que nunca oyó mentar a un Martín Alonso Pinzón [31]. Tampoco Gaspar de Balboa, enterado de que Colón tuvo "noticia de estas partes", por libro que encontró en la librería del Papa [32]. Los reyes de Castilla se dijeron señores de la "Mar Océana", no siendo excepción los Católicos. Usaron el título en ocasiones, desechándolo a partir de 1492, año en que incorporaron la corona de las Islas de Canaria, conquistadas por Pedro de Vera, estando en curso la conquista, política y militar, de Alonso Fernández de Lugo. "Descubiertas" por Colón "todas las islas que fueron halladas, y no se decía haberlas descubierto persona alguna", pues los demás "descubridores", lo fueron por "la industria que se dio el almirante, en abrir la puerta"[33], se llamaron reyes de las Islas de Indias. Intranquilos porque las tierras "adyacentes" a las Canarias, en especial la Mar Pequeña y el Cabo de Aguer, no estaban comprendidas en las coronas mencionadas, en 1495 se hicieron legitimar por su aliado Alejandro VI, recibiendo investidura como reyes de sus "posesiones" en Africa. Comprendía el reino el "Asia" occidental, más conocida por Indias o Tierra Firme. En 1496, Isabel hizo intento de hacer valer el título en Santa Cruz, pero las navegaciones del año siguiente, aconsejaron olvidarlo. Asentado que "nadie había osado ir a Paria", antes visitarla el Almirante, Pedro Medel dio el sentido tradicional al término "descubrir", cuando se lo preguntaron. Inevitable que Cólon estuviese en su costa, por ser Paria "lo primero de la tierra que dicen Firme.., que los navíos tocan", al no saber "en qué parte", se confesó incapaz de afirmar o negar que hubiese habido descubrimiento, siendo la provincia extensa, pues alcanzaba el Marañón, "que es a oriente"[34]. Con el paso de los testigos y el tiempo, Tierra Firme creció. Señorío reinado Alfonso V, que partía de Paria, por el este, tocando con la Tierra Alta de Castilla, por el oeste, el cosmógrafo Alonso de Santa Cruz, incluyó Margarita y Cubagua[35], agregando Fernando Beltrán el "río Ynereco que sale a la Isla de Trinidad, que está a Oriente, para terminar en la provincia de Cumana"[36]. Incluido en su término el Amazonas, pues se menciona río tan caudaloso, que de una orilla no se divisaba la opuesta, cuya "Huma" se llamó Mar Dulce, continuó extendiéndose los confines de Marañón[37], alcanzando Cabo de San Agustín[38], antes de cambiar el significado del topónimo. Admitido que las dos costas americanas eran tierra firme, dejó de designar una parte, para definir el continente en su conjunto. Que Colón fuese "causa de se ganar todas las Indias y Tierra Firme", hizo incómodos los cuatro viajes de 1497, simultáneos al descubrimiento de Paria. Solventado el de Niño por otros testigos, Pedro de las Casas, vecino de Higuey, se encargo de neutralizar el de Ojeda: pudo descubrir "porque tomó un marinero, de los que fueron con Colón a Paria"[39]. Rebajado de categoría el piloto Juan de la Cosa, que acompañó al Almirante en sus dos primeros viajes y la excursión de 1494, pero no en el tercero, ciertos autores modernos, al referirse al "descubrimiento" de Ojeda, recogen sin saberlo el periplo habitual, de los que viajaron a Indias: pasando por el Cabo de Aguer, que estaba en la desembocadura del Amazonas, siguió al de Oranje, entrando en el Caribe por la Boca de la Sierpe, redescubierta en 1446 por portugueses, tras vencer el miedo a corriente bullanguera, hoy llamada Infierno, para salir por la del Drago, llamada como el árbol milagroso de Hierro, connotación en la que los eruditos no reparan. Conscientes los reyes de Castilla y Portugal, de que el monopolio del continente, pendía de que fuese realmente nuevo, se esforzaron por hacer digerible la "verdadera historia" del invento colombino. Buscando argumentos, esgrimieron el asombro. Razonable que lo manifestase mayúsculo el castellano, de ser cierto que se vio inmerso de hoz y coz, en un mundo poblado por razas, vegetación y orografía, cuya existencia no sospechaba, es notoria y notable la ausencia de emociones, expresadas por "descubridores". Demasiado orgullosos para admitir que lo insólito podía sorprenderles, ni aun en el marco de la ficción política, ponen de relieve las del aborigen. Le suponen asustado por la piel blanca y los apéndices pilosos de los visitantes, porque huía despavorido a su vista, regresando apenas se tranquilizaba, movido por irreprimible curiosidad hacia lo nuevo. Y callan que saltaban a tierra, pendón en ristre y espada en mano, hirsutos y en actitud que en todo tiempo, inspira pavor al civil desarmado. Tampoco reparan en contradicción evidente. Lógico que el habitante de costa, frecuentada por profesionales de la cabalgada o las gentes de Vera y Lugo, se quitase del medio, apenas aventaba blanco, pues así lo aconsejaba la prudencia más elemental, se omite que en regiones, no visitadas por los tales, los aborígenes se acercaban a las carabelas en sus canoas, subiendo a bordo confiados para ofrecer oro y perlas, como hombres acostumbrados a tratar con clientes, de gustos similares a los del conquistador. De notar es el detalle de los seroncillos de palma, que hacían atractivas las perlas de Paria, inferiores a las de Cubagua. Débil el argumento, tampoco sirvió el interés del nativo por rarezas, sin valor en Europa, pues el mismo manifestaba el coleccionista europeo, ante curiosidades de Indias. Obligadas las metrópolis buscar más serias razones, para probar que Colón "descubrió", se regresó al concepto. Concluyendo que el hallazgo de lo nunca visto por el hombre blanco, carecía de importancia, se acordó que Colón descubrió, por haber desembarcado en lo que no aparecía "figurado antes, en ninguna carta de marear", supuesto fácil de probar, tras la limpia de mapas y cartas de marear, decretada por el Emperador en 1536, con replica probable, en el Portugal de Juan III. Recurrentes los testimonios que mencionan cartografía abundante, del tiempo de Colón, es sorprendente que ausencia tan llamativa, no haya despertado la curiosidad de los especialistas. Establecida la tesis y contumaz, se abonó el terreno, para que Américo Vespucio diese nombre a continente, que unos conocían por Africa y otros por Berbería. Omitiendo que Colón buscó paso al "otro mar", en el curso de cuarto viaje, mandando batel a remontar el Chagres, silenciado que los naturales eran conscientes de vivir en una inmensa islas, se atribuyó al Florentino el mérito de concebir la tierra firme, en su acepción más amplia, como continente aislado, adjudicándole algunos cartografía, que preconizaba las formas del conjunto, imposible de no mediar intervención divina. Aun siendo confuso cuanto se refiere al personaje, hay unanimidad en admitir que no rebasó el Plata, y darle por muerto en 1512. Fallecido Fernando V en Madrigalejo, el 23 de enero de 1516, desembarcado Carlos V en Fuenterrabía, en septiembre de 1517, al año siguiente se cerró la primera fase de los pleitos colombinos. Iniciada la segunda, los testigos directos de los hechos desaparecieron, dando paso a los indirectos, que enredaron la madeja, mientras avanzaba la cartografía. Se dice que en 1519, tras el viaje de Pineda, la representación gráfica del Yucatán, dejó de ser isla, para convertirse en península. Pero Colón lo sabía, pues en su cuarto viaje dio en Catay o Catayo, llevando la costa a la izquierda, desde Maya. En 1521 Magallanes atravesó el Estrecho, terminando de perfilar el continente. Se supone que Colón menciona a Vespucio y Toscanelli, el astrónomo florentino, fallecido en 1482, pero no alude a su croquis. Bien informado Bernáldez, atribuye al Almirante la propiedad de la obra de Mandeville, pero la carta más antigua de Indias, se atribuye a Juan de la Cosa. Datada en 1500, cartela quizá adicionada, fecha el "hallazgo" de Consolación o Cabo de San Agustín, por Vicente Yañez Pinzón, en 1499. Mayor interés merecen dos naos, ancoradas frente a las Canarias de Parnaiba y el Río Marañón, que al decir de Fenández de Oviedo, estaba en Hierro. En la costa de Guinea, antípoda de las Molucas según Gómara, que Alonso de Palencia sitúa a 7.000 millas y 20 días de navegación, de los puertos de Cádiz, parecen indicar el principio de una ruta, en dirección este - oeste, "la vía del Blanco, al uso de los indios", cómo diría Diego de Lepe. La señala sucesión de pendones de Castilla, plantados en radas seguras, como el Cabo de Orange. En la Mar Pequeña los encontramos en el de la Vela, puerto frecuentado, que permitía tomar cualquier dirección, no faltando al norte de La Española. Una figura disimula el istmo, quizá indicando que al estar en litigio, eran aguas a no frecuentar por castellanos, En el mapa portugués de Piri Reis, destacan dos ballestillas. La una conduce de Europa a las Indias, la otra de América al cabo de Buena Esperanza, camino de Angola y la India Oriental. Carabelas latinas y naos, indican los puertos. Las encontramos frente a Pernambuco, el Marañón, que fue Madeira y en rada del istmo, conocida por Castaki o Cartago, al sur del golfo de Cartago o de Honduras. Fortaleza a la europea, recuerda la que obra de Diego Pireis. Nao en la mar indica el principio de las pesquerías de Berbería. Y la última el camino de regreso, ganando altura. Las chalupas de pescadores y las pequeñas carabelas, mixtas de vela y remo, podían elegir caminos alternativos, pero las rutas de Indias habituales, fueron tres: la que pasaba por el norte del Mar de los Sargazos, frecuentada por ingleses y pescadores, venía a dar en la costa de los Bacalaos, llamada "Mediterránea" por Hurtado de Mendoza; la que pudiéramos llamar central, camino de las flotas. Iban en busca de las Antillas, entrando la de Nueva España por el norte de las islas o el paso de Guadalupe, siendo frecuente que la de Tierra Firme atravesase por la canal, entre Martinica y Santa Lucía. La de Brasil hacía escala al sur del Caribe, en Mina y después Santiago del Cabo Verde, navegando por mar abierto, hasta topar con tierra en Pernambuco. La del sur, preferida en el XV, fue la del Marañón. Daba en costa repartida entra Canarias de Castilla y Madeiras de portugueses. Subían al Caribe por alta mar, evitando las aguas bajas del "placel", que se extendían frente a la Guinea de "los Ríos" y Cabo Verde, entrando en el Caribe por las Bocas de la Sierpe y el Drago. Se abandonó en el XVI, porque el Xarife tenía 300 leguas de costa, sin contar la Guinea, no admitiendo intromisión de cristianos, en el reino de Marruecos. Reducidos los portugueses a frecuentar las plazas, que tuvo en el Amazonas, tras la adquisición de La Mamora por Felipe III, el puerto más próximo a España, por aquella parte, estuvo en el Cabo de Orange, Sometido el continente americano a mudanza constante de topónimos, utilizados simultánea o alternativamente aborígenes, musulmanes, castellanos, portugueses y europeos, habiendo desaparecido entre finales del siglo XVI y la segunda década del XVII los tres ríos "Verde", con otros muchos nombres de una Guinea, que pasó a llamarse Guayanas, siendo frecuente, aún en nuestros días, que los cartógrafos omitan o incluyan los secundarios, sin que parezcan obedecer a regla fija, el pasado se borra, permitiéndonos comprender cómo fue posible la confusión, que permitió cambiar la "conquista de Africa", a la que se refiere Maquiavelo, en "descubrimiento de América". [1] P.C. T. VIII. [2] Ibídem. [3] P.C. T. IV. [4] P. C. Varios. [5] Los nombres que más se repiten, como compañeros de Colón en los primeros viaje, son: Arraez (Pedro), Arias (Pérez) Barvero (Juan) piloto; Binas (Juan), de la Cosa (Juan), piloto; García (Alonso), piloto; García Valdín (Andrés), maestre, García (Bartolomé), García Vedia, Grande (Juan), Jerez (Juan) piloto; Ledesma (Pedro), piloto, Lepe (Diego), Martín (Bartolomé), Martín Pinzón (Diego), Moguer (Juan), Morales, Niño (Pedro Alonso), Niño (Juan), Niño (Francisco), Niño (Cristóbal), Ojeda (Alonso), Pérez (Bartolomé), Quintero (Juan), Roldán (Bartolomé), Ruys (Alonso), Umbría (Juan). [6] P.C. T. III. [7] Ibídem. [8] Ibídem. [9] Ibídem. [10] P.C. T. IV. [11] P.C T. III. [12] P.C. T. III. Los testigos añadieron Marigalante, San Juan "de Boriquen", Anegada, a 19º; Montserrate, La Antigua, Santa María, San Martín, San Jorge, San Cristóbal, la Redonda y Gorda, con "tres islas" Caníbales. [13] P.C. T. III. [14] P.C. T. VIII. [15] P.C. T. III. [16] P.C. T. VIII. [17] P.C. T. IV. [18] P.C. T. VIII. [19] Ibídem. [20] P.C. T. VIII. T IV. [21] P.C. T. VIII. [22] Ibídem. [23] Ibídem. [24] Ibídem. [25] Ibídem. [26] Ibídem. [27] Ibídem. [28] P.C. T. VIII. [29] Ibídem. [30] Ibídem. [31] Ibídem. [32] P.C. T. IV. [33] Ibídem. [34] P.C. T. IV. [35] P.C. T. VIII. [36] Ibídem. [37] Ibídem. [38] P.C. T. III. [39] Ibídem. VI. En Tiempo de los Austria: El rescoldo del viejo régimen





AFRICA VERSUS AMERICA
LA FUERZA DEL PARADIGMA

Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de MedinaSidonia

CAPITULO XXIX



EL PLEITO DE LOS COLONES


Prometieron los Católicos a Colón y sus descendientes, la diezma de cuanto tocase a su corona, en la tierra que el Almirante descubriese "por su industria". Y quedó asentado en los libros de la fundición de Santo Domingo. Alonso Rodríguez de la Calva, que estuvo "en las perlas", entregó "cantidad" para que le retirasen el quinto, viendo hacer 9 o 10 partes, la una para Diego Colón[1], participación que no tardó en serle negada, quedando circunscrita a las rentas de San Juan, Santo Domingo, Cuba y Jamaica. Disconforme el afectado, la exigió en toda la Tierra Firme[2], interponiendo inocentemente demanda contra la corona. Obvio que los jueces sentenciaban al dictado del rey, hubiese tenido el contencioso corta vida y quizá el contendiente, de no comprender Fernando V y por extensión el nieto, que los testigos, debidamente aleccionados, a más de no traer complicaciones, aportarían el material necesario, para construir la "verdadera historia" del descubridor y su descubrimiento.

Iniciada la causa en 1511, partiendo del principio de que el término "descubrir", significaba "hallar lo ignorado", según convenía a las coronas de Castilla y Portugal, al insinuar Diego que su padre consiguió, para los Católicos, una tierra a la que tenían dudoso derecho, entró en terreno resbaladizo. Prudente acudir a los herederos de Martín Alonso Pinzón, se les hizo concebir la esperanza de adquirir prebendas, si probaban que el padre llegó primero. Así se consiguió, entre contradicciones, mentiras e indiscreciones, borrar el pasado precolombino, haciendo de América continente de nueva creación. Considerando lo innominado inexistente, los oidores no quisieron saber de topónimos, anteriores al "descubrimiento", ni la causa de la sustitución. Se limitaron a preguntar si "los nombres los puso Colón". Al responder los testigos que así era, concluyeron que antes de 1492, no hubo "tierra por aquellas partes", al menos para los europeos. Sumando las elucubraciones de los doctos, al testimonio de los indoctos, se construyó sólida barrera psicológico - ideológica, consiguiendo que generaciones sucesivas aceptasen el absurdo, como paradigma incontrovertible, situado más allá de análisis y la lógica.

Las licencias para rescatar en Guinea y la Mina de Oro, extendidas por Rodríguez Lillo, las que otorgaron Alfonso V de Portugal y Enrique el Navegante, para ir a descubrir, fueron precedente de las concedidas por Juan de Fonseca. Perdidos los libros y despachos del Obispo, expurgados los archivos, incluso privados, se borraron las pruebas, contribuyendo al olvido voluntario, el estar mal visto que alguien pisase las Indias, antes de hacerlo Colón. Recientes los hechos, ciertos declarantes se refugian en la pirueta verbal, para soslayar el perjurio, como Gonzalo Alonso, que alude al padre: hombre "antiguo" e instruido, "alcanzaba mucho en la vía de Noruega, que es donde agora estamos"[3], Alonso Texero "nunca oyó que alguien hubiese descubierto antes" que Colón, corroborándolo Rodrigo Álvarez: no supo "que nadie descubriese en las partes del mar Océano
tierra ninguna, hasta quel dicho almirante lo descubrió". Al ser el castellano de naturaleza sumisa a la voz del poder, los más repitieron lo que quiso escuchar. Frey Rodrigo, que no estuvo en Indias, "cree que si Colón no hubiese descubierto, nadie sería osado de descubrir", frase acuñada, quizá por sugerida, pues se repite machaconamente y hasta se mejora: "es notorio que en nuestro tiempo no habría pasado ni descubierto estas partes persona alguna, hasta que Colón las descubrió". Olvidando orgullo y petulancia, cuasi racial, los castellanos celebran la superioridad de un extranjero: "si
Colon no descubriera, nadie hubiese osado descubrir"; "si el dicho Almirante no descubriera las Indias.., estuvieran fasta oy por hallar, según que lo estavan antes de ser descubiertas", "sí Colón no se atreviera a descubrir las islas, otro no se atrevería a hacerlo"[4].

Juan Ferrón da en el ridículo: "si Dios y Colón no descubrieran lo que han descubierto, ninguno hubiera descubierto. Y cree que todos iban por las cartas del almirante". Introducido el conocimiento, como causa eficiente de la hazaña, se explotó el filón: es "notorio que si Colón no empezase a descubrir tierra de Indias, los otros ni ninguno de los que después vinieron, no ovieran descubierto cosa alguna, porque no tenían noticias de esta tierra ni creían que la había"; en "todos los viajes que hicieron, descubriendo en la Tierra Firme", fueron "por sus cartas" o llevando "algunas de las personas que ovieron navegado con el almirante". A tenor de la respuesta, se barajan 28 nombres de pilotos y marineros, tripulantes del genovés. Repetidos hasta la saciedad los de Roldán y Ledesma, algunos hacen navegar, en sus navíos, a Diego de Lepe y al hijo mayor de Martín Alonso, Arias Pérez, que nunca le acompañaron[5]. Miguel del Toro coincidió con el héroe en Granada y fue contundente: "si Colón no tomara esta empresa, no había en Castilla quien saliera con ella", pues los demás descubridores "sabían lo que sabían destas partes", porque se lo enseñó el Almirante. Rodrigo de Bastidas, expedicionario tardío si no mercader en Indias, antes de ejercer como ganadero en Santo Domingo, coreó la versión: lo "que descubrieron fue por la industria del Almirante". Consecuente privar al montanés de su condición de asociado, al decir que hizo mangas y capirotes "para haber un piloto, de los que habían venido a estas partes con el Almirante, que se llamaba Juan de la Cosa y lo llevó consigo para hacer el viaje". Aún admitiendo la versión oficial, no es posible negar que Vicente Yáñez y Diego de Lepe, se guiaron "por su industria", pues dieron en la costa de Recife, a la que se llegaba por muy diferente camino, de los que siguió Colón.

Se dijo y repitió que el Almirante "avezaba en las cosas de marear", enseñando a "muchos pilotos y marineros... y ellos lo aprendieron, en especial Juan de la Cosa". Según Pedro Tudela, el citado confesaba que si "sabía destas partes e navegaba en estas Indias, era por industria de Colón y por lo que le había enseñado". Pedro de Toledo declaró saber por el Almirante, "que avía mostrado la navegación e otras cosas para ir a descubrir a Tierra Firme", a Ojeda y La Cosa, quejándose del último porque habiéndole "traído consigo a estas partes la primera vez e por hombre abil, e él le
avía enseñado el arte del mar e que andava diciendo que sabía más que él", teniendo "osadía para lo ir después a descubrir", sin pedirle la venia. Pedro Arroyal vio como Colón "mostraba al dicho Juan de la Cosa, las cartas de marear que fazía, e Juan de la Cosa las debuxaba", no a título de cartógrafo, pero sí con intención de adjudicarse lo ajeno, recordando bronca del Almirante a uno de sus criados, por haber prestado a La Cosa "ciertos días una carta de marear, que era la principal quel Almirante tenía, que llamava mapamundi". Diego Alvarado repitió el cuento: "Colón había reñido con un camarero suyo... porque le había enseñado cartas de marear a Juan de la Cosa", lo cual no le
impidió ser generoso con los mediocres: regaló a Salzedo un mapamundi y una esfera, dando algunas cartas a Juan Vizcaíno. Se corrió que La Cosa y Pedro Alonso Niño, ambos muertos, "decían mucho loor del almirante", reconociendo que "descubrieron escuchando y aprendiendo de Colón", siendo acusado el segundo de espionaje puro y duro, porque habiendo dictado el descubridor carta a Bernaldo de Ibarra, comunicando a los Católicos el hallazgo de las perlas, adjuntó una de marear, con los "puntos y vientos de Paria", que Niño copió, usándola cuando fue a descubrir las perlas, supuesto imposible pues navegaron al mismo tiempo, cada uno por su parte. Capaces cuantos navegaban de marcar rumbos sobre el papel, señalando la altitud y latitud de un punto, en la mar o en la tierra, Alvarado "vio que cuando descubrieron, los pilotos y marinos escribían la tierra en pergaminos"[6]. Lo hizo Francisco Terrero, agráfo y tripulante raso, presentando a un Colón, avaro de su ciencia. Yendo a Veragua "escribió un libro, donde ponía todas las sierras y ríos que vio en la provincia y así lo hacían todos los más que allí iban". Los perdieron antes de bajar a tierra, porque "el almirante se los tomó después"[7], por evitar que pudiesen regresar, a su riesgo o por cuenta de cualquier capitalista, en busca del oro.

Técnico Colón en el arte de hacer instrumentos, "era de los más sabios hombres de mar y del descobrir e que nunca se falló en el mundo", disciplina novedosa, a la que aluden otros testigos, calificándole de "hombre muy cierto en la mar, en el arte del descobrir". Entre sus méritos incluyen el de salvar a La Cosa y Ojeda, cuando escaparon de Cartagena por pies, porque de no estar "descubierta" la Española, "todos se perdieran"[8]. Los corifeos repitían el estribillo: en Sevilla, la Española, Guanasa y donde quiera, "oyeron decir" que Colón hizo "un gran servicio a los reyes, pues había descubierto tierra nueva", siendo conocido que Juan II de Portugal mandó descubrir a poniente, "una o dos veces e no fallavan tierra", fracaso que hizo reír en Lisboa, suponiendo "que la dicha empresa de descubrir, que el almirante llevaba, era vana", burla mudada en despecho, cuando "su ventura y saber le dio la tierra"[9]. Como no podía ser de otra manera, desafinó metedura de pata, de declarante del común. Tras decir mansamente que Colón fue "causa para que los otros
fuesen después y hallaran tierra", al ser repreguntado, confesó: "si llevaban las derrotas de Colon o no, no lo sabe"([10].

Grave sería el patinazo de Pedro de Soria. Con 35 años, vecino de San Juan de Maguana, habiendo corrido Tierra Firme hasta el Cabo de la Vela, si no hasta Retrete, con La Cosa y Ojeda, respondió llanamente que ignoraba si Paria, Darién, Uraba y Veragua se sucedían, a lo largo de la misma tierra. Informado por experiencia propia, sabía que "desde Paria al puerto de Santa Cruz... es toda una costa e una tierra", porque lo "ha andado" y lo "ha visto" muchas veces, pero nunca estuvo en Darién, Uraba y Veragua, aunque oyó hablar de las tales provincias[11]. El puerto de Tenerife se llamó Santa Cruz, siendo probable que la fortaleza de Santa Cruz de la Mar Pequeña, estuviese por el Cabo de la Vela. Recogida la imprudente declaración, por oficial rutinario, al no poder arrancar hoja del infolio, se suspendieron las actuaciones. Renovado el interrogatorio, aparece una Santa Cruz insular. Preguntados los testigos si sabían "que el Almirante descubrió las islas, que están más orientales que la Española, las cuales se llaman Caníbales, así como Santa Cruz e Guadalupe e Dominica e Once Mil Vírgenes y otras muchas, que están en aquella cordillera"[12], cinco testigos nombraron Santa Cruz, afirmando Juan del Castillo, vecino de Cuba, que saltó en ella [13].

A lo largo del proceso, la figura de Martín Alonso se diluye, en beneficio de Colón. Es natural que partiendo del principio del "descubrimiento", los testigos pusiesen en tela de juicio, el hecho de tuviese "noticia" o "conocimiento de estas partes de Tierra Firme ni del Mar Océano"[14], dudando Juan del Castillo, que le consideraba "gran hombre en el arte de la mar", de que hubiese estado en Jamaica o Cuba. Pero es inverosímil que olvidasen su escapada, en el primer viaje, de la Española de Santo Domingo a la Española de Aheti[15], arrumbando a mayor abundamiento, el papel que asumió en la preparación de la travesía, él que la hizo posible, encontrando carabelas y tripulantes, fue reducido, con sus hermanos, a "personas principales", acogidas por Colón, que tuvo a bien nombrarles capitanes de sus barcos[16], quedando reducida la relación de Pinzón con la marinería, a la dimanante del cargo. Se afirma que el Almirante "metió" a los Pinzones en la empresa, cuando estaba "armando", poniendo a Martín Alonso "en camino de ir"[17], como si fuese neófito en arte de navegar. En los años treinta del siglo XVI, un único superviviente de la travesía, insistió en que "la armada se hizo por industria de Pinzón"[18], obstinándose el longevo Pedro Medel, en declaraciones sucesivas, en repetir que "persona alguna hubiese ido a descubrir las Indias", de no ser por Martín Alonso[19]. Francisco Pinzón dejó de ser maestre de la Pinta, para ejercer en la Niña [20], olvidando que Juan Niño, propietario de la carabela, asumió la función.

Inexplicablemente, en 1536 se siguió preguntando si Pinzón llegó a la Española, antes que Colón. Hernán Pérez Mateos sabía que el Almirante encontró los rescates de oro, habiendo oído mencionar a unos Pinzones, como figuras secundarias [21]; Hernán Vázquez, vecino de Santo Domingo, tuvo noticia de un Pinzón, que fue a Indias en el primer viaje [22]; Francisco de Bobadilla conocía a Ginés Pinzón, de Palos. Contaba cómo descubrió Colón [23]. Diego Díaz, residente en Indias, nunca supo que un tal Martín Alonso, viajase con el Almirante "a estas partes, cuando se descubrieron", pero estuvo en un río de la isla de Santo Domingo, que se llamaba de Martín Alonso Pinzón[24]; Gaspar de Balboa estaba enterado de que hacía 30 años, Cristóbal Colón vino "a descubrir estas partes", con "ciertos marineros, vecinos de Palos": había "uno que se llamaba Pinzón"[25]; Luis Hernández "oyó decir que Pinzón fue como marinero de Colón"[26], declarando Alonso de Valencia, vecino de Santo Domingo, poblador asalariado en Indias, que "nunca vio ni conoció en la isla.., al tal Martín Alonso Pinzón", pero escuchó decir que en el primer descubrimiento, "venía un hombre que se decía Pinzón"[27].

Borrado el paleño de la memoria colectiva, con impudor propio de reyes, su biografía fue adjudicada a Colón. Juan de Rojas, que se dijo pasajero en el segundo viaje y poblador a sueldo, contó que al ser al Almirante conocido "por hombre muy sabio de arte de la mar y caudaloso, vinieron con él muchas personas de bien e hidalgos". por reunir estas condiciones fue escuchado, cuando se ofreció a los Católicos, para descubrir las Indias, mintiendo con descaro el dicente, al declarar que habiendo asistido al nombramiento, por Colón, de capitanes, pilotos y maestres, para el primer viaje, no recordaba Pinzones[28]. Tampoco debió tener noticia de que los paleños, que conocieron a al genovés recién llegado a Palos, lo describían como individuo tan pobre en dinero, como en prestigio. Sinceramente desinformado, Bartolomé de Palacios sabía que Colón descubrió "estas partes", con las dos Españolas, sin haber oído lo contrario, ni el nombre de Martín Alonso[29]. Olvidada su existencia pero no la "escritura", que le dio su amigo el cardenal bibliotecario, en la "librería" de Inocencio VIII, se transmutó en bula, que contenía información sobre el descubrimiento, otorgada a Colón por pontífice innominado[30]. Luis Hernández se manifestó inseguro. No sabía si los secretos de las Indias, que el papa hizo llegar al Almirante, estaban reunidos en escritura o libro, pero afirmó, sin dudarlo, que nunca oyó mentar a un Martín Alonso Pinzón [31]. Tampoco Gaspar de Balboa, enterado de que Colón tuvo "noticia de estas partes", por libro que encontró en la librería del Papa [32].

Los reyes de Castilla se dijeron señores de la "Mar Océana", no siendo excepción los Católicos. Usaron el título en ocasiones, desechándolo a partir de 1492, año en que incorporaron la corona de las Islas de Canaria, conquistadas por Pedro de Vera, estando en curso la conquista, política y militar, de Alonso Fernández de Lugo. "Descubiertas" por Colón "todas las islas que fueron halladas, y no se decía haberlas descubierto persona alguna", pues los demás "descubridores", lo fueron por "la industria que se dio el almirante, en abrir la puerta"[33], se llamaron reyes de las Islas de Indias. Intranquilos porque las tierras "adyacentes" a las Canarias, en especial la Mar Pequeña y el Cabo de Aguer, no estaban comprendidas en las coronas mencionadas, en 1495 se hicieron legitimar por su aliado Alejandro VI, recibiendo investidura como reyes de sus "posesiones" en Africa. Comprendía el reino el "Asia" occidental, más conocida por Indias o Tierra Firme. En 1496, Isabel hizo intento de hacer valer el título en Santa Cruz, pero las navegaciones del año siguiente, aconsejaron olvidarlo. Asentado que "nadie había osado ir a Paria", antes visitarla el Almirante, Pedro Medel dio el sentido tradicional al término "descubrir", cuando se lo preguntaron. Inevitable que Cólon estuviese en su costa, por ser Paria "lo primero de la tierra que dicen Firme.., que los navíos tocan", al no saber "en qué parte", se confesó incapaz de afirmar o negar que hubiese habido descubrimiento, siendo la provincia extensa, pues alcanzaba el Marañón, "que es a oriente"[34]. Con el paso de los testigos y el tiempo, Tierra Firme creció. Señorío reinado Alfonso V, que partía de Paria, por el este, tocando con la Tierra Alta de Castilla, por el oeste, el cosmógrafo Alonso de Santa Cruz, incluyó Margarita y Cubagua[35], agregando Fernando Beltrán el "río Ynereco que sale a la Isla de Trinidad, que está a Oriente, para terminar en la provincia de Cumana"[36]. Incluido en su término el Amazonas, pues se menciona río tan caudaloso, que de una orilla no se divisaba la opuesta, cuya "Huma" se llamó Mar Dulce, continuó extendiéndose los confines de Marañón[37], alcanzando Cabo de San Agustín[38], antes de cambiar el significado del topónimo. Admitido que las dos costas americanas eran tierra firme, dejó de designar una parte, para definir el continente en su conjunto.

Que Colón fuese "causa de se ganar todas las Indias y Tierra Firme", hizo incómodos los cuatro viajes de 1497, simultáneos al descubrimiento de Paria. Solventado el de Niño por otros testigos, Pedro de las Casas, vecino de Higuey, se encargo de neutralizar el de Ojeda: pudo descubrir "porque tomó un marinero, de los que fueron con Colón a Paria"[39]. Rebajado de categoría el piloto Juan de la Cosa, que acompañó al Almirante en sus dos primeros viajes y la excursión de 1494, pero no en el tercero, ciertos autores modernos, al referirse al "descubrimiento" de Ojeda, recogen sin saberlo el periplo habitual, de los que viajaron a Indias: pasando por el Cabo de Aguer, que estaba en la desembocadura del Amazonas, siguió al de Oranje, entrando en el Caribe por la Boca de la Sierpe, redescubierta en 1446 por portugueses, tras vencer el miedo a corriente bullanguera, hoy llamada Infierno, para salir por la del Drago, llamada como el árbol milagroso de Hierro, connotación en la que los eruditos no reparan.

Conscientes los reyes de Castilla y Portugal, de que el monopolio del continente, pendía de que fuese realmente nuevo, se esforzaron por hacer digerible la "verdadera historia" del invento colombino. Buscando argumentos, esgrimieron el asombro. Razonable que lo manifestase mayúsculo el castellano, de ser cierto que se vio inmerso de hoz y coz, en un mundo poblado por razas, vegetación y orografía, cuya existencia no sospechaba, es notoria y notable la ausencia de emociones, expresadas por "descubridores". Demasiado orgullosos para admitir que lo insólito podía sorprenderles, ni aun en el marco de la ficción política, ponen de relieve las del aborigen. Le suponen asustado por la piel blanca y los apéndices pilosos de los visitantes, porque huía despavorido a su vista, regresando apenas se tranquilizaba, movido por irreprimible curiosidad hacia lo nuevo. Y callan que saltaban a tierra, pendón en ristre y espada en mano, hirsutos y en actitud que en todo tiempo, inspira pavor al civil desarmado. Tampoco reparan en contradicción evidente. Lógico que el habitante de costa, frecuentada por profesionales de la cabalgada o las gentes de Vera y Lugo, se quitase del medio, apenas aventaba blanco, pues así lo aconsejaba la prudencia más elemental, se omite que en regiones, no visitadas por los tales, los aborígenes se acercaban a las carabelas en sus canoas, subiendo a bordo confiados para ofrecer oro y perlas, como hombres acostumbrados a tratar con clientes, de gustos similares a los del conquistador. De notar es el detalle de los seroncillos de palma, que hacían atractivas las perlas de Paria, inferiores a las de Cubagua. Débil el argumento, tampoco sirvió el interés del nativo por rarezas, sin valor en Europa, pues el mismo manifestaba el coleccionista europeo, ante curiosidades de Indias. Obligadas las metrópolis buscar más serias razones, para probar que Colón "descubrió", se regresó al concepto.

Concluyendo que el hallazgo de lo nunca visto por el hombre blanco, carecía de importancia, se acordó que Colón descubrió, por haber desembarcado en lo que no aparecía "figurado antes, en ninguna carta de marear", supuesto fácil de probar, tras la limpia de mapas y cartas de marear, decretada por el Emperador en 1536, con replica probable, en el Portugal de Juan III. Recurrentes los testimonios que mencionan cartografía abundante, del tiempo de Colón, es sorprendente que ausencia tan llamativa, no haya despertado la curiosidad de los especialistas. Establecida la tesis y contumaz, se abonó el terreno, para que Américo Vespucio diese nombre a continente, que unos conocían por Africa y otros por Berbería. Omitiendo que Colón buscó paso al "otro mar", en el curso de cuarto viaje, mandando batel a remontar el Chagres, silenciado que los naturales eran conscientes de vivir en una inmensa islas, se atribuyó al Florentino el mérito de concebir la tierra firme, en su acepción más amplia, como continente aislado, adjudicándole algunos cartografía, que preconizaba las formas del conjunto, imposible de no mediar intervención divina. Aun siendo confuso cuanto se refiere al personaje, hay unanimidad en admitir que no rebasó el
Plata, y darle por muerto en 1512.

Fallecido Fernando V en Madrigalejo, el 23 de enero de 1516, desembarcado Carlos V en Fuenterrabía, en septiembre de 1517, al año siguiente se cerró la primera fase de los pleitos colombinos. Iniciada la segunda, los testigos directos de los hechos desaparecieron, dando paso a los indirectos, que enredaron la madeja, mientras avanzaba la cartografía. Se dice que en 1519, tras el viaje de Pineda, la representación gráfica del Yucatán, dejó de ser isla, para convertirse en península. Pero Colón lo sabía, pues en su cuarto viaje dio en Catay o Catayo, llevando la costa a la izquierda, desde Maya. En 1521 Magallanes atravesó el Estrecho, terminando de perfilar el continente. Se supone que Colón menciona a Vespucio y Toscanelli, el astrónomo florentino, fallecido en 1482, pero no alude a su croquis. Bien informado Bernáldez, atribuye al Almirante la propiedad de la obra de Mandeville, pero la carta más antigua de Indias, se atribuye a Juan de la Cosa.

Datada en 1500, cartela quizá adicionada, fecha el "hallazgo" de Consolación o Cabo de San
Agustín, por Vicente Yañez Pinzón, en 1499. Mayor interés merecen dos naos, ancoradas frente a las Canarias de Parnaiba y el Río Marañón, que al decir de Fenández de Oviedo, estaba en Hierro.

En la costa de Guinea, antípoda de las Molucas según Gómara, que Alonso de Palencia sitúa a 7.000 millas y 20 días de navegación, de los puertos de Cádiz, parecen indicar el principio de una ruta, en dirección este - oeste, "la vía del Blanco, al uso de los indios", cómo diría Diego de Lepe. La señala sucesión de pendones de Castilla, plantados en radas seguras, como el Cabo de Orange. En la Mar Pequeña los encontramos en el de la Vela, puerto frecuentado, que permitía tomar cualquier dirección, no faltando al norte de La Española. Una figura disimula el istmo, quizá indicando que al estar en litigio, eran aguas a no frecuentar por castellanos, En el mapa portugués de Piri Reis, destacan dos ballestillas. La una conduce de Europa a las Indias, la otra de América al cabo de Buena Esperanza, camino de Angola y la India Oriental. Carabelas latinas y naos, indican los puertos. Las encontramos frente a Pernambuco, el Marañón, que fue Madeira y en rada del istmo, conocida por Castaki o Cartago, al sur del golfo de Cartago o de Honduras. Fortaleza a la europea, recuerda la que obra de Diego Pireis. Nao en la mar indica el principio de las pesquerías de Berbería. Y la última el camino de regreso, ganando altura.

Las chalupas de pescadores y las pequeñas carabelas, mixtas de vela y remo, podían elegir caminos alternativos, pero las rutas de Indias habituales, fueron tres: la que pasaba por el norte del Mar de los Sargazos, frecuentada por ingleses y pescadores, venía a dar en la costa de los Bacalaos, llamada "Mediterránea" por Hurtado de Mendoza; la que pudiéramos llamar central, camino de las flotas. Iban en busca de las Antillas, entrando la de Nueva España por el norte de las islas o el paso de Guadalupe, siendo frecuente que la de Tierra Firme atravesase por la canal, entre Martinica y Santa Lucía. La de Brasil hacía escala al sur del Caribe, en Mina y después Santiago del Cabo Verde, navegando por mar abierto, hasta topar con tierra en Pernambuco. La del sur, preferida en el XV, fue la del Marañón. Daba en costa repartida entra Canarias de Castilla y Madeiras de portugueses. Subían al Caribe por alta mar, evitando las aguas bajas del "placel", que se extendían frente a la Guinea de "los Ríos" y Cabo Verde, entrando en el Caribe por las Bocas de la Sierpe y el Drago. Se abandonó en el XVI, porque el Xarife tenía 300 leguas de costa, sin contar la Guinea, no admitiendo intromisión de cristianos, en el reino de Marruecos. Reducidos los portugueses a frecuentar las plazas, que tuvo en el Amazonas, tras la adquisición de La Mamora por Felipe III, el puerto más próximo a España, por aquella parte, estuvo en el Cabo de Orange, Sometido el continente americano a mudanza constante de topónimos, utilizados simultánea o alternativamente aborígenes, musulmanes, castellanos, portugueses y europeos, habiendo desaparecido entre finales del siglo XVI y la segunda década del XVII los tres ríos "Verde", con otros muchos nombres de una Guinea, que pasó a llamarse Guayanas, siendo frecuente, aún en nuestros días, que los cartógrafos omitan o incluyan los secundarios, sin que parezcan obedecer a regla fija, el pasado se borra, permitiéndonos comprender cómo fue posible la confusión, que permitió cambiar la "conquista de Africa", a la que se refiere Maquiavelo, en "descubrimiento de América".


[1] P.C. T. VIII. [2] Ibídem.
[3] P.C. T. IV. [4] P. C. Varios.
[5] Los nombres que más se repiten, como compañeros de Colón en los primeros viaje, son: Arraez (Pedro), Arias (Pérez) Barvero (Juan) piloto; Binas (Juan), de la Cosa (Juan), piloto; García (Alonso), piloto; García Valdín (Andrés), maestre, García (Bartolomé), García Vedia, Grande (Juan), Jerez (Juan) piloto; Ledesma (Pedro), piloto, Lepe (Diego), Martín (Bartolomé), Martín Pinzón (Diego), Moguer (Juan), Morales, Niño (Pedro Alonso), Niño (Juan), Niño (Francisco), Niño (Cristóbal), Ojeda (Alonso), Pérez (Bartolomé), Quintero (Juan), Roldán (Bartolomé), Ruys (Alonso), Umbría (Juan).
[6] P.C. T. III. [7] Ibídem.
[8] Ibídem. [9] Ibídem.
[10] P.C. T. IV. [11] P.C T. III.
[12] P.C. T. III. Los testigos añadieron Marigalante, San Juan "de Boriquen", Anegada, a 19º; Montserrate, La
Antigua, Santa María, San Martín, San Jorge, San Cristóbal, la Redonda y Gorda, con "tres islas" Caníbales.
[13] P.C. T. III. [14] P.C. T. VIII.
[15] P.C. T. III. [16] P.C. T. VIII. [17] P.C. T. IV. [18] P.C. T. VIII. [19] Ibídem.
[20] P.C. T. VIII. T IV. [21] P.C. T. VIII.
[22] Ibídem. [23] Ibídem. [24] Ibídem. [25] Ibídem. [26] Ibídem. [27] Ibídem.
[28] P.C. T. VIII. [29] Ibídem.
[30] Ibídem. [31] Ibídem. [32] P.C. T. IV. [33] Ibídem. [34] P.C. T. IV.
[35] P.C. T. VIII. [36] Ibídem.
[37] Ibídem. [38] P.C. T. III. [39] Ibídem.
VI. En Tiempo de los Austria: El rescoldo del viejo régimen


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