Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO XI
LA TORRE DE SANTA
CRUZ
No tocaba al gobernador de Gran
Canaria la jurisdicción de las islas menores, pero al ser juez de la corona,
Inés de Peraza se acogió a Maldonado, para dirimir cuestión familiar,
consiguiendo que demandas interpuestas, para quitar la administración de los
nietos a la nuera y por deudas, contra los vecinos de Hierro, culpables por
haber pasado a poder de la Bobadilla, sin protestas[1], fuesen remitidas a la
audiencia de Sevilla[2]. Afectada Beatriz, hizo notar que siendo residente
"en la Ysla de Gomera, ques muy lejos e muy apartada de adonde el dicho
pleito se sigue y ha de seguir", teniendo la suegra casa en Canarias, era
de justicia devolver el asunto a los tribunales insulares, ahorrándole el
quebranto económico[3]. Se hubiese complicado las cosas, para la viuda de
Fernán, de no pretender Inés hacer torre, en la misma linde de Lanzarote con
Gran Canaria [4]. Intuyendo la reina intención de instalar factoría, a las
puertas del realengo, para absorber los rescates, omitió que la señora de la
isla, tenía derecho a construir donde le pareciese, calificando el proyecto de
atentado, contra "nuestra preeminencia real". Sin temor a tropezar
con demanda ante Roma, por ser imprecisas las lindes, en 1496 ordenó al
gobernador de Gran Canaria: "en aquel sitio que ella quería faser la
torre, la fagays vos luego faser en nuestro nombre... para que della se pueda
entender en lo de las parias y rescates, porque estas cosas, como desys,
pertenescen a nos e non a otro alguno de nuestros súbditos"[5]. A 29 de
marzo [6], haciendo honor a la investidura que como reina de sus posesiones
"en Africa", había recibido de Alejandro VI, llamó a la torre Santa
Cruz "de Africa", situándola en la "costa de Berbería",
para darle por término, toda "la Mar Pequeña"[7]. Presupuestada la
obra en 142.170 maravedís, a pagar con cargo al quinto de Gran Canaria, la
realidad rebasó las previsiones, pues costó 633.346[8], siendo conocida la
torre como Santa Cruz de la "Mar Pequeña"[9]. En el tratado de
Cintra, firmado en 1509, "la torre de Santa Cruz, que posee
Castilla", aparece ubicada "cabe las islas de Canaria"[10].
A su cargo elegir el sitio,
Alonso Fajardo fue a "ver la tierra", en la carabela de Rodrigo de
Lisbona [11], indicando los 23.895 maravedís[12], pagados por el flete, cerca
de dos meses de ocupación[13]. Fue a S. Bartolomé, "puerto de la Mar
Pequeña", para "fablar con Diego de Cabrera", vecino de Lanzarote
y factor de la Peraza[14]. Invitado a ocuparse, con su carabela, "en fazer
las pazes e contratación con los alárabes" o "moros", abandonó a
su señora, sirviendo a la corona desde el 20 de septiembre de 1476, hasta
febrero del año siguiente, recibiendo vasallajes, concertando parias y
organizando rescates, con 12.023 maravedís al mes[15]. Iniciada la obra, cambió
de ocupación, sirviendo de transporte en Santa Cruz, durante 7 meses, hasta que
le "tomaron los franceses" el barco, "en Lançarote"[16], en
el marco de la guerra, por el control de Guinea. Ofuscada muy lógicamente la
Peraza, por la invasión de su señorío, dos peones de Lanzarote, contratados en
los principios de la obra, se dieron de baja a los quince días, pretextando
enfermedad, a todas luces diplomática. Obligado Fajardo a procurarse
forasteros, mandó el barco del escribano Cristóbal de la Puebla, a la Gomera,
en busca de albañiles. Breve la travesía, costó 5.000 maravedís [17]. Los más
de los 24 peones, con salario de 33 maravedís, tenían apellido portugués,
siendo canarios un Galdar y un Hierro. Se importaron herreros, carpinteros,
serradores, caleros y canteros, ocupando el cargo de lavandera María la
Morisca, a 17 maravedís diarios. Empezada la obra el domingo 28 de agosto, el
grueso del personal fue licenciado a 5 de diciembre, tras 69 días de trabajo
ininterrumpido. Terminada la estructura, los detalles se remataron a 11 del
mismo mes [18].
Escueta la población castellana,
residente en la rada, Fajardo trajo especialistas y materiales de Gran Canaria,
trabajando algunos in situ. En los hornos de la "isla" se coció la
primera cal, labrando la madera el mercader Gonzalo Segura, que mandó para
ensamblar las piezas de la "cepa" de la torre[19]. La barca de cuatro
remos, destinada a cargar y descargar los navíos, llegó de Sevilla con 12 redes
de torre, tres serones de cinta y un chinchorro. El segundo se hizo en Villa
Real, aprovechando carcasa, varada en la aldea de San Nicolás [20]. Para
abastecer el plato de la gente, se contrataron dos pescadores, en 1.125
maravedís al mes [21], comprando Fajardo, con cargo a la "avería",
radicada en Sevilla, uno de los barcos en que viajó. Debía ser menor, pues lo
dieron por 3.370 maravedís[22]. Insuficientes las embarcaciones aportadas voluntariamente,
para el trasiego de materiales, se recurrió al embargo. A 7 de julio, Rodrigo
Quintero [23] hubo de dejar el transporte de azúcar, para servir a la corona.
Su carabela se perdió en la barra de Santa Cruz, el 16 de noviembre, siendo el
hecho indicio de puerto fluvial, como casi todos los americanos, o entrante
profundo [24].
Terminados los trabajos, Fajardo
entregó "obras e armada" a 12 caballeros, "personas
principales", residentes en la ensenada, que tenían por costumbre salir al
alarde. Dotada Santa Cruz de lombardas, espingardas y ballestas [25], dejó
guarnición de 17 hombres, lombardero, escribano, alcaide, marinero y piloto de
la entrada del puerto[26], probablemente dificultosa. Cerradas las cuentas en
junio de 1497, se ingresaron 1.729 maravedís, procedentes del quinto de los
rescates, que hicieron la Peraza y el Obispo de Canarias, mientras duró la
obra. En el capítulo de quiebras, aparece "mozo berberisco", valorado
en 10.000 maravedís. Lo reclamó el rey de Portugal, porque siendo su vasallo,
no podía ser esclavo. Creada la alcaidía de Santa Cruz de la Mar Pequeña, con
100.000 maravedís de tenencias, se agregó al gobierno de Gran Canaria, dando a
ganar el barco, que enlazaba la "isla" con Santa Cruz, en el primer
año de actividad, 4.799 maravedís[27]. Fajardo se proveyó de mercancías, en
Villa Real de las Palmas, para iniciar los rescates, apareciendo en los libros
de Cristóbal de la Puebla, escribano "e contador de las cosas de
Berbería", 44.849 maravedís, pagados a Jordán, por portes con su carabela,
a la Mar Pequeña [28], en el curso de los tres meses, que vivió el gobernador.
Falleció en Santa Cruz, a primeros de enero de 1497, con tiempo para testar,
pues dejó manda a Diego Ramírez, teniente de alcaide de la torre, que
"fizo en Bervería, do dizen la Mar Pequeña"[29]. Elvira de Narváez,
que quedó en Gran Canaria, sacó de la caja real 20.691 maravedís, para arrendar
carabela, yendo a Santa Cruz, con gente de guerra y vituallas [30]. La siguió
su hermano Rodrigo Narváez, en barco menor, pues cobró 13.600 maravedís,
quedando en la torre, como alcaide accidental,[31].
El óbito de Fajardo, pudo estar
enmarcado en una revuelta, pues de lo contrario carecería de sentido que Alonso
Fernández de Lugo, entonces en Tenerife, fletase tres carabelas, con armas y
bastimentos, para los "que estaban en nuestro servicio, en la Mar
Pequeña". Costeando Tierra Firme, avistó rada tentadora, en plena
conquista de Portugal. Desembarcando, inició la construcción de torre
"sobre el agua", no tardando en aparecer Diego da Silva, que
guardaban la costa por Manuel I, con ocho carabelas, dotadas de "mucha
artillería". Sorprendido en tierra, Lugo perdió pertrechos y
embarcaciones, en lugar frecuentado, pues pudo reintegrarse al hogar por sus
medios, maldiciendo a la Peraza, a la que acusó de haber dado el soplo [32].
Costumbre en Indias llamar Santa
Cruz a torres y fortalezas, no faltando en Cartagena, la de Fajardo pudo estar
en el istmo o en cualquier punto de Tierra Firme. Hubo un "puerto de Santa
Cruz.., en esta Isla de Santa Cruz" y en el Golfo de Uraba, pero lo más
probable es que Santa Cruz de la Mar Pequeña, se encontrase en las
inmediaciones de la frontera, que separa Colombia de Venezuela, probablemente
en el Cabo de la Vela, "buen puerto" al que "vienen" los
que frecuentaban la costa, según Chaves, señalado en la carta de Juan de la
Cosa con el pendón de Castilla, indicativo de fondeadero. En 1504,
Gordejuela[33], yendo "hacia la parte donde se ha sabido que descubrían
los ingleses", pasó por Gran Canaria, Gomera, Santiago de Cabo Verde y
Tierra Firme, levantando una Santa Cruz, al oeste de la laguna de Maracaibo, en
Gallinas o Castilletes, que según Fernández de Oviedo derrocó, antes de
marcharse. Siendo políticamente incorrecto e indicio de locura, suponer que el
continente americano pudiese ser frecuentado, antes de visitarlo Colón, Martín
González, bizcochero de Moguer, repite la versión oficial, por no ser mal
visto: "muchos hombres sabios de mar, decían que corriendo por el ueste,
desde el Cabo de San Vicente e por otros tiempos que señalavan... nunca
hallarían tierra, aunque anduviesen dos años y decían que era vana la esperanza
de Colón". En 1483, Fernando Vello se disponía a recorrer la
"Yslas" de Gran Canaria, Madera "e otras yslas", cuando fue
robado por armador vizcaíno, "junto al Cabo de Sant Vicente de
Lagos", navegando "por la mar adelante". Habiendo partido de
Sevilla, era evidente que navegaba hacia el "ueste"[34].
A 22 de junio de 1497, ignorando
la muerte de Fajardo, los Católicos le autorizaron a dar seguro a los moros,
que se instalasen en término de Santa Cruz o aportasen su oro al
"rescate"[35]. Por asociación de ideas, el mismo día se ocuparon de
las conchas de Canarias, declarándolas regalía real, por ser necesarias
"para cosas complideras a nuestro servicio"[36]. Al ocupar la infanta
Isabel, la vacante del Príncipe D. Juan, el sueño de la unidad peninsular,
incidió en los múrices: el 22 de enero de 1498, Antonio de Peñalosa, quedó
encargado de la cosecha: "non consintades nin dedes lugar", a que los
vasallos "tomasen" un solo múrice. Debidamente registrados ante
escribano, serían remitidos a los reyes de Portugal, "nuestros muy caros e
muy amados fijos...", para trocar oro en la Mina [37]. Muerta la infanta y
su hijo Miguel, los múrices regresaron a la corona de Castilla, el 23 de
agosto.
Buen negocio la fortaleza de
Santa Cruz, Elvira Narváez, pospuso la entrega. Llamada a la corte, probó su
celo al pisar Sevilla, contratando la carabela de Diego Papelero, en 7.496
maravedís, de "buena moneda de la de Canaria", por ir a la torre, con
carga de bastimentos [38].A 5 de marzo de 1498, la Narváez rindió cuentas en
Alcalá de Henares. Debieron cuadrar, pues reclamó los emolumentos, no
percibidos por su esposo[39]. El 26 del mismo mes, López Sánchez de Valenzuela
fue nombrado gobernador de Gran Canaria y alcaide de la torre de Santa Cruz,
"que agora nuevamente se hizo, por nuestro mandado, en Africa". Se la
entregaría Rodrigo de Narváez o quién la tuviese, sin solemnidad, siendo
superflua hasta la presencia de portero[40]. Queriendo la reina congraciarle
con el cabildo de Villa Real, el sucesor de Fajardo llevó albalá, que
aguardaban los canarios. No habiendo sido dotada la villa de propios, corrían a
cuenta del bolsillo de los vecinos, gastos tan ajenos al interés común, como
los correos "que an de ir a nuestra corte". Deseando terminar con el
"agravio", los munícipes solicitaron permiso para construir mancebía
y bodegón, con el fin de destinar la renta al gasto público. Abominando de vasallos,
capaces de pensar, la reina permitió ejecutar uno de los proyectos [41],
considerando que autorizar los dos, hubiese desprestigiado a la corona.
A cargo de Sánchez de Valenzuela
tomar posesión del reino de Vutata, pasó a la "ciudad de Tagaoz", en
el Cabo de Aguer, donde permaneció del 15 de febrero al 23 de marzo, de
1499[42]. De regreso en Gran Canaria, se enfrascó en el inevitable juicio de
residencia. Entre sus víctimas figura Diego de Cabrera, alcalde mayor en la
isla[43]. "Cabeça de la justicia", se admitió denuncia del genovés
Jácome Cervanis, acusándole de no haber pagado 200 arrobas de azúcar blanca, a
poner en cargadero por marzo, como rédito anual de censo perpetuo, sobre casas,
tierras y cañaverales, que tenía en la villa de Telde. El antiguo factor de la
Peraza fue removido de cargo, ocupándolo el escribano, Cristóbal de la
Puebla[44]. Caída en desgracia la viuda de Diego de Herrera, la Católica
aprovechó que Fernández de Lugo fuese parte, para encargarle el castigo de
Inés, por el "mucho agravio e daño" que padeció, tres años atrás, en
rada de Tierra Firme. Suponiendo que habría de odiarla lo suficiente, le mandó
imponerle "perpetuo silencio", sin "escándalo ni figura de
juicio"[45]. Es de suponer que hubiese ejecutado el mandato, de no ejercer
la tutela de los nietos de la Peraza, sus entenados, ejerciendo de señor
efectivo de Gomera y Hierro, como marido de Beatriz de Bobadilla.
En marzo de 1499, a punto de
iniciarse la segunda causa contra Colón, prólogo ineludible del cuarto viaje,
los Católicos prohibieron vender grano a los barcos, que se detuviesen en las
islas, camino de los rescates de Berbería y Guinea, aunque tuviesen licencia
para frecuentarlos[46]. Incauto Fernández de Lugo, pidió revocación del mandato
a los monarcas, en nombre de los menores, mientras la Peraza, poniéndose de
acuerdo con sus vasallos, rodeó la ley. No se vendía grano en tierra,
"para el dicho rescate", pero se embarcaba "la mayor parte del
pan, que en las dichas islas se coge", aguardando las carabelas a los mercaderes
en alta mar, donde transbordaban el grano, al barco del comprador. Indignados
los Católicos por la burla, apelaron a la demagogia. Culpando a la Peraza de
los "subidos precios", que alcanzaba el pan en sus islas, la acusaron
de causar el hambre de unos vasallos, primeros interesados en el negocio[47].
Suspendido el tráfico con Guinea y Berbería, los reyes comprendieron que de no
enmendar sus propias órdenes, "a nos se seguiría mucho daño et
pérdida". No queriendo corregirse, disimularon entre amenazas, la revocación:
los señores de las islas habrían de proveer de grano a los navegantes,
incurriendo en multa de 50.000 maravedís, caso de abstenerse de servirlo, de
ser requeridos por el gobernador de Gran Canaria[48]. Llegado el otoño,
quisieron exigir el quinto, en las islas menores. Lo defendió la Peraza,
remitiendo a la corte copias autorizadas de viejos documentos, probando el
derecho del señor a percibirlo [49].
Sería entonces cuando el
"canario" Juan Manuel, natural de Tenerife, "que es en la Gran
Canaria", se presentó en la corte, debidamente protegido por real seguro,
para exponer que sus paisanos, al no haber sido vencidos, no podían ser
convertidos en esclavos. "Descubierto" que "algunos grandes e
otras personas de nuestros reynos", tenían "usurpados e ocultados muchos
canarios", a los que privaban de libertad, "injusta e no
verdaderamente", mencionó el Duque de Medina Sidonia y Alonso de Lugo.
Dirigiéndose al último, los
Católicos incurrieron en lapsus, que revela la intención de arrumbarle.
Olvidando el carácter vitalicio de los cargos, los monarcas le nombran como
"nuestro gobernador que fue", de Tenerife y Palma [50]. De no haberse
interpuesto la guerra en Berbería, Lugo habría sido borrado de la historia,
antes de que Colón terminase su aventura.
[1] SRGS. IV.1493.201. [2] SRGS. V.1493.243.
[3] SRGS. VIII.1493.69. [4] R.A. doc.. XXXIII. [5] R.A. doc. XVIII.
[6] Ibídem.
[7] R.A. doc. XXVII/ XX.
[8] R.A. doc. XXVII. XVIII. [9] R.A. doc. XXI/XXVI. [10] R.A. doc.
LXXXV.
[11] R.A. doc. XXVII. [12] Ibídem.
[13] El arriendo de una carabela,
oscilaba entre 12.000 y 15.000 maravedís por mes. R.A. docs. XCV/XCVI/XCVII.
[14] R.A. doc. XXVII Chaves
menciona una isla de S. Bartolomé, entre las Caníbales, a 17º 1/2 grados. Hay
una San Bartolomé en las Antillas de Sotavento. [15] R.A. doc. XXVII Entre
otras mercancías, llevaba 30 quintales de pasas, comprados por 14.241 mrvs.
Rescató en la "Berbería".
[16] R.A. doc. XXVII. [17] R.A.
doc. XXVI.
[18] R.A. doc. XXVII. XVIII. [19]
R.A. doc. XXVII.
[20] R.A. doc. XXVI En Gran Canaria
hay un San Nicolás Tolentino, puerto de pescadores. [21] R.A. doc. XXXVII.
[22] R.A. doc. XXVI.
[23] Los Quintero están
documentados como navegantes desde 1476. El último que sacó de Huelva armazones
de pesquería, para la Guinea, se llamó Ginés
Quintero. Estaba activo en 1591.
[24] R.A. doc. XXVIII/XXX.
Rodrigo Quintero cobró 2.054 maravedís al mes, como maestre de su barco. El
piloto, Juan Quintero, percibía 1.768, cada uno de los cuatro marineros 1.252,
el grumete 909 y el paje 459.
[25] R.A. doc. XXVII.
[26] R.A. doc. XXXVII.
[27] R.A. doc. XXVI. En las
cuentas de Santa Cruz aparecen 18 fanegas de cebada, que llevó el obispo, para
sus rescates. La Peraza trocó grano y aceite, por esclavos
"berberiscos". Una muchacha y una mujer "mucho vieja", se
valoraron en 4.000 maravedís cada una y un "viejo" en 9.000.
[28] R.A. doc. XXVII. XVIII.
[29] R.A. Apéndice.
[30] R.A. doc. XXVII.
[31] SRGS. IV.1499.71/R.A. Doc.
XXXIII. [32] SRGS. IV.1499.71/R.A. Doc. XXXIII.
[33] Apellido que llevó
administrador del Duque de Medina Sidonia en Tenerife, en el siglo XVI.
[34] SRGS. X.1483.214. Otros
datos están recogidos en diferentes pasajes, de la obra de Fernández de Oviedo.
[35] R.A. doc. XXI.
[36] R.A. doc. XXII. [37] R.A.
doc. XXIV. [38] R.A. doc. XXVII.
[39] R.A. doc. XXVI.
[40] SRGS. III.1498.33. [41] SRGS. III.1498.32. [42] R.A.
doc. XXXI. [43] SRGS. V.1499.271. [44] SRGS. IX.1499.495.
[45] SRGS. IV.1499.71/R.A. Doc. XXXIII. [46] SRGS.
III.1499.46.
[47] SRGS.
IV.1499.21. [48] SRGS. Ibídem
[49] SRGS.
Ibídem
[50] SRGS. IX.1499.494.
Interesante trabajo. Aparece el inicio del cambullón
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