Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO XII
LOS DOS ARCHIPIELAGOS
Bajo el emperador, los criollos canarios,
que no perdieron su identidad topográfica, continuaron yendo a "la Bervería..,
contra los moros enemigos". En 1518, a principios de verano, se formó
"armada" en el Puerto de Isletas. Participó Luis de Aday, con
carabela arrendada ante escribano, en Ciudad Real de las Palmas [1]. Para la de
otoño tomó la Santa Cruz, en 36 doblas al mes, de "moneda de
Canaria". Corrió el arriendo desde que se empezó a ensebar el casco, hasta
ancorar de regreso. El propietario, que iba de maestre, puso cuatro marineros,
un mozo, sal, agua, leña y sebo, prometiendo recibir "la carga que
viéredes de echar", en personas, caballos, mantenimientos y rescates.
Mojaría en las radas que le ordenasen, "no ofendiendo a cosa del rey,
pagando el arrendatario la comida y bebida de tripulantes y pasajeros, mientras
durase el viaje[2], a más del piloto, costumbre y medida de prudencia
elemental, pues muchos dieron en donde no querían ir. Sería Alonso Byvas,
natural de Gran Canaria, que sirvió por 3.000 maravedís al mes, en moneda de la
isla[3]. Al no encontrarse en la ciudad Cristóbal de San Clemente, escribano
titular, los testigos dieron autenticidad al acuerdo [4]. En noviembre de 1519,
un Juan Bartolomé tomó la "Nazareth", en el puerto de Ysletas,
"dada al través para la marear", en 35 dobla mensuales. El dueño,
portugués de Tavira, la entregaría aparejada, con bote para bajar a tierra
"quando lo oviérdes menester", su persona, cinco marineros y un
grumete, recibiendo la carga que "podiere llevar e portar". Tocaría
en los "logares... que vos me dixiérdes e mandáredes, con tanto que no sea
obligado de yr a las partes e logares, que son de la conquista del señor Rey de
Portogal". Hombre experimentado, exigió que el piloto fuese
"suficiente", para ir "con buena ventura.., en la armada a la
Berbería", que se preparaba contra los moros, "enemigos de la
fe". En puertas la partida, el contrato corrió desde día de la firma,
hasta que el barco quedase en puerto de Gran Canaria, desembarazado de
"gente y presa", verificándose el pago diez días después de la
arribada [5].
Teniendo los canarios por
costumbre, saltar en la conquista de Portugal, los portugueses la adquirieron
de prenderlos. Llevados a Lisboa, "fazen justicia dellos y los destierran
a las islas perdidas"[6]. Molesto por el trato, Antonio Suárez Gallinato,
regidor de Tenerife, expuso ante el Emperador, que siendo principal actividad
de la población, ir a "saltear y fazer guerra a los moros, enemigos de
nuestra santa fe Católica y a pescar en la costa de Berbería", los vecinos
de las "islas de Gran Canaria", deseaban que fuesen restablecidas las
cartas de marca y represalia, permitiéndoles aplicar la ley del Talión,
vengando el daño recibido, en los compatriotas del causante. No queriendo más
guerras, por tenerlas sobradas, Carlos V mareo la perdiz, mandando a 21 de
noviembre de 1520, al gobernador o juez de residencia, que estuviese en
Tenerife, iniciar pesquisa, que habría de culminar en queja civilizada, ante
Manuel I[7].
Quiso el Católico distanciar por
vía administrativa, las Indias de las viejas Canarias, pero el nieto, obligado
a extender el principio de tierra incógnita, a todo el continente, persiguió lo
contrario, encontrando la solución en unas islas, a 200 leguas de España, que
según Fernández de Oviedo, estaban "sin navegar" desde hacía
"mucho tiempo", habiendo sido llamadas "Valeares" en la
antigüedad y más tarde Fortunadas [8].
Mudados canarios y topónimos, en
1525 el quinto fue restablecido en las viejas islas, sorprendiendo a Juan de
Aguirre, regidor de Tenerife, al regreso de cabalgada de 8 meses, con negros de
ambos sexos. Sacadas cuentas y visto que el impuesto iba en su contra, reunió a
los vecinos. Por escrito colectivo, pidieron al Emperador devolución de lo
pagado por los armadores, en los últimos seis meses. Y supresión de la novedad.
Espabilado y dúctil el monarca, calmó los ánimos, sin hipotecar el futuro. So
pretexto de contribuir al "mejor recaudo de moros y turcos, en la costa de
la mar", los canarios que navegasen "a su riesgo y ventura.., por los
puertos, abras e mares destos nuestros reinos", sin cobrar de la corona,
tendrían tras años de franqueza, en las "presas e rescates que hicieren
por mar", a "la parte de Berbería". Se firmó a 3 de agosto de
1526[9], el año en que se diluían Santa Cruz y la Mar Pequeña.
Cristóbal de Valcaçar, también
regidor, pidió licencia para armar contra "moros y franceses", pues
si los vecinos pudiesen vengar por su mano, daños "y vexaciones", no
serían "molestados y fatigados". Se concedió a 26 de julio de 1528.
Mientras durase la guerra, los canarios no pagarían la parte del quinto, que
tocaba al Almirante Mayor de Castilla, ni otro derecho, por las presas que
hiciesen en la mar o en tierra de Berbería, repartiendo el botín entre
armadores y tripulantes, "cada uno por lo que le tocase", según
costumbre. Recibida la cédula en Tenerife, Luis de Aday compareció ante el
cabildo de San Cristóbal, en nombre de los armadores y vecinos, "que van
de armada contra los moros de Berbería, como uno del pueblo", pidiendo que
fuese pregonada. Se hizo el 1º de mayo de 1529, en la plaza de San Miguel de
los Angeles. Al poco tiempo, la franqueza se amplió a todos los castellanos,
que fuesen contra moros y franceses, "a su riesgo y ventura"[10].
Aquel año hubo armada, para saltear en Berbería [11]. Dejó recuerdo Cristóbal
Hortiz, vecino de San Cristóbal. A 11 de junio de 1529, contrató la carabela de
Juan Ferrandes, con dos socios, traspasando "la mitad de la tercia parte
del cuarto", o el venticuatroavo, en 11 doblas de oro, al pintor Andrés de
Illescas, vecino de la isla, con compromiso de saldar, al regreso, deuda añeja
de cinco doblas y media. Hortiz pondría el carpintero, "a mí costa y
minsión, que vaya en la dicha armada por mí e por vos", quedando
especificado que rescatarían esclavos, ropa, oro y plata [12]. Sin categoría
para obtener por sí mismos la "carta de fletamiento", indispensable
para incorporarse a "la armada, que agora yrá a Berbería", los socios
la compraron de reventa, al mercader Antón Sánchez [13].
Terminada la guerra con Francia,
en el otoño de 1532, los oficiales del rey de Portugal, en "la villa del Cabo
de Aguer, que es en Africa", avisaron a Tenerife de armada, que moros y
turcos preparaban en el reino de Meça, para ir sobre la isla. Al regreso de
barco espía, fletado para verificar el rumor, los vecinos se alarmaron. Estando
tan cerca de Africa "e de otros lugares de moros e turcos", señores
de Tremecén, que "en un día y una, noche podían venir de ellos a
ella", siendo "muchos los moriscos que se han libertado", que
deseando "tornarse moros, cada día llevan navíos e se van e huyen, matando
la gente que en ellos está", cometiendo "grandes delitos" por
escapar, era evidente que caso de desembarco, se pasarían a los suyos. El
regidor Rodrigo Núñez, pidió al Consejo poner guardas en la costa, de mayo a
finales de agosto, pagados a cuenta de los propios. Al no afectar la iniciativa
a las cajas reales, el "juez de residencia", que estuviese en
Tenerife y la Palma o en su defecto al alcalde, fueron facultados para
autorizar el gasto [14].
En 1550, el Emperador prohibió
las cabalgadas en las Indias de Castilla y la conquista de Portugal, pero al
permitir que se continuasen, contra los vasallos del Xarife, siguieron zarpando
las armadas. Diversificadas las actividades de los vecinos de Tenerife, a 16 de
junio de 1556, obtuvieron "permisión" para vender frutos de la tierra
en Indias, con prohibición de embarcar pasajeros y previo depósito de 5.000
ducados, en garantía de que no se asentarían en la conquista colombina. Los
barcos de Canarias se agregarían a las flotas, a su paso por las islas, yendo
en "conserva"[15] hasta Sevilla, donde habían de pagar quinto y
avería, en la Casa de la Contratación. En 1564, el gobierno de las islas, fue
entregado a sus oficiales. Dotadas de jueces propios, impuestos del dedo, con
salario anual de 200.000 maravedís, se pagó a medias entre las penas de cámara
de la Casa y los vecinos, a través de una "sisa", impuesta sobre los
bienes de primera necesidad[16]. Al recibir los barcos de Canarias extranjeros,
que se quedaban en Indias, en 1566 se prohibió embarcarlos, definiendo al
"natural" del reino, como inmigrante con 10 años de residencia, que
tuviese casa, bienes y esposa en Castilla. Pero el tráfico de clandestinos
continuó, sumándose a la prohibición de recibir pasajeros, la de llevar
cargadores. Unicamente los que se dirigiesen a puerto, donde estuviese probado
que no los había, podrían llevarlos. Quizá a demanda del rey de Portugal, la
medida se amplió a los que fuesen a Cabo Verde y Brasil, Discrecional la escala
en Canarias, se hizo preceptiva, quedando a cargo de los jueces, destinados en
las islas, el registro de todos los barcos, “yentes o vinientes” a Indias.
Desembarcados los polizones, las mercancías, no registradas en la Casa de la
Contratación, serían incautadas [17].
Rentables los cautivos destinados
a la venta, pero bastante más los musulmanes de "rescate", por tener
familia dispuesta a recuperarlos, pagando en negros no musulmanes y mercancías
diversas, lo que no valían, el Santo Oficio acordó meter las narices en las
devoluciones, molestos sus miembros, porque siendo muchos los soldados de los
presidios, que se pasaban a los moros, para convertirse al Islam, era raro el
seguidor del Corán, que lo cambiaba por el Evangelio. Sospechando que los
tratantes, movidos por afán de lucro, estorbaban las conversiones, decretaron
que todo barco, con carga de cautivos rescatados, hiciese escala en Gran
Canaria, para que los inquisidores pudiesen explorar sus conciencias, con el
fin de impedir que conversos in pectore, fuesen devueltos a hogar impío [18].
Especialista en esta modalidad de trata Agustín de Herrera, señor de Lanzarote
y Fuerteventura, que estaban a un "un día o noche de travesía", del
"trato de la dicha guerra y rescates", se dirigió a Felipe II en
1567, exponiendo los efectos de un mandato inútil: siendo "los moros que
se embían a los tales rescates, personas de entendimiento y juicio y de libre
albedrío, para escoger si quieren ser cristianos o no", al haber
sacerdotes y vicario en sus islas, el que quisiese podría convertirse, sin
necesidad recorrer el "mucho camino", que separaba las islas de Gran
Canaria. Más prolongada la travesía, que la "jornada de yda y buelta a
Bervería", era por añadidura de "mucho riesgo y peligro de corsarios
y enemigos luteranos y de otras naciones.., por ser el principal paso que
Vuestra Alteza tiene para sus Indias". Al perjuicio se sumaban detenciones
prologadas, que a menudo obligaban a regresar, sin haber tocado en tierra de
moros, porque pasó el tiempo de hacer el viaje. Siendo "sus rescates"
de "moros" medio de vida de los canarios, desde que las islas
"están en conocimiento de nuestra Santa Fe Católica", parecía a
Herrera inadmisible la "novedad" que "de pocos años a esta
parte", introdujeron los del Santo Tribunal [19].
Persistente la costumbre de cazar
negros en la conquista de Portugal, las quejas del joven D. Sebastián, cuya
confianza deseaba ganar Felipe II, dieron lugar a drástica prohibición de las
cabalgadas, en 1572, decretada por el rey, so pretexto de que "por codicia
de traer algunos moros", sus vasallos exponían la vida sin provecho.
Pregonada en abril, en la plaza de Nuestra Señora de los Remedios, de San
Cristóbal, levantó clamores[20]. Soportó el Austría impávido las criticas y la
disminución de sus rentas, hasta que el 27 de enero de 1579, teniendo la corona
de Portugal en la mano, aprovechó queja tardía de Pedro de Escobar, regidor en
la "Isla de Canaria", para autorizar las dos armadas de costumbre.
Visto que al faltar "los dichos moros y esclavos negros", haciendas,
ingenios y viñas "vienen en mucha disminución", quedando la tierra en
barbecho[21], al no comportar riesgo el remedio de "necesidad tan
precisa", pues azanegues y alárabes carecían de armas y barcos para
defenderse, irían de cabalgada, tras verificar el gobernador, que llevaban, por
cabeza persona "práctica" en la guerra de moros, yendo en
"orden", "recato" y bien armados[22]. En vida el cardenal -
rey D. Enrique, seguro el Austria de que Hamete de Marruecos, tenía en su poder
la persona de D. Sebastián de Portugal, por no ofenderlos, prohibió
"saltar" en la conquista portuguesa y en territorio del Xarife o sus
aliados. Lo harían de "San Bartolomé abaxo", donde había "muchos
moros aláraves, que no son subjetos a el dicho Xarife, antes
contrarios"[23].
Era rey de Portugal Felipe II en
1582, cuando tormenta o armada del Prior de Ocrato y sus aliados, dispersó la
flota de Nueva España. La Gallega, que llevaba la plata, fue a dar en Madeira.
Trasladado el tesoro a la Gomera, Alonso de Guzmán aconsejó que lo recogiese el
Marqués de Santa Cruz, que estaba en la isla de San Miguel, por ser travesía
"muy fácil" y de 8 días, aunque al regreso se complicase, pues
"tornar a ponerse en altura, la buelta de Madera", para tomar la vía
de España, exigía un mes[24]. En primavera, corrió que Francia e Inglaterra,
preparaban armada.
Estando en la mar barcos de
Holanda y Ocrato, Felipe II se inquietó, por provincia recién adquirida:
"siendo la ysla de Madeira... de la importancia que es", el Conde de
Lanzarote pasaría el verano en Funchal, o en otra fortaleza, con 250 o 300 canarios,
guardando su isla 25 soldados de leva[25]. Por entonces preocuparon al Austria
los naturales del Algarbe, que "so color de ir a las Islas y Cabo Verde,
con frutos de la tierra", entraban en Indias, para quedarse. No habiendo
encontrado solución, mandó buscarla al duque de Medina [26].
Yendo y viniendo los canarios a
Indias, por rutas alternativas, cuándo y cómo les parecía, en 1589, a más de
prohibirles sacar barcos sueltos, se procedió a la "remodelación" del
archipiélago. Reconociendo su categoría de reino, Felipe II nombró regente, con
residencia en Gran Canaria, autoridad decorativa, pues la responsabilidad
continuó descansando en el gobernador. Anunciada en 1591 visita de Morato
Arrez, metáfora que pudo ocultar a Drake o a las armadas del Prior, rey
destronado de Portugal, se mandó aviso a Luis de la Cueva, para que pusiese a
resguardo su gobernación, procurando que "lo estén las demás islas",
pues de asentarse enemigos en el archipiélago, pondrían en precario la
comunicación con Indias [27]. Apurado y en carta privada, De la Cueva se
sinceró. Al ignorar la vetustez de la tradición, confesó que holandeses y otros
enemigos de la corona, eran habituales de los puertos de Canarias, desde hacía
unos 26 años. Se detenían para hacer aguaje, rescatando leña y bastimentos, a
cambio de paños a la ida y oro a la vuelta, en ruta a Indias y la Berbería.
Bien recibidos por generosos y correctos, de cambiar de talante, podrían hacer
lo que les diese la gana, porque la guarnición, de 60 hombres, no tenía artillería
ni un grano de pólvora, el alcaide de Santa Cruz era un "muchacho"
inexperto y el corregidor, anciano inválido. Recibido el informe, Alonso de
Guzmán hubo de mandar 250 hombres, con la artillería que pudo rapiñar, en dos
barcos de embargo, agregados a la flota. De retorno traerían a Luis de la
Cueva, culpable por ligero de lengua [28].
Los ingleses no visitaron las
islas aquel año, ni se hicieron notar en exceso por Indias. Aprovechando el
respiro, en 1594, Felipe II intentó la segunda conquista de Inglaterra. Escaso
de gente capaz de navegar, llamó a los canarios, quedando en las islas 250
varones adultos, por toda defensa[29]. La respuesta británica se produjo en
1595. Detectado Drake en aguas de la isla de Santa Catalina, se temió que la
flota fuese tomada, "la vuelta" de Madeira[30]. Y lo fue. El corsario
no había llegado sólo. Cumberland ocupó Puerto Rico y Raleigh, Trinidad. De no
haber fallecido el más ilustre de los marinos ingleses, frente a Portobelo,
víctima de la disentería, que no de los españoles[31], es probable que el
domino filipino en América, hubiese terminado aquel año.
Dos más tarde, los canarios se
hicieron sospechosos de mantener contactos, excesivamente fluidos, con enemigos
de la corona, contrabandeando a placer. Siendo evidente que zarpaban fuera de
tiempo, para no encontrarse con las flotas, pues interferían sus contactos, se
les prohibió, por enésima vez, que fuesen barcos "sueltos" a
Indias[32]. Desatendido el mandato, la corona perdió autoridad, dejándose el
resto tras desembarco de holandeses en Gran Canaria, en 1599. Ocupada sin
tropezar con resistencia, los flamencos respetaron al pueblo llano, liquidando
jerarcas, eclesiásticos y civiles, con aprobación general. Al no tener
intención de quedarse con la isla, porque no les pareció rentable, la
abandonaron por su pie. Para ocultar que la afrenta fue posible por pura
estupidez del poder, se acusó a los naturales de haber vendido a los moros
armas y pólvora, que nunca mandó el rey, sacándolas en cajas de azúcar y
confitura[33].
En 1603, teniendo la exclusiva de
la trata al asentista Rodríguez Coutiño[34], los de Tenerife solicitaron la
autorización, que tenía Gran Canaria, para formar dos armadas al año, con el
fin de saltar en Berbería, pues siendo ubérrima la isla, abundando los
esclavos, desde que faltaban, "casi no se cogen azúcares", por ser
los negros "que ay de Guinea muy caros" y "los vecinos
pobres"[35]. Contribuye a situar las Fortunadas, real aviso de 1610.
Iniciada la expulsión de los moriscos en Valencia, ciertas familias gaditanas,
presintiendo el futuro, fletaron barcos de franceses, marchando a Berbería.
Temiendo Felipe III que al pasar quedasen en Canarias, remitió orden de
urgencia, para que no fuesen recibidos, pues estando las islas tan cerca de
tierra de moros, representarían peligro suplementario [36].
Impulsados por la fuerza moral,
que les daban la apropiación de la corona portuguesa, por el rey de las Españas
y el matrimonio de Miguel de Portugal, primogénito del Prior de Ocrato, con
hija de Mauricio de Nasseau, sus aliados holandeses, franceses e ingleses,
fundaron poblamientos en la "conquista" de Portugal, haciendo tan
peligroso el Caribe, que ni aun a Canarias se navegaba en barco suelto. Estando
nueve "mercantiles" en Sanlúcar, con las "islas" por destino,
fueron obligados formar flota, "subordinados" al mayor, según
costumbre [37]. Suspendida la de Indias de 1607, los canarios violaron todas
las disposiciones, yendo cada cual a Indias, como le pareció. Consciente Felipe
III de que legislar en el absurdo, da desobediencia civil por resultado, en
1612 adaptó la ley a lo posible. Los fuesen con la flota de Nueva España, se
pondrían a "la colla" el 1º de mayo y los de Tierra Firme, "en
las primeras aguas de agosto". De no avistar a los navíos, podrían hacerse
a la mar, zarpando los unos entre el 20 y el 30 de julio y los otros del 20 al
30 de diciembre. El regreso lo harían por Sevilla, para registrar las
mercancías en la Contratación. Al ser cada vez más raro el encuentro de los
barcos, con las flotas, en 1626 se agregó barco de Canarias, a la de Nueva
España [38].
Habiéndose estrechado los lazos
de canarios y corsarios [39], en 1644 Felipe IV cometió el error de prohibirles
navegar a Indias y las Islas de Barlovento[40]. Sin efecto el mandato,
rectificó en 1649. Autorizados a exportar a Indias, cada año, 700 toneladas de
frutos de la tierra, la licencia se repartió, en función a la importancia de la
isla. Correspondieron a Tenerife 400 toneladas, a Palma 200 y a Gran Canaria
100. En 1657, la permisión se amplió a 1.000 toneladas, tocando a la primera
600, repartidas en tres barcos de 200; a la segunda 300 y a la última 100. Por
acortar camino, los que trajesen retorno de especies y corambre, entrarían en
su puerto, pagando a los jueces locales el 2 1/2 % de almojarifazgo. Pero el
que "rescatase" oro, plata, esmeraldas o perlas, se alargaría al
Guadalquivir, para liquidar quinto y avería, en la Casa de la Contratación
[41].
La historia oficial impone parada
en las Canarias orientales, para llegar a Indias. Pero navegar a vela, con la
fuerza de la mar de costado, no es cómodo ni recomendable. A mayor
abundamiento, no faltan pruebas de barcos sueltos y flotas, que mojaron en
Indias sin escalas, dando al traste con el imperativo de renovar matalotaje. En
cambio es cierto que desde el siglo XV, al tiempo de Antonio de Ullóa, quien
llegó a tierra firme, pasó "al través" de las Canarias. Se puede
pasar "al través" de las Antilllas, pero no de un archipiélago, entre
cuyas islas no hay canal, por estar sobradamente alejadas. Los que tocaban en
la costa de las "Canarias" de Brasil, a 20 días del Guadalquivir,
según Alonso de Palencia, para llegar a Tierra Firme o Nueva España, pasaban
"al través" de otras Canarias, porque quizá así se llamó el subcontinente
en su conjunto. El topónimo persistió en los aranceles, destinados a los
puertos andaluces. Aún en el siglo XVIII, azúcar, añil, orchilla y palo santo,
venían de Canarias, pues la gente de la mar, no entendía de Antillas. Hemos de
admitir que los paisajes, descritos por Humboldt y otros viajeros, cuadran más
con el contexto americano, que con las sequedades y bosques de coníferas, de
las Canarias Atlánticas.
[1] R.A. doc. CXX. Pedro de Aday, vecino de Lequeitío,
navegaba en 1487. [2] R.A. doc. CXVIII.
[3] R.A. doc. CXX.
[4] R.A. doc. CXVIII. [5] R.A. doc. CXXIII.
[6] Alonso de Palencia acusa a los portugueses de cortar
pies y manos a los castellanos, antes de matarlos (Crónica
de Enrique IV Década III Lib. V Cap. IV).
[7] R.A. doc. CXXIV.
[8] F.O. T. I.
[9] R.A. doc. CXXXVI.
[10] R.A. doc. CXXXIX/CXXXVI. [11] R.A. doc. CXLII.
[12] R.A. doc. CXLI. [13] R.A. doc. CXLII. [14] R.A. doc.
CXLVI.
[15] Según viejo diccionario, "conserva"
significaba "la mutua unión de muchas embarcaciones, para auxiliarse y
defenderse". [16] "Norte de la Contratación de las Indias
Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671.
[17] "Norte de la Contratación de las Indias
Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671. [18] R.A. doc. CXLVIII. 23 de
mayo de 1567.
[19] Ibídem.
[20] R.A. doc. CXLIX. [21] R.A. doc. CLI. [22] Ibídem.
[23] Ibídem.
[24] ADMS. 2397 a 2405.
[25] ADMS. 2397. El Condado de Lanzarote, fue concedido a 9
de septiembre de 1567, a Agustín de Herrera, siendo elevado a marquesado a
instancia del titular en 1568. Herrera tuvo una hija, Constanza que casó con
Gonzalo Argote de Molina (“Aparato para la corrección y adición de la obra de
D. Joseph Berní”. Aut. Antonio Ramos. Imp. Málaga. En la Imprenta de la Sta
Iglesia 1777. BDMS 3019.
[26] ADMS. 2399.
[27] ADMS. 2399 a 2406. [28] ADMS. 2421.2478. [29] ADMS.
2402.
[30] ADMS. 2402. La isla estaba frente a Yucatán, en la boca
del Golfo de Honduras.
[31] ADMS. 2402.
[32] "Norte de la Contratación de las Indias
Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671.
[33] "Alonso Pérez de Guzmán, General de la
Invencible", de la autora. Ed. Universidad de Cádiz. [34] "Norte de
la Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671.
[35] R.A. doc.
CLII.
[36] ADMS. 2409. [37] ADMS. 2409.
[38] En la flota de Nueva España,
iba la nao de Honduras o Campechana. En la de Tierra Firme, los barcos de Santa
Marta, Venezuela y Caracas, sumándose en ocasiones el de las Islas de
Barlovento, que tocaba en la Margarita y la nao de Trinidad.
[39] A finales del siglo XVI, el
Duque de Medina Sidonia recibió orden de investigar a cierto escocés, residente
en Canarias, denunciado como espía, al servicio de
Londres (ADMS 2402).
[40] Las de "Sotavento" formaban parte de las
Canarias.
[41] "Norte de la Contratación de las Indias
Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671.
III. Las Guerras de Guinea: El preludio de Enrique IV
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