Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO X
LA ÚLTIMA DERROTA DE
CANARIAS
Que unas islas volcánicas,
pobladas por un puñado de guanches, padeciesen dos conquistas en toda regla, en
poco más de una década, escapa a la lógica. Pero el hecho es que Alonso
Fernández de Lugo, emprendería una segunda conquista de las Canarias, recién
terminada la primera. Partícipe de la guerra de Vera, residente en Gran
Canaria, en 1489 era propietario de plantaciones de caña e ingenio y Alcaide en
Algueres [1]. Mal pagador, le perseguían los acreedores, cuando fue llamado a
Granada por los Católicos. A 19 de febrero de 1492, le compensaron por los
servicios prestados y el 1.400.000 maravedís, que adelantó para la conquista de
Palma, con donadío en el Valle de Graxere, entre la villa de Galel y la costa
[2], adjuntando licencia para tomar agua donde quisiera, destinada a regar 90
fanegadas de tierra de sembradura, aptas a plantación de caña dulce y frutales.
El Alonso de Lugo azucarero, es para Bernáldez caballero sevillano "de
noble generación, hombre pacífico y de muy buena condición y de sana
conciencia, agudo y de buen corazón e ingenio, cuidadoso de ganar honra e de
servir a Dios y a sus Altezas... en conquistar las gentes bárbaras e idólatras,
ignorantes y enemigas de la fe cathólica"[3]. Mediador entre Pedro de Vera
y los nativos, "porque con mucho amor los trataba e conquistaba"[4],
se le atribuye la iniciativa de la guerra: "quando vido tiempo conveniente,
demandó a el rey e a la reyna, la conquista de Palma"[5].
El 13 de julio de 1492, Colón
preparaba en Palos su viaje. Y Fernández de Lugo era contratado. Absteniéndose
de aludir a la campaña de Pedro de Vera, la soberana ordenó: "avéis de
conquistar la Ysla de la Palma", que está en "poder de ynfieles
canarios". Presupuestada la operación en 700.000 maravedís, buscaría los
dineros, recuperando la inversión y obteniendo beneficios, a cuenta de los
"quintos... de cautivos e ganados e bienes"[6], "de qualquier
tomas e cavalgadas, que vos e las gentes que llevades.., tomasen de qualesquier
vecino de la Isla de Tenerife e de qualesquier logares de Berbería"[7].
Caso de no amortizar la inversión, en el curso de la campaña, Lugo se
reservaría las rentas de Palma y Tenerife, hasta finales de 1494[8]. Recuperado
el capital, reales oficiales sacarían la cuenta, quedando al mílite, de por
vida, el medio quinto de las islas y los gajes, que le correspondiesen como
gobernador, cargo concedido con carácter hereditario, transmisible por vía de
primogenitura[9]. Conveniente que Palma fuese "prestamente poblada",
los castellanos que se estableciesen "de asiento", con mujeres e
hijos, serían francos de pechos y derechos, "según e como lo son los
vecinos de la Gran Canaria"[10].
Buscó Lugo por socios
capitalistas a Juanoto Berardi, florentino, representante en Sevilla de
Bartolomé Machino, que tenía arrendada la Guinea al rey de Portugal y al
mercader genovés, residente en Sevilla, Francisco Riberol. A repartir costos y
beneficios por terceras partes, de haber "demasía" en el gasto,
"se partiese de sueldo por libra.., según se suele y acostumbra hacer,
entre mercadores"[11]. La armada salió del puerto de Alventos, en día
indeterminado de finales de julio o agosto. Preceptivo que la campaña de Pedro
Vera, quedase circunscrita a Gran Canaria, Bernáldez cumple su deber, al decir
que la isla de Palma, habitada por gente "bestial", no fue
"señoreada" ni pacificada, "de otra nación" ni persona, hasta
que la conquistó Alonso de Lugo, consiguiendo "despojo" de 1.200
"ánimas de varones e mujeres, chicos e grandes" y 20.000 cabezas de
ganado, ovejuno y cabruno[12], cifra exigua, si tenemos en cuenta las 40.000
cabeza, que el obispo de Rubico, tenía en Fuerteventura.
Francisca de Palma, residente en
Gran Canaria, natural de La Palma "e mucho emparentada en ella",
explica muy diferente conquista. Convencida por Francisco Maldonado,
"nuestro pesquisidor en la dicha Ysla" y sus regidores, pasó a la
patria de origen, para convencer a sus paisanos. Consiguió que diesen
vasallaje, "fuesen de paces e estoviesen a nuestro servicio et
mandado", los dos bandos, que se repartían la isla. Los miembros del uno
se dejaron bautizar en bloque, casando "los onbres con sus mujeres",
siguiendo su ejemplo no pocos del segundo. Recibido Alonso de Lugo por el
cabildo de "San Miguel de la Palma", formado a imagen y semejanza de
los castellanos, "con la solemnidad acostumbrada", los varones
ofrecieron combatir en su compañía, "fasta tanto que la isla fue allanada
y acabada de conquistar"[13].
Imposible hacerse con cautivos,
ganados en "buena guerra", por no haberla, Lugo buscó
desesperadamente el medio de procurárselos. Esgrimiendo "poderes que dijo
que... tenía", para asegurar el respeto a personas y bienes, pidió a
Francisca que a imitación de incas, aztecas y vasallos de Portugal, los
notables diesen a la reina algunos de sus hijos, a título de rehenes,
"para que nos viésemos más su firmeza y lealtad". Suponiendo que
serían educados en la corte, para ser exportadores de la lengua y hábitos de la
metrópoli, a la periferia, buscó "22 mochachos e mochachas", hijos de
nobles locales. Embarcados en compañía del conquistador, arribaron a Puerto de
Santa María en febrero de 1493, siendo vendidos de inmediato, mientras los
padres hacían la guerra, al servicio de Castilla[14]. Insuficiente el lote para
cubrir gastos, Lugo urdió patraña, que le permitió comercializar masivamente a
los isleños. Imposible negar que dieron vasallaje, les acusó de traición
abortada. Tras prometer convertirse a la "santa fe católica", se
confabularon a sus espaldas, para "dar en el... real" de los
castellanos, "e lo desbaratar". Enterado Lugo por sus espías, lo
impidió, absteniéndose de castigarlos, a la espera de reales instrucciones.
Interesada la reina en el negocio, dio crédito al infundio, haciendo regalo
sustancioso a su capitán, para abrir la veda de "palmeses": "nos
le hezimos merced de ciento cincuenta cautivos, de los que fueron en la dicha
traición"[15].
Estaba Colón en Indias y Lugo en
Andalucía, cuando "ciertos vecinos" de Santa María Sin intención de
moverse de la corte, Lugo delegó la captura en los escuderos Espinosa y
Benavides. Cayendo sobre San Miguel, rompieron la "pacífica paz",
incautando bienes y cuerpos de aborígenes, que fueron embarcados para
"estos nuestros reinos"[16], sin atender a las protestas de
Francisca. Sintiéndose culpable, "por haber sido ella intérprete e cabsa
de que ellos se confiasen", quiso pasar a Castilla, para querellarse ante
los reyes, "por sy e por los dichos sus parientes y naturales", pero
esgrimiendo la prohibición de 1491, le impidieron embarcar [17]. Poco después,
la muerte de cuatro esclavos de Alonso de Lugo, quizá propiciada o provocada
por su propietario, sirvió de excusa, para arrestar a los familiares de
Francisca. Secuestradas sus pertenencias, el "conquistador" probó la
gravedad del delito, por la dureza del castigo: "aforcó injustamente"
a dos palmeños, "cabeçeras de vando", que combatieron a sus órdenes,
so "color" o apariencias de haber inspirado revuelta inexistente,
salvando Francisca la cabeza, por evitar escándalo sonado[18].
del Puerto, saltaron en Tenerife,
capturando canarios "que se disen de las pazes", vasallos de los
reyes de Castilla. Embarcados con la orchilla que tenían, los llevaron a vender
a su pueblo, "e a otras partes de Andalucía". No deseando disturbios
prematuros, los Católicos ordenaron recuperarlos, para devolverlos a su isla
[19].
Improcedente que el conquistador
vegetase, por espacio de un año, Bernáldez lo lleva a Sevilla, apenas terminada
la conquista de Palma, para preparar la de Tenerife. En verdad, Lugo no supo
que habría de emprenderla, antes del 28 de diciembre de 1493[20], en que los
Católicos le ordenaron conquistar la "última y setena de las Canarias y
una de las mejores..". Para evitar que se eternizase, en la preparación de
la armada, la licencia de sacar de Andalucía 2.000 quintales de bizcocho, 1.000
cahíces de trigo y 300 de cebada, tuvo fecha de caducidad: finales de marzo de
1494[21]. De embargar los barcos para la "nuestra armada", que habría
de pasar "destos nuestros reynos a dicha Ysla de Tenerife", se
encargó el Capitán General de la Armada, proveedor de la artillería, armas,
herramientas, pertrechos y "bestias", para tropa de 1.500 peones y 100
caballo, engrosados con 500 peones y 60 caballos, al pasar por Gran
Canaria[22]. Asentaba Colón los principios de su Española o Isabela, mientras
Lugo buscaba 300 pobladores asalariados, para Tenerife[23].
"Reducida" la isla "a nuestro servicio", tras señalar
asiento para la iglesia o iglesias a fconstruir, repartiría solares y
haciendas. Cumplida "vecindad" de cinco años, en casa poblada con
mujer e hijos, los residentes podrían inscribir la propiedad, en el "libro
de todos los heredamientos", adquiriendo el derecho a venderla[24].
Capitán de Tenerife, en el curso de la conquista, una vez terminada, Lugo
ascendería a gobernador, en las mismas condiciones que en Palma [25].
Indignados al no haber recuperado
una blanca, Juanoto Berardi y Francisco Riberol, demandaron al socio, que los
embarcó en la aventura. A punto de ser ejecutado por el Conde de Cifuentes,
salvó los muebles, esgrimiendo el carácter levantisco de los guanches,
"que así se llamaban los vecinos de la Isla". Asegurando que harían
méritos sobrados, para terminar en el mercado, consiguió que reinvirtiesen las
pérdidas en la empresa[26]. Pero la isla deparó a Lugo, sorpresa desagradable.
Habiéndose dejado bautizar, en tiempo de Pedro de Vera, los naturales le
recibieron, declarándose "cristianos y libres". Sin intención de
resignarse a la miseria, reunió a sus hombres, informándoles de que faltando la
pelea, no habría botín ni sueldo. Sin causa real para iniciarla, el castellano
la creó ideal: lo abrupto de la orografía, la habilidad de los honderos
guanches y la resistencia que opusieron a la cristianización, permitían
barruntar que a las primeras de cambio, volverían a las andadas, haciéndose
"nuevamente" señores de la isla. No habiendo mejor medio de
impedirlo, que la derrota preventiva, acordaron trepar a los riscos, con
alevosía y nocturnidad, para meterles definitivamente en vereda. Puesto el plan
en ejecución, los castellanos no cayeron en que la experiencia espabila.
Debidamente informados de la doblez de los cristianos, los guanches les recibieron
con lluvia de piedras, que según Bernáldez, causó 800 bajas en la filas de
Lugo, regresando los supervivientes a los barcos, en batel o a nado. Zarparon
acosados desde acantilados tan próximos, que parecen haber ancorado en un río
[27].
Supone el cronista que de regreso
en Gran Canaria, Lugo pasó a Sanlúcar, consiguiendo que Juan de Guzmán le
financiase empresa, rematada en 1495, con deportación de guanches,
"grandes y chicos, pues "uno no quedó", cuya venta reparó la
maltrecha bolsa del gobernador [28]. Pero al decir de la documentación, éste
convocó al escribano García de la Puebla, para prometer, en escritura pública,
otorgada a 14 de junio de 1494, que daría la mitad del botín y la tierra
conquistada, a quien aportase 600 infantes y 30 jinetes, encabalgados y dotados
de transporte, para la conquista de Tenerife. Entregado el documento a Gonzalo
Suárez de Maqueda, vecino de Gran Canaria, originario de Puerto de Santa María,
desembarcó en Cádiz, puerto oficial de Indias. Cruzando la bahía, siguió a
Sanlúcar por tierra. El duque de Medina Sidonia, debidamente aleccionado por el
obispo Juan de Fonseca, le recibió de inmediato. Alzado banderín de enganche en
Bonanza, se reunieron en horas 7 banderas de infantes y 40 jinetes, por tener
buena reputación la tierra de destino[29]. Equipados de espadas, capotes,
alpargatas y camisas, comprados en Sevilla, por valor de 178.600 maravedís,
zarparon a 25 de octubre, rumbo al puerto de Santa Cruz, llevando al frente a
Bartolomé de Estupiñán [30].
No informó Lugo a sus socios del
fracaso, ni de la introducción de un tercer socio capitalista, pero al
frecuentar Francisco Riberol el puerto de Sanlúcar, se enteró
irremediablemente. Dándose por estafado, volvió a demandar al conquistador.
Enterado en Villa Real de las Palmas, salvó el bache, vendiendo los
"heredamientos" del valle y villa de Graxere, a 19 de agosto de 1494,
ante el escribano Gonzalo de Burgos. Plantación de caña, frutales,
"cerramientos", "portones", vivienda, molino de pan,
cuadras e ingenio, dotado de calderas, trochas, sobreformas de purgar, 200
arrobas de azúcar y 40 de confites, "con todo lo a ello anejo y
perteneciente, que hoy tengo y me pertenece, en al valle de Agarte",
fueron adquiridos por censo anual de 650.000 maravedís, en moneda canaria, que
Francisco Palomeras, mercader genovés residente en Valencia, pagaría
directamente a Francisco Riberol[31].
Aprovechando el tiempo, Lugo
organizó cacería de negros, asociándose con Mateo Viña, ahora residente en Gran
Canaria, plantador de caña y tratante en esclavos, que aportó su carabela. Buen
negociador el gobernador, convenció a 60 jinetes y 300 peones, de los que
estuvieron en Tenerife. No habían cobrado un maravedí, pero le siguieron [32],
uniéndose a la expedición Diego y Cristóbal Garrido, vecinos de Palos, recién
llegados a la isla, con intención de cargar canarios. Elegida por cazadero la
rada de Teca [33], en Tenerife, los navíos se detuvieron en sus inmediaciones,
pues los naturales se perderían en la espesura, apenas aventasen navíos de cristianos.
Izadas las velas "en anocheciendo.., para facer el salto que a ellos
cumplía", al no "saber... enteramente" el puerto, la carabela de
Viña "entró en un aprieto y se perdió". No impidió el accidente la
captura de 140 guanches y 20.000 cabezas de ganado. Vendida la presa por Viña y
Lugo [34], no habían repartido un maravedí, con la tropa y los paleños, cuando
llegaron los refuerzos de Sanlúcar, partiendo Lugo a su conquista. Los Garrido
y la gente denunciaron. A la espera de sentencia, deambularon por Villa Real,
"pidiendo limosna de por dios" para comer [35]. Queja del rey de
Portugal, contra vecinos de Canarias y Cádiz, que violando lo acordado en
Tordesillas, saltaron en Guinea, acopiando cabezas de naturales, vendidas de
inmediato [36], pudiera estar relacionada con la cabalgada.
Terminada la conquista, Lugo
arribó a Puerto de Santa María, a principios de 1495, con carga de cautivos.
Suponiéndolos exentos de derechos, porque así lo prometió la reina, le
sorprendieron los almojarifes, exigiéndolos "de puerto y estancia.., asy
de entrada como de venta", porque "estos cautivos no son de tierra de
moros ni son moros". Al explicar el conquistador que se trataba de
guanches de las Canarias, los almojarifes sumaron, en lugar de restar,
añadiendo el quinto a las tasas, al pagarlo cuanto procedía de las islas,
negándose a considerarlos presa, hecha "en tiempo de guerra", porque
siendo secreta la de Tenerife, no tenían noticia. Se quejó el conquistador a
Isabel, que se salió del embrollo, con decir que pagasen "como si fueran
de cabalgadas, que se hiciesen en tierra de moros", a la espera de
averiguar lo que pagó Pedro de Vera por los cautivos, durante la conquista de
Gran Canaria[37]. Autorizada Francisca de Palma, a demandar a Lugo "por justicia",
recibiendo promesa real de que iría "buena persona" a la isla, a
investigar atropello vetusto[38], el 29 de enero de 1495, Alonso Fajardo fue
nombrado gobernador de Gran Canaria, con salario anual de 150.000 maravedís de
Castilla, iguales a 200.000, en moneda de la isla. Tomada posesión el 7 de
agosto[39], figuró, entre las misiones encomendadas, la de solventar la
cuestión de Francisca, de "plano" y sin "figura de
juicio"[40]. La encomienda debió ser cumplida, pues le "palmesa"
desaparece de la historia.
En la primavera de 1496, el duque
de Medina remitió un segundo navío de Sanlúcar al puerto de Santa Cruz, con
harina, bizcocho, aceite y vino, sumando 748.840 maravedís, a la deuda de Lugo.
Como parte del pago entregó nao, valorada por el propio gobernador, en 200.000
maravedís y 280 canarios, que mandó al Guzmán, en diferentes partidas. Por real
albalá firmada en Burgos, a 5 de noviembre 1496, Lugo quedó facultado para
repartir la tierra de la isla, "según que a vos bien visto
fuere"[41]. Olvidando el real deseo de "que la dicha ysla se
pueble"[42], adjudicó al duque de Medina cuatro leguas cuadradas, entre
los ríos de Abona y Abades, con 1.500 fanegas de sembradura y agua para
regarlas[43]. Insatisfecho el Guzmán, que para nada quería aquella tierra, en
su testamento, redactado en 1507, hizo referencia a "los maravedís que le
pertenecen, por cuenta de Alonso de Lugo, así por los recaudos públicos, como
por la Bobadilla, su mujer"[44]. Impagados en 1513, Leonor de Guzmán,
duquesa viuda, reclamó a los herederos de Fernández de Lugo, 5.248.160 de
maravedís, pendientes desde la conquista de Canarias[45]. Los que participaron
en la guerra, cobraron en cautivos. Secuestrados los más por la iglesia, no
tardaron en pleitear, reclamando sus emolumentos, a Lugo y la corona. Uno de
los demandantes fue Francisco Gorvalán[46], vecino de Sevilla. Dando a Lugo
tratamiento de capitán de Tenerife, le reclamó 40.500 maravedís, por 4 años de
servicio en la conquista, con sueldo de 9.000 maravedís, sin haber visto un
chavo a más de préstamo de 15.000[47]. Acumuladas "diferencias y
debates", en torno a esclavos, cabezas de ganado y otras rapiñas, los
reyes nombraron jueces árbitros, que solventasen la cuestión [48].
En noviembre de 1496, los
monarcas cumplieron la palabra de nombrar a Lugo, cabeza de estirpe de los
gobernadores de Tenerife, por su "suficiencia e ydoniedad" y los
"muchos riesgos y peligros" que arrostró. Reunidos en cabildo hombres
buenos y justicias, le entregarían las varas, para que lo formase de nuevo,
procediendo a la expulsión de "rebeldes e inobedientes", "y no
estén mas en ella"[49]. Al regalo se sumó merced, no menos apreciada por
etérea. Habiendo reducido al servicio de Dios, a los pobladores de dos islas,
que en menos de dos siglos, sufrieron cuatro conversiones, poniendo en
"arrisco" su persona, "e truxistes a los que se llamavan reyes
de las dichas islas, a nos dar la obediencia e reverencia que devían", lo
que apunta a conquista sin batallas, Lugo insertaría en las "armas, que
agora vos teneys e tengays, en vuestro escudo e reposteros y después de él los
lleve su descendencia y linaje", dos "islas" y "en medio de
ellas "sendas fortalezas, por haberlas construido, dejando perpetua
"memoria" del hecho[50].
[1] SRGS. I.1489.143.
[2] SRGS. II.1496.1. En las Canarias, actuales no aparece
topónimo similar.
[3] Bernáldez cap. CXXXII. [4] Bernáldez cap. LXVI.
[5] Bernáldez cap. CXXXII. [6] SRGS. VII.1492.18.
[7] SRGS. VII.1492.20. [8] SRGS. VII.1492.13. [9] SRGS.
VII.1492.20. [10] SRGS. VII.1492.19. [11] SRGS. II.1494.85.
[12] Bernáldez cap. CXXXII, pág. 679.
[13] SRGS. II.1494.85/ XI.1494.413/II.1495.49. [14] Ibídem.
[15] Ibídem.
[16] SRGS. II. 1495.49.
[17] SRGS. XI.1494.413/II.1495.49. [18] Ibídem.
[19] SRGS. XII.1493.94.
[20] SRGS. XI.1493.47. Lo extendió la reina en Zaragoza, al
regreso de Barcelona. [21] SRGS. XII.1493.189.
[22] SRGS. XII.1493.51.
[23] Según Fernández de Oviedo,
en su tercer viaje Colón encontró a la población de Isabela, en tan lamentable
estado, que los reyes le ordenaron embarcar 300 "sentenciados" y
desterrados o más, "para esta isla", por evitar que se despoblase
(F.O. T. I). Habiendo realizado poco antes el segundo viaje, que fue de guerra,
es probable que los historiadores lo presenten cómo de población, al
confundirlo con el de Lugo.
[24] SRGS. XII.1493.53. [25]
Ibídem
[26] SRGS. II.1494.85.
[27] Bernáldez cap. CXXXIV. [28]
Ibídem.
[29] ADMS. 4278.
[30] SRGS. VII.1496.157/ADMS.
4278.
[31] SRGS. II.1496.1. Los reyes
aprobaron la venta en Tortosa, a 28 de febrero de 1496. Palomeras podría
trasladar el ingenio "que teneys en la dicha heredad, a otra cualquier
parte della, donde vos quisiérdes e viérdes que estuviere mejor e más
provechoso", tomando aguas en nacimientos o cursos, sin perjudicar a
tercero, haciendo las "arquillas y heridos" que le pareciese. En Gran
Canaria encontramos un Agaete, con ermita del siglo XVI, cuya fundación se
atribuye a Lugo.
[32] SRGS. 1.1496.23.
[33] En 1610 se menciona Teca,
como población de Marruecos, en la Berbería. En las Canarias actuales, no
aparece el topónimo. Es de notar la coincidencia de cifras. Según Bernáldez,
20.000 cabezas de ganado, formaron parte del botín de Palma.
[34] SRGS. II.1495.133 ADMS.
2408. Año 1610.
[35] SRGS. I.1496.23. [36] SRGS.
II. 1495.501. [37] SRGS. III.1495.37.
[38] SRGS.
XI.1494.413/II.1495.49.
[39] SRGS. I.1495.18 R.A. doc.
XXVII. [40] SRGS. XI.1494.413/II.1495.49.
[41] SRGS. XI.1496.127. [42] SRGS. XI.1496.9. [43] ADMS.
4278/931. [44] ADMS. 931.
[45] ADMS. 4160.
[46] Colón le compró un caballo,
que le fue secuestrado por Francisco Bobadilla y devuelto en 1501. [47] SRGS.
VII. 1496. 33.
[48] SRGS. XI. 1496.124. [49]
SRGS. XI.1496.122. [50] SRGS. XI.1496.8.
No hay comentarios:
Publicar un comentario