Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO IX
LA MUERTE DE FERNAN
Apenas perdió el poder Pedro de
Vera, las denuncias revelaron la realidad de su gobierno. Tenía por costumbre
permitir a sus colaboradores, apropiarse de lo ajeno; juzgaba movido por
simpatías o antipatías, sin prestar atención a la naturaleza del delito y sus
circunstancias; acogía delincuentes convictos a domicilio, facilitándoles la
huida, absteniéndose de pagar sus deudas. Imagen típica del cacique peninsular,
que se refleja en denuncias individualizadas: Antón Viejo, vecino de La Gomera,
recibió solar y heredamiento, por haber servido en la conquista, del pricipio
al fin. Tenía construida vivienda y cultivada la tierra, cuando el gobernador
le embargó, para dar sus bienes a uno de sus criados [1]; Fernando de Galdar de
Guarnateme [2], aborigen castellanizado, dedicado al cultivo de la caña, al que
la historia oficial convierte en príncipe, aguardó la caída de Vera, para
reclamar devolución de préstamo en azúcar, incobrable mientras tuvo el
poder[3].
Debidamente diferenciadas las
provincias de Madeira y Gran Canaria, las relaciones fueron estrechas.
Proveedora la primera, barco con vituallas, procedente de la provincia
portuguesa, que estaba en el puerto de la Canaria, fue robado por dos vecinos.
Recuperado por carabelas de armada, cinco leguas mar adentro, Vera hizo ahorcar
a uno de los ladrones, desterrando el otro. Mercader de Madeira, que traía 7
negros a vender, jugó a dinero. Prohibido en las islas, al ser sorprendido, le
condenaron a 100 azotes, muriendo en el castigo. Enojoso el incidente, Vera
vendió dos negros, para cumplir con el alma del dueño, entregando los cinco
restantes, a convecino del difunto, para que los devolviese al hermano. Las
afinidades de Canarias con la América colombina, iban más allá del sistema
fiscal y de la necesidad de licencia, para embarcar hacia donde fuese.
Practicado el alzamiento, con participación de castellanos, lo hubo en la sierra
de Llagalter, con la complicidad de vecinos de Villa Real de las Palmas. Fueron
ajusticiados Alvaro de Oviedo, por repicar la campana, llamando a rebato y
Alonso de Santo Domingo, que sacó el pendón [4]. A imitación de los
conquistadores, los canarios iban a "descubrir", terminando
expedición de Vera a Tenerife, en denuncia contra el gobernador, presentada por
el capitán Lope de Salazar, quejoso porque se quedó con diez o doce cautivos.
Lo justificó, replicando que fueron vendidos, para cubrir gastos [5].
Estando el ballenel Santa María
de Gracia, fletado por vecinos de Lepe, en el puerto de Gran Canaria, a punto
de zarpar, se presentó Antonio Ollero, "maestro de hacer azúcar", con
un criado. Pagados los pasajes, el maestre vizcaíno Martín de Arístidi, los
recibió a bordo. Hombre útil Ollero, maltratado sin duda, pues de lo contrario
no hubiese desertado, al saber Vera que se escurría, montó en cólera, culpando
al maestre por admitir pasajero, sin exigir salvoconducto, "por simpleza o
por codicia", mandando barco de armada, tras el ballenell. Habiendo
entrado en Fuerteventura, para hacer aguaje y completar la carga, lo capturó
Rodrigo de Vera [6]. Decomisada miel, cera y azúcar,
al declarar Arístidi no saber que
Ollero, viajaba contra la voluntad del gobernador, quedaron libres barco y
tripulantes. De regreso en Lepe, el armador, Francisco Pinzón [7] presentó
denuncia, rechazándola los justicias, porque al estar los testigos "muy
lejos", no se podrían hacer las probanzas [8].
Juan Frías, obispo de Canarias y
Rubico, quiso cobrar el diezmo de las islas. Inés de Peraza, en nombre propio y
de y Diego de Herrera, "cuyas son las Yslas de Lanzarote, Fuerteventura,
Gomera y Fierro", no las "islas Canarias", en conjunto, como
poco antes, recordaron al prelado, documentos en mano, que pertenecía a los
señores, como en toda tierra, que perteneció al Temple. De paso se quejaron de
las 40.000 cabras del prelado, que pastaban en Fuerteventura, desde hacía 20
años, no habiendo pagado jamás un maravedí, de diezmo ni herbaje, Los reyes
dieron la razón a los señores, respondiendo la iglesia que las tales cabras,
estaban en la isla desde que las ocuparon cristianos[9]. Muerto Diego de
Herrera, a finales 1484, le siguió Juan Frías, en la primavera de 1485[10].
Inés de Pereza aprovechó para solventar el problema, comprando las cabras a los
testamentarios. Pero la mesa del Cabildo eclesiástico, deshizo la transacción,
declarando el ganado propiedad de la Iglesia, habiendo alimentado el rebaño a
los canónigos, de tiempo inmemorial. Al quedar Frías en usufructuario, la
Peraza perdió lo gastado en el pleito, la compra y el ganado.
Aprovechando estancia en Sevilla,
a 15 de febrero de 1488, Inés formalizó el mayorazgo, instituido en vida del
marido. Enumeradas las islas mayores y menores, con "todas las otras islas
de Canaria", a las que tuviese "derecho e abçion", ratificó las
acusaciones contra su primogénito: "como diablo propio" cayó "en
mal caso.., deseando de nos matar e buscando fuerças para ello", hasta que
"le fisimos prender". "Ombre fuera de toda verdad e
merescimiento", el matrimonio concluyó, a su tiempo, "que nos sería
gran cargo de conciencia", poner en su mano bienes temporales, pues los
emplearía "para mal". Ratificada la sucesión en Fernán [11], de
regreso en la isla, Inés se ocupó, con el hijo, de buscar ingresos, que
reemplazasen la trata. En 1482, la cosecha de múrices de Fuerteventura, estaba
arrendada [12]. Productoras las islas menores de cereales, por ser la tierra
alta, vendían a Gran Canaria, pero sobre todo a los barcos, que hacían aguaje,
siendo la orchilla la principal riqueza. Asegurándose su comercialización, Inés
y Fernán firmaron asiento con Francisco de Rivera, por otro nombre Riberol,
genovés afincado en Sevilla. Compró 5.600 quintales de orchilla, "buena,
limpia e enxuta", en 10 doblas cahíz, a razón de 800 por año, quedando los
Peraza a autorizados vender el excedente, en los dos primeros, de no absorberlo
Rivera, a condición de mantener el precio [13].
Tan perjudicada la Iglesia como
Fernán, por la suspensión de la trata, pues el diezmo era de importancia, señor
y clérigos se aliaron, buscando solución al problema. Siendo la clave la
religiosidad de los isleños, el Deán de San Juan concluyó que los interesados,
habrían de probar que "no eran ni fueron cristianos", pues aunque
"nombre tuviesen, ninguna obra de platica fasían", usando
"nombres gentilisos, binieno desnudos e teniendo ocho o diez mugeres, no
consintiendo entre sí cristianos, antes tomándolos e fasiéndolos otras muchas
superticiones". Al tiempo que palmeños y guanches reclamaban conversión,
la Iglesia local declaró de urgencia, enmendar las desviaciones de los gomeros.
Para ello les hicieron jurar y firmar, que de no apartarse "de sus ritos y
errores" en fecha fija, aceptaban "ser conquistados" por enésima
vez, "e dados en cautiverio e perpetua servidumbre". Ratificado el
documento por el prelado y la corona[14], Fernán aguardó el término del plazo,
para reanudar las cabalgadas, alegando que persistían "en sus malas costumbres
y errores". Enteradas las víctimas, tomaron "tal omecillo"
contra el señor de la isla, que en reunión celebrada en la "villa" de
la Gomera, "todos juntamente... acordaron de lo matar". Yendo Peraza
en busca de cautivos, le despenaron "con alboroto y escándalo", en
emboscada tendida "debaxo de Mercadis...", junto a Gran Canaria [15].
Enterada Beatriz de Bobadilla de su viudedad, pidió socorro a Pedro de Vera,
atrincherándose en una torre, con sus criados e hijos: Guillén, al que pasado
el incidente, los canarios darían vasallaje, e Inés [16]. No era esta Beatriz
de Bobadilla la Marquesa de Moya, esposa de Andrés de Cabrera, quizá la que
obtuvo licencia para fletar carabela en 1478, con destino a los rescates de
Guinea [17]. La que nos ocupa estaba casada desde 1484, con Fernán de Peraza.
Pasivo Pedro de Vera, Beatriz
permaneció sitiada "mucho tiempo"[18], hasta que Inés, que estaba en
Sevilla, hizo llegar la noticia a la corte. Mal ejemplo toda revolución popular
triunfante, a 4 de marzo de 1489, los reyes ordenaron a Vera rescatar a
"nuestra criada", señora de Gomera y Fierro, como tutriz de sus hijos
[19]. Aunque no lo necesitase, ampararía de paso a la Peraza, que "posee
por suyas ciertas yslas, que son de las yslas de Canaria", para que sus
vasallos "no se sustraigan a su obediencia"[20]. El gobernador se
comportó, a la manera oficial de la época: "en vengança de la dicha
muerte", hizo matar "a muchos vecinos de la Isla.., y las mujeres,
muchachos y niños y niñas cautivaron"[21]. Tras haber "tomado e
prendido a todos los vecinos... e a sus mujeres e fijos", se repartió el
lote con Beatriz: "metiolos en una nao e en sus navíos... De ellos
perecieron y otros fueron vendidos.., dados e enajenados en nuestros reinos e
señoríos e otros fuera dellos"[22]. Cobrados 1.000 castellanos en oro y
500 quintales de orchilla, a dos castellanos quintal, por el gasto [23], Vera
se reservó ambas partidas, dando "cautivos en pago de su sueldo"[24],
a "los escuderos e maestres de navíos e otras gentes, que fueron en lo
suso dicho"[25]. Valorado el gomero o gomera, entre 7.500 y 10.500
maravedís [26], el obispo de Canarias y Málaga, que residía en la ciudad
andaluza, quedó a cargo de la distribución[27], no olvidando el gobernador
obsequiar a Isabel, con un camello y 9 esclavas y al Príncipe D. Juan, con tres
cajas de conservas y una grande de azúcar[28].
En julio de 1490, corrió que los
gomeros, reducidos a esclavitud, tras la muerte de Fernán de Peraza, eran
cristianos, no habiendo intervenido en el crimen, por tratarse de mujeres y
niños. Falso lo primero pero cierto lo último, fueron declarados no
"ganados en buena guerra"[29], quedando en entredicho su captura. El
Consejo retiró los libros a Vera, ordenando repesca de cautivos. Iniciada en
septiembre, la dirigió el mismo obispo, que los había comercializado [30].
Dejaron los recuperados de padecer, bajo la férula del comprador, para sufrir
en "poder de personas", que los "criasen" y adoctrinasen, a
cambio de trabajo[31], pero al ser declarados libres los naturales "de la
ysla de la Gomera, que es en la Gran Canaria"[32], la precisión semántica
permitió a parientes de cautivos, víctimas de la guerra de Vera, presentarse en
la corte, que estaba en Córdoba, para reclamar la libertad de los suyos. Entre
los demandantes apareció un Juan de Guzmán, sobrino de Juana Canaria,
reclamando la libertad de la tía, esclava desde hacía 11 años. Citado Vera como
vendedor, compareció su hijo Fernando, presentando por fiador a Gonzalo de
Burgos, escribano en Gran Canaria. Pidió un cuarto plazo de 8 meses, que le fue
concedido, por no pedirlo "maliciosamente", al estar los testigos
realmente "muy lejos"[33].
Especialista la monarquía en el
arte de destruir individuos, molestos o desafectos, acumulando pleitos sobre su
persona, los acopió Pedro de Vera. En puertas su cese, le fue exigida la
cuadratura del círculo: "por una parte", habría de depositar
"todos los maravedís que montan los dichos canarios, e por otra... facer
sequestración de sus bienes". Evidente que ejecutado lo segundo, no tendría
posibilidad de cumplir lo primero, los monarcas entraron en razón, mandando
sobreseer "dichas nuestras cartas, desbaratándolas y no haciendo cosa
alguna, en virtud a ellas"[34]. Aliviado el gobernador, se complicó la
situación de Beatriz de Bobadilla. Las dificultades que planteaba separar las
Canarias de señorío de las realengas, aconsejaban eliminarla. Se consiguió,
creando el clima adecuado. Un Francisco Martínez, al regreso de la pesquería de
cazones de Guinea, entró en Gomera para hacer aguaje. Traía barco nuevo de 20 toldos,
comprado en 26.500 maravedís, de que enamoró Beatriz. Imprudente negarle el
capricho, Martínez aceptó como parte de pago dos esclavas, valoradas en ocho y
nueve mil maravedís. Embargadas por el obispo, demandó a la Bobadilla[35].
A esta primera causa, siguieron
otras. Sintiéndose justificado, el fiscal exigió a la Bobadilla depósito de
500.000 maravedís, para garantizar restitución, a los compradores de gomeros [36].
A 30 de marzo de 1491, el
salmantino Francisco Maldonado, fue nombrado juez de residencia en Gran
Canaria. A su cargo remediar las "sinrazones", perpetradas por Pedro
de Vera y adláteres, a lo largo de una década [37], habría de averiguar por qué
"la dicha ysla, fasta oy no se ha poblado cómo debiera"[38], pues sin
conocer la causa, no es posible erradicar un efecto. Sabida, procuraría atraer
mercaderes, por ser los vasallos más rentables [39]. Iniciadas las actuaciones,
Vera no tardó en ser requerido. Hubo de depositar los consabidos 500.000
maravedís, en manos del Obispo de Avila, confesor del rey, bajo el mismo
pretexto [40]. En puertas la "conquista de Africa", como diría
Maquiavelo, las Canarias se cerraron al tráfico, a 23 de diciembre de 1491. Los
naturales, que en tiempos de Pulgar pasaban de una isla en otra, frecuentando
los puertos de Andalucía, quedaron recluidos en su lugar de residencia:
"no consintades ni dedes lugar a que ninguno de los dichos canarios y
canarias, no embarquen en ninguna nao y carabelas ni varcos e fustas, ni dedes
lugar a que ninguna ni ningunas personas los lleven ni pasen a la dicha isla de
la Gran Canaria" o la metrópoli. El nativo que arribase a puerto, sin
llevar licencia especial de la corona, sería declarado propiedad real, como
cautivo perpetuo [41].
Cesado Pedro de Vera el 28 de enero de 1492, se decretó
persecución de sus seguidores: porque "dis que fisieron ligas y
confederaciones en la isla", con el gobernador "que fue",
Maldonado haría pesquisa, remitiendo a la corte, en pliego cerrado y lacrado,
lista negra de los implicados en "monipodios"[42].
Poco después Beatriz de
Bobadilla, presionada por sus pleitos, pasó a la corte, arrastrando con los
hijos. En Granada coincidió con Alonso Fernández de Lugo y quizá con Colón. No
hay noticia de las relaciones, que le atribuyen con el "descubridor"[43],
pero está documentado que casó con Fernández de Lugo. A 8 de mayo de 1492,
Guillén fue confirmado en la posesión del mayorazgo de Canarias, sin
modificación en el número de islas [44]. A 6 de junio quedó cerrado el tema de
los gomeros. Admitido que mataron a Fernán, para "perseverar" en sus
errores de fe, se acordó que nunca fueron cristianos, siendo sobreseídas las
cartas, dictadas contra Beatriz [45], por ser lícito el tráfico de infieles.
Muerto Enrique de Guzmán
sorpresivamente, el hijo aprendió la lección. Queriendo hacerse bien quisto en
la corte, demandó a Inés de Peraza, como viuda de Diego de Herrera, no como
señora propietaria de las islas y a la Bobadilla, a título de tutriz de los
hijos de Fernán, llamándola Isabel. Reclamaba Gomera, Hierro, Lanzarote y
Fuerteventura "por señorío y otros títulos", con devolución de las
rentas que percibieron, mientras tuvieron las islas. Iniciado el pleito el 15
de octubre de 1492, al ser desatinado, procurador de la Peraza, personado en
último momento, liquidó la cuestión [46].
El primero de octubre de 1492,
Pedro de Vera estaba en su casa de Jerez, limpio de culpa, porque al obedecer
en silencio, no perdió el real favor[47]. Urgente borrar el recuerdo de su
conquista, a 21 del mismo mes, los reyes mandaron pagar a la tropa. No fue
posible, por haberse alzado con la caja, el funcionario Luis de Mesa[48]. Al no
haber fondos, los impagos continuaron generando pruebas.
[1] SRGS. V.1494.56.
[2] Según la historia oficial,
fue "rey" o caudillo de Gran Canaria. Llamado Tenesor Semidan, tomó
el nombre de Fernando Guarnarteme al bautizarse, combatiendo a sus vasallos,
junto a los castellanos. El Guarnarteme que nos ocupa, participó en la
conquista de Gran Canaria y pudo hacerlo en la de Tenerife ("Canarias y
América". V Centenario, 1992).
[3] SRGS. XII.1491.194. [4] SRGS.
X.1492.40.
[5] Ibídem.
[6] SRGS. VII.1488.308. Hay un
segundo documentos en Simancas, con esta numeración, sin relación. [7] Probable
hermano de Martín Alonso.
[8] SRGS.II.1496.10.
[9] SRGS. IX.1484.110. Juan
Dávila, vecino de Fuerteventura, murió en 1489. Habiendo residido en la isla 50
años, en los cuales amasó considerable fortuna, hemos de colegir que llegó en
1439 (SRGS. VII.1490.510).
[10] SRGS. IV.1486.119.
[11] SRGS. V.1492.5. Pedro García
de Herrera, hijo de Diego, fue condenado a muerte en 1478, por matar a su
esposa. Perdonado por los parientes de la difunta, 16 años más tarde benefició
de indulto de viernes santo. Es probable que nunca fuese detenido (SRGS.
XI.1494.414).
[12] SRGS. VI.1490.36. [13] SRGS.
III.1490.495. [14] SRGS. VI.1492.152.
[15] SRGS.VI.1492.152/
VIII.1490.363/IX.1491.288. Según la versión oficial, Hernán de Peraza, señor de
la isla, conquistó Gran Canaria con "indígenas de la Gomera",
matándole sus seguidores "por mantener amores con una aborigen",
llamada Iballa. Independizado el hecho de la venta masiva de gomeros, se dice
que Beatriz de Bobadilla "consintió" a Pedro de Vera, gobernador de
Gran Canaria, tomar muchos vecinos de la isla, sin dar más razones ("Canarias
y América". V Centenario).
[16] SRGS. VI.1492.152.
[17] SRGS.
VIII.1484.13/VIII.1489.369. [18] SRGS. VI.1492.152.
[19] SRGS. III.1489.76. [20]
SRGS. III.1489.300.
[21] SRGS.
VIII.1490.363/IX.1491.288. [22]
SRGS. V.1491.110.
[23] SRGS. IX.1491. 288.
[24] SRGS. VIII.1490.363/IX.1491.288. [25]
SRGS. IV.1491.89.
[26] SRGS. VI.1492.238. En octubre de
1496, Vicente Yáñez Pinzón, como
procurador de Diego Fernández
Colmenero, ambos de Palos,
reclamó a Vera 6.300 maravedís, que Colmenero pagó por moza gomera, llamada
María, secuestrada por el obispo
de Canarias.
[27] SRGS.
VI.1492.152/VIII.1490.50. [28] SRGS. VII.1489.349.
[29] SRGS.
VIII.1490.363/IX.1491.288.
[30] SRGS.
VIII.1490.50/VIII.1490.363.
[31] SRGS. IX.1490.273 /
IX.1490.273/ X.1490.237. Los compradores de canarios era mercaderes
intermediarios, artesanos y labradores fuertes. El precio dependía de la
calidad de la pieza, pero sobre todo, de la oferta y la demanda. Una gomera
blanca costó 7.000 maravedís. Y otras dos, cuyo color no se especifica, 8.000 y
9.000. El varón valía de 4.750 a 10.500 maravedís.
[32] SRGS.
VIII.1490.50/VIII.1490.363. [33] SRGS. II.1491.96.
[34] SRGS. X.1490.184. [35] SRGS.
XII.1490.252. [36] SRGS. II.1491.38. [37] SRGS. III.1491.64. [38] Ibídem.
[39] Ibídem.
[40] SRGS. V.1491.110/IX.1491.30.
[41] SRGS. XII.1491.168.
[42] SRGS. I.1492.124.
[43] Se achaca el parón de Colón
en la Gomera, a sus amores con esta señora. Beatriz estuvo en la corte en mayo
y junio de 1492, pero es más plausible que estrechase sus relaciones con Alonso
Fernández de Lugo. No es el único caso en que la historia confunde al
"conquistador", con el "descubridor".
[44] SRGS. V.1492.5.
[45] SRGS. VI.1492.152.
[46] "No fuimos
Nosotros". De la autora. Ed. "La Tribune del Alpes Maritímes"
ADMS. 4160. [47] SRGS. X.1492.40.
[48] SRGS. I.1492.161.
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