Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO XVII
HACIA LA ÚLTIMA
PATRAÑA
Derrotados, los Católicos no
renunciaron a la Guinea del Oro, pero pospusieron el proyecto. Intuyendo que
para alcanzar el fin, habrían de cambiar los medios, renunciaron a la fuerza,
recurriendo a la astucia. Orientados por Rodrigo Borgia, optaron por declarar
la tierra "recién descubierta", como intentó Enrique IV, en enero de
1463. Y se prepararon para encontrarla. Preceptivo borrar viejos contactos, con
las islas de Africa y Guinea, Isabel aprovechó los numerosos pleitos sobre
términos, entre particulares, concejos y mixtos, que enfrentaba a todos contra
todos, para conseguir que las Cortes de 1480, ordenasen mandar al Consejo,
escrituras, sentencias, albalas, privilegios y cuanto documentos tocasen a
derechos de propiedad y jurisdicción, para ser cotejados con los libros reales.
Ratificados los correctos, rectificados los erróneos y anulados los falsos, se
decretó que concejos y particulares, perderían todos sus derechos, incluido el
de propiedad, de no remitirlos en el plazo de 80 días. Hubo imprudentes que
mandaron originales, sin reservarse copia o sacándola simple, sensatos que la
conservaron autorizada y recelosos, que sospechando real maniobra, para
apropiarse de lo ajeno, se abstuvieron de obedecer. Maquinada la operación,
para suprimir alusiones a ultramar y sus partes, no pocos textos fueron
corregidos. Y otros quedaron perdidos. Bula de Sixto IV, permitiendo introducir
el Santo Oficio en Castilla, facilitó la operación. Con hogueras a la mano, la
corona pudo eliminar al crítico, suprimiendo o arrinconando a los intelectos
más granados, de la sociedad conversa, disimulando el móvil político, tras
acusación de herejía.
Cerrada la Guinea al castellano,
que no obtuviese licencia del rey de Portugal, para frecuentarla, la oferta de
los puertos andaluces, se redujo a sal, vino, aceite, pasas e higos secos, pues
salvo en raros años de abundancia, estaba prohibida la saca de cereales.
Circunscrita la prosperidad a los lugares, que conservaban comunicación con
Berbería, en atención a origen templario, que les hacía acreedores al respeto
de Portugal, los excluidos adquirieron la costumbre de practicar el corso, a la
puerta de casa, capturando cuantos navíos se acercaban. Robados los que
pretendían "tratar con sus mercaderías", la mar de Castilla adquirió
tan mala reputación, que los mercaderes de "Africa y Guinea", se
abstuvieron de asomar "a estos dichos nuestros regnos, con oro e çera e
cobre e añir e cueros"[1]. Ausentes del mercado estos géneros, porque
"non han osado ni osan tractar, por los dichas mares", el
almojarifazgo sevillano quedó por arrendar, recibiendo grave "daño",
"nuestros arrendadores e recabdadores mayores". Urgente salvar la
renta, en septiembre de 1482, los reyes pusieron bajo su seguro a los
mercaderes extranjeros, declarando el corso delito de alta traición. Para
calmar a los vasallos, les autorizaron a frecuentar todos los puertos, donde
fuesen recibidos, incluidos los de Granada [2], permisión breve, pues en
diciembre de 1483 fue publicada la bula de indulgencias, que había de ayudar a
financiar la conquista [3].
Rematada la ocupación de las tres
Canarias mayores, por Pedro de Vera, los Católicos quisieron puerto de
realengo, entre el Guadiana y Gibraltar, más expedito que el jerezano de
Alventos, donde centralizar la percepción del quinto, concentrando el tráfico
de las "islas" y la Berbería, a de recibir las presas, que se hiciesen
en la mar. Pendencia sobre términos, entre Cádiz y Puerto de Santa María, les
permitió segregar la isla de Trocadero y un trozo de marisma, para fundar
Puerto Real. Pretendiendo población de marinos, pilotos y mercaderes, los
monarcas multiplicaron exenciones y privilegios, pero un término de alvinas,
escaso en agua e inhóspito, no despertó vocaciones, en tiempo en que señores,
necesitados de pobladores, pujaban en ofertas por conseguirlos [4].
Iniciada la conquista de Granada
por Málaga, los navíos de Andalucía, fueron llamados al bloqueo del reino:
"como quiera que fasta aquí avemos tenido nuestra armada, guardando el
estrecho de Gibraltar", para cerrar el paso a posibles refuerzos,
procedentes de Marruecos, para el "año venidero"[5], Rodrigo Baeza
recorrería los puertos, buscando mayores y mejores barcos, por lo que no
saldría batel, en especial del Condado, antes de que pasase. Peor mandados los
vascos, los Católicos aplicaron la demagogia. Apelando a la lealtad y
"habilidad que tiene la gente desa provincia, para las cosas de la
mar", consiguieron que la junta de Guipúzcoa, proveyese en calidad y
cantidad [6]. Reunidas las existencias, las mejores unidades fueron apartadas,
para la "armada, que agora yo mando hacer, para la mar"[7]. Zarpó en
junio, incordiando tanto al rey de Tremecén, que dio vasallaje a Fernando, a
cambio de que sus barcos "no recibiesen daño" de las naos de
Castilla, "que andan armadas por la mar", ni las costas del reino
"de sus gentes, que descendiesen a tierra"[8].
Juan II de Portugal, señor
"da Guiné" en vida del padre, subió al trono en 1481. En 1486, le
dieron vasallaje los del reino de Azamor, abriéndole las puertas de la Duquela
y Anafé. Al año siguiente instaló factorías, respetando la autoridad superior
del Xarife y el credo de los naturales. Así estaban las cosas, cuando el
genovés Fernando Gentil, residente de Sevilla, quiso proveerse de esclavos, en
la "conquista" de Portugal. Por no entretenerse, sacando permisos,
arrendó la carabela El Esterlin, propiedad de portugués, que iba por maestre.
Regresando con carga de negros, la capturó Esteban Pérez Cabitos, que explotaba
carta de marca y represalia, concedida al abulense Gómez Arias, al que
despojaron portugueses, en 1485, por valor de 600.000 maravedís, sin haber
guerra, que lo justificase[9]. Estando el barco en Sevilla y repartidos los
negros, Juanoto Berardi los reclamó, en nombre de "sus parientes" de
Florencia. Arrendatarios del trato de "Guinea e de los Ryos della",
al rey de Portugal, les pertenecía la mitad del cargamento, no siendo de
justicia que florentinos, pagasen culpas de lusitanos [10].
En el mismo año,
"galea" de Florencia, procedente de Guinea, se apartó de la flota,
entrando en Tánger, con 125 "piezas" de negro de ambos sexos. Al no
haber demanda o por tener cita previa, con intención de ampliar mercado, salió
a la mar, transbordando la carga a barco de Sevilla. Desembarcada en el muelle
de la Torre del Oro, lugarteniente del Almirante reclamó 24 cabezas de negro o
su valor en metálico, en concepto de quinto. Replicó Juanoto que el fisco
castellano, podía reclamar almojarifazgo y alcabala, tasas que pesaban sobre
toda mercancía, pero no el quinto, por pertenecer al rey de Portugal. Acatado
el argumento, por real orden de 16 de septiembre de 1485, la falta de brazos se
hizo evidente, al vender Juanoto los negros, en menos de 25 días [11].
La guerra de Granada no
interfirió el tráfico de Portugal, con su conquista, ni el de determinados
andaluces. En el verano de 1485, Charles de Valera, alcaide del Puerto de Santa
María, armador y tratante en esclavos, obtuvo autorización del Conde de Castro,
"mi capitán mayor e general de la armada", con real visto bueno, para
llevar a "la costa de Granada e de la Berbería", "vallyner"
y carabela con 60 "moros y moras", cuyos rescates tenía
"igualados", cargando e importando las mercancías que le diesen a
cambio [12].
Habitable Puerto Real, se dio por
inaugurado a 23 de febrero de 1486. Con el fin de impedir "muchos fraudes
e encubiertas", que hacían los navegantes, amparados en el "desorden"
de ir cada cual "con lo que toma, a donde quiere", los Católicos
decretaron que quien hiciese presa "por la mar, a los moros enemigos de
nuestra Santa Fe Católica", o cargase y descargase en costa, donde "a
nos pertenesce el quinto", perdería barco, carga y libertad, de no entrar
por aquel puerto [13]. Hubiese sido duro el mandato, de surtir efecto, pero al
estar enfrascada la autoridad en el sitio de Málaga, las pocas embarcaciones
que continuaban navegando, hicieron lo que mejor les parecía [14]. Escasas las
noticias de viajes a Guinea y la Mina, en este periodo, por estar sometidos,
los que navegaban con licencia de Juan II, a la jurisdicción portuguesa, consta
que de Sanlúcar de Barrameda, se continuaba yendo a Berbería y Guinea, porque
Juan de Orihuela, secretario del Duque de "Sevilla", título
inexistente, que prestaba el vulgo al de Medina Sidonia, fletó carabela, para
la Mina de Oro, llevando por capitán a Sebastián Rodríguez, vecino de Cartaya.
Al regreso ocultó parte del oro, ejemplo que siguieron los pasajeros,
terminando la travesía en los tribunales [15].
Al presentir que aquella guerra
sería el último acto, del retroceso del Islam en la Península, musulmanes
previsores optaron por emigrar, ahorrándose lo que había de venir. Lo fue el alfaqueque
Abrahen el Alfagunt, descendiente de estirpe de emigrantes. Tras la caída de
Sevilla, la familia se trasladó a Ronda. Conquistada la serranía, regresaron a
la ciudad, donde comprobaron que no podían convivir con cristianos, emigrando a
Granada. A principios de 1487, intuyendo que pronto habría de caer, el
Alfaqueque obtuvo licencia de los Católicos, para vender los bienes, que
conservaba en Sevilla y "pasar allend el mar en Africa, a bevir en tierra
de moros"[16]. A esta expatriación voluntaria, se une la de Baudili
Azagal, rey de Fandarax, cuyo nombre se adjudicó al imaginario rey llorón de
Granada. Pulgar y Bernáldez cuentan, que queriendo el Católico despejar los
alrededores de Málaga, fue sobre Guadix. Al no encontrar resistencia, consiguió
la conquista que buscaba, acusando a los moros de haber "urdido una
traición", para reprimir debidamente al vecindario. Reducidos los vasallos
de Baudili a 2.000 y sus rentas a dos cuentos de maravedís, reunidos
penosamente, el reyecillo quiso escapar a la penuria. Dando vasallaje al
Católico, obtuvo pensión, que doblaba sus ingresos [17].
Indignado el pueblo por la bajada
de pantalones, se levantó en bloque, apenas asomó el rey de Granada. Perdido el
lugar de Alhedín, Baudili presintió que perdería la cabeza. La salvó corriendo
a Guadix, para entregar a Fernando las llaves de sus fortalezas, a cambio de
navíos, seguro y licencia, porque "él se quería pasar Allende".
Aplicando el principio del puente de plata, el rey le procuró el medio de
cruzar el mar, con "muchas casas de moros", adjuntando licencia, para
que pudiesen poblar en destino[18]
De haber estado
"allende" al otro lado del estrecho, Baudili no hubiese necesitado lo
primero, por tener embarcaciones a la mano y menos lo segundo, pues el Católico
carecía de autoridad, en el Norte de Africa, para autorizar o desautorizar lo
que fuese. En agosto de 1487, continuando guerra programada, se secuestraron
todas las embarcaciones, de 30 toneles arriba, en especial las de Guipúzcoa y
Vizcaya: "deis e pongades embargo en ellas, para que non partan con ellas
e en ellas en viaje a parte alguna", por ser necesarias para formar la
armada, que había de ir "por la mar"[19].
[1] Desde tiempo inmemorial,
Andalucía importaba cueros de Poniente, para sus tenerías. En el siglo XVIII,
entraron por Bonanza cueros de Brasil, tratados en
Lisboa.
[2] R.A. doc. IX. 28.9.1482.
[3] ADMS. 929.
[4] SRGS. X.1483.23.
[5] SRGS. VII.1484.159. [6] SRGS.
XII.1483.106.
[7] SRGS.
VII.1484.135/VII.1484.159. [8] Crónica de Pulgar. Varios.
[9] SRGS. I.1489.390. [10] SRGS.
IX.1485.237. [11] SRGS. IX.1485.253. [12] SRGS. VII.1485.38. [13] R.A. doc. X.
[14] SRGS. VI.1486.30.
[15] SRGS.
VIII.1487.137/197/VII.1490.226/VII.1490.433. [16] SRGS. III.1487.4.
[17] Bernáldez cap. XCVIII. [18]
Ibídem.
[19] SRGS. VIII.1487.345.
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