Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO VII
LA PRIMERA GUERRA DE
CANARIAS
Muerto Enrique IV en diciembre de
1474, Isabel declaró tierra de su conquista las islas de Africa y Guinea, en
agosto de 1475. Al esgrimir la debilidad de Enrique IV, como causa de que el
rey de Portugal, se hubiese apoderado del predio, hizo confeccionar albalá, que
lo probase. Se conserva entre los papeles de Esteban Pérez Cabitos, en forma de
copia autorizada de carta original, "escripta en pergamino de cuero",
supuestamente sacada por Herrera, a 6 de marzo de 1470, en oficio de notario
jerezano, eclesiástico por más señas. Olvidando pasado inmediato, el falsario
la fechó en Plasencia, a 6 de abril de 1468, cuando el rey estaba privado de
autoridad, como prisionero de su hermano, Alfonso II. Declara que sometido a la
"subjestión e gran ynportunidad", de los condes portugueses de Tuguia
y Villarreal, cometió la injusticia de darles las islas de Gran Canaria,
Tenerife y La Palma, "en las mis mares de España", despojando a Diego
de Herrera, al que trata de "noble caballero", sin haber merecido
siquiera el "don". Las devolvió con todas las Canarias e islas
adyacentes, como a "verdadero señor" de la "Mar Menor, en las
partes de Bebería". Complicando la cuestión, el rey metió en danza el
Papa, pidiendo el rey que "revoque e anule qualesquier letras e bullas,
que en contrario de esta revocación sean", sin caer en que no tocaba pito
en el entierro [1].
En verdad, nada parece haber
alterado el señorío de la Peraza, antes de mayo de 1476. Cerradas las islas a
los portugueses y a cuantos se encaminasen a la Guinea, sin licencia de los
Católicos, Diego de Herrera habría de levantar hueste, para conquistar las
islas inmediatas, en poder de Alfonso V[2]. El requerido se limitó a
desembarcar en Bohío, rada de Marruecos, alargándose a Galdar donde levantó
torre, que llamó de Santa Cruz, dejando por alcaide a un Alonso de Cabrera.
Pasivo y enriqueño en otro tiempo, el señor de las Canarias debió hacerse
sospechoso de simpatizar con Juana, pues a 27 de mayo, la reina concedió a
Enrique de Guzmán, las Islas de Antonio o Cabo Verde. En "poder de nuestro
adversario de Portugal", tras conquistarlas, podría conservarlas en
señorío, con carácter de estado semi soberano [3]. El mismo mes zarpó la armada
de Charles de Valera, formada para hacer la guerra y rescatar en la Guinea. Al
pasar saqueó la isla de Antonio, que también se llamó Porto Santo, haciendo
innecesaria la intervención del Guzmán. Antonio Noli[4], capitán de la
"Isla de Cabo Verde", heredero de Juan Bautista Noli, que la
redescubrió en 1462, prestó obediencia a Fernando. Receptivo el monarca a gesto
publicitario, el 6 de junio de 1477, confirmó a Noli en el cargo, ordenando que
los vecinos de Cabo Verde, fuesen tratados como vasallos de Castilla [5].
Caravelón portugués que regresaba
de la Mina, con manegueta, cazones y 6.000 pesos de oro, en un
"talegón", entró en Lanzarote para hacer aguaje, ignorando que la
isla estaba en guerra. Apretados los vecinos, al tener cerrados los puertos, se
apoderaron de barco, carga y tripulación, corriendo a cargo de Juan de Armas,
reparto equitativo del oro. Temió Diego de Herrera que de llevar mal recuerdo,
los portugueses no volviesen en la paz y acudió en su ayuda, seguido del hijo.
"Firiendo" vasallos, recuperaron casco, tripulantes y parte del
botín. Denunciado al Consejo por los afectados, los Católicos, que se llamaban
reyes de Portugal, declararon la presa contrabando, por proceder de súbditos,
que fueron a Guinea sin licencia. Secuestrada por los regidores, la entregarían
a Gonzalo de Coronado, "receptor de la Guinea". Fechada la provisión
en marzo de 1477, el pueblo pidió que la presa se declarase de guerra,
prometiendo pagar el quinto. Inconveniente ofuscar a los que harían falta en la
pelea, los Católicos cedieron, reclamando únicamente el oro. Al no aparecer un
chavo, los depositarios pararon en la cárcel. En el curso de la probanza, el
contenido del talegón quedó reducido a 2.430 pesos, que se revelaron
irrecuperables [6].
Prohibido a los canarios asomar
por Guinea y privados de visitantes, que daban oro a cambio de matalotaje, el
descontento cristalizó en desobediencia civil. Llegada la hora de pagar las
rentas, se negaron a soltar un chavo, alegando que el matrimonio Herrera -
Peraza, usurpó la isla a la corona [7]. Por no desaprovechar la oportunidad de
debilitar a las partes, los Católicos nombraron juez pesquisidor a Esteban
Pérez Cabitos [8], en noviembre de 1476. Haría "pesquisa e
inquisición" en Lanzarote, averiguando si "Ferrera" ocupó la
isla, "que es de nuestra corona real y pertenece a nos"[9]. Repartido
el salario del juez por mitad, entre demandantes y demandado, se permitió a
Herrera meter en cintura a sus vasallos, a la espera de sentencia [10]. El
matrimonio respondió probando su derecho, con demanda de amparo adjunta:
"se temen e recelan que algunas personas", queriendo hacerles
"daño", incitasen al pueblo a desobediencia. Al no estar la situación
para alegrías, los Católicos reconocieron que habiendo tenido los Herrera -
Peraza las Canarias, "de veinte años a esta parte y más tiempo", por
"justos y derechos títulos de dominio y señorío", al no ser Lanzarote
excepción, los vecinos estaban obligados a pagar y obedecer, "fasta que
primeramente sean sobre ello llamados a juicio, oídos y vencidos por
derecho"[11].
Estando en la real gracia, los
señores de islas pidieron licencia, para crear mayorazgo. Vinculando bienes
habidos y por haber, nombraron las siete islas, sin excluir las mayores[12].
Que fuese aprobado por la corona, incide en el supuesto de que los topónimos
comprendían diferentes territorios, sin afectar las conquistas de los reyes, a
la propiedad de Inés[13]. Acusando al primogénito, Pedro García de Herrera, de
haber intentado alzarse con las Canarias, estableciendo "monipodio con los
vasallos, e buscando formas como prendiesen al dicho su padre e deseándonos
matar e buscando fuerças para ello", sus progenitores le declararon
"indigno... de aver el tal mayorazgo, por muchas cabsas de yngratitud que
ha cometydo, contra Dios que le fizo e contra mí que soy su madre e aun cometió
contra su padre...". Desheredado, nombraron sucesor al segundón, Fernán,
que recibió La Gomera Hierro, a título de adelanto [14].
Libre el señor de pignorar
vasallos, tratantes de Palos y Moguer formaron flota, en 1477, de carabelas y
una carraca nueva, yendo a la isla, en busca de esclavos. Complaciente con la
clientela, Fernán de Peraza capturó vasallos, sirviendo el pedido. Cobrados y
embarcados, fueron vendidos en Andalucía, quedando el stock "cativos en
ferros, como si fuesen moros", según costumbre. Inopinadamente excitado
por el poder político, a 28 de septiembre de 1477, el Obispo de Rubico, so
pretexto de que los naturales de las Yslas de Canaria, reducidos a esclavitud,
"asy con el favor del señor de las dichas islas, como de otras
personas", eran cristianos o estaban en vías de serlo, cumpliendo
"todos los mandamientos de la madre santa iglesia.., como verdaderos
cristianos", recibiendo "los sacramentos e le avían pagado e pagaban
sus diezmos", primera obligación del creyente, ordenó a los justicias en
general y a los de Palos y Moguer, en particular, el secuestro de las
"piezas", para ponerlas en manos de "buenas personas", a la
espera de pasaje, que les reintegrase a sus islas[15], en especial a los
gomeros. Sin temor a incurrir en contradicción, por no haber quien pudiese
contestarle, el Católico, estante en Jerez, exigió a 12 de noviembre el quinto,
en metálico o gomeros, amenazando al mercader moroso con embargo y subasta de
bienes, sin más consuelo que el de poder demandar a Fernán, para que
restituyese lo cobrado[16]. Sagrados los ingresos de la corona, se llegó al
extremo de que Juan Guerra y Juan Alfonso, habiendo pagado puntualmente, al
regreso de Canaria innominada, "otras partes qualesquier" y la
Gomera, con carga de oro y esclavos, se vieron entre rejas, porque funcionario
venal, ingresó el quinto en su bolsillo [17].
Necesitados de fondos para su
guerra y en la misma línea contradictoria, los Católicos solicitaron bula de
indulgencias, para la conversión de Guinea y unas Canarias, donde a tales
alturas, no debía quedar bicho viviente sin bautismo. De adquisición obligada
en los reinos de Aragón, Navarra, Castilla y Portugal [18], a poco de ponerse a
la venta, los isleños detectaron cambio de signo en la guerra. Enterados en los
principios de 1478, de que los Católicos la estaban perdiendo, abrieron sus
puertos a los barcos en transito a Guinea, reanudando el truque, como en
tiempos de paz. Fernán de Peraza intentó estorbarlo. Y le negaron el vasallaje.
Incauto se quejó a los reyes, de que los vecinos "le non quieren acudir
con las rentas e derechos", salvo "los que se disen del Vando de Oro,
que siempre fueron leales"[19]. Y provocó pesquisa, en todas las islas.
Diego de Herrera hubo de confesar, muy a su pesar, que en las suyas "han
acogido y acojen" a portugueses, frecuentando los naturales la
"conquista" de Alfonso V e incluso Lisboa. "Defendido" que
"mis súbditos no vayan al reyno de Portugal", amonestado el señor,
recibió la encomienda de descubrir a los "culpantes", corrigiéndoles
de manera. "que a los tales sirva de castigo y a los otros de
ejemplo", desterrando al que hubiese recibido a portugués[20]. Antonio Noli
regresó a obediencia de Portugal, con su isla de Cabo Verde, alarmando a los
Covarrubias, mercaderes burgaleses, "la guerra que yo he mandado faser, a
mi adversario e regno de Portugal e a todas sus tierras". Temiendo entrada
a sangre y fuego en la isla, pidieron seguro a Fernando para su factor, Pedro
de Montoya, suplicando que le permitiese seguir negociando [21].
La armada que había de conquistar
Gran Canaria, se anunció a los Herrera - Peraza como de socorro, para ayudarles
a controlar a sus vasallos. La financió préstamo de 268.000 maravedís,
facilitado por el exportador de orchilla, Juan de Lugo, a recuperar con cargo
al botín de la contienda [22]. Nombrados administradores del fondo el asistente
de Sevilla, Diego de Melo, el cronista Alfonso de Palencia y Pedro Cervantes,
diputado provincial de la hermandad [23], no tardó en ser agregado el
prestamista [24]. "Mi capitán de la armada" fue Juan Rejón, contino
de la casa real, secundado por el Deán Iohan Bermúdez. La coordinación de las
operaciones y el gobierno de la isla, quedó a Fr. Iohan de Frías, Obispo de
Rubico[25]. Cargó con batallón de frailes, que habrían de bautizar a los
"nuevamente" conquistados [26], tropa de 3.500 hombres[27] y los
gomeros recuperados del lote, vendido por Fernán de Peraza, instrumentos de
operación de imagen, que habría de probar la magnanimidad de los monarcas[28].
A punto de zarpar la armada, con
la flota de Guinea, se recibió en Sanlúcar provisión, dirigida a los justicias
de las islas y al matrimonio Herrera - Peraza, omitiendo su condición de
señores. Tras advertir que conocían el precio de las conchas, en la Mina de
Oro, los reyes ordenaban dar bestias y personal a sus oficiales, para que las
cosechasen: "gelas dexedes e consyntades buscar y tomar", sin pedir
"dineros algunos". Comprarían las que "vosotros tuviérdes ya
buscadas", "a precios razonables", sin consentir que cayese
ejemplar, en manos de mercader privado [29]. Los navíos se hicieron a la mar,
en la primavera de 1478. Continuando la flota a Guinea, la armada fondeó en
rada de Gran Canaria, para muchos "Bebería", fundando Villa Real de
las Palmas, a cargo y cuenta de Juan de Lugo, dotada de fortaleza [30].
Perdida la flota de Guinea,
abandonados los conquistadores de Canarias a su albedrío, se enzarzaron entre
ellos. Caótica la situación, en noviembre la reina nombró gobernador a Pedro de
la Algaba. Encargado de liquidar "divisiones y diferencias", surgidas
en "gran deservicio" de los monarcas, llevó poderes para tomar
posesión de la fortaleza y retirar las varas de justicia, enderezando la
situación, antes de reanudar "la empresa e conquista de la Ysla", que
"es nuestra e pertenesce a nuestra corona real"[31]. Olvidados los
gomeros, a punto de producir su situación, efecto contrario al deseado, los
Católicos adjuntaron carta dirigida a Rejón, "mi capitán de la gente que
en la dicha isla está", para que los reintegrase a "sus casas e
posesyones", en barcos que se dirigiesen a la isla. Los maestres tendrían
que recibirles, "pagándoles lo que devieren de aver por esta cabsa de los
fletes, de la dicha caravela o navío"[32]. Eficaz la intervención de
Algaba, Juan de Lugo le asoció al monopolio de la orchilla [33], probando que en Castilla no hay
negocio, sin hombre del poder incorporado.
Pulgar ofrece su versión de la
conquista: desembarcados en las "islas de Gran Canaria", los
cristianos pelearon "muchas veces con las gentes bárbaras, que moraban en
ellas"[34]. Las vergüenzas cubiertas con taparrabos de hierbas o pellejos,
amparados en cuevas y riscos, disparaban sus hondas "tan recio", que
traspasaban las adargas. Al ser gentes que "posponían el morir por el
matar"[35], la contienda se prolongó tres años, durante los cuales
salieron de Castilla numerosas armadas, con vino, lienzos, hierro, paños y
armas, quejándose los milites de vivir "cada día en gran arisco e peligro,
así de los canarios y enemigos de la nuestra santa fe, como de la grande hanbre
e trabajos e necesidades, que cada día pasan", dando el descontento, a
"cismas y muertes", entre cristianos[36]. Bernáldez, autor posterior
a los hechos, reduce la hueste a 500 hombres de a pie, haciendo navegar juntos
a Rejón y Algaba. Llegados a Gran Canaria, iniciaron la construcción de torre,
con vocación de Babel. No estaba terminada, cuando Rejón acabó con Algaba,
muriendo a manos de Fernán de Peraza [37].
Inevitablemente complicada la
historia de las islas, los investigadores de siglos posteriores, desbarran.
Alonso Ramos, autor del XVIII, afirma sin mencionar fuente, que a 25 de octubre
de 1477, Diego de Herrera renunció a las tres islas mayores, por pura devoción
a la corona, recibiendo en compensación, título de conde de la Gomera, que dio
Carlos V a su nieto, Guillén de Peraza. No aparece queja documentada del
matrimonio Herrera, que apunte a despojo, por parte de la reina. Obligado
probablemente por la dualidad jurídica de unas Canarias, que rebasaban con
mucho el territorio del señorío, Bernáldez cuenta que en 1480, queriendo
incorporar las tres Canarias mayores, los Católicos iniciaron pleito fiscal
contra Diego de Herrera. Omitiendo la intervención de Fernán de Peraza, padre
de Inés y que ésta fuese propietaria de las islas, el cronista hace responder
al demandado, que las ganó con su dinero y sangre, quedando arrumbada la causa,
a la espera de acabar la guerra [38]
Relanzada en 1483, Herrera fue
acusado de no haber logrado conquistar las tres islas mayores y el matrimonio
de hacerse tratar como reyes, por los naturales de todo el archipiélago, con
desacato para los de Castilla. Salvando la contradicción, Bernáldez añade que
Herrera incurrió en delito, porque habiendo recibido vasallaje de los isleños,
se abstuvo de conquistarlos a sangre y fuego. Al no haber sumario ni sentencia,
el autor recurre al convenio: Diego cedió las islas mayores a la reina, a cambio
de cinco cuentos de maravedís, que no pudo disfrutar, pues falleció en el
año[39]. Muerto a finales de 1484[40], se dice que la Peraza pasó 20 años de
viudedad en Sevilla, "gobernándose muy bien, como muy noble e muy varonil
e virtuosa dueña"[41]. En verdad residió en su isla, visitando
esporádicamente, la capital andaluza.
[1] "Información de Esteban
Pérez Cabitos". Biblioteca de El Escorial. R.A. doc. IV.
[2] SRGS. V.1476.363,
V.1476.363,364. Autorizado a exportar grano andaluz, hubo de jurar que no lo
vendería a "enemigos de la fe, ni a portugueses".
[3] ADMS. 928. 27.5.1476. P. C.
T. IV. Testigo: Pero Ramírez. SRGS. VI.1477.233. Alonso de Palencia omite que
el señorío implicaba la conquista de la isla. Cuenta que el Guzmán reclamó a
Charles de Valera, isabelino en la guerra contra Juana, la presa que hizo a
Noli, a más de retrasar la salida de la armada de 1476, formada para hacer la
guerra y rescatar en la Guinea (Crónica de Enrique IV. Lib. VI. Cap. VI).
[4] "Crónica de Enrique
IV". Década III. Alonso de Palencia. [5] SRGS. VI.1477.233.
[6] SRGS. III.1478.378
1º.2ª/VIII.1478.113 [7] SRGS. XI.1476.745.
[8] Esteban Pérez Cabitos sirvió
a los Católicos. Vecino de Sevilla y posteriormente de Triana, a 18 de
noviembre de 1476, los reyes le concedieron la parte del Caño de las Rocinas,
que "pertenecer pueda" a la corona. En término de Almonte, pescadores
de Sevilla se opusieron a la concesión, probando ser propietarios por herencia.
Fueron despojados por real orden.
[9] SRGS. XI.1476.746.
[10] SRGS. XI.1476.745. El salario del juez se fijó en 100
maravedís diarios. En 1486, un escudero al real servicio, cobraba una corona de
oro al mes, que valía 500 maravedís. [11] SRGS. XI.1476.747.
[12] Aparecen Gran Canaria, Palma, Tenerife, Gomera, Hierro,
Fuerteventura y Lanzarote. No se nombran Graciosa, Lobos, Alegranza y Montaña
Clara. [13] SRGS III.1489.76.
[14] SRGS. V.1492.5. Diego de Herrera tuvo por hijos a Pedro
García de Herrera, Fernán de Peraza, Sancho de
Herrera, María de Ayala, que casó en Portugal, con el Conde
de Portoalegre, Diego de Silva y una hija, casada con Pedro Fernández de
Saavedra, hijo del Mariscal de Zahara (Bernáldez, cap. LXV).
[15] SRGS. IX.1477.521. [16] SRGS. XI.1477.233. [17] SRGS.
XI.1477.324. [18] SRGS. IX.1477.354. [19] SRGS. V. 1478.100. [20] SRGS. V.
1478. 77. [21] SRGS. IX.1478.140. [22] SRGS. IV.1480.147. [23] SRGS. 1480.168.
[24] SRGS. IV.1480.177.
[25] En 1454, Jhon Cid, Obispo de Rubico, casó a Teresa de
Guzmán. En el siglo XV, la sede era sufragana de Sevilla, con las de Gran Canaria
y la Mar Pequeña. Las de Marruecos y Cabo Verde, dependían de Ceuta.
[26] SRGS. V.1478.100/VIII.1478.121.
[27] SRGS.
IV.1480.147. [28] SRGS. XI.1478.58. [29] SRGS. V.1478.61.
[30] SRGS.
XII.1479.33/34. [31] SRGS.VIII.1478.121. [32] SRGS. XI.1478.58.
[33] SRGS. IV.1480. 135. [34] Pulgar cap. LXXVI.
[35] Pulgar cap. XVIII. Pág. 382. [36] Pulgar cap. LXXVI.
330.
[37] Bernáldez cap. LXV. Pág.613. [38] Ibídem.
[39] Bernáldez cap. CLV
[40] Bernáldez cap. LXV pág. 613 Diego de Herrera vivía en
noviembre de 1494. [41] Bernáldez cap. CLV
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