Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO XIII
El preludio de
Enrique IV
En 1610, Muley Xeque se titulaba
rey de Marruecos, Fez y Sus [1]. En 1637, Muley Muhamad el Çex, se decía emperador
de Marruecos, rey de Fez, Sus, Dará, Tafilete, "con sus reinos de
Guinea", Gago, Tumbuctú, las provincias de Haha o Haxa, Duquela o Ducala y
Tamizna o Misna. Dos años más tarde, estaban "a su obediencia real... los
polos del Poniente", habiéndose "humillado a su mando... nuestros
vasallos de los polos de la morisma", con los "poderosos reyes de la
Guinea y sus polos lexanos y cercanos"[2]. En 1640, "se omillaron a
su bendición, los poderosos reyes de la Guinea, de polo a polo"[3]. El
único continente, que corre del Artico al Antártico, es el americano. El rey de
Portugal lo era de "aquende y allende la mar en Africa", señor
"da Guinee", "da conquista, navegaçao e comercio de Etiopía,
Arabia, Persya e la India"[4] y de los Algarbes, siendo el hijo de Juan
III, el primero que se tituló Príncipe de Brasil. Los Católicos fueron reyes de
las Islas Canarias, Islas de Indias, sus posesiones en Africa y Tierra Firme. Y
Felipe II de las Islas de Canaria, las Indias Orientales y Occidentales, Islas
y Tierra Firme del Mar Océano.
Superpuestos los poderes,
mezclados los seguidores de diferentes religiones, no es fácil delimitar el
territorio controlado por el Xerife, ni la ubicación de musulmanes, judíos,
adoradores del sol, animistas y cristianos, más o menos heterodoxos y
originales. Libres los vasallos de monarca islámico y del rey de Portugal, de
creer cómo les daba la gana, en Canarias y las Indias de Castilla, el bautismo
se impuso por el chantaje. Si no libraba al sujeto de la encomienda y la mita,
le puso a resguardo de la esclavitud. Converso fácil el animista, no debió
serlo tanto el musulmán. De no tener amplia población islámica, Carlos V se
hubiese ahorrado la cédula de 1540, prohibiendo reducir a cautiverio a los
seguidores de Mahoma, que hubiesen dado vasallaje a rey cristiano.
En tiempo del Emperador, se
admitió esta presencia, sin caer en que ponía en entredicho la
"Intecaetera", de 1493, soportando la Iglesia que el Corán, hubiese
penetrado en la gran isla americana, antes que el Evangelio. Pero descubierta
la fuerza de la propaganda, en el curso de la lucha contra las diferentes
formas de protestantismo, tanto la Iglesia como las testas coronadas
implicadas, acordaron erradicar el pasado del continente, disolviendo en una
nada insondable, la historia que precedió al descubrimiento. Destruidas las
muestras de las culturas autóctonas, en cuanto fue materialmente posible, se
impuso el paradigma, pasando desapercibidas afinidades del arcaico americano,
con el de Oriente Medio, absteniéndose el arqueólogo de comparar lo americano,
con las estatuillas de Mari o el Egeo. Si el consciente del investigador no
detecta las formas de un Buda rechoncho, de rasgos orientales, en figura
olmeca, o la gravedad atenta del Escriba, en cabeza azteca, se debe a que el subconsciente
ha sido informado, de que antes de 1492, los pueblos de los tres continentes,
conectados por tierra, ignoraban la existencia de la gran isla americana.
No cayó en el absurdo Maquiavelo.
Con naturalidad, nos dice que terminada la conquista de Granada, el Católico
emprendió la de "Africa", porque así se llamaba el escenario de la
conquista de Alonso Fernández de Lugo y del "descubrimiento" de
Colón. Demasiado inteligente para asimilar la patraña colombina, pero sin
pruebas documentales a la mano, Voltaire avanzó por complicado laberinto
intelectual, hasta descubrir la mecánica, que aplica el ortodoxo castellano,
para adaptar la realidad a su conveniencia, demostrando que el pretendido
descubrimiento, era racionalmente imposible. Pero al ser el español obstinado y
enemigo del análisis crítico, pues le deformó la teocracia, impuso su ideal,
destruyendo pruebas de lo real, fiando en la cortedad de la memoria colectiva.
No se equivocó. El paso por la historia de una autoridad, implacable y censora,
fue suficiente para que mudados los topónimos, el nieto olvidase lo que supo el
abuelo. Y se omitió que en América, como en el "viejo mundo",
naciones y topónimos se superpusieron sobre un mismo territorio, desde mucho
antes de que apareciesen los conquistadores. Sabemos que las Fortunadas no
fueron las Hespérides, porque Ulises navegó 30 días, entre los dos
archipiélagos. Pero se nos hace cuesta arriba admitir que Cartago y Mauritania,
nacieron de la muerte de Tharsis. O aceptar que en las antípodas de las Molucás,
había una Etiopía, que fue Guinea, llamada Tierra de Negros, por serlo los
naturales, como en la otra costa. Y Berbería, porque dominó el Islam. Conocidas
por Asia e Islas de Indias las regiones donde imperaron las razas, de color
"loro" o cocho, las partes o quizá el todo, para algunos o en algún
momento, se llamaron Canarias y Madeira, surgiendo más tarde, por razones de
geografía política, el topónimo Cabo Verde, con sus Islas. Como todos los
pueblos, los americanos
estuvieron sometidos a reyes, caudillos y señores, autóctonos o extranjeros.
Colón práctico el "rescate", a imitación de cuantos pasaron por
Indias y Canarias, percibiendo los reyes de Castilla y Portugal parias y
quintos, como el Xarife.
San Borondón, el monje irlandés
que cruzó el mar, para visitar el reino de las Siete Ciudades, contó su
periplo. Los lectores postcolombinos, lo interpretaron como descripción mística
del paraíso. A consecuencia, normandos y otros viajeros, que siguieron sus
pasos, fueron remitidos, por la historia, a la costa frontera, que hoy llamamos
Guinea. De sus armadas conservamos recuerdos dispersos. Hay noticia de la que
zarpó de Dieppe, con dos navíos, en 1365. Tocó en Cabo Verde, siguiendo a Petit
Dieppe. Fue el uno a la Costa de la Manegueta, en busca de guindilla y el otro
a Santo Tomé y "Minas", acopiando oro y marfil. La de 1374, salió en
noviembre. Hicieron aguaje en Canarias, arribando en Navidad a Cabo Verde.
Continuaron por la Costa de la Manegueta, hasta Río Fresco[5], adjudicándose la
fundación de factoría en Petit Dieppe. Completaron la carga, en la Guinea
"del oro". La de 1382, llevó cuatro navíos. Separándose en Cabo
Verde, el San Nicolás rescató en Cabo Corso[6] y Mouré, "encima" de
la Mina; el Esperanza en Fantín, Sabú y Cometín, alcanzando "mina"
rica en oro. A su regreso, tras 10 meses de navegación, el consejo de la ciudad
acordó fundar factoría, mandando armada en 1383, con materiales de
construcción, herramientas y albañiles, que hicieron torre en Akkara, dejando
guarnición de 10 a 12 hombres. A su sombra surgió aldea, dotada de iglesia. Los
normandos recorrieron la costa de Africa Occidental, de Cabo Lope a Cabo
Frío[7], llegando a los "confines" de Mauritania, centro comercial
del mundo islámico. Se dice que a imitación de los vikingos, fueron desalojados
por la peste. Pero puede que les afectase el abandono, efecto de las guerras de
Carlos VI y el avance portugués. Francia conservó Nueva Francia, repartiéndose
Bacalaos con Nueva Anglia y Nueva Suecia. Según Hurtado de Mendoza, geógrafo
del siglo XVII, la costa se llamó "Mediterránea", por ser la más
próxima a Europa.
Escarmentado Juan I, tras el
patinazo de 1411, conquistó Ceuta en 1415. Cabeza eclesiástica de la diócesis
de Marruecos, bajo los godos[8], la posesión le dio fuerza moral. En 1416, los
Caballeros de Cristo rebasaron las Canarias, arribando al Cabo de Naam. Dos
años después Martín V, papa único tras prolongada bicefalia eclesiástica,
concedió a Portugal cruzada en un reino de Fez, que tuvo su frontera oriental
en Melilla y la occidental en Cabo de Bojador, comprendiendo el reino de Meça.
"Descubiertas" las islas de Madeira en 1418[9], el Pontífice concedió
cruzada en el reino al portugués, procediendo al reparto de 1430. Investido
Juan I como soberano de la conquista de Fez, las Canarias quedaron a Castilla.
Descubiertas oficialmente las Azores por Gonzalo Velho, en 1431, doblado el
Cabo Naam por Gomes Pireis, en 1434, las islas fueron adjudicadas a Portugal en
1435[10]. En 1436, el papa Eugenio IV, cansado de las quejas de Juan II de
Castilla, devolvió a Portugal las Canarias, cuyos naturales no hubiesen sido
convertidos. Partida Palma por el Cabo de Bojador, el sur portugués se llamó
San Miguel, siendo incluido, alternativamente, en las islas de Madeira y Cabo
Verde e incluso en la Tercera. Era Madeira centro de mercaderes, que
"descubrían" a Poniente y escala de los barcos de Lisboa, camino de
Cabo Blanco y Río de Oro[11].
En 1441, Antâo Gonsalvez navegó a
Poniente, en busca de negros y lobos marinos. Tocando en el Puerto de la Galea,
costa de alárabes, mandó esclavo de esta raza, embarcado como interprete de
"morisco", a negociar la compra. Al no poder entenderse con los
naturales, porque hablaban "azanegue", los portugueses concluyeron la
operación por las bravas, capturando alárabes. En el lote cayó Adahu, hombre
viajado, que dominaba el árabe. Con las presas a bordo, mandaron al esclavo -
interprete, para tratar del rescate. Regresó en calidad de prisionero, rodeado
de 150 moros, 35 montados, a caballo o camello. Excesivos para entablar pelea,
Gonsalves salió a la mar, no parando hasta Lagos. Presentado al infante D.
Enrique, Adahu prometió 5 o 6 moros negros, por azanegue, si les devolvían a la
patria. Ventajoso el trato, el Infante les remetió en carabela. Guiados por
Adahu, los portugueses remontaron un río 4 leguas, ancorando a la espera de
interlocutor. Pasados 7 días sin que asomase bicho viviente, se preparaban a
levar anclas, cuando apareció montado en camello blanco, seguido de cien moros
y moriscos de a pie. Martín Fernández, alfaqueque del Infante, que hablaba
azanegue, consiguió 5 negros por alárabe, con regalo suplementario de huevos de
avestruz y polvo de oro [12]. Entretanto López de Almeida y un compañero,
desembarcaron en Angra de Caballos. Bajando el istmo por tierra, amparados por
las carabelas, pelearon a los nueve días con 22 naturales. En la jornada 21
dieron en Río de Oro, estando entre Cabo Bojador y la Tierra Alta [13].
Conquista de Castilla la Tierra
Alta, se menciona en dos albalas, otorgadas por Enrique IV, en 1463, año de
cambio de dinastía en Marruecos, pues cayeron los Benimerines. En la primera,
de 10 de enero, declara el rey que cuanto había entre los cabos de Ajer y
Bojador, con "dos ríos" y la Mar Pequeña, al "ser de mi
conquista pertenece a mí e a la corona real de mis reinos", recordando que
Diego de Herrera, "cuyas son las islas de Canaria", tomó posesión
"en mi nombre", de "todas las dichas tierras e ríos e
pesquerías"[14], acto que parece haber tenido lugar en 1461, sin duda por
haber muerto Enrique el Navegante en 1460, al que respondió Alfonso V de
Portugal, reforzando el castillo de Arguim, que estaba caído. En la historia de
Marruecos, se consigna la toma de posesión, por Herrera, de Tedler y Guardar,
provincias de este reino, suponiendo que la hizo en nombre propio. Los
historiadores españoles, deseando olvidar, extrapolan el acto a la Gran Canaria
castellana, mutando los territorios en príncipes rivales.
Al no haberse producido la
estampida de pescadores, mercaderes, señores y otros intrusos, que deseaba el
rey, determinó acogerse a la eficacia de la iniciativa privada, concediendo el
predio, en señorío y proindiviso, a Diego de Herrera y Gonzalo Saavedra [15],
ambos informados, el uno por residir en Canarias y el otro por tener Tarifa, puerto
de pescadores y mercaderes, que frecuentaban el poniente Atlántico. Pero al
presuponer el monarca, que las tierras comprendidas en la concesión, eran las
que "asy a la parte de las dichas yslas de Canarias, se han
descubierto"[16], los interpelados mandaron a los flamantes señores a otra
parte, por ser imposible declarar recién descubierto, lo sobradamente pateado.
Sin solución Herrera y Saavedra,
fueron en busca del rey, encontrándole en Lirín, a consecuencia de entrada en
Navarra, en el marco de la guerra con Aragón, iniciada a principios de año. En
la villa y a 10 de agosto, reparó el error, mintiendo como sabe hacerlo quien
puede castigar, por delito de lesa majestad, al que le contradiga. Diciendo
reproducir la albalá anterior, "de palabra a palabra", omitió toda
alusión a "descubrimiento", para echar mano del "propio motu,
cierta ciencia y poderío real absoluto", fórmula que ponía la palabra del
rey, sobre todas las leyes, dando a Herrera y Saavedra la facultad de cerrar
tierras y mares. Podrían expulsar, por la fuerza, al intruso, juzgando,
sentenciando y ejecutando las penas, sin apelación, incluidas las de muerte y
destierro, en cuantos se opusiesen a su voluntad. Admitida la presencia de
comendadores y subcomendadores de órdenes militares, propietarios de
"castillos y casas fuertes o llanas"; de particulares, dueños de
bienes inmuebles, por compra o concesión, señores locales, pescadores,
mercaderes, tratantes y cuantos "andan por los mares de mis reinos",
a más de desposeerlos, como al Almirante, les ordenó colaborar con los señores,
en la posesión del predio, como a los justicias del reino, en especial los
de Canarias. Conveniente
identificarlo, en las nuevas circunstancias, el rey incluyó accidentes
geográficos, no mencionados en enero. Señalando abundancia de "ríos",
"playas", "islas" y "puertos", nombró el de
Mogodor, junto al Cabo de Ajer o Aguer [17], límite del señorío.
La concesión implicaba el segundo
despojo de Juan de Guzmán, en menos de 12 meses. En las crónicas aparece
conquista de Gibraltar detallada, porque se extrapola, de 1456 a 1462. En la de
Miguel Lucas de Iranzo, olvidada por los correctores de la historia, se cuenta
que en 1456, tras correr Granada, despedida la hueste en Estepona, Enrique IV
salió de tierra de moros por la costa, con un puñado de caballeros. Informado
de estar indefensa Gibraltar, ocupó el caserío. Habiéndose encerrado los
vecinos en la fortaleza, mandaron emisarios, con recado de que "se
darían" a Juan de Guzmán "y no a otro... Y desta manera se
ganó"[18]. El "Memorial de diversas hazañas", de Diego de
Valera, calla la entrega de la plaza, pero lleva a Enrique IV a Gibraltar. El
alcaide Aben Comixa, le recibió con presentes y cortejo de caballeros,
permitiéndole pasearpor murallas y defensas, en alarde de imprudencia. Más
cauto el Trastamara, se alojó en la torre de Cartagena, que estaba extramuros,
donde le visitó el Conde Oudemira, capitán de Ceuta. Invitado a visitar la
plaza, el monarca quiso ir "más allende, por ver el reino de Fez".
Prácticos en la travesía, Gonzalo
de Saavedra y Juan Fernández Galindo se opusieron, pues un rey sin descendencia
no debía exponerse a tan "gran peligro", porque "la vía del mar
era dudosa" y cambiante, lo que no hubiesen aducido, de estar la costa de
Fez al otro lado del estrecho, pues bastaba asomarse a la mar, para verificar
su estado. Tozudo el Trastamara, navegó en el mejor barco de Oudemira, no
pudiendo "correr monte de leones" en destino, porque los moros se
presentaron de cabalgada, ante los muros de la plaza. Al regreso se hizo
preceder de barco de avisos, ordenando a Gonzalo de Saavedra aguardarle en
Tarifa, donde se proponía desembarcar. Imposible prever el tiempo atmosférico,
a larga distancia, Enrique IV arribó con mala mar. Entregada la alcaidía de
Tarifa a Saavedra, en detrimento del Almirante Fadrique Enríquez, propietario
de la villa, siguió hacia Sevilla [19].
Señor de Gibraltar el duque de
Medina, por derecho propio, pues se lo dieron los moros, Enrique IV quiso
incorporarla a su corona, en 1462. Cedió el Guzmán, a condición de que no fuese
otorgado en señorío. Molesto por la intervención de Herrera y Saavedra en su
conquista, Alfonso V se quejó al rey de Castilla. Fijada la entrevista en
Gibraltar. En 1463, el Trastamara pasó de Sevilla a la plaza, atravesando el
portugués desde Ceuta. Concertado matrimonio de Juana, heredera de Castilla,
con el Príncipe de Portugal y de la infante Isabel, con el rey viudo, quedó
solventado el problema. Aprovechando la estancia, Enrique IV dio Gibraltar a su
favorito, Beltrán de la Cueva, haciendo comprender al duque de Medina, que su
desgracia era irreversible. Dispuesto a recuperar las "Islas del Cabo de
Aguer", por vía tan ilegal, como la utilizada por el monarca, para
apropiárselas, pero más contundente, hecho testamento traspasó bienes y estados
al hijo, con reserva discreta de usufructo vitalicio. En el otoño, pertrechado
de préstamo, concedido por sus vasallos andaluces, que le permitió levantar
hueste, se dio por muerto, por no pagar las consecuencias de sus actos. Mal recibidos
Herrera y Saavedra por el Almirante de Castilla, privado por la concesión
enriqueña, de quintos sustanciosos y otros ingresos, procedentes de la tierra,
que le permitían adquirir la herramienta de guerra y cobrar sus emolumentos,
peor considerados por la pléyade de propietarios, mercaderes y pescadores a
expulsar, al ser hostigados por los naturales, que azuzó el Guzmán, declararon
la tierra "peligrosa de moros", admitiendo que "pertenece más a
vos el dicho señor Duque, por ser como soys gran señor, para lo poder defender
e conquistar, que no a nosotros, que no lo podemos asy faser"[20].
Reforzado el argumento con cuento
y medio de maravedís, entregados por Gómez de León, en nombre de Enrique de
Guzmán, a título de indemnización, Herrera y Saavedra aceptaron renunciar al
regalo, sin más condición que la de ser provistos de documento, que les pusiese
al amparo de la real cólera, al tener la merced por fin, sacar de su señorío a
los Guzmanes. No habiéndolo, pues lo otorgaron xeques y vasallos locales, por
ser de behetría, se acudió a falsificador, por cierto mediocre, que confeccionó
albalá de Juan II, haciendo la misma concesión al duque D. Juan. Esgrimiéndolo,
Herrera y Saavedra pudieron aducir temor a "pendencia" jurídica:
"vos el dicho señor duque nos contradezís, disiendo quel dicho señor rey
don Juan, de gloriosa memoria, fiso primero merced de la dicha tierra e mar al
señor duque don Juan, vuestro padre, que santa gloria aya, de que mostrasteys
una cédula, firmada del señor Rey don Juan". Y añadieron que Enrique IV
"non nos fisiera la dicha merced y donación", de haber tenido
noticia. La cesión de lo contenido en las albalas de 1463, cuyo original se
conserva, fue firmada a 16 de febrero de 1464, por Pedro Vasques de Sayavedra,
alcaide de Tarifa, hijo de Gonzalo, casado con hija de Diego, estando presentes
padre y suegro y ausente el de Medina, representado por Gómez de León[21].
Falto de espacio el archivero,
incluyó el privilegio de Juan II, fechado en 1449, en el "inventario
viejo" del archivo, tras las albalas de 1463. Al tanto de interioridades,
comentó el concierto de las "yslas del Cabo de Aguer", dando por vivo
al difunto: el duque D. Juan "quedó con ellas"[22]. Hizo posible la
trapisonda, el haber sido el primer duque señor de las "Islas", quizá
por herencia. Es probable que pusiese a Juan II en relación con su señorío, en
torno a 1449, siendo indicio el oro, que apareció en los reales documentos,
aunque quizá procediese de las Canarias, propiamente dichas. Sea como quiera
hubo reacción de Alfonso V, pues precisamente en 1449, concedió el comercio de
Canarea e do Cabo do Bojador", desde Cabo Cantim, a Enrique el Navegante
[23].
De no aparecer nuevas pruebas,
será difícil determinar cuál fue el primer Guzmán, señor en el Cabo de Aguer.
En albalá de 1288, otorgada por Sancho IV, que se conserva en el convento de
Santa Inés de Sevilla, Alonso Pérez de Guzmán aparece como "vasallo"
del rey. Basta repasar relación de confirmantes, en cualquier privilegio del
reinado, para observar que el tratamiento quedaba reservado al extranjero, que
dio vasallaje al rey de Castilla. Autorizándole a llevar pan terciado "a
Allén Mar, do él es", hace clara referencia al lugar de origen del
beneficiario. No siendo costumbre de hispanos, educados en la ortodoxia religiosa,
confundir el "ser" transcendental, con el "estar"
circunstancial, el "do él es" ha de ser entendido como indicativo de
naturaleza y Allén Mar como topónimo, pues de significar "al otro lado del
mar", se hubiese omitido la preposición "a".
La Punta de Allende, Alinde para
los portugueses, estaba en la costa del Marañón, a 1 1/3º de latitud sur,
acordándose la demanda de Guzmán el Bueno, a las características de la tierra.
Al no producir el trópico trigo, cebada ni olivo, los naturales, que parecen acostumbrados
a consumirlo, hubieron de procurárselos de importación. La afición manifestada
por el héroe de Tarifa, a conseguir puertos en la costa del Algarbe; el cambió
del señorío de Alcalá de Sidonia, hoy de los Gazules, por la tierra de pan de
llevar y olivos de Monteagudo y la compra del Alijar, generoso en cereales, de
donde habría de sacar los 300 cahíces, destinados a la patria, pudiera indicar
que pasó a Castilla como agente y proveedor, del reino de Marruecos, explicando
la presencia de su primogénito, junto al Infante D. Juan, que sitió Tarifa,
apoyado por tropas de Abeacob, la costumbre de garantizar la fidelidad de
servidores, destacados en el extranjero, reteniendo al familiar más apreciado,
en calidad de rehén. El nieto de este Guzmán, fue señor de una misteriosa isla
de Ardiles, su bisnieto de las Islas de Canaria y el tataranieto de las Islas
del Cabo de Aguer. Del hijo que heredó al fundador de la casa, sólo sabemos que
nació en Marruecos y pleiteó junto con su convento de Santiponce, contra los
almojarifes de Sevilla, para poder continuar sacando por mar, el aceite de la
cosecha.
Densamente pobladas las
"islas del Cabo de Aguer" e inestables los topónimos, comprendían las
provincias de Tedler y Guardar o Galdar, para unos en Gran Canaria, y para los
de Gran Canaria, en Berbería; el puerto y provincia de Zebedique, con la de
Tilit, a 8 días del puerto de Turucuco, con su tierra y la provincia de
Benitemer, cuyo puerto estaba a tres días de navegación del de Galebarba, con
la provincia de Caçima[24], llamándose la tierra, por otros nombres, reinos de
Meça y Azamor; Vutata, con la ciudad de Tagaoz, donde estuvo la fortaleza de
Agaoz y la casa de Agadir, el puerto de Nul, el de Yfini, con su castillo,
Ufrán, Tamamarte, Tagamarte, Tiçigune y Auladamar[25], todo en el Cabo y las
"Islas" de Aguer, como el puerto Gugarti y la provincia de Tufani, a
ocho días del puerto de Aytudel, provincia de Cataleat, con "la Ysla e
términos e cabo de Mogodor", en el "reyno de Marruecos", a más
de Talgilt, Tiredi y Tetenezt[26].
Los naturales de Vutata,
prometieron a la Católica pagarle los tributos, que dieron a los
"reyes
antepasados"[27], no siendo de excluir que el señorío de los Guzmanes,
fuese reminiscencia de parentesco, con familia reinante. No parece referirse,
la Católica, a su propia estirpe, en 1473, al señalar a Enrique de Guzmán, como
"persona de real linaje"[28], ni éste a la casa de Castilla en 1478,
jurando por "mi fe como quien soy e del linaje e estirpe real do
vengo"[29]. Exótico y dudoso el origen, el VI duque de Medina Sidonia
quiso borrarlo, junto con el recuerdo de una Isabel de Fonseca o de la
"Fuente Seca", conocida popularmente como "Duquesa de las
Rocinas". No casó con el primer duque de Medina, pero fue madre del segundo,
campeando sus armas en patio del convento de San Isidoro, en Santiponce: dos
calamares, separados por una daga, en campo de púrpura violácea, en losange,
símbolo de mujer libre, porque no quiso casar en "faz de la Iglesia".
Lo enmarcan plumas de avestruz, como el de su compañero, que reemplaza los
castillos y leones de la casa real, por orla con cuatro leones en cruz, de muy
distinto origen, como el que incluyo bajo las calderas guzmanas, en portada de
iglesia sanluqueña [30].
Documentada la Fonseca en la
contabilidad, hasta su fallecimiento en 1494, cuatro anotaciones en el
inventario viejo, escandalosamente tachadas, revelan que el Guzmán, fallecido
en 1468, no legalizó la relación. Se refieren a bulas y letras de Inocencio
VIII, extendidas en 1491, por las cuales se absolvía al difunto y su pareja,
del concubinato en que vivieron, pero sobre todo, borraban la bastardía del
hijo. Escabroso el tema, Pedro Barrantes, hagiógrafo de la casa, hace contraer
matrimonio el primer titular del ducado, en 1468, a días de su óbito, con una
inexistente Isabel de Meneses, que se atribuye por madre al sucesor. Redactada
la escritura en pergamino, por falsario de élite, de no haber sido incluida en
el inventario, tras documento de 1541, cuando se redactaba la falsa crónica,
hubiese pasado por autentica [31].
Recuerda Alonso de Palencia que
en 1454, fueron a Lisboa embajadores de Juan II, para protestar ante Alfonso V,
porque teniendo la corona de Castilla y León, "la antigua y exclusiva
facultad de navegar a los mares de Guinea y hacer la guerra a los moros y otras
gentes de Africa", "la desidia de los castellanos", permitió al
rey de Portugal hacer la guerra en Marruecos, expulsando de sus mares y costas
al extraño. Es probable que llevada la protesta a Roma, estuviese en el origen
de la ratificación del reparto del reino de Fez, de Martín V y Eugenio IV, que
hizo Nicolás V aquel año, permitiendo al portugués, cerrar a cal y canto su
conquista. Recurrente el argumento de la "debilidad", lo retomó
Enrique IV: "por debilidad" y miedo a los portugueses, que "los
mutilaban y mataban, entre crueles tormentos", si se aventuraban a rebasar
las Canarias, los castellanos se abstenían de navegar por los mares de las
"Islas", o pescar con jábega, en sus costas y las africanas, sin
tener licencia del rey de Alfonso V, que habiéndose erigido en señor del
litoral "etiópico", hizo de un reino pobre, "patria
opulenta", fletando flotas para importar etíopes cautivos, pimienta y
oro[32]. No sospechaba el Trastamara que su hermana Isabel, continuando la
tradición, le colgaría la acusación de "debilidad", por idéntica
causa.
En el falso fechado en 1449, que
en 1464 se atribuyó a Juan II, se reservaron a la corona, mineros, moneda
forera y mayoría de justicia o derecho de apelación, como era costumbre,
limitación inocua, pues los Guzmanes adquirieron el predio, en las condiciones
en que lo recibieron Herrera y Saavedra, añadiendo ciertos detalles oportunos.
Recogidos los topónimos y accidentes, que aparecen en las albalas de 1463, se
incluye conquista "tierra adentro" y la "Tierra Firme"[33].
Provincia de Portugal, lindaba al oeste con la Tierra Alta española y al este
con Arguim, principio de la Guinea, teniendo al norte las Islas de Cabo Verde.
Señorío del infante D. Fernando, condestable del reino y maestre de Avis,
confunde a los historiadores la frase, incluida en los acuerdos de Santa Fe:
"después que hayades descubierto e ganado las dichas islas e Tierra
Firme...".
Los testigos que deponen en los
pleitos colombinos, son unánimes: siempre oyeron "llamar... Tierra
Firme" a la costa, que corría de Paria a Veragua, no habiendo escuchado
jamás, "que hubiese otra Tierra Firme", porque "no hay otra
costa que se llame Tierra Firme", unitaria aunque la poblasen
"diversidad de lenguas y de personas", dispares[34] porque al carecer
de embarcaciones, como sucedía en las Canarias, no se comunicaban entre sí[35].
Según Rodríguez Simón, Colón recorrió lo que "agora dicen Tierra
Firme", en su cuarto viaje, pudiendo constatar que de Honduras a Retrete,
era todo una costa, "sin brazo de mar o estrecho", que comunicase los
Mares del Norte y el Sur[36], lo cual significa que se conocía la existencia
del Pacífico. Cristóbal Rodríguez supo del descubrimiento de tres provincias de
Tierra Firme, "en la isla de Guanabo, estando en la guerra",
prestando Diego Prieto a Colón, dotes premonitorios: cuando iban "a
descubrir" la primera vez, le oyó decir que buscaba una "Tierra
Firme", en la que "había mucho oro y aljófar y que si allí fuesen,
que les faría Dios mucha merced"[37]. Antonio Quintero, hombre de Indias,
incluyó en Tierra Firme la Isla de Pirto[38], Cuba, Higueras[39], la Bahía de
Concepción y Golfo Dulce, sin caer en que la insularidad, rompía la unidad de
la costa. Diego Soto llevó el topónimo hasta San Juan de Ulúa, mientras otros
le hacían rodear el continente: "todo se llama Tierra Firme", por ser
una costa "a la luenga, tanto a la parte del Mar del Norte, como del Mar
del Sur"[40]. Velando por los intereses de Francia, el cosmógrafo
Sebastián Caboto, lo detuvo en el río Santi Espíritus, de la Florida,
excluyendo Bacalaos [41]. Francisco de Bobadilla fue contundente: las dos
costas de Nicaragua, eran una misma Tierra Firme [42].
Sometida toda transmisión de
propiedad, aun de mediana importancia, a real consentimiento, los Guzmanes
presentaron la concordia de Tarifa, en la real chancillería, acompañada de la
falsa albalá de Juan II. Entendiendo que al admitir por origen del señorío,
concesión de un rey de Castilla, los Guzmanes reconocían, implícitamente, el
derecho de la corona a despojarles de unas "islas", en las que no
tenía arte ni parte, a 16 de abril de 1464, Enrique IV, dando por vivo al
padre, declaró a los dos Guzmanes señores propietarios de la tierra y mares,
que hubiese entre los dos cabos, aplicando la fórmula mágica: "de mi
propio motu e cierta çiencia y poderío real absoluto, de que en este caso
quiero usar e uso..."[43].
Los Guzmanes solventaron su
problema en Tarifa, pero no los restantes afectados, por la concesión de 1463.
Concertados muchos, los disturbios estallaron en Valladolid, el 14 de
septiembre de 1464, día de la Santa Cruz, encabezados por el Almirante, como
era de esperar. En inferioridad Enrique IV, arrumbó las pretensiones
ultramarinas, para conservar el trono. Deseando los grandes por rey, a su hermano
Alfonso, pero no crear futuros conflictos sucesorios, el monarca hubo de
deshacer el matrimonio portugués, para casarle con su hija Juana, a la que
nadie consideraba espuria. Calmados los ánimos, el rey cometió la torpeza de
modificar las leyes del reino, por "sentencia" dictada en enero de
1465. Obligados moros y judíos a llevar señales y recluirse en guetos, los
cristianos, sometidos a "inquisición", serían castigados, de no vivir
como tales. Al ser muchos los conversos, fieles a su tradición, empezando por
Juan de Guzmán, las cortes se autoconvocaron, por última vez. Reunidos los
procuradores de las ciudades en Avila, derrocaron a Enrique IV en efigie, el 25
de junio de 1465, proclamando al hermano menor, como Alfonso XII. Enriqueños
Gonzalo de Saavedra y Esteban de Villacreces, alcaides de Tarifa y Gibraltar,
el segundo por Beltrán de la Cueva, interceptaron las comunicaciones de Alfonso
por mar, con los centros de avituallamiento y del oro[44], quedando a cargo de
Enrique de Guzmán, tomar la plaza. Conseguido tras largo asedio, la recibió en
señorío.
En agosto de 1467, Enrique IV fue
derrotado en Olmedo. Prisionero en Bejar y más tarde en Plasencia, sería
liberado por los condes, sus guardianes. Proclamado nuevamente en Toledo, a
primeros de junio, el 5 de julio moría Alfonso XII en Cardeñosa, dejando la
corona a su hermana Isabel, proclamada en el mismo real. Con seguidores
mermados, deambuló por los campos, procurando no topar con la hueste del
hermano. Sitiada en Cadalso, a principios de 1469, bajó a la Venta de los Toros
de Guisando, para dar obediencia a Enrique, siendo arrestada. Camino de Ocaña,
se celebró consejillo en Villarejo. Perdonados los isabelinos, el rey
restableció los casorios de Juana, con el heredero de Portugal y de Isabel con
Alfonso V [45]. De no haber errado Baltasar Bellerino de Villalobos, autor de
rotario en 1592, Enrique IV aprovechó la paz para reanudar la aventura
ultramarina. Escribió con todas sus letras, apuntando a operación de corte
colombino, que Vicente Yáñez Pinzón "descubrió" el San Juan de las
Amazonas, "el año de mil y quatrocientos y sesenta y nueve"[46]. En
cualquier mapa, con dos siglos de antigüedad, encontramos el río de Vicente
Yáñez Pinzón, en la provincia de Paria, a 1º, latitud norte. Estaban los reyes
en Extremadura, entregando a Juana a la familia del esposo, cuando el partido
de Juan II, al que pertenecía el Arzobispo de Toledo, ayudó a escapar a Isabel,
que abandonó Ocaña, malcasando en Dueñas o Valladolid, con el príncipe de
Aragón, para iniciar nueva guerra.
[1] ADMS. 2408.
[2] ADMS. 2417. Año 1637 [3] ADMS. 2418.
[4] ADMS. 925.
[5] Petit Dieppe y Río Fresco, pudieron estar en Cayena y
San Luis.
[6] Chaves menciona un Cabo
Corzo, en la costa de Marañón. Equivocados los grados, al estar al extremo este
de Brasil, 2º al sur del punto en que baja la costa, viene a coincidir con
Natal.
[7] Cabo Frío, al norte de Río de
Janeiro, conserva su nombre.
[8] En el siglo XVI, lo fue de
Santo Tomé y Cabo Verde.
[9] En mapas del Siglo XVI,
encontramos un río y Cabo Deserto, en el Nuevo Reino o Colombia, Chaves
menciona un Cabo Deserto en Nueva España.
[10] “Crónica de Guinea”. Gomes
Eanes de Zurara. Cap. IX. Se dice que Enrique el Navegante, a su muerte, dejó
descubierta la costa, de los 22º a los 8'5º, donde estuvo Sierra Leona.
[11] C.G. [12] C.G. [13] Ibídem.
[14] ADMS 2478.
[15] Comendador de Montalbán.
Enrique IV le dio la alcaidía de Tarifa, en 1457. Controló la villa, en
detrimento del almirante Fadrique Enríquez, que la tenía por mayorazgo. Siendo
el año de cortes, el rey indicó a Sevilla, que le designase procurador. Juan de
Guzmán le trató de "hermano" a 27 de marzo de 1459, en carta dirigida
al cabildo de Medina Sidonia, pidiendo que le permitiesen meter su ganado en el
término ("Medina Sidonia en la baja Edad Media" L. Rodríguez Liáñez.
Ana María Anasagasti. Doc. nº 135). Fue firmante de la "sentencia" de
1465, origen de la guerra civil. Enriqueño bajo Alfonso XII, a la muerte del
rey, siguió a Juana. No queriendo rendirse a los Católicos en octubre, continuó
la guerra por su cuenta, capturando navío en Cádiz. Arrestado en el otoño de
1477 y llevado a Jerez, donde estaban los reyes, se publicó que fue perdonando
y dio vasallaje. Cuatro días más tarde, los Católicos se dirigieron a su
esposa, Inés de Rivera, tratándola de viuda. [16] ADMS 2478.
[17] ADMS. 4278. La "isla de
Mogodor" aparece como provincia de Marruecos.
[18] Prueba el hecho concesión de
la barca de Santi Petri, que cruzaba de Chiclana a Cádiz, otorgada en 1459 por
Juan de Guzmán. Encabezando como señor de Jimena y Gibraltar, menciona a los
gibraltareños como vasallos propios, con derecho a pasaje gratuito, para sus
personas y mercancías.
[19] SRGS. II.1475.184.
"Memorial de Diversas Hazañas". Mosén Diego de Valera. Confirmación
en la posesión de estados y derechos, en favor de los Guzmanes, padre e hijo,
firmada por Enrique IV en Sevilla, a 27 de junio de 1456, ratifica la salida
del rey por la costa, recogida por el biógrafo de Lucas de Iranzo y Mosén Diego
de Valera, en contra de Castillo, que le hace salir de tierra de moros por
Córdoba.
[20] ADMS. 4278. [21] Ibídem.
[22] ADMS. 4045. [23] R.A. doc. II.
[24] Simancas. Depósito de Medina
Sidonia. [25] R.A. doc. XXXI/XCVIII.
[26] Simancas. Depósito de Medina
Sidonia. [27] R.A. doc. XXXI.
[28] Depósito Medina Sidonia.
Simancas. [29] ADMS.926.
[30] Las armas de ambos se
encuentran en el Patio de los Muertos, de San Isidoro del Campo (Santiponce).
[31] ADMS 4045.
[32] "Crónica de Enrique
IV". Alonso de Palencia. Década III. [33] ADMS. 4278/4045.
[34] P.C. T. IV. T. VIII. T. IV.
[35] P.C. T.IV.
[36] P.C T. VIII.
[37] P.C. T.III.
[38] Hubo tres isletas a una legua de Tierra Firme, al este
de río Oynari, llamadas Pititu, no Pirto.
[39] En el Golfo de Honduras, sobre el solar de Cartago.
Chaves menciona Higueroto a 9º 1/3 grados. Era puerto de Tierra Firme, 8 leguas
al oeste del Oynari. [40] P.C. T. VIII.
[41] P.C. T. VIII. [42] P.C. T. VIII.
[43] ADMS. 4278. Simancas. Depósito Medina Sidonia. [44]
SRGS. VIII.1477.370.
[45] "Crónica del Rey Don Enrique el Cuarto". Cap.
CXXI. Diego Enríquez del Castillo.
[46] "Luz de Navegantes". Baltasar Bellerino de
Villalobos. Manuscrito 1592. Ed. V Centenario.
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