Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO XXXI
En Bruselas a 22 de mayo de 1522,
Carlos V mudó los alcaides de la "torre de la Mar Pequeña, ques en la
costa de Berbería", traspasando las tenencias a sus hijos, Juan de Chaves
y Francisco de Vargas[1]. Rentable el término, el 13 de noviembre rompió el
protocolo, extendiendo nombramiento en favor Pedro Hernández de Lugo, como
teniente de alcaide. Residente en San Cristóbal, "comarcana" de la
Mar Pequeña, al estar Santa Cruz "en comarca de vuestra casa", podría
"mejor guardarla". Lugo dio pleito homenaje al Emperador, ejerciendo
en nombre de Chaves y Vargas [2]. Al encontrar la torre como quedó, cuando la "derrocaron"
los moros, el 26 de julio de 1524, queriendo relanzar el negocio, contrató en
la capital de Tenerife albañil y peón, que por seis doblas canarias al mes,
comida, bebida, viaje y tornaviaje, incluyendo "bogar tres días que a otra
isla vinimos e saltaremos e en otra", se comprometieron a dejar la
fortaleza "como estuvo", sin alzar la mano de la obra. De no trabajar
por enfermedad o desidia, dejarían de cobrar, pero si paraban por falta de
materiales o "aparejos", que habría de procurarles Lugo, percibirían
su salario [3].
Disfrutaba Pedro de la inversión,
continuando su guerra en el Nuevo Reino, cuando fue llamado a la corte. Con un
pie en el barco, titulándose Adelantado de las Islas de Canaria, gobernador de
Tenerife y San Miguel de la Palma, a 19 de abril de 1525 apoderó a Luis de
Aday, "para que por mí y en mi nombre seáis alcaide" de Santa Cruz,
durante 8 meses, "entretanto yo vo e vengo de Castilla". Sancho,
criado de Lugo, le entregaría la torre, con armas y pertrechos, pudiendo
conservar el cargo al regreso de Lugo, si así lo deseaba. En la ausencia, Aday
continuaría la "guerra e conquista della, en todo el término de la dicha
torre". Mal vistas las de agresión, incluso en la época, el teniente de
alcaide la justificó, achacándola a "traición" de Juan de Lugo y
Hamete "moro, su hermano", que "levantaron" la tierra.
Cabalgadas y pesquisas se continuarían, hasta capturar y exportar al último
rebelde [4], practicando la trata, con justificación y disculpa. De regreso al
hogar, el Adelantado compareció de nuevo ante escribano, el 8 de marzo de 1526.
Esta vez apoderó a Luis de Aday, para entregar la torre de la Mar Pequeña.
Levantado el pleito homenaje, que Lugo dio en su día, "por auto e
relación", según convenía a la "guarda de su derecho", su representante
daría la fortaleza, con armas y pertrechos, al alcaide Diego de Vargas, el
canónigo Alonso Vyvas, prior de la catedral de Gran Canaria o a quien tuviese
su poder[5].
Verificado el traspaso a 19 de
agosto, se liquidaron las tenencias de Diego de Vargas y el licenciado Herrera,
titulares de la alcaidía de Santa Cruz de la Mar Pequeña, hasta el 1 de enero
del mismo año. Borrados castillo y topónimo de la historia, el 8 de noviembre
de 1530 Martín Herrandes Çerón, gobernador de Gran Canaria, recibió la mitad de
las tenencias de una torre de Santa Cruz, que estuvo en otra parte[6]. Pero
Fernández de Lugo no se mudó. Continuó la conquista del Nuevo Reino de
Granada[7], apareciendo en 1527 en San Cristóbal, ejerciendo el gobierno de sus
dos islas, con título de adelantado[8]. En 1529 fletó la "armada, que
agora yrá a Berbería", formada en Santa Cruz, puerto de Tenerife[9]. Dos
años más tarde, desde la misma residencia, seguía despachando
"armadas", para "saltar" en Berbería. En la de 1531 fue por
capitán su hijo, Alonso Luis de Lugo, que en septiembre de 1534, continuaba
practicando la cabalgada en Tenerife[10]. En 1535, Pedro Fernández de Lugo fue
nombrado gobernador de Santa Marta, que se dice fundada por Rodrigo de
Bastidas, en 1524. Abandonando los gobiernos hereditarios de Tenerife y Palma,
conservó el título de Adelantado de las Canarias. En competencia con los
Pizarro del Perú y Ambrosio Alfinger, de Venezuela, organizó expedición al
valle de Alcázares, haciéndose con las esmeraldas. Al traicionarle el hijo,
pues se quedó con el botín, dejando sin pagar a la gente, el padre le denunció,
siendo llevado preso a Madrid, donde quedó en la cárcel de corte. En 1536,
Hernández de Lugo inició la conquista del Río Grande de la Magdalena. Fallecido
en 1538, el hijo preso heredó el adelantamiento y el gobierno de Santa Marta.
Puesto en libertad en 1541, tomó posesión de la provincia en 1543, cometiendo
tales tropelías, que paró por segunda vez en Madrid y en la cárcel. Cuentan que
estuvo desterrado en Mallorca, pasando a Milán, donde murió. Pero en 1572 un
Alonso Luis de Lugo, adelantado de las Islas de Canaria, residente en La Palma,
capital de Gran
Canaria, continuaba organizando
armadas, para "saltar" en Berbería.
Coincidiendo con la desaparición
de la Torre de Santa Cruz y la provincia de la Mar Pequeña, se modificaron
ciertas leyes de Indias. Prohibida en los inicios de la conquista, la entrada
de conversos de moro o judío, sambenitados y quemados por "herética
parvedad", hasta la cuarta generación, la veda se mantuvo hasta 1511.
Falto de pobladores, el Católico abrió la mano. Quien quisiese podría
"morar" en el "descubrimiento", sin más requisito que el de
enunciar nombre y lugar de origen, ante oficiales de la corona, que lo registraban
en libros perdidos. Fortalecida la corriente migratoria, por correr voces de
oro, el Emperador regresó a los orígenes, ordenando a los jueces que los reos,
sospechosos de contaminación religioso - ideológica, pagasen la pena en cárcel,
por ser imprudente exportarlos a unas Indias, donde no faltaban
correligionarios naturales[11]. Recorriendo en sentido opuesto el camino del
abuelo, que introdujo en Canarias el sistema fiscal de Castilla, para
distinguirlas de la conquista colombina, el Emperador se propuso asimilarlas,
restableció el quinto en 1525[12]. Protesta encabezada por el regidor Juan de
Aguirre, la obligo a pasar por periodo prolongado de franqueza fiscal, para
salvar su política.
Continuaron los canarios sus
cabalgadas, entrando sin remilgos en la conquista portuguesa, donde los
naturales, vasallos del Xarife, no podían ser mutados en carne de mercado.
Habiendo adoptado al rey de Portugal por protector, la captura de 13 vecinos de
Tamaraque y uno de Cabo Blanco, en 1527, por canarios, puso en aprieto a Luis
Sacoto, gobernador de Santa Cruz del Cabo de Guee. A tres meses del término de
tregua de dos años, firmada con Muley Mafamedes, rey del Sus, negociaba
Portugal prórroga por otros tantos, con el "irmâo mais velho", Muley
Hamete, rey de Marruecos, que suspendió las negociaciones, supeditándolas al
regreso de los raptados. Sin posibilidad de defender Santa Cruz, por ser
"mucha la frontera de moros", escasa la guarnición y subsistir los
residentes, de lo que traían los naturales cada mañana. No habiendo sementeras,
huertos ni ganado, en el término de la plaza, era seguro que de reanudarse las
hostilidades, abandonarían el enclave, sin necesidad de perder batalla.
Dirigiéndose a Pedro de Lugo, "Adelantado de Tenerife", Sacoto pidió
la devolución de los cautivos. Entregó al de Cabo Blanco, porque estaba en su
"isla", confesando no poder recuperar los restantes, por estar en
Gran Canaria, fuera de su jurisdicción. Dirigiéndose a Juan III, Sacoto
advirtió que de lamentar el Xarife haber puesto el reino, "debajo de su
bandera", la plaza estaría en precario, por lo que debía escribir al
Emperador, consiguiendo que los cautivos fuesen devueltos en el primer barco,
pues de no hacerlo, se acabaría la paz en "Africa"[13]. Fechada la
carta a 14 de abril, disgustó al rey, pues al año siguiente gobernaba la
factoría Antonio Leitâo.
Desembarcado en Santa Cruz el 28
de febrero de 1528, con la primavera en puertas, tiempo de navegaciones y
corsarios, a 3 de abril se manifestó inquietó, por la falta de gente. No
habiendo regresado García de Mello con los moros, que robaron los canarios,
Muley Hamete, entrando en Safi, reclamó interlocutor portugués. Designado
Duarte Llópez, fue a la corte en compañía del judío Bezomero, bien quisto de
los moros, Celebrada la primera entrevista, escribió el embajador que según
palabras de Hamete, de no estar de vuelta los cautivos, cuando llegase el rey
de Fez, la paz no sería firmada, añadiendo que quedaba en "Çafym,
receloso"[14], mientras la situación se complicaba en Santa Cruz y otras
factorías de "Allende", al imperar la escasez, por desertar
paulatinamente los proveedores. Recordando Juan III que en tiempos abasteció un
duque de Medina Sidonia, mandó factor a Sanlúcar. Recibido por la duquesa Ana
de Aragón y atendido el pedido, a 20 de marzo de 1528 la Emperatriz Isabel
agradeció el buen trato, dado al mensajero de "mi hermano.., cerca de la
cargazón del pan, para el proveymiento de los lugares de Allende",
frontera con enemigos, de la Santa Fe Católica[15]. El envío coincidió con
nueva guerra de Carlos V, contra Francia e Inglaterra. Conveniente reactivar
las cabalgadas, el Emperador pretextó complacer al regidor de Tenerife,
Cristóbal de Valcaçar, para declarar legítimas y francas las presas, que
hiciesen castellanos y canarios, combatiendo a su costa contra franceses y
moros aliados, tanto si las hiciesen en la mar, como en tierra de Berbería[16].
En 1529 Pedro de Lugo fletó la
"armada, que agora yrá a Berbería", formada en Santa Cruz, puerto de
Tenerife [17]. Francisco de Sirpa participó, siendo capturado. A 20 de
noviembre de 1530, su mujer Agueda Gómez, vecina de San Cristóbal, entregó a
Luis de Aday 32 tostones de plata de Tenerife, equivalentes a 4.032 maravedís
de Canarias, ocho varas de paño de florete negro, cinco tocas de lienzo de
presilla, una de lienzo casero y ovillo de hilo "prieto", con peso de
tres onzas, para llevarlo en "este presente viaje, que agora hago a la
dicha Berbería, para lo dar por rescate del dicho Francisco de Sirpa, cautivo
en la dicha Berbería"[18]. Capitán de la armada Alonso Luis de Lugo, fue
testigo de la imprudencia de Aday. Habiéndose "desmandado de la
bandera", le capturó Hamete Çigal, padre del moro Hubala, cazado por los
castellanos en Angla de Caballos. A cambio de Aday, Çigal exigió la persona del
hijo y la mitad de la presa, conseguida en la jornada. Blasina de Perdomo,
analfabeta y mujer de Aday, ayudada por su cuñado, Diego de Aday, negoció con
Alonso Luis. Negó el botín pero cedió a Hubala, con condición de que le sería
devuelto o pagado su precio, caso de no ser recuperado Aday, por estar muerto o
haber sido llevado a Fez, como esclavo del Xarife. Recibido a 12 de enero de
1532, fue restituido el 5 de septiembre de 1534[19], por haber quedado Luis de
Aday en tierra de moros, no sabemos si vivo o muerto.
Abocadas las cabalgadas a
desembocar en conflicto, aviso de armada de turcos y moros, formada en Meça,
para saquear Tenerife, enviado en 1532 por los portugueses que estaban en
"la villa del Cabo de Aguer, que es en Africa"[20], no hubiese debido
sorprender a los vecinos. No apareció la armada, pero se multiplicaron los
corsarios. Al progresar humanismo y protestantismo, los interdictos de la
iglesia perdieron vigencia. Y por extensión, sus concesiones. Enterada la
Emperatriz Isabel de que Francia y Bretaña formaban armada, para ir "a los
mares de Poniente destos nuestros reynos y hazer daños y robos", el 6 de
abril de 1536 ordenó secuestro de navíos, para guardar la mar de las
"dichas Indias y Levante". Los designaríacomisión, integrada por
Francisco Tello, tesorero de la Casa de la Contratación, un oficial de la
corona y tres mercaderes, en representación del gremio de Indias. Cargado el
gasto a la "avería", es decir al comercio privado, al faltar
"artillería para la dicha armada", Carlos V pidió prestados sus cañones,
a Juan de Guzmán [21].
La polémica de las plazas
portuguesas, fue solventada por Mahamete de Marruecos, entre 1539 y 1541. En el
curso de brillante campaña, en el Sus y Guinea, recuperó la isla de Mogodor con
Santa Cruz, Azamor y Safi, quedando al rey de Portugal Mazagán, murada poco
antes por un Pireis. Consolidada la dinastía Es Sadín, se dijo que Juan III
dejó los enclaves de su voluntad, al no ser rentables, porque el pueblo
portugués debía ignorar que su rey había sido derrotado. Trasladada la aduana
de Santa Cruz a Sierra Leona, al sur del delta del Orinoco, en la provincia de
Porto Santo, se hizo "famosa en esta Guinea, de rescate de oro y
negros"[22], antes de revelarse mal sana, debido a la humedad. Pasaron las
instalaciones a Santiago de Cabo Verde, quedando Santo Tomé y Mina en aduana
secundaria y depósito de esclavos. El hijo de Juan III, heredero malogrado, no
sería señor de Guinea, según solían los sucesores. Estrenó el título de
príncipe de Brasil.
Hasta mediado el siglo XVI, los
americanos pudieron viajar libremente a la metrópoli. En 1497, Mateo Viña mandó
esclava canaria al Puerto de Santa María, comprada por el duque de Medina, en
14.000 maravedís. El 9 de abril de 1553, su hijo adquirió esclavo indio,
llamado Francisco, caro pues costó 100 ducados o 37.400 maravedís [23]. En
Sanlúcar aparecen indios libres, ejerciendo de costaleros,
"palanquines" y otros oficios menores, habiendo residido las hijas
mestizas de Cortés, por ser el Guzmán su tutor. Tuvo ministriles aztecas,
regalo del conquistador de Méjico, que en 1540 se reintegró a la patria,
arrastrando con Pedro de Montezuma, señor de Tula, heredero del difunto
emperador. El duque alquiló casa, alojándole con sus caballeros cerca de un
año, hasta que fue llamado a la corte, donde recibió condado y rentas en su
patria de origen, con prohibición, transmisible por herencia, de volver a
pisarla. Una condesa, coetánea de Carlos II, recibió privilegio para importar
especies y cacao mejicano, francos de derechos, aprovechando la corona la
merced, para documentar versión insólita de la conquista: el emperador regaló
su imperio a Carlos V, por su propia voluntad y de pura admiración [24].
Prohibido a los naturales
abandonar el continente y a la metrópoli recibirlos, ni aun como esclavos, cada
vez sería más difícil a los castellanos, criollos o avecindados en Indias,
conseguir licencia para embarcar [25]. Pero la provisión de 14 de agosto de
1543, no indica intención de aislar a la población de Indias. Habiendo
"moriscos" naturales como Leonor Sánchez, conocida por La Fudimenta,
mencionada por Juan Castellanos en Venezuela, temiendo que animados por un
Islam victoriosos se uniesen al Xarife, creando dificultadas al poder español,
el Emperador ordenó que los "nuevamente convertidos de moros", de
origen peninsular, sus hijos y nietos, fuesen remitidos a Castilla, "sin
que quedase ninguno"([26], Diferentes las circunstancia bajo Felipe II, al
terminó de la guerra de las Alpujarras quiso reemplazar una mano de obra
autóctona en extinción, remitiendo "golpe" de moriscos" a Cuba,
Santo Domingo y las "tierras calientes", donde no tardaron en ser
"consumidos", por el calor y el trabajo, a más de partida a la
Florida, provincia pobre habitada por pueblos, con reputación de intratables.
Quisieron padre e hijo un
continente inmaculado, en lo intelectual, por no decir amorfo, probándolo el
Emperador, al prohibir la introducción de libros o escritos en Indias, que
tocase temas ajenos a la religión, alegando que los conquistadores no debían
distraerse de la tarea de convertir, ni los infieles olvidar el deber, de ser
convertidos. En Génova, ocupado en sus guerras, Carlos V se manifestó
preocupado, por la "cantidad de navíos de armada de corsarios", que
fletaban en Bretaña y Normandía, con intención de robar las naos "que
vienen de las nuestras Indias y las otras de nuestros súbditos, que andan en el
trato de Levante y Poniente". A 9 de septiembre de 1543, mandó formar
armada para patrullar "por esa costa de Andalucía y por los Cabos",
temiendo que interceptasen las comunicaciones con las "Indias y en
Levante". Como años atrás, representantes de la Casa de la Contratación y
de los mercaderes de Indias formaron comisión, que eligiese los barcos. Vacías
las cajas, la operación se financió con cargo a una "avería" extraordinaria.
Creciente la impopularidad de los impuestos, por no ver el fruto los paganos,
el rey marginó de la recaudación a sus oficiales, encomendándola a los
señores[27].
Entre las aportaciones del
imperio a las Indias, destaca el chapetón, gremio al que pertenecieron los
Velazares, arrendatarios de Venezuela o Nueva Andalucía, provincia que la
corona pretendía extender, cuando menos hasta el río Marañón, aunque nunca pasó
del Amazonas. Novatos en el continente, suplían ignorancia con doblones, poniendo
de actualidad la figura del intérprete. Nuevo en San Cristóbal de Tenerife,
Francisco Solorzano de Hoyo arrendó carabela, para practicar la trata. A 8 de
marzo de 1549, contrató ante escribano a Luis Perdomo, hermano de Pedro Riço y
probable pariente de Blasina, para "este presente viaje que vays de
resgate y a saltar en tierra de Berbería.., ansy arriba como abaxo e donde
quiera que lo oviéredes de hacer", salvo en la conquista de Portugal, no
queriendo el "lengua" complicaciones. A cambio de traducir y tratar
con los naturales, cobraría 6 reales de plata viejos, equivalentes a 42
maravedís, en moneda de la isla, por "pieza" de esclavo, rescatada
"por mi industria e solicitud", o que "metiéredes en el navío o
navíos", no recibiendo "cosa alguna", por las criaturas que
"mamaren". De caer enfermo el titular, el tratante podría utilizar
otro "lengua", pero de reemplazarle por capricho, tendría que pagar a
Perdomo, por cuantos negros embarcase. El intérprete podría cargar las
mercancías y negros que consiguiese, por comisiones, regalos u otra vía, a los
que alimentaría Solorzano, hasta que bajasen a tierra [28].
En 29 de marzo de 1549, Carlos V
cerró las escalas de mercadores a sus vasallos, prohibiéndoles tocar en
Alarache, Çale y otras plazas del Xarife. Los justicias de los puertos
castellanos, impedirían zarpar a los sospechosos de dirigirse ir a Berbería
[29]. Al año siguiente, dictó la primera y única medida humanitaria, que se
intentó aplicar a los aborígenes en Indias: fueron declarados vasallos de la
corona, con derecho a las pocas libertades, que gozaba el castellano. Prohibido
encomendar al indio que no lo estuviese, condenadas las encomiendas a extinción
a la muerte del titular, la pragmática provocó guerra de secesión en el Perú,
encabezada por Gonzalo Pizarro, siendo anulada por Felipe II, apenas subió al
trono. Libre el musulmán que hubiesen dado vasallaje a las coronas de Portugal
o Castilla, pero acreedor a esclavitud el que hiciese proselitismo, participase
en revueltas o fuese vasallo del Xarife[30], los "saltos" continuaron
hasta 1572. La presencia de oficial portugués, en las Palmas de Gran Canaria,
reclamando restitución de dos vasallos del Xarife, capturados por pescadores
castellanos, en la conquista de Portugal [31], aconsejó a Felipe II vedar
drásticamente la cabalgada[32], por complacer al rey D. Sebastián, con quien no
quería problemas, porque para sucederle, como se había propuesto, tenía que
empezar por ganar su confianza.
De cabalgada Alonso Luis de Lugo,
como de costumbre, se enteró de la veda al regreso. En el banquillo los autores
del rapto, el lengua "morisco" Diego Marcial, fue convocado como
testigo, por haber dicho que parientes de los cautivos, que formaban parte de
la presa, le informaron de un hecho, que no pudieron presenciar. Analfabeto y
primitivo, inició el relato en sus preliminares: el primer salto lo dieron en
el puerto de Suarçan, "ques abaxo de Sant Bartolomé". Entrando 15
leguas en el interior, hasta Telmaçar, llegaron de noche a la "cabeza del
río Çeguia", capturando una muchacha en La Palmita. "Más acá de
Çirgao", en la rada de Jarra, se hicieron con 36 "ánimas". Las
llevaron a embarcar en Cabo de Bojador, donde esperaban las carabelas.
Amparados por los barcos, siguieron la costa por tierra, hasta dar en Los Percheles,
donde terminó la cacería, por haber entrado en la conquista de Portugal.
Estando en terreno seguro, "Enhala, hijo de Bamba" abordó a Marcial,
dando su versión de lo ocurrido. Habiendo pagado los pescadores alformaje,
según costumbre, su alformar les acompañó al caladero, en compañía de dos
parientes, con el fin de protegerles. Pasado un tiempo prudencial, fueron a
buscarles "costa abaxo", en dirección a Cabo Blanco. Encontraron al
alformar muerto, "que le havían echado a la mar con unas pezgas", sin
encontrar rastro de sus compañeros. Siguiendo "más abajo",
descubrieron a unos castellanos pescando. Los capturaron con intención de
trocarlos por los ausentes, sin atender a las protestas del "alformar del
rey", que les acompañaba. Llevados ante el alcaide de Tagaoz, "que
juzga los moros de aquella tierra", ordenó entregarlos a su protector,
"para que los bolviesen a Cabo Blanco, donde los habían tomado"[33].
A la salida del juicio, los
parientes de los desaparecidos abordaron al alformar, pidiendo que les diese
los pescadores, pues no tenían otro medio de recuperar a los suyos. Los entregó
con promesa de que serían bien tratados, llegando a oídos de los portugueses,
que había rehenes cristianos en Tagaoz. Delegado oficial para recuperarlos,
prometió en nombre del rey devolver a los raptados en un plazo de tres meses,
denunciando civilizadamente a "los que havían traído los moros, para que
se los diesen". Pero los alárabes conocían por experiencia la justicia del
blanco. Desconfiados, respondieron que deseando tratar el rescate sin
intermediarios, le daban seis meses para regresar, con información sobre los
cautivos, prometiendo que a cambio le darían cinco pescadores, reservándose los
otros dos, para cambiarlos "moro por cristiano y cristiano por moro".
Imposible convencerles, el oficial "vino por los moros a Canarias".
No habiendo tenido noticias, Enhala preguntó a Marcial por el paradero de sus
parientes. El lengua le respondió llanamente: estaban en la Canaria y tenían
rescate, porque los compró un "padre de ánimas", que era "su
merced el señor Inquisidor"[34]. Habiendo declarado los pescadores que el
alfomar y sus compañeros intentaron capturarles, Marcial ratificó la versión,
sin más prueba que su palabra. Aferrándose al testimonio, falso de toda evidencia,
los jueces declararon a los raptados ganados en buena guerra. Y absolvieron a
los raptores.
La prohibición de saltar en
Berbería se mantuvo, hasta que desaparecido D. Sebastián en Alcazarquivir,
Felipe II tuvo la corona de Portugal en la mano. En atención a los canarios,
pero sobre todo a sus rentas, el 27 de enero de 1579 permitió a los de Gran
Canaria, sacar las dos armadas anuales de costumbre, para capturar azanegues y
alárabes. No podrían hacerlo en la conquista de Portugal, ni en la costa de Hamete,
pero si de "San Bartolomé abaxo", por ser los naturales
"contrarios" al Xarife". Propietarios los alárabes de muchos
"esclavos negros", tantos que "demás de los que se les pueden
tomar, dan otros por sus rescates", ofrecían la comodidad de vivir desperdigados
por los campos, alimentándose de la leche de un ganado, que apacentaban en
prados costeros, facilitando su captura. "Gente desarmada" y sin
barcos, que no sabían "defenderse ni tener con que", "ir a
entrar" en Berbería, para capturarles, no implicaba riesgo ni
"escándalo"[35].
Ya rey de Portugal y de su
conquista, el Austria celebró consejo en Lisboa, en 1582. En el orden del día,
figuraba la organización de las comunicaciones con Indias. Bajo control del
Austria Guinea, la cantera de negros más próxima a los mercados europeo y
americano, se reguló la navegación de los barcos de la trata: los de Santo Tomé
y Cabo Verde, se unirían a la flota de Tierra Firme, apartándose en las
Canarias, donde sacarían licencia para cargar en los depósitos. Los de Angola y
Congo irían con los navíos de Brasil, siendo el permiso innecesario, al no
estar comprendida la costa de destino, en las concesiones pontificias. Los
negros serían llevados a Lisboa o Sevilla, quedando prohibido desembarcarlos en
puerto de Indias, aunque el barco entrase con pretexto de tormenta, corsarios o
avería [36]
. Alimentado el depósito de
Cartagena, de los que se capturaban en los límites de la conquista de Castilla,
las reservas eran pobres, pues a más de haber sido esquilmado el territorio, el
que pudo huyó a los controlados por el Xarife. Coronado Felipe II rey de
Portugal, los castellanos pudieron aprovechar la Guinea. Revitalizado el
tráfico a partir de 1580, libre la trata y caros los negros, intervino la
corona, haciendo del negocio regalía real, a través de los "asientos"
de negros. Firmado el primero en 1595[37], en 1603, año de la muerte de Hamete
el Dorado, estando a punto de estallar guerra civil entre sus hijos, los
vecinos de Tenerife, sin duda desinformados, pidieron la licencia misma
licencia que se dio a Gran Canaria, para sacar dos armadas al año, pues al
faltar esclavos, los campos quedaban sin cultivar, estando la isla perdida,
pues los "negros que ay de Guinea [son] muy caros, y los vecinos
pobres"[38]. Vigente el asiento, no es probable que hubiese respuesta. En
este año, los holandeses ocuparon la Mina de Oro, de Santo Tomé o el Orinoco.
Queriendo recuperarla, mercaderes portugueses ofrecieron pagar la armada, sin
sospechar que iniciaban contienda interminable, conocida por guerras "del
Marañón", por tener el Levante americano como escenario.
[1] R.A. doc. CXXVI. [2] R.A.
doc. CXXIX. [3] R.A. doc. CXXXIII. [4] R.A. doc. CXXXIV. [5] R.A. doc. CXXXV.
[6] R.A. doc. CXV.
[7] R.A. doc. CXXIX/CXXXV.
[8] R.A. doc. CXXXVII/CXXXVIII.
[9] R.A. doc. CXLII.
[10] R.A. doc. CXLIII.
[11] "Norte de la
Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671.
[12] R.A. doc. CXXXVI.
[13] R.A. doc. CXXXVII/CXXXVIII.
[14] R.A. doc. CXXXIX.
[15] ADMS. 2395.
[16] R.A. doc. CXXXIX/CXXXVI. [17] R.A. doc. CXLII.
[18] R.A. doc. CXLII. [19] R.A. doc. CXLIII. [20] R.A. doc. CXLVI. [21]
ADMS.2395.
[22] "Los viajes al Estrecho
de Magallanes". Pedro Gambóa de Sarmiento.
[23]ADMS. 2431.4047 En 1533,
vecino de Vejer, vendió esclavo negro al duque, llamado Hernando, en 13.000
maravedís. [24] ADMS. 2482.2420.
[25] "Política
Indiana". Solórzano Pereyra.
[26] "Norte de la
Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671.
[27] ADMS. 2395. Año 1543. Juan Alonso de Guzmán, hubo de hacerla en sus
puertos. [28] R.A. doc. CXLVII.
[29] R.A. Apéndice. [30] ADMS.
2407.
[31] R.A. doc. CL. 28.11.1572.
[32] R.A. doc. CXLIX. [33] R.A. doc. CL. 28.11.1572.
[34] R.A. doc. CL. 28.11.1572.
Las Palmas. [35] R.A. doc. CLI.
[36] "Norte de la
Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671.
[37] "Norte de la Contratación de las Indias Occidentales". José de
Veitia. Ed. de 1671.
[38] R.A. doc. CLII.
Fotografía extraída del libro de Mariano
Gambín, La Torre de Santa Cruz de la mar pequeña.
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