Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO XXI
Alonso de Lugo fue a conquistar,
Tenerife en marzo de 1494[1], poco más o menos cuando Torres salió de Monte
Juan. Debió precederle portugués, pues a 8 de marzo, Juan II estaba informado
de la fundación de Isabela la Nueva. Tomando en serio la penetración castellana
en su conquista, apoderóa Rui de Sosa, Juan de Sosa y Arias de Almadana, porque
habiendo sido "halladas nuevamente unas islas", por orden de los
Católicos, "et podrían adelante descubrir e hallar otras yslas e
tierras", urgía que "el mar en que las dichas islas están e fueren
halladas, se parta e demarque... en alguna buena, cierta e delimitada manera,
sobre el Mar Océano, yslas e tierra firme que en el oviere, por aquellos rumbos
de vientos e grados de norte e de sol, e por aquellas partes, divisiones e
lugares del cielo, de la mar e de la tierra, que vos bien paresciere",
para saber, con precisión, lo que estuviese "dentro de qualquier
limitación e demarcación", con el fin de conservar
la "mayor paz de
armas".
Conscientes de haberse metido
donde no debían, los Católicos pospusieron la respuesta, prolongando la guerra
sin declarar, que mantenían a través de particulares, contra cuantos
frecuentaban la Berbería, con licencia de Juan II o sin ella. Culpable
Bartolomé Machino, por tener contratada la Guinea, con el rey de Portugal, una
de sus carabelas, que entró en Valencia con esclavos, para trocarlos por "ropas"
y otras mercancías, con destino a los rescates, fue capturada por andaluces, al
salir del Grau [2]. Igual suerte corrió Diego de Lepe. Habiendo sacado
carabela, a medias con vecinos de Ayamonte, "rescataba" lienzos,
paños y otras mercancías autorizadas, por las "escalas de mercadores"
de Azamor y Çafi, "que diz que están so la obediencia del Rey de
Portugal", cuando fue apresado en Azamor, "ques Mazagán", por
carabelas matriculadas en Puerto de Santa María, al mando de un Quintero.
Diciéndose capitanes de la corona de Castilla y siéndolo, probablemente,
metieron a Diego con su barco en el Guadalete. Denunciado el atropello, la
causa fue remitida a Juan de Fonseca, arcediano del Puerto, que la peloteó a la
vía muerta del Conde de Cifuentes, so pretexto de que un religioso, no debía
inmiscuirse en cuestiones penales[3]. En los mismos "mares del Cabo de
Aguer", tripulación de Jerez capturó dos carabelas de Puerto de Santa
María, con 103 moros y meticales de oro, valorado el todo, en 1.600.000 de
maravedís [4].
En Cádiz se fletaba la segunda
armada de socorro, con destino a la Española de Monte Juan, a cargo de Antonio
de Torres, bajo los auspicios del Obispo Fonseca. Llevó pobladores y carta de
los reyes, para Colón, fechada a 18 de abril de 1494, autorizándole a
despachar, de retorno, la persona de Bernal de Pisa, sin extenderse "por
la priesa de la partida destos navíos, que agora van"[5]. Ocupada "la
más gente de la armada poblando", el Almirante quiso ir en busca de la
provincia de Catayo, en Tierra Firme "de las Indias", navegando por
las "derrotas" o rumbos, de las cartas que tenía [6]. Frey Rodrigo le
vio partir con "tres" naos, a "descubrir las islas"[7],
número que recoge Bernáldez, pero los que fueron, sólo nombran dos: la
Carderuela y la Niña [8]. Llevó como pilotos a Juan de la Cosa y los Niño,
lamentando Miguel del Toro enfermedad, que le obligó a quedarse, acogido en
"casa de un cacique, llamado Guacanari"[9]. Se hicieron a la mar el
24 de abril de 1494[10], yendo a poniente, al puerto de San Nicolao, "fin
y cabo de las Indias, por Oriente", comprobando que era tierra
continental, no isla. "Frontero" al Cabo Alfaeto, se encontraba donde
terminaba de Juana [11]. Cambiando de rumbo, siguieron al sur, encontrando dos
costas unidas: "la una" se desviaba "del Polo Artico y la otra
acercándose a él". Con Juana a la derecha, buscaron la capital del Gran
Khan y el reino del Preste Juan "de las Indias, en la parte que señorea y
mira al norte". Eran sus habitantes gentes "idólatras, agudísimas y
nigrománticas, ricas en oro, plata y seda". La "forma de la
tierra", les empujó al Austro, dando en Jamaica [12].
Otra vez frente a Tierra Firme,
la costearon por espacio de 70 días, manteniendo el rumbo al "Aurea y
Forneso", hasta que "por temor de los tiempos", Colón "tomó
la vuelta", regresando al Cabo Alfaeto, "comienzo de la tierra de
Juana". En "el cabo" de Tierra Firme, a la parte de poniente,
bajaron a tierra, plantado dos cruces, a modo de "columnas". Mas
adelante, llevando la costa a la derecha, entraron en puerto, confirmando que
estaban en el trópico, al saber que los árboles daban fruto dos veces al año.
Avistado grupo de cazadores, que amontonaban piezas para una fiesta, pasaron la
noche en los navíos. A la mañana, continuaron a poniente. Alta la tierra, el
mar formaba entrantes, encajonadas entre montañas. Confiados los aborígenes,
por no haber sido frecuentados, se manifestaron hospitalarios, ofreciendo
pescado y pan, que libró a los castellanos de pasar necesidad. Casi sin darse
cuenta, se vieron otra vez en Jamaica. Mal recibidos por hombres negros
"pintados", desembarcaron alano, "que es un perro que vale para
contra los indios, como diez hombres"[13]. Comprobada la ausencia de oro,
dejaron la isla, alejándose 34 leguas a poniente.
Entraron en el Golfo del Buen
Tiempo, en la Tierra Firme de Juana, costeando la provincia de Macaca,
montañosa, poblada y bien cultivada [14]. El cacique conocía las andanzas de
Colón, por ser amigo del padre de Simón, uno de los indios que llevó a
Castilla. Quedó en la corte, transmutado en juguete del Príncipe D. Juan.
Siguieron la costa a poniente, encontrándose rodeados de islas, "a todos
los cuatro vientos". Evocando a Juan de Mandeville, Bernáldez recuerda que
el inglés intentó contar las islas de Indias, concluyendo que rebasaban los
cinco millares. "Llena toda aquella" mar, la práctica confirmó la
teoría. En la pascua del Espíritu Santo, desembarcaron en un gran "palmar
de palmas", con río a levante. Lo remontó Colón dos leguas, en un batel,
llamando al conjunto Jardín de la Reina [15], topónimo que debió gustarle, pues
es recurrente.
Siempre a poniente y entre islas,
vieron la sierra de Ornophay, "muy grande y muy alta". Se acercaron a
la costa, "andando en poca agua". Abundante el algodón, el cacique
les habló de Magón [16]. Estaba más adelante, y la gente tenía por costumbre
vestirse. Como los de Naam, se hicieron sospechosos de tener rabo, porque de lo
natural, "ninguno debe hacer vergüenza". Colón concluyó que estaba en
la Moré, de Mandeville. Anduvieron "muy gran camino", con buen
viento, entrando en una mar, "blanca como la leche y espesa", como
"el agua de los zurradores de cuero". Plagada de bajos, siguieron
canal con dos brazas de agua. Imposible retroceder, anduvieron 10 leguas arrastrando
el ancla, a modo de sonda. Se metieron en rada de isla, con 2 brazas y un codo,
yendo la carabela más pequeña, en busca de puerto. Montañoso y verde el
interior, la vegetación cerraba la tierra. Continuaron rozando el barro con las
quillas, hasta una punta baja, a la que puso Colón Serafín. La costa descendía
a oriente, bordeada de montañas. Limpio el mar por la parte de unas islas, que
asomaban al austro y poniente[17], se metieron en sus aguas. Con tres brazas y
buen tiempo, surgieron en palmar "muy hermoso", haciendo aguaje en
una fuente.
Un ballestero se metió en la
espesura, en busca de caza. No le asustaron 30 indios, pero sí el blanco,
portador de túnica blanca hasta los pies, que iba al frente. Lo tomó por fraile
trinitario, pero al aparecer dos individuos, con idéntico ropaje, cortado a la
altura de las rodillas, "tan blancos como los hombres de Castilla",
puso pies en polvorosa, temiendo que sus modos, se pareciesen a los
castellanos. Enterado Colón, mandó 25 hombres armados, en busca de los
incómodos blancos, por una vega, que corría paralela al mar, de poniente a
levante. Alta y espesa la hierba, renunciaron a seguir, saliendo a la playa,
donde descubrieron huellas de "bestias grandísimas, de cinco uñas"
[18], que Bernáldez supone grifos o leones. Izadas las velas, tomaron a
oriente, girando al dar en dos costas, que se juntaban "en seco".
Pasadas 35 leguas, encontraron la montaña, donde hicieron aguaje a la ida.
Nueve leguas más allá, capturaron a un cacique. Explicó que si continuaban
navegando, en la misma dirección, podrían seguir cincuenta lunas, por mar
profundo, que "no hallarían cabo" de la costa. De nuevo entre islas y
con poco fondo, buscaron canal, encontrándola "angosta". Navegadas
dos leguas con una braza, siguieron con dos, ancorando donde tuvieron tres [19].
Los indios les rodearon con sus
canoas, subiendo a bordo confiados, porque el rey de sus montañas era poderoso.
Le llamaban "Santo", vestía túnica blanca y tenía "muy gran
estado". Así supo el ballestero, que se las vio con un rey. Cuatro días
más tarde, dieron en golfo confortable. Navegaban entre islas, por aguas
profundas, sin poder acostar en una semana, por impedirlo el lodo y la
espesura. En palmares situados a oriente, renovaron el agua. Había nácares,
perlas y buena pesquería [20]. Siguieron al sur, a lo largo de Tierra Firme,
girando después a poniente, para terminar dirigiéndose al sudoeste y el austro.
La mar volvió a cubrirse de islas. Metidos entre bajos, se sintieron perdidos.
Habiendo recorrido 1.288 millas o 322 leguas, Colón decidió regresar, saliendo
a camino conocido. Lo hizo por "Jaime", terminando de "redondear
toda la parte del Austro". Al no encontrar canal, por dentro de las islas
[21], volvió a Punta Serafín, tocando en Teroneso, tierra del "rey santo",
donde abundaban las tortugas. Llamó al sitio San Juan, porque el cacique se
decía cristiano [22]. Volviendo a la mar blanca, fueron por brazo de agua
"muy poco hondo", pero más confortable que el primero. Otra vez en
Ornophay, hicieron agua y leña en un río, descubriendo islas montañosas y
fertilísimas, que no vieron a la ida. En puerto fluvial [23], ubicado por
Francisco Niño en Cuba, Colón levantó cruz. Al ser domingo, fraile
desaprovechado, pues parece haber sido la primera del viaje, ofició la misa
[24]. Y pusieron al sitió Puerto de Misas [25]. Bajando la costa del austro,
dejaron el Jardín de la Reina a la izquierda. Costeando Macaca, volvieron al
golfo del Buen Tiempo. Con la tierra de Bojía a oriente, avistando el Monte
Cristalino. Rebasadas las puntas del Faro y la Baja, encontraron el "cabo
de la isla"[26].
La última sorpresa la deparó el
cacique de Guanique. Cubierto de joyas, seguido de esposa, hijos y criados,
subió a la carabela de Colón, decido a viajar, para entrevistarse con los reyes
poderosos, que mandaban esbirros a través del Océano, sin más fin que el de
robar e incordiar, en tierra lejana. Según Bernáldez, fue desembarcado por
convicción. Pero es probable que aligerado del oro y la libertad, viajase
efectivamente con los suyos, pero hacia el cautiverio. Pasando entre las
Caribes, las carabelas entraron en Isabela, sin noticia de minas [27], tras
periplo de medio año [28], que algunos reducen a tres meses[29]. Colón "se
volvió a Isabela la Vieja.., des que no pudo sostener los navíos con la
broma"[30]. Pero para otros, regresó "porque adoleció"[31]. Sea
como quiera, "varó los navíos y los adobó"[32], corriendo que venía
"de descubrir Paria"[33]. Pedro Anríquez hace de la excursión, el
quinto viaje [34].
Que Colón hubiese estado
anteriormente en Cuba y Jamaica [35], contado las 50 islas "a la redonda
de Cuba", a las que puso Jardín de la Reina[36], no estorbó para que este
y otros descubrimientos, se incluyesen en la jornada. Cristóbal de Triana suma
la Anegada, inventariada en el cuarto viaje, con San Cristóbal y otras islas de
"esta cordillera"[37], llevándole Moreno a "infinitas
islas", Veragua, Cabo de Gracias a Dios, Çerabaro, Puerto Vello, Isla de
Bastimentos, Retrete[38], donde los tripulantes del cuarto viaje, encontraron
huella de haber estado Colón,[39], supuesto que parece cierto, pues anduvo todo
el Caribe, rebasándolo hacia el Golfo de Méjico y a levante de Paria. Según
Juan Rodríguez, costeando el sur de la Española, descubrió "puerto y
río" tan de su gusto, que mandó buscar a la gente de Isabela, para fundar
"donde agora está Santo Domingo, que entonces no era"[40]. El
traslado se hizo, pero posteriormente y por diferentes razones.
Mientras navegaba Colón, en
Castilla se dirimía el conflicto que provocó, poblando en Monte Juan.
Insistente Juan II, los Católicos se vieron forzados a nombrar apoderados, en
Tordesillas y a 5 de junio de 1494, designado a Enrique Enríquez, Gutierre de
Cárdenas y el doctor Rodrigo de Talavera. Negociarían nuevo tratado,
"cerca del señalamiento et delimitación del Reyno de Fez, et sobre la
pesquería de la mar, que es desde el cabo de Bujador para abaxo, contra
Guinea"[41]. Reunidas las partes el 7 del mismo mes, se abstuvieron de
aludir a la "Intercaetera" y otras bulas de Alejandro VI, para
referirse al pleito, que seguía el rey de Portugal, en la corte romana, desde
1490. Considerándolo pendiente, aludieron a "diferencias.., sobre lo que
toca a la pesquería del mar, que es desde el cabo de Bujador fasta el Río de
Oro". Prohibido a los vasallos de ambas coronas, que "fuesen a pescar
en las dichas mares del Río, desde el dicho Cabo de Bojador abaxo hasta el
dicho Río de Oro, hasta tanto que fuese visto e determinado por justicia, a
qual de las dichas partes pertenesce lo suso dicho", se tropezó con la
indefinición de las fronteras. Estando por "determinar" la de Fez,
"así donde comiença del cabo del estrecho, a la parte de Levante, como
donde fenesce e acaba a la otra parte de la costa, hasta Meça", acordaron
que en tanto se señalaban los límites "por justicia", los castellanos
no entrarían en los "mares del dicho cabo de Bujadorabaxo, fasta el dicho
Río de Oro.., por el daño que podrían recibir sus navíos [del rey de Portugal],
que van por la Mina e Guinea". Los súbditos de Isabel, podrían "yr a
saltear moros.., donde suelen", por los "mares que están desta parte
del dicho cabo de Bujador, para arriba". Interesado el Católico en la
"conquista de allende", costa sur del Mediterráneo, al serle de
utilidad la posesión de Melilla y Caçaça, "que se dubda si son del reino
de Fez o non", Juan II le cedió su conquista. Pobre el territorio, su
colega le permitió "ganarlas" y "tenerlas para sí"[42].
Se acordó que "del cabo del
estrecho, a la parte de Levante, que el dicho reino comiença", el límite
de las conquistas, quedaría "donde se acaba el término de Caçaça",
pero "en lo que toca al otro cabo del estrecho, de la parte de
Poniente", Juan II no quiso perder un pie de suelo. No estando fijada la
frontera de Meça, ni ubicado el Cabo de Bojador, se formaría delegación mixta,
en los seis meses siguientes. Yendo a la "cibdat de Fez"[43], sus
miembros obtendrían "verdadera información", sobre las fronteras del
reino, que separaban las conquistas. En tanto se averiguaba, los Católicos se
abstendrían de adquirir villa, lugar o castillo, en la comarca, "que así
hasta Meça inclusive, queda por determinar, ni recibirla, aunque los moros gela
den". Portugal podría aceptarlas o tomarlas, devolviendo a Castilla lo que
cayese en su demarcación, con la condición previa de cobrar lo invertido, en
conquista, conservación y mejoras. Caso de ser denunciado el Tratado, por
alguna de las partes, en el curso de los primeros tres años, "todo lo del
dicho cabo de Bujador et señalamiento del dicho reyno de Fez", quedaría en
el "punto y estado" en que estaba, restituyendo los Católicos Melilla
y Caçaça, de haberlas ocupado. Pero en caso contrario entraría en vigor, aunque
estuviese pendiente la delimitación de las fronteras de Fez. Y vedadas para
siempre a los castellanos, que no obtuviesen licencia del rey de Portugal, las
aguas y tierras, "desde el dicho cabo de Bujador, fasta el Río de
Oro"[44].
Se disponía Antonio de Torres a
sacar su tercera armada, con destino a la Española, en septiembre, cuando
recibió carta de Isabel, dirigida a Colón, de 16 de agosto. Famosos los
halcones de Indias, como lo fueron los de Canarias, habría de hacer capturar
los que pudiese, para mandarlos a la corte, con lote de pájaros raros. A vuelta
de barco, por ser urgente, remitiría descripción puntual de las
"islas" descubiertas, indicando si tenían "dos inviernos y dos
veranos", para saber las que estaban en el trópico, indicando "las
que avéys puesto nombre, que nombre tiene cada una, porque aunque nombrays
algunas en vuestras cartas, no son todas", explicando puntualmente que
topónimos aborígenes conservó. Y por qué causa[45]. El Tratado de Tordesillas
asoma, en la reorganización de las comunicaciones: "pues que las cosas de
Portugal están asentadas y los navíos podrán ir y venir seguramente", en
lugar de armadas irregulares de socorro, habría carabelas regulares. Saldrían
cada mes de Andalucía y La Española, garantizando el abastecimiento de los
pobladores y la importación del oro. Los términos en que Isabel se refiere, a
la delimitación de las fronteras, relacionan las Indias, con la copia de
Lisboa, sin equívoco posible: "quanto a las cosas de Portugal, aquí se
tomó cierto asiento.., que nos pareçía era más sin yncoveniente".
Pendiente "lo de la raya o límite que se ha de faser, porque nos parece
cosa muy dificultosa y de mucho saber e confianza, querríamos si ser pudiese,
que vos os fallásedes en ello y la hisiésedes, con los otros que por parte del
rey de Portugal, en ello an de entender y si ay mucha dificultad en vuestra yda
a esto", por "traer algún inconveniente en lo que ende estáys",
mandaría a su hermano Bartolomé o a otro oficial, debidamente informado. Hecha
la división, remitiría informe, "por palabra e aun por pintura", en
las primeras carabelas que saliesen, "porque con ello embiaremos otros de
acá, para el tiempo en que sea asentado". Conveniente liquidar la
cuestión, apenas recibiese aviso de los partidores de Juan II, iría o mandaría
ir, "adonde se ha de hacer la raya, antes que cumpla el tiempo, asentado
con el rey de Portugal"[46].
La carta aportada por Diego Colón
a su pleito, no suele ser mencionada, porque los historiadores oficialistas,
desligan el Tratado en castellano, que se conserva en Lisboa, de la cuestión
americana, por razones obvias. Llamándolo "Atlántico" o
"Africano", suponen que partió
entre las dos coronas, pesquerías
situadas entre Mauritania y Malabo, sin interés para el europeo del siglo XV,
entre otras razones por dificultades de navegación, que subsanó el vapor. Dando
por sentado que por ganar tiempo, el mismo 7 de junio de 1492, utilizando los
mismos poderes, se firmó el de "Demarcación", conservado en el
archivo sevillano de Indias. Los investigadores comulgan con ruedas de molino,
por salvar la situación. Destacando la bula alejandrina de 1493, se menciona el
meridiano, situado 100 leguas a poniente de las Islas de Cabo Verde y Azores,
demarcación que se arrastra, desde los "Acuerdos de Santa Fe". Sin
perjuicio de que el sur del Caribe, aún no estuviese "descubierto",
los Católicos admiten que Juan II salió seriamente perjudicado, en la concesión
pontificia, por quedar reducida su "conquista" a exiguo triángulo.
Generosos, aceptaron trasladar el meridiano de "demarcación", 370
leguas a poniente, de la isla más occidental de Cabo Verde. Omitiendo que el
arte de medir la esfera sobre el papel, trazando meridianos y paralelos, era
conocido desde la antigüedad, las partes acuerdan mandar cada una un navío, a
la isla de San Antón, con pasaje de geógrafos, astrólogos y astrónomos.
Navegando hacia poniente, contando leguas, cuando topasen tierra desembarcarían,
continuando hasta alcanzar el punto de las 370, donde levantarían torre, que
sería el primer mojón de frontera, delimitada para la eternidad, por línea de
fortificaciones, prolongada de polo a polo [47]. Por pura coincidencia o por
haber sido urdido el desatinado texto en Elvas, donde se reunieron
representantes de Carlos I de España y Juan III de Portugal, para demarcar sus
zonas de influencia, en las islas de la Especiería, el llamado "meridiano
de demarcación", que pasa por tierra de Humos, al este del Amazonas, es la
prolongación, en sus antípodas, del que demarcó las Molucás.
Ignorando lo que estaba
ocurriendo, en el mismo 1494 "ciertas personas, que son vecinos e
moradores de la cibdad de Cádiz e de las Yslas de las Canarias",
contrataron a Lázaro del Tajo, piloto portugués, avecindado en Gran Canaria,
para ir con "ciertas carabelas", a la Guinea del rey de Portugal:
"contra lo así capitulado entre nos y él.., prendieron e robaron e
cautivaron muchasánimas, de los negros de la Guinea". Enterado Juan II,
advirtió al corregidor de Cádiz, del "mucho enojo e deservicio" que
había recibido, exigiendo devolución de sus vasallos. Fresco el tratado, los
Católicos declararon su deseo, de que "la dicha capitulación se
guarde". Recuperada la presa, los "culpantes" que "fueron a
la dicha Guinea, que es de la dicha su conquista", serían remitidos a
Lisboa con los negros, "para que allá sean juzgados según las leyes de sus
reynos, porque por la dicha capitulación de las pazes, que ansy entre nos e él
se asentaron, se deve ansy faser"[48]
.Al olor del oro piratas
franceses formaron armada, que el mismo año robó al rey de Portugal dos
carabelas, de ida cargada de arambeles "para su trato de la Mina"; de
vuelta "de la dicha Ysla y Mina", con 15.000 pesos de oro, "que
valdrían 20.000 cruzados y muchos papagayos", a más de nao, que llevaba
azúcar de Madeira a Flandes. Robados también castellanos, al descubrir en
"navío pequeño", que entró en la villa gallega de Bayona, oro de la
Mina y papagayos, la tripulación de franceses y vascos, con piloto portugués,
paró en la cárcel. Enterados los reyes, ordenaron que presos, barco y botín
fuesen enviados a Potugal, en cumplimiento del tratado de paz. Habiendo poblado
Colón a las puertas de Santo Tomé, convenía tranquilizar a Juan II [49].
[1] SRGS. XII.1493.189. [2] SRGS. VII.1494.103. [3] SRGS.
X.1494.196. [4] SRGS. X.1494.392. [5] P.C. T. I.
[6] P.C. T. III. [7] Ibídem.
[8] Ibídem. [9] Ibídem. [10] Ibídem.
[11] C. S. Niculás, al nordeste de Santo Domingo. Yucatán
aparece como isla, en las cartas anteriores a 1519. Está al Oeste de Cuba. C.
S. [12] Bernáldez cap. CXXIII Procedentes, probablmente, del Golfo de Honduras.
[13] Bernáldez caps. CXXIII/ CXV.
[14] Bernáldez cap. CXXIV.
[15] Bernáldez cap. CXXVI. Los que participaron en el primer
viaje, mencionan el Jardín de la Reina.
[16] ¿Magog?. Viniendo de Cartago Hanón e Himilcón, se dice
que fundaron un pueblo llamado Magón, que Mariana sitúa en Menorca. Otros
llaman a la isla
Labón (Mariana Cap. XXI). [17] Bernáldez cap. CXXVIII.
[18] Fernández de Oviedo habla de animales grandes, de
"cinco uñas". No los identifica. [19] Bernáldez cap. CXXVIII.
[20] Probablemente Cumana. Al ser piloto en el viaje, Pedro
Alonso Niño conoció el sitio. [21] Bernáldez cap. CXXVIII.
[22] Bernáldez cap. CXXIX. [23] Bernáldez cap. CXXX. [24]
P.C. T. III.
[25] Bernáldez cap. CXXX. Alonso de Chaves sitúa un Puerto
de Misas en la costa de Nombre de Dios, a 6 leguas de las minas de Acla. [26]
Bernáldez cap. CXXXI.
[27] Ibídem. [28] P.C. T. III. [29] Ibídem. [30] P.C. T.
III. [31] Ibídem. [32] Ibídem. [33] Ibídem. [34] Ibídem. [35] Ibídem. [36]
Ibídem. [37] Ibídem. [38] Ibídem. [39] Ibídem. [40] Ibídem.
[41] Facsímil del Tratado de Tordesillas. Versión de Lisboa.
[42] Tratado de Tordesillas. Versión de Lisboa.
[43] Tratado de Tordesillas. Versión de Lisboa. Esta Fez es
la Villa Nueva de Fez, fundada junto a Tremecén, por Abeacob de Marruecos. El
Río Meta o Meça, afluente del Orinoco. Pasa por el sur de Venezuela.
[44] Tratado de Tordesillas. Versión de Lisboa.
[45] P.C. T. I. [46] Ibídem.
[47] Tratado de Tordesillas. Versión del Archivo de Indias.
[48] SRGS. II. 1495.501.
[49] SRGS.III.1495.510.
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