Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO XI
EL OCASO DE LOS LUGO
Los canarios recordaban la toma
de posesión de Vutata, por López Sánchez de Valenzuela, como "concierto
con los moros extranjeros", que "se deshizo" por fortuna, pues
hubiese terminado con la trata. La suspendería Alonso Fernández de Lugo,
poniendo gente de guerra en los desembarcaderos, que "firiendo" y
matando a los que "saltaban"[1], arruinó al archipiélago. En los
tiempos en que Pedro de Vera hacía la guerra en "Berbería",
"avya mucha gente e muchos dineros", porque "trayan... grandes
presas de esclavos, de que la renta e quinto de su alteza hera crecida e
aumentada e los vecinos desta ysla muy aprovechados", no decreciendo la
riqueza en la paz, por ser grande el beneficio, obtenido en las cabalgadas, del
que participaban monasterios, iglesias, ermitas y obras pías, al manifestarse
los tratantes generosos, con las casas de Dios, al regreso de expediciones, no
exentas de riesgo[2]. La práctica fomentaba la construcción naval, abundando
"continuamente" barcos, armas, caballos y gente entrenada en la
guerra, al ser necesaria para los "armazones", de lo cual disponía la
corona, sin desembolsar un maravedí, en la preparación de sus armadas [3]. Pero
al cesar el flujo de cautivos, mercaderes y capitales emigraron. Desaparecieron
los barcos, los campos quedaron en barbecho, se desmoralizó la población y
siguió la violencia: "non se ha visto en estas yslas syno muertes de onbres
e destrymiento de haciendas", con "vertimiento de sangre", yendo
todo visiblemente "a menos"[4].
El licenciado Aguayo, que pese a
su profesión, de estar permitida la cacería, "hubiera hecho un navío y
hubiese ido a saltear moros",[5], encontró a Lugo en las calles Granada,
concluyendo que fue a la corte por propia iniciativa, con intención de engañar
a los reyes, consiguiendo patentes para dar seguro a los moros, que se hiciesen
vasallos de Castilla, buscando comercializar rebeldes, en su exclusivo provecho[6].
En realidad fue llamado, porque no habiendo surtido efecto el vasallaje, que
dieron los de Vutata, los Católicos le eligieron, para que obligase a los
naturales, a respetar su palabra, pagando las debidas parias. Nombrado a 2 de
octubre de 1499, gobernador de la Berbería, del Cabo de Aguer al de Bojador y
Capitán de la Mar Pequeña [7], con autoridad para prometer seguridad a los
moros, que aceptando por señores a los reyes, cumpliesen el compromiso adjunto
de abonar impuestos. Nombrado Antonio de Torres veedor en "las partes de
Berbería", por junio de 1500, se inició la campaña en el Cabo de Bojador,
que culminó en la batalla de Saca [8], junto a Río de Oro.
Programado continuarla en el Cabo
de Aguer, al no haber navíos, a causa de la prohibición de asomar a la Berbería
y los modos del gobernador, los monarcas los atrajeron, por cédula de 23 de
mayo de 1501. Acusando a Fernández de Lugo de haber cerrado el tráfico, por
propia iniciativa, derogaron la real orden precedente, abriendo la tierra, sin limitación
alguna [9]. Pregonada la novedad [10], muchos se pusieron en camino de
inmediato, temiendo que los monarcas se arrepintiesen. Navegaban a 12 de junio,
cuando una segunda provisión cambió su destino, mandando que todos los barcos,
que "están o estovieren en la pesquería, en la parte de la Mar Pequeña e
de las yslas de la Grand Canaria e Tenerife e La Palma", acudiesen con sus
tripulaciones, donde mandase Alonso de Lugo, "capitán de la tierra de la
Mar Pequeña", o Antonio de Torres, veedor, encargado de los
"rescates", que se hiciesen en la Mar Pequeña y la Berbería. Y de
"rescebir... por nos e en nuestro nombre e para nos", las conchas de
las tres Canarias mayores, que serían asentadas en los libros de Juan de
Arines, escribano "de las cosas" de Berbería [11].
"Complidero" al real servicio y al "bien, paz e sosiego desas
dichas islas", que no se supiese en el escenario de la hazaña colombina,
lo que estaba sucediendo en el territorio donde guerreaba Lugo y viceversa, los
naturales quedaron aparcados, en su lugar de residencia: ningún moro "de
Africa, de la parte de la Bebería", sería recibido en Gran Canaria e islas
adyacentes. Quedando condenado a esclavitud perpetua, "para nos", el
alárabe que apareciese en puerto de Castilla, [12].
A 29 de octubre 1501, Antonio de
Torres firmó acuerdo con Mateo Viña, entonces regidor en Tenerife, por el que
éste se comprometió a cosechar las "conchas" de las tres Canarias, a
medias con la corona: "lo que en ellas se ganare, sacando el costo, que vos
deis la metad de la ganancia para sus altezas e la otra metad para
vos"[13], estando en puertas el descubrimiento de Veragua, que los
depreciaría definitivamente, el 22 de noviembre, en que Colón volvió a la real
gracia, Torres tomaba posesión de Santa Cruz de la Mar Pequeña. Nombrado
alcaide el 21 de febrero de 1502[14], cambió de empleo, reemplazando a López
Sánchez de Valenzuela, sin perjuicio de que hasta el 6 de abril, no aparezca
documentado, como "gobernador de las yslas de Canaria"[15]. Culpable
Beatriz de Bobadilla, por ser reliquia informada del pasado, Torres atendió
reales órdenes, poniéndola en situación de abandonar cumplió el encargo de
hacerle imposible la abandonar las islas. Aprovechando que la suegra pretendía
la tutela de los nietos, para gobernar Hierro y Gomera, ausente el marido en el
Cabo de Aguer, le infundió el miedo reverencial, que había de llevarla a
incurrir en error definitivo. Manejando con maestría la vox populi, le hizo
creer que cierto malhechor conocido, que apareció por la isla, estaba pagado
por la Peraza, para raptarle a Guillén. Al tener la señora de la Gomera
autoridad jurisdiccional, que parece haberse extendido a Gran Canaria, hizo dar
"cabo" al tal, sin que los jueces de la corona, moviesen un dedo para
impedirlo. Pero consumada la ejecución, se echaron encima de Beatriz,
acusándola de haber matado a un inocente, impulsada por falsos temores. Incoado
el proceso, hubo de abandonar las islas, en compañía de sus hijos, para seguir
a los jueces, que caminaban con la corte[16].
"Antonio de Torres..., al
presente governador en esta isla de Gran Canaria", se ocupó igualmente de
Gonzalo de Burgos, escribano de la isla, informado de la toma de posesión de
Vutata, en nombre de la Católica y de muchas cosas más. Por entonces en Tagaoz,
"que está en aquella Berbería", quizá con Alonso de Lugo, su colega
Juan de Arines se trasladó a la capital del Cabo de Aguer, para conseguir
testimonios de "moros y judíos", que permitiesen entregarlo al Santo
Oficio. Ultimado el expediente, Arines lo dio a un tal Ximón,
"mancebo" genovés, que embarcaba con destino a Gran Canaria, para que
lo entregase a Torres. Llegado a Villa Real de las Palmas y cumplido el
encargo, quiso brillar en reunión de amigos, en casa de Valenzuela. Leído el
infolio durante el viaje recitó las acusaciones, acumuladas contra Burgos. La
indiscreción llegó a oídos de inquisidor sevillano, que terminada visita por
Tenerife, Palma, Hierro y Gomera, se detuvo en Gran Canaria. Escandalizado por
la campaña, escribió a los inquisidores de Sevilla, para advertirles de la
calumnia, entregando la carta a mercader burgalés[17], que zarpó hacia la
Península, cuando Torres preparaba viaje para el 20 de septiembre de 1502, con
intención de velarse con su mujer y "la traer a esta isla"[18], llevando
el proceso contra Gonzalo de Burgos y las cuentas que dio Alonso de Lugo, de la
guerra en Berbería. El 12 de enero de 1503, estando el conquistador en su casa
de San Cristóbal, capital de Tenerife, los reyes premiaron la conquista de la
isla y San Miguel de la Palma, "con vuestros propios bienes e
cabdal", con título de Adelantado de las Islas de Canaria, transmisible a
sus descendientes, por línea de primogenitura[19].
Fundada la Casa de la
Contratación a 14 de enero, el comercio de las Islas Canarias, con el de Santa
Cruz y la Mar Pequeña, quedó bajo su jurisdicción, siendo declarada la orchilla
regalía real, al haberse extinguido la concesión a Gutierre de Cárdenas, por
muerte del titular[20]. Aguardaban los oficiales de la Casa al gobernador, para
recabar información sobre unos pagos, de los que tenían escasas noticias, pero
en carta de 18 de marzo, hubieron de lamentar su muerte, ahogado a le estada de
Cádiz, con el proceso de Gonzalo de Burgos y las cuentas de Lugo, al perderse
la carabela [21]. Presente Alonso de Escudero en Gran Canaria, como juez de
residencia, fue nombrado alcaide de Santa Cruz y "gobernador de las Yslas
de Canarias", el 4 de julio de 1503[22]. A su cargo los rescates que
"nos mandamos hacer, en Bervería e la Mar Pequeña e la torre de Santa
Cruz"[23]. No le dio tiempo a visitar fortaleza y factorías, ordenando el
caos que quedó a la muerte de Torres. Fallecido el 14 de junio de 1504, le
sucedió Lope de Sosa[24]. Continuaron los rescates y el comercio bajo la
jurisdicción de la Casa de Contratación, pero se introdujo en las Canarias el
sistema fiscal de Castilla, para distinguir las "islas" de las Indias
colombinas. Suprimido el quinto, el gobernador cobró sus emolumentos de la
renta del "tres por ciento e tercias, de la Ysla de Canaria", que
recaudaba Alonso Fernández de Córdoba[25].
Fallecida Isabel en 1504, no
teniendo Fernando intención de renunciar a las rentas de
Castilla, ni el Cardenal
Cisneros, regente del reino, de consentir que un Habsburgo, cambiase las
costumbres, ignorando los beneficios del Santo Oficio, acordaron dotarse de
armada, por lo que pudiese suceder. Deseando eludir la inversión, so pretexto
de atender a voz popular, ignorada cuando disiente de la real voluntad, pero
acogida si abunda, el Católico acordó levantar la prohibición de practicar la
cabalgada, previa encuesta entre canarios y andaluces, a cargo de López de
Sosa. Unánimes, afirmaron que de reanudarse los "saltos... a los moros de
Bervería, comarcanos a esta dicha ysla de Canaria, desde el cabo de Aguer fasta
el cabo de Boxedor"[26], saldrían beneficiadas hasta las víctimas, pues a
cambio de perder el cuerpo en el trabajo, ganarían paraíso eterno para el alma.
Mediado agosto, el gobernador fue apoderado, para organizar la
"contratación e rescate de Bervería e la Mar Pequeña e la Torre de Santa
Cruz"[27]. Nombrando su teniente a Juan Fernández Portugués, arrendó el
barco de Ginés de Cabrera, con el fin de asegurar la comunicación con Gran
Canaria. Juan de Arines, provisto de moneda de la isla, cuyo vellón o cobre,
"vale el quarto menos" que el de Castilla, se encargó de comprar
bastimentos y almacén donde guardarlos, en las inmediaciones de la torre [28].
Sin esperar el resultado de la
encuesta, Fernando ordenó iniciar la guerra contra el moro. En tanto les convocaban
para la armada, que habría de formar en 1506, harían presas en mar y tierra,
"segund e como las leyes de mis reynos lo disponen", pudiendo
"saltear a los dichos moros de allende desde el Río de Oro arriba, hazia
la parte de Meça.., con tanto que desde el dicho Río de Oro abaxo, fasta la
parte de Guinea, non puedan saltear". No queriendo que les desanimase el
temor, a que las piezas fuesen secuestradas por la Iglesia, el monarca las
aseguró: "fago çiertos e sanos los bienes e esclavos" que tomasen, "como
cosa avida e ganada en buena guerra", sin más carga que el quinto de la
corona[29]. Al año siguiente no se formó la armada, pero se completó la
"reformación" administrativa de Gran Canaria, Tenerife y Palma, por
mano del licenciado Ortiz de Zárate. Desembarcado en Villa Real, revisaba los
padrones de "repartimientos", desde la primera conquista, cuando se
cruzó cuñada de Juan de Arines, entonces escribano del cabildo. Formalizadas
las relaciones por matrimonio, los contra parientes se asociaron. Inventariada
la tierra de los pobres como sobrante, la expropiaron sin indemnización,
repartiéndola a genoveses, excluidos por real orden del regalo, pero sobre todo
a sí mismos, adjudicándose la mejor y mayor parte. Indignados López Sánchez de
Valenzuela y el licenciado Aguayo, denunciaron el atropello: "robaron la
dicha isla.., lo qual ha quedado sin castigo, a causa de estar la dicha isla en
ultramar, e no se poder venir a quexar los vecinos della"[30]. Pero donde
el rey se apropia de la pólvora del pueblo, nadie es castigado por
apropiársela.
En el tratado de Cintra, tercero
y último de los que podríamos llamar "americanos", aparecen dos
torres de Santa Cruz: la "que está en la Mar Pequeña", entre
Lanzarote y Gran Canaria, que quedó a la corona de Castilla[31] y "la
torrecilla de Santa Cruz, que está en la mar, cerca de las Canarias", que
según el secretario Almazán, "no es nada ni la tomaría yo, si me la diesen
dada". Adjudicada a Portugal[32] y fronteriza, marcaría el "límite y
demarcación, de la conquista del dicho reyno de Fez", con la de Castilla.
Problemático "aquel castillo de doña Inés", que fue su residencia,
"por el daño de las armas y otras cosas defendidas, que por aquí pasan a
los moros, que allí van a contratar"[33], en lugar de mandar derrocarlo o
expropiarlo, lo que hubiese hecho su colega, Manuel I se comportó civilmente:
"las partes a quien perteneciere", podrían elegir entre recibir
"satisfacción... de lo que valiere" torre y término, cobrando
"como fuere justo". O "poseer e tener" ambas cosas,
"de mano de dicho rey de Portugal, como nuevo señor de la dicha
tierra"[34]. Optó Inés por lo segundo, quedando a Portugal las
"islas" de Gomera y Hierro, por estar a "Barlovento de
Paria". Puerto Cruz, población industrial y reciente, pudiera ser la Santa
Cruz de la Peraza. O el Puerto Hierro, que aparece al este de Paria.
Fracasado definitivamente el
intento de ampliar las Indias hasta el río Marañón, o cuando menos hasta el
Amazonas, Fernando abrió al veda de Lugo. El 27 de junio de 1511, ordenó al gobernador
de Gran Canaria, tomarle residencia. Sin hacer alusión a sus cargos en Berbería
y la Mar Pequeña, fue acusado de hacer la guerra en Saca y Tagaoz, por propia
iniciativa, sin haber pagado a los de Tenerife, "cosa alguna". A la
deuda se sumó la contraída, "cuando fue a la isla de la Gomera, Lanzarote
y Fuerteventura, para ayudar e favorecer" a persona innominada, pues el
espacio quedó en blanco[35]. Que ejerciese como señor en la primera, siendo las
otras dos de la Peraza, permite suponer que el Católico se refería a
territorios de la real conquista.
Intuyendo Lugo la campaña contra
su persona, siendo conocida la estirpe hispana, por su afición a la intriga y
la caza de brujas, preparó su defensa a golpe de poderes. Omitiendo los cargos
de Berbería y la Mar Pequeña, por haberlos omitido el rey, encabezó con los de
Adelantado de las Islas de Canaria, gobernador y justicia mayor de Tenerife y
San Miguel de la Palma. El 8 de julio, en San Cristóbal, lo otorgó en favor del
bachiller Alonso Belmonte, para husmear en los protocolos de Juan de Arines,
escribano del Cabildo en Gran Canaria, Juan d'Araoz, titular de Tenerife y de
cuantos hubiese en las islas, a la caza de documentos, tocantes a la jornada de
Tagaoz, puerto de la Berbería, de los que sacaría copias autorizadas,
reconstruyendo en lo posible el infolio, que se anegó con Antonio de Torres,
para presentarlas al gobernador de Gran Canaria, que "dise ser juez de
comysión", dando respuesta al "mandamiento citatorio" que
corría, en especial sobre "cierto trigo, que diz fue sacado para la
Berberya", en tiempo de hambre en Gran Canaria[36], lo cual se hizo por
real orden, con destino a la gente de guerra, que iba al Cabo de Aguer. A 8 de
octubre apoderó a su primogénito, Pedro Fernández de Lugo. Como el bachiller,
registraría los protocolos de escribanos, a más de representarle en todos los
pleitos, que se "muevan contra él", suplicando "a Su
Alteza", por vía judicial, que pagase lo que adelantó para la armada de
Berbería, "que es en las partes de allende, asy en el Cabo d' Aguer como
en el puerto de Saca y en las otras partes", escenario de su campaña [37].
El 13 del mismo mes, completó la panoplia: Andrés Suárez Gallinato cobraría las
deudas a su favor, en especial lo mucho que le debía la corona, pudiendo
extender cartas de pago e invertir las sumas recibidas, en Tenerife y San
Miguel de la Palma, comprando para Lugo inmuebles, heredamientos, cañaverales,
aguas, ingenios y azúcares[38].
Estaba el Adelantado enfrascado
en su defensa, frente a la corona, cuando se presentó en Tenerife el bachiller
de La Coba. Considerando insuficiente el censo sobre la heredad de Graxere,
Francisco de Riberol y su hijo, habían conseguido mandamiento, para embargar
los bienes del Adelantado. Presintiendo la miseria, contó su vida a 17 de
octubre de 1511, ante el escribano Sebastián Paez: siendo "la persona que
es e aviendo ganado estas islas con derramamiento de su sangre.., recibiría
mucha afrenta, trayéndole sus bienes en almoneda pública", deshonor que
salpicaría a la corona, pues le distinguió con dos gobiernos hereditarios y un
adelantamiento, a más de deberle dinero sobrado, para salir del aprieto. Como
prueba esgrimió carta de pago y reconocimiento de deuda, por 200.000 maravedís,
en que fueron valorados los esclavos, comprados y no pagados por los Católicos,
a los que sumó 300.000, en buena moneda de Castilla, por sus emolumentos cómo
gobernador. Queriendo molestar, pues no podía ignorar que Dña. Juana estaba
retirada, pidió a "la reina" que solicitase información: "Su Alteza
no consentiría que esto poco que le quedava, se lo acabasen de llevar
mercaderes en logros, por aver ido dos o tres viajes a Castilla, a servir a su
Alteza y porque el otorgamiento que avía fecho en Castilla, por el dicho
Francisco Riberol", se debió al deseo de no retrasar "el propósito,
que tenía e tobo, de pasar... a Africa", gastando "mucho de su
hazienda para ir en la dicha armada y pasaje"[39]. Fallecido Alonso
Fernández de Lugo entre esta fecha y 1513, no parece que los pleitos
continuasen, hostigando al hijo.
En este punto se enreda el
devenir de los canarios. Ingente la conquista emprendida, pues se trataba de
sojuzgar el sur de un continente, que conservó el viejo nombre de
"Africa", por disimular que también se conocía como Indias, sirvieron
en diferentes campañas, a las que aluden ciertos testigos, en el pleito de
Diego Colón. Visto que el "descubridor" no sabía hacer la guerra, los
Católicos "an enviado mucha gente armada... que sojuzgase la tierra... por
fuerza", al mando de cierto "gobernador", cuyo nombre se omite:
"después" de que el Almirante poblase, "se a ganado e poblado la
Tierra Firme, a costa del rey e de SS.AA.", ratificando Arias Pérez, hijo
de Martín Alonso Pinzón: "por las armadas quel rey a enbiado a la dicha
Tierra Firme, se ha sojuzgado e tomado e ganado e así es notorio"[40].
Juan Castellanos, en su inacabable romance, recuerda al primogénito del
Adelantado, que fue, simultáneamente, residente en San Cristóbal, capital de
Tenerife, teniente de alcaide de Santa Cruz de la Mar Pequeña y conquistador
del Nuevo Reino de Granada:
"Un don Pedro de Lugo los
envía para hacer una jornada larga:
son hombres de valor en
Berbería"
A 5 de julio de 1514, los vecinos
de Gran Canaria se reunieron en San Cristóbal [41], para apoderar a Michel
González y Juan Cabello, que habían de comparecer ante la reina y su consejo,
denunciando en nombre de los "hombres y mujeres" de las Canarias, la
frecuencia con que les obligaban a ir "en tropa de guerra", a la
"mar y tierra de Castilla" o provincias de Indias, "e así a
otras partes cualesquiera...", siendo exentos de servir por privilegios,
ganados en la conquista de las islas "e tierra de moros". Murieron
tantos, que la población mermó, a más de arruinarse, pues estando los varones
continuamente ausentes, no podían velar "por sus mujeres, casas e hijos e
faciendas". Siendo deseo confesado de los reyes, que prosperasen las
Canarias, "no es bien sacar a los vecinos de las islas, más antes traellos
para la dicha población", preservando su forma "de vivir e trato, que
es muy bueno" a más de mantenerse firmes en la "Santa Fe
Católica". Acusando de racismo al rey, pero racistas a su manera,
recordaron a la corona la obligación de protegerlos en "su ventura",
"de manera que no se entienda que por tener nombres de canarios, pierdan
nuestras personas, que no tienen que facer con los naturales de las otras
islas, es a saber guanches e palmeses e gomeros, llevándoles como les llevamos
muchas ventajas en todo, e hablamos e somos habidos por propios castellanos".
Tras protestar de su lealtad a Dios y al rey, advirtieron la intención de
pleitear, defendiendo sus derechos [42].
Fernando respondió, por vía
indirecta, el 16 de enero de 1515. Dirigiéndose a los justicias del reino en
general y al Concejo y notables de "las Islas de Gran Canaria", en
particular, recordó que los canarios "ayudaron" a ganar "la
Gomera y La Palma y Tenerife", sin mencionar la conquista de la isla
principal. Poniendo de relieve su condición de "muy pacíficos e liberales
e bien mandados", asentó su falta de peligrosidad, antes de acusarles de
haber chivateado a sus superiores, quejándose porque "reciben muchos daños
e son muy fatigados de vos, los dichos gobernadores e personas poderosas, que
teneys mando en las dichas yslas", pues "no mandan nin llaman a otra
gente, syno a los naturales de la dicha villa, e les fazen salir de sus casas e
la dicha ysla, como a los que son naturales de las otras yslas de Tenerife e la
Palma y la Gomera". Tras admitir que "ay mucha diferencia dellos a los
naturales de las otras yslas, en la manera de su bibir e trato e
conversación", el rey apuntó la solución: para "que non tengan razón
de se quexar más sobrello.., vos mando a todos e a cada uno de vos que...
tratéys e fagays tratar bien a los vesinos e naturales de la dicha ysla de
Grand Canaria, como a otros vecinos de las dichas yslas cristianos viejos, que
moran e están en ellas", pues "a cabsa de ser muy fatigados e muchos
dellos muertos, diz que no ay más de çient honbres, naturales de Canaria, en todas
las dichas Yslas"[43].
En las crónicas y la
documentación, encontramos Lugos, Herreras y Sosas, haciendo carrera en Indias.
Y un Gordejuela en Tenerife, visitando donadío, entre los ríos Abades y Abona,
porque en la segunda mitad del siglo XVI, un duque de Medina Sidonia, quiso
continuar el proyecto de regadío, iniciado por el abuelo[44]. Cifrados los
canarios naturales en un centenar, por el Católico, cabe que exportados al
oriente Atlántico, llevasen consigo un topónimo, que convenía borrar de Indias,
con sus recuerdos, acento, escasos documentos, imágenes, muebles, caña dulce,
cochinilla, tabaco y plataneras. Según su tradición, los canarios proceden de
un "Africa", que estaba al sur del Atlas, como los zenetas. Sus
islotes se llaman Graciosa, Montaña Clara, Lobos y Alegranza. Y las poblaciones
Telder, Galdar, S. Nicolás, S. Bartolomé, Santa Cruz y Las Palmas. Pero su
gótico está lejos de los acentos de románico tardío, que se adivinan en la
catedral de Santo Domingo, apuntando a esa prolongación, que tuvo el viejo
estilo, en una península, reacia a incorporar las formas del Renacimiento. Como
la mayoría de los edificios de las islas, con cierta vetustez, la casa donde
supuestamente se alojó Colón, en San Sebastián de la Gomera, es vivienda
señorial, del tiempo de Carlos V.
Imposible datar el torreón
desmochado, que se atribuye a los primeros Peraza, para llenar una tradición,
indocumentada y vacía, se acude al pifómetro de la fantasía popular. En Santa
Cruz de la Palma, parecen haber sido construidos los templos más señeros de las
islas, como la ermita de Ntra. Señora de las Nieves, del siglo XVI, que alberga
virgen del XIV, Y en la iglesia de San Juan Bautista de Telde, en Gran Canaria,
retablo de finales del siglo XV, a más de Cristo de mazorcas de maíz, atribuido
a los indios tarascos mejicanos, datado en el XVI. En Ageate está la ermita,
cuya fundación se atribuye al Fernández de Lugo. De la obra primitiva, conserva
el ábside. Las huellas
documentales que quedaron del
conquistador, no indican momento de su vida, en que estuviese para fundaciones.
La datación de Santa María de la Guía, en Gran Canaria, entre 1496 y 1509, como
la de iglesia en Realejo, de Tenerife, que se ubica en 1498. No están ni mucho
menos refrendadas, siendo en cambio innegable que en Abona no hay río ni
aparece el Abades. El sur de la isla es sequeral, sin indicio de pasado más
húmedo. Se dice que el Castillo de la Luz, de las Palmas de Gran Canaria, fue
construido en el XV, como edificio de Taguise, que se supone palacio de una
reina Ico. En Playa Blanca de Lanzarote, identifican ruina de fortificación,
con el domicilio de Jean de Bethancourt.
De no haber aprendido que el
archipiélago conocido por Canarias, es el que visitó Ulises, cuando las islas
se llamaron Fortunadas, prestaríamos mayor atención al anacronismo
arquitectónico. Y a decisión que adoptó Carlos I, en 1519. Estando la torre de
Santa Cruz y la Mar Pequeña "lexos e muy apartada del lugar, donde está e
reside" el gobernador Gran Canaria, la alcaidía fue separada del gobierno
de la isla, encargándose Pedro Fernández de Lugo, gobernador de Tenerife por
muerte de padre, de tomar cuentas, al alcaide saliente, siendo designado
lugarteniente porque al residir en San Cristóbal podría "mejor gobernarla,
por caer en comarca de vuestra casa"[45]. En aquel mismo año, Lugo inició
la conquista del Nuevo Reino de Granada.
[1] R.A. doc.
XXXV/ XXXVI. [2] R.A. doc. LXX/LXXIV.
[3] Ibídem. [4]
Ibídem. [5] Ibídem. [6] Ibídem.
[7] R.A. doc.
XXXV/ XLVI.
[8] R.A. doc. LIII/LXVIII. La batalla se menciona en concesión de
cuatro fanegas de tierra inferior y dos aptas para poner caña dulce, en
"Taoro", término de "Araotava", a Constanza Fernández, hija
de Pedro de Manynydra, natural de Gran Canaria, veterano de la conquista de
Tenerife, muerto en Saca. Citado por la historia oficial como aborigen
españolizado, que combatió en Palma y Tenerife. No se menciona el hecho de
Saca, ni su muerte. Fechado el documento a 20 de noviembre de 1503, por error
de transcripción, se menciona a la reina Dña. Juana.
[9] R.A. doc. LXXIV. [10] R.A.
doc. XLV.
[11] R.A. doc. XLVII/XLVIII. [12]
R.A. doc. LI.
[13] R.A. doc. LIV/ LV. Desaparecidos
los múrices de la documentación, entre las pertenencias del duque de Medina Sidonia, muerto en 1507,
aparece "pieza de nácar de una concha de la Mina, en que está el
ofrescimiento de los reyes" (ADMS. 913).
[14] R.A. doc. LVI/LVII. [15]
R.A. doc. LXIII. [16] R.A. Apéndice.
[17] R.A. doc. LVIII. [18] R.A.
doc. LXI.
[19] R.A. doc. LIX.
[20] R.A. doc. LXII En 1494
Gutierre de Cárdenas denunció que "muchas personas", con factores y
mayordomos en Canarias, sacaban orchilla "escondidamente",
perjudicando su monopolio (SRGS. II.1494.24/30).
[21] R.A. doc. LXI. Según la
historia oficial, Torres zarpó de Cádiz el 13 de febrero de 1502. Habiendo
arribado a La Española el 5 de abril, se ahogó en el Caribe al regreso. No
citan fuente documental ("Historia de las Américas" VV.AA.
Coordinador: Luis Navarro V Centenario 1991).
[22] R.A. doc. LXIII.
[23] R.A. doc. LXIII/LXVI/LXII.
[24] R.A. doc. LXIX. Según
Fernández de Oviedo, López de Sosa era Cordobés. Casado con Isabel de
Bobadilla, lo presenta como gobernador de Castilla del Oro. Hombre de gran
experiencia, en las "cosas de su gobernación", tomó residencia a
Pedrarias. Cuando Oviedo llegó a Puerto de Juan, en el Darién, por junio de
1520, esperaba encontrarle en Yaguana, pero había muerto, quedando un hijo:
Juan Alonso de Sosa (F.O. T III. Págs. 251/252 259/261/266).
[25] R.A. doc. LXIX.
[26] R.A. doc. LXX/ LXXIV. [27]
R.A. doc. LXXII.
[28] R.A. doc. LXXI.
[29] R.A. doc. LXXIII/ LXXV. [30]
R.A. doc. XCII.
[31] R.A. doc. XCI.
[32] R.A. doc. LXXXV. [33] R.A.
doc. LXXXII. [34] R.A. doc. XCI.
[35] R.A. doc. CI. [36] R.A. doc. CII. [37] R.A. doc. CIII.
[38] R.A. doc. CIV.
[39] R.A. doc. CVI.
[40] Bernáldez cap. CXXXI. Diario y cartas de Colón. Atribuido a
Bartolomé de Las Casas. P.C. T. VIII. T. IV.
[41] Entre los firmantes,
aparecen Fernando de León y Fernando Guadarteme. [42] R.A. doc. CX.
[43] R.A. doc. CXI. [44] ADMS
2478.
[45] R.A. doc. LXXI/CXIV/CXVII/CXXXIII/CXXII
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