Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de
MedinaSidonia
CAPITULO XXXIV
LAS PLAZAS DEL XARIFE
En 1475, la
Católica mencionó los dos Sales, el Viejo y el Nuevo, "con el río en
medio", entre las "escalas de mercadores". A cinco leguas por
tierra de La Mamora, el río, frontera de Fez con Marruecos, pasaba entre la
Alcazaba y la ciudad de Sale. El 1603 murió Hamete "El Dorado", rey
de Marruecos, Fez y el Sus, según algunos ayudado por el agente español Diego Marín,
sobrino del difunto Diego Marín. Repartidas las coronas entre los hijos del
monarca, al término del año los tres quisieron el poder del padre. Eliminado
Bufares, que tuvo el Sus, Muley Xeque o Mahamete, rey de Fez, hizo la guerra
contra su hermano menor, Muley Cidam, que lo era de Marruecos. En 1607,
Mustafá, bajá de Cidam, cortó el río de Sale por "su parte", quedando
a la "parte nueva", mientras Abdalá, hijo de Mahamete, entraba en
Messena, principio de Marruecos. Lejos ambos de Alarache, los aduladores
aconsejaron a Felipe III, conquistar la plaza[1]. Al año siguiente, en
diferentes circunstancias, le recomendaron quemar los campos de Temesena, para
llamar la atención, alejando de la plaza las fuerzas de Mahamente[2]. En 1610,
"la almahala de Muley Cidam.., había comenzado a entrar en el reino de
Fez". Resistencia inesperada le obligó a replegarse a Sale, donde
empezaban a desembarcar "andaluces" o moriscos expulsos. Temiendo
problemas, por traer costumbres nuevas, les cedió la Alcazaba con puerto y
término, en régimen de autonomía[3]. Apropiado el sitio para practicar el
corso, se hicieron expertos, destacando el capitán Sufre, natural de Segorbe.
Con saetía conseguida en Túnez, capturó barco cargado de sal y azúcar. Lo armó
en Sale, pirateando con tripulación de 45 moros, 2 renegados y 4 cautivos
cristianos[4].
En 1619, Felipe III estaba en
Lisboa. Aficionado a coleccionar plazas, contempló con interés oferta,
transmitida por Pablo de Santa María, intérprete de "lengua hebrea",
en nombre de Cidiyza Xarife, que lo era de lengua arábiga, uno de los 13 xeques
"principales" de Sale, custodio de las tres llaves, dos de hierro y
una de "palo", que cerraban las puertas de la Alcazaba. Alegando
estar hartos de guerras fratricidas, comunicó el deseo de entregar la plaza, al
rey de las Españas. Vendiendo el producto, presentó la ciudad de Sale como
poblada y rica en fuentes, pero con puerto de playa, por cuya "barra no
pueden entrar si no navíos pequeños", pese a estar documentado que solía
reunir siete u ocho de 200 toneladas, dedicados al corso. "Sobre la mar y
sobre el río", la Alcazaba dominaba la ciudad, disfrutando de puerto
amplio y cómodo, contando con 600 casas, dotadas de pozo, con agua inmejorable.
En decadencia, pese a la importación de moriscos, 211 estaban ocupadas por
"gente casada y pudiente" y 75 por viudas pobres. Tres murallas
sucesivas, cada una con 40 piezas de bronce "de tipo antiguo",
protegían el caserío, cerrando una cuarta arrabal de 100 casas y campo, con
capacidad para mantener 3.000 vacas. A un cuarto de legua había una fuente,
desaprovechada por innecesaria [5].
Fácil la conquista, bastaría
cuatro cascos bien "marinados", de la Armada del Mar Océano, que
llevarían bandera holandesa. Escondida la tropa bajo la tilla, viajaría disfrazado
de mercantes, llevando "algún tabaco", bonetes, aguardiente y lienzos
o lencería para rescatar, a la espera de que se celebrase boda anunciada, que
al tener entretenido al vecindario, permitiría el desembarco. Los castellanos
bajarían a tierra provistos de copias de las llaves, ocupando la Alcazaba
mientras los defensores potenciales se divertían [6]. Aprobado el plan por el
Austria, Fadrique de Toledo, Capitán General del Mar Océano, recibió la orden
de preparar los navíos. Replicó que habría de aguardar el regreso de los barcos
de la plata, porque no los tenía [7]. Requerido por segunda vez, expresó su
opinión: de salir bien la conquista, aportaría a los españoles, el gasto de un
presidio más en
"Africa", "sin
necesidad ni provecho", pues Sale "no es puerto si no playa
abierta". Por otra parte, pondría en peligro la Mamora y Alarache, pues
Cidam dejaría de consentirlas, recuperándolas sin remedio, al no tener la
guarnición despensa, moral ni herramienta de guerra[8]. Así las cosas, los
xeques de Sale se dirigieron a Felipe III, pidiendo que abriese La Mamora al
comercio, con promesa de agilizar el rescate de cautivos cristianos, animando
el mercado con esclavos pr Aopios [9]. Quedando demostrado, por esta vía, que
no estaba implicados en el plan de Cidiyza, fue posible suspender la operación,
probando por añadidura, que salía más barato proteger el oro y sus rutas,
haciendo que la Armada del Mar Océano, despejadas de corsarios las costas de
Indias, continuase a Levante, limpiando las de Berbería[10].
Franciso Roque, agente del duque
de Medina Sidonia en Marruecos, que lo sería de Felipe IV, mantuvo tan buenas
relaciones con Muley Cidam, que habiendo decretado la suspensión del trato con
la Mamora, permitió al agente continuar como arrendatario del puerto de Sale, a
título personal[11]. Centro de corsarios, mercado de las presas, que se
"toman destos reynos y de las Indias", acudían navíos de todas las
naciones, al olor de géneros "preciosísimos", como aljófar,
esmeraldas, oro hilado, especies, pastel y cochinilla embarrilada a precios
ventajosos, en relación con los que se usaban en Indias, Sevilla y Lisboa. No
deseando los Austria comparaciones, los castellanos que tocasen en Sale[12] y
demás puertos del Xarife, sólo podían comprar bacalao, cáñamo "y otras
cosas de igual estimación"[13]. Violada la prohibición, con contumacia y
alevosía, el contrabando entraba por las costas andaluzas, en especial las
Tarifa y el Barbate y el tráfico de moneda de vellón, por las plazas del
Xarife, están ampliamente documentados[14], no faltando quien hiciese observar
a los sucesivos monarcas españoles lo absurdo de una prohibición, que
perjudicaba a sus súbditos, vedándole mercado ventajoso, en beneficio de los
extranjeros, dando lugar a que dejasen de ganar lo que hubiese permitido
rescatar[15] cautivos, en especial de Sale, donde se estimaba que había dos
millares[16], porque "apenas pasa bajel, que no se lleve allí"[17].
Reanudado el trato y los rescates Cidam, se recuperaron dos avisos dirigidos a
la Casa de Contratación en 1625, desde Nueva España y Tierra Firme, advertían
de la presencia de armada inglesa. Enviados a España, acompañó carta del
portador, el hidalgo portugués, capitán Pedro Nuñez Tinoco, caballero de
Cristo. Habiendo servido en Flandes, continuó combatiendo en las guerras del
Marañón. Derrotadas en Cabo de San Agustín 8 compañías de infantería, por los
holandeses, los que pudieron escapar se metieron a Nueva Andalucía. Nostálgico
de la patria y queriendo regresar, Nuñez se ofreció al gobernador, en calidad de
correo. Capturado a la salida del puerto le metieron en Sale, donde vegetaba
sin esperanza, por carecer de posibles, para poder rescatarse [18].
En 1637, el General de la Mar y
Costas de "estas fronteras" por "Su Majestad Imperial" de
Marruecos, tenía la residencia oficial en Sale, ejerciendo como alcaide -
gobernador de la ciudad, arrabal y xela de Salé[19]. La Alcazaba se identifica
con la Sale actual, ribereña del Bou Regreb, que la separa de Rabat, supuesta
ciudad de Sale, a la que se atribuye por origen la Chella, fundada en el siglo
III a.J.C. Puerto de fenicios y cartagineses, acuñó moneda en el siglo I,
siendo construido en el X el ribat, que le dio nuevo nombre. Señorío de
Abeyuçuf, hijo del último adelantado del Algarbe de Berbería, antes de ser el
primer Benimerín, no parece que esta Rabat fuese la Sale de los Beni Ifren o
Ifrani, fundada en el siglo XI y probable "escala de mercadores".
Controlada por la tribu Berghuta, sería base de almorávides, en torno al 1058.
Conquistada en 1249 por el emir Abu Yahia ben Abd el Haq, los castellanos la
saquearon en 1260, aprovechando los últimos coletazos de la guerra civil, que
acabó con el imperio de los Miramamolines. La construcción de las murallas, fue
consecuencia de esta visita.
Reinaba Felipe II, cuando el
Conde de Santa Gadea mencionó la Mamora y el Cabo de Aguer, como los mejores
puertos del Xarife, por estar "fuera del estrecho"[20]306 leguas o
17º. En el primer viaje, la escala en el Cabo de Aguer, es la central. En el
segundo, se hace referencia al reino de Marruecos y a la isla de Mogodor, en la
segunda y última escala. Si partimos de la Punta de Allende, los 17º no nos
llevan mucho más allá del Cabo de Oranje. En resumen, hemos partido, poco más o
menos, de donde estuvo la última bahía de Brasil, principio de la Guinea, para
venir a dar al Cabo de Orange o la Bahía de Oyapock, frontera del reino de
Marruecos, con el de Fez.. Le contradijo Alonso de Guzmán: "las playas de
Safi y Cabo de Aguer no son seguras para armada, sí no costa y bien peligrosa"[21].
Mencionado el puerto de Mogodor junto al cabo de Ajer o Aguer, en albalá de
1463, como límite de la "conquista" que se atribuía la corona de
Castilla, "escala de mercadores" en 1475 y escenario de la guerra de
Lugo, tuvo por capital Tagaoz, con su fortaleza de Agaoz y la Casa de Agadir.
En su término estaban el puerto de Nul, a cinco leguas, con el castillo y
puerto de Yfini. Sede de la aduana de Santa Cruz del Cabo de Guée, se dice que
Manuel I introdujo en Agadir la caña dulce y la industria azucarera, repitiendo
años más tarde en Mogador, sin caer en que hablan del mismo lugar, ni en la
toma de posesión simultanea, que hizo Juan de Guzmán, de "la Ysla e
términos e cabo de Mogodor", en el reino de Marruecos, con licencia para
construir fortaleza en Gugarti[22]. La torre se hizo, pues Fernando el Católico
denunció su construcción, como atentado a su majestad, en las conversaciones
que precedieron al Tratado de Cintra, firmado en 1509. Los apoderados de Juan
de Guzmán tomaron dos veces posesión de las Islas del Cabo de Aguer. En agosto
de 1496, tocaron en los puertos de Zebedique, Turucuco, en las inmediaciones
del Cabo de Aguer y Galebarba; la segunda, en mayo de 1506, lo hicieron en
Gugarti y Aytudel, comarca del reino de Marruecos, donde estaba la Isla de
Mogodor. En ambos casos, los apoderados navegaron exactamente 9 días, entre la
primera y la última escala. La regularidad demuestra conocimiento de la ruta,
indicando el tiempo las leguas recorridas. De haber alcanzado la velocidad
medía del navío suelto, que eran 50 leguas por singladura, hubiesen andado 450
leguas o 25º, pero de ser navegación de cabotaje, no hubiesen rebasado las 34
leguas por jornada, corriendo una
Recuperada Mogodor, Magador o
Mogolo por Mahamete, Hamete el Dorado puso baluarte artillado, que alejó a los
castellanos de la costa, pero no del río, pues las pelotas no alcanzaban la
canal. Sin interés Isla y plaza para Felipe II, no lo hubiesen despertado en su
sucesor, de no ofrecerlas el alcaide de Santa Cruz, a través del francés
Roberto Bonifacio, cónsul de las naciones flamenca y alemana en Cádiz.
Siguiendo la costumbre, se vendió la idea atribuyendo a los holandeses, la
intención de hacer "fuerza" "cerca de la playa de Safi", en
puerto natural seguro y amplio, capaz de albergar número ilimitado de navíos,
que parece haber sido el Pará, desde el que podrían saquear las flotas y
contrabandear en Indias, con toda comodidad. Dando los castellanos primacía al
credo, Felipe III ubicó Mogodor y Santa Cruz en la costa de Berbería. Los
europeos, prestando mayor importancia al color de los hombres, lo situaban en
Africa, como el corsario holandés, Godofroy Boot. En extenso memorial,
destinado al rey de Inglaterra, atribuyó el descubrimiento de la
"isla" a sus compatriotas. No pudiendo apropiársela Holanda, a causa
del tratado de paz con España, incitó al monarca inglés a conquistarla, por ser
posición que le permitiría amargar la vida al rey de las Españas, que de tener
sus enemigos la rada, para conservar sus Indias, "así orientales como
occidentales.., habría de gastar tanto y más que no lo leva y pasa cada
año", de manera que en poco tiempo, "le puedan echar fuera
dellas". Sustraído el documento de la real secretaría, por el activo Conde
de Gondomar, embajador de España en Londres, lo mandó a Felipe III, que lo hizo
seguir al duque de Medina Sidonia, en 1619, acompañado de "pintura"
de Magador, por desgracia perdida[23].
Con costa a la mar, tenía la isla
unas 50 millas de largo, por otras tantas de ancho, lo que representa unas
2.500 cuadradas. "La más grande y fértil", de las fluviales del
planeta, la regaban "muchas y muy lindas riveras.. Todo lo que se siembra
brota y crece", abundando praderas y bosques. Templado y saludable el
clima, en el río se podía "hazer el más lindo puerto del mundo"[24].
De cabida ilimitada, con una sola entrada, bastarían tres torres para hacerlo
inexpugnable, a construir en otros tantos meses a poco costo. Como en otros
puntos de la costa, había piedra sobrada para sillares y cal. Los naturales, "en
ningún modo belicosos", vivían "sin policía y como bárbaros, por no
haber sido frecuentados". De ser tratados con decoro, al menos en los
primeros tiempos, se mostrarían colaboradores[25]. La idea no encandiló al rey
inglés, pero sí al Austria. Con orden de ampliar información, el Guzmán la
recabó de navegantes de Cádiz, profesionales de la Berbería. Llamaron Santa
Cruz a la Magador de Boot, situándola "30 leguas adelante, la buelta de
Cavo Blanco", de su Mogodor particular. Brava la costa y vedada a castellanos
por los moros, sólo visitaban ensenada exterior de aguas limpias, con media
legua de largo, deteniéndose a las tres brazas, por no padecer el efecto de la
artillería, puesta en el baluarte. Algo "empinada" la tierra, en la
ladera se veían paredones, de "poca consideración" y en lo alto
"caserón grande, a modo de fuerte", donde estaban las piezas[26]. No
conocían el interior, pero sabían que la tierra era "generalmente llana y
muy llena de ganados", señalando población a unas dos leguas de la mar.
Alárabes los vecinos, "aunque hay gran cantidad dellos", el trato era
escueto[27], frecuentando la isla carabelas de boneteros toledanos[28].
Olvidados los viejos topónimos musulmanes, se conserva el de Santa Cruz, en la
isla de Marajo. En el siglo XVI, por su puerto y el cercano de Azamor,
transitaban aloes y avestruces[29].
La Mogodor de los gaditanos fue
la Isla de Maracá, a legua y media de la costa continental. Con cuatro de
"contorno" y rada de un cuarto de legua, "de tierra
limpia", el interior, ligeramente accidentado, estaba cubierto de bosque,
abundando la caza. Abrigo de corsarios, boneteros y pescadores, profesionales
de las tres ramas confraternizaban, mientras daban "monte" y carena a
sus barcos, siendo raros los moros alárabes, que acudían a "rescatar"[30].
En 1610, año de paz en Europa, Inglaterra, Francia, Holanda y los Países
Hanseáticos, formaron liga contra los piratas, antiguos corsarios, que no
supieron reciclarse en la paz. Iniciando su guerra por la negociación, embajada
llevando al frente al inglés Roger Milton pasó a La Mamora, consiguiendo que la
mitad
de los contactados aceptasen
dejar la profesión, a cambio de amnistía. De regreso pasó por Sanlúcar,
creyendo al duque de Medina intermediario adecuado, para conseguir que Felipe
III participase. Al no serlo, remitió a sus visitantes a Pedro de Toledo,
entonces capitán general. Molesto quizá por haber correspondido a Holanda la
guarda de los puertos, con autorización para entrar libremente donde hubiese
sospecha de presencia de piratas, el Austria respondió ordenando la captura de
barcos inglés, que regresaba del Safi[31] Ignorando el detalle, el
"caballero" francés Francisco Lorme, pirata residente en la Mogodor
de los gaditanos, se presentó en la corte de Felipe III en 1616, en nombre
propio y con representación de "Finquet, Guestienque y Joan
Enbusgues", colegas ingleses, con intención de negociar perdón colectivo.
Acumulados 12 años de ejercicio en la profesión, como pirata profesional,
acumularon ahorro de un millón de ducados, fruto de presas "de
consideración", tomadas a las flotas de las dos Indias y Brasil, que
llevaban a vender en el otro Magador, Safi, Sale y demás puertos de Berbería.
Terminada la temporada del corso, acudían a la pesquería de bacalao de
Terranova, redondeando ingresos. Propietarios de 15 navíos "gruesos",
de 300 a 400 toneladas, que repartían en tres escuadras, dotada una de patache
con 40, darían su flota al rey, con promesa de retiro, a cambió de indulto, que
les permitiese disfrutar de su fortuna, en el mundo civilizado. Aceptada la
oferta, Lorme regresó provisto de cartas y patentes, tomando la vía Ceuta, por
haber dejado su caballo en la plaza a la ida y tener transporte a la Mamora,
escala donde no habría de faltarle, para regresar al hogar [32].
Intuyendo los profesionales de la
adulación, que el rey deseaba la Magador de Boot, proclamaron que la
incorporación de Santa Cruz, a las posesiones de la corona, traería "mucho
beneficio" al tráfico de Indias y las Canarias [33], estando todo y en
especial La Mamora en grave el riesgo, de caer la "isla" en manos
enemigas. Enterados de la novedad Fadrique de Toledo y el duque de Medina
Sidonia, calificaron la oferta del alcaide de regalo envenenado. Estando
"más cerca y no tan a trasmano, como Santa Cruz y Mogodor", las plazas
de Alarache y la Mamora, la falta de guarnición, material de guerra y despensa
era endémica, provocando continuas deserciones a tierra de moros. Sencilla la
navegación, era fácil colegir el futuro de una plaza, a la que no se podía
acceder sin asegurarse "colla de buen tiempo, cosa que sucede pocas veces
y que las más es menester multiplicar altura". Fuente los enclaves de
problemas y gastos, aconsejaron abandonar caprichos, destinando el dinero
público a crecer el "número de bajeles de las armadas del Mar
Océano", a más de conseguirlos "buenos de la vela", no pesados y
tan lentos como los disponibles, que permitían escurrirse al corsario más
inepto. Por el momento, las rutas de Indias podrían limpiarse, asegurando la
seguridad de galeones y flotas, dando los barcos de la Armada "de
ordinario, vuelta a la costa de Berbería"[34].
Pero renunciar no es cosa de
reyes. Felipe III insistió en que se mandasen dos pataches o barcos luengos de
cubierta, con cargo a la Casa de la Contratación, a reconocer Santa Cruz y
Magador, con pilotos e ingenieros capaces de sondar las barras, levantar planos
y redactar descripciones puntuales de los puertos. Explicó el Guzmán que
bastaría con uno, pues ambos topónimos designaban la misma isla. Tenía olvidada
la cuestión, cuando aviso del gobernador de Mazagán, le devolvió actualidad:
los holandeses construyeron baluarte en Magador, con dos estadios de altura,
poniendo Muley Abdelmalec seis piezas y guarnición. No cedió el control del
fuerte a Holanda, como pretendían sus aliados, pero les concedió libertad para
usar el puerto [35]. De regreso cuatro unidades de la Armada del Mar Océano,
que habían dado "vuelta" por la costa de Berbería, el rey mandó a
Fadrique de Toledo seleccionar al mejor de los cuatro pilotos, para embarcarle
de inmediato rumbo a la isla. Traspasado el encargo a Manuel de Guzmán, por
razón inexplicada, intentó ahorrar gastos al común, explicando al Austria que
al no haber "agua" en la barra, para bajeles de alto bordo, ni
posibilidad de ahondar la canal, por tener fondo de arena, por imponente que
fuese la fortaleza, levantada en la boca del río Aer, no representaba riesgo
para las plazas, las costas de Indias, ni las flotas. Haciendo oídos sordos,
Felipe III mandó armar tres 3 galeras, que fuesen a destruir la obra. Temiendo
los efectos de un enfado del Xarife, el Guzmán calmó el real ánimo, mandando
barco luengo "bien esquifado", con al capitán Pedro Suárez de Deça,
entretenido del presidio de Cádiz. Zarpó el 26 de julio 1623[36], entrando en
el río al
segundo intento, pese a llevar
dos pilotos, expertos en la plaza de Mazagán. Llegando "mucho más cerca
que otros, de la boca de aquella entrada", pero sin meterse en la bahía
del río Aer, por impedirlo los moros, con "sus escopetas", estuvieron
seis horas en la barra, sondando en pleamar y baja mar, para encontrar
"tan poco agua como lo deponen los pilotos", sin haber visto en ida,
estada y vuelta rastro de holandeses, ni huella de fortificación en destino
[37], siendo abandonada la aventura del Mogador.
La historia ubica la
reconstrucción de la fortaleza de la isla por el Xarife, que no construcción,
en 1628, estando fechada la fundación del Mogador oriental, por testigos
presenciales del hecho. Avanzado el siglo XVIII, Sidi Muhamed Abd Allah,
emperador de Marruecos, quiso dotar de puerto a Marakesch. Escogió para
plantarlo saliente rocoso de la costa, que la mar, en aguas vivas, convierte en
península, no en isla. Iniciadas las obras en 1760, garantizó la prosperidad de
su población, concentrando el tráfico de cochinilla, azúcar, plumas de avestruz
y otros productos exóticos, procedentes de una Berbería lejana, que aún
controlaba. Obligadas las compañías europeas, especializadas en la
comercialización de tales productos, a instalar agencia en Mogador,
le prestaron años de prosperidad,
antes de que se llamase Essauira. Su horizonte de dunas volátiles, que no
parece haber registrado cambios climáticos dignos de mención, en los últimos
cinco milenios, se supone que estuvo cubierto de caña dulce y bosques, contando
con agua y madera suficiente, para alimentar el cultivo y los ingenios, en
época tan próxima como el siglo XVII. Hoy el Oued Ksob discurre a 14 kilómetros
del caserío, por la parte del Cabo Sim, cuyas dunas sirvieron de desierto
ideal, a no pocos cineastas. Inscripción grabada en la puerta de la khasba,
indica cómo se escribe la historia: recordaba que en el siglo VIII, la ciudad
comerció con una Holanda inexistente.
La Thamusida de fenicios y
cartagineses, se ubica en las inmediaciones de Essauira. Sabido que Juba II de
Mauritania, contemporáneo de Augusto, se dedicó a la salazón de pescado y la
industria de la púrpura, huesos fosilizados de ballena, se consideran huella de
la primera industria y restos de edificaciones romanas, descubiertos en
islotes, huella de termas o talleres romanos, destinados a la segunda. Mogador
aparece en El Bekri, redactado en el siglo XI, bajo el nombre de Mogdul,
habiendo terminando cautivos en la isla, tripulantes de nao de Barcelona, que
naufragó frente a las costas de Berbería, en 1371[38]
. Conquistada Magador por Alfonso
V, cuentan que tras sitio de 10 años, la recuperó Muhammad el Sayi en 1541.
Puerto de Europa, en 1751 lo controlaba Dinamarca por convenio. Estando la casa
de Agadir en el Cabo de Aguer, la aduana portuguesa de Santa Cruz de Cabo de
Guee, se sitúa en la ciudad, siendo justificada por restos de torreón, de
periodo y estilo indefinibles. Moderna la ciudad, es para algunos la Rsaddiv de
otro tiempo.
[1] ADMS. 2407. Año 1607.
[2] ADMS. 953. Año 1608. [3] ADMS. 2397. Año 1581. [4] ADMS.
2415. Año 1631.
[5] ADMS. 2411. Año 1619. 2416. Año 1634. [6] Ibídem.
[7] ADMS. 2411. Año 1619. [8] ADMS. 2421.
[9] ADMS. 2411. Año 1619. [10] ADMS. 2411. Año 1621. [11]
ADMS. 2421.
[12] ADMS. 2412. Año 1625. [13] Ibídem.
[14] ADMS. 2406. Año 1605. [15] ADMS. 2412. Año 1625. [16]
Ibídem.
[17] ADMS. 2412. En Marruecos
seguía corriendo el "metical" de oro. Baltasar Polo, mercader catalán
de origen judío, mandaba al duque de Medina, desde este reino y Fez, dátiles,
tejidos ricos, en especial damasco, joyas y oro, destacando frontal bordado,
con figura de San Juan. Proveedor de camellos, avestruces y camellos, remitió
"cuerdas" de cuero especiales y veterinarios. El camello sirvió en
Sanlúcar como animal de carga y tiro. Felipe II se los hacía traer, para su zoo
de Aranjuez (ADMS. 2421.2397).
[18] ADMS. 2417. Año 1637. [19] Ibídem.
[20] ADMS. 2421.
[21] ADMS. 2404. Año 1600.
[22] Simancas. Depósito Medina Sidonia. [23] ADMS. 2411. Año
1619.
[24] Probablemente el puerto de Çensias das Almaçones, que
aparece al fondo del Pará, en carta de Juan Oliva. (Mesina 1596). [25] ADMS.
2411. Año 1619.
[26] Ibídem. [27] Ibídem.
[28] ADMS. 2406. Año 1605. [29] ADMS. 2413. Año 1627. [30]
ADMS. 2410. Año 1616.
[31] ADMS. 2408. Año 1610.
[32] ADMS. 2410. Año 1616. [33] ADMS. 2411.
[34] ADMS. 2411. Año 1619. [35] ADMS. 2421.2411.
[36] ADMS. 2421.
[37] ADMS.2421.
La barra tenía menos de tres
brazas de profundidad. El Río Lagartos, con 3 brazas en la canal, admitía
embarcaciones de 100 toneladas.
[38] "Esclavos y sirvientes
en las sociedades mediterráneas durante la Edad Media". Jacques Heers. Ed.
Alfons el Magnanim. Valencia 1989, pág. 39. Los pueblos del río el palacio de
Muley Cidam era su almehala.
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