1984 diciembre 21.
El portacontenedores “Júcar”,
embarrancado en la Playa
del Valle de Santa Inés (Betancuria), 1984-2000.
Como un juguete de las olas. Así
soportó los embates de “la mar del Norte” el porta-contenedores Júcar, de la Naviera Pinillos,
cuando embarrancó cerca de la
Playa del Valle. Una suerte que han corrido numerosas
embarcaciones durante la historia marítima de Fuerteventura en las Islas
Canarias.
Aconteció en la madrugada del día
21 de diciembre de 1984, mientras cubría el trayecto entre el Puerto de la Luz y de Las Palmas y los de
Gijón y Santander, con escala en Arrecife, hacía donde se dirigía por la costa
occidental de Fuerteventura… Al decir de uno de los tripulantes, de repente todo tembló en el barco, por lo
que subieron a cubierta para percatarse de que el buque había tocado fondo y se
encontraba encajado entre las rocas y la orilla, en medio de la oscuridad…
Fue entonces cuando el capitán, José González García, puso en marcha el
dispositivo de salvamento, ordenando el uso de chalecos y la preparación de los
botes salvavidas; mientras el radiotelegrafista emitía llamadas de socorro a
todas las embarcaciones que pudieran encontrarse en las inmediaciones, a la Emisora Costera y
a la Armada;
aún no sabían muy bien dónde se encontraban… Y el rescate demoró. Casi cinco
horas tardaron los marineros de la Ayudantía Militar de Marina de Fuerteventura en
llegar junto al buque…
La incertidumbre y la desolación sobrecogieron a los 18 tripulantes y a dos mujeres que viajaban en el mercante; mientras esperaban los auxilios recibieron desde tierra el aliento de los huéspedes de un establecimiento hotelero próximo, que acudieron con sus coches para iluminar con los faros el costado de la embarcación que daba a tierra. Esto fue lo que percató a los marineros de la verdadera situación, dándose por perdido un buque valorado en unos 100 millones de pesetas.
La navidad de 1984 vino colmada
por la mercancía derramada en la
Playa del Valle, a cuyo apaño acudieron numerosos vecinos que
en medio del espectáculo de las olas barriendo la cubierta, veían cómo
numerosos contenedores se estrellaban contra los riscos, dejando salir su
carga… En uno de los embates la playa quedó cubierta de naranjas, mientras
grupos de gente se afanaban en el interior de algún contenedor, buscando
bebidas y botellas de agua, de refrescos…
Pero las autoridades, especialmente el entonces alcalde de Betancuria, Carmelo Silvera Rodríguez, y sobre todo las agrupaciones ecologistas, alertaron del peligro real que aquella lamentable escena albergaba: una eventual marea negra. Alrededor de 140 toneladas de fuel seguían aún en los depósitos del Júcar y se aconsejaba a quien correspondiera, estar prestos para que, en cuanto amainase el oleaje reinante, extrajeran aquel peligro…
Y es que junto al naufragado
Júcar se dieron otros peligros. El día de Noche Buena y en el entorno del buque
siniestrado resultó herido por disparo de agentes de la seguridad privada que
decían custodiar el naufragio, el joven P.S.S., alcanzado al parecer en la
corva de la pierna izquierda cuando estaba con otros amigos en los riscos de la Playa del Valle.
El día 27 de
diciembre la presión ante la alerta de marea negra, pone en marcha el
dispositivo para la extracción del combustible, ofreciéndose la empresa
grancanaria de Juan Mederos, aunque finalmente lo realizó Transportes Hernández
Cabrera, como veremos.
El día de los Santos Inocentes,
el ímpetu de las olas fue tal que quebró la embarcación, hundiéndola en su
parte de proa que quedó encajada en la caleta de Cho Zamora; el resto fue un
juego para el embravecido mar que giró la popa hasta echarla sobre las rocas;
aún mostraba su hélice, su puente, su mástil… y los cabos y cadenas se
descolgaban de las amuras como hilillos de sangre o lágrimas de un animal
herido y consciente de su suerte, sin nada que sujetar…
El riesgo de vertidos, pues,
había aumentado. Fue entonces cuando cayeron al mar seis de los casi ochenta
contenedores que llevaba, y a la orilla llegaron latas de aceite, frutas,
verduras y botellas de agua y refrescos de lo que dieron buena cuenta los
expectantes observadores…
Grupos ecologistas como Aulaga y
Mahoh insistieron culpando al Gobierno Canario de la eventualidad de una marea
negra; protestas de las que se hizo eco el Parlamento Regional admitiendo a
trámites, pocos meses después, una propuesta no de ley presentada por los
parlamentarios majoreros sobre este tipo de crisis. Y es que las 140 toneladas
de combustible aún permanecían en las entrañas del Júcar.
El día 29 de
diciembre era el presidente del Cabildo de Fuerteventura, Gerardo Mesa Noda,
quién pedía la urgente evacuación del combustible, que para la singladura que
había emprendido aquel navío, para nada le iba a hacer falta.
Por entonces la empresa
Transportes Hernández Cabrera ya estaba retirando los contenedores que habían
caído a la playa al partirse el barco. Y en medio de aquella escandalera la
comida y la bebida aprovechable: A juzgar por comentarios de la época, Cruz
Roja del Mar se sumó al rescate de la mercancía para repartirla entre las
familias necesitadas…
El día 30 de diciembre la empresa
antes mencionada comenzó la extracción del fuel, lográndose evacuar 20
toneladas…
Sin embargo, en febrero del año
siguiente, 1985, el Júcar seguía expulsando vertidos, por lo que el alcalde de la Villa, Carmelo Silvera,
asistido del especialista en fondos marinos, Miguel Pizarro, denunció la
situación ante el Delegado del Gobierno, Antonio de León Guerra, dada la
indefinición de los fluidos y la necesidad de averiguar qué efectos estaba
produciendo en el ecosistema de la zona…
El 12 de febrero de 1985 el
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Puerto del Rosario y su Partido,
hacía público un edicto en el que se anunciaba la subasta de los efectos
procedentes de aquel naufragio, valorándose el casco en 500.000 pesetas, y la
mercancía que aún quedaba en su interior, en 1.000.000 de pesetas;
manteniéndose sólo la segunda pues quince días después el mismo juzgado
suspendió la subasta del casco de la embarcación…
Durante muchos años las olas
siguieron empeñadas en hacer playa con aquellos restos y los fue enterrando, de
forma que junto a la popa era frecuente encontrar vigas, chapas y cojinetes
entre la grava de aquella cala del municipio de Betancuria…
En 1986 el Patronato de Turismo recomendaba el desguace de lo que quedaba de aquel mercante y advertía de la conveniencia de quitar los restos de la Playa del Valle, un topónimo que, por cierto, llegaron a cambiar muchos de los visitantes de aquella zona, al referirse al lugar como la Playa del Júcar… ¡Tanto tiempo había pasado que aquel monumento a la chatarra incomodaba ya a todos!
Por fin en 1995 el ayuntamiento de Betancuria disponía, (según manifestaba su entonces alcalde, Ignacio Gordillo), de una partida presupuestaria otorgada por Política Territorial del Gobierno de Canarias para la retirada de los restos del naufragio, acallándose así la reivindicación de la Federación de Asociaciones de Vecinos de la isla que por aquel año volvió a poner sobre la mesa el riesgo de contaminación ante la Demarcación de Costas.
Entre 1995 y 2000 debió
procederse a la limpieza de la
Playa del Valle, sobre cuyas arenas negras aún se mecía el
extremo de la popa de aquel mercante como si fuera una caracola vacía, visitada
por cuantos curiosos acudían a perpetuar su imagen con la memoria fotográfica
de aquellos restos…
Y aún hoy podemos contemplar uno de los motores de aquel
buque encajado en la caleta de Cho Zamora, bien visible a la marea baja,
mostrándose como si de la osamenta de un viejo animal se tratase, pero
recordando también la fragilidad de nuestras costas ante los vertidos que en
este tipo de accidentes se pueden dar. (Francisco J. Cerdeña Armas)
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