viernes, 21 de febrero de 2014

LAVINIA






Llegamos al ecuador de nuestros relatos, coincidente con el final del siglo XIX y con el desmoronamiento de España, en el llamado “Desastre del 98”, al perderse Cuba y Filipinas. Podemos buscar una analogía con los barcos naufragados en un mal endémico que venía de atrás y que en ninguno de los dos casos se buscó la solución adecuada. El Lavinia puede representar una metáfora del siglo que terminaba. De todos los grandes naufragios en la Baja, el del Lavinia fue el más leve, pues apenas sufrió daños.

El barco

El Lavinia frecuentaba las islas en sus viajes transoceánicos. En un anuncio marítimo de un periódico de Tenerife de Noviembre de 1892 se leía: “Esta mañana llegó de Hamburgo, el vapor alemán Lavinia. Tomó carbón, agua y víveres y salió para Valparaíso, despachado por los Sres. Hamilton y Ca”.

El Lavinia era un vapor trasatlántico alemán de 4.782 toneladas, perteneciente a la Compañía Deutsche Dampfschiffahrts Gesellschaft de Hamburgo y fue construido en Sunderland en 1896, Casa J.L. Thompson and Sons. Medía 382 pies de largo, 48 de ancho y 26 de puntal. Pertenecía a la Compañía Kosmos, que hacía viajes de Europa para el Pacífico.

La singladura

El vapor pasó el 4 de Agosto de 1899 frente al puerto de Las Palmas a las 9 de la mañana, cambiando señas con los consignatarios Sres. Blandy Brothers y Ca; sin entrar en el puerto, siguió rumbo hacia el sur. La catástrofe tuvo lugar a las 10 de la mañana, hallándose el mar muy tranquilo, como en las ocasiones anteriores en que tuvieron lugar accidentes análogos. El buque encalló en la baja de Gando destrozándose la quilla y quedando entre las rocas la parte de proa, cuyos compartimientos quedaron del todo anegados. Inmediatamente se dio orden de arrojar al mar parte del cargamento con el fin de aligerar el buque o intentar su salida. Se echó al mar gran cantidad de raíles para ferrocarriles y algún carbón, no consiguiéndose el objetivo que se intentaba.

La cobertura

Desde los primeros momentos se dijo que el vapor encallado en los bajos de Gando, era el trasatlántico alemán Lavinia, aunque no faltaron los equívocos como el del periódico “Diario de Tenerife” al publicar al siguiente día del naufragio que el buque que había encallado era el “Lauriña”.

Mediante telegrama, el Delegado de Vigilancia en Las Palmas participa al Delegado del Gobierno, noticia que también llega al Gobernador Civil, que el Alcalde de Telde l e dice que a las dos de la tarde encalló en la baja de Gando el vapor Lavinia; habiendo dispuesto salieran para el lugar de la catástrofe fuerzas de orden público y de la guardia civil y que comunicaría detalles, hasta aquella hora desconocidos.

Un telegrama del Alcalde de Telde al Delegado del Gobierno dio cuenta de la catástrofe, sin comunicar detalles de ninguna clase. Personas llegadas aquel día por la tarde a Las Palmas tampoco pudieron añadir noticia alguna. Sólo se sabía que desde el Ingenio se dio cuenta de la desgracia, ignorándose la importancia del siniestro. Por la bandera del vapor se sabía que era alemán.

Las noticias fueron comunicadas al Comandante de Marina al mismo tiempo que el Delegado del Gobierno daba instrucciones al Alcalde de Telde para que comunicara toda clase de informes, y organizara medios para socorrer a los náufragos, prestándoles los auxilios propios en estos tristes casos.

A las 3 de la tarde salieron para Gando varios empleados de la Delegación y algunos números de la Guardia Civil.

Se pidieron también a las casas consignatarias los remolcadores que salieron del puerto de la Luz conduciendo gabarras. A bordo de uno de los remolcadores partió el práctico D. Matías Reina. El Sr. Blandy, consignatario del vapor que se suponía naufragado, había salido ya para el sur acompañado de otras personas.

El estado de la tripulación
En un principio se dijo que habían ocurrido algunas desgracias personales sin que se pudiera comprobar tal hecho.

El salvamente del buque

Los buzos efectuaron un reconocimiento superficial de las averías sufridas por el Lavinia no pareciendo ser de mucha importancia, sólo había sufrido averías en la parte de proa y podía ser puesto a flote. El día 5 a las 11 de la mañana, aprovechando la marea se intentó remolcarle, sacándole de la Baja. El día 6 fue puesto a flote y en la mañana del 8 entró en el puerto de la Luz sin necesidad de remolque ni auxilios, para reparar las averías sufridas en “los bajos” de Gando. Repararía sus averías en los talleres de los Sres. Blandy Brothers y Ca. También se había presentado en un remolcador el segundo capitán de Marina de la Provincia para instruir sumaria del siniestro.
 

El regreso

A finales de Agosto el vapor alemán Lavinia que fue puesto a flote después de haber varado en la baja de Gando había llegado a Hamburgo sin novedad.


La “maldición” de la Baja


La sucesión y continuidad de acontecimientos de índole trágica va creando un halo de leyenda en torno a todo lo que tenga relación con la trágica Baja y tal como si fuera “Tutankamón” lo que tenía analogía con la “roca” podía considerarse maldito. Aunque naturalmente esto daría lugar a otro tipo de “pseudohistorias” que no está en nuestro ánimo relatar ni justificar, tan solo lo exponemos como acontecimiento curioso. Este es el caso del crucero de guerra Alfonso XIII (el Alfonso XII se encontraba reposando en el fondo de las aguas de Gando). Había fondeado en aguas de Las Palmas con una pequeña

avería en su máquina para reparar en Junio de este mismo año, pasando a Tenerife una vez reparado. Fue construido en los astilleros del Ferrol y botado en 1891, entrando en 1896 como buque de instrucción; desplazaba 4.826 toneladas y disponía de una tripulación de 413 hombres.

Diseñado para llevar armamento pesado, era muy veloz, pero cambios realizados para su seguridad dejaron al Alfonso XIII menos blindado, lento e inestable con mar gruesa. Es por ello por lo que no participó en un viaje a Filipinas quedando en la península como prevención ante un posible ataque de la escuadra americana. Fue dado de baja en 1900 y desguazado en Bilbao en 1907. Habiendo embarrancado en la Playa de la Carraca de Cádiz el mismo año del hundimiento del Lavinia.

Con el Lavinia, los siniestros marinos en la Baja serían más espaciados en el tiempo. Las apetencias devoradoras de la Baja para atraer barcos se irían difuminando, hasta que en 1914 otro incauto de los mares, el Emma, cayó en las garras de sus rompientes. (
Rafael Sánchez Valerón)





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