miércoles, 12 de febrero de 2014

IGNACIO PEREZ GALDÓS





El que sería teniente general don Ignacio Pérez Galdós nació en Las Palmas  de Gran Canaria el cinco de julio de 1835.

Era el octavo de diez hermanos, de los  que el menor sería el ilustre escritor  don Benito. Su padre,  don Sebastián Pérez  Macias, descendiente de una familia de caciques  labradores acomodados de Valsequillo  (Gran Canaria), había formado parte, como Subteniente, del batallón de voluntarios  conocido como  La Granadera Canaria, que participó en la Guerra de la  Independencia. A su regreso perteneció a  las Milicias Canarias alcanzando el  empleo de capitán con grado de teniente coronel y ocupando en 1842 y 1943 la comandancia del castillo de San Francisco o del Rey.

A los diecinueve años, Ignacio fue  nombrado Subteniente del Batallón  Provincial de Las Palmas, nº 4 de las Milicias Canarias, quedando en situación de  provincia. Decidido a seguir la carrera militar, en septiembre de 1958 ingresó en la  Escuela de Estado Mayor y,  finalizados los estudios, ascendió a teniente de dicho  Cuerpo en 1862.

Tras realizar las prácticas reglamentarias, fue destinado a la Capitanía General de Canarias, donde solicitó y obtuvo el pase al Ejército de Cuba.

Como consecuencia, en 1864 obtiene una rápida serie de ascensos: 20 de enero  capitán de E. M. en Ultramar,  15 de julio capitán de E. M. de la escala general por  antigüedad y el 10 de agosto comandante de E. M. en Ultramar destinado a la  sección del Cuerpo en la Isla de Cuba.

Al extenderse a Las Villas la insurrección iniciada por Carlos Mª Céspedes  en Demajagua, el comandante Pérez Galdós fue enviado a esta jurisdicción,  compartiendo, como era habitual, el servicio  propio de su Cuerpo con la intervención  directa en las operaciones militares, conduciendo convoyes, dirigiendo columnas o  mandando interinamente unidades, tanto en Las  Villas como en la zona del Cauto o  en torno a Bayamo. Tomó parte en combates como los de Humilladero, La Curia y  Bueyecito y en los ataques a los campamentos atrincherados de Cauto, Las  Brigadas y las Coloradas, quemándolos después de dispersar al enemigo. El decreto de gracia general de 1 de junio de1869 le concedió el grado de teniente coronel de Caballería y en recompensa por su actuación los días 12 al 16 de abril entre los ríos Buey Jicotea y C auto el grado de coronel de Ejército.

Al empezar el año 1870 fue trasladad o a Santiago de Cuba, donde mandó  unidades, como el Batallón de Cazadores de Reus, o columnas, como la formada  por dos compañías de este batallón, medio batallón del Regimiento de Infantería de  León y una pieza de artillería,  con la que participó en la acción de Brunís en la que  resultó herido. En marzo de 1871 es re compensado con el  empleo de teniente coronel de Ejército, por su actuación  al frente de la columna de voluntarios  catalanes y poco después recibe las encomiendas de Isabel la Católica y de Carlos  III. Cumplido el tiempo máximo de permanencia en las Antillas, regresa a la  Península Ibérica el 5 de julio de 1875.

Destinado a la Capitanía General de Navarra, participó con la guarnición de Pamplona en la lucha contra los carlistas, destacando su actuación en las operaciones de cooperación al ataque de Montejurra, por las que se le premiaría con otra cruz del Mérito Militar. El 18 demayo de 1876 asciende a teniente coronel de E. M. y es destinado a la Sección de dicho Cuerpo en las Islas Canarias. En mayo de 1877 vuelve voluntario a Cuba siendo ascendido  a Coronel de E. M. en Ultramar y designado jefe de la 1ª media brigada de la 2ª división de la  Comandancia de Holguín y Las Tunas.

La insurrección cubana, agotada por sus divisiones internas y las presiones  políticas y militares de Martínez Campos,  estaba en franco retroceso. El Pacto del  Zanjón, 10 de febrero de 1878, puso fin a la lucha en Las Villas y Camaguey, pero fue rechazado por Antonio Maceo que acordó con Vicente García, a quien reconoció  como general en jefe, proseguir la campaña en Oriente, Las  Tunas y Holguín.  Galdós participó en encuentros como el  Savial y la Dichosa y fue promovido a  brigadier. El 9 mayo, Antonio Maceo abandonaba Cuba y Vicente García, cuya situación era insostenible, convino con los españoles marchar al extranjero, acompañado de más de cien hombres, y deponer las armas, incluyendo en sus fuerzas las del brigadier Belisario Grave de Pe
ralta que quedó encargado de efectuar la capitulación. Ésta tuvo lugar el 6 de junio, las fuerzas cubanas de Las Tunas, 1 brigadier, 12 jefes, 31 oficiales,73 sargentos y 350 individuos de tropa y 218 hombres más, incluyendo el batallón de Holguín,se presentaron en el campamento de Rompe a las fuerzas españolas mandadas por el brigadier Ignacio Pérez Galdós a quien le cupo la honra de poner fin a la contienda cubana.

Poco después regreso a Canarias,  quedando en situación de cuartel en Las  Palmas. En 1879 se presentó candidato a diputado en Cortes por la jurisdicción Sur  de Gran Canaria, derrotado por Pedro Bravo  no volvió a participar activamente en  política. Nombrado Gobernador  militar de Santander, permaneció allí dos años pero asuntos familiares reclamaban su presencia en Canarias. Muerto su hermano Domingo, la administración del patrimonio de los Pérez Galdós atravesaba malos momentos y la quiebra del marqués de  Villanueva del Prado hacía imprescindible liquidar la elevada deuda que éste tenía  con ellos y había garantizado con su  hacienda de La Aldea de San Nicolás. El pleito se presentaba largo y difícil, de hecho iniciado en 1881 no tendría su fin hasta 1892, estaba claro que a los Pérez Galdós les era necesaria la presencia de alguien que impusiera orden y salvase lo posible. D. Ignacio cesó, a petición propia, como gobernador militar de Santander y  quedó en situación de cuartel en Las Palmas.

La muerte del gobernador militar de Gran Canaria hizo posible que el  brigadier Pérez Galdós fuese destinado a su tierra natal. El puesto, no muy brillante desde el punto de vista castrense, le permitía disfrutar de su familia, atender a sus negocios y asistir al desarrollo económico y urbano de su ciudad natal, que en lo militar trajo su primera y deseada unidad del Ejército activo, el Batallón de Cazadores Gran Canaria número 2 y la construcción del Palacio Militar.

En mayo de 1891 don Ignacio fue ascendido a general de división y destinado a Santa Cruz de Tenerife, como segundo cabo de la Capitanía general de Canarias y gobernador militar de la plaza. Allí supo captarse el respeto de los tinerfeños, como se pondría de manifiesto con ocasión de los graves incidentes ocurridos durante la Semana Santa de 1893. La alianza de los “leonistas” grancanarios con grupos de La Palma, Gomera y El Hierro, tradicionalmente  dominadas por Tenerife, se  impuso a las facciones tinerfeñas en las elecciones a  diputados en Cortes. Pocos días después se publicó la reforma de la división  territorial militar, el Archipiélago pasaba a ser una Comandancia militar, formada por dos gobiernos militares con cabeceras en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, plazas en las que el comandante general podía residir “indistintamente”. La reforma parecía hecha para los intereses del general Pérez Galdós. El Viernes Santo se celebraron las elecciones senatoriales y los “leonistas” parecían tener asegurada su supremacía. Irritados grupos de tinerfeños atacaron a los electores partidarios de León y Castillo que tuvieron que salir de la ciudad, entre insultos y piedras, protegidos por fuerzas militares. Algunos de los perseguidos se refugiaron en el domicilio del gobernador militar pero no se levantó una voz contra el general, que en una época de rivalidades interinsulares había mantenido el más exquisito equilibrio oficial y llevado su acendrado grancanarismo en la intimidad.

Al ascender a teniente general, 28 de septiembre e 1898, rehusó la oferta ministerial de hacerse cargo de la Capitanía general de Aragón y permaneció en  Las Palmas, en situación de cuartel, hasta abril de 1900 que fue nombrado capitán general de las Islas Canarias.

El año 1901 trajo algunos desasosiegos políticos al Archipiélago, especialmente el asesinato del joven Marrero por el segundo teniente de Infantería Cabrerizo, en Las Palmas. El sepelio, al que asistió el general Pérez Galdós, fue un exponente de la repulsa popular. Poco después nuestro general sería designado presidente de la1ª sección de la Junta Consultiva de Guerra, forma  encubierta de retirarle el Gobierno su confianza. La noticia fue acogida con consternación por todos los sectores de la sociedad canaria.

En Las Efemérides de 13 de enero de 1902 podemos leer “Todas las corporaciones y sociedades de la Provincia han telegrafiado a S.  M. la Reina, el Presidente del consejo de Ministros y  Ministro de la Guerra solicitando quede sin efecto el traslado del Capitán General”. Pérez Galdós presentó inmediatamente la dimisión del nuevo cargo y volvió a quedar de cuartel en Las Palmas.

Un año después es designado, de nuevo, capitán general de Canarias, cargo en el que continuaba cuando falleció en Las Palmas el 29 de noviembre de 1905. Su sepelio fue una multitudinaria manifestación del respeto y cariño de sus  paisanos. De él diría José Mesa y López: “El general Pérez Galdós, tenía el justo  concepto de los deberes que le imponía su  alta jerarquía. Conducta privada sin  mácula, trato social intachable y energía sin claudicaciones “.

(MB en:
https://www.google.es/#q=El+que+ser%C3%ADa+teniente+general+don+Ignacio+P%C3%A9rez+Gald%C3%B3s+II)

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