jueves, 13 de febrero de 2014

JACINTO CASARIEGO GHIRLANDA




“Aunque Jacinto Casariego Ghirlanda comenzó a ejercer oficialmente el 1 de enero de 1916, el R. D. de su nombramiento era del 29 de diciembre anterior. Le corresponde el puesto número 197 del listado de alcaldes y su mandato se prolongaría hasta el 4 de julio del año siguiente, no sin la protesta de Emilio Calzadilla Dugour por no ser el alcalde elegido en el seno de la corporación. Se procedió a la elección de los tenientes de alcalde, que fueron Emilio Calzadilla Dugour, Esteban Mandillo Tejera, Fernando Arozena Quintero y Eladio Ruiz Frías. Como regidores síndicos resultaron elegidos José Rodríguez Febles y Guillermo Cabrera Felipe.
El nuevo alcalde tomó la vara con la intención de continuar e impulsar las obras y mejoras que estaban en marcha y propuso presupuestar 70.762 pesetas para la terminación de la Rambla 11 de Febrero, desde Viera y Clavijo hasta la Rambla Pulido, solicitando del gobierno civil que los trabajos pudieran ejecutarse por administración directa, con el fin de acortar plazos en la oferta de mano de obra. Con la misma intención se trataba de acelerar el comienzo de las obras del nuevo acueducto que debía traer las aguas desde Catalanes, aunque en este caso se tropezaba con el inconveniente de que la mayor parte de los materiales –cemento, hierro para puentes, sifones, etcétera– tenían que traerse del exterior. Algunos concejales propusieron también que se pidiera a Madrid que se activasen las obras públicas en la provincia.
El año anterior se habían derribado los muros y portada de la Alamenda de la Marina, y Patricio Estévanez se quejaba en su periódico Diario de Tenerife de que todavía se enontraban en el lugar los escombros. Parte de estos materiales podían aprovecharse, por lo que se facultó al alcalde para que, previa tasación, procediera a la inmediata subasta de todas las maderas de las barandas y puertas de tea. Una de las estatuas que adornaban el recinto se había roto al desmontarla y se acordó colocar otra en el patio de la Institución de Enseñanza, para lo que se presupuestaron 296 pesetas para el pedestal. Todo había que aprovecharlo, como fueron setenta losetas de mármol retiradas por obras en la iglesia de la Concepción, que se le compraron al párroco Francisco Herráiz Malo para colocarlas en el Teatro municipal.
Después de varios años de promesas y demoras, por fin el barrio de San Andrés había sido dotado de bombas para la extracción de agua del pozo que suministraba a los vecinos. Téngase en cuenta que aún varios sectores del casco de la población no contaban con red de distribución ni de alcantarillado, proyecto que se estaba redactando por parte de los ingenieros Freixá y Vallabriga. Otros barrios, como el del Perú y Cruz del Señor, también reclamaban el servicio de dos fuentes públicas prometidas por el Ayuntamiento, pero que no llegaban a realizarse por falta de recursos, acordándose que si los vecinos y propietarios hacían por su cuenta el depósito para el agua, se abonaría el gasto en cuanto fuera posible. La oferta fue aceptada por el vecino Manuel Cruz, que se comprometió a construir el depósito por un importe de 3.000 pesetas, lo que mereció la aprobación municipal.
Tres veces, a lo largo de este año, se volvió a pedir la suspensión de la zona polémica y la cesión al municipio de la batería de San Francisco, para proceder al ensanche del camino de Regla y de Las Cruces, con el mismo resultado negativo. En cuanto al castillo de San Cristóbal, que el Ayuntamiento aceptaba permutar por un nuevo edificio para gobierno militar y oficinas, el Ministerio de la Guerra pedía detalles una y otra vez sobre dicha oferta y la decisión se demoraba.
Otra obra en curso era la del nuevo cementerio, por no ser ya posible continuar los enterramientos en el antiguo de San Rafael y San Roque, para cuyos trabajos se libraban, cuando ello era posible, algunas partidas de cien mil pesetas, lo que a todas luces resultaba insuficiente. No obstante, ante lo insostenible de la situación, se habilitó provisionalmente una zona dentro del recinto en obras, y el 28 de enero se inauguró el nuevo cementerio con el enterramiento de seis cadáveres. Se acordó pedir autorización para suscribir un nuevo crédito que permitiera dar continuidad a los trabajos, pero las dificultades surgieron en el mismo seno de la corporación. El concejal Guillermo Cabrera Felipe censuró la labor municipal por este y otros asuntos y pidió la dimisión en pleno de todos los concejales por negligencias en la administración. Le rebatió el concejal Delgado Lorenzo y, sometida a votación la propuesta de censura, resultó rechazada por mayoría, con el único voto a favor del propio Cabrera Felipe.
Se tomaron medidas para tratar de aminorar la carestía provocada por la escasez y la guerra, tales como establecer cocinas económicas y crear una panadería reguladora. En marzo falleció el primer teniente de alcalde Emilio Calzadilla Dugour y se acordó poner su nombre a la calle hasta entonces conocida por Felipe Neri, y se propuso hacerle un monumento en la Plaza del Patriotismo, lo que no se realizó. El que sí se inauguró el 25 de julio de este año, fue el dedicado por sus compañeros de armas al capitán Diego Fernández Ortega, cuya colocación, que ascendió a 2.375 pesetas, sufragó el Ayuntamiento. Se trata del popularmente conocido como la ?Estatua?.” (Luis Cola Benitez)

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