miércoles, 12 de febrero de 2014

GUILLERMO CAMACHO Y PÉREZ GALDÓS






Había nacido en Santa Cruz de Tenerife, el 12 de mayo de 1898, hijo del general de Artillería don  Guillermo Camacho, y de doña María del Carmen Pérez Galdós y Ciria, sobrina de don Benito. En  la capital tinerfeña realizó sus primeros estudios, en los P.P. del Corazón de María, «los padritos»,  como el gustaba llamarles. Después, a la muerte de  su abuelo materno el teniente general don  Ignacio Pérez Galdós, la familia se trasladó a Las  Palmas, y allí, en el Colegio de San Agustín,  terminó su bachillerato, con calificación de sobresaliente.

Con dieciocho años ingresó en la Academia de Infant ería de Toledo; durante esa época pasó muchas  de sus vacaciones en Madrid, donde trató familiarmente a su tío abuelo don Benito Pérez Galdós, por entonces escritor consagrado y famoso. En 1919  recibió el despacho de alférez y realizó su  bautismo de guerra participando en acciones tan importantes como el desembarco de Alhucemas.

Fue en 1928 cuando alcanzó el empleo de capitán, e  ingresó posteriormente en la Escuela Superior  de Guerra, obteniendo en ella el diploma de Estado  Mayor. En el Regimiento de Artillería de Las  Palmas realizó las prácticas reglamentarias, para ser destinado más tarde al Protectorado de  Marruecos.

Una grave lesión, en acto de servicio, le motivó la amputación de su pierna derecha, y la separación  del Ejército; antes pasó un corto período en el Ser vicio Topográfico Militar, del que fue retirado,  ingresando entonces en el Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria. Con ocasión de nuestra  Guerra Civil (1936-39) volvió a prestar servicios a uxiliares en el Estado Mayor del Gobierno  Militar de Las Palmas.

Después de nuestra contienda, deseoso de completar  su formación humanística, inició estudios  superiores en la Facultad de Filosofía y Letras de  la Universidad de La Laguna, concluidos  brillantemente en 1944. Ejerció después como profesor de Historia, Filosofía y Lenguas Clásicas,  en la capital de la provincia oriental, en los colegios masculinos de San Antonio de Padua, San  Ignacio de Loyola, Viera y Clavijo, este último dirigido por el inolvidable genealogista don Pedro  Cullen del Castillo; y en los femeninos del Sagrado Corazón, y de las Teresianas, en ellos trabajó  hasta su jubilación, dejando en sus alumnos un excelente recuerdo como pedagogo.

Don Guillermo había casado en Barcelona, en 1935, con la distinguida dama catalana doña Pilar de  Alós y Fontcuberta, hija de los marqueses de Dou. D e ellos proceden doña Concepción, fallecida en  1989; doña María del Carmen, casada con don Juan Do
mingo Jiménez Fregel; y doña Mercedes,  licenciada en Historia, esposa de don Manuel Sarmiento Peñate.

Camacho fue escritor eminente, que comprendió las aspiraciones de su tiempo y se unió a los más auténticos intereses de su tierra; investigador capaz, y autor de buenos trabajos periodísticos, además de elocuente conferenciante; tuvo la amabilidad, para el que escribe estas líneas, de hacerle una magistral presentación de su libro «Las familia
s de Chaves y Montañés de Tenerife», en 1990.
Su prosa es erudita, espontánea y clara, proyectan  la imagen de un individuo sincero e inteligente, pleno de equilibrio moral y de autodominio, pero por encima de todo son los trabajos de un fervoroso creyente. Nunca participó activamente en la vida pública, pero en privado dio testimonio de sus opiniones que eran las de un hombre prudente y tolerante, siempre fiel a sus convicciones monárquicas y liberales.

Poseyó don Guillermo numerosas distinciones y condecoraciones, así la Cruz y Placa de la Real y  Militar Orden de San Hermenegildo; dos Cruces Rojas al Mérito Militar en Campaña; fue  Hijosdalgo a Fuero de España; de la Noble Esclavitud de San Juan Evangelista, de La Laguna; Hijo Adoptivo de la Villa de Los Realejos, municipio que perpetúa su nombre en una de sus más características vías públicas, cercana a la Hacienda de los Príncipes, que en vida fue su residencia realejera.

Su conocimiento fue para mí continua enseñanza y fuente de armonía, porque como afirma Michel Yquen de Montaigne (1533-1592) «La relación y correspondencia la crean las amistades verdaderas y perfectas».

Nuestros temperamentos afines, su desinterés y llaneza, propiciaron el mutuo entendimiento, así como lo intachable y generoso de su afecto. Montaigne también dijo que: «El último extremo de la perfección en las relaciones que ligan a los seres humanos, reside en la amistad; por lo general, todas las simpatías que el amor, el interés y la necesidad privada o pública forjan y sostienen, son tanto menos generosas, tanto menos amistades, cuanto que a ellas se unen otros fines distintos a
los de la amistad considerada en sí misma».

En fin, volviendo al principio, digo que Dios concedió a este singular canario larga vida, este hombre que supo hermanar en su amor nuestras dos provincias, siempre enraizados y conocedor de ellas, gozó hasta el último instante de una esplendida luz mental; envidiable conversación amena y erudita.

Campechano y afable, para con todos; la muerte se llevó con él una parte de nuestra memoria colectiva, y aunque su magisterio permanece en sus escritos, desconsuela su ausencia. Pero nos conforta la esperanza del creyente, y el pensamiento de aquella frase, tan repetida por él, «Dios es sobre todo un padre amante», y en esa seguridad, estoy seguro, habrá acogido Dios el alma de este varón de virtud que en vida fue Guillermo Camacho.
(Antonio Luque Hernandez. Puiblicado en La Prensa, El Dia, abril de 1995)

No hay comentarios:

Publicar un comentario