1978 julio 20.
Fallece Alberto Miguel Delgado Hernández
Hermano de Las Escuelas cristianas, practicante, maestro y
diplomado en partos.
Don Miguel cursó los estudios
primarios en la escuela pública de niños de su pueblo natal, con los maestros
don José García Matías, Cirila Hernández Rodríguez, don Alfonso Solís Díaz y
don Antonio Villagarcía Bas. Luego, hizo el Bachillerato en el Colegio San
Ildefonso de Santa Cruz de Tenerife.
Por entonces, entusiasmado con
los hermanos que regentaban dicho centro, decidió ingresar en su Orden y se
trasladó al Colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Griñón
(Madrid), donde permaneció durante ocho meses. Allí tomó el hábito como
religioso el 31 de marzo de 1945, con el nombre de “Florentino Pedro”, cuando contaba
18 años de edad. Pero durante su estancia en la citada localidad madrileña cayó
enfermo, a causa del clima tan frío allí reinante, y en ese mismo año decidió
abandonar la Orden
para regresar a su isla natal.
Se estableció en Santa Cruz de
Tenerife y en 1950 estaba empadronado en la calle Prosperidad nº 24 de dicha
ciudad, en casa de sus tíos don Braulio Delgado García y doña María Hernández
Leandro, naturales de El Escobonal y comerciantes, que llevaban 21 años en la
capital tinerfeña, donde habían nacido sus dos hijos: doña Clotilde (1934) y
don Francisco (1941), ambos estudiantes.
Don Alberto Miguel
figuraba con 24 años
de edad y como “maestro”, aunque no había acabado la
carrera, con cuatro años de residencia en dicha capital.
Impresionado desde pequeño por
los problemas sociales de su entorno, “Miguelito”, como todos lo conocíamos,
había decidido cursar la carrera de Practicante en Medicina y Cirugía, que
sería su auténtica vocación; la concluyó en 1951, expidiéndosele el
correspondiente título el 19 de noviembre de dicho año por la Universidad de
Sevilla. Luego, mientras hacía las prácticas en el Hospital General de la
capital tinerfeña, terminó de cursar la carrera de Magisterio, que acabó en
1953, y el 30 de mayo de ese mismo año se le expidió el título de Maestro por la Escuela Normal de
Magisterio de La Laguna,
aunque nunca llegó a ejercer como docente.
Una vez acabados sus estudios de
Practicante, don Alberto Miguel abrió una consulta particular en El Escobonal.
El primer parto al que asistió en este pueblo fue el de doña Miguelina Delgado
Frías, esposa de don Domingo Octavio Rodríguez Díaz, en el nacimiento de su
hijo mayor, don Miguel Rodríguez Delgado, que tuvo lugar el 1 de noviembre de
1951. Poco tiempo después, el 1 de agosto de 1953, se le expidió en Madrid el
título de Diplomado en Partos.
Ya como practicante, el 1 de
agosto de 1954, a los 28 años de edad, contrajo matrimonio en la iglesia de San
José de El Escobonal con doña Rigubertina María América Pérez y Pérez (1929), natural
de Santa Cruz de Tenerife y vecina de dicho pueblo, hija de don Teodomiro Pérez
Yanes y de doña Hermisenda Pérez y Pérez, nacidos en la localidad sureña;
celebró la ceremonia el cura ecónomo don
Octavio Hernández García y actuaron como
padrinos don Manuel Díaz Hernández y doña Clotilde Delgado.
La pareja fijó su residencia en El
Escobonal, donde construyó su casa,
abrió su consulta y nacieron sus tres hijas: doña Luz María (1956-1956),
que murió al nacer; doña Mercedes (1957), Lcda. en Filosofía y Letras,
especialidad de Filología Española, que ejerce como profesora de Enseñanza
Media; y doña María Javier Delgado Pérez (1964), arquitecto técnico, que
trabaja en una empresa de Candelaria.
Intensa actividad
como practicante en El Escobonal
El 5 de enero de 1955 se creó una
plaza de practicante titular de 1ª categoría en El Escobonal, con
la condición ineludible
de pernoctar en
el barrio, a
la que se
hallaba acumulada la plaza de matrona municipal, que fue cubierta
interinamente por don Alberto Miguel
Delgado Hernández. El
24 de octubre
de 1956 se
interesó por dicha
plaza el practicante de Murcia
don Francisco Romero Cánovas, pero al no solicitarla continuó ocupándola
nuestro biografiado. En esa última fecha, el distrito que cubría la plaza tenía
3.300 habitantes, con 23 familias de Beneficencia, una de mutilados y tres de
funcionarios. Luego, en virtud de una oposición celebrada en Las Palmas de Gran
Canaria el 14 de abril de 1958, obtuvo en propiedad dicha plaza de practicante
titular del “Distrito Sur El Escobonal”, que llevaba acumulada la de matrona
municipal del mismo, tomando posesión de ella el 16 de diciembre de ese mismo
año.
La característica fundamental de
su labor fue su gran humanidad, pues nunca faltaban en sus labios palabras de
consuelo, de cariño y de acercamiento al dolor ajeno. Su consulta permanecía
abierta durante las 24 horas del día, en una dedicación exclusiva sin límites
de horario de trabajo, pues no distinguía entre horas del día y de la noche,
con su puerta abierta siempre al servicio de su profesión. Por ello, bajo sus
atentos servicios sus paisanos se sentían bien cuidados y seguros.
Su prestigio rebasó las fronteras
del municipio, por lo que a su consulta de El Escobonal, donde ayudó a nacer a
tantos seres, acudían también personas de otros pueblos del Sur de la isla.
Además de sus tres hijas, en su consulta escobonalera nacieron otros tres
niños, cuyas madres procedían de Vilaflor, La Zarza (Fasnia) y el Bueno (Arico). Pero sus
servicios también eran reclamados desde los distintos pueblos del Sureste
tinerfeño, sobre todo de Fasnia y Arico, con sus numerosos barrios, a donde se
desplazaba para atender a las parturientas en sus propios domicilios,
contándose por centenares los partos a los que asistió.
La dureza de la época, en una
zona de la isla que carecía de corriente eléctrica y de servicio agua
domiciliaria, hacía que tuviese que atender los partos con la luz de una vela o
un candil de petróleo. En sus inicios sólo contaba para desplazarse hasta las
distintas localidades con las guaguas o con una bicicleta, su primer vehículo
particular, que tenía que abandonar para desplazarse a pie por lomos empinados,
con caminos empedrados o de tierra. A veces se acumulaba el trabajo, como en
una Nochebuena, en la que tuvo que asistir un parto en El Escobonal y otro en
Arico. La falta de farmacia en el pueblo de su residencia era otro problema,
por lo que primero tenía que desplazarse a la de Fasnia para comprarlas y luego
consiguió que las farmacias de Güímar se las enviasen en la guagua.
Tesorero de la hermandad del Santisimo Cristo de la caridad, presidente
de Caritas en el Escobonal y delegado de la “Junta Parroquial Pro Nuevo
Seminario”
Simultáneamente, el Sr. Delgado
Hernández mantuvo una estrecha colaboración con laparroquia de San José de El
Escobonal. Perteneció a la
Hermandad del Santísimo Cristo de la Caridad, creada en 1954
por iniciativa del cura párroco don Octavio Hernández García, de la que fue
elegido tesorero. También se le designó presidente de Cáritas en El Escobonal.
Y, sobre todo, fue durante muchos años el responsable del ornato del templo
parroquial, en el que hacía arreglos florales y unos bellos monumentos de
Semana Santa, para lo que incluso se desplazaba a Güímar a comprar las flores.
En 1958, en cumplimiento de una
promesa efectuada si superaba las oposiciones a practicante titular de su
pueblo natal, donó a la parroquia de San José la imagen de la Dolorosa, que actualmente
se venera en ella. Con motivo de la construcción del Seminario nuevo de La Laguna, en septiembre de
1965 el obispo don Luis Franco Cascón nombró a don Alberto Miguel como uno de
los dos delegados parroquiales que deberían integrarse en la “Junta
Parroquial Pro Nuevo Seminario” y
recaudar todas las limosnas donadas para dicho fin. Y como profundo devoto,
salvo algún motivo de fuerza mayor, ningún domingo dejaba de asistir a misa,
costumbre que mantuvo hasta el final de su vida.
Un aspecto curioso de esta
primera etapa en El Escobonal era su profundo entusiasmo por las fiestas del
Carnaval, en una época en la que primaban las máscaras. Debido a su carácter
alegre, casi todos los años, con motivo de los bailes que se celebraban en el
desaparecido Cine de nuestro pueblo, “Miguelito” se solía disfrazar de mujer y,
debido a su pequeña estatura y a que sus manos no estaban estropeadas por las
duras actividades del campo, confundía a paisanos y forasteros, dándole el pego
a todo el que le parecía.
Practicante titular
de Guimar.
Luego, al quedar vacante la plaza
de practicante titular del Distrito Norte del partido médico de Güímar, don
Miguel la solicitó y el 20 de septiembre de 1965 se le concedió el nombramiento
definitivo de Practicante Titular de 1ª categoría de dicho distrito, por lo que
debía desarrollar la mayor parte de su trabajo en el Ambulario Médico de la Seguridad Social
de la cabecera municipal. Por dicho motivo, en los años sesenta decidió
trasladar su residencia a Güímar, con el fin de mejorar el bienestar familiar y
facilitar los estudios de sus hijas, construyendo una casa en la calle de La Amistad, en el centro de
la ciudad y muy cerca del citado Ambulatorio, en el que realizaba su labor.
Pero nuestro biografiado continuó
ocupando por acumulación la plaza de practicante del distrito de Agache, por lo
que después de su traslado a Güímar su trabajo fue aumentando de manera
exorbitada, aunque él siempre lo supo soportar con una continua sonrisa en los
labios. Así, al Ambulatorio de la Seguridad Social, donde en una mañana llegaba a
poner hasta 150 inyecciones, se unía después del mediodía el recorrido por
Agache y, luego, una serie interminable de consultas particulares en su casa,
que a veces no lo dejaban ni calentar las sábanas. Agotador ritmo de vida que
se había trazado por ser fiel a una vocación.
El 14 de marzo de 1969 se publicó
en el Boletín Oficial de la provincia de Santa Cruz de Tenerife la
“Amortización en el Partido de Güímar de 1 plaza de Practicante Titular”, en cumplimiento del
Decreto 3279/1968, de 26 de diciembre,
por el que
se aprobaba una reestructuración
parcial de partidos médicos y se dictaban normas para proseguir la reforma de
plantillas de los Cuerpos Especiales de Funcionarios Técnicos del Estado al
Servicio de la Sanidad
Local; en el mismo se indicaba que: “Serán amortizadas con
efectos anteriores al uno de abril de mil novecientos sesenta y nueve todas
aquellas plazas que, debiendo ser
suprimidas, se hallen
desempeñadas mediante acumulación
o contrato de
prórroga de servicios o por
interino no perteneciente al Cuerpo respectivo, así como aquellas otras cuyo
desempeño no estuviere debidamente formalizado”. Por dicho motivo, el 9 de
abril inmediato la
Dirección General de Sanidad comunicó a la Jefatura Provincial
de Sanidad de Santa Cruz de Tenerife la modificación de los partidos médicos de
Güímar con efectos del 30 de abril inmediato,
en el sentido
de que: “Don
Alberto Miguel Delgado
Hernández, que venía desempeñando por acumulación la plaza
que se denominaba Distrito Sur, EL ESCOBONAL cesará, el referido día, en el
desempeño de la misma”; de esa manera se suprimía la plaza de practicante
titular de El Escobonal, que nuestro biografiado había desempeñado durante más
de 14 años. Así
se le comunicó el
19 de dicho mes de
abril al alcalde presidente del Ayuntamiento de Güímar
y el 25 del mismo mes la
Comisión Municipal Permanente quedó enterada de dicha
disposición. Como consecuencia de lo expuesto, el partido médico abierto de
Güímar quedaría dotado con dos plazas de médico titular, una plaza de
practicante titular (ocupada por don Alberto Miguel) y una plaza de matrona
titular; todas ellas de primera categoría.
Pero la agotadora actividad de
“Miguelito” entre el Ambulatorio de Güímar y la consulta de su pueblo natal
continuó tras suprimirse la plaza de practicante de El Escobonal, pues aunque
vivía en la cabecera del municipio subía un par de horas diarias al pueblo en
el que había iniciado su actividad profesional y donde mantenía su consulta
particular, que atendió hasta el día anterior
al de su
muerte. Además, en
1972 asistió a un curso
de Practicante de empresa, obteniendo el correspondiente diploma.
Prematuro
fallecimiento
Desgraciadamente, una
rápida enfermedad renal
acabó prematuramente con
don Miguel Delgado Hernández, quien falleció en el Centro Médico de
Santa Cruz de Tenerife el jueves 20 de julio de 1978, a las once de la mañana,
cuanto contaba tan solo 52 años de edad; había recibido los Santos Sacramentos.
A la una y media de la tarde del día siguiente se efectuó el sepelio desde su
domicilio de la calle de La
Amistad hasta la iglesia de San Pedro de Güímar, donde se
ofició el funeral de corpore insepulto, y a continuación recibió sepultura en
el cementerio de dicha ciudad. Su entierro constituyó una de las
manifestaciones de duelo más grande que Güímar ha conocido, con asistencia de
cientos de personas provenientes de todos los rincones del municipio,
especialmente de Agache, que se apiñaban en torno a su cadáver para decirle su
último adiós. Al mismo había convocado, mediante una esquela en la prensa, el
presidente del Colegio Oficial de Ayudantes Técnicos Sanitarios de Santa Cruz
de Tenerife. Luego se sucedieron misas en casi todos los barrios de Güímar y en
Agache, comenzando por la iglesia de San Pedro Apóstol y la de San José de El
Escobonal.
El médico
don Felipe Coello
Higueras, de la
Sociedad Española de
Médicos Escritores, se hizo eco de su muerte en un cariñoso y emotivo
artículo, titulado “La gra deuda
que tiene Güímar”
y publicado en
el periódico El
Día2, del que
era un asiduo colaborador:
Es tremendamente cruel ver que la
muerte arrastra por todo lo que en esta tierra tiene vida. Nada es eterno. Nada
es inmortal. Pero… a pesar de saber todas estas cosas, cuando alguien que
poseía vida y buena voluntad, y, sobre todo, deseos de complacer al resto de
la humanidad con
su honesto trabajo,
muere, entonces parece
que se nos desploma sobre nosotros esa imaginaria
«plancha» de plomo que nos aturde y, a veces, nos hace pensar en lo injusto de
la justicia divina, pero inmediatamente nos consolamos, pensando que son
deseos, para los creyentes, del Todopoderoso, de sentarlo a la diestra de Él.
Otros, los que no saben muy bien lo que la justicia divina es en su gran
poderío, no llegan a comprender como Güímar perdió a ese gran hombre, a esa
gran persona, a ese ejemplar profesional, pues su vida la maltrató
constantemente al pie de su servicio a la humanidad, hasta lograr lo más
difícil que puede originarse en esta tierra o pueblo, y fue el que, nada más
decir: Miguelito, supiera todo el mundo que se trataba de él.
Murió, amigos güimareros, como
así se lo comentaba a vuestra autoridad municipal, «una persona que originará
un trauma a la Villa
de Güímar». Ocurrirá así, porque Miguel Delgado Hernández, no supo nunca las
horas del día y de la noche. No llegó, meses y años, a calentar las sábanas de
su lecho, porque su puerta estaba constantemente al servicio de su profesión.
¡Ah, si tuviéramos muchos profesionales como era Miguelito!. No habría
problemas. Ahora empezarán a surgir, y desde ahora, desde el momento preciso en
que emprendió ese viaje insondable de la eternidad. Miguelito,
comocariñosamente todos los conocíamos, se fue para siempre. Ya no se oirán sus
palabras de consuelo, de cariño y, sobre todo, de acercamiento al dolor ajeno,
como lo hacía siempre él.
Primero fue (bueno, primero y
siempre), iba a decir que en el Escobonal, donde ayudó a vivir a muchos seres,
¡tantos!, después Güímar, más tarde en La Medida, y siempre lo encontraron. Era humano,
comprensivo y nada egoísta, quería el dinero necesario como decía a veces, para
que sus hijas terminaran sus carreras, y para fijarse qué sencillez de un
profesional, que no sabía de horas de trabajo en limitación-, terminar su casa.
Lo primero no ha podido ser, porque se marchó joven, ¡nunca pensó en la
muerte!. Cuantas veces hablé de este tema, cuando con su incansable cigarrillo
en la boca, le indicaba que la muerte a veces es producto del tabaco. Sonreía,
y me decía… «Dr., de algo tenemos que morir». Estas son frases que siempre
decimos los que no queremos morirnos. Pero en este caso se cumplió lo
contrario. A Miguelito ya no lo veremos en su puesto de trabajo, en ese
Ambulatorio de la
Seguridad Social, donde en una mañana llegaba a poner hasta
¡ciento cincuenta inyecciones!, y siempre sonriendo. Agradable. Sabiendo que lo
importante en esta vida es ser fiel a una vocación, y si se consigue, como él
lo logró, la gente se apiña a su cadáver queriendo tocar sus manos, besar,
acariciar su cuerpo, para decirle adiós, como así ocurrió en Güímar, al
marcharse a la eternidad.
Conozco al alcalde de Güímar,
también sé de la humanidad de sus concejales, y estoy seguro que ellos han
pensado que Miguel, el buenazo de Miguelito, no puede borrarse de esa zona
sureña, por que así. Espero, por que sé como funcionan los sentimientos de
Zafra, que un día de estos reunirá al pleno municipal y le dirá que en el
próximo septiembre habrá
que hacer la
manifestación necrológica más
afectiva que Güímar ha conocido,
en memoria de Miguel Delgado Hernández. Los practicantes de toda la isla deben
de unirse, porque fue un buen ejemplar de esta rama de la medicina que
ayuda al médico a solucionar los problemas de la salud del
prójimo.
No sabemos por qué ocurre esto.
Pero los elegidos son siempre los que más necesitamos… ¿es ejemplo de que
tenemos que estar preparados o que tenemos que sermejores?. No lo sé. Miguel
Delgado Hernández, si sé que era uno de los mejores. Que la eternidad te dé la
paz física que no tuviste por tus desvelos en este caminar de la vida. Porque,
la espiritual, si sé que la lograste. Fuistes fiel a tu vocación. Con esto te
bastó.
También con con motivo de la
desaparición de don Alberto Miguel, el médico y poeta radicado en Güímar don
Manuel Sedano Serna, publicó en la
Revista del Club de Leones de dicha ciudad el siguiente poema
“In Memoriam”, dedicado a nuestro practicante:
Tu vida, Miguel, saltó rota en temerario intento de servir
continuamente, sin descansar un momento pendiente de algún herido,atento a
cualquier enfermo. Y en el rodar de esa vida con justo merecimiento fuiste
profeta en tu tierra, profeta fuiste en tu pueblo.
Tu vida, Miguel, que fue trabajo, tesón, esfuerzo, amor y
constancia aunados nos debe servir de ejemplo.
Pues, indagando entre amigosmutuos y los compañeros porque
no existe ya en vivo un plan o algún movimiento para hacer que tu memoria se
inmortalice en el tiempo, me han contestado dolidos:
“Ni siquiera hay un proyecto”.
¿Y por qué esta dejadez?
¿Por qué este abandono?, inquiero. Y me siguen contestando con
dolor y sentimiento:
“Porque ha cambiado la vida, porque han cambiado los
tiempos; porque ya solo merecen aplausos o monumentos los que provocan las
luchas, los buscadores de pleitos,
los que originan violencias sin razón y sin objeto; los
ladrones, los traidores, los malvados, los perversos, y aunque parezca
increíble los asesinos a sueldo.
Por el contrario los justos, los
creyentes, los sinceros, los que cumplen con su deber, los mansos, los
justicieros, los humildes, los virtuosos, sencillamente, los buenos, son olvidados
o son marginados con desprecio.
¿Así ha cambiado la vida?
¿Así cambiaron los tiempos?
¿Es verdad tal desatino?
¿Es cierto tal vituperio?
¡Dios nos perdone, Miguel, si existe tal desafuero!
¡Perdónanos tú también por no saber lo que hacemos!
Medalla de plata del
municipio de Guimar y calle en El Tablado.
El 26 de julio de 1978, el
alcalde presidente del Ayuntamiento de Güímar, don Julián Zafra Moreno,
recogiendo el sentimiento de los vecinos, sobre todo de El Escobonal que con
sus firmas se dirigieron a la
Corporación municipal, elevó la siguiente moción al Pleno con
el fin de comenzar los trámites para concederle alguna distinción, como
reconocimiento a su entrega desinteresada en su labor profesional y humana, en
especial a su labor humanitaria como practicante titular durante tantos años:
La abnegada y plena dedicación
que ha venido demostrando a todo lo largo de su vida profesional el practicante
titular de este Ayuntamiento don Alberto Miguel Delgado Hernández,
recientemente fallecido, hace que esta Alcaldía se honre en proponer, por la
presente, a la Exmª
Corporación, sea concedida al mismo, a título póstumo, una distinción
honorífica de las comprendidas en el Reglamento Municipal de Honores y
Distinciones, como premio a esa labor profesional y humana de reconocido mérito
que, sin duda alguna, gozaría del pleno consenso popular, precisamente, porque
ha sido en el ámbito de nuestra sociedad güimarera donde se ha desarrollado y
proyectado el quehacer cotidiano de un hombre dedicado por entero y sin
escatimar esfuerzos ni horas de trabajo, al bien común de sus
conciudadanos, a cuyo
servicio siempre se
volcó con entrega
desinteresada, haciendo de su consulta morada abierta al sufrimiento
humano y consuelo a sus dolencias.
Si la vida ejemplar y altruista
de las personas debe merecer un distingo extraordinario que sirva para realzar,
premiar y perpetuar una trayectoria humana en aras del bien
común, nos encontramos ante
un caso por
todos conceptos indudablemente acreedor a ese merecimiento.
Creo, que esta mi proposición, la
compartan, por igual, los demás compañeros de Concejo, por cuanto, está en sus
ánimos, el mismo espíritu que a mí me anima y son asimismo conocedores tanto de
los méritos y cualidades que adornaban la persona del amigo desaparecido, como
de su obra al servicio de la comunidad.
Por lo expuesto, pido a la Excmª Corporación, tenga a
bien acordar se abra el oportuno expediente para otorgar a don Alberto Miguel
Delgado Hernández, a título póstumo, una distinción honorífica municipal, en
justa compensación y como reconocimiento imperecedero a los méritos contraídos
durante su vida profesional.3
Al día siguiente, el Pleno del
Ayuntamiento acordó incoar el expediente de Honores y Distinciones a favor de
nuestro biografiado, como homenaje póstumo en muestra de agradecimiento de la
localidad “por su labor humanitaria como
practicante durante tantos años”. Y,
después de superados los correspondientes trámites, el 30 de noviembre de ese
mismo año 1978 la
Corporación municipal en Pleno acordó por unanimidad conceder
a don Alberto Miguel Delgado Hernández, uno de sus hijos más abnegados, la Medalla de Plata de la Ciudad (la segunda que se
otorgaba) a título póstumo:
Visto el expediente tramitado por
acuerdo de este Ayuntamiento Pleno adoptado en sesión de 27 de Julio último,
para la concesión de una mención honorífica, a título póstumo, a D. Alberto Miguel Delgado
Hernández, Practicante titular, si procedimiento determinado en los artículos
28 y siguientes del Reglamento de Honores y Distinciones vigente en esta
Corporación, y Considerando que, abierto un período de información pública por la Comisión instructora,
mediante anuncio inserto en el B.O. de la provincia de 14 de Agosto pasado,
durante el mismo han comparecido en el expediente cincuenta y nueve vecinos que
firma un escrito adhiriéndose a la iniciativa de este Ayuntamiento, así como
otra comunicación de un grupo de Maestros Nacionales que se pronuncian en igual
sentido para la concesión que se pretende otorgar al Sr. Delgado Hernández, a
título póstumo, por considerarlo merecedor de la misma.
Considerando que la Comisión Instructora
emite informe proponiendo como resolución que procede adoptar, la concesión de la Medalla de Plata de la Ciudad de Güímar a Don
Alberto Miguel Delgado Hernández, a título póstumo, cuyo informe ha sido
ratificado por la
Comisión Informativa de Cultura, sin que haya formulado
observación
alguna en su contra, se acuerda
por votación secreta, de la cual resultó el voto unánime de los asistentes que
constituye el voto favorable de más de las dos terceras partes del número de
hecho de los miembros de la
Corporación, lo siguiente:
1º.- Conceder la distinción de la Medalla de Plata de la Ciudad, a título póstumo, a
Don Alberto Miguel
Delgado Hernández, por
su labor profesional
y humana de reconocido mérito, al servicio de los
habitantes de esta Ciudad, distinguiéndose siempre
por su entrega desinteresada, siendo
su consulta morada abierta al sufrimiento humano y a las dolencias de sus
conciudadanos.
2º.- Hacer entrega de dicha distinción a su viuda Dª.
América Rigobertina Pérez Pérez en acto público, de acuerdo con lo determinado
en el Reglamento de Honores y Distinciones.4
En abril del año siguiente, 1979,
se le rindió un homenaje público en el salón de actos del Ayuntamiento de
Güímar, en un emotivo acto al que acudió una gran cantidad de público, en el
transcurso del cual el alcalde prendió dicha medalla en el pecho de su viuda,
doña América Rigubertina Pérez y Pérez, “como premio a un hombre que en su
hermosa profesión de ATS supo llevar con auténtico desvelo a todos sus enfermos
un cariñoso alivio a sus males, así como un profundo calor humano, rayano siempre
en la abnegación”5. En el mismo acto se
entregó el título de Hija Predilecta de Güímar a doña Edelmira Pérez Campos,
también fallecida, que fue recogida por sus hijos. El alcalde en funciones, don
Julián Zafra Moreno, dirigió unas palabras a los numerosos asistentes que
acudieron al acto, los cuales habían mostrado con su presencia, una vez más, la
estima a la que ambas personalidades se habían hecho merecedoras. El Sr. Zafra,
entre otras cosas, dijo:
“Tanto mis compañeros de la Corporación como yo les podemos decir y sobre
todo a los familiares, que el recordar a estas dos personas con este emotivo
acto, nos produce una grata satisfacción al comprobar que el pueblo de Güímar
sabe hacer justicia con aquellos que solamente se preocuparon de hacer el bien,
y más aún con aquellos que colocaron y entregaron su propia vida por su
pueblo”6.
El 10 de marzo de 1979, el
Colegio Oficial de Ayudantes Técnicos Sanitarios de Santa Cruz de
Tenerife también acordó
homenajear a nuestro biografiado, por lo
que: “Se le concede la distinción
de Colegiado de honor a titulo póstumo, a quien dedicó toda su vida profesional
al servicio de su pueblo como A.T.S. ejemplar”. Sus compañeros de profesión le
tributaron un homenaje público en la
Casa de Venezuela de La Laguna, en el transcurso del cual le entregaron a
su viuda una placa, un cuadro y un ramo de flores.
Como recuerdo a “Miguelito”, como
le conocíamos sus paisanos, quisimos perpetuar su memoria en la comarca de
Agache. Así, en sesión celebrada el 28 de diciembre de 1979 por el Ayuntamiento
de Güímar se aprobó por unanimidad una moción del que suscribe, por entonces
teniente de alcalde del distrito de Agache, en la que se proponía dar su nombre
a una avenida de El Tablado, que se correspondía con la calle B del antiguo
callejero.
Posteriormente, en 1986, se
incluyó su fotografía en la galería de güimareros ilustres del Ayuntamiento de
Güímar, hoy expuesta en el Tagoror Cultural de Agache, y en ese mismo año se
colocó una lápida dedicada a su memoria en la casa de La Fonda de El Escobonal, en la
que había nacido.
Cuando escribo este trabajo,
todavía perdura en nuestras mentes el recuerdo de este ilustre agachero, de don
Alberto Miguel Delgado Hernández, “Miguelito el Practicante”, al que tantas generaciones de agacheros y
tinerfeños debemos nuestra salud e
incluso nuestra vida.
(Octavio Rodríguez Delgado. Cronista Oficial de Güímar)
[blog.octaviordelgado.es]
Notas:
2 Felipe COELLO
HIGUERAS (1978). La gran deuda que tiene Güímar. El Día, sábado 29 de julio de
1978, pág. 14.
3 Archivo Municipal de Güímar. Expediente de distinción de
Medalla de Plata a favor de don Alberto
Miguel Delgado Hernández.
4 Ibidem. Libro de actas del Pleno, 1978
5 “Guímar. Homenaje
póstumo del ayuntamiento a dos ciudadanos relevantes”. El Día, jueves 12 de
abril de 1979, pág. 31.
6 Corresponsal R.
NEGRÍN (1979). “Güímar. Homenaje póstumo del ayuntamiento a Edelmira Pérez y
Miguel Delgado”. Diario de Avisos, jueves 26 de abril de
1979, pág. 13.
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