jueves, 26 de junio de 2014

JUAN ANTONIO LAZARAN GONZÁLEZ





1883 abril 30.

Falleció en su domicilio de Santa Cruz de Tenerife, a la una de la tarde, cuando contaba 79 años de edad, Juan Antonio Lazarán González (1804-1883), Singular sacerdote dominico exclaustrado, maestro, capellán del cementerio de Santa Cruz, inventor y padre de familia.1

En todas las épocas han existido religiosos atípicos que han gozado de notable popularidad,  ya  fuese  por  estar  profundamente vinculados  a  otras  actividades  (políticas, literarias, docentes, militares, etc.), como por sus problemas sentimentales y familiares. Este fue el caso de don Juan Antonio Lanzarán González, destacado sacerdote dominico que profesó en el convento de Candelaria y luego estuvo destinado en el de La Laguna, donde ejerció como maestro de la escuela de niños, y del que pasó al de Las Palmas de Gran Canaria. Tras la exclaustración fue destinado a la Villa de Santiago y luego a Santa Cruz de Tenerife, donde ya permanecería el resto de su vida. En la capital de la isla fundó familia y tuvo  varios  hijos  que  nunca  ocultó,  actitud  que  le   costó  severas  sanciones  y  su automarginación del clero tinerfeño del siglo XIX, pero supo ser consecuente con sus ideas hasta el final de sus días. Por dicho motivo solo recibió las licencias de celebrar, aunque pudo ejercer con licencia de los beneficiados en las iglesias de Santa Cruz y fue nombrado capellán del cementerio de San Rafael y San Roque. Con motivo de la epidemia de fiebre amarilla que azotó dicha capital desarrolló una destacada labor humanitaria, que mereció la Cruz de tercera clase de la Orden Civil de Beneficencia. Además, se ganó el aprecio de la sociedad tinerfeña por su cultura e inteligencia, que demostró con varias ideas e inventos muy adelantados para su época, tanto en la faceta musical como en el movimiento continuo, tan de moda por entonces.

Nació en Candelaria el 16 de febrero de 1804, siendo hijo de don Antonio Lanzarán Capitán, natural de la ciudad de Andújar en Jaén, y de doña Jacinta Gerónima González Alonso, que lo era de la citada localidad tinerfeña. Tres días después fue bautizado en la iglesia de Santa Ana por don Agustín Tomás de Torres, párroco propio de la misma; se le puso por nombre “Juan Antonio” y actuó como padrino don Juan Agustín Otazo.

Por un padrón del vecindario de Candelaria fechado a 14 de enero de 1816 conocemos las  circunstancias  familiares  de  nuestro  personaje.  Su  padre,  de  44  años  era  “pedrero, paisano”; su madre tenía 37 años; y don Juan Antonio, con 11 años, era el mayor de cinco hermanos, siendo los restantes: José de 8, María Candelaria de 6, Josefa de 4 y Juan de 2 años.2

Aplicado al estudio desde su niñez, el joven Lanzarán aprendió los conocimientos básicos en el convento dominico de su pueblo natal, en el que terminaría profesando hacia 1824, cuando contaba 20 años de edad. Luego, al avanzar en sus estudios, Fray Juan Antonio Lanzarán podría acceder a las órdenes sagradas; así, el 18 de noviembre de 1825 recibió la Tonsura y los cuatro Grados y dos días después el Subdiaconado, de manos del primer obispo de la Diócesis, don Luis Folgueras y Sion3.

A comienzos de 1826 figuraba como “Hermano F. Juan Lanzarán, es subdiácono estudiante en el convento y colegio de N. P. Santo Domingo de La Laguna; procede del convento de Candelaria, tiene 22 años y 2 de profesión”4. El 4 de mayo de dicho año se le confirió el sagrado orden del Diaconado5 y, poco tiempo después, fue ordenado de Presbítero, por  el  mencionado  obispo  Folgueras.  Fray  Juan  Antonio  Lanzarán  continuó  ligado  al convento lagunero, para el que fue designado maestro de la escuela de niños en el Capítulo provincial dominico celebrado el 6 de junio de 18296.

Estando destinado en el Convento dominico de Las Palmas de Gran Canaria, con
motivo de la Ley de 1835 de Desamortización o de abolición de las órdenes monásticas en España, nuestro fraile fue forzado a la exclaustración y a ingresar en el clero secular, previa habilitación de la Santa Sede, cuando contaba 31 años de edad. Por dicho motivo, a partir de entonces percibiría una pensión del Estado.

El 17 de agosto de 1836, la Junta Diocesana de Regulares del Obispado de Tenerife, acordó hacer una distribución por los pueblos de la Diócesis, de “los Regulares ordenados in sacris, que disfrutan de pensión”, asignándose a la Villa de Santiago a don Juan Antonio Lanzarán. Y por acuerdo de dicha junta del día anterior, “se inserta esta nota en el Boletín oficial de la Provincia para conocimiento de los Ayuntamientos, de los Vbles. Párrocos y de los precitados Regulares, y á fin de que estos en el preciso termino de ocho días contados desde el en que se publique esta Distribución, se presenten en los pueblos á que se les destina en inteligencia de que si asi no lo hicieren y el certificado que deben remitir á fin de este mes para cobrar la pension no viniere firmado por el Alcalde y Parroco del pueblo en que deben fijarse no se les abonará aquella ni las que devenguen en los meses sucesivos”.7

Lo cierto es que no permanecería mucho en dicho Valle, pues antes de dos años ya residía en Santa Cruz de Tenerife. Desde entonces y durante el resto de su vida, el presbítero don Juan Antonio Lanzarán,  como sería  conocido hasta su  muerte,  quedó adscrito a  la parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife, a cuyo frente estuvo durante varias décadas (1836-1872) su paisano y ex-compañero de orden don Agustín Pérez Hernández, también exclaustrado.

En  abril  de  1838, don Juan  Antonio estaba  incluido  en  la  “Clasificacion de  los Regulares ordenados in sacris, coristas y legos, existentes en esta Diócesis conforme á sus edades; con espresion de la pensión diaria que en su virtud deben disfrutar; con arreglo al artículo 28 de la ley de 19 de Julio de 1837”; en ella figuraba entre los “regulares ordenados in sacris” y como residente en Santa Cruz, con 34 años de edad y una pensión diaria de 4 reales de vellón, que debía percibir desde la fecha de la citada ley8.

La actividad pastoral del Presbítero Lanzarán se reduciría en los siguientes años a la celebración del Santo Sacrificio de la Misa, para lo que obtuvo la pertinente licencia del provisor y gobernador eclesiástico de la Diócesis. Así, el 19 de noviembre de 1840, siendo vecino de Santa Cruz, se le concedió licencia de celebrar por dos años, que le serían prorrogadas en los años sucesivos: el 21 de octubre de 1842 por otros dos años; el 24 de octubre de 1844 por tres años, etc.9
Pero,  ¿cuál  fue  el  motivo  por  el  que  no  se  le  expidieron las  restantes  licencias ministeriales?; la respuesta se ha conservado por tradición oral entre sus descendientes. Tras su secularización, don Juan Antonio tuvo a su servicio una criada natural del pueblo de El Escobonal, doña Luisa González (Hernández) Pérez, hija de don Juan Manuel González y de doña Brígida Pérez, de la misma naturaleza, con la que procreó varios hijos. Este hecho, en la puritana  sociedad  canaria  del  siglo  XIX,  fue  motivo  de  escándalo  en  la  capital  del Archipiélago y dio lugar a una llamada de atención por parte del obispo. En una ocasión el obispo tenía previsto visitarlo en su casa y no sabía como justificar la presencia de sus hijos en la mesa, por lo que su mujer ideó ponerle a cada uno un par de alitas y sentarlos como angelitos en las esquinas de la mesa; cuando el obispo vio la escena le dijo: “Vaya Juan, fuerte baladrón estás hecho”. Sin embargo nuestro sacerdote, lejos de disimular tal situación, se enorgullecía de presentar a todo el mundo su familia; ello originó una fuerte sanción por parte del Prelado, que le retiró todas las licencias, incluso la de celebrar.

De este modo, nos encontramos al joven sacerdote con mujer y varios hijos, y sin posibilidad de mantenerlos dignamente con la única actividad que sabía desempeñar; por ello no le quedó más alternativa que poner un puesto en el mercado, donde vendía frutas y verduras. Imaginémonos a un sacerdote con sus obligatorios hábitos realizando tan terrenal tarea, en una sociedad profundamente conservadora como la santacrucera de su época; el escándalo era todavía mayor que el reconocer públicamente a sus hijos, por lo que de nuevo fue llamado ante la presencia del obispo. El diocesano le preguntó cual era el motivo de tan escandalosa conducta y nuestro personaje le respondió: “Pero Señor Obispo, yo tengo que mantener a mi mujer y mis hijos y usted me prohibió realizar la única actividad que conocía, por lo que tengo que buscarme el sustento donde buenamente pueda”. Además, el obispo le recriminaba el mal estado de sus ropas, a lo que le contestaba que no tenía mucho dinero, pues tenía que mantener a su mujer y a sus hijos. A pesar de lo anormal de dicha situación, el obispo comprendió la firme actitud del sacerdote y, ante la seguridad de que no lograría cambiar su actitud, accedió a renovarle exclusivamente la licencia de celebrar, con lo que podría vivir dignamente gracias a las limosnas concedidas por las misas, actividad más propia de un sacerdote que la de ventero.

Ante esta nueva circunstancia, don Juan Antonio presentó un memorial al Obispado, en el que solicitaba la habilitación de su anterior licencia de celebrar, el cual fue informado favorablemente con fecha 4 de septiembre de 1848 por el vicario de la Villa de Santa Cruz, donde  estaba  avecindado.  De  este  modo,  el  30  de  ese  mismo  mes  se  le  concedió  la mencionada licencia de celebrar por un año, con la posibilidad de decir una 2ª Misa en la iglesia parroquial de dicha villa; esta licencia le sería prorrogada desde entonces hasta el final de sus días: el 15 de septiembre de 1849 por dos años; el 19 de septiembre de 1851 por otros dos años; el 17 de septiembre de 1853 por cuatro años; el 16 de septiembre de 1857 por seis años; el 16 de septiembre de 1863 por otros seis años; el 27 de noviembre de 1869 por cuatro años; y así sucesivamente hasta la última prórroga concedida el 25 de mayo de 1880, por seis años.10

Entre 1868 y 1876 celebró numerosas bodas en la parroquia matriz de Ntra. Sra. de la Concepción de dicha capital, con licencia de los párrocos don Domingo González Morales, don Agustín Pérez Hernández, don José Manuel Hernández y don Claudio Marrero Delgado.
Simultáneamente, para favorecer su sustento, el obispo lo destinó como capellán al cementerio de la capital, lo que le permitía percibir los correspondientes emolumentos por los sepelios, pero debiendo quedarse a dormir en la propia capilla del mismo. Una noche, en que pasaban junto a dicho recinto dos pescadores, se dirigió a ellos desde el techo de la capilla para  preguntarles  por  la  hora;  cuando  dichos  hombres  vieron  aquella  sombra  negra hablándoles desde lo alto soltaron el pescado y echaron a correr. Nuestro biografiado recogió el pescado y al día siguiente le dijo a los sepultureros que si se lo podían acercar a la casa de su familia.

Por Real instrucción del 5 de enero de 1847, se dispuso que las clases pasivas de cada provincia percibiesen sus haberes en la capital por medio de habilitados. Por dicho motivo, el presbítero Lanzarán estaba incluido en la “Nota por clases de los individuos de clases pasivas que perciben sus haberes por la Tesorería de esta Provincia que se forma para dirijir al Sr. Intendente en conformidad de lo prevenido en el art. 31 de la Real Instruccion de 5 de Enero de este año que traía sobre la elección y funciones de habilitados”, incluido en la “Relacion de los Sacerdotes coristas y legos esclaustrados que cobran sus pensiones por la Tesorería de esta Provincia y Depositarías de los partidos que se hallan clasificados”, concretamente en el partido de la capital; figuraba como “D. Juan Antonio Lanzarán Sacerdote esclaustrado del Convento de Las Palmas de Canaria”, procedente de la Orden de Santo Domingo.11

En diciembre de 1854 figuraba en la “Relación nominal de los electores, que en cada distrito de esta Provincia han tomado parte en la votación para Diputados á Cortes”, por el distrito electoral de la capital12. En marzo de 1861 estaba adscrito como presbítero al Arciprestazgo de Santa Cruz de Tenerife, pero sin ningún cargo oficial13. Siendo “Presbítero” de la capital tinerfeña, en julio de 1861 participó con 2 reales de vellón a la “suscripción por mensualidades á favor de Su Santidad”14.

Como las desgracias nunca vienen solas, nuestro biografiado sufrió un serio percance en su casa, pues en el expediente instruido en 1862 para averiguar si don Lorenzo J. de Grande, vecino de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife era acreedor a que se le propusiese a la Reina para su ingreso en la Orden Civil de  Beneficencia, figuraba entre los numerosos servicios  prestados  por  éste  “en  los  incendios,  y  siniestros  marítimos  é  inundaciones” ocurridos en dicha capital, “el de la casa del Presbítero D. Juan Lanzaran, calzada de Sto. Domingo”15.

Como presbítero de Santa Cruz, en febrero de 1863 contribuyó con otros 2 reales de vellón a los donativos ofrecidos por el Clero de Tenerife para “los necesitados de Sta. Cruz á consecuencia de la epidemia” de fiebre amarilla, que por entonces asolaba a la capital tinerfeña16. En ese mismo mes, El Eco del Comercio destacaba una prueba de la cultura que poseía el Sr. Lanzarán, muy adelantada para su época, por lo que algunas de sus propuestas eran combatidas incluso por sus amigos, hasta que años después se veían confirmadas en la capital del Reino:

Hace algunos años que en nuestras reuniones particulares, nos habló varias veces el muy apreciable padre exclaustrado, D. Juan Lanzarán, de la utilidad de reformar el actual  sistema  de  notación  musical,  suprimiendo  todos  los  accidentes,  y  reduciendo algunos tonos, escribiéndose al efecto un nuevo pentagrama; cuya alteración, decía, no era de gran dificultad, tal como la había concebido.

Combatíamosle siempre este pensamiento porque lo considerábamos irrealizable; pero estábamos muy equivocados al hacerlo. Nuestro amigo no iba errado en sus cálculos, puesto que en uno de los periódicos de Madrid se habla de dicha reforma en los términos que nuestros lectores verán en el suelto que ponemos á continuación tomado de nuestro colega El Omnibus, que dice asi:

«Los periódicos de Madrid hablan de una nueva reforma en el sistema de notación musical, reforma que consiste en la supresión de los sostenidos, bemoles, becuadros y llaves, y la reducción de tonos, compases y figuras. Este nuevo sistema está fundado en un pentagrama  ingenioso  que  da  colocacion  y  nombre  á  todas  las  notas,  y  facilita
extraordinariamente el estudio del solfeo y del canto, y convierte la composición en un verdadero arte, despejado de las mil y una trabas que servían de remora a su estudio. Dentro  de  este  sistema,  el  solfeista  encuentra  siempre  expedito  el  camino  de  la modulación, el cantante poderosos recursos para afinar sin esfuerzo ni dificultades, el compositor un vasto espacio donde desarrollar el vuelo de su inspiración, y el profesor la distinción, poco común hasta hoy de sobresalir entre los que no son mas que meros aficionados.

El inventor de este sistema, para cuya enseñanza se ha establecido una cátedra especial en el Conservatorio de Madrid, es el joven profesor D. José Gil y Navarro.»

La lectura de las anteriores líneas nos ha sorprendido agradablemente al ver puesto en práctica el mismo pensamiento de nuestro amigo; y al darnos por ello la enhorabuena, tenemos una verdadera satisfacción en dársela publicamente, por que siendo hijo del pais el Sr. Lanzarán debemos congratularnos, de haberle oido varias veces esplicar la conveniencia de dicha reforma, y el modo de llevarla á cabo.17

En octubre de ese mismo año 1863, don Juan Antonio fue condecorado por doña Isabel II con la Cruz de tercera clase de la Orden Civil de Beneficencia, “Teniendo en consideración la Reina (q D. g.) los servicios extraordinarios prestados durante la invasión de la fiebre amarilla en la ciudad de Santa Cruz el año pasado y principios del presente”, condecoración que también recibieron los demás sacerdotes de la capital tinerfeña18.

El 4 de mayo de 1864, el Sr. Lanzarán figuraba en la relación, fechada en Santa Cruz de Tenerife y firmada por el presidente y el secretario accidental de la “Comisión de Liquidación de la Deuda atrasada del Tesoro”, suponemos que por debérsele parte de su pensión como fraile exclaustrado:
Terminadas las Liquidaciones de haberes de los individuos que se espresan á continuación, falta solamente su conformidad en ellas para que puedan ser remitidas á las oficinas centrales.

Y á fin de que pueda tener efecto este requisito, se ha acordado llamar á dichos interesados por medio de este periódico oficial, para que por sí ó por persona que legalmente les represente, concurran á esta Secretaría dentro del plazo de treinta días, que empezará á correr desde el en que salga este aviso en el referido Boletín oficial de la Provincia, teniendo entendido, que, al tenor de lo dispuesto en la Real orden de 30 de Enero de 1862, transcurrido que sea dicho plazo sin que se hayan presentado, se considerará prestada la conformidad.19

A mediados del siglo XIX se revitalizó el viejo problema del movimiento perpetuo,surgiendo numerosas personas que creyeron haber encontrado la solución; uno de ellos fue el presbítero Lanzarán, quien estuvo varios años trabajando en una máquina de este tipo. El periódico El Guanche del día 5 de diciembre de 1859 se hacía eco de este invento y de su ingenioso autor: “Hemos oído decir a varias personas, que el presbítero D. Juan Lanzarán, vecino de esta capital, está construyendo una máquina con el fin de descubrir el movimiento continuo. Nada podemos decir de dicha máquina porque no la hemos visto; y aunque la empresa nos parece difícil de llevarse a cabo, deseamos a su inventor un feliz éxito”20. Otro paisano también dedicaba sus desvelos a este invento, el candelariero don Juan Baute Santos, quien en 1861 fabricó una máquina de movimiento continuo, que presentó y puso en movimiento en Santa Cruz, en presencia del gobernador civil21.

Una vez terminada su máquina, nuestro biografiado también se mostró dispuesto a presentarla ante el público, como informó El Guanche el 10 de junio de 1862: “D. Juan Antonio Lanzarán Gonzalez, vecino de esta Ciudad, presentará á todo el que guste, el diseño de una máquina compuesta de una sola rueda con su eje, la que por mas que gire, tiene constantemente en el lado derecho cosa de seiscientos quintales mas que el lado izquierdo”22. El 18 de julio inmediato, don Juan Antonio declaraba en el mismo periódico que ya había descubierto el movimiento perpetuo:

El presbítero D. Juan Antonio Lanzaran Gonzáles, vecino de esta ciudad, nos ha entregado el siguiente escrito:

D. Juan Antonio Lanzarán Gonzalez, cree estar ya descubierto el movimiento llamado contínuo. Con todo por mas que ha asegurado que el lado derecho de la rueda que ha inventado para poderlo efectuar, contiene un número considerable de quintales mas que el lado izquierdo, hay algunos que insisten en negar pueda encontrarse tal movimiento, fundados en que la fuerza de la atmósfera y el roze no pueden ser vencidos por cualquier número de pesos.

Ciertamente hay cosas que no es muy fácil oirlas sin que se exalte el genio mas apacible. Dispensen por lo tanto les diga que harán muy bien en no volver á proferir las
tales razones, por que son falsas y mal entendidas. Además deben advertir que su voto no puede ser muy decisivo, pues ni por medio de los libros han estudiado los muchos arcanos que encierra la ciencia llamada contínuo mocion, ni podido observarlos ni penetrarlos por medio de los ensayos, supuesto que han evitado ejercitarse en ellos, siguiendo la opinión general, que los ha mirado como superfluos.23
Este hecho también fue recogido por don Alejandro Cioranescu en la Historia de
Santa Cruz de Tenerife, del siguiente modo:

Don  Juan  Antonio  Lanzarán  González,  presbítero,  vecino  de  Santa  Cruz, declaraba en 1862 que él sí había descubierto el movimiento perpetuo. Nada más fácil, además: «el lado derecho de la rueda que ha inventado para poderlo efectuar contiene un número considerable de quintales más que el lado izquierdo». Algunos hijos de vecinos no se dejaron convencer por tanta petulancia. Los que critican el invento, contestaba el autor
«harán muy bien en no volver a proferir las tales razones, porque son falsas  y mal entendidas» y porque los que hablaban así no habían estudiado como él «los muchos arcanos que encierra la ciencia llamada continua moción».24
Meses más tarde, el 25 de febrero de 1863, el editorialista de El Eco del Comercio destacaba la prueba que iba a hacer un vecino de Candelaria de un barco impulsado por una máquina de movimiento continuo, añadiendo: “Mucho nos alegraríamos de que el presbítero D. Juan Antonio Lanzarán Gonzalez presentase tambien el fruto de sus vigilias sobre el trabajo que ha hecho encaminado al mismo fin, y que tiene anunciado hace mucho tiempo. / No querrá exponerse el Sr. Lanzarán á un desengaño por haber considerado que es imposible lo que pretende?”25. Ante las dudas vertidas, nuestro biografiado respondió a dicha editorial mediante una carta, que fue inserta el 25 de marzo inmediato en el mismo periódico, como adelantaba su director:

Tenemos el gusto de insertar á en otro lugar la carta con que nos ha favorecido el Sr D. Juan Antonio Lanzarán y Gonzalez con motivo del suelto que publicamos en el núm. 1096, relativo á la máquina que hace tiempo tiene anunciada.

Por  nuestra  parte  sentimos  no  poder  contribuir  á que  el apreciable  presbítero Lanzarán, dé cima á su pensamiento; y tanto mas, cuanto que le hémos oido decir que habiendo una persona que ponga á su disposición la corta suma de cien duros, puede presentar al público, como lo hizo Baute, su máquina de movimiento continuo.26
La mencionada carta, dirigida por don Juan Antonio al “Sr. Director del Eco del Comercio”, agradecía los buenos deseos de éste y argumentaba en su defensa la falta de recursos, que le había impedido presentar ante el público tanto dicha máquina como otros inventos de igual consideración:
Muy Sr. mio: respondiendo á lo que en 25 de Febrero próximo pasado me dice V. en su apreciable periódico, debo decirle que la causa de no salir yo con mi máquina de movimiento, á pesar de hacer tanto tiempo que lo tengo anunciado, no ha sido el que me haya desengañado de su imposibilidad sino la falta de recursos; causa por la cual no he podido publicar algunas otras cosas de no menos consideración.
Me es muy sensible no poder dejar cumplidos los buenos deseos que V. manifiesta por la realización de dicho mi movimiento; y vea V. si en alguna otra cosa puede complacerle este su affmo. amigo.27

A pesar de su notoria falta de recursos, como presbítero de Santa Cruz el Sr. Lanzarán continuó colaborando con suscripciones; así, en marzo de 1868 contribuyó con 40 reales de vellón a la abierta en las dos Diócesis canarias “para atender á las necesidades de Su Santidad”28. Asimismo, en sesión extraordinaria celebrada por el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife el 24 de agosto de 1871, se procedió al sorteo de los contribuyentes que habrían de componer la Junta Municipal, resultando entre los elegidos don Juan Lanzarán29.

En esos años, don Juan Antonio había continuado desempeñando el cargo de capellán del cementerio de la capital tinerfeña, lo que le permitía vivir con cierta holgura y mantener a su familia. Pero en mayo de 1872 fue sustituido en dicho cometido, que pasó a desempeñar gratuitamente otro sacerdote, perjudicando con ello a nuestro biografiado, como criticaba duramente la editorial de La Propaganda:
¡PARECE  INCREIBLE!—El Sr.  D.  Juan  Lanzaran  que  desempeñaba  el  cargo  de Capellán del Cementerio ha sido declarado cesante, reconociendo esto por causa el que D. José Manuel Hernández se ha brindado á servirla graciosamente.

Muy censurable es, en verdad, esa especie de subasta de los destinos públicos y
mas censurable todavía que entre sacerdotes haya quien se brinde á prestar un servicio que perjudica grandemente á otro compañero ansiano y pobre, sin reportar con su desprendimiento mas que una miserable economía al municipio.30

Fallecimiento

Tras una azarosa vida, nada común para su época y ni siquiera para la presente, el polifacético y culto presbítero don Juan Antonio Lanzarán y González, religioso exclaustrado de la Orden de Predicadores, falleció en su domicilio de Santa Cruz de Tenerife el 30 de abril de 1883, a la una de la tarde, cuando contaba 79 años de edad. Al día siguiente se oficiaron las honras fúnebres en la iglesia matriz de la Concepción por el beneficiado rector propio don Epifanio Díaz Saavedra; y a continuación recibió sepultura en el cementerio de San Rafael y San Roque. Fueron testigos del triste acto los presbíteros don Antonio Hernández Rodríguez y don Juan Espino y Perdomo.

El Boletín Oficial del Obispado se hacía eco del fallecimiento de nuestro personaje: “El 30 de abril último, a la edad de 79 años, falleció en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife el Presbítero D. Juan Lanzarán González, religioso exclaustrado del orden de Predicadores, habiendo recibido los Santos Sacramentos”31.

Con respecto a su descendencia, sabemos que tuvo tres hijos: uno médico, otro capitán de barco y el tercero marinero. Este último, don Juan Hernández y González (1847-1946), conocido por “Juanito Lanzarán”, además de marinero fue curandero, carpintero e “imaginero” aficionado; casó en Güímar en 1872 con doña Isabel Díaz López, hija de don Carlos Díaz Delgado y doña Manuela López, antiguos criados del prebendado don Juan de Castro y Baute, naturales y vecinos del pago de El Escobonal (Güímar); en este pueblo vivió el resto de su vida y en él murió a los 99 años, dejando sucesión.
(Octavio Rodríguez Delgado, 2014) (Cronista Oficial de Candelaria) [blog.octaviordelgado.es]

Notas:
1  Sobre este personaje puede verse también otro artículo de este mismo autor: “Personajes del Sur (Candelaria-El Escobonal): Don Juan Antonio Lanzarán González (1804-1883), singular sacerdote e inventor”. El Día (La Prensa del domingo), 28 de julio de 1991. Con posterioridad, la reseña biográfica se ha visto enriquecida con nuevos datos.
2 Archivo Municipal de La Laguna. Padrón del vecindario de Candelaria (P-I,11).
3 Archivo Histórico Diocesano de Tenerife (La Laguna). Libros de órdenes, 1825.
4 Biblioteca Universitaria de La Laguna. Manuscritos. Capítulos de la Orden de Predicadores, 1826.
5 Archivo Histórico Diocesano de Tenerife (La Laguna). Libros de órdenes, 1826.
6 Biblioteca Universitaria de La Laguna. Manuscritos. Capítulos de la Orden de Predicadores, 1829.
7 “Obispado de Tenerife. Junta Diocesana de Regulares”. Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, miércoles 24 de agosto de 1836, pág. 2 (939).
8 “Obispado de Tenerife. Junta Diocesana de Regulares”. El Atlante, 2 de abril de 1838, pág. 3.
9 Archivo Histórico Diocesano de Tenerife (La Laguna). Libros de licencias, 1840-1844.
10 Ibidem, 1848-1880.
11 “Intendencia de Rentas de Canarias”. Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, sábado 16 de enero de 1847, pág. 4 (28).
12 Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, viernes 15 de diciembre de 1854, pág. 3.
13  “Continúa el estado de la Diócesis de Tenerife”. Boletín Oficial Eclesiástico de la Diócesis de Canarias, 20 de marzo de 1861, pág. 65.
14 “Continúa la suscripción por mensualidades á favor de Su Santidad”. Boletín Oficial Eclesiástico de la Diócesis de Canarias, 30 de julio de 1861, pág. 168.
15  “Gobierno de la Provincia de Canarias. Circular número 95”. Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, viernes 23 de mayo de 1862, pág. 1; lunes 26 de mayo de 1862, pág. 1.
16   “Continúa  los  donativos  del  Clero  de  Canarias  y  Tenerife  á  los  necesitados  de  Sta.  Cruz  á consecuencia de la epidemia”. Boletín Oficial Eclesiástico de la Diócesis de Canarias, 7 de febrero de 1863,
pág. 28.
17 El Eco del Comercio, 18 de febrero de 1863, pág. 2.
18  “Condecoraciones á los Sacerdotes de Tenerife”. Boletín Oficial Eclesiástico de la Diócesis de Canarias, 25 de octubre de 1863, pág. 239
19   “Canarias.  Comisión  de  Liquidación de  la  Deuda  atrasada  del  Tesoro”.  Boletín  Oficial  de  la Provincia de Canarias, 13 de mayo de 1864, pág. 3.
20 El Guanche, 5 de diciembre de 1859.
21 “Sección de noticias”. El Auxiliar, 22 de agosto de 1861, pág. 236; CIORANESCU (1998), ibidem.
22 “Gacetilla”. El Guanche, 10 de junio de 1862, pág. 4.
23 Ibidem, 18 de julio de 1862, pág. 4.
24 Alejandro CIORANESCU (1998), Historia de Santa Cruz de Tenerife, 2ª edición, tomo IV, pág. 414.
25 “Crónica del pais”. El Eco de Comercio, 25 de febrero de 1863, pág. 2.
26 El Eco del Comercio, 25 de marzo de 1863, pág. 2.
27 Juan Antonio LANZARÁN GONZÁLEZ. “Remitido”. El Eco del Comercio, 25 de marzo de 1863, pág. 2.
28 Boletín Oficial Eclesiástico de las Diócesis de Canarias y Tenerife, 20 de marzo de 1868, pág. 45.
29  “Sesiones de la Comisión permanente y del Ayuntamiento”. La Propaganda, 2 de septiembre de
1871, pág. 1.
30 “Miscelánea”. La Propaganda, 12 de mayo de 1872, pág. 2.
31 Boletín Oficial del Obispado de Tenerife, mayo de 1883.

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