miércoles, 25 de junio de 2014

EFEMERIDES DE LA NACION CAMNARIA






UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1921-1930



CAPITULO-IX




                                Eduardo Pedro Garcia Rodríguez

1924 enero 7.

Delfina Fumero Rodríguez. Entre rosas y nostalgia por el Vilaflor de antaño

A través de la voz suave y pausada de Delfina Fumero Rodríguez se recorre aquel Vilaflor de calles empedradas, de olor a resina y a tierra húmeda. Nació el día después de reyes de 1924, en la misma casa donde dispuso, hasta su fallecimiento en 2007, su pequeña tienda, en la antigua calle del Convento, la actual Avenida Hermano Pedro. Hija de María Rodríguez Alayón, María la de la Fonda, quien regentó cantina y fonda, y de Germán Fumero Alayón, el viejo vate chasnero, una de las personas más ilustres y más ilustradas que ha dado este Sur, y que en Vilaflor lo fue todo a través de su longevidad: alcalde, juez municipal, responsable del correo, sochantre, además de escritor y gran animador de la vida cultural de su pueblo. 

A Delfina Fumero se le recuerda por su maestría en confeccionar rosas, y los piques con recortes de piel que les cedían los zapateros. Labor que comenzó en la infancia, tendría diez, once años, sería, formando las denominadas rosas de ojete, que eran pequeñas. Bello quehacer de rosetera, que le enseñó su abuela Ana Martín. Las primeras que empecé hacer fueron estas, las empecé hacer con mi abuela, pero mi abuela lo que lo hacía con la mano zurda pero yo aprendí con la derecha. Porque es la más chiquitita, lo más fácil de hacer, entonces yo era pequeña como mi bisnieta ahora, y entonces mi abuela me enseñó. Porque anteriormente una Señora de San Miguel traía el hilo y se lo daba a las personas de aquí, a las mujeres, se llamaba doña Constanza Gómez, entonces ella tenía una venta, le hacían las rosas y después traían las cosas empleadas de lo que la señora tenía en su venta, no las pagaba a casi nada, a quince céntimos la docena o cosa así. Constanza Gómez les abonaba el trabajo con lo que estas mujeres de Vilaflor necesitaran para su casa, pues sacaban a lo mejor tela pa hacer una sabana o sacaban dos toallas, esas cosas así.

En su tiempo era una ocupación a la que se dedicaban muchas mujeres del pueblo. Tenía una tía que se llamaba Juana, otra que se llamaba Gregoria, otra se llamaba Candelaria y otra Ángela, hermanas de mi madre, mi madre no se dedicó mucho a hacer rosetas. En ese entonces todas las chicas teníamos ilusión de hacer rosetas.

Sus recuerdos brotan con presteza, al igual que el baile de la aguja entre los alfileres. Y entre el enhebrar, el zurcido o las vueltas del hilo, rememora las obligaciones de una vida cotidiana hostil, como los trabajos de sus abuelos, Ana Martín y Timoteo Rodríguez. Pues la vida era muy mal porque cuando mi abuelo trabajaba haciendo las viñas le pagaban dos pesetas todo el día, de sol a sol, tenía mi abuela que ir dos veces a llevarle algo de comer, y eso muy mal, porque usté sabe que anteriormente se ganaba muy poco aquí, cuando la gente estaba dedicada también a hacer carbón.

O la escasez de los alimentos. No había muchas ventas ni nada, ni mucho que comprar, porque yo me acuerdo cuando mi madre empezó con la fonda, de ir a San Miguel a buscar melocotones y a buscar una latita de melocotones y esas cosas, porque aquí en el pueblo no había nada de eso. Hoy a lo mejor tiene más la gente en las despensas que lo que había antes en una venta desas. Eso a lo mejor íbamos por una cuenta de aceite o por medio litro de aceite, no se compraban las latas como ahora.

Y las dificultades del transcurrir el día a día, acrecentada por la ausencia de cualquier tipo de comodidad a la que se esta acostumbrado en la actualidad. Ni teníamos luz, ni teníamos agua en la casa, la calle estaba empedrada tenía cada uno que salir a barrer su trocito de calle. Íbamos a lavar la ropita al Chorrillo. Y allí en aquellos lavaderos íbamos a lavar y fíjese que edad tenía yo que tenía que poner una piedra pa poder alcanzar a lavar, con ese jabón azul que venía de la rueda.

Y para abastecerse del agua para la casa también había que acarrearla de El Chorrrillo, con una lata desas, los hombres llevaban, el que tenía una bestia, la llevaba, le ponía tres barriles, pero los que no teníamos, teníamos que ir con una lata. La primera que yo fui con una lata de cinco litros de aceite, pues iba y traía cinco litros de agua, con una lata desas venía haciendo así porque era pequeña. Iba aquí con una vecina pariente y a veces una la traía ella así debajo de esto, porque yo que si se me cae, que si no; pero si teníamos que ir muchos años, muchos años al Chorrillo.

Y tender la ropa en las paredes de las huertas, y cocinar con leña, y alargar el café tostando garbanzos y lentejas y quemando algún fisquito de azúcar para que adquiriese un tono más oscuro. Ese café que servía de pretexto para reunirse. Se tostaba el café y aparte se tostaban los garbazos, y después en un molinillo que teníamos allí pequeño molíamos el café, lo poníamos en la cafetera, le íbamos echando el agüita y se iba filtrando y entonces nos sentábamos, estábamos más unidos los vecinos.

Vivíamos con más cariño de los vecinos, de los amigos, nos visitábamos más, de noche decíamos vamos a ir casa de tía Encarnación, que es una vecina que después es mi cuñada, y nos visitábamos, ahora pasa uno la puerta cerrada, si nos vemos en la calle, adiós, adiós, cómo estás, si hay un enfermo lo vamos a visitar, si pasa algo vamos a acompañar, pero no es como antes.

Los recuerdos de Delfina Fumero Rodríguez, el duro andar por el que transitó su vida, se tornan ejemplos de lucha y supervivencia. Modelos que hay que tomar para sosegar la prisa actual. Esforzados trabajos para transcurrir en el día a día de una vida cotidiana sin ningún tipo de comodidades. Pero con el enorme gozo de ir cruzando la vida por entre verdes pinares, entre olores a resina, a leña quemada en el fogal o a las madres del mosto, y arropados con el calor humano que aportaban las relaciones personales. (Marcos Brito, 2014)

1924 Enero 18. Por la tarde, llegaron a Winiwuada (Las Palmas) la escuadrilla del raid aéreo Larache-Canarias realizando el amaraje en el Puerto de La Luz el hidroavión y aterrizando, con toda normalidad, los tres Breguets en Gando.

El raid se inició, después de algunos aplazamientos debidos al mal tiempo, el seis de enero de 1924 desde el aeródromo de An-Amara, en Larache, desde donde despegan, rumbo a Casablanca, los tres, Breguet Tenerife, Gran Canaria y Archipiélago Canario.

Al mando de la escuadrilla venía Delgado Backembury, que pertenecía a la dotación de hididroaeroplano. Los pilotaba el capitán  Ramón Franco Bahamonde, -hermano de de otro militar Francisco Franco el cual en el año de 1936 se reveló contra el gobierno legalmente constituido de la república española, instaurando una de las mayores dictaduras fascistas de la historia moderna-. Como navegante encargado de la radiotelegrafía venía el capitán Alejandro Más de Oaminde. También viajaba un fotógrafo afecto al Servicio Militar de Aeronáutica,  Leopoldo Afonso, y los mecánicos Mateo y Panizo.

La travesía, en mar abierta, de 270 kilómetros se presentaba como la más peligrosa. Sin embargo no hubo el más ligero incidente, tomando tierra los tres aviones a la hora y cuarenta y cinco minutos de haber despegado de Cabo Juby.

La escuadrilla tenía previsto permanecer cinco días en Winiwuada (Las Palmas) antes de emprender la última etapa del raid para cubrir los 1.500 kilómetros de vuelo previstos entre Larache y Canarias.

El día 22 de enero el comandante de la escuadrilla, Delgado Backembury , quiere venir, de Winiwuada (Las Palmas) a Chinet (Tenerife) para inspeccionar desde el hidroavión Dornier, en pleno vuelo, las condiciones que para el aterrizaje ofrece el campo de El Bailadero (Arico ).

El avión que tenía que salir a las ocho de la mañana del Puerto de la Luz, no pudo hacerlo por el mal tiempo.

Tres días después, el 25, llegaba Guillermo Delgado, acompañado de los pilotos Estévez y Pardo por vía marítima. Tras cumplimentar a la primera autoridad militar colonial duque de Santa Elena, se dirigió a Arico, donde inspeccionó las condiciones del aeródromo de El Bailadero, que consideró apto para el despegue y aterrizaje de los Breguets, dando instrucciones al personal militar allí destacado para que, desde tierra, facilitaran el aterrizaje de los aeroplanos.

1924 enero 18.
Esta fecha quedara marcada en los anales de la historia aeronauta canaria como el verdadero punto de partida de nuestra aviación. Ese día los tres Breguet XIV adquiridos por el pueblo canario toman tierra en el entonces páramo de Gando procedentes de Tetuán, acompañados por un Dornier Wal pilotado por el Capitán Ramón Franco llevando a bordo como navegante-radiotelegrafista al capitán Mas de Gaminde (que años después seria el primer General Jefe de la Zona Aerea de Canarias), observador-Comandante Guillermo Delgado Backenbury (jefe de la expedición), fotógrafo civil Luís Alonso y mecánico soldado Pamo.
Las tripulaciones de los Breguet estaban compuestas de la siguiente forma:

Breguet nº 63 Tenerife:
Piloto - Capitán Rafael Martínez Estévez
Observador - Teniente Antonio Rexachs y Fernández Perga
Breguet nº 100 Archipiélago Canario:
Piloto - Capitan Joaquín Pardo García
Observador - Capitan Felix Bermúdez de Castro
Breguet nº 103 Gran Canaria:
Piloto - Teniente Juan Martínez de Pison
Mecánico - Cabo Juan Bosch.

Una vez en Gando los Breguets realizaron varios vuelos de exhibición siendo invitado a uno de ellos, el alcalde de Las Palmas Sr. Ortiz Wiot voló en el Gran Canaria. Después de este vuelo el Gran canaria se accidento en una toma de tierra lo que le impidió seguir con el programa establecido.
El 30 del mismo mes los expedicionarios se trasladaron a Tenerife aterrizando en el Bailadero, campo preparado a tal efecto cerca de Arico.
El Dornier Wal bautizado Maria Antonieta con el coronel Bens a bordo amerizo en el puerto de Santa Cruz mientras que el comandante Delgado arribó a aquella isla el día 24 con el fin de llevar a cabo los preparativos para la llegada de los aviones.

Aquellos acontecimientos pueden considerarse como punto de partida y fecha histórica de un vuelo que, según proyecto del aquel entonces Director de Aeronáutica Francisco Echagüe serviría de experimento para futuras empresas. (Historia de la aviación en Canarias)

1924 Enero 30. A las doce y trece minutos del día, hacen su aparición los Breguets en el horizonte de Chinet (Tenerife) culmina así el raid Larache-Canarias. Dos aeroplanos y un hidro avión de la Aviación Militar Española son los primeros aparatos que llegan a la isla.

"El raid aéreo Larache-Canarias había de hacer escalas en Casablanca, Agadir, Cabo ]uby, Winiwuada (Las Palmas) y Chinet (Tenerife). Las etapas más difíciles a primera vista, resultaban las comprendidas entre Cabo Juby y Winiwuada (Las Palmas) y esta isla y (Tenerife) por tener los aviones que salvar el mar con todos los riesgos que suponía una avería sobre el mismo.

Para aprovisionar a los aviones en los aeródromos de Chnet (Tenerife) y Winiwuada (Las Palmas) el día 20 de noviembre había salido desde el puerto de Ceuta un falucho con gasolina y accesorios de repuesto.

La sangrienta guerra colonial de Marruecos o más exactamente del Rif obligó al Gobierno español al empleo de la aviación para combatir a los independentistas rifeños.

Como por entonces se vio en España la necesidad de contar con aparatos suficientes para aplastar a los alzados en aquella parte del continente africano, se llevan acabo en diversas provincias españolas y en la colonia canaria suscripciones por las respectivas Juntas Patrióticas con objeto de donar a la Aviación Militar española los medios aéreos precisos.

Aviones que fueron empleados para masacrar a la población civil de los territorios ocupados con gas mostaza, los aviones españoles bombardearon el Rif con ese arma química a partir de 1923, pese a que estaba ya prohibido internacionalmente desde el Tratado de Versalles de 1919.
«Los rifeños ni tan siquiera sabían con qué les bombardeaban. Los más ancianos hablaban de un humo amarillo y que de pronto les comenzaba a arder la piel o que la gente se asfixiaba. Era inhumano».
La utilización del gas mostaza, conocido también como iperita, es uno de los capítulos más sombríos del conflicto marroquí y tan sólo historiadores como Juan Pando en su reciente libro Historia secreta de Annual han documentado su uso.
Los asesores alemanes concluyeron que el gas mostaza era la sustancia química idónea para bombardear las cabilas del Rif y de la Yebala, ya que además de sus efectos sobre la población, podía impregnar sus campos y sus escasos depósitos de agua. Durante los años siguientes. También fueron empleadas bombas de fosgeno y cloropicrina, lanzadas desde aviones y artillería terrestre.
La campaña de bombardeos con gases tóxicos, que se prolongaría hasta 1927, alcanzó su mayor intensidad en el período 1924-1926, durante la dictadura de Miguel Primo de
Rivera. La estrategia consistía en lanzar las bombas de gas en las áreas más pobladas y a las horas en las que más víctimas podían producir, de modo que el bombardeo de los zocos de las aldeas se convirtió en una rutina.»

La triste novedad aportada por España fue su empleo indiscriminado y sistemático contra civiles, sobre mercados, arrasando pueblos, contaminando cultivos, matando ganado, envenenando ríos.»

«Entre 1921 y 1927, el ejército español empleó sistemáticamente en el Rif fosgeno, difosgeno, cloropicrina y, sobre todo, Iperita, un producto más conocido con el nombre de gas mostaza. La primera prueba la aportaron en 1990 dos investigadores alemanes, Rudibert Kunz y Rolf Dieter Müller, en su obra Gas venenoso contra Abdelkrim. Alemania, España y la guerra del gas en el Marruecos español (1922-1927), sobre las ventas de Berlín al Gobierno español de armas químicas y la posterior ayuda alemana para construir la fábrica de La Marañosa.»

«(…) En marzo de 1925 el mando militar español informó de que todas las áreas en poder del enemigo habían sido bombardeadas con gas mostaza. Pero el cambio de estrategia de Primo de Rivera a mediados de 1925, que dejaba de lado la opción de la retirada para asumir plenamente la de reconquista, dificultó el uso de las bombas químicas. No era posible enviar a las tropas a las áreas contaminadas por el gas mostaza, a no ser que se les enviaran máscaras, atuendo especial y equipos para empapar con agua. Según un informe de noviembre de 1925 elaborado por el director británico de investigaciones sobre la guerra química, el mando militar español no había mostrado el suficiente cuidado a la hora de proteger a sus soldados.»

1924 enero 30.
Se funda el Partido Nacionalista Canario
El periodista, tipógrafo y líder sindical, José Cabrera Díaz, funda en Cuba y asume la presidencia del Partido Nacionalista Canario (PNC). El partido se proclama heredero del pensamiento de Secundino Delgado.
El partido nacionalista más antiguo de Canarias, fundado el 30 de enero de 1924 en La Habana (Cuba), conmemorará esta efeméride en la plaza que alberga el busto de su principal ideólogo, Secundino Delgado (1867-1912). Durante el acto, los principales representantes del partido compartirán unas palabras que recordarán la fundación de esta histórica agrupación nacida bajo la presidencia de José Cabrera Díaz (1875-1939) y con los ideales por los que luchó doce años antes Secundino Delgado.
Debido a la pobreza que sufría el Archipiélago que causó la emigración canaria a América, surgió en las Islas a principios del siglo XX un movimiento asociativo fomentado principalmente por Cabrera Díaz, que cala en el pueblo, especialmente entre la clase trabajadora.
Desde 1900 se fueron formando diferentes entidades corporativas de corte nacionalista y tras las detenciones tanto de Delgado como de Cabrera Díaz, y su posterior emigración a Cuba, llegó la fundación del Partido Nacionalista Canario, doce años después de la muerte de Secundino Delgado.
Ya en Canarias, y tras un periodo de letargo, se “reconstituye” oficialmente el partido en marzo de 1980, con un documento firmado por los Bernardo Cabrera, Juan Pedro Dávila, Ramón Jerez y Bernardo Prinz.
1924 enero 30.
Han sido varios los proyectos de pistas de aterrizajes que se han quedado en este Sur sin una ejecución definitiva, en varios casos se dispuso algún llano para el posible aterrizaje de avionetas, hasta que en 1978 se inauguró el Aeropuerto Tenerife Sur. El tantas veces añorado aeródromo poseyó varios proyectos para su construcción, desde el acondicionamiento de diversas pistas de aterrizaje, como en El Camisón de Los Cristianos o en Llano de Roja, en El Médano, donde se inauguró, en septiembre de 1962, el Aeródromo Tomás Zerolo. O la pista dispuesta en El Bailadero, en los alrededores de donde está ubicada la Casa del Caminero, en Arico, lugar en el que aterrizaron dos aviones Breguets el 30 de enero de 1924.
A finales del mes de enero de 1924 cuatro aviones del ejercito español, entre ellos un hidroavión, realizaron el vuelo entre Tetuán-Larache-Cabo Juby y las Islas Canarias. Aterrizaron en Gran Canaria, donde permaneció un avión por avería, dirigiéndose los otros tres a Santa Cruz de Tenerife, en cuya bahía amerizó el hidroavión, continuando los otros dos aeroplanos rumbo hacía Arico, desde cuyo lugar se informaba de su aterrizaje.
A las 12 y 25 minutos, se divisó uno de los aviones, y minutos después, a las 12 y media, comenzó a distinguirse en la misma dirección, el otro aparato. A las doce y media en punto, pasaba sobre el campo de El Bailadero el aeroplano Archipiélago Canario, pilotado por el capitán Pardo, y en el que iba de observador, el capitán de artillería, señor Bermúdez de Castro. El avión, después de una admirable maniobra, enfiló el campo por el sur, aterrizando en el centro del mismo y parando frente al sitio donde se hallaban reunidas las autoridades.
A continuación aterrizó el avión Tenerife, que en el momento de tomar tierra, capotó el aparato, sufriendo algunos desperfectos en le hélice y tren de aterrizaje. El piloto del avión, señor Martínez Esteve, y el observador, señor Bosch, resultaron afortunadamente ilesos. Los dos aeroplanos tardaron de esta capital al campo de El Bailadero, ocho minutos.
A los aviadores y autoridades presentes se les obsequió con un espléndido banquete en el domicilio del señor Rodríguez y Díaz-Llanos. En las crónicas publicadas sobre este acontecimiento se da cuenta del gran recibimiento que les profesó el pueblo de Arico y las gestiones para dicha deferencia mantuvo el Alcalde, Domingo Pérez Acosta. El pueblo se hallaba artísticamente engalanado, luciendo originales adornos pues de esta forma la población exteriorizaba el júbilo que aquel fausto acontecimiento le causaba. Asimismo se subraya: Merecen los mayores plácemes todos los habitantes de Arico y muy especialmente don Francisco Rodríguez Román y el maestro de obras don Juan Manuel Suárez, que tomaron parte muy activa en la confección de los adornos. Además de resaltar la gran labor del secretario municipal, Sixto Machado Martínez.
Por la tarde los aviadores y la tripulación se trasladaron por carretera a Santa Cruz de Tenerife. Para arreglar el aparato Tenerife se desplazaron a Arico varios mecánicos que se encontraban desmontando otro avión averiado en el aeropuerto de Gando, en Gran Canaria. El hidroavión regresó en vuelo a Sevilla y el resto de aviones se desmontaron y se enviaron a la Península en barco. (Marcos Brito, 2012)
1924 enero 30.

Aterrizaje de dos aviones en El Bailadero, Arico

Han sido varios los proyectos de pistas de aterrizajes que se han quedado en este Sur sin una ejecución definitiva, en varios casos se dispuso algún llano para el posible aterrizaje de avionetas, hasta que en 1978 se inauguró el Aeropuerto Tenerife Sur. El tantas veces añorado aeródromo poseyó varios proyectos para su construcción, desde el acondicionamiento de diversas pistas de aterrizaje, como en El Camisón de Los Cristianos o en Llano de Roja, en El Médano, donde se inauguró, en septiembre de 1962, el Aeródromo Tomás Zerolo. O la pista dispuesta en El Bailadero, en los alrededores de donde está ubicada la Casa del Caminero, en Arico, lugar en el que aterrizaron dos aviones Breguets el 30 de enero de 1924.

A finales del mes de enero de 1924 cuatro aviones del ejercito español, entre ellos un hidroavión, realizaron el vuelo entre Tetuán-Larache-Cabo Juby y las Islas Canarias. Aterrizaron en Gran Canaria, donde permaneció un avión por avería, dirigiéndose los otros tres a Santa Cruz de Tenerife, en cuya bahía amerizó el hidroavión, continuando los otros dos aeroplanos rumbo hacía Arico, desde cuyo lugar se informaba de su aterrizaje.

A las 12 y 25 minutos, se divisó uno de los aviones, y minutos después, a las 12 y media, comenzó a distinguirse en la misma dirección, el otro aparato. A las doce y media en punto, pasaba sobre el campo de El Bailadero el aeroplano Archipiélago Canario, pilotado por el capitán Pardo, y en el que iba de observador, el capitán de artillería, señor Bermúdez de Castro. El avión, después de una admirable maniobra, enfiló el campo por el sur, aterrizando en el centro del mismo y parando frente al sitio donde se hallaban reunidas las autoridades.

A continuación aterrizó el avión Tenerife, que en el momento de tomar tierra, capotó el aparato, sufriendo algunos desperfectos en le hélice y tren de aterrizaje. El piloto del avión, señor Martínez Esteve, y el observador, señor Bosch, resultaron afortunadamente ilesos. Los dos aeroplanos tardaron de esta capital al campo de El Bailadero, ocho minutos.

A los aviadores y autoridades presentes se les obsequió con un espléndido banquete en el domicilio del señor Rodríguez y Díaz-Llanos. En las crónicas publicadas sobre este acontecimiento se da cuenta del gran recibimiento que les profesó el pueblo de Arico y las gestiones para dicha deferencia mantuvo el Alcalde, Domingo Pérez Acosta. El pueblo se hallaba artísticamente engalanado, luciendo originales adornos pues de esta forma la población exteriorizaba el júbilo que aquel fausto acontecimiento le causaba. Asimismo se subraya: Merecen los mayores plácemes todos los habitantes de Arico y muy especialmente don Francisco Rodríguez Román y el maestro de obras don Juan Manuel Suárez, que tomaron parte muy activa en la confección de los adornos. Además de resaltar la gran labor del secretario municipal, Sixto Machado Martínez.

Por la tarde los aviadores y la tripulación se trasladaron por carretera a Santa Cruz de Tenerife. Para arreglar el aparato Tenerife se desplazaron a Arico varios mecánicos que se encontraban desmontando otro avión averiado en el aeropuerto de Gando, en Gran Canaria. El hidroavión regresó en vuelo a Sevilla y el resto de aviones se desmontaron y se enviaron a la Península en barco. (Marcos Brito, 2014)

1924 Marzo 12.
Rodrígo Soriano periodista republicano español desterrado en compañía de Miguel de Unamuno llega a la isla Erbania (Fuerteventura) en  la colonia española de Canarias. En la metrópoli a finales de siglo XIX y principios del XX, el binomio políticaperiodismo era prácticamente indisoluble a la hora de informar de la actualidad.

Uno de aquellos brillantes y agresivos oradores que gastaban su discurso tanto en el papel de los politizados periódicos de la época como en su tribuna del Parlamento era Rodrigo Soriano, quien también era uno de aquellos periodistas españoles que el paso del tiempo no le trajo la justicia del reconocimiento como gran profesional.

Nacido en San Sebastián (País Vasco) en 1868, y perteneciente a una aristocrática familia guipuzcoana, comenzó la carrera periodística como crítico de arte de La Época, de Madrid (España). En 1897 era colaborador de El País, La Lidia y Euskal-Erria.

También trabajó para La Ilustración Española. La pérdida de las colonias españolas (excepto Canarias, Sahara y Guinea) radicalizó sus planteamientos políticos y se pasó al partido republicano. Entonces fundó el periódico Vida Nueva. Poco después se trasladó a Valencia (España) y entró en la redacción de El Pueblo. Allí, al lado de su gran amigo Vicente Blasco Ibáñez, llevó a cabo ruidosas campañas y contribuyó a la reorganización del Partido Republicano. En 1901 fue elegido diputado por primera vez por Valencia, donde fue reelegido sin interrupciones hasta 1909, siendo luego varias veces diputado por Madrid. En el Parlamento español, como en la prensa, Rodrigo Soriano se distinguió por su temible acometividad, lo que le propició una inmensa popularidad en los tiempos de la Unión Republicana, en el contexto de la Restauración, pero también le ocasionó serios disgustos y crudos enfrentamientos.

Con el paso de los años y de la experiencia, sin perder esta característica, la oratoria de Soriano se hizo más serena y razonadora, lo que no fue óbice para que fuese escuchado con igual atención que antes. A su palabra elocuente y elegante unía grandes dosis de erudición.

La moderación de su discurso no impidió que se le abrieran varios frentes, tanto periodísticos como políticos. Una de sus más turbulentas disputas la mantuvo con Blasco Ibáñez, con quien rompió bruscamente. Incluso llegaron a batirse en duelo. En Valencia, sorianistas y blasquistas se enzarzaron en una guerra sin cuartel que desencadenó violentas escaramuzas callejeras, con varios heridos y algunos muertos.

Al separarse de Blasco Ibáñez, fundó en Valencia el diario El Radical, colaboró con La Lucha y más tarde, en Madrid (España), fue fundador y director de España Nueva (1906- 1924). Este periódico, que con el tiempo pasó de las tendencias republicanas a las sindicalistas, centró buena parte de su actividad profesional.

Llegó a tener incidentes con tres importantes militares en la historia de aquel país: los generales Linares y el nefasto Weyler, y con el entonces coronel Miguel Primo de Rivera.



1924 abril 2.
Dificultades para la subsistencia de la municipalidad.

A la capital de Fuerteventura, que aún seguía luchando por mantener el cobro de sus arbitrios sobre la importación y exportación por el muelle municipal, el antiguo Muelle Chico, llegando incluso a un acuerdo compensatorio con el Cabildo de Fuerteventura que lo reputaba como parte de su recurso financiero, la dictadura no le trajo más que quebraderos de cabeza.

Durante el año 1924 en la isla se comenzó a pensar en una reformulación de los distritos municipales, planteándose soluciones cercanas a las mancomunidades y a la agrupación para abaratar costes en la financiación de servicios, en el más pacífico de los casos, pasándose a las anexiones pactadas y, en el peor de los casos, a la agrupación forzosa de términos.

Por entonces Puerto de Cabras, con 931 habitantes en el padrón vigente, era el municipio de menos población en Fuerteventura, si exceptuamos Betancuria, que tenía 691 y, por lo tanto, uno de los que debía dejar de existir si nos atenemos a los planteamientos del Estatuto Municipal. Es lo que tiene planificar en la distancia, sin contemplar particularidades locales y, en nuestro caso, insulares.

Si la Ley Municipal de 1877, que siguió vigente en muchos aspectos hasta la época que tratamos, le otorgaba a nuestro municipio 8 concejales y 8 vocales para la Junta Municipal de Asociados, elegidos por los vecinos mayores de edad y contribuyentes; el Estatuto de 1924 lo situaba casi en el régimen de Concejo abierto, donde serían ediles la mitad de los electores, renovándose por mitad del censo cada tres años.

Frente a esta situación otros municipios del interior, de economía fundamentalmente agraria, como Casillas del Ángel o Tetir, con unos efectivos demográficos que se situaban entre los 1.000 y 2.000 habitantes, dispondrían de ayuntamiento con 8 concejales de elección popular y 3 concejales de representación corporativa (asociaciones registradas en la localidad), renovándose unos y otros por mitades cada tres años.

La aplicación de esta normativa dolía mucho a unos burgueses de base comercial que habían comenzado a articular el comercio insular construyendo un muelle municipal en 1894 y con la decidida apuesta por construir una red de carreteras de estructura radial con centro en Puerto de Cabras. Una sociedad que, además, había asentado en su ciudad la tropa de guarnición en la isla, las fuerzas de la Guardia Civil, la sede del Partido Judicial, del Registro de la Propiedad, del Cabildo y de la Delegación Insular de Gobierno…

Por eso se reunieron el 2 de abril de 1924 para, retando al Gobierno Civil, constituirse en ayuntamiento con los concejales que hasta ese momento componían la corporación, derivando el nombramiento de los ediles corporativos a ulterior resolución de aquella autoridad. Y siguieron las formalidades a que se refiere el Estatuto Municipal como si Puerto de Cabras tuviera más de 1.000 habitantes, disolviendo la Junta Municipal de Asociados, formando la Comisión Permanente y nombrando las comisiones específicas de costumbre.

Pero las cosas no pintaban tan claras y se comenzó a tejer la urdimbre que permitiera sobrevivir al municipio más pequeño de la isla en territorio, no así en población, economía y administración.

Surgió así el proyecto alentado desde la delegación insular del gobierno según el cual Fuerteventura quedaría dividida en tres grandes municipios que tendrían capitalidad en Puerto de Cabras, Antigua y Gran Tarajal. El primero, acariciado por el Puerto desde el principio, uniría los territorios de Casillas del Ángel, Tetir y La Oliva; el segundo sería el fruto de la agregación de Betancuria a La Antigua, mientras que el tercero se formaría sumando las jurisdicciones de Tuineje y Pájara. Proyecto que, seriamente discutido en el seno de las corporaciones implicadas, no cuajó.

Pero la cazuela estaba al fuego y Puerto de Cabras no estaba dispuesto a que se le pasara el arroz, y siguió adelante con sus presiones sobre Tetir y sobre Casillas del Ángel. La suma de sus poblaciones y de sus territorios –pensaban los munícipes de Puerto- les situarían por encima de los 3.000 habitantes y en el tercer lugar en cuanto al tamaño de su término, con lo que suponía de más concejales populares y corporativos, mayor presupuesto… más peso político.

No es extraño que tras estas iniciativas presionase el “manriquismo” frente a los “Caballeros de la Orden del Sur” pues La Oliva se mantuvo y perseveró años después en un segundo intento frustrado de fusión a Puerto de Cabras.

Para alivio de los promotores de esta iniciativa, en 1925 llegaron los primeros resultados de su empeño: en junio claudicó el ayuntamiento de Tetir que optó por disolverse y agregar su término al de Puerto de Cabras, extinguiendo así su municipio.
A regañadientes y con claras condiciones, Casillas del Ángel hizo lo propio en septiembre de 1926.

Puerto de Cabras, ahora sí, estaba en disposición de seguir la batalla por la defensa de la capitalidad económica y administrativa de Fuerteventura y con su nuevo peso en la esfera insular pudo sobrellevar la paulatina pérdida de ingresos que le supuso la cesión del cobro de arbitrios sobre importación y exportación en beneficio del Cabildo Insular… Había logrado sobrevivir a la situación de desventaja político administrativa planteada por el Estatuto Municipal: ya podía sentarse en el “foro del debate insular” con un poco más de autoridad. (Tomado de: blog de Francisco J. Cerdeña Armas)

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