1568, Siendo inquisidor en la colonia de Canarias Ortiz de Funes,
se pidió de nuevo por la Suprema de Sevilla de la Inquisición española una nota
de los canarios convertidos y entonces, consultando los escasos antecedentes
que aún se conservaban, se encontró copia de la carta dirigida por Tribaldos a
la Inquisición de Sevilla, acompañando el expresado padrón, en cuya carta decía
que en aquel año (1504) había en el Archipiélago 1.200 familias canarias «fuera
de otras muchas -añadía-, que estaban mexturadas con ellas, pues con los
conquistadores vinieron muy pocas mugeres y éstas casadas, por lo que la mayor
porción de los conquistadores casaron con las desta tierra, habiendo también
principalmente en las islas de Lanzarote y Fuerteventura muchos moriscos y
descendientes de ellos». En este notabilísimo documento se añade que, los
isleños descendientes de canarios, ocultaban cuidadosamente su filiación por
las razones que antes hemos expuesto. (Ver efemérides de 1504)
que Andrés Xuares Gallinato se había
llamado en otro tiempo Pedro de Ponte.
Demostrado queda, pues, que la
raza indígena no desapareció nunca del suelo afortunado y que sus rasgos más
característicos se descubren todavía en una parte muy considerable de la
población actual, especialmente en aquellas comarcas apartadas de las costas
donde las fusiones con extraños elementos se repiten con menos frecuencia.
Estas islas han obedecido a la
ley fisiológica del movimiento ascensional de la especie.
Los adelantos de la civilización,
perfeccionando las razas, tienden a nivelarlas, y cuando a ellos son
refractarias sufren la absorción completa de la una por la otra. Obedeciendo
dicha ley vemos el tipo primitivo, representante de la Edad de Piedra, tender a
elevarse al contacto de la raza semítica que lo compenetra, y ésta a su vez,
con su tipo mixto, producto de aquella fusión, envolverse en las corrientes del
progreso al recibir en su seno los elementos vivificadores de la raza ibérica.
De aquí ha resultado una
población morigerada, laboriosa e inteligente que ha dado a
La metrópoli hombres eminentes en
todos los ramos del saber humano.
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