UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1551-1560
CAPITULO IX-LXVIII
Eduardo Pedro García Rodríguez
Viene de la entrega anterior
1568
El personal que intervenía en las labores previas a la
plantación eran trabajadores asalariados contratados para tareas específicas y
temporales, mientras que los que intervenían en el proceso de plantación lo
eran habitualmente mediante contratos de complantación. Disponemos de algunos
contratos para plantación de cañas como el llevado a cabo entre Diego García
Viejo, propietario de tierras y aguas, y Juan Sánchez Tornero, que tenía
arrendadas la mitad de las tierras de Diego, en el barranco de Aumastel, en
Gran Canaria en el año 1522-27, en el que se especifican minuciosamente todas
las labores que debe efectuar: tras el corte, se ara y surca la tierra y se
planta28; especifica este contrato las condiciones de cada una de las partes y
el reparto final a medias entre ambos.
Una vez que se había procedido a la plantación encontramos
a uno de los principales trabajadores de las plantaciones de caña como era el
cañavero. Sus funciones estaban estrictamente reguladas por el ordenamiento
local y el pago a su trabajo se abonaba con una parte de la cosecha, abundando
los contratos a partido. La contratación del cañavero podía durar varios años
debido a la mayor duración del ciclo productivo, y se ocupaba de todo el
proceso de “cura del cañaveral”. Las labores de cura de cañas generalmente se
especifican en cada contrato, así en el firmado entre Andrés Suárez Gallinato y
Martín Yanes se establecía que correspondía por estas labores: “escardar,
desgusanar, cavar, regar, bien labrar, armar a los ratones y hacer todas las
bienhechorías que el buen cañavero debe hacer, envarar las madres si fuere
necesario y hacer los otros beneficios que convengan”29. Estos acuerdos de cura
implicaban la entrega de tierras ya plantadas para que el cañavero realizase
todas las labores necesarias a cambio de una parte de la cosecha. En Gran
Canaria el pago era en una proporción del 10% con la salvedad que en una
ocasión sólo afecta al azúcar blanco y en Tenerife la proporción era menor pero
se compensaba con mayores prestaciones en metálico y en otros géneros30.
Através de los contratos para la cura de cañas de los que tenemos constancia
documental para esta época, sabemos que generalmente los cañaveros contrataban
sus servicios por el total de los productos y con posterioridad pagaban un
número determinado de arrobas de azúcar.
Sirva como ejemplo el llevado a cabo entre Lucano de
Riberol y Diego Ruiz, por el que el primero le da una suerte de caña de azúcar
de hoja en Firgas para que Ruiz las cure “fasta tanto que esten de sazon para
se moler”, regándolas, escardándolas y armando los ratones y conejos y envarando
las cañas por sus madres con sus varas y horquetas. El pago por este trabajo,
aparte de proporcionarle las varas y las horquetas y cinco doblas de oro para
ayuda de la cava, era de diez arrobas por ciento del azúcar blanco, quebrado o
de cualquier otro que procediese del azúcar, y Diego Ruiz pagará el diezmo
correspondiente31.
çLas referencias a los cañaveros son abundantes en la
documentación notarial, al ser imprescindibles en las plantaciones, pero
también a través de procesos inquisitoriales tenemos constancia de su
actividad. En este último caso las referencias a estos trabajadores venían
determinada por los problemas planteados no con los propietarios de la tierra
sino con la justicia, debido a acusaciones que nada tienen que ver con su trabajo,
como es el caso de un cañavero de Firgas, Antón Ortiz, quien habiendo estado
hacía unos cuatro años en Tirajana “buscaba un gato negro para ser querido de
mujeres y una abubilla para sanar y curar…”, por lo que fue procesado en el año
152432.
La figura del cañavero era esencial en la fase de
plantación, de ahí los impedimentos existentes para que abandonase la
plantación, la prohibición de tener otras tierras salvo las que quedaban
estipuladas en el contrato, entre otras. Si la labor del cañavero era fundamental,
aún antes de llegar la caña al ingenio encontramos otros trabajadores
especializados que desarrollaban su trabajo en la plantación como eran los
desburgadores, cuyas tareas también aparecían recogidas en las ordenanzas. Su
función
principal era la de preparar las cañas para la molienda,
tanto el corte como la limpieza de las puntas y las hojas y atar los manojos o
los flejes antes de ser trasladados el ingenio, estando obligados cada día a
tener preparada la caña suficiente para ocho calderas que era la medida que se
utilizaba para calcular su trabajo33. Su labor estaba estrechamente vigilada,
al igual que la del resto del personal del ingenio y así, por ejemplo, en el
momento de fijarse las proporciones que correspondían al trabajador y al dueño
de ingenio, se prohibía estrictamente “que ningún desburgador venda cogollos
sin licencia de su dueño” y así evitarían negocios fuera de control por parte
de este oficial. La finalidad de los cogollos era sobre todo como alimento34.
En contadas ocasiones encontramos algunas referencias a
trabajadores no cualificados que desempeñaban sus tareas en los cañaverales,
como en el caso de los regadores de las cañas, entre éstos figura, por ejemplo,
el gallego Rodrigo Pérez, labrador, que moraba en Tazacorte desde hacía 16 años
y era este su oficio en la citada plantación35. Traemos a colación este caso
concreto porque la mayor parte de las veces esta tarea de regar las cañas
competía a los esclavos y son abundantes las referencias sobre los mismos.
También en estrecha relación con las plantaciones, citar a
los almocrebes, una de cuyas funciones era trasladar la leña desde las zonas de
bosque a las plantaciones o al ingenio. Este transporte se hacía a lomos de
camellos, su importancia está constatada por ejemplo en el ingenio de
Tazacorte, como también de otros animales como podían ser las recuas de bueyes.
El acarreo de leña se medía en tareas que, por regla general, era la cantidad
de caña necesaria para ocho calderas, aunque a veces también se utiliza como
medida el fleje. Sirva como ejemplo el contrato efectuado en el año 1508 por
Diego Sardinha de 4000 carretas de leña a 4 maravedís cada una para la fábrica
de Tasautejo. Pero junto al traslado de la leña también era competencia de los
almocrebes el acarrear la caña desde las plantaciones al edificio de
molienda,así conocemos algunos contratos para el transporte de caña “para ocho
calderas por 15 reales de plata” en el año 1514, o para servir “20 tareas de
cinco a siete calderasa cambio de ½ dobla cada una” en el año 1521. Normalmente
los almocrebes eran contratados junto a los animales de carga y la percepción
de su salario podía ser por tareas y por animales, más la comida
correspondiente para ambos.
La ganadería fue, por tanto, otra de las inversiones de
los ingenios, no sólo para las labores de transporte como hemos reseñado, sino
para el arado de las tierras y para el consumo interno, estando su volumen en
consonancia con la extensión de la plantación.
En cuanto al elemento humano que trabajaba en el ingenio propiamente
dicho36, el ordenamiento local fijaba con precisión las labores que competían a
cada uno de los oficiales, tanto sus obligaciones como sus derechos, así se
estipulaba que no pudiesen desempeñar más de un oficio, lo que no siempre se
cumplía, y todos los oficios especializados debían pasar previamente un examen
por el Concejo, tanto los maestros de azúcar como los refinadores, purgadores y
escumeros.
El control sobre este personal cualificado llegaba al
extremo que los aspirantes a oficiales que trabajaban junto al maestro, cuando
concluía su período de formación debían pasar el examen correspondiente ante un
jurado, designado por el regimiento, que les confería la licencia para ejercer
el oficio. Tenemos constancia de algunos de estos contratos, y genéricamente en
todo este tipo de conciertos de aprendizaje se fija el tiempo, unos cuatro años
en que el aprendiz aprenderá el oficio y se le dará además vestido, calzado,
casa y cama y también cierta ropa al finalizar el contrato.
Normalmente los aprendices se concertaban, por término
medio, por tres zafras a cambio de la manutención y la posibilidad de ser
colocados como maestros al finalizar el aprendizaje.
La estrecha vigilancia sobre quienes desempeñaban estos
oficios cualificados llevó a dictar grandes penas para quienes vulneraran las
mismas, de 5000 maravedís al oficial que ejerciera su oficio sin ser examinado
además de la pérdida del mismo por un año y al señor de ingenio que lo
contratase 6000 maravedís de multa, en el caso de Gran Canaria. En esta Isla,
aparece de forma muy precisa la separación entre las obligaciones de los
maestros y el resto de los oficiales del ingenio, mientras en Tenerife no es
tan clara.
Este personal cualificado tenía unas condiciones
aceptables de trabajo dentro del proceso de transformación del azúcar, aunque
también tenía una gran responsabilidad.
En los primeros momentos la mayoría del personal
cualificado de los ingenios eran originarios de otros territorios y, por su
labor en los ingenios, algunos adquirieron carta de naturaleza, como fue el
caso del portugués Lorenso Fernandes, a quien se le concedió en recompensa por
haber sido de los primeros en hacer azúcar en Gran Canaria y haber enseñado a
muchos a hacerla, ya en el año 1502. Gran parte de los maestros de azúcar
procedían de Madeira, aunque también encontramos algunos que señalan que eran
portugueses como fue Juan Rodríguez que, en el año 1515, figura como maestro de
azúcar en el ingenio de Daute37.
La realización de contratos entre el dueño del ingenio y
los maestros de azúcar son abundantes en los protocolos notariales, aunque las
proporciones estipuladas cambian por islas y por épocas, pero siempre
cumpliendo estrechamente los requisitos impuestos por la legislación vigente.
Veamos una serie de escrituras de esta naturaleza en las que podemos percibir
lo que acabamos de exponer, e incluso en algunos casos cómo correspondía al
maestro de azúcar, templar el producto en exclusiva, mientras el temple de las
escumas y rescumas era efectuado por el escumero y en otros contratos el
maestro de azúcar era el encargado de todo el proceso directamente sin
mencionar a otros oficiales.
En el caso del ingenio de Taganana, la finalidad son las
mieles y las rescumas y el propietario efectúa el contrato con un maestro para
templar y refinar los mieles y escumas de dos zafras al precio de “5 ducados
mensuales más una arroba de azúcar de cada 11 y una arroba de escumas de cada
cinco”.
Este tipo de contratos es bastante frecuente en todos los
ingenios de las islas, así en el ingenio de Tazacorte encontramos, por ejemplo,
el concierto entre Adrián González, maestro de azúcar, con los dueños del
ingenio, los hermanos Monteverde, obligándose a “hacerle templar las escumas de
la zafra de 1554 y hacerlas buenas, limpias y lavadas…”, percibiendo por el
trabajo 40 doblas, comida y bebida, “como es costumbre y se da en dicha
hacienda a semejantes oficiales”38.
En Gran Canaria tenemos algunas referencias a los
contratos realizados por ejemplo, “para templar todas las escumas del ingenio
durante un año a cambio de una arroba de cada 100, además de comida y bebida”,
así lo podemos ver en el contrato de Andrés portugués que se concertó con el
mayordomo del ingenio de Fernando de Santa Gadea, para templarle todas las
escumas a cambio que le dieran de comer y de beber: pan, carne, pescado y un
cuartillo de vino al día, más una arroba de azúcar de cada 100 que se
hicieran39. Prácticamente el mismo tipo de contrato encontramos para el ingenio
de Cosme de Riberol. Estos maestros debían templar el azúcar cada dos días, lo
mismo el escumero, especialista encargado del templado de las escumas y
rescumas que se realizaba en la casa de calderas, tachas y calderas y el
purgador dé los barros necesarios.
Las labores del maestro de azúcar y el escumero, en
ocasiones, son desempeñadas por la misma persona y suponemos que ello
dependería del volumen de caña llevado a la molienda y la rentabilidad de la
misma, pues si la producción no era muy elevada el maestro de azúcar podría
asumir todo el proceso: azúcar, escumas, mieles, etc., y en caso contrario
necesitaría mayor cantidad de personal y mucho más diversificado.
Si importante era la figura de los maestros de azúcar,
cuyo salario estaba estipulado a principios del siglo XVI en “seis arrobas por
ciento”, también es necesario destacar otra figura clave como eran los
purgadores, a quienes los dueños de ingenio no podían despedir una vez
comenzado el año o con mayor precisión la zafra, aunque esta protección no era
por el mantenimiento del empleo sino que era una garantía para los proveedores
y clientes. Entre las muchas obligaciones de este oficial estaba la de sacar
ocho días antes de la llegada del lealdador los azúcares de sus recipientes, a
cuyo cargo estaban las formas. Tenemos constancia de la existencia de este
oficial en todos los ingenios, como es el caso de Juan Gómez, purgador de
azúcar en el ingenio de Telde40, o Gonzalo Fernández, portugués en el ingenio
de Daute41.
En todo el proceso de refinado42 en el que se eliminaba la
suciedad existente y se blanqueaba con cal, lejía y ceniza, hay que señalar que
éste no sólo afectaba al azúcar sino también a las mieles y remieles, pues
tenemos constancia de algunos contratos a partido entre un refinador de azúcar
para el ingenio del Adelantado en Los Realejos por dos años, al precio de una
arroba de cada diez que refinase, más el mantenimiento para él y su ayudante43.
También encontramos otro contrato para el mismo ingenio y para la misma función
por cinco años, para el refinado de todos los azúcares de los dos ingenios,
llevando una arroba de cada diez, más comida y bebida para él y para los
hombres que necesitase, fechado en el año 1509.
Antes de la obtención de los azúcares, mieles o derivados,
encontramos otro grupo que formaba parte del personal de los ingenios como
eran: los cocedores, moledores y bagaceros, aunque en estos últimos casos estas
labores podían ser ejercidas por personal no cualificado bajo la vigilancia de
los oficiales, pues en el caso de los cocedores, la mayor parte del personal era
esclavo que resistían mejor este duro trabajo a temperaturas muy altas, pero
siempre bajo estrecha vigilancia. En el caso de los cocedores eran contratados
para ocuparse de las calderas de cocer y melar “a razón de nueve diarias
durante toda la zafra por 1300 maravedís mensuales, más la alimentación, comida
y vino, y la ayuda de tres negros, dos caldereros y un acarreador bagacero”44.
En este contrato que nos está sirviendo de referencia la figura del bagacero se
incluye como personal auxiliar de los cocedores, pero siempre figura en esta
dependencia. Los bagaceros eran los encargados de recoger los deshechos de la
caña una vez prensada y retirar el bagazo de los molinos. Este proceso ha
quedado patente en la toponimia de las islas: La Bagacera, entre otros.
Los contratos con este personal de los que disponemos son menos numerosos, pero
suprecio oscilaba en torno a los 1250 maravedís, más la alimentación.
En los contratos relativos a los cocedores generalmente
figura junto al contratado un personal auxiliar, como por ejemplo en el
efectuado en el ingenio de Santa Gadea en Gran Canaria en el año 1513 por el
que Miguel Moros portugués, se comprometió a hacer este trabajo “con tal que le
diesen dos negros que se encargaran de hervir y otro para transportar el líquido”45.
Por lo que respecta a los moledores, en el año 1517,
percibían por la molienda de cañas de toda una zafra entre 1500 y 1750
maravedís al mes, sirva como ejemplo la carta de soldada de Antón de Zamora a
Juan Plasencia por el tiempo de una zafra, por la cual este último, moledor, se
compromete para el año 1523 a moler en el ingenio de Juan Marcel de Arucas y
percibirá por su trabajo 1400 maravedís mensuales, más comida y bebida.
La estricta regulación del azúcar prácticamente no dejaba
lugar a improvisaciones y la aplicación de la normativa junto al análisis de
los contratos para cada una de las operaciones ha permitido establecer unas
tablas de salario para todo el personal cualificado del ingenio. El
correspondiente al ingenio de Agaete en el año 1504que sus dueños debían abonar
era el siguiente:
Maestro de azúcar: 2000 mrs., moledor: 1500 mrs.,
purgador: 1200 mrs., cocedor: 1100 mrs., mozo del purgador: 600 mrs., tacheros:
oscilaban entre 600, 583 y 541 mrs., molinero: 500 mrs.; los mayordomos percibían
entre 1500 y 1100 mrs., los desburgadores entre 666 y 800 mrs., el herrero
calderero y el despensero: 800 mrs.46, pero de todos ellos el de mayor
responsabilidad y nombrado por el regimiento era el lealdador, cuyo oficio
encontramos en Tenerife desde el año 1507, y cuyo salario se estableció en
20.000 maravedís anuales. Este no era un oficial del ingenio, pero sí quien
controlaba el producto final y era responsable de autorizar las exportaciones.
Estos eran los salarios medios percibidos por el personal
del ingenio, sin contar evidentemente los esclavos, pues en el caso de que
fueran alquilados, la remuneración era para su dueño. Los precios de estos
últimos se fijaron, por ejemplo, para un esclavo alquilado en el ingenio de
Agaete en el año 1504, en 600 maravedís y estos salarios se abonaban,
teóricamente, en azúcar para evitar la salida de numerario de las islas. Si
bien esta parece ser la normativa general, tenemos referencias de algún caso en
que encontramos la prohibición de abonar los salarios en azúcar, lo que no
siempre se cumplió. Las ordenanzas de Gran Canaria prohibían pagar a los
empleados del ingenio con azúcar para evitar su reventa y provocar una caída de
los precios, pero en Tenerife el valor del azúcar como moneda sólo excluye a
los prestamistas de dinero y a los mozos de soldada que servían fuera de los
ingenios, el resto del personal del ingenio recibía su soldada en azúcar. Sin
embargo, a partir del año 1507, los jornaleros consiguieron que se les eximiese
de cobrar en azúcar, pues según argumentaban la “tenian que malvender para
comer”.
Estrechamente vinculado al personal cualificado del
ingenio, encontramos artesanos de diversos oficios, sobre todo especialistas en
construcción, mantenimiento y reparación, que realizaban sus trabajos en el
complejo industrial mediante contratos de ejecución de obra. Entre éstos eran
significativos los maestros de hacer ingenio, sirva como ejemplo, el concierto
de los Ponte, en 1553, con Antón Blas maestro de hacer ingenios, para la
edificación del ingenio de Adeje utilizándose para su edificación madera de las
montañas de Daute, además se llevaron para el citado ingenio 7000 formas y 300
signos al puerto de “la Ramada”
en Adeje y, con posterioridad, una vez levantado el edificio principal se
construirá la casa de prensas, la de calderas, etc.47o el ya mencionado ingenio
de Taganana ejecutado por Diego Sardinha, citar también al maestro de ingenios
Gonzalo Díaz, portugués, a quien encontramos en Daute en el año 1501, por sólo
citar algunos casos. La edificación de estos complejos estaba a cargo de
personal cualificado, generalmente portugueses que dirigían la obra en la que
intervenían albañiles y carpinteros.
Otro personal cualificado, cuya presencia en los ingenios
no era circunstancial eran los herreros, indispensables para la producción de
herramientas y accesorios para el ingenio, como se observa en el contrato
efectuado para el ingenio de Taganana entre los herreros Gonzalo Yanes y
Francisco Bernal48. Junto a ellos encontramos, entre otros, a los caldereros
especialistas en el montaje y mantenimiento de las piezas metálicas de los
ingenios, etc. Las piezas de hierro eran uno de los bienes preciados del
ingenio, de ahí la importancia de su mantenimiento, pues la compra de este
instrumental suponía unos gastos significativos, así por ejemplo en el ingenio
de Agaete se gastaron 12.500 maravedís por “veynte çinco achas de fierro que se
gastaron en el corte de leña en Tamadava” o también 800 maravedís en seis
libras de alambre, entre otras49. Los denominados en la documentación
trabajadores de los cobres o caldereros constituían otro grupo importante
dentro de los oficios relacionados con los ingenios, siendo su función
principal la de ocuparse del buen estado y mantenimiento de las piezas de
cocción, pailas, calderos, así como velar por la adquisición de fondos de
calderas que generó un importante comercio con el exterior sobre todo con
Flandes. La importancia de los caldereros se observa, por ejemplo, en los
Acuerdos del Cabildo de Tenerife, quienes toman medidas para que el calderero
Martín López no abandonase la isla “porque era un buen oficial para los
ingenios”50.
Llamamos la atención, asimismo, sobre los oficios de
carpintería, pues a través de los aprecios de los ingenios tenemos constancia
de su trabajo y de las piezas de carpintería necesarias, así por ejemplo en la
casa de mieles y de granel del ingenio de La Orotava51 figura la carpintería que llevaba y su
precio. El papel de los carpinteros era muy importante, pues la mayor parte de
las dependencias del ingenio eran de madera, como se deduce por ejemplo del
contrato efectuado en 1506 por el vizcaíno Pedro de Unçella, estante, quien se
obliga como Tomás Justiniano a armarle de madera y tablazón una casa de ingenio
y casa de purgar “de 130 pies de luengo, la casa de ingenio y 200 pies la casa
de purgar y el ancho necesario”. Ha de armarlas sobre paredes de tijera y
cubiertas de su tablazón, con sus puertas y ventanas52.
Las labores de los carpinteros abarcaban también la
fabricación de las diferentes piezas de la maquinaria del ingenio como los
ejes, entre otros, y, por supuesto, las cajas de azúcar para la exportación del
producto, como se observa en el contratoefectuado entre Álvaro Fernández,
carpintero, y Jaime Joven para construir “100 cajas de azúcar para tres
andamios, con dos palmos y tres dedos de alto y 10 maravedís por caja”53.
Junto a este personal cualificado existía en el ingenio
una masa importante de trabajadores libres y esclavos; no abundan los contratos
en la primera época de este tipo de personal libre, pues la mayoría de ellos
serían verbales. Estos hombres libres ligados a los trabajos del azúcar
residían en casas o chozas cercanas al ingenio, así en el ingenio de Los Sauces
contamos con la enumeración de las casas de los trabajadores y quiénes eran sus
moradores, como eran las de Inés la
Gallega, otra en la que mora Antonio de Sequera portugués
trabajador, Gaspar Díaz trabajador, entre otros 54, e incluso tenemos
referencias de algunos de estos trabajadores libres que fueron a su vez
propietarios de solares y casas como fue el de un mulato, vecino de los Llanos
de Jaraquemada, que vendió un solar a un vecino del lugar, con toda la piedra
que tenía dentro, o el caso de la negra María Linda que adquirió una casa con
su corral, cocina y horno55.
Los tipos de contratos de los que tenemos constancia
señalan, por ejemplo, el de algunos mozos para servir en el ingenio, sin
especificar sus labores, como sucede en el ingenio de Taganana, en que se
arrienda un mozo y dos caballos, figurando la indemnización prevista para los
caballos, pero del mozo no se dice nada. También podemos intuir la contratación
de trabajadores temporales para una labor concreta como ocurrió en el año 1506
en el ingenio de los Romano en Güímar que se contrató como capataz a
Alvarianes, portugués, y a 20 peones al tiempo de la cosecha por un salario de
11.000 maravedís, posiblemente para el pago del salario del capataz y de los
obreros contratados.
Junto a los trabajadores libres del ingenio, el personal
más numeroso estaba formado por esclavos, difíciles de cuantificar pues su
número es variable y fluctuante, pero sin duda constituyeron una de las bases
materiales que permitió la alta rentabilidad de los ingenios azucareros, pues
el binomio azúcar-esclavitud fue una realidad, aunque en el caso de Canarias,
como ya hemos mencionado en páginas precedentes, este personal se combina con
un importante número de trabajadores asalariados al ser el tipo de explotación
prioritario de manera directa con contratos a partido y por supuesto contando
con la existencia de personal esclavo.
Ana Viña Brito
En la España Medieval
2006, 29 359-381
ISSN: 0214-3038
Universidad de La Laguna. Tenerife
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