UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1551-1560
CAPITULO IX-XVIII
Eduardo Pedro García Rodríguez
1556 Julio 14.
El Ingenio azucarero de Güímar
bajo la administración del colono Pedro de Alarcón.
[…] Los socios citados, excepto
Diego Suárez, que estableció un censo de su parte, vendieron a Pedro de
Alarcón y ante el escribano Juan del
Castillo, el 14 de Julio, establecen los pormenores de la venta fijando las
condiciones económicas. Cada uno vende por separado. García de Vergara lo hizo «..García de vergara vo., desta ysla de
Thenerife otorga carta de venta rreal de la tercera parte de un heredamiendo de
yngenio, tierras e aguas, viñas e molino, tanques e casas de purgar y de
aposento e guertas que se dice el heredamiento de Guymal; con sus cobres e con
todo lo a él anexo y perteneciente (...) con las cargas de los censos debidos
al dcho Sr: Fadrique y doña Antonia, su muger (...) con cargo de sesenta doblas
de tributo por razón de seyscientas doblas que fue el precio por el que hizo
venta y traspaso de su cuarta parte el dcho Diego Suárez ...» «...por
precio de 2000 doblas de valor cada una de 500 mrs. de moneda corriente de
estas islas, las 1500 doblas por razón del capital que en el dcho heredamiento
téngo y me pertenece (...) y las 500 doblas restantes por razón de los
mejoramientos y gastos y costos que he hecho en el corte y acarreto de las
maderas para del dcho heredamiento y en compra de caña que se han traído de
fuera de esta ysla y en plantada nueva de las cañas desde março pasado y en
mucho número de canales para sacar las aguas y en otros pertrechos y
mejoramientos y edificios útiles y necesarios para la fabricación de los
azúcares...».
Los detalles de la compra constan
en la escritura: Pedro de Alarcón le tenía que dar a cada uno de los
propietarios 2000 doblas.
De ellas, 1000 doblas las pagó de
contado y sobre las 1000 restantes impuso un censo de 100 doblas anuales, hasta
cancelar la deuda. Además, tenía que hacerse cargo de un censo anual a Diego
Suárez de 60 doblas y otro a don Fadrique de Vargas, cuyo importe no queda
reflejado en estos documentos pero en otros posteriores se dice que era de 158
doblas anuales.
El 29 de agosto de 1556, tuvo
lugar la entrega de la propiedad y con la intervención del alguacil mayor y del
alcalde del lugar, Francisco Rodríguez, se formalizaron los actos de posesión.
De esta forma comenzó el período del heredamiento del valle de Güímar siendo
titular Pedro de Alarcón. El nuevo propietario quiso recuperar todas las
tierras del heredamiento que tradicionalmente estaban ocupadas por pastores
desde tiempos de la administración de Giraldin y una de las primeras acciones
consistió en desalojar algunas familias guanches, esencialmente ganaderos Juan Hernández,
Rodrigo Rodríguez, Martín Rodríguez y Juana Hernández) que ocupaban cuevas en
Guaza, por ello intervino la
Justicia y los guanches fueron echados por la fuerza con sus
ganados, incluso, algunos al resistirse fueron «presos en la cárcel pública». En
oposición alegaban, que vivían allí desde hace más de 20 años «en quieta y
pacífica posesión, sin contradicción».
Estos hechos, desde nuestro punto
de vista, no reflejan simplemente el desalojo por Pedro de Alarcón de unas
tierras y cuevas ocupadas por los pastores guanches, los cuales lógicamente no
pueden presentar título de propiedad, sino que muestran con toda
crudeza el drama del derrumbe de
las estructuras sociales y económicas de la sociedad aborigen. Por una parte,
el cambio de finalidad del uso de las tierras del valle: el paso de actividad
ganadera a una utilidad agrícola, y por otra, el sentido de la posesión
territorial, que para los guanches carecía de importancia, pues el uso de la
tierra no significaba un dominio territorial, para los castellanos por el
contrario, la propiedad del terreno es un derecho privativo y fundamental.
Pedro de Alarcón desarrolla una
política de compra de tierras desde Chacaica hasta Agache, de tal forma que las
tierras que el Adelantado había dado a Juan Vizcaíno y Juan Cabello, Rodrigo
Cosme, Alonso Díaz, Miguel de Vera y otros, fueron vendidas por sus herederos
incorporándose al patrimonio del heredamiento y así, en los momentos
posteriores de crisis económica en los que los Vargas recuperan la propiedad de
la hacienda, a la familia Alarcón le quedarán suficientes propiedades en la
zona al margen del ingenio.
Todas las tierras aprovechables
del heredamiento y otras nuevas que se «rozan», van a ponerse en producción.
Pronto surgen algunos problemas con los vecinos porque los rebaños hacen daño
en los cultivos. Para remediarlo se ponen cercas que provocan protesta de los
vecinos.
Con Pedro de Alarcón la hacienda
crece y conoce los años de máxima expansión bajo una férrea administración. No
obstante, el monto de los tributos va a hipotecar el desarrollo del ingenio en
los años siguientes. Durante la primera década hay un buen rendimiento, y se
liquidan los censos de García de Vergara, Bartolomé .Joven y Fabián Viña.
En marzo de 1568 Pedro de Alarcón
enfermó y después de otorgar un testamento cerrado y varios codicilos, falleció
el día 21 de ese mes. En sus últimas voluntades deja la administración de la
hacienda a su mujer Arguenta de Franquis, y encarga que el heredamiento no
fuera dividido, por lo menos hasta la zafra de 1570, con el fin que se pagaran
las deudas.
Posteriormente el patrimonio del
heredamiento se dividió entre los herederos de Pedro de Alarcón. La partición
se hizo ante el escribano Juan del Castillo, entre octubre de 1572 y enero de
1573, interviniendo como partidores Martín de Alarcón Beltrán en nombre de
Arguenta, Hernando y Leonor, y Cristóbal Joven por parte de Francisco y Martín
de Alarcón. El importe total del inventario de la hacienda ascendió a 23
millones de maravedíes, haciéndose el reparto de tierras, aguas y otros bienes
entre los herederos conservándose como bienes comunes algunas tierras, los
tanques, el molino, el ingenio con sus pertrechos y máquinas que sería usado
proporcionalmente por cada heredero según el acuerdo pactado.
A la viuda de Pedro de Alarcón y
porque éste declaró en su testamento que los bienes habían sido multiplicados
durante el matrimonio, le correspondía la mitad del heredamiento con todo lo en
él contenido y la otra mitad a los hijos, tanto del primer matrimonio (Martín y
Francisco de Alarcón)) como los del segundo (Leonor y Hernando). Al ser estos
últimos menores, la mayor parte de la hacienda quedó en manos de su madre, como
administradora de la parte de sus hijos y de su mitad.
El primer problema que tuvo que
afrontar Arguenta de Franquis fue la falta de dinero.
El rendimiento del ingenio se
había reducido y no alcanzaba para los salarios., manteni
mientos o para pagar los censos
con regularidad. Tienen que tomar préstamos a Bernardino Justiniano y a Pedro
de Soria, incluso para salir adelante, tuvo que hipotecar la hacienda y unas
casas que poseía en San Cristóbal.
En 1574 Arguenta vendió su parte
a Diego de la Peña ,
residente en Catagena de Indias, aunque inmediatamente éste otorgó poderes para
que Arguenta de Franquis continuara administrando la propiedad. Es posible que
tras esa venta haya un intento de protegerse de los acreedores que le acosaban.
En concreto, ésta es la época que se puede conocer por los protocolos de Sancho
de Urtarte en la que se evidencia la ruina del negocio azucarero y la
bancarrota de la hacienda que ocasiona un despoblamiento de la zona a lo que
contribuye las epidemias de esos años, una recesión que no se recupera hasta la
primera década del siglo siguiente.
1556 Septiembre 15.
Carta de S.M. dirigida al Cabildo
de Tenerife manifestándole su agradecimiento por el celo con que ha atendido á
sus fortificaciones según noticias que le ha dado el Capitán General D. Alonso
Dávila de Guzman y además espera que su continuación hasta acabarlas, se
proseguirá con igual fineza que la hasta entonces tenida; en Madrid á 15 de
Septiembre de 1656. Se leyó en el Cabildo de 12 de Abril de 1657, folio 200.
1556 octubre 14.
PETICION DE PEDRO DESCOBAR DE DOS CUEVAS EN UN CERCADO
QUE COMPRÓ A ALONSO DE MATOS.
Las Palmas. “…Muy magnificos señores, Pedro Descobar
parezco ante vuestras seño- rias e digo que yo compre de Alonso de
Martos ( Matos ¿) vecino de Telde un çercado de tierras en el
termino de Agüimes so çiertos
linderos y en el dicho çercado
de tierras estan dos cuevas de las quales no tiene
titulo el dicho Alonso de Martos
(Matos ¿), pido e suplico a vuestra señoria me haga merçed de las dichas
dos cuevas pues estan dentro de las dichas
tierras y ninguna persona las posehe y desto no resçibe nadie daño,
cuyo muy magnifico ayuntamiento nuestro
señor prospere.
…E por los dichos señores
gobernador e regidores vista dixeron que le davan e dieron las dichas quevas que pide syn perjuizio de terçero
e con- forme a las hordenanças desta
ysla, e mandaron dello se de le titulo.”
1556 Octubre 21.
Acordóse por el Cabildo colonial,
dar licencia a todos los Capitanes de esta Isla de La Palma para que cada uno de
ellos pudiera cortar dos dragos para rodelas a la gente de su compañía.
1556 Noviembre 1.
Una flota
francesa al mando del joven y experto soldado y marino Peyrot de Monluc,
hijo del vicealmirante de Guyena Blaise de Monluc, compareció en San Sebastián
de La Gomera
tras de haber intentado vanamente desembarcar en la isla de Gran Canaria.
En el archipiélago afortunado las
noticias del saqueo de la
Madera habían producido honda sensación en sus moradores, y
desde mediados de octubre de 1566 las autoridades coloniales habían tomado las
reiteradas y acostumbradas medidas de defensa que aconsejaban el menor espíritu
previsor.
La estancia de los franceses
frente a la isla de Gran Canaria la conocemos a través de una versión un tanto
confusa, que asegura que los piratas francos intentaron poner pie en tierra en
una de las caletas próximas a la capital, propósito que fue obstaculizado por
los naturales con una enérgica resistencia. En esta acción parece ser que tuvo
una desta-
cada intervención Juan de Civerio
Múxica Castillo, hijo primogénito del famoso Bernardino de Lezcano Múxica. Mientras
la flota francesa merodeó por los contornos de la isla, las milicias estuvieron
en continua alarma y todo el ejército y paisanaje movilizado en evitación de
cualquier sorpresa.
En la isla de La Gomera , cuyo mando
interinamente regentaba Alonso Sánchez de Ortega en ausencia del conde don
Diego de Ayala y del gobernador titular Diego de Liaño, se habían tomado
también las más urgentes medidas defensivas. Convocados por el gobernador
Ortega los regidores y los capitanes de las dos compañías de milicias, Pablo
Jaimez y Antón de Zamora, se había tratado en junta celebrada en la plaza de la
iglesia de prepararse contra un probable ataque, acordándose con el mayor celo
y espíritu patriótico "morir en
defensa de nuestra santa fe católica y de la isla".
En este estado de ánimos,
empezaron a llegar a la villa las primeras noticias de la efectiva y real
presencia de la flota francesa en aguas canarias. El martes 29 de noviembre de
1566 hizo su entrada en el puerto de San Sebastián, conduciendo una carabela,
el mareante Francisco González y declaró a las autoridades "que los
franceses quedaban en [la] isla de Canaria y que habían pedido agua y que el
General, Justicia y Regimiento se la daban".
La aseveración de González
aparece desmentida documentalmente, así es que la estancia de la flota de Louis
de Lur-Saluces a la vista de Gran Canaria no pasó de un intento frustrado de
desembarcó, ya que no es admisible que las autoridades le permitiesen hacer
aguada en ella, pues la isla contaba con sobradas fuerzas para resistir, y
además carecería de sentido el presentarse en San Sebastián de La Gomera , pocos días después,
en demanda de igual gracia.
Las noticias propagadas por el
piloto González en La Gomera
produjeron una nueva reunión de autoridades, discutiéndose acaloradamente sobre
si debía resistirse al posible enemigo o facilitarle la aguada (como hacían,
según el rumor, En Gran Canaria), acordándose que si los franceses "pidiesen agua buenamente se les diese,
pues venía tanta gente... que eran más de dos millares de arcabuceros, y los de
la isla no eran sino trescientos hombres".
Así las cosas, la flota francesa,
al mando del vizconde de Uza, se dejó ver en el horizonte en la mañana del 1 de
noviembre de 1566, y mientras las mujeres, ancianos y niños se desbandaban
temerosos hacia las montañas del interior, los hombres útiles encuadrados en
las milicias acudían con sus armas al puerto, dispuestos a responder con la paz
o la guerra a la actitud de los franceses.
La escuadra, con los navíos
robados en la Madera ,
se componía ahora según informes canarios, de nueve naos grandes y conducía
2.000 arcabuceros bien armados de diversas nacionalidades, pues los había
franceses, navarros, vizcaínos y portugueses.
La armada francesa fué entrando
lentamente en la bahía, y mientras los navíos anclaban, un batel con marineros
se fue separando de la nao almirante, y se dirigió a la playa. Varios soldados
armados acudieron a detenerlos, y levantando los franceses bandera de
parlamento, el gobernador Alonso Sánchez de Ortega sólo autorizó a descender en
tierra a uno de ellos.
Entonces se destacó de la lancha
un joven que, desprendiéndose de sus armas, se dirigió a saludar al gobernador:
Thte, a quien los documentos llaman "Mosior de Pompadore", el lector
lo habrá identificado ya con uno de los hijos del vizconde de Pompadour, que
venían en la expedición.
Pompadour expuso, entonces, al
bachiller Ortega los propósitos del capitán general de la armada, declarándole,
"que eran amigos y vasallos (sic)
del rey don Felipe Nuestro Señor; y que Francia no tenía guerra con España; que
les dieran un poco de agua, que no querían otra cosa y que no les harían
mal".
Vista la solicitud de los
franceses, el gobernador Sánchez de Ortega tuvo consejillo con las autoridades,
y juzgándose impotentes para contenerlos por la fuerza, acordaron franquearles
pacíficamente la entrada, siempre "que
no desembarcasen con armas", y abastecerlos de agua.
Mientras algunos grupos de
franceses se disponían para desembarcar, el bachiller Ortega recorrió, en
compañía del escribano Juan de Valdespino, el corto perímetro de la villa,
advirtiendo a sus moradores la prohibición absoluta en que estaban de comerciar
con los franceses.
Desde este momento las milicias
permanecieron en continua vigilancia en la villa y el puerto, atentas a impedir
el desembarco de soldados armados o cualquier intento de "traición".
Desde el viernes 1 de noviembre
al lunes siguiente, día 4 de, dicho mes, los franceses permanecieron en la rada
gomera, descendiendo a tierra los expedicionarios para abastecerse, solazarse y
comer. Varios de los vecinos por miedo o por granjería, no tuviron reparos en
sentarlos a sus mesas, como Juan de Ocampo, futuro gobernador de la isla, y
hasta el mismo bachiller Ortega, según posterior denuncia, no confirmada.
Destacó por el número de las
transacciones comerciales el vecino Juan López, y cuentan los testigos
presénciales cómo los soldados franceses se introducían en las casas asombrados
de no encontrar una mujer por todos los contornos.
El 4 de noviembre de 1566 la
flota del vizconde de Uza zarpó de San Sebastián de La Gomera sin nuevos
contratiempos, y el conde de la isla sería de nuevo acusado por la Inquisición por haber "recibido a la armada que robó a la
isla de la Madera ”.
(En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1556 noviembre 16.
Hace testamento Francisco Luís
Colonos notables en los primeros
tiempos de la invasión de Tenerife.
Francisco Luís
Zapatero Natural de Agueda,
Aveiro, obispado de Coimbra, feligresía de Santa Olaya, Portugal. Hijo de Luis
Pérez y de Leonor Hernández.
Casó con Isabel Páez de
Sotomayor. Hijos: Leonor Luís, mujer de Perote Gil, catalán, padres de Jerónima
de Sotomayor, que contrajo matrimonio con Alonso Yanes de Sevilla, e Isabel
Francisca, casada con Bartolomé Giraldes.
Tributo
—Bartolomé y
Pedro de Ponte dieron un solar a tributo en este lugar a Francisco Luis,
zapatero, por una dobla. Antón Martín. 1540, f. 24.
Poder
—Jerónima de
Sotomayor, viuda de Alonso Yanes de Sevilla, hija de Leonor Luis [hermana ésta
de Isabel Francisca, viuda de Bartolomé Giraldes; hijas ambas de Francisco Luís
y de Isabel Páez, difuntos, otorga poder sobre herencia. Álvaro de Quiñones.
1600, f. 446.
Cartas
dotales
—Perote Gil,
catalán, dio recibo de dote con Leonor Luis de Sotomayor, hija de Francisco
Luis e Isabel Páez. Gaspar de Sexas. 1558, f. 579.
—Carta de dote
que otorga Francisco Luis, viudo de Isabel Páez, para su nieta Jerónima Páez de
Sotomayor, que casa Alonsianes de Sevilla ante Gaspar de Sexas. Ella es hija
de los fallecidos Perote Gil, catalán, y Leonor Luis, y esta última hija de
Francisco e Isabel Páez de Sotomayor. Álvaro de Quiñones. 1574, f. 584.
Testamentos
—Testamento de
Francisco Luis. No sabe firmar. Gaspar de Sexas. 16 de noviembre de 1556, f.
517.
—Testamento de
Isabel Páez. Declara encontrarse enferma y pide ser enterrada en San Francisco.
Dice haber casado con Francisco Luis. Hijos: Leonor Luis, viuda de Perote
[Gil], e Isabel Francisca, mujer de Bartolomé Giraldes. Luis de Vergara.
1562/63, f. 67.
—Testamento de
Leonor Luis, viuda de Perote Gil, catalán. Manifiesta ser hija de Isabel Páez,
y quiere ser enterrada en San Francisco. Fue su padre Francisco Luis. Hija:
Jerónima. Al f. 536, su codicilo, en el que nombra tutor a Antonio Montesdeoca.
Gaspar de Sexas. 1566, f. 330.
—Alonso Yanes
de Sevilla, que sabe firmar muy bien, marido de Jerónima Páez de Sotomayor,
vecinos de Garachico, dice que por fin y muerte de Leonor Luis de Sotomayor,
madre de Jerónima, heredera de sus difuntos padres Perote Gil y Leonor Luis,
vecinos que fueron de Garachico. Su dote ante Gaspar de Xexas y parte de ella,
en dinero de contado [45 doblas] y unos bienes en Canaria, depositados en Juan
Tenes, mercader, hasta que Jerónima contrajera matrimonio. Como éste se tenía
que embarcar para Flandes y Jerónima acaba de casarse le dan carta de lasto al
recibir dichos bienes. Álvaro de Quiñones. Sábado, 16 de abril de 1574, f. 584.
—Testamento de
Francisco Luis, zapatero, vecino de Garachico, enfermo, enterrar en el convento
de San Francisco, donde yace su mujer Isabel Páez. Hijos: Leonor Luis, mujer de
Perote Gil e Isabel Francisca, casada con Bartolomé Giraldes. Albaceas: Isabel
Francisca, su hija, y Antonio de Montesdeoca. Deja manda a su nieta Jerónima de
Sotomayor, mujer de Alonso Yanes de Sevilla, a la que dotó ante Gaspar de
Xexas. Bienes dotales: un sitio de casa donde levantaron su morada, que linda
por delante la calle real, por un lado casa de Benito Jorva, por otro casa que
fue de Hernandianes. Bienes propios, unas tierras en La Culata que hubo en censo de
María de las Cuevas y por las que paga cuatro fanegas de trigo al año y que
linda, por abajo el camino real, por un lado otro camino real, por arriba otro
camino y por un lado tierras de Francisco Pérez. Las tienen plantadas de viñas
y pomar. No hay bienes multiplicados. Casaron a su hija Leonor Luis con el
catalán Perote Gil y a Isabel Francisca con Bartolomé Giraldes, a la que dieron
media casa en dote [la parte que linda con casa de Benito Jorva], la otra media
se la dieron en dote a su nieta Jerónima de Sotomayor, que casó con Alonso
Yanes de Sevilla. Álvaro de Quiñones. 14 de abril de 1579, ff. 349r/350v.
Otro
—Francisco
Luis, hijo de Francisco Luis, difunto, y María González, carta de dote con Inés
Hernández, hija de Pedro Yanes y María Hernández, naturales de La Palma , de donde lo fueron
los dichos Francisco Luis y María González. La dotó su tía Inés Hernández,
mujer de Sebastián de Soto. Las arras al f. 698v. Juan de Ponte. 1559, f. 696.
(Tomado de: Carlos Gaviño de Franchy en: Gaviño de Franchy Editores)
1556 Diciembre.
Meses más tarde, en diciembre de
1556, y ya en pleno período de paz entre
la metrópoli y Francia, se presentó pirateando por las islas la escuadra
francesa del Brasil, al mando del capitán general Paris Legendre, señor de
Bois-le-Comte-les Meaux.
La presencia de dicha flota está
relacionada con la; anterior empresa del vicealmirante Villegaignon. Deseando
éste afianzar el dominio de Francia en el Brasil, tan .sólo reducido hasta
entonces al Fuerte Coligny y a la pequeña aldea de Henryville, comisionó a su
sobrino Bois,-le-Comte para, gestionar del rey Enrique II el rápido envío de un
auxilio militar de 2.000 hombres, con el que le prometía engarzar a su corona
un vasto imperio.-
Sin embargo, los propósitos de
Vi1legaignon se frustraron. El almirante Coligny creyó llegado el momento de
ensayar la convivencia en las tierras libres de América de los hombres de las
más opuestas creencias, y en vez de enviar 'al conquistador francés soldados
bien curtidos, se contentó con organizar una expedición colonizadora a base de
luteranos y calvinistas.
Con este objeto Se prepararon
tres navíos: La Petite Roberge La
Grande Roberge y
La Roséel mandados, respectivamente, por
Bois-le-Comte, Sa.inte-Marie de l'Epme y Roeée, que zarparon de El Havre el 19
de noviembre de 1556. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1556 Diciembre 12.
Paris Legendre, siguiendo la ruta
de su tío en su viaje a Brasíl, volvió a buscar el arrimo de las Canarias. El
12 de diciembre los franceses desembarcaban en la isla de Tenerife, en lugar
ignorado, buscando botín y víveres para las tripulaciones. Más en seguida
fueron violentamente atacados por los canarios, que les obligaron a reembarcar.
Derival1on entonces los navíos
hacia el puerto de Santa Cruz, a la vista del cual capturaron una carabela de
pescadores y permanecieron durante tres días en pugna por poner pie en tierra.
El 18 de diciembre estaba la
escuadra merodeando por las costas de Gran Canaria, en cuyas proximidades
apresaron una carabela portuguesa y un navío español cargado de sal ; hasta que
cansados del poco éxito obtenido, que no compensaba la pérdida de tiempo, se
dirigieron, por último, al Brasil.
Bois-le-Comte llegó a las costas
americanas poco tiempo después con aquella pesada carga; y desde el día siguiente
de su arribo comenzaron las luchas intestinas entre los colonos, salpicadas de
crímenes horrendos, que no finalizaron hasta cuatro años después, .en que los
soldados de Portugal dieron fin a la efímera colonización francesa en aquel
inmenso territorio.
Dos años antes, en 1558, el
vicealmirante Durand de Villegaignon había abandonado el Fuerte Coligny,
decepcionado de sus compatriotas, buscando en Francia un tranquilo retiro para
sus postreros días. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
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