1557. Nada mas exacto, que lo
que antes hemos indicado, respecto á la inalterable tranquilidad del país, en
los años que siguieron al tercer auto de fé.
El
ensayo les había salido muy caro, y como los herejes suponían que Dios oye á
todos, en cualquier idioma que se le invoque, se resolvieron por último á
aceptar la religión del país dominante, creciendo su fervor, medida que el ojo inquisitorial, se fijaba
con más empeño sobre ellos.
Esto no obstante, Padilla, aunque
lentamente, no olvidaba sus
sagradas obligaciones. Inquiríase sin descanso en las siete Islas, y especialmente
en la de Canaria, siendo los moriscos los que suministraban mayor número de
sospechosos.
En Las Palmas se les había señalado un barrio aparte, para
que viviesen los libertos, conservándose todavía la denominación de calle de los moriscos, á una de las del barrio de
Triana, aislada entonces, cuando aquella área de la Ciudad estaba aun desierta.
Pero, es indudable, que el paraíso de Mahoma tenia para ellos mas encantos, que el terror
que les inspiraba el infierno judéo-cristiano, porque vemos, que en el cuarto
auto de fé, que tuvo lugar en 1557, hubo diez y siete relapsos, de los cuales
quince eran moriscos.
A los
veinte y tres años del tercer auto se resolvió al fin D. Luís de
Padilla á celebrar el cuarto, aunque siempre con el disgusto de no poder
ofrecer á los verdaderos fieles el
espectáculo de un hereje, quemado vivo en la
hoguera.
Los
diez y siete relapsos habían encontrado medio de escapar, y solo quedaba el
recurso de quemar su efigie, en estatua: Recurso elocuente, pero ineficaz, para
infundir un saludable espanto en las almas.
Sea como fuere, el viejo Inquisidor no quiso demorar
por más tiempo la piadosa ceremonia, y en el dicho ano de 1557, celebró, con el
ceremonial que ya hemos sucintamente descrito, un nuevo auto de fé, en el que
aparecieron las estatuas de los diez y siete relajados, cuyos nombres, según
resulta de la relación de sus causas, y de sus
Sambenitos, son los que a continuación copiamos.
Agustin Hernández, guanche, vecino de Tenerife.
Andrés Suárez, morisco, vecino de Canaria.
Francisco Martín, morisco, natural de Canaria.
Hernando de Betancort, morisco, natural de Canaria.
Juan Pacheco, morisco, natural de Canaria.
Juan de Lugo, morisco, natural de Canaria.
Juan Bautista, morisco, natural de Canaria.
Juan de Casal1as, morisco, arcabucero, vecino de
Canaria.
Juan de León, Garbanzero, morisco, vecino de
Canaria. .
Juan, morisco, criado de Carrusco, vecino de
Canaria.
Juan Berriel, morisco, vecino de Canaria.
Julián Cornielis Vandik, flamenco, vecino de la Palma.
Luís Hernández, morisco, vecino de Canaria.
Pedro de Salinas, de Gáldar, morisco, vecino de
Canaria.
Todos estos reos fueron condenados, según decía su
sentencia, por sectarios de Mahoma, excepto el flamenco, que lo fue por herejía
de Lutero; y como no estaban presentes, sus estatuas se entregaron al brazo
seglar, para que, arrojadas en la hoguera, las consumiese el fuego.
Pocos eran también los reconciliados, que en ese
auto salieron a la vergüenza pública, siendo sus nombres:
Francisco de Valera, vecino de Canaria.
Juan Afonso, cristiano nuevo de moro, vecino de la Palma.
Miguel González, cristiano nuevo de moro vecino de Daute en Tenerife.
y Pedro, morisco, esclavo de Cebrian de Torres:
vecino de Canaria.
Excepto Miguel González, que se le procesó por la
secta de Calvino, los demás lo
fueron por seguir también la religión. De Mahoma.
No tenemos de este auto más noticias; aunque es de
suponer hubiese un número
mayor de penitenciados, porque éstos eran los reos
condenados á penas inferiores.
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