miércoles, 29 de julio de 2015

Los guanches y la laurisilva


 
 
Francisco García-Talavera Casañas
 

La laurisilva -ese ancestral bosque húmedo, relíctico del Terciario y propio de las islas de mayor relieve- era aprovechada por los guanches, aunque no vivían en su interior. La naturaleza volcánica del archipiélago junto al benigno clima de la costa y el bosque termófilo, les proporcionaban a nuestros antepasados hábitats más hóspitos que la húmeda y sombría selva de lauráceas. Sin embargo, explotaban eficazmente sus recursos. De esta manera, la extraordinaria biodiversidad vegetal y animal que alberga, les ofrecía alimentos y materiales paro completar la construcción de cabañas, y la fabricación de armas y utensilios diversos. Con los brotes jóvenes y rectos de algunas especies arbóreas, como el palo blanco o el aceviño, elaboraban sus utilísimas hastias o lanzas paro sortear una orografía adversa, sus palos de pastoreo, las añepas de mando, las mazas de combate y, sobre todo, los temibles banots endurecidos al fuego, capaces de atravesar las corazas de los intrusos invasores castellanos. Los frutos del mocán, del madroño, la faya... les servían en ocasiones paro complementar su dieta vegetal, además de algunas aves, como las palomas rabiche y torcaz, la chocha perdiz y otras, que cazarían durante sus incursiones en nuestro emblemático bosque. Además, es muy posible que en su interior viviesen "cochinos" negros' asilvestrados, como sucedía hasta hace algunas décadas en "El Cedro" de La Gomera, de los cuales darían buena cuenta nuestros guanches, y que llevarían como extraordinarios trofeos de, regreso a su poblado.
 
Y así, la vida en la isla transcurría en armonía... hasta que un fatídico día recalaron unos enormes pájaros blancos que se posaron en la costa. De inmediato empezaron a vomitar hombres armados; mercenarios sedientos de riqueza y hambrientos de sangre, a los que no les importaba pasar por encima de toda una sociedad organizada y adaptada, desde hacía dos milenios, a los ecosistemas insulares. Pero, para su ruda y fanática mentalidad, aquellos no eran más que seres primitivos a los que había que dominar, esclavizar y, a ser posible, aniquilar, para adueñarse -mediante la cruz y la espada- de sus tierras, sus mujeres y sus niños.
 
Ya nada fue igual. El conquistador impuso sus normas y le arrebató al guanche su territorio, destruyó su cultura y religión y sometió su dignidad de pueblo orgulloso. Tampoco se libró nuestra laurisilva de tanta devastación. El poder económico del "oro blanco" (la industria azucarera) también impuso su ley. Las talas indiscriminadas, el fuego y las roturaciones mutilaron sin remedio el mítico bosque que la Naturaleza había construido a lo largo de millones de años.... Para el sufrido guanche, ya nada sería igual.
 
Ilustración, José Carlos Gracia


Publicado en el periódico El Día, pag. 64, 14-02-2010

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