miércoles, 29 de julio de 2015

"EL PATRIMONIO CANARIO, EN CRISIS"


Francisco García-Talavera
Cuando ni los propios dirigentes saben que es lo que tienen que salvaguardar; cuando la más valiosa herencia que nos ha tocado compartir es despreciada y masacrada; cuando el legado más importante que todos recibimos de manera espontánea: la tierra en que vivimos y la cultura de nuestros antepasados, nos lo están robando; cuando nuestro futuro está en manos de especuladores e ineptos, ha llegado el momento de gritar: ¡se acabó!.
Nuestro pequeño y frágil territorio y nuestro sufrido pueblo no pueden seguir soportando tanta agresión. La gravedad es tal, que el proceso de lenta agonía que vivimos está a punto de entrar en un estado de coma irreversiblemente fatal.
En las últimas fechas proliferan las manifestaciones ecologistas de aquellos que consideran que hay que hacerlas porque es lo que se lleva y, además porque tienen una rentabilidad política. Hablan de desarrollo sostenible, sin tener ni idea de lo que significa. Les preocupa que la opinión pública les pueda exigir responsabilidades por los desafueros cometidos, pero no les duele lo más mínimo el hecho de que gran parte de nuestra esencia se esté destruyendo. No sufren porque no lo sienten y no lo sienten porque están protegidos por esa coraza de aleación especial cuyos componentes principales son la especulación y el desarrollismo a ultranza. Muchos de ellos no se sienten hijos de ninguna tierra y por eso no necesitan coraza protectora.
Estos hipócritas depredadores se olvidan o desconocen que por ecología se entiende la relación seres vivos (hombre incluido)- medio ambiente. Piensan que la naturaleza es lo verde (los árboles, las plantas) y que el medio ambiente es sólo aire. Llegan a declarar a bombo y platillo a la prensa, radio y televisión que "el medio ambiente en Canarias está bien protegido". ¿Se puede dar más cinismo? Y se quedan tan panchos.
Señores míos, la naturaleza es muy amplia. Es verde, gris, marrón, roja o negra. Es planta, cangrejo, lagarto, hombre, pájaro, ballena y mariposa. Pero también es agua, volcán, tierra y aire. Todo en armonía prodigiosa... hasta que interviene el "Homo sapiens".
Los necios e ignorantes que queman el monte, hacen matarrasas, pescan con cartuchos, se cargan un volcán o matan un guirre, esos deben tener su merecido, pero es su ignorancia e incultura -de las que no son culpables- lo que les lleva a cometer tales atrocidades. Merecen lástima y al mismo tiempo nuestra reflexión. Preguntarnos por qué esos hombres y sus circunstancias son llevados a cometer tales delitos contra nuestro patrimonio natural. Más despreciable es el caso de los que saben lo que hacen y lo hacen con ánimo de lucro.
Pero más grave aún, si cabe, es lo que está sucediendo con el patrimonio cultural. Un bosque talado la mayoría de las veces puede ser repoblado, pero un grabado rupestre dinamitado o arrasado por la pala mecánica, jamás podrá recuperarse. Ante nuestros atónitos ojos están desapareciendo yacimientos arqueológicos de extraordinario valor, sin aún haber podido ser estudiados, a consecuencia de la desidia e inoperancia de las personas -no todas- y leyes que, se supone, deberían protegerlos. Con ellos se pierde para siempre una información valiosísima para ir desentrañando nuestra historia y nuestra cultura.
Lo mismo sucede cuando muere uno de nuestros viejos campesinos. Con él se va un libro abierto, una enciclopedia de sabiduría popular, sin haber sido jamás consultada y escuchada. Sin haber sido grabadas sus anécdotas, sus cuentos, sus vivencias, los nombres de los lugares...en fin, una pena.
A la hora de pedir responsabilidades, yo diría que todos estamos implicados y si de verdad queremos llamarnos canarios, salgamos de una puñetera vez del letargo y la indiferencia y defendamos lo nuestro. Todos, cada uno desde su parcela, hermanados en la búsqueda y salvaguarda de nuestra identidad forjada durante milenios. No permitamos que se pierda nuestra manera de ser, de hablar, nuestras costumbres, el legado de nuestros antepasados, nuestro entorno natural. Hagamos un esfuerzo, nuestros hijos y nietos lo merecen.

Publicado en 1990.

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