miércoles, 29 de julio de 2015

La cultura africana


 
 
<> Francisco García-Talavera Casañas
 
Cansado de ver, leer y escuchar tanto desatino sobre la realidad de nuestro continente (al que pertenece geográficamente el archipiélago canario), me gustaría aportar algunos datos al respecto. África, cuna de la humanidad antigua (primeros homínidos) y moderna (homo sapiens), y también cuna de la civilización occidental (antiguo Egipto), no merece tanto desconocimiento. Sus más de 30 millones de Km2 y 1.000 millones de habitantes están distribuidos en 54 países -algunos tan extensos que triplican y cuadruplican la superficie de España- que presentan una diversidad climática y paisajística asombrosa.

En África está el mayor desierto de nuestro planeta (el Sahara), que hace tan solo 9.000 años era un vergel, con ríos, lagos y toda la fauna típica de la sabana (leones, elefantes, jirafas, rinocerontes, antílopes, cocodrilos, hipopótamos, etc.) y, por contrapartida, también encontramos enormes extensiones de selvas tropicales, que albergan una biodiversidad inestimable. Todo ello hace de África  un vasto y enigmático continente   de contrastes, en el que aun queda mucho por descubrir.

Este ancestral  continente alberga, como ya hemos comentado, la mayor diversidad genética humana del planeta, como consecuencia de los millones de años que ha estado actuando en él la evolución biológica. De tal manera que hay mayor distancia  genética (comprobada por el ADN mitocondrial, el mismo que certifica nuestra ascendencia norteafricana) entre poblaciones que habitan este continente, que la que existe entre las del resto del mundo. Lo que quiere decir, que hay mayores diferencias “raciales” entre un bosquimano de Namibia, un masai de Kenya y un bereber del Atlas marroquí, que la que existe entre un sueco, un chino y un aimara boliviano.
 
En el inmenso solar africano coexisten centenares de etnias -y por lo tanto culturas-diferentes, que hablan otras tantas lenguas distintas. Y así, en un solo país, como es el caso de Nigeria (170 millones de habitantes), conviven 470 etnias (yoruba, igbo, eket, igala, idoma, ogoni, tiv, ibibio, hausa, ekoi, chamba, mambila, songhai, mumuye, etc., etc.) que hablan más de 500 lenguas. ¡Solo en Nigeria!
 
Por eso me sorprendo cuando escucho hablar de África, como si fuera un solo país, o de “la cultura africana”,  a gente supuestamente documentada. ¿Es la misma cultura la de los bereberes (imazighen) de la Kabylia argelina, que la de los árabes de Mauritania, los coptos de Egipto, los makonde de Tanzania, los fang del Gabón o los afrikaners de Sudáfrica? Seamos rigurosos.
 
África ha sido secularmente invadida, colonizada, masacrada, esclavizada, explotados sus recursos y desarticulada territorialmente por las potencias colonialistas europeas ¿les recuerda  esto a lo que sucedió en Canarias? En la segunda mitad del siglo XIX y a comienzos del XX, Francia, Inglaterra, Alemania, España, Portugal, Italia, Bélgica…se repartieron el pastel africano. Y así, a golpe  de tiralíneas, se olvidaron de las fronteras naturales y fueron capaces de crear países artificiales, sin importarles nada dejar a los pueblos divididos y desarraigados. Además de estas desgracias, son recurrentes en este desafortunado continente las enfermedades endémicas, las cruentas luchas tribales e interétnicas -que han ocasionado verdaderos genocidios y desastres  humanitarios- y los estragos producidos por la desertización, la deforestación y las consecuentes hambrunas y migraciones masivas.
 
Y es ahora -en medio de esta implacable crisis mundial, y después de unas décadas de olvido, tras la independencia- cuando estos pueblos en vías de desarrollo, encandilados por el impúdico nivel de vida europeo que ven en la tele, abandonan sus costumbres ancestrales, e intentan alcanzarlo aun a costa de su vida.
 
Y encima, de nuevo el ojo colonialista ha focalizado su avariciosa mirada en este desvalido y rico continente, en sus valiosos y estratégicos recursos orgánicos y minerales (petróleo, gas, hierro, coltán, diamantes, madera, pesca, etc.), pero esta vez bajo el escudo protector de los invisibles poderes fáctico- económicos supranacionales que gobiernan el mundo. Son los mismos entes corruptos que están detrás de los conflictos que favorecen sus inconfesables y oscuros intereses, sin importarles, lo más mínimo, el sufrimiento y la muerte de cientos de miles de personas inocentes.
A la vista de este incierto panorama, nosotros, los canarios, no debemos cruzarnos de brazos y verlas pasar, pues, por suerte o por desgracia, ese convulso escenario lo tenemos aquí enfrente. Es más, este Archipiélago forma parte de él, y por lo tanto, debemos posicionarnos inteligentemente, para que los acontecimientos no nos cojan con el paso cambiado, sin posibilidad de decidir nuestro futuro. Debemos poner en valor ante África y todo el concierto internacional -aparte de las bondades climáticas y paisajísticas con que la Naturaleza nos ha privilegiado- nuestra excepcional situación geoestratégica, nuestras importantes infraestructuras y nuestra avanzada tecnología en algunos campos (desalación, tratamiento de residuos, energías renovables, sanidad, etc.). Ofrecernos, como ya se ha hecho, como una idónea y pacífica plataforma  de cooperación, conectividad y transferencia intercontinental. Porque el futuro está aquí, y si no actuamos acertadamente y movemos la ficha adecuada en el momento oportuno, quienes sabemos nos darán el “jaque-mate”y, como consecuencia, pasaríamos a ser un frustrado país archipielágico “non nato”, que llevaba una buena gestación, pero al final se torcieron las cosas y murió antes del parto.

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