martes, 28 de julio de 2015

ARCHIVO PERSONAL DE EDUARDO PEDRO GARCÍA RODRÍGUEZ-CVII



LA ALFARERÍA DE ACENTEJO


La comarca de Acentejo, en el norte de Tenerife, conserva bellas singularidades de nuestro tradicional acervo canario. Tierra de ricos caldos cantados por los más insignes poetas, tierra del legendario pino, primer campanario del terruño guanche. Tierra de nomenclaturas que evocan pasadas gestas de conquistas entre el castellano y el aborigen. Pero Acentejo es también el último reducto donde se conserva la elaboración de la cerámica tradicional tinerfeña. Doña Adela Hernández González, más conocida por doña Adela Brito, ha sabido mantener toda una tradición de laborar con el barro, que se ha transmitido de generación en generación. Tal labor, afortunadamente, se ya a seguir manteniendo en la persona de su discípulo Ramón Jorge, inquieto joven de 24 años, gran amante de las peculiares costumbres isleñas, feliz artífice también de estudios sobre la lucha canaria y el juego del palo o banot.

Doña Adela ha entregado toda su vida a esta labor, comenzada a los ocho años de edad y cuenta actualmente con 81. Una bella labor heredada del pueblo aborigen.

Y de las manos y el barro, en laborioso quehacer, saldrán los característicos utensilios victorieros, que jamás han conocido el torno. Las manos del alfarero modelarán y harán brotar las singulares vasijas en abrazo tenaz del agua, del fuego y de la tierra. La labor del joven matancero, Ramón Jorge, es toda una esperanza para la cerámica popular de la isla de Tenerife.

En la actualidad la situación de la auténtica cerámica de tradición aborigen es muy crítica en Tenerife. Las pocas artesanas, y digo artesanas ya que fue inveterada labor femenina, unas han desaparecido y otras en avanzada edad no dejan sucesores en tal labor. Por ello, insisto que la labor de este joven es toda una esperanza.

La dureza del oficio, el sacrificio que supone el aprendizaje y la escasa remuneración que se obtiene con la venta de las vasijas, son puntos esenciales en la extinción de la alfarería. La gente, que no está concienzada de dicha labor, encuentra siempre caro el precio que se le pida por una obra.

Antaño, el trabajo dé la cerámica alcanzó notable importancia en la zona sur de la isla, principalmente en las comarcas de Agache y Abona. Hoy, de todo ello, sólo quedan los recuerdos. Por esto vamos a centrar nuestra atención en los alfares del norte, concretamente en los de nuestros protagonistas.

I.— Proceso de realización de las vasijas

Las manos del artesano son lo primordial. Trabajarán arduamente el mazapé rojizo, que no es greda y que se recoge en la costa de La Victoria de Acentejo y a la orilla de los barrancos.

La cerámica de Acentejo no lleva almagre, a diferencia de la de Gran Canaria (famosos alfares de Luga rejos y La Atalaya de Santa Brígida, por ejemplo); el color lo tomará según el grado de pulimento que se le dé a la pieza. Y el peculiar sonido le es dado por el poco de arena que se le añade, arena que tiene que ser recogida donde hay agua corriente. En todo el proceso se auxiliará de los siguientes materiales:
a)  Un palodeacebiñoy una azada.
b)  Una cernidora.
c)  Un aro de metal para el recorte de las piezas.
d)  Una piedra pómez para el bruñido.
e)  Un guijarro liso de playa para el pulimento.
f)  Una tela de paño para el alisado de la vasija.
g)  Una caña con la que le dará brillo a la misma leña y el fuego del horno.

Una ardua y lenta tarea. Porque ni tan fácil ni tan rápido surgen de las manos del alfarero las piezas de barro. Prácticamente, tardan unos 24 días en la realización definitiva de una vasija.

El artesano excava en la tierra un metro de profundidad, tierna que se dejará secar al sol de 5 a 7-días. Luego vendrán las tareas del majado con el palo de acebiño, el cernido y el amasijo del barro. Amasijo que consta de agua, un 5% de arena fina, un 75% de tierra seca cernida y un 20% de levadura. La levadura se saca del barro sobrante de una pieza que se está "recostando" a los dos días de hechura. Acabada la tarea del amasado, hay que dejar todo un día la masa en reposo para luego llegar a la fase fundamental de la realización de la pieza por las solitarias y artífices manos del alfarero. Cuarenta y ocho horas después se realiza el recorte de la vasija, en tal operación se le da el grueso necesario y la pretendida forma exterior.

Se dejan pasar tres días y con una piedra pómez se bruñe la pieza para así tapar todos los poros que han quedado de la operación del recorte. Dos días después se realiza la labor de pulimentación con el guijarro mojado en agua y dos días más tarde se realiza idéntica tarea con el guijarro seco.

A las cuarenta y ocho horas se le da el brillo necesario con una caña, preferentemente de bambú. Realizadas todas estas operaciones, se pasa al secado de la pieza, depositándola a la sombra durante una semana y luego se pone al sol durante cinco días hasta llegar al quemado de la pieza que se realizará siempre en las tardes de los días soleados.

II.— El quemado y sus fases
El primer tipo de cocción en la isla de Tenerife fue sencillamente cocer la pieza al aire libre como hacían los aborígenes guanches. Luego le siguió el horno árabe, que comprendía un pequeño recinto, en el que se depositaban y quemaban las ramas, y encima de éste la cámara, la cual va perforada para que las llamas circulen libremente, lugar donde se colocaban las vasijas. Actualmente se utilizan los hornos con cámaras cerradas y sin recinto.

El quemado comprende tres fases:

a)  Calentamiento del horno.—  Debe alcanzar una temperatura de 50° a 60°, colocándose posteriormente las vasijas y tapándose la puerta en caña con una tabla o plancha durante dos horas.
b)  Recubrimiento.—  como su nombre indica, se cubre toda la superficie de las vasijas con abundantes brasas, con poca leña y a fuego lento.
c)  Escape de humos— Cocidas las vasijas, se abre el horno para que escape el humo almacenado, al contrario de lo que se hace en la alfarería de la isla de San Miguel de La Palma. Veinticuatro horas después, se destapa la "bravera" del horno para que vaya enfriando, y doce horas más tarde se destapa el horno completamente. A las dos o tres horas de enfriamiento del horno se extraen del mismo las piezas definitivas.

III.—  Utensilios tradicionales de la alfarería de Acentejo
Tenemos las siguientes variantes: 1.—  La típica talla victoriera. La de
más grosor y tosquedad de las realizadas en el Archipiélago, de unos 28 a 29 cms. de alto.
2.— El bernegal, para las destiladeras, mucho mayor que la talla, de unos 33 a 35 cms. de altura, es cumplido y no chato; luego''tenemos la variante de bernegal destinado a los poyos de cocina, de cerca de 90 cms. de altura, que antiguamente se empotraban en los mismos como recipientes para el agua.
3.— Los braceros, en sus dos modalidades, el de guisado de leche (de unos 14 cms. de altura) y el destinado a los sahumerios de incienso, eucaliptus o romerp, de 7 cms. de alto y que además llevan una asa por detrás.
4.— Losfamosostostadores, de un metro el de tostar centeno; de unos 60 cms. el destinado para el millo, trigo o café, y los más pequeños de 40 cms. de alto y con dos asas, los destinados al tueste de las castañas.
5.— Las ollas, en diferentes tamaños y modelos según su variado destino, ya sea generalmente para papas o para la leche.
6.— El escurridor de las papas arrugadas, muy semejante en forma, aunque mayor, al tostador de castañas.
7.— Los gánigos, llamados aquí a una especie de lebrillos para el amasado del gofio.

Todo esto constituye el entarimado peculiar de estas joyas de nuestra tradicional artesanía del barro en la comarca de Acentejo, que va a perdurar gracias a la labor de Ramón Jorge, haciendo surgir de sus manos y la tierra las vasijas, bello exponente de toda una tradición artesana y de nuestra más vetusta y singular cultura.

Manuel Pérez Rodríguez, en: Revista Aguayro
Año XII nº 141, mayo-junio de 1982.
(Archivo Personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)








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